De macho alfa a puto insaciable 3. Primera noche

Atrapado por el chantaje de las tres "chicas" nuestro protagonista tendrá su gran debut como "chico de compañía". Quizá no le guste ahora, pero pronto será un puto deseoso de verga...

Ahí estaba yo, en ese extraño bar, rodeado de jóvenes de mi edad y complexión, todos nosotros atléticos y bien parecidos, “vestidos” con apenas un suspensorio y botas, listos para empezar a “servir” a la exclusiva clientela como “chicos de compañía”. Daniel, el chico que me habían asignado como guía, me había agarrado del brazo. Se veía calmado y sonreía.

-          Venga, no te sientas nervioso. Verás que todo sale bien.

Nos encaminamos al pasillo de salida a la pista, envuelto en la oscuridad y en la incertidumbre. Luego de varios metros, el pasillo doblaba a la izquierda y abría a una zona amplia, con muchas mesas circulares por todos lados, así como mesas con taburetes, más cómodas y elegantes, en el perímetro. Había una media luz por todos lados, a veces rojiza, a veces amarilla o azul. Había tres zonas de barra y una especie de pasarela en un rincón. Todo eso apenas lo vi de reojo. Lo que me llamó la atención fue los comensales. Obviamente todos eran hombres, de edades variadas. De hecho me sorprendió ver algunos que bien podrían tener mi edad mientras que otros ya debían rozar los 60 o más. Todos ellos nos veían sin disimulo mientras salíamos. De hecho, un reflector apuntaba justo a la puerta de entrada de forma que tuvieran u buen primer plano de nuestros cuerpos.

Daniel me llevó hasta la zona de la barra y me explicó cómo funcionaba. Esa parte al menos no era complicada, ya que yo había trabajado como barman anteriormente. La noche empezó, aparentemente normal. Si no fuera pues nuestra obvia desnudez y por el ambiente sutilmente erótico que permeaba, hubiera sido un bar “normal”. Los meseros venían y me pedían tragos y ocasionalmente se acercaba un cliente para el mismo fin. Pero no me engañaba. En varias esquinas se veían las pantallas donde ocasionalmente se mostraban números. Según me dijo Daniel, cada uno de nosotros tenía un número y cuando salía el nuestro era un “requerimiento” especial de alguno de los clientes. EN un rincón podía ver como uno de los meseros estaba sentado en las rodillas de un cuarentón, que le acariciaba suavemente el pecho, tomando casualmente sus pezones y pellizcándolos. En otra mesa, otro mesero le propinaba un fuerte beso a su comensal. Me daba asco pensar que yo tuviera que hacer eso, aunque me tranquilizaba saber que todo era voluntario y que podía negarme.

En cierto punto de la noche empezó el show, lo que me hizo recordar que asi habíamos sido divididos: Meseros, barras y show. Sonó música y en un escenario salieron los chicos, vestidos con un atuendo de policías y bailando sensualmente. Era un atuendo peculiar ya que a pesar de llegar cinturón y pistola, gorra de policía, zapatos y camisa correspondientes, tenían las nalgas al aire y las vergas y testículos sujetos en un curioso arnés. Todos aplaudían cuando los chicos se volteaban y exponían sus lampiños culos a la clientela. Yo volví a sentir asco de todo eso cuando sentí a Daniel tocándome nuevamente

-          Vamos, no estés tan serio. Trata de divertirte

-          ¿Cómo voy a divertirme con eso? No soy puto.

-          Mira, ninguno de nosotros lo es. Todos estamos aquí por el dinero. Pero si vas a trabajar aquí te recomiendo tomártela ligero y poner buena cara. Sonriendo te verás más guapo

Diciendo esto, volvió a acariciarme los huevos como había hecho anteriormente, lo que me hizo retroceder sobresaltado.

El show terminó y parecía que la noche seguiría cuando salió Melissa, una de las transexuales que me había atrapado en ese lugar. Tomó el papel de presentadora, dio la bienvenida a los clientes y estuvo haciendo algunos chistes recurrentes. Luego indicó con gran ceremonia que empezaría el desfile.

Daniel me indicó seguirlo y nos fuimos detrás de la barra donde nos encontrábamos en dirección a la pasarela. Ahí ya estaban los otros chicos de barra, untándose en el cuerpo una especie de aceite. Me explicó que los show hacían eso, show. Los meseros estaban en piso toda la noche y los barra, o sea nosotros, hacíamos desfile una vez por noche. El desfile consistía en subir a la pasarela y recorrerla por entero y “presumir”, según sus propias palabras. Agarrando el mismo aceite, empezó a untármelo sin el menor reparo por todo el cuerpo. Respingué cuando llegó a mis nalgas pero él ni se inmutó.

El desfile empezó, con Melisa presentando a cada chico. Pude ver como cada uno de ellos subía, caminando con gran confianza por la pasarela, las luces sobre ellos. Al llegar al extremo, muchos hacían flexiones, mostrando sus músculos. Otros se doblaban y posaban, mostrando sensualmente su desnudez. Algunos incluso se ponían en 4 y exhibían sus culos, al igual que los chicos del show.

-          Tú puedes hacer lo que quieras. Recuerda que todo es voluntario –me dijo Daniel antes de su turno-. Eso si, debes quedarte ahí arriba al menos 2 minutos.

Finalmente, Melissa anunció:

-          Y ahora, caballeros, les presentamos a nuestro nuevo chico. Es su primer noche, asi que sean amables con él y denle una gran bienvenida a nuestra gran familia. Como saben, el día de hoy él será zona intocable… pero no así mañana, jeje. Denle un fuerte aplauso por favor…

Daniel, que ya había pasado, me indicó subir. Yo salí a la pasarela, nervioso y sin saber que hacer. Me sentía avergonzado, estar ahí prácticamente desnudo o aún peor, con el estúpido suspensorio de hilos que no ocultaba nada de mis genitales ni mucho menos mis nalgas y el collar de perro. Sentía las miradas lascivas de todos los clientes y recordaba las sutiles palabras de Melissa: “Hoy es intocable pero mañana…”

Caminé lentamente, sin ninguna pretensión ni pose, casi como un robot. No quería ir tan rápido ni tan lento, solo veía frente a mí el extremo de la pasarela. Llegué ahí, me volteé y permanecí quieto. Me volteé de nuevo y otra vez y otra vez. Sonó la voz de Melissa.

-          Como ven, nuestro chico es un primor, nos muestra su hermoso cuerpo varias veces. No se dejen engañar por el tamaño de su verga. Ahora está nervioso pero puedo atestiguar que tiene buen tamaño cuando está… emocionado. Y esas nalgas, yo y mis hermanas podemos atestiguar que son bastante, bastante placenteras, tan grandes y taaaaaaan estrecho. Por favor, agradezcan su buena disposición con otro aplauso.

Efectivamente, hubo muchos aplausos, mismos que tomé como señal de permiso para irme. Caminé rápidamente la pasarela y bajé por detrás. Estaba rojo de pena. Daniel me recibió y me felicitó por mi primer desfile. Yo ni lo escuchaba, me apresuré a regresar a la relativa familiaridad de la barra.

El resto de la noche la pasé casi sin saberlo. Ahora, cada vez que alguien se me acercaba, me parecía que todos me veían y me juzgaban. Ahora todos ahí sabían que las transexuales me habían penetrado. Me imaginaba lo que pensarían, lo que querrían hacerme ahora…

Finalmente la pesadilla terminó, al menos esa vez. Alrededor de las 2am el bar empezó a vaciarse, muchos de los clientes yéndose con varios de los chicos. Daniel había sido uno de ellos. Yo no sabía bien qué hacer hasta que vi a Alex entrando. Me hizo señas y me acerqué con él

-          Ese Daniel se fue. Maldita sea, no puede resistirse cuando lo invita el Sr. Rojas… Le había dicho que no se despegara de ti. Ya me las pagará ese crío, jajajaja –broméo Alex con ese aire casual suyo -. ¿Cómo te fue? No tan mal, verdad?

Alex y yo volvimos al backstage y ahí me vestí apresuradamente. Alex me acompañó a la puerta del lugar y me dijo a qué hora llegar el dia siguiente. Era un poco más temprano. Me explicó que eso era porque había junta de “revisión”, sin entrar en detalles.

Llegué a mi casa, exhausto y aún perturbado por lo que había visto y por lo que me había pasado. Caí dormido.

A la noche siguiente me presenté a la hora indicada. Del mismo modo que la vez anterior, me hicieron desnudarme y me dieron mi “uniforme” que en esta ocasión no eran botas militares sino tenis deportivos. El suspensorio no era blanco sino rojo, lo cual me colocaba en el rango de “ofertable”. De nueva cuenta me dieron barra. Daniel estaba conmigo nuevamente, sonriéndome como siempre

La famosa reunión de revisión empezó. Todos estábamos reunidos y Alex y su ayudante, que supe se llamaba Marcos, nos mostraron un tablero con unas cantidades ordenadas en vertical de mayor a menor. Le pregunté por lo bajo a Daniel si era dinero y él contestó que no, que eran puntos. La lista estaba ordenada de mayor a menor puntaje. Alex fue nombrando a cada uno de nosotros y su nombre aparecía junto a alguno de los puntajes. Dependiendo de la posición en la lista, algunos aplaudían o le chiflaban o le hacían algún comentario

-          Jajaja, no te valió salir con tu papi barrigón, Raúl, solo tienes 590. Hasta yo lo hubiera hecho mejor con él.

-          Aprendan de mí, chicos, aprendan a usar el culo y miren como llegan a mis 890 –decía otro.

La mayor expectativa vino con el top 3. Me sorprendí al ver que Daniel había quedado en tercero. De los otros dos, recordé que habían sido de los que se habían mostrado un tanto fríos conmigo la noche anterior.

En los rangos bajos en cambio, aparecí yo, al último, con cero puntos. Los dos chicos que estaban por encima de mí tenían 120 y 80 puntos.

La junta terminó y todos se fueron a preparar para la noche. Yo interrogué a Daniel sobre esos puntos, sobre su significado, pero me contestó que mejor le preguntara a Alex y se adelantó.

Yo interpelé a Alex, quien me dijo

-          Ahh bueno, los puntos son un sistema que creamos para crear una sana competencia entre los chicos. Verás, para muchos el incentivo de hacer dinero no siempre funciona y eso no es bueno para el negocio, asi que Karen introdujo este juego. Cuando un cliente te hace una oferta, te puede ofrecer dinero o puntos, aunque la mayor parte de las veces es una mezcla de ambos. Los chicos compiten para ver quien obtiene más puntos. Cada semana se inicia de cero. Al final de la semana, o sea, el domingo de madrugada, cuando el bar cierra, vemos quien es el ganador y quien es el perdedor.

-          ¿Y en qué consisten los premios?

-          Bueno, es muy fácil. El ganador puede elegir uno de dos premios, opción A o B. La opción A es que te reducen un mes tu contrato.

-          ¿Cómo?

-          Si, todos ustedes están aquí por contrato con Karen, Melissa y Tania. Si ganas y eliges la opción A, te liberan un mes de plazo forzoso. Es un gran incentivo, ¿no?

Para mis adentros pensé que efectivamente ese era un gran incentivo para dejar de trabajar ahí lo más pronto posible.

-          Y que pasa con el perdedor?

-          Pues lo contrario. Al perdedor se le carga un mes más de contrato

-          ¿Qué?

-          Si, como lo oyes, chico. Asi que hoy estás de suerte porque ya estás en el bando elegible.

-          ¿Por qué lo dices?

-          Porque tú ya participas desde ayer y aún estás en ceros. Deberás esforzarte mucho hoy y mañana o vas a perder y te va a tocar un mes más en el club de las Brujas Marinas –dijo Alex socarronamente.

-          ¡Pero yo ya tengo un plazo forzoso de un año! –exclamé, repentinamente dándome cuenta de lo que eso implicaba

-          No importa, chico. Está en el contrato que firmaste. Si pierdes, tu plazo forzoso se extiende un mes.

Mi plan en ese lugar había sido no hacer nada. No me importaba no hacer nada de dinero con tal de negarme a cualquier interacción con los clientes. Hice cuentas… si esa competencia se hacía cada semana… Entendí que era un plan bien pensado. Si no participaba, perdería cada semana y en un mes habría acumulado 4 meses extra. Y si el siguiente mes no participaba, otros 4. De esa manera se obligaba a participar a todos los chicos… Y a competir entre ellos. Ahora entendía porqué algunos me miraban torvos. Yo añadía un elemento más a la competencia.

Por otro lado, reflexioné… si me esforzaba por satisfacer a los clientes… si llegaba a quedar en primer lugar las 4 primeras semanas, me reducirían 4 meses… si ganaba durante 10 semanas consecutivas… prácticamente con eso estaría libre… no tendría que quedarme un año entero, apenas dos meses y medio… eso, claro está, asumiendo que ganaría la competencia… y eso implicaba satisfacer a los clientes…

Miré la banda roja en torno a mi brazo, con mi número identificador, 46. Esa noche, si ese número aparecía en la pantalla, significaría que un cliente tendría una propuesta para mí… Me propondría hacer alguna mariconada a cambio de dinero y de puntos… Y yo tendría que acceder o de lo contrario me arriesgaba a seguir más y más tiempo en ese horrible lugar. Maldita sea, pensé… estaba jodido…


Asi acaba el tercer episodio. ¿Cómo hará este chico para salir de la trampa? O más bien, ¿cómo creen que seguirá cayendo? Por cierto, no le he dado nombre al protagonista a propósito. Si tienen una propuesta para su nombre, por favor, indíquenla y la tomaré en cuenta para el próximo capítulo.