De macho alfa a puto insaciable 6. Penetrado

Jorge acepta dar su culo para ayudar a sus amigos... aunque también lo va a disfrutar

Habían pasado 3 meses desde que me vi obligado a trabajar en el burdel de las 3 transexuales, Karen, Melissa y Tania. Después de las primeras semanas, había alcanzado cierta estabilidad. La amistad con Alex, el responsable de nuestro “vestuario” y de ayudarnos con los shows del bar y con otras cosas del día a dia, así como con Daniel, Álvaro y Mario, que también eran “chicos de compañía” me había ayudado mucho. En lugar de verme en medio de gay y maricas afeminados y de voces chillonas, ellos 4 eran varoniles y se comportaban como hombres (Alex incluso, era lo opuesto al estereotipo gay: Gordo, barbón, descuidado). Cuando no estábamos trabajando, yo, Daniel y los otros acostumbrábamos a ir al gimnasio juntos o por una cerveza a un bar deportivo, como los que los hombres deben de ir. Pasar el tiempo con ellos me ayudaba a distraerme de mis labores en el bar, cuando me tocaba fingir todas esas actitudes de gay. En ese tiempo, mi capacidad para satisfacer a los clientes parecía haber mejorado. Los clientes maricas me chupaban la verga o el culo, me besaban o a veces yo tenía que fingir que me gustaba chuparles a ellos. A veces me pedían usar ropa de mujer, especialmente medias, ligueros o pantaletas. De Daniel y sus amigos aprendí a fingir que me gustaba todo eso, lo cual alineado a mi físico, me había permitido ganar una considerable cantidad de clientes y de generosas propinas. Debo reconocer que mi cuenta bancaria había mejorado sustancialmente y era ese beneficio económico mi principal argumento para sentirme, si no feliz (qué heterosexual podría sentirse feliz de tener que jugar al puto?), al menos no tan incómodo como al principio.

Pues bien, esa noche de viernes yo estaba de mesero, luciendo mi uniforme de trabajo, es decir, ese suspensorio que dejaba al aire mis firmes nalgas y mis genitales depilados, botas negras, collar y mi banda con identificador. En eso, Álvaro se acercó a mi y me dijo:

-          Tengo una propuesta que te va  a interesar

-          ¿Cómo? ¿Ahora tú haces propuestas? Desde cuando eres cliente –bromeé, agarrándole sus grandes huevos morenos, conforme era costumbre entre nosotros. Álvaro era un muchacho alto, de casi 1.95, muy bronceado, de cabello negro, lacio y brillante. Sus testículos eran casi legendarios en el bar, pues los tenía gordos y colgaban mucho.

-          No, hombre, tengo una propuesta de unos clientes, quiere que hagamos un grupo

-          ¿Como es eso?

-          Los clientes hacen una propuesta conjunta para que varios de nosotros los visitemos. Como siempre, se fija de antemano lo que van a hacernos. Tengo a 5 clientes que buscan a 3 de nosotros. Ya confirmé con Gerardo y creo que tú estarías perfecto para ser el tercero.

-          ¿Porqué yo? –pregunte nervioso

-          Porque tú eres guapo y todos te quieren, lo sabes. Jajajajaja.

-          No sé… ¿qué tendría que hacer?

-          Nada que ponga en peligro tu “virginidad” –dijo Álvaro, bromeando de mi afán bien conocido de mantener la penetración lejos del campo de juego. Yo me incomodé, pues también era bien sabido que todos los chicos ahí presentes habíamos sido penetrados en algún momento por Karen y sus amigas. La broma de Álvaro me recordaba ese amargo trago-. Nos van a dar 3000 puntos y 200 dólares a cada quien

La cantidad era impresionante, de forma que decidí aceptar. Además me vendrían muy bien esos 200 dólares. Me reuní con Gerardo, el otro chico y fuimos al cuarto donde los clientes ya nos esperaban. Eran 5 hombres treintones, de aspecto variado. Algunos delgados, otros más llenos. Nos invitaron a sentarnos y se sirvieron tragos. Yo acepté. Siempre que daba servicio a los clientes me caía muy bien estar un poco tomado, me facilitaba las cosas. Empezamos a charlar. Eso se había vuelto parte de la costumbre. A diferencia de los primeros días, donde yo procuraba interactuar lo menos posible con esos maricones, ahora me animaba a hablar. Muchas veces eso los distraía y terminábamos haciendo menos de lo que acordábamos o por lo menos terminaban más rápido.

Pasaron unos 30 minutos, durante los cuales yo me eché tres whiskies al pecho. Álvaro y Gerardo, en cambio, apenas había bebido nada. De hecho me sorprendía. En general, casi ninguno de los chicos tomaba. Y sin embargo, siempre estaban animados y felices. Creo que para la mayoría el incentivo del dinero fácil y el espíritu de competencia por puntos era suficiente. Los envidiaba un poco.

En cierto momento los clientes empezaron a animarse. Dos de ellos se fueron sobre Gerardo, un chico rubio y muy delgado pero con una enorme verga. Se pusieron a chupársela mientras él se dejaba. Otros dos se fueron sobre Álvaro: Lo colocaron en 4 y mientras uno le comía el culo, el otro le daba verga por la boca. Debo reconocer que ver a ese macho moreno siendo trabajado por ambos extremos era una visión bastante sensual… casi salvaje.

A mi me tocó un cliente delgado, muy velludo. Se me acercó y sin miramientos me empezó a besar, mientras manoseaba mi verga. Sus labios, enmarcados en una barba y bigote tupidos, estaban húmedos y se deslizaban sobre los míos suavemente, provocando un escalofrío que no era desagradable. Su boca sabía a fresa, quizá por el coctél que estaba tomando. Al echarse encima de mí, me tiró al sofá donde estaba sentado. Mientras su lengua invadía mi boca, su velludo pecho masajeaba el mio, provocándome un cosquilleo que tampoco era desagradable. A decir verdad, yo prefería que me mamaran la verga pero cuando me besaban asi lo encontraba aceptable. Pensé: Si me va a besar otro hombre, al menos que sepa hacerlo. Y este tipo lo sabía muy bien. Su barba era tupida pero suave y cuando empezó a deslizarse hacia abajo, hacia mi pecho, me provocó estremecimientos. Esos labios se prendieron de mi pezón izquierdo y lo succionaron con avidez. Empecé a gemir suavemente. Yo sabía que eso era lo que quería… y fingir era fácil cuando el placer era genuino, aunque eso no lo sabían ellos.

El velludo cliente siguió lamiéndome el cuerpo, erizándome la piel de emoción. Bajó hasta mis pies y los empezó a chupar. Empecé a jadear. Antes de toda esta odisea, yo jamás había sabido que mis pies fueran tan sensibles. En mis múltiples aventuras con mujeres, jamás había ocurrido que me los chuparan. Hacia una semana sin embargo, un cliente me había propuesto lamerlos y para mi fue una revelación, pues se sintió extraordinariamente bien. Ahora, el tipo que tenía frente a mi, con la boca devorando mis dedos gordos, me arrancaba suspiros de placer. Yo, inteligentemente, decidí continuar la actuación, tomando con mis dedos mis dos pezones y acariciándolos suavemente. Sabía que eso le gustaría y no me equivocaba.

Finalmente el cliente se prendió de mi verga y comenzó a mamarme con esos labios expertos que tenía. Yo estaba tan entregado a mi actuación que no me percataba de lo que pasaba a mi alrededor hasta que un fuerte gemido me hizo fijarme en mis dos compañeros, lo cual me dejó boquiabierto:

Ahora los dos estaban en 4, uno al lado del otro. Dos clientes estaban dándoles de mamar. Pero eso no fue lo que me sorprendió. Sino ver que los otros dos les estaban dando fuertemente. El grito que escuché era Gerardo, que acababa de ser empalado por uno de los clientes más robustos. El cliente sacó su verga y entendí porqué había gritado. Ese miembro medía al menos 20 cm y era tremendamente grueso, bulboso y brillaba, seguramente de saliva. Su esponjoso glande volvió a embestir contra el culo del pobre Gerardo que volvió a gritar, con una expresión de dolor en su rostro que rápidamente fue acallada por la verga que tenía enfrente. El cliente lo agarró por la nuca para evitar que siguiera gritando. El que lo culeaba aprovecho para sacarle y meterle la verga nuevamente, con fuerza y luego siguió, bombeándolo.

Del otro lado, Álvaro también estaba siendo penetrado por ambos lados, con una verga larga entrando y saliendo de su gran culo moreno. Me pareció increíble ver a los dos chicos en ese espectáculo. Hasta ahora yo nunca había visto que se encularan a un hombre. Lo más sorprendente era que la expresión de los dos, lejos de ser de sufrimiento, parecía revelar algo de gozo (incluso Gerardo, después de la estocada inicial). En cierto momento, los dos clientes que los mamaban se retiraron y para mi sorpresa tanto Álvaro como Gerardo, ya con sus bocas libres, empezaron a gemir de forma que revelaba que estaban disfrutando enormemente tener sus culos llenos. Qué buenos actores son, pensé.

Pronto los dos clientes que estaban ensartando aceleraron sus embestidas y casi al mismo tiempo se descargaron en las entrañas de mis dos compañeros. La visión de los dos culos recién penetrados resultaba erotizante, con algo de semen muy blanco saliendo de cada uno de ellos. En ese momento mi cliente velludo que estaba mamándome la verga aceleró y la combinación de ambas cosas me hizo eyacular profusamente. El cliente recibió mi leche en la boca, tragándolo con gran gula.

Después de esto, los dos clientes que ya habían cogido a mis amigos se limpiaron, se vistieron y se fueron. Quedamos nosotros tres y los otros tres clientes, quienes todavía no se habían venido. Entramos en una especie de pausa, para volver a platicar y a tomar algo, a pesar de estar los 6 desnudos, se me hacía normal. Álvaro, que había estado hablando con el cliente velludo que me había chupado tan deliciosamente, se acercó a mi y me llevó aparte.

-          Oye, hermano. Estoy hablando con estos tipos y están haciendo una nueva propuesta. Los otros dos quieren culearme a mi y a Gerardo pero el que te la chupó también quiere darte.

-          ¿Qué? No, tu sabes que yo no me dejo culear.

-          Espérate, óyeme primero. El tipo está dispuesto a darte 3000 puntos y 300 dólares sólo a ti. A nosotros nos darán 2000 puntos y 100 dólares pero eso no nos causa problema. Pero la condición es que participemos los tres. Si tú no aceptas, no podemos participar Gerardo y yo. Mira, hermano, ya sé que tú tienes mucho apego a tu culo pero te agradeceríamos nos hicieras este favor. Sabes que yo necesito el dinero y a Gerardo tampoco le caería mal. Además mira al tipo, tiene verga pequeña. Ni la vas a sentir. Además ya te estuvo comiendo la cola, seguro ni te das cuenta al meterla. Por favor, hermano, haznos este paro.

Yo lo veía, dudando. ¿Acaso cedería a ser cogido por otro hombre? Ya había cedido a mucho pero esto estaba fuera de los límites… Mi culo era mío. A pesar de lo que sucedió con Karen y sus amigas, eso era diferente. Pero Álvaro me caía bien. Él y Daniel y Mario eran casi como mis hermanos en ese lugar. Y después de haber atestiguado como él mismo se había dejado coger y saber que estaba dispuesto a volverse a dejar culear por el dinero, me quedaba claro que lo necesitaba, sólo asi se explica que se dejara penetrar. Me arriesgaba a perder su amistad y quizá la de los otros si se enteraban. No me quedó más que decirle que sí. Él fue inmediatamente con una gran sonrisa en la cara a avisarles a los clientes que aceptábamos el trato. Los clientes celebraron con una copa de vino y nos hicieron acercar.

Yo volví con el cliente delgado y velludo.

-          Me alegra que hayas aceptado. Tienes fama de difícil así que tenía muchas ganas de que dijeras que sí. Verás que nos vamos a divertir –me dijo, mientras me rodeaba con su brazo y acariciaba mis nalgas.

Nos hicieron poner en 4, los tres viéndonos mutuamente, como en una especie de triángulo. A pocos centímetros a mi derecha veía el rostro moreno y varonil de Álvaro y a mi izquierda el de Gerardo. Los dos clientes que hacía poco les habían dado verga para mamar, ahora se colocaron atrás de ellos. Sin siquiera molestarse en lubricarlos (de hecho, aprovechando el semen que sus dos compañeros habían dejado y que todavía escurría por los culitos) empalaron a mis amigos. Pude ver como ambos lanzaban un gemido leve.

En mi caso, el cliente se había arrodillado y se dedicaba a lamerme el culo con esa barba que rozaba y me sensibilizaba la piel. Sentí escalofríos cuando introdujo la punta de su lengua. Viendo los rostros de mis compañeros, que gemían con los ojos entrecerrados mientras los culeaban, me imaginaba que no sería tan malo. En eso, sentí al cliente incorporarse y agarrarme por la cadera. Supe que era el momento. Sentí su duro glande en la entrada de mi ano y empezó a empujar. Empecé a sentir la presión y por un momento vino a mi mente la primera vez que Karen me metió su descomunal verga. Reaccioné e intenté alejar el cuerpo instintivamente pero el cliente me agarró firmemente de la cadera y me empujó hacía él, haciendo que el falo entrara más. Lancé un grito leve… Hasta cierto punto no quería aparentar el dolor que sentía, pues ni Álvaro ni Gerardo lo habían expresado muy notablemente. No quería que pensaran que yo aguantaba menos.

Sentí la verga y el vello púbico del cliente frotando mis nalgas mientras empezaba un vaivén. La presión dentro de mi culo aumentaba por momentos, haciéndome contener el aire para no gritar. Seguía viendo a mis dos compañeros, con expresiones de estar disfrutando y me sentí inferior. No podía creer que ellos tuvieran tal capacidad para fingir placer cuando ambos tenían al igual que yo una verga clavada en la cola. O peor, pues honestamente las de sus clientes eran más grandes que el que me estaba follando.

Al cabo de varios minutos sentí un cambio en la acción. A pesar de que el bombeo era mayor, en cierta manera mi culo se había acostumbrado (no… pensé, no te acostumbres) Ya no sentía tanta presión y de cierta forma era cómodo. Incluso cuando me la clavaba en determinadas posiciones me hacía sentir algo diferente, algo que no era dolor. Por supuesto, no era placer (jamás!!) pero sí provocaba un cosquilleo muy similar al que sentí cuando me besaba los pezones. Me estaba provocando una ligera erección pero yo sabía que no era placer porque no estaba totalmente duro. Eso me consoló. Jamás hubiera querido admitir que una verga en el culo me daba placer. Eso era inconcebible.

Yo estaba sudando por el esfuerzo inicial y porque aunque ya no me dolía como inicialmente, descubrí que era físicamente demandante concentrarse en relajar y contraer los músculos de todo el cuerpo para mantener la postura y evitar al máximo la incomodidad. Mis compañeros y los clientes también estaban sudando. Se respiraba un aire pesado y con un aroma un tanto salvaje, normal de 6 hombres en actividad física. Veía a mis amigos frente a mi, con expresión de gozo. De pronto, Álvaro me miró de vuelta y acercando la cabeza, me plantó un beso en los labios. Yo me sorprendí pero antes de hacer nada, volvió a acercarse y me besó de nuevo, metiendo su lengua entre mis labios. Por reflejo le correspondí, sacando mi lengua y uniéndola a la suya. Besaba muy bien… Cuando se retiró, fue a besar a Gerardo e intuyendo que a continuación Gerardo me besaría, yo me acerqué a él. Fue grande mi sorpresa cuando, en vez de que Álvaro se quitara para dejarme besar yo a Gerardo, a medio camino volvió, con lo que nos fundimos en una especie de beso triple que me causó una erección plena. Casi al mismo tiempo los tres clientes empezaron a bombear más fuerte. Nosotros tres nos separamos entre gemidos, debido al aumento de potencia y a poco los tres clientes se vinieron en nosotros. Yo lo supe cuando escuché la exclamación gozosa del que me cogía, acompañada de cierto espasmo en el culo, producto de la verga que me llenaba de su semen. Por un momento me sentí avergonzado de hacer aceptado dejarme coger, pero en esa atmósfera llena de sudor y testosterona y a la vista de mis dos amigos recién cogidos, se sentía menos significativo, casi se sentía cierto compañerismo.

Esa fue la primera vez que me dejé coger voluntariamente. Luego de despedir a los clientes, Álvaro y Gerardo me agradecieron haber tomado una por el equipo. En ese momento entendí que había valido la pena. Ayudar a los compañeros me hacía sentir muy bien y después de todo, nadie sabría jamás lo que había pasado ahí…

Esa noche, cuando ya estábamos cerrando, Álvaro me llevó aparte.

-          Hermano, te agradezco nuevamente lo que hiciste por nosotros hoy. En verdad tú eres todo un campeón.

-          No me agradezcas, estoy seguro que tú también estás dispuesto a hacer algunos sacrificios por tus compañeros.

-          Por los que valen la pena, si. Por supuesto. Y no sólo sacrificios. Estoy dispuesto a complacer a mis compañeros también.

Diciendo esto, se arrodilló ante mi y sin más comenzó a chuparme la verga. Me quedé sin palabras, tanto por la acción como por la maestría con que sus carnosos labios trabajaban mi fierro, que se puso duro en un segundo, a pesar de haber sido mamado varias veces esa noche. Luego de estar un rato asi, trabajó              también mis huevos, haciéndome vibrar de placer contenido. Terminé en su boca, no mucho pues ya estaba bastante gastado pero no por eso fue menos satisfactorio.

Álvaro se incorporó y me dio un beso. El sabor salado de mi propio semen me asaltó los sentidos, al igual que el aroma leve de sus labios masculinos. Fue un beso bien dado.

Más tarde al llegar a casa, con todas mis ideas confusas, entendí que ese beso sellaba un pacto de amistad entre hombres, que no necesariamente me hacía gay. En circunstancias normales nunca habría ocurrido pero para sobrevivir a ese lugar, era más que necesario forjar esas alianzas entre compañeros. Con la consciencia tranquila (y una billetera abultada), me dormí plácidamente…


Espero les haya gustado este episodio. Jorge ya casi está al borde de ceder completamente a los deseos por otros hombres.