De lujo Extra (Hermanos)
"-Sólo está mal si no eres tú suspiró en respuesta, y cruzó las piernas por detrás de la espalda de Kolia al tiempo que dejaba caer los brazos por encima de la cabeza, en total sumisión."
(¡Por favor, lee la Nota 1!)
Nota 1 (Algunos detalles importantes)
Este extra no es una continuación del capítulo once, pero sería conveniente que hayas leído la serie si quieres tener alguna idea de lo que aquí se cuenta.
Ya sé que este capítulo estaba subido ya y todo el lío, pero anoche tuve un pequeño problema con el Word (como sieeeeeeempre), y había algunos gramaticales y ortográficos que había sin arreglar, y de lo que me di cuenta sólo al subirlo a la web y volver a leerlo. Esto me pasa por no comprobarlo. Además, no me convecía nada el título del extra y cada vez que entraba en TR me chirriaba que no veas, así que he preferido cambiarlo (ha sido la gota que ha colmado el vaso, realmente). Es un poco tonto, pero me estaba poniendo los nervios de punta, os lo juro.
Also, quería comentar una cosa que en realidad no quería decir (más que nada porque no me incumbía, y no quería hablar por otros), pero es que ya me ha empezado a molestarme un poco. Es el asunto de las valoraciones. Nunca me ha gustado mucho el sistema de TR, y eso que cuando me registré en la web valoraba mucho porque no tenía tiempo para comentar. Sinceramente, a mí las valoraciones por sí solas no me dicen nada. Por supuesto, se agradece cuando son positivas, incluso normales, pero una valoración sin más no me aporta nada (excepto si te ha parecido increíble y no tienes nada que comentar, ahí no me meto). Pero no es eso lo que quería decir.
Me irrita profundamente una tendencia que he visto dándose en los relatos de algunos buenos autores, y es la de puntuar negativamente (o muy negativamente) un texto y no dejar un comentario siquiera explicando por qué éste te haya parecido tan desagradable. Creo que con esto lo único haces es soltarle a una persona a la cara que su trabajo es una mierda sin molestarte en explicar qué es lo que te ha parecido mejorable (es más, en el caso específico de los relatos de un autor en concreto, me parece casi una rabieta por las buenas puntuaciones de éste. Es infantil, y muy triste). Esta es una web de escritores amateur, todos tenemos que mejorar en muchos aspectos, pero no podemos hacerlo si no nos explicáis en qué.
Por favor, y extrapolando esto ya a mi caso: si hay algo que no os cuadra en mis relatos, no os cortéis en decírmelo. Podéis puntuar también, faltaría más, aunque para mí la nota es lo de menos. Si estoy aquí, publicando, es porque quiero encontrar mis puntos flacos y trabajar por solucionarlos, para traeros lo mejor de mí. Supongo que eso es lo que queremos todos en TR. La comunicación es buena para mí, para vosotros y para la web en general, en mi opinión. Sonrisa**
En fin, ¡siento esta nota tan larga! Muchas gracias por vuestra atención y comprensión, y un abrazo muy fuerte a todos los comentaristas c:
Nota de la autora
Bonsoir, criaturas! Os traigo un pequeño extra tears of joy. Me ha quedado ridículamente pasteloso porque se acerca la Navidad y ésta me vuelve un monstruo baboso(pero es bien mono. Creo. ewe). Gomennasai! .
No tengo mucho tiempo, sólo os quería agradecer TODO lo que hacéis por esta serie, y mandaros un abrazo de osezna. Espero que disfrutéis de este extra pequeñito de Sacha y Kolia tantísimo como he disfrutado yo con él entre manos, y nos veremos dentro de poco (espero!), en el capítulo doce sonrisa.
*Notas: La acción se sitúa dos años antes del tiempo normal en De lujo, y lo que Kolia le propone a Sacha para comer son ambos dulces típicos rusos. El primero, vatrushka, es una especie de masa con requesón dulce dentro. Los blinis son tortitas normales y corrientes.
Un saludete a todos! corazón**
--
DE LUJO EXTRA (HERMANOS)
Navidad de 2008-2009 (noche del 31 de diciembre). San Petersburgo.
El cielo oscuro y turbulento amenazaba tormenta, y un viento gélido proveniente de Siberia cortaba los labios y congelaba las extremidades, pero, con todo, la Plaza del Palacio de Invierno de San Petersburgo era un hervidero ruidoso de gente y música. Nikolay, abriendo y cerrando los dedos enguantados dentro del bolsillo de su anorak, se abrió paso ágilmente entre hombres, mujeres y niños que se habían reunido para celebrar la última noche del año del calendario gregoriano. Sus pies congelados en las botas de montaña (a pesar de los dos pares de calcetines) crujían sobre la nieve recién caída, el aliento se condensaba casi antes de salir de su boca y los ojos le escocían con el viento frío. No obstante, se esforzó por no pestañear ni un instante para no perderse detalle de los cientos de caras. Estaba buscándolo como loco, y cuando lo encontró, ni siquiera las relucientes bombillas de colores y las luces estroboscópicas en el cielo lograron desviar su mirada del brillo platino en el pelo de Aleksandr.
Kolia tuvo que detenerse en seco en mitad de la nada para contemplar mejor a su mellizo. Sacha estaba de pie, cerca del enorme abeto que el ayuntamiento había colocado y decorado en mitad de la plaza, y las luces rojas, verdes, azules y blancas se reflejan en el extraño color de cabello de su hermano, formando una rara aureola de parches en su cabeza.
Él se detuvo, frotándose las manos enguantadas, para observar mejor su figura pequeña, delgada y desgarbada. Las botas de agua naranja fosforescente de Aleksandr parecían un reclamo luminoso y cálido en mitad de un páramo. Él las miró con un atisbo de sonrisa incontenible y, tras vacilar, temblando y siendo zarandeado por la multitud, salvó la distancia entre ellos en dos zancadas y caló su gorro gris en aquella cabecita rubia.
- Priviet , cabezón –saludó, aunque su sonrisa casi le descoyuntó la mandíbula cuando Sacha se volvió, el gorro de lana sobre sus ojos, para restregar su nariz helada contra la de Kolia, en mitad de un gritito de alegría-. ¿Qué haces que no te abrigas? –añadió, frunciendo el ceño, y se quitó rápidamente la bufanda para rodear con ella el cuello de Aleksandr, que acababa de quitarse el gorro y estaba tratando desesperadamente de amansar su pelo, ahora cargado de estática.
-¡Me has despeinado! –se quejó, con un mohín que resaltó el rosa que le teñía la punta de la nariz y las mejillas. Kolia le ciñó la bufanda a pesar de sus protestas (ésta no era lo bastante estilosa, y encima no pegaba con sus botas), y luego lo estrujó entre sus brazos, alzándolo en el aire hasta que a su hermano se le acabaron los reproches, convertidos en una risa tonta.
-¿Me has traído un regalo? –preguntó, restregando su cara helada contra el abrigo de Kolia, quien resopló un risotada.
-¿Mi sola presencia no te parece bastante regalo? –replicó, con falsa petulancia, y sintió que el leve peso de Sacha (que no dejaba de moverse), lo hacía tambalearse hasta casi arramblar con un par de niños que jugaban a perseguirse entre sus pies.
Él volvió a dejarlo en el suelo, no fuera a ser que aplastaran a algún crío, y Aleksandr hizo un puchero al comprobar que, efectivamente, Kolia no había traído nada para él.
-Kolia malo –dijo, dándole la espalda y levantando la barbilla.
Nikolay lo abrazó por la espalda y lo empujó para obligarlo a abrirse paso entre la multitud y así poder ver mejor la decoración navideña de aquel año. A punto de acceder a la universidad, esta vez Kolia no había tiempo ni de asomar la cabeza por la ventana, y con mama Korsakov de viaje de negocios en California –o algo así-, su vida se había limitado a enterrar la nariz en sus libros y dejar comida hecha para evitar que Sacha muriera de inanición (porque de dejar que se metiera por su cuenta nada en la cocina nada, que terminaría quemando la casa hasta los cimientos). Salir a la calle y volver a sentir el frío pelándole los labios era agradable.
-Tú tampoco me has traído nada –observó, pero Sacha se limitó a insistir en lo malvado que era, dejándose arrastrar por toda la plaza. Kolia hundió la mejilla en su omóplato. Estaba caliente y olía bien, como siempre. Una sensación muy agradable le subió por la garganta-. Te compraré lo que quieras de camino a casa, ¿ da ?
Sacha se detuvo un instante, lo miró de reojo y se llevó una mano a la tripa.
- Ya hochu est…
Kolia sonrió y lo agarró del brazo, arrastrándolo hacia los alrededores del Palacio de Invierno. Sacha metió la mano en el bolsillo de su hermano en un gesto automático, lo que provocó que a él le latiera el corazón un poquito más rápido.
-¿ Vatrushka? – sugirió, arrebujándose en el abrigo mientras dejaban atrás el gentío. Aleksandr sacudió la cabeza, caprichoso-. ¿ Blinis , entonces?
Había una blinnaya cerca, la favorita de Sacha. Adoraba los crepes, Nikolay lo sabía bien, y, en efecto, el pronunciar aquella palabra sirvió para iluminarle los ojillos grises. Kolia volvió a sonreírle y, sin poder contenerse, le dio un beso fugaz en la comisura de los labios, pero la reacción de Sacha fue casi nula, la de total normalidad. Habían compartido gestos como esos durante toda la infancia, y ahora encima los adornos navideños y de las luces que colgaban sobre sus cabezas captaban toda su atención, Kolia no podía esperar otra cosa.
Pero ello no le hacía sentirse menos vacío.
–
Salieron de la blinnaya con un buen montón de crepes y té negro calentándoles las manos y los estómagos, y entonces la mente dispersa de Sacha los llevó a través de callejones y avenidas, viendo toda la decoración que fue capaz de entrarles por los ojos. Sólo, y sólo, cuando su hermano estuvo seguro de que no se había perdido un solo detalle, lo arrastró de vuelta a la Plaza del Palacio, justo a tiempo para ver los fuegos artificiales de fin de año, que Nikolay vio únicamente y de principio a fin reflejados en las pupilas de un muy emocionado Aleksandr.
Hubo algarabía, música y un ambiente festivo que se prolongó en la helada noche del norte a pesar de los gruesos copos que empezó a descargar el cielo pasada la medianoche. De pie junto al yolka tan profusamente ornamentado, Kolia vio a Sacha cantar, jugar con los mismos niños que habían estado a punto de aplastar hacía un rato y bailar (muy mal, pero henchido de alegría) con una mujerona dos cabezas más grande que él, hasta que las piernas casi no lo sostenían. Para volver a casa, Nikolay prácticamente tuvo que arrancarlo de las garras de la Navidad.
Por aquel entonces, ambos vivían en el dúplex de mama Korsakov, en las afueras de San Petersburgo y debido a la distancia, Kolia no tuvo ningún reparo en llamar al portero del edificio, un viejo amigo de la familia con nombre polaco impronunciable, para que fuera a recogerlos. Esperaron al abrigo de un portal, con Sacha apoyando la cabeza en su hombro, hecho un ovillo, y cuando el sobrio coche negro se detuvo al otro lado de la calle, simplemente saltaron dentro sin hacer mucho caso de los gruñidos de su conductor (aunque al llegar a casa, Nikolay se detuvo un instante para disculparse por haber interrumpido su cena de fin de año, y le prometió invitarlo a tomar el té con mama cuando ésta regresara de California o de donde fuera que estuviese iluminando al mundo con sus diseños).
Subió trotando al segundo piso, después de haberse librado de las pesadas botas de montaña en el recibidor. Sacha estaba derrumbado en la mullida alfombra de piel negra, sus botas naranjas, el abrigo, la bufanda de Kolia, sus pantalones y otras prendas desperdigadas por el camino hasta él. Nikolay se paró un segundo, lo observó restregarse contra el suelo en un ridículo intento de entrar en calor, sacudió la cabeza y fue hasta el baño para dejar todas sus prendas mojadas en la bañera. Luego se agachó, en ropa interior, para sacar dos toallas grandes e impolutas de los cajones debajo del lavabo, y al levantarse, se topó con su reflejo.
Él ladeó un poco la cabeza, y con las toallas aún en la mano se apartó un mechón oscuro de la cara. Desde que eran pequeños habían provocado señores dolores de cabeza a sus padres, amigos, vecinos y, en particular, profesores, haciéndose pasar el uno por el otro. Eran casi idénticos, como gemelos, tanto que mama Korsakov había tenido que obligarlo a él a hacer cualquier cosa por distinguirlo de Aleksandr, para evitar que Kolia fuera, por ejemplo a los exámenes de Aleksandr. Él se tiñó de moreno, pero ahora, mirándose en el espejo, supo que dentro de muy poco ya no sería necesario que siguiera haciéndolo. La genética estaba llevando a cabo ése trabajo por él.
Ahora, Kolia ya sacaba un par de centímetros a su hermano. Tenía la nariz menos recta, los pómulos más altos que los Aleksandr. Y, aunque todavía eran pequeñas diferencias, apenas perceptibles, él era perfectamente consciente de que cada día su cuerpo se empeñaba en alejarlo un poco más de su mellizo.
Dentro de nada, Kolia entraría en una de las mejores universidades de Rusia, mientras que Sacha ni siquiera sabía qué iba a hacer con su vida en un futuro cercano. Apenas tenían los mismos gustos. En realidad, sólo eran mínimamente parecidos en el exterior.
Así que, si dejaban de ser iguales, ¿qué le quedaría entonces?
Nikolay apartó la vista de su reflejo, un regusto de ansiedad trepando por su garganta. Se asomó a la puerta, y vio a su hermano donde lo había dejado, rebozándose en la alfombra. Mientras lo miraba pensó que no sabía qué le depararía el futuro, pero no quería perderlo. No podría
Suspiró, saliendo del baño.
-Hey, sexy -lo saludó su hermano, justo antes de que Kolia le arrojara la toalla a la cara-. Mis dedos parecen palitos de pescado.
Él sonrió un poco, dejándose caer a su lado.
-Mis guantes tampoco pegaban con tus botas, ¿verdad? -lo pinchó, y Sacha se quitó la toalla de la cara y le sacó la lengua-. Ven, anda.
Le restregó el pelo hasta dejarlo bien seco, sin hacer mucho caso de las protestas airadas del rubio, y también le despojó de la fina camisa que había llevado debajo del anorak y que se había encargado de empaparse también. Sacha se dejó hacer, resignado, ya que su pelo ya había adoptado una forma leonina imposible de arreglar, y con los dientes castañeteándole, parloteó de cosas sin importancia. Kolia le restregó los hombros con la toalla, algo ausente. Estaba absorto con el movimiento hipnótico de los labios de su mellizo.
Seguramente estaba siendo egoísta.
No. Lo estaba siendo.
-Kolia.
Era un egoísta y horrible hermano.
Se suponía que tenía que cuidar y preocuparse por Sacha. No…
-KOOO LIIII AAA.
Algo helado le apretó la cara, y Nikolay no pudo contener un respingo. La cara de Aleksandr estaba a centímetros de la suya y apretaba las manos contra sus mejillas.
-Me vas a arrancar la piel de los hombros, Kolia. Qué malo eres.
Él parpadeó. Luego alargó la mano hacia su cara, hasta rozar los dedos de Sacha.
-Siguen como palitos de pescado –dijo éste, y su hermano tardó una eternidad en entender que se refería a esos mismos dedos, que él envolvió en los suyos, lentamente.
El pulso de Aleksandr palpitaba en su palma.
-Soy un mal hermano –susurró, y sin esperar respuesta, apretó sus labios contra los de su mellizo.
Fue sólo un instante. Lo suficiente para resarcirse un poco del regusto amargo que llevaba mascando desde hacía ya demasiado. Los acarició con los suyos, cortados por el frío, y se apartó, sintiéndose casi peor que antes. Sacha lo miraba con la cabeza ligeramente ladeada.
-Perdóname.
-Era bromi.
-¿Qué?
El otro levantó las manos y sacudió los dedos delante de su cara, como si Nikolay fuera tonto.
-No eres tan malo, ya no me duelen los dedos, ¿ves? –y sonrió, aunque al ver la expresión de su hermano, torció el gesto-. ¿Qué pasa?
Kolia suspiró y le acarició la cabeza, sin poder evitar enredar los dedos en el pelo suave y claro de Sacha. Últimamente no podía contener nada de lo que hacía.
-Te quiero –confesó, apenado.
El techo parecía a punto de derrumbarse sobre su cabeza. Se sintió mareado, como si llevara varias copas de más en el cuerpo y el suelo hiciera lo posible por bambolearse de un lado otro, sin piedad alguna.
Es normal si Aleksandr decide odiarlo. ¿Quién no iba a odiar a un hermano traidor?
-Ya, ya sé. Yo ta…
-No del modo que debería, Sacha.
-¿Hay un modo incorrecto?
Nikolay no respondió. El corazón parecía querer reventarle la caja torácica, no parecía que fuera a dejarle hablar. De pronto no quería estar allí. Ni allí ni en ningún sitio. Quería que la alfombra desarrollara unos tentáculos que se lo tragaran para siempre. O que reventara la ventana y una corriente de aire huracanado lo levantara y se lo llevara lejos de Rusia y del mundo conocido.
Sin embardo, nada de eso ocurrió. Cuando sintió las manos –ahora tibias- de Sacha en su cara de nuevo, pensó que la vergüenza lo iba a descomponer en piececitas diminutas que se colaran como granos de arena entre las rendijas de la tarima flotante.
-No llores, Kolia.
Aunque tenía los ojos fuertemente cerrados, Kolia leyó a la perfección el camino que seguían los dedos del otro al limpiarle la cara, el aliento caliente e irregular contra sus labios. Sólo Sacha podía hacer que todo su mundo diera un vuelco cada vez que lo tocaba.
Sólo Sacha.
-Me asusta la universidad, todo… todo lo que pueda alejarte, pero ésta no es la solución –murmuró. ¿Cuánto llevaba rumiando aquello? ¿Meses? Ya daba igual, porque incluso con sus temores era egoísta.
-Puedes quererme como quieras, Nikolay tonto, como desees.
Kolia abrió los ojos. Había notado el leve temblor en las manos que los sujetaban. La plata líquida en los iris de Aleksandr parecía vibrar. Bajó un poco la vista, y vio resplandecer la humedad en el labio inferior, entreabierto, de su hermano.
Nunca antes había deseado tanto morder ésos labios.
El cuerpo de Sacha hizo un ruido sordo al golpear el suelo, que –esta vez sí-, se tragó la alfombra. Lo que ésta no logró engullir fue el sonido desmayado que se escapó del rubio cuando Kolia intentó devorarlo, de forma torpe y apasionada, casi rabiosa, dejando sus labios de un color que rozaba el bermellón.
-Está mal –afirmó el mayor, tras el chasquido (que reverberó en su cráneo) que dejaron éstos al separarse de los suyos. Sacha lo miró sin verlo, las pupilas dilatadas y su pecho subiendo y bajando, arrítmica y rápidamente.
-Sólo está mal si no eres tú –suspiró en respuesta, y cruzó las piernas por detrás de la espalda de Kolia al tiempo que dejaba caer los brazos por encima de la cabeza, en total sumisión.
Nikolay le arañó sin querer los muslos al bajarle el calzoncillo, Sacha arqueó la espalda con el contacto frío de sus dedos en la entrepierna. Su hermano pensó que no había curva más perfecta que la que podía formar la columna del rubio, y no se resistió a deslizar las yemas por ella, camino arriba, y luego abajo otra vez, llegando cerca de donde se clavaba su impresionante erección.
-Ya, Nikolay –jadeó de repente Alexandr, interrumpiendo el recorrido que hacían esos dedos ya entre sus nalgas-. Ya.
La orden se deslizó sobre Kolia como mantequilla caliente. Sacha estaba estirado sobre la alfombra, su cuerpecito blanco tenso y blanco en contraposición con la alfombra, y el otro pensó que su boca se iba a descoyuntar en un grito mudo cuando comenzó a abrirse paso dentro de él, poco a poco, hasta tocar su culo con las caderas. Entonces, temblando él también, se inclinó para apoyar su frente en la de Sacha.
-Ya está, mi amor –lo tranquilizó, aunque al menos el pulso de su hermano no parecía querer tranquilizarse.
Besó las mejillas encendidas de Aleksandr con devoción y retrocedió un poco para ensartarlo por primera vez…
… con la mala pata de que el empellón hizo que Sacha se golpeara la cabeza contra el sofá.
-Au.
-Ups –el rubio se restregó la nuca, y Kolia, sin querer entrar en pánico con su polla taladrando al otro, hizo lo primero que se le pasó por el cerebro atrofiado-. E-espera… Agárrate bien.
Lo levantó, con su mellizo (que ya no parecía preocupado por su cabeza) gimiéndole el nombre en la oreja, y tambaleándose se dirigió hacia la mesita del salón, de cuya superficie barrió cualquier molestia antes de dejar suavemente su preciada carga.
Una preciada carga a la que empezó a follar sujetándola por los pies.
-E-eres… todo, Sacha… -jadeó de manera inconexa entre caderazo y caderazo, sin darse cuenta de que tal vez estaba bombeando con demasiado ímpetu, pero hipnotizado por la forma desgarrada de gemir de su mellizo.
-Tuyo –sollozó el más joven antes de que todo su cuerpo se contrajera un instante que apretó la polla de Kolia y lo hizo ver otras galaxias. (Bueno, y correrse también).
De pronto liberado de toda la tensión, se dejó caer hacia atrás, en el sofá, manchando el suelo, a Aleksandr y parte de la alfombra en el camino. Los dos se quedaron muy quietos al principio, escuchándose respirar con dificultad, y luego Sacha se levantó para derrumbarse enseguida sobre el otro. Kolia lo rodeó con un brazo y respiró el olor indefinido de su pelo.
-No te vayas nunca.
-Nikolay tonto –replicó su hermano simplemente.