De los errores se aprende I
Una historia en donde lo importante no es lo que se cuenta, sino lo que no se oculta entre líneas...
Dicen que escribir las malas experiencias ayuda a superarlas, supongo que por ello voy a contarlo, pese a saber que estos folios no verán la luz del día. Tengo la esperanza de que en algún momento, alguien lo encuentre y no cometa mis errores, aunque temo que no consiga convencerlo ni con estas líneas.
¿Qué decir de mí? Quizás no decir nada sea lo mejor, el ser humano es prejuicioso por naturaleza, y esos prejuicios podrían impedir que quien quiera que lo lea siguiera haciéndolo. Pienso que lo más importante es el relato en sí, no los labios de quien lo cuenta.
Como toda historia, ésta también tiene un principio, pero en este caso no lo recuerdo con exactitud. Por definirme un poco digamos que tal vez soy demasiado exigente con mis parejas. Siempre he pensado que era un rasgo que no podía controlar, que nacía de mí. Y eso, era algo que la mayoría no podía soportar. Pese a mis intentos por controlarme, en los momentos de cama, podía conmigo. En esos instantes me mostraba tal y como soy, todo tenía que ser cómo y cuando yo quería, o no lo disfrutaba realmente.
Al ver que no conseguía nada al intentar controlarme, me frustraba y aumentaba el sentimiento de pena y soledad que me embargaba. Por lo que terminé volviéndome más exigente todavía con las parejas esporádicas que conseguía.
Cuando quise darme cuenta, se volvió un problema que me impedía hasta conciliar el sueño, pero no me atrevía a acudir a un especialista... Por eso recurrí, como otras veces, a Internet. No perdía nada intentándolo y tal vez me diese las respuestas que buscaba. En la red encontré lo que realmente me gustaba, a costa de horas y horas de búsqueda. Porque Internet tiene sus pros y sus contras, encontré mucha información, demasiada tal vez, y no era capaz de sintetizarla, de saber qué era cierto y a partir de qué punto, tan solo literatura. Y mientras lo descubría conocí a gente que me ayudó y guió, y sin los que no hubiera llegado a la situación en la que me encuentro ahora. Pero también conocí a personas a las que les confié mis pensamientos y me mintieron. Haciéndose pasar por lo que no eran y consiguiendo aumentar mi desconfianza hacia los demás.
Y la conocí a ella. Al principio tan solo un nick que ni siquiera conocía mi existencia. Pero todo cambió el día G. G de giro, pues a partir de ese día mi vida dio un vuelco, un giro de 180 grados, y mi forma de verlo todo ya no volvió a ser la misma.
Pero volvamos al presente y no nos adelantemos. Después de algunas charlas insulsas que no dieron ni para conocernos, encontré algo por Internet que fue el detonante del cambio. Una oferta de un crucero pensado para conocer a la gente que sentía igual, que tenia esos gustos que quería comprobar si eran iguales a los míos. Me planteé seriamente si asistir, tenía la gran suerte de que coincidía con mi periodo vacacional, el precio era asequible y se incluían todos los gastos. Se lo comenté como de pasada, ya que el que no indicasen ni el rumbo ni el destino del crucero me hacía desconfiar. Ella me sorprendió, al afirmarme que el crucero era real y merecía la pena, ya que ella era como una organizadora del mismo. Eso hizo que terminara por decidirme y me lanzara a comprar el billete antes de que me arrepintiese o se terminaran las plazas.
El tiempo se me hizo eterno hasta que llegó el día de zarpar. Me sentía como la primera cita que tuve siendo adolescente. No podía apenas comer, tenia un nudo constante en el estómago.
Y allí estaba, en el puerto, buscando el barco que me cambiaría la vida. Por más que miraba no lo veía por ninguna parte. Tan solo encontraba un barco pequeño en el que no cabrían más de 20 personas y con solo un marinero a bordo. Sin otra salida y sintiendo que todo era un engaño, me acerqué al marinero pudiendo apreciar el olor a alcohol que desprendía...
-Perdone, tenia entendido que habría aquí un crucero, ¿sabe si ha amarrado o dónde lo puedo encontrar?
-¡Por fin! - dijo recogiendo mi billete y dándome un tirón para que subiera al bote.
No llegué ni a sentir el movimiento del bote al caer. Tras el tirón noté un fuerte pinchazo en el cuello y me desmayé...
Cuando desperté no sabía donde estaba, ni qué hora era. Al moverme para evitar los rayos del sol, noté que estaba en una cómoda tumbona, como si estuviera tomando el sol. Incluso sentía la sensación pegajosa de la crema protectora sobre mi piel. No entendía nada, lo del barco... ¿habría sido un sueño? Intentando aclarar el torbellino de ideas que me rondaban en la cabeza, vi acercarse a una joven que parecía caribeña. Llevaba una bandeja con un coco partido por la mitad, como las típicas bebidas que venden en las islas...
-Disculpe, supongo por su confusión que es su primera vez, y no sabe donde está ni porqué... No se preocupe, se encuentra en el crucero que pagó. Le iré explicando los detalles por el camino. Si no le importa acompañarme...
No tenía alternativa si quería averiguar algo que pudiera ayudarme a entender porqué estaba en una isla tropical y no en un crucero con los lujos que pensaba que había pagado. Con tantas dudas rondándome no pude más que preguntarle:
-Dígame, si de verdad es el crucero... ¿porqué no recuerdo cómo llegué aquí?
-Nadie sabe la situación exacta de esta isla, es normal que no lo recuerde, es una medida de seguridad. No se preocupe, lo entenderá cuando llegue el momento. Ahora le pido que espere unos minutos aquí.
Y se marchó con paso ligero hacia una zona cubierta de vegetación, en la que podía oír unos sonidos, que por mi calenturienta mente semejaban gemidos ahogados. A los pocos minutos retornó con la bandeja a un costado, sin la bebida que antes portaba. En ese momento me percaté de que nada cubría su cuerpo, un detalle que la confusión no me había permitido disfrutar completamente. Y merecía la pena contemplarla. Cuando llegó donde me había dejado antes, prosiguió el camino como si no hubiera notado la mirada lujuriosa con la que la recibí.
-Bueno como le iba explicando, nos encontramos en el crucero que pagó. Recuerde que la duración del mismo es de una semana, pero que tal vez se alargue su estancia por su deseo expreso. Perdone mi brusquedad, mi nombre es cuatro. Como habrá notado la seguridad es muy importante y por ello está prohibido usar los nombres reales. Si alguien le pregunta el suyo, deberá decirle que se llama A, inicial de su nombre verdadero. ¿Lo ha entendido?
-Si claro, pero no entiendo la relevancia de ocultar mi verdadero nombre...
-Puede que en su caso no sea importante decir su nombre, pero entienda que en esta isla hay personas que prefieren no dar a conocer su identidad, porque prefieren evitar en la medida de lo posible los escándalos. Por esa misma razón, verá que algunas de esas personas incluso prefieren ocultar su rostro bajo una máscara. ¿Usted prefiere ocultar su rostro?
-No, no creo que sea necesario.
-En ese caso debería saber que todo lo que sucede en esta isla es monitorizado y almacenado durante al menos un año, por los motivos de seguridad que como ve, lo rigen todo.
Aquí me planteé una duda que no fui capaz de decir en voz alta... ¿realmente se grababa todo? Y pienso que por la cara que puse, debió adivinar lo que estaba pensando...
-Sí, se graba todo. No hay intimidad, ni rincón que escape a las cámaras. Y por mi parte creo que no tengo más que decirle, lo que no entienda no se preocupe, lo irá descubriendo...
-Espera, no entiendo y ¿qué se supone que tengo que hacer en esta isla?
-Disfrutar, tan solo eso...
Tras decirme esto se marchó, dejándome ante una puerta de madera de lo que parecía una cabaña. Sobre ésta había un gran letrero con la letra A pintada sobre él. Decidí entrar para descansar un poco de todo el ajetreo que llevaba, pero nunca habría imaginado lo que me encontraría al entrar...
Ahí estaba ella completamente desnuda, con la mirada gacha y un leve temblor en los labios, muestra de su nerviosismo. ¿Qué cómo la reconocí si no la había visto nunca? Sencillo, llevaba su nick tatuado sobre su pubis, aunque luego me enteraría de que era un tatuaje temporal.
Me quede sin saber que hacer. Me esperaba poder tener un momento para asimilarlo todo y me encuentro con eso…
- No le gusto… ¿verdad?
Esa pregunta me sacó de mi ensimismamiento a la vez que me sorprendió… ¿Cómo no me iba a gustar si la devoraba con la vista deseando hacerlo de verdad?
No digas estupideces, pero… ¿por qué no vas vestida? ¿Qué es esta isla? Tengo tantas dudas…
No se preocupe, lo irá entendiendo todo. Ahora si me lo permite, le daré la bienvenida.
Dicho esto se acercó a mí que seguía petrificada en el quicio de la puerta, se arrodilló y me besó los pies. Eso sí que me descolocó, ya que aunque me hacía una idea de lo que era el BDSM nunca lo había practicado, tan solo sabia lo que había averiguado por Internet y no se asemejaba en nada a sentirlo… Tras esto se puso de pié y me pidió que la acompañase al cuarto contiguo. Era el baño, pero más bien parecía una piscina por lo grande que era. Aunque al ver el vapor de agua y fijarme en la roca natural me di cuenta de que eran unos baños termales… pero nunca los había visto tan grandes y por lo visto estos eran los de mi cabaña solamente…
Mientras observaba todo esto, se acercó por la espalda y empezó a quitarme la ropa, si podemos llamar así al pequeño bikini con el que me había despertado. La parte de arriba cayó rápidamente y tampoco le dí más importancia, acostumbrada como estaba a hacer topless en playas bastante más concurridas. Pero al notar que bajaba besándome la columna y acariciándome los costados empecé a dejarme llevar y no pensar, tan solo sentir. Y a mostrarme como realmente soy…
- Dame un masaje en el que aprietes con las manos pero a la vez seas suave con tus labios
Le dije antes de girarme y besarla. Llevaba todo el tiempo deseándola, necesitando posar mis labios sobre los suyos, sentir su cuerpo pegado al mío. Pero pese a eso, seguía controlándome, temiendo que si hacía algo, todo lo que estaba viviendo, disfrutando, se rompiese…
Entonces se separó dejándome ver la lujuria en sus ojos, y sentir que ella sentía lo que yo…
- Sí, Señora. Túmbese y póngase cómoda.
Qué decir del masaje, fue el típico masaje que… No, no es verdad no fue como ninguno que hubiera recibido. Todavía recuerdo sus labios posándose en mi piel y me estremezco. Lo recuerdo y la excitación vuelve a mi cuerpo. No conseguí relajarme ni un ápice, sino más bien lo contrario. Sin acariciar ninguna de las zonas más erógenas de mi cuerpo, me llevó a un estado de excitación que me hizo perder la cabeza. Y cuando ya pensaba que llegaría al punto de no retorno, algo me hizo decir…
- ¡Para! ¡No lo soporto más!
Y girarme para poder devorarla tal cual, ya que con las ganas que tenía no fui ni la mitad de cariñosa. Me lancé a devorarle los pezones, buscando ponerla tan caliente como ella me tenía pero mucho más rápido. La ansiedad me controlaba y no pensaba nada más que en comérmela y no dejar de ella ni los huesos.
Seguimos enfrentándonos en una lucha sin cuartel por hacer sentir más placer a la otra del que sentíamos. Podría decir que lo hicimos tal y como yo quise, pero mentiría. Eran tales las ganas que tenía de estar con ella que no paramos hasta quedar ambas satisfechas… por lo menos ese día, porque no fue el único que permanecí en la isla.
Todo por lo que pasé, todo lo que averigüé y mejoré como Ama y como persona y el porqué terminé por escribir estas líneas, los relataré otro día. Ahora solo de recordar mi primer día aquí creo que voy a dejar un poco el ordenador y dedicarme a cosas más placenteras…