De macho alfa a puto insaciable 1. El secuestro

Yo era un hetero atractivo con todas las mujeres a mi alcance, hasta que una mujer que no lo era me indtroduce en el camino para convertirme una perra en celo deseosa de vergas...

-          Eres bastante guapo, ¿sabes?

Esa era la forma en que la chica me comenzó a hablar, sin rodeos. Yo la había estado mirando desde hacía rato, sentada en la mesa del bar, con sus dos amigas. Ella era la más bonita para mi gusto. Rubia, de piernas largas y cintura contorneada. Mientras tomaba su margarita, me comenzó a lanzar miradas. Fue cuando se separó de sus amigas que fui a su encuentro y ni bien se dio cuenta que la seguía, me encaró directamente.

Comenzamos a hablar, la típica charla de seducción con la que normalmente atrapaba a mis presas. Yo tenía 20 años, estudiaba en la universidad, era miembro del equipo de basketball y un verdadero macho para conquistar chicas. Era alto, 187, era atlético. Mi cabello negro y abundante y mis ojos castaños las atraían. Mi voz las atrapaba, junto con mis brazos, musculosos y marcados, mis amplios pectorales y, posteriormente, con mi enorme verga.

Esa noche de primavera decidí salir de mi dormitorio estudiantil, cruzar a uno de los bares cercanos al campus y ligarme a una chica. Tenía los huevos cargados y la verga ansiosa por un buen coño. Esa rubia era justo lo que necesitaba

Se llamaba Karen, era estudiante de historia en otra universidad, era mayor que yo, tenía 23 años (¿qué más dan 3 años de diferencia cuando tenía esas tetas?). Usaba una falda negra y una blusa que dejaba ver un par de pechos grandes y seductores.

Salimos del bar y nos dirigimos a mi carro. Conduje hasta el hotel que ella me indicó. La experiencia me dice que siempre es mejor ir a donde ella quiere. Las hace sentir seguras. El viaje duró un poco más de lo que yo esperaba. El hotel estaba algo retirado de las calles principales, lo cual también tenía sentido. Una chica debe procurar ser discreta cuando se la van a coger hasta por el culo.

El hotel no estaba tan mal, tampoco era lujoso. Tenía un pequeño bar. Yo hubiera querido subir a la habitación de inmediato pero ella quiso tomar algo primero. Excelente, pensé. Mientras más ebria, más puta, pensé.

Seguimos platicando un rato. Al final, nos planteamos subir. Mientras ella apuraba su cuarta margarita (vaya que tenía aguante para ser chica, pensé), yo fui al baño a mear. A mi regreso, terminé mi cerveza y me dispuse a llevarla a una noche de sexo. Subimos las escaleras. Me pidió esperarla mientras se ponía… apropiada. Tenía una dulce voz y esa actitud por momentos atrevida y por momentos, tierna que me estaba excitando. Entró al baño. Desde la cama podía escuchar el agua del lavabo correr. Me recosté, estiré las piernas y los brazos… Era el momento perfecto, el previo a coger a una hermosura… Volví a estirarme, un poco aletargado… Es lo último que recuerdo.

Desperté. Tenía la sensación de haber estado dormitando pero al mismo tiempo sentía el cuerpo entumido y frío. Pronto me di cuenta que sentía frío porque no llevaba nada de ropa, ni siquiera calzoncillos. Qué raro, no recordaba haberme desnudado. Además, estaba demasiado entumido, tanto que sentía como si no pudiera moverme… tardé varios segundos en darme cuenta que no podía moverme porque estaba atado. Mis muñecas estaban atadas con cuerdas a la cabecera de la cama, lo mismo que mis tobillos, atados a las patas de la cama.

Frente a mí estaba Karen, todavía vestida con su falda pero sin blusa. Podía ver sus grandes tetas, redondas y tersas, por debajo de su sostén blanco. Me sonreía de forma traviesa. Eso me tranquilizó. Pensé que sería parte del juego.

-          Por fin despertaste, galán. Creí que te dormiste de aburrimiento, asi que te puse en esa posición para jugar un poco y divertirnos.

-          Veo que eres una traviesa. Está bien, pero mejor desátame que prefiero poder usar las manos. Te va a gustar.

-          No, amor. Aún no. Primero te voy a dar un show, sólo para ti.

Puso una música suave y comenzó a bailar sensualmente. Yo veía sus movimientos, sus curvas. La verga se me paró enseguida. En cierto momento se desabotonó el sostén y lo tiró al suelo. Pude ver sus pechos, coronados por unos pezones paraditos y rosados. Yo estaba muy caliente, con mi verga ya bien dura. Ella se acercó a mi y me besó, hundiendo su lengua hasta el fondo de mi garganta. Sus pezones rozaban mi pecho, creando sensaciones placenteras

-          ¿Te gusta, papi? Ahora te voy a mostrar una linda sorpresa. ¿Quieres?

-          Vale, linda. Muéstrame

Se rio, me dio la espalda y reanudando el baile, a continuación se quitó la falda. No llevaba ropa interior, de forma que quedó expuesto a mis ojos su trasero, un par de nalgas bien formadas y redondas, que se veían aún mejor por su posición, con las piernas cerradas.

-          ¡Que linda sorpresa!

-          Qué bien que te gusta, pero esa no es la sorpresa – dijo con una nota de misterio en su voz

Se volvió a reir y se dio vuelta. Entonces pude ver. En el frente, por debajo de su abdomen, plano y suave, en lugar de que la piel continuara hacia su coñito, surgía de pronto, una enorme VERGA.

La verga era grande, mediría unos 20 cm. Era gruesa. Estaba surcada por venas y la cabeza circuncidada era rosa, brillaba y le salía líquido transparente. En su base estaba cubierta por una mata espesa y enmarañada de vello negro, a diferencia del pelo rubio y lacio que la “chica” tenía en el resto del cuerpo. Además, esa misma mata velluda cubría un par de huevos grandes y colgantes. Me di cuenta que era una transexual, pero no podía creerlo. Su cuerpo y su voz eran tan femeninos…

-          No, creo que te equivocaste conmigo, man. Yo no le entro a eso. ¡Suéltame! – le dije, nervioso tan solo de ver ese falo tan cerca de mí-. A mí no me gustan los putos…

-          ¿Cómo sabes si nunca lo has probado? Hazme caso, te va a gustar. De hecho, da igual porque lo vas a probar aunque no quieras… de varias formas – dijo ella (¿él?) con voz maliciosa

Yo me agité tratando de zafarme pero las cuerdas que me había puesto eran bastante resistentes y las había anudado muy bien. “Karen” se acercó con algo en las manos. Era otro pedazo de cuerda.

-          Será mejor que te quedes quieto, amor. Esto te ayudará.

Me agarró fuertemente los huevos y los estrujó con saña. Yo grité de dolor.

-          Quédate quieto o te apretaré más fuerte, ¿OK, amor? – volvió a apretar. Yo lancé otro grito pero le hice caso

-          ¿Qué me vas a hacer? – pregunté

Ella me ignoró. Sin soltar mis huevos con una mano, con la otra usó la cuerda hábilmente para hacer un nudo alrededor de mis bolas, dejándolos bien atados en un instante. La cuerda era larga.

-          Listo. Este es un nudo corredizo. Si te comportas, no pasará nada pero si no, basta que jale un poco la cuerda para apretar tus bolas. Espero que te comportes…. – dijo riendo-. Ahora… en qué estábamos? Ahh si

Se encaramó sobre mi y me presentó su verga.

-          Quiero que me la chupes, amor. Para que conozcas el sabor de una verga de verdad. Y ya sabes, sé bueno o tendré que castigarte.

No podía creer que me hubiera metido en esa situación, estar indefenso ante un hombre, secuestrado. Estaba desnudo, atado a la cama, con los huevos sometidos  y frente a mi tenía una verga enorme y babeante. Un jalón en los huevos me recordó lo que pasaría si no obedecía. Lentamente abrí la boca. Karen acercó su glande y me ordenó lamerlo con la lengua. Lo hice con asco. Nunca me habría imaginado chupar una verga. Se sentía resbaloso. El líquido sabía salado.

-          Ahora abre grande, papi.

Me introdujo la verga entre los labios, presionando para que se metiera al fondo. Me atraganté pero no se retiró. Por reflejo intenté escupir pero un jalón en los huevos me hizo ver que esa no era opción. Ella empezó a meter y a sacar, cogiéndome por la boca. Yo babeaba y lagrimeaba mientras ella me violaba la boca. Luego de estar asi un rato, alguien llamó a la puerta. Ella se detuvo y sacó la verga de mi boca.

-          Ahh ya llegaron.

Fue a abrir la puerta y para mi espanto vi entrar a sus dos amigas, las dos que estaban con ella en el bar, quienes en unos minutos se desnudaron. Al igual que Karen, ellas también tenían cuerpos femeninos espléndidos, con pechos firmes y cinturas pequeñas. Una era de cabello castaño y la otra era morena y de cabello negro. Sin embargo, también eran transexuales. Cuando se quitaron las bragas pude ver que también tenían vergas enormes. La de la “trigueña” era larga y delgada y no circuncidada. La de la “morena” era más corta pero muy gruesa.

Las tres se dedicaron a usarme. Al igual que Karen, las otras dos me hicieron chupar sus vergas. Luego, una de ellas, la morena, me puso el culo en la cara. Era un culo sin pelos, podía ver los contornos apretados y oscuros de su ano. Me obligaron a lamerlo mientras se masturbaban. Desataron mis piernas, una por una para que no tuviera oportunidad de escapar y las volvieron a atar a la cabecera, con lo que quedé con la cadera levantada y el culo expuesto.

-          Hoy vas a probar rica verga en tu culito por primera vez, amor – decían-. Después de esto, no te van a quedar ganas de coños, vas a pedir verga siempre, jejejeje

Yo les supliqué que no lo hicieran pero no me hicieron caso. En lugar de eso, tomaron mis calcetines y me los metieron en la boca y luego, usando un trozo de cinta, me amordazaron.

La primera que se acercó fue Karen, naturalmente. Su glande rosado ya estaba bien lubricado de precum y de mi propia saliva. Se colocó frente a mí y comenzó a restregar su verga en la raja de mi culo, desde los huevos hacia abajo.

-          Vas a sentir tu primera verga, amor. ¡Que emoción! – decía la morena, mientras me pellizcaba un pezón. La tercera estaba a algunos pasos, con una cámara y filmando todo. Yo protestaba pero lo único que se escuchaban eran gemidos apagados.

-          ¿Estás listo, amor? Abre grande – dijo Karen, colocando su punta en la entrada de mi hasta entonces virgen ano y comenzó a presionar.

Yo contraje los esfínteres con toda mi fuerza, en un intento inútil de resistir la violación, pero ella no se detuvo, aplicando palanca, de un golpe me la metió. Yo lancé un alarido que casi no se escuchó, amortiguado por los calcetines que tenía en la boca como mordaza. Sus 21 cm de verga me abrieron brutalmente el estrecho culo, invadiéndome. Grité de dolor. No entró totalmente, de hecho apenas entró la mitad. En una segunda embestida, la verga forzó a mis entrañas recién violadas a abrirse aún más para aceptar todo el falo. Por unos segundos sentí su abundante y negro vello púbico rozando mis huevos sometidos pero casi de inmediato se retiró. Sin llegar a sacar toda la verga, dejando adentro la punta, volvió a ensartarme. Yo grité de nuevo, pues mi culo recién desvirgado aún no estaba acostumbrado a ser usado de esa manera, como objeto sexual de una verga.

Karen siguió ensartándome, con fuerza. Mis gritos se convirtieron en un gemido continuo, intenso pero amortiguado por la mordaza. Las otras dos me miraban y reían complacidas y grababan mi humillación. Yo intentaba moverme pero era poco lo que podía hacer. Poco después, Karen comenzó a jadear, con una voz extrañamente excitada y femenina. Aumentó la velocidad de sus embestidas, provocándome más dolor en mi irritado y ya abierto culo. De pronto y con una última estocada, lanzó un fuerte gemido de placer. Yo tuve una extraña sensación de calor en mi culo y entendí que estaba viniéndose, llenándome de su semen como si YO fuera la hembra y “ella” mi macho.

Luego de una pausa, en la cual ella movió lentamente su verga en círculos, como intentando abrir más mi adolorido ano. Yo la miraba y seguro mi expresión le dejaba en claro el dolor y la ira que sentía pero ella sólo sonreía.

-          ¿Te gustó, verdad, papi? – dijo y de golpe sacó su verga, aún medio erecta. Eso me provocó una sacudida más de dolor, acompañada de un gemido sordo. Todo mi cuerpo sudaba por la tensión. Mi ano parecía en llamas. Me preguntaba si estaría sangrando.

-          ¡Ahora voy yo! – dijo de pronto la trigueña. Yo la miré asustado. No me dio mucho tiempo.  Apenas lo decía, ya estaba sobre mí y sin medir pausa me encajó su verga que era más larga que la de Karen, aunque por suerte también más delgada.

Esta vez la penetración fue inmediata pues mi culo ya estaba abierto pero como era más larga, se incrustó más a fondo, golpeándome por dentro y sacándome otro alarido de dolor. Esto la emocionó pues inmediatamente empezó a clavarme sin cesar. Esta vez mis gemidos fueron más fuertes. Aunque mi culo ya estaba abierto, la fuerza de las estocadas era mucho mayor. Sentía que todo dentro de mí se rompía y lanzaba fuertes berridos. No sé cuanto tiempo pasó cuando ella ya estaba viniéndose en mí, al igual que Karen y me di cuenta que mi cara estaba empapada de sudor y lágrimas.

Yo ya sabía lo que vendría. Ni bien la trigueña salió, la morena se acercó. Tuvo la malicia de mostrarme de cerca su verga que era con mucho la más gruesa. Se acomodó entre mis piernas y cuando esperaba que me penetrara, lo que hizo fue meter los dedos. Yo me retorcí. Ella los movió en mi interior y sacó parte del semen que las otras dos habían dejado.

-          Te dejaron toda mojada y abierta pero espero que también me des placer, perrita – dijo y me la metió de golpe.

Yo pensaba que el dolor que había sentido antes era grande pero este era aún peor. Mi culo se dilató bajo la presión de esa gruesa verga. Al moverla, sentía claramente cómo me abría más y más. En cierto momento, se me nubló la vista y creo que caí inconsciente.

Cuando desperté, miré alrededor, desconcertado. Estaba en mi dormitorio… en mi cama. No era el hotel donde había estado anoche. Estaba desnudo. ¿Había sido un sueño? No. Un dolor punzante en mi culo me devolvió a la realidad. Al mover las sábanas pude ver en ellas manchas de fluidos que habían salido de mi ano desflorado. Lo toqué y lo sentí inflamado y caliente. ¿Cómo había llegado ahí?

Me puse de pie. Mi cartera y mis llaves estaban en la mesa del comedor. Busqué y no encontré la ropa que había llevado anoche, ni siquiera los zapatos.

Me bañé, para lavarme los restos de semen seco alrededor de mi culo y mis nalgas. Mis muñecas y tobillos tenían la irritación de las cuerdas con las que había sido amarrado. El agua caliente causaba un ligero dolor en mi enrojecido culo pero también cierto alivio. Cerraba los ojos y recordaba las sonrisas de las tres transexuales. Sus vergas. Las penetraciones. Sus voces femeninas. Un timbre me hizo reaccionar. Llamaban a la puerta. Tardé en abrir, pues tuve que secarme y ponerme un pantalón a toda prisa. Era un mensajero que me traía un pequeño paquete.

Lo abrí. Era una USB. La metí en mi computadora y cuando vi el contenido supe que mi vida había cambiado para siempre…


Espero que les guste esta nueva serie. Críticas y sugerencias son bienvenidas.