De macho alfa a puto insaciable 10. Jaque mate
Jorge hará lo que sea para ganar pero esta vez cruza la línea. Disfrutará por primera vez ser pasivo pero corre el riesgo de enviciarse...
Estaba a un paso del primer lugar. Esa noche con el licenciado Ruiz era la oportunidad perfecta. Ganaría. Me quitarían un mes de contrato y vencería a todos los presuntuosos que creían que con dar las nalgas podían ser mejores que yo.
El licenciado Ruiz me ofreció primero 8000 puntos y mil dólares para una sesión de edging y para cogerme. Nunca me había cogido. De hecho fue una sorpresa verlo únicamente en boxers y camiseta, ya que tenía mucho mejor cuerpo que el que se hubiera creído. La camiseta se ajustaba a un torso musculado y bien definido y los boxers revelaban muslos de corredor consumado.
Ahora, durante el juego, había demostrado saber la verdad sobre el Blue Ball, había tomado una de las dosis y jugueteaba con ella en mi culo. Aumentó la oferta, 12000 puntos y 3000 dólares a cambio de dejarme meter una dosis de la droga en el culo y que me cogiera.
Yo estaba totalmente desnudo, aún excitado por la dosis oral que había tomado poco antes. Mi verga estaba totalmente erecta y rezumaba precum que un poco antes el licenciado había usado como lubricante para masturbarme. En 4, con las piernas separadas por una barra y la cabeza atada con correa a la cabecera de la cama, realmente no podía ofrecer mucha resistencia. Él hubiera podido meterme la esferita azul y cogerme sin ningún problema pero, atento a las reglas del lugar, que dictaban que los clientes no hicieran nada sin consenso con los chicos, me había hecho esa oferta. 12000 puntos era más que suficiente para quedar en primer lugar y 3000 dólares era muchísima plata. Por supuesto que era una oferta tentadora. Sin embargo, una parte de mí aún dudaba. Sobrevolaba en mi mente la advertencia que me hiciera Alex sobre el uso del Blue. “Usala pero con cuidado y nunca dejes que te la metan por el culo”, me había advertido.
Por otro lado, mis amigos, Daniel y los otros, aseguraban haberla usado mucho tiempo sin ningún problema. No sabía que hacer
De pronto sentí una fuerte nalgada, que me sacó de mis pensamientos.
- Vamos, puto. No podemos quedarnos aca toda la noche. Decide ahora. Aceptas mi propuesta? Tengo muchas ganas de ver qué le hace esta droga a ustedes, putitos. Te la quiero dar y cogerte para que finalmente tengas lo que necesitas. Debes decirte ahora. Pero entiende que si te niegas, ya no tengo interés en cogerte. Te daré solo 2000 puntos para hacerte venir, como de costumbre.
Tomó la perla azul y siguió frotándola sobre mi culo, listo para introducirla. Yo intenté voltear a verlo, como si eso me sirviera para tomar una decisión, pero la cadena que me ataba a la cabecera lo impedía. Una nalgada más fuerte volvió a atronar contra mis glúteos indefensos.
- Contaré hasta 5, perro. Debes decidir antes de que termine –dijo, dándome una tercera nalgada
- 1… -nunca debería meterme el Blue por el culo, me advirtieron- … 2… -es seguro, mis amigos la usan y no les pasa nada, a mi tampoco me ha pasado nada - … 3 … - debo ganar, no quiero quedarme en este lugar más tiempo, quiero mi anterior vida de macho- …4… -no soy marica, todo lo que he hecho es sólo fingir- y… 5!!
- ¡¡ DE ACUERDO, DE ACUERDO !! Acepto, acepto la propuesta. Puede meterme la Blue y cogerme… -grité en el último instante.
El licenciado Ruiz lanzó una risa. No podía verlo desde mi posición pero estaba seguro que sonreía.
- Ya sabía yo que aceptarías. Te haces el difícil pero en el fondo te mueres de ganas de saber lo que se siente esta cosa en tu culo. Si se siente tan bien cuando lo ingieres, ¿qué será en el culo? ¿verdad? Bueno, no te preocupes, lo verás ahora mismo.
Un par de dedos posicionó la pequeña esfera azul contra mi culo y en un solo esfuerzo la hundieron en mi interior. Yo sentí la esfera traspasar mi esfínter y entrar profundo, hasta poco más allá de la longitud de los dedos del licenciado, que se retiraron de inmediato.
El licenciado se incorporó de la cama y oí el suave rumor de sus ropas mientras terminaba de desnudarse. Yo estaba enfocado en ese pequeño objeto incrustado en mi interior, que aún podía sentir. En mi mente, aún dudaba… ¿habría hecho bien en aceptar la propuesta? ¿qué efectos tendría el Blue en mi culo? ¿Sería cierto lo que el licenciado acababa de decir, qué en el fondo yo estaba curioso y deseoso de conocer esos efectos?...
El licenciado se puso a mi lado, todavía de pie. Yo giré la cabeza y lo miré. Sin ropa se descubría un cuerpo atlético y muy marcado pero había un par de detalles que me sorprendieron. Primero, era el gran piercing que se clavaba en uno de sus grandes y morenos pezones, el izquierdo, una argolla de color dorado que destellaba en medio de la luz clara de la habitación. Considerando lo elegante y formal que se veía con sus trajes caros, verlo así desnudo y con esa argolla era una impresión salvaje y hasta erótica.
El segundo “detalle” estaba en su entrepierna: Una verga morena, venosa y coronada por un glande rosado, de aspecto brillante y esponjoso, pulsaba con ansiedad anticipada de llenar mi culo.
El licenciado se trepó por encima de la correa que me ataba, ocupando prácticamente todo el espacio que quedaba entre la cabecera y mi cara. En esa posición, su verga quedaba a escasos milímetros de mis labios. Mis fosas nasales aspiraron ese ligero aroma de macho excitado que todas las vergas erectas tienen, mientras que mis ojos alcanzaron a divisar una gota de precum saliendo de ese glande gordo. Tomó mi nuca y sin más ceremonia la empujó para hacerme mamar. Yo tuve que abrir grande para que me cupiera ese fierro, que sin embargo me entró fácilmente gracias a los efectos del Blue que había ingerido anteriormente.
Hablando de lo cual, al iniciar la mamada, me concentré en ella y ni cuenta me di en qué momento dejé de sentir la esfera dentro de mi culo. Al contrario, mi atención estaba puesta en ese grueso falo, caliente duro y carnoso, que me llenaba la boca. Tenía un sabor salado y agradable. Cada vez que me la metía, mi nariz casi podía tocar su vello púbico, una mata negra y encrespada de pelo que emanaba un olor a macho que por momentos parecía hacerse más fuerte. Yo inhalaba cada que me acercaba a esa salvaje y atractiva mata, pues sus olores se me hacían más y más deliciosos y atractivos, lo mismo que la verga en mi boca, cuyo sabor salado parecía intensificarse. Era un sabor tan agradable que resultaba fácil mamar. Pensé que era una pena que el licenciado nunca me hubiera dejado mamarlo hasta ahora, pues su verga era, con mucho, la más deliciosa que había probado. Aun con ese enorme tamaño que ya empezaba a sofocarme, pues me la iba metiendo cada vez más al fondo, toda mi boca parecía capaz de degustar hasta el más mínimo sabor que emanaba de esa piel morena que cubría su mástil erecto. Mi lengua recorría su base y cuando estaba casi afuera, con apenas el glande entre mis labios, tenía espacio suficiente para que vorazmente metiera la punta en el meato, ansioso por un poco del precum, pues si la verga sabía bien, el precum era cien veces mejor. Diablos, pensé, que refrescante era, que delicioso.
- Asi, asi chúpame el pito, maricón. Que eso es lo único que haces bien. Eres un mamador de vergas y sólo eso, puto infeliz –decía el licenciado. Yo me hubiera sentido ofendido de que me dijera eso pero después de tantos meses de acostumbrarme a insultos parecidos, yo creía haberme hecho inmune a la indignación. Ahora, sin embargo, escuchándolo, razonaba un poco en lo que decía. Efectivamente había algo de verdad en sus palabras, yo ya había mamado la verga de muchos clientes y casi todos habían coincidido en que era muy buen mamador. Tiene razón, concluí, soy un gran mamador de vergas. Sentí algo raro, algo que sólo podría definir como orgullo o algo muy similar. ¿Era motivo de orgullo que te dijeran que eres un buen mamador de vergas? No estaba seguro pero las palabras del licenciado me dieron brío para chuparlo.
Finalmente puso su mano en mi frente para detenerme. Sacó su verga y en el reducido espacio que teníamos, la paseó contra mis mejillas, untándolas de saliva y precum. Me empujó la frente hacia atrás para poder mirarme, yo levante los ojos y nuestras miradas se encontraron. Yo tenía los ojos brillosos y apenas ahora me daba cuenta que por el reflejo que la verga me estimuló, había lagrimeado. Asi pues, mis ojos brillosos se cruzaron con los suyos, unos ojos negros y profundos, con una mirada fuerte y dura. En instantes tuvimos un diálogo mutuo, él dominante y yo sometido, solo a través de nuestros ojos.
El licenciado se quitó del frente y pasó a situarse detrás de mí. Rudamente me propinó cinco palmadas en las nalgas pausadamente, sin motivo aparente salvo querer hacerlo. Cada una de esas palmadas resonó en el cuarto y las sentí con un cosquilleo. Mi piel debía haber quedado roja, no lo sabía, pero lo que sí sentí fue que estaba erizada. Con cada nalgada mi cuerpo reaccionaba, provocando que ese erizamiento, ese estremecimiento se extendiera hasta el último rincón de mi piel, en un sentimiento muy similar al placer tal que, para la quinta nalgada, lancé un gemido de gozo. De inmediato la mano acarició mis golpeados glúteos y el efecto fue igual de intenso: Como oleadas eléctricas se propagó por mi cuerpo, especialmente en mi verga, totalmente dura, mis pezones y mi boca, haciéndome gemir con lujuria.
Al ver el efecto que esas caricias me provocaban, el licenciado decidió prolongar el juego. Me dio una serie de nalgadas alternadas con caricias a todo lo ancho de ambas nalgas, mientras me insultaba
- Asi me gusta, puto. Finalmente estás sacando tu verdadera naturaleza, te encanta que los machos de verdad jueguen con tu culo, que lo toquen y que te hagan sufrir. Te gusta. No puedes negarle
Yo no sabía cuál era el efecto más potente: EL dolor que sentía cuando su palma se estrellaba fuertemente contra mis glúteos o el placer de sus dedos acariciándolos. Sólo gemía, mezclando ambas sensaciones hasta el punto de no saber si estaba sintiendo placer, dolor o ambos.
- Dime que quieres más –exigió el licenciado-. Que lo necesitas
- Si por favor, toque mis nalgas, golpeelas. Me gusta y lo necesito –gritaba yo. Sin darme cuenta, había dejado de tocarme. Y supe dos cosas: Que aún sin tocarme, cada vez que me ordenaba autohumillarme y confesar mi urgencia, mi necesidad por sus golpes y sus caricias, yo lo hacía sin chistar y sentía el mismo gozo que si realmente me estuviera nalgueando. Y la segunda cosa fue que yo había arqueado la espalda para sacar las nalgas más. No podía verme pero me imaginaba, atado, en 4 patas y esforzándome en alzar el culo para ser golpeado… y la sola visión me excitaba también.
En eso… cuando yo esperaba una nueva andanada de nalgadas, llegó algo muy diferente. Sin siquiera avisarme, el licenciado enfiló tres dedos en mi culo, clavándolos en mi culo expectante hasta su pulgar y su meñique doblados tocaron las paredes de mi ano.
- Ahhhhhhh –grité. No era dolor. No había dolor. No existía el dolor. Al contrario, era una sensación de bienestar, de éxtasis, sentir esos dedos invadir mi culo por asalto. Qué bien se sentía! E incluso supe y tuve tiempo de pensar que quizá se sentía mejor debido a la violencia de la intrusión, que si los hubiera metido gentilmente no hubiera sentido igual. Era la delicia de ser tratado rudamente. Y lo pude comprobar porque inmediatamente retiró los dedos y apenas mi culo se iba cerrando, volvió a arremeter contra él con sus dedos, generando en menos de un segundo un gemido igual de potente.
El licenciado volvió a clavar los dedos unas 2 o 3 veces pero afortunadamente se detuvo. Y digo afortunadamente, no porque yo quisiera que parara sino porque adiviné que ya iría a meter algo más suculento: La gran verga que hacía un rato había estado en mi boca.
El licenciado Ruiz se colocó rápidamente sobre mi. Yo sentí el jugoso glande golpear suavemente contra mi dilatado culo, casi demasiado amablemente. Comparado con la reciente violencia con la que había clavado sus dedos, ese toque suave me pareció casi insultante.
- ¿Estás listo, putito? ¿Estas listo para recibir la verga de tu macho? Quiero escucharte decir que la quieres.
- Si, licenciado, por favor, lléneme con su verga –dije
- No, asi no. Dime “Amo” y dime porqué quieres mi verga.
- Por favor, Amo, métame la verga. Estoy ansioso por saber qué se siente su gran falo en mi culo. No puedo resistir las ganas de saberlo.
- Repite: “Soy un puto y por eso necesito verga”
- Soy un puto y necesito verga –repetí
- “Quiero mi culo lleno en todo momento”
- Quiero mi culo lleno en todo momento
- “Necesito verga de macho más que nada”
- Necesito verga de macho más que nada”
- “No soy un hombre… soy sólo un maricón para servir a machos de verdad”
Por un pequeñísimo instante dude aquí. Yo me estaba dejando llevar por el éxtasis. Hasta antes, con él y con mis otros clientes, con todos los hombres que había estado, creía sinceramente que toda la actuación era sólo eso, actuación. Pero al escuchar las humillantes palabras que ahora me exigía: Reconocer que no era hombre… que era un maricón comepitos… durante ese instante me pareció demasiado auténtico.
Esa brevísima pausa fue suficiente para que me diera una fuerte nalgada que retumbó placenteramente en mi mente.
- Dilo ya, puto –exigió con una voz de mando que me hizo entender que no podía negarme
- No soy un hombre, soy sólo un maricón para servir a machos de verdad –confesé.
La verga entró sin encontrar resistencia. Antes bien mi urgido culo la acogió con voracidad. Aunque fue un movimiento único y rápido, que no se detuvo hasta que los 20cm se incrustaron plenamente en mi interior, para mí, con cada milímetro de verga que me penetraba me hacía muy consciente del gozo que me estaba provocando y, con pánico, me di cuenta que las palabras que acababa de decir las había dicho con total sinceridad, en el momento que terminó de meter mi verga, supe que realmente QUERíA servir a otros machos. Y mi cuerpo reaccionó inmediatamente: Mi esfínter se contrajo con todas sus fuerzas alrededor de la verga de mi Amo, deseando atraparlo y satisfacerlo.
La verga salió tan rápido como entró y volvió a arremeter. Una y otra vez, me violó. Me violó como otros ya me habían violado anteriormente pero a diferencia de antes, cuando cada estocada me provocaba dolor, que yo resistía estoicamente o incluso cuando me cogían con Blue oral, que era un dolorcillo placentero, aquí era solo placer, era gozo y era realización de saberme lleno de verga y de realmente QUERERLO.
El licenciado me había agarrado del cabello y me jalaba sincronizadamente mientras me cogia. Yo me sentía ahogar, pues el collar me sofocaba, pero poco podía hacer salvo gemir y respirar en cuanto tenía oportunidad. La habitación estaba llena de mis gemidos y de los bufidos sordos y profundos del licenciado mientras me clavaba su falo.
- Listo, puto, listo para recibir tu leche de macho. Por fin vas a tener lo que mereces –anunció y con una estocada final empezó a derramarse dentro de mí.
De nuevo, una sensación inesperada me invadió. Ese semen que me inundó… Podía SENTIRLO! En ocasiones anteriores, al venirse un cliente, normalmente lo sentía cuando sacaba la verga, derramándose hacia afuera. Pero ahora lo sentía ADENTRO. Era caliente, o frío o… era como esa sensación entre caliente y refrescante que se siente en la piel con el mentol o el alcanfor, pero diez veces más fuerte. La sentía en las paredes internas de mi intestino, con tal intensidad que mis entrañas comenzaron a contraerse fuertemente, lo cual solo sirvió para “exprimir” la verga y llenarme aun mas de semen. La siguiente cosa que pasó es que esa contracción llegó a mi estómago, a mi vientre y a mis testículos, que se contrajeron y descargaron su propio disparo. Mi verga comenzó a eyacular salvajemente, mojando las sábanas mientras yo aullaba, presa de un orgasmo intenso, quizá el más fuerte de mi vida, logrado sin tocarme siquiera la verga con las manos.
El corolario a este orgasmo fue un último respingo cuando la verga salió de mi culo, con un sonido similar al de un globo reventarse, junto con una nalgada más en mi culo, hacía tiempo colorado.
Pasaron varios minutos eternos en los cuales mi cabeza sólo daba vueltas, aun sintiendo el semen ardiente en mi interior, casi pude imaginar que ese líquido se movía adentro de mi, aun más y más profundo, tan intensa era la sensación.
Cuando por fin pude enfocar la mirada, me hallé sólo. El licenciado había salido sin que yo me diera cuenta. Alcé las manos para desatar mi cuello de la correa y me volteé para liberar mis piernas. En las sábanas se veía un charco de semen, mi semen. Con duda, con recelo, tomé un poco entre mis dedos y lo probé… era agradable, fresco y dulce. Sin dudarlo por segunda vez, tomé el resto hasta dejar la sábana sin nada.
Me eché sobre la cama. Me sentía maravilloso. Cansado. Pero al poco tiempo, sentí algo más. Ya no sentía el semen en mi interior. Ya no sentía ese frío quemante. En cambio, sentía debajo de mi verga, en ese punto enterrado bajo mi verga una especie de picor, una incomodidad creciente. No era doloroso, pero era constante, insidioso. Toqué mi vientre, mi pubis, presionando mi vejiga por encima, tratando se saciar ese inquietante sentimiento pero no podía. Intenté presionar mi perineo. Ayudaba más pero aun faltaba algo. Mis dedos alcanzaron la entrada a mi culo y sin dudarlo metí el dedo medio. A duras penas alcancé el lugar pero con lo poco que pude tocar tuve un alivio ligero. Pronto me di cuenta… si quería aliviar esa sensación, necesitaba meterme algo más. Algo largo. Algo grueso. Y ya sabía donde conseguirlo.
Me levanté. Me di un rápido baño y me puse mi suspensorio de hilos. Salí a la pista del bar, mientras esa sensación de vacío se incrementaba. Llegué a mi puesto y reinicié mi labor de servir tragos. Miraba a mi alrededor, veía a mis colegas, veía a los clientes. De mis colegas veía sus jóvenes vergas colgar entre sus piernas mientras caminaban. De los clientes, veía la entrepierna, abultada y dura, imaginaba de qué tamaño la tendrían, a qué sabría. En eso, la pantalla: Mi número apareció. Caminé rápidamente a la terminal y vi la propuesta: Me quería coger. Acepté inmediatamente y fui a su encuentro.
Era un hombre común y sin méritos excepto unos huevos excepcionalmente velludos, en los cuales metí la nariz para aspirar su delicioso aroma. Y sin embargo, al cogerme, volví a sentir lo mismo que con el licenciado: Oleadas eléctricas de placer que culminaron cuando se vino en mi. La misma sensación de estar lleno de leche me hizo sonreír: No era el semen del licenciado lo que me lo provocaba, era el semen de cualquier macho. Después de terminar con el cliente, volví a mi puesto alegremente.
No pasó mucho para volver a sentirme vacío… Necesitaba verga. Afortunadamente la noche aun era joven. Distraídamente vi el reloj y sonreí. Calculé que al menos podría meterme con otros 2 o quizá 3 antes de cerrar. En ese momento no me di cuenta que ya habían pasado 2 horas desde que el licenciado me hubiera metido el blue…
…Gané. Naturalmente gané, gracias a haber aceptado la propuesta del licenciado. Y además había tenido la mejor noche de mi vida. De nuevo ante el aplauso de todos fui coronado como el chico de compañía con más puntos. Ahora podría elegir mi premio.
Y en ese momento pensé: Hombre, hoy ganaste más dinero del que podrías ganar en un empleo mediocre de estudiante. Y disfrutaste en grande. ¿En verdad quieres dejar esto tan pronto? Y por otro lado, esa droga, el Blue Ball, era una mina de oro. Ahora todavía tenía suficiente del primer frasco que había ganado, aun contando la cantidad que le había regalado a mis amigos. Pero pronto se acabaría… quizá lo mejor sería la opción B. A estas alturas me tenía sin cuidado que me retuvieran mi sueldo. Siempre podría conseguir más dinero en propinas. Y que me dieran dos meses más de contrato… Ahora me faltaban 7 meses. Dos mas no harían mucha diferencia, salvo juntar más dinero. A ese paso una vez que saliera de ese prostíbulo sería rico, yo, rico en mis veintes!
Escogí la opción B, por supuesto. Y a cambio recibí más aplausos.
Por cierto… fue apenas hasta la mañana siguiente que dejé de sentir el impulso de la sustancia…
Parece que nuestro protagonista ha encontrado su destino… La trampa se ha cerrado y un nuevo puto ha nacido. Ojalá les haya gustado la serie…
JAJAJA, no es cierto. Aun falta responder algunas preguntas y todavía faltan sorpresas para el ingenuo Jorge. Pronto verán en qué termina.