De lujo (Mini)Extra: La aparición del gatito
(...) -Eres mono -confesó, lo que provocó que la sangre bombeara repentinamente hacia la cara del rubito francés. Aun así, el guardián de la furgoneta no le dio un respiro:-. ¿Qué hacías ahí solo, gatito?
Nota de la autora (¡Léela, por favor!)
Hey, buenas! Me gustaría estar presentándoos la nota del capítulo quince, pero he de confesar que, a pesar de todo, subestimé lo que iba a suponer para mí este mes de febrero. Sólo diré que he conseguido sobrevivir, pero a costa de sacrificar mi tiempo libre y energías. Este extra tan pequeñito es lo único que ha coseguido abrirse paso entre mis libros de texto, y porque ayer por la tarde no pude estudiar ni una pizca y salió solito. Espero que os guste y vaya abriendo boca para el siguiente episodio oficial de la serie (que por cierto, saldrá en dos partes, y lo antes que pueda).
La pega es que no tiene sexo explícito. Que conste que aviso, ¿eh? No vaya a ser que tengamos disgustos luego.
Una cosa más. Un amigo, lector también de la serie, me propuso hacer un sondeo, y la verdad es que la idea me gusta. No sé si leeréis esto, though, pero si es así, tal vez podrías ponerme en los comentarios cuál es vuestro personaje y pareja favoritos de la serie big smile (no hace falta que sea explícita, o que esté ya formada en la serie, no sé si me entendéis, puede ser lo que se os pase por la cabeza, o las conjeturas que tengáis). Lo preguntaré en un par de capítulos más, a ver qué surge, así que os agradecería vuestra colaboración yay**
Bueno, basta de chorradas. Os dejo con este miniextra, y mi mayor deseo de regresar pronto con el capítulo quince.
Bises!
DE LUJO (MINI)EXTRA
LA APARICIÓN DEL GATITO
Los goterones, gruesos y helados, le aguijoneaban la cara.
Acodado en la barandilla, Ray dejó que la lluvia incesante de Londres le pegara la camiseta al cuerpo, convirtiéndola en una segunda piel pesada y empapada. No le molestaba estar expuesto a aquel frío; para él, era uno de los encantos particulares de la ciudad inglesa. La humedad gélida y brumosa que difuminaba los contornos de los edificios, el rumor del agua estrellándose contra las aceras y escurriéndose hacia ninguna parte... le hacían sentir bien de alguna forma.
A pesar de eso, seguía el movimiento del tráfico de primera hora de la mañana con gesto aburrido, sus piernas oscilando rítmicamente a centímetros del suelo. Erik, que lo había arrastrado otra vez a uno de sus viajes exprés de trabajo, le había prohibido expresamente alejarse más de medio metro de la furgoneta hasta que él regresara. Ray obedecía sólo porque no quería quedarse sin un techo bajo el que dormir aquella noche. Como adolescente, necesitaba desesperadamente hacer exactamente lo contrario que se le decía, una y otra vez, y en aquella época en particular parecía no poder irse a la cama sin haberle provocado una migraña a su padre adoptivo.
Resopló, y dejó de estudiar el palpitar de la ciudad. A sus pies, la superficie ondulante de un charco le devolvió su imagen. Hacía poco que estrenaba sus dieciséis años, y se encontraba atrapado en un cuerpo que, desgarbado y delgado, era y al tiempo no terminaba de ser. Él le frunció el ceño a su reflejo todavía pecoso y desvió la vista, frotándose la cara. Dios, aquellas manchas diminutas no querían desaparecer de sus mejillas.
Gruñendo, estaba restregándose la piel con la manga mojada cuando vio algo interesante.
Al otro lado de la calle, un grupo de de abrigos de colores se arremolinaba frente a una hamburguesería. Como una bandada de pajaritos impertinentes, los chicos se apretujaban unos contra otros, hacían demasiado ruido con sus cacareos y no prestaban mucha atención a la voz agotada de su guía. El grupo (posiblemente escolares de algún rincón del mundo) parecía pertenecer a una realidad completamente ajena a la suya, con sus mochilas al hombro, empujándose, haciendo el idiota y pasando completamente de la oportunidad de admirar esta catedral o aquel otro monumento.
Ray ladeó la cabeza con curiosidad, y se sintió casi decepcionado cuando la tutora de las criaturas renunció a seguir lidiando con ellas, obsequiándoles con un rato de tiempo libre que provocó que la bandada se dispersara rápidamente en todas direcciones. Él no había ido nunca al colegio. Erik lo había intentado, como es de esperar, pero el asunto había resultado más problemático de lo esperado teniendo en cuenta su forma de vida, y su padre había optado por dedicarse él mismo a su educación. Ahora, ver a los chicos corretear por las tiendas de souvenirs hacía que sus piernas vibraran con ansiedad, pero entonces recordó la furgoneta blanca aparcada a su lado, y dejó escapar un quejido de frustración.
Retenido junto al automóvil, vio esfumarse a los adolescentes delante de sus narices sin poder hacer otra cosa que esperar bajo la lluvia a que Erik regresara.
Resignado, iba a volver a concentrarse en su reflejo del charco, pero en el camino su mirada recayó en otra cosa. Él sí que parecía un pajarillo, pequeño, de piernas delgadas, y temblaba encogido dentro de una chaqueta de lana gruesa. Tenía los ojos cerrados y estaba muy quieto, y sólo después de unos segundos de contemplación, Ray se dio cuenta de que estaba aprovechando la salida de aire caliente en el umbral de una tienda, que le alborotaba el pelo rubio. Debía ser parte del grupo de visitantes, pero no sabía por qué se había quedado tan solo.
Él se sonrió, irguiéndose. Él también estaba solo y aburrido.
-Hey.
El chico no se movió al principio. Ray se inclinó un poco sobre la barandilla y volvió a llamarlo, y esta vez el rubio abrió un poco los ojos y miró en derredor. Cuando su iris azules chocaron con los suyos, el guardián de la furgoneta levantó la mano. El otro desvió un poco la vista hacia sus lados, como sin llegar a creerse que la cosa fuera con él.
-Yeah, you -insistió, y el pajarito parpadeó. Tenía una cara muy graciosa, con la nariz enrojecida por el frío y el desconcierto arqueándole un poco un ceja trigueña-. Come here.
El chico dudó. Se había puesto un poco más rojo de repente, pero Ray no creía que fuera por el frío.
-Come already! I'm not goin' to bite you.
Y le enseñó sus dos hileras de dientes blancos y relucientes (poco o nada inocentes) hasta que el pajarito se decidió a cruzar la calle, vacilante y empapándose la chaqueta en el proceso. Éste se quedó parado a una distancia prudencial de Ray.
-I don't speak English -dijo al final, después de un instante de mutua contemplación-. Well, poorly, at most.
Ray entornó los ojos.
-Deutsch? -preguntó. El rubio sacudió la cabeza-. Français, alors?
-Ouais -el otro respondió rápidamente. No parecía tan cómodo como Ray debajo de la lluvia. El tembleque de antes de había generalizado hasta sus piernas huesudas, y su gesto tímido estaba empezando a agriarse un poco por la impaciencia-. Qu'est-ce que tu veux?
Su acento era un poco redicho, de la capital, tal vez, y hablaba demasiado rápido. Ray no sabía mucho francés, el tiempo que había pasado con Erik en ese país había sido en la región de la Bretaña, con su dialecto incomprensible y cerrado. Aun así, hizo un esfuerzo por desenterrar el idioma de su memoria.
-¿Qué hacías ahí solo? -quiso saber, mientras apoyaba la barbilla en la barandilla otra vez.
El rubio torció la boca y se restregó la cara mojada con una mano, lo que le arrancó una sonrisilla a Ray. Ya no se asemejaba a un pajarito. Ahora le recordaba más a un gatito malhumorado.
Eso es. Un gatito.
-Nada. ¿Qué te importa, de todos modos?
-Estabas solo. ¿No quieres jugar a un juego? Tenemos cinco preguntas cada uno. Si no contestas, a lo mejor tengo que castigarte
Volvió a sonreírle, ladino, pero sólo recibió un gesto huraño que fue acrecentándose conforme la lluvia arreciaba. El agua golpeaba sus cuerpos y el pavimento con un ruido ensordecedor que se mezclaba con el resto de sonidos de la ciudad, una cacofonía agradable a los oídos de Ray.
-Qué tontería -le gruñó el rubito de forma un poco desagradable, antes de abrazarse un poco el cuerpo y mirar hacia el cielo, bizqueando. El pelo empapado le enmarcaba el ceño fruncido y los labios temblorosos-. Encima m-me estoy mojando -añadió. Entonces volvió a mirar a Raymond y a su camiseta pegada al cuerpo y a obviedad pareció golpearle en la cara, porque de pronto la arruga de su entrecejo se relajó y adoptó una expresión perpleja encantadora-. ¿No... no tienes frío?
Ray se enjugó el agua de la cara, las comisuras de su boca levantándose lentamente.
-No.
Un coche pasó zumbando tras ellos y el gatito tuvo que esquivar de un salto las salpicaduras. Ahora si el pelirrojo alargaba el brazo podría apartarle ese mechón ondulado de la cara, un mechón que él observó con los ojos verdes entrecerrados. Sonrió, mientras veía al otro acercarse un poco más, ya no para huir de los coches, sino movido por algún tipo de curiosidad que parecía más fuerte que su voluntad.
-¿Qué haces aquí bajo la lluvia? -inquirió.
Ray señaló su vehículo con el dedo gordo.
-Cuido de la furgoneta -respondió. El chico siguió la dirección de su dedo y torció un poco la cabeza.
-¿Y por qué?
-Para que nadie vea el cadáver del mafioso alemán que llevamos dentro mi socio y yo -la respuesta fue totalmente seria y grave, pero por dentro, Raymond reía. Se preguntó qué opinaría Erik de eso. Seguro que no le importaría nada tener el cuerpo de Hans en la parte trasera de su furgoneta. Realmente, a Ray tampoco le gustaba mucho el alemán, aunque con tal de fastidiar a su padre adoptivo...
Mientras él pensaba, el gatito rubio parpadeó de nuevo, incrédulo.
-Te estás riendo de mí. Mentiroso -le increpó, apretando los labios, pero ante la expresión imperturbable del otro, titubeó-. Porque no es verdad, ¿no?
-Claro que sí -dentro de la furgoneta sólo estaban sus cosas y un sándwich de pavo medio mordisqueado, pero a Ray le gustaba más su versión-. Tengo que evitar que gatitos curiosos como tú se metan dentro y fastidien el plan.
El otro frunció el ceño, aunque rápidamente se envaró, entornando los ojos azules con suficiencia.
-¿Para qué me has llamado entonces? Ese plan no es muy eficaz, hein?
Ray se pasó la lengua por los labios mojados.
-Eres mono -confesó, lo que provocó que la sangre bombeara repentinamente hacia la cara del rubito francés. Aun así, el guardián de la furgoneta no le dio un respiro:-. ¿Qué hacías ahí solo, gatito?
-Yo no soy ningún ga...
-No dejas de mirarme, ¿te gusta lo que ves? -le enseñó los caninos, escrutando de arriba a abajo a su interlocutor, quien apretó los brazos todavía más alrededor de su pecho con la cara de mismo tono granate que su bufanda.
-No es lo que...
-A mí también me gusta lo que veo. ¿Has tenido algún novio?
-Eso no te...
-¿Virgen, entonces?
El gatito emitió un sonido estrangulado. Qué adorable. Ray deslizó la lengua por delante de los dientes.
-Ok, too soon, right? -sacudió la cabeza, sonriente, y después se apoyó en la barandilla para inclinarse un poco hacia el chaval, cuya cara irradiaba un calor mucho más acogedor que la lluvia incesante-. ¿Has besado a alguien alguna vez a un chico?
Abriendo y cerrando la boca, el rubio se quedó inmóvil. Ray observó cómo sus pupilas se dilataban hasta casi devorar el azul de los iris. Él ronroneó.
-Si no contestas voy a tener que castigarte.
-Y-yo no estaba con tu estúpido juego -consiguió articular el otro, pero ya era demasiado tarde. Ray ya había apretado primero los labios contra los suyos, mordiéndolos después. Su nariz se aplastó contra la mejilla encendida del francés cuando paseó la lengua entre sus dientes, y consiguió arrancarle un gemido que se convirtió en un resoplido incrédulo cuando el pelirrojo separó su boca con un chasquido.
En algún momento había dejado de llover, pero Ray estaba demasiado satisfecho como para que le importara, y se relamió al tiempo que veía al gatito debatirse entre el desconcierto, el enfado y tal vez algo más.
Lamentablemente, el muy desagradecido al final optó por la vía difícil.
-¡T-tú! -balbució, e inmediatamente después se restregó los labios enrojecidos-. Fils de putain!
Y abrió la boca para seguir prorrumpiendo en improperios contra el pelirrojo, pero en lugar de su voz, Ray oyó la de otra persona, amortiguada por el rugido del tráfico. El grupo de adolescentes había vuelto a reunirse, y uno de ellos hacía señas en su dirección. El rubito levantó la mano, le dirigió a él una última mirada furiosa y se alejó a la carrera, trastabillando en la acera húmeda.
Ray lo vio integrarse entre sus compañeros y desaparecer en la marea de abrigos y mochilas. Mientras aquel gatito desaparecía, él se lamentó durante un breve instante de no haber llegado a oír su nombre.
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-¿Cómo que tú habitación?
Eso era lo que estaba barbotando el nuevo guardián de Raymond, con una cara que era más que un poema, una auténtica obra de arte. El prostituto, todavía con su polla en la mano y el regusto salado de su corrida en el paladar, le mostró los dientes. Había sumamente gracioso en esa cara, algo que además le resultaba vagamente familiar.
¿A qué le recordaba aquel tipo?
Sus dedos largos guardaron hábilmente el miembro que acababa de chupar en el pantalón de su dueño, y mientras lo hacía cayó en la cuenta.
Un gatito. Parecía un gatito perdido y mojado en la cuneta.
Qué gracioso, ¿verdad?