De los 15 a los 18

Carmen es una chica normal que está enamorada. A veces suceden cosas que deseas otras veces te quedas con las ganas. Pero nunca sabras que es lo mejor: que haya sucedido o que no sucediese.

DE LOS 15 A LOS 18

Diario de Carmen (edad 15 años):

Hoy no me has mirado, como siempre. Hemos ido a la playa. Esperaba una mirada tuya (ilusa de mi) solo una mirada. Ni eso. Desde ayer noche lo tenía todo planeado, temblaba de emoción. Suponía que al estar desnudos… me equivoque. Bueno, desnudos, desnudos, no. Hacía un calor mortal, la ropa se pegaba como una segunda piel. Tu llevabas ese bañador azul que al mojarse

Ver tu pelo negro chorreando gotas de agua, ¡Quien fuera mar!

Tu piel morena me derrite.

Verte así me vuelve loca, y no puedo, no debo mostrarlo.

Me temblaban las piernas de verte así.

Deseaba que al verme salir del agua me miraras. No fue así.

Llevaba un bikini blanco, mojado que me hacía parecer desnuda. Y ni te giraste para ver como se me marcaban los duros pezones y los labios en la parte de abajo del bikini. Depilados completamente para ti. Ni una mirada. Esto es lo que más me dolió.

Estabas demasiado ocupado jugando con tus amigos, así que hice lo mismo; me fui con mis amigas.

Lo he decidido, se acabó. He decidido olvidarte. Adiós para siempre mi ángel.

Hoy era el decimoctavo cumpleaños de Carmen.

Estaba molesta. Realmente molesta. Casi enfadada. Se le había antojado comprarse un vestido negro para su cumpleaños pero su madre no podía acompañarla, debía llevar a su tía abuela a una revisión médica. Y sus amigas estaban todas mudándose de vacaciones a los apartamentos al lado de la playa, por la noche irían ha cenar juntas para celebrar su cumpleaños. No podía ir con nadie, y cuando iba sola a las tiendas se sentía perdida.

Sonó el teléfono:

¿Quien?

Carmen, tienes que ser mi salvación, voy a morir de angustia si sigo en casa cinco minutos más.

Carmen no puedo evitar reir al oir la voz de su amigo del alma, tan exagerado como siempre.

Solo te pido una condición. Acompáñame a buscar un vestido negro para esta noche.

Tu lo que quieres es que matarme. Risas. De acuerdo, pero después vamos a mirar si pillo algún comic guapo.

De acuerdo.

Carmen se puso unos vaqueros ceñidos que marcaban su culito respingón, y de talle alto para estilizar su estómago. Arriba llevaba una camiseta negra de manga corta, de cuello redondo y algo ceñida. Se puso sandalias de tacón para ver como quedarían con el vestido. No era muy alta, 1,66 metros. Se recogió el cabello castaño en una cola de caballo. Cuando se lo soltaba, si estaba liso le tapaba los pechos.

Se encontraron en una placeta donde había un revoltijo de niños jugando a lo loco mientras las madres hablaban entre ellas y los vigilaban para salir corriendo en cuanto sus queridas criaturas necesitaran de su ayuda.

Pasaron charlando de cosas de poca importancia.

La tienda donde entraron estaba en una esquina en frente del parque. Era una de esas tiendas modernas que tienen una sede en cada comunidad, con ropa de moda, pero repetitiva. El precio a veces era desorbitado en comparación a la calidad.

Las paredes del local imitaban el mármol en un tono beige brillante, la ropa estaba perfectamente colocada. Eran los únicos clientes en la tienda, una dependienta estaba tras el mostrador leyendo una revista que escondió precipitadamente al verlos entrar.

La música que sonaba era salsera y romántica. La dependienta les sonrió al verlos entrar y les pregunto si necesitaban ayuda. Ellos contestaron que solo estaban mirando.

La chica saco otra vez la revista y siguió a su faena.

Pronto encontraron un vestido que les gustó, y fueron a los probadores.

Cerro la cortina y se quedo en un conjunto de ropa interior negro, se miró en el espejo, ancha de caderas y pechos cada día más grandes, empezaba a salirle barriguita pero gracias al deporte estaba fibrada, pero sin pasarse. Se puso el vestido, era una 38, demasiado apretado o pequeño, dos tiras verticales tapaban los pechos atándose en la nuca, tubo que quitarse el sosten, muy ceñido por el torax hasta las caderas donde se hacia más amplio para acabar un poco por encima de su pubis, y como llevaba tanga las nalgas quedaban al descubierto por detrás.

¡Madre mia, me he pasado!

Y empezó a partirse de risa al verse de esa guisa. Pero el impaciente de su amigo abrió la cortina.

¿Ya estás? ¿Qué te hace tanta risa?

Ella intentó cerrar la cortina.

¡No, no, no la abras!

Demasiado tarde.

Carmen primero trato de taparse con la cara encendida de vergüenza, pero total, eran amigos. El otro se quedó sin palabras y con la boca abierta.

Se te ve

Ya lo se, jajaja, se me ve todo.

El siguió mirándola embobado.

Hola, eo, soy Carmen, tu amiga. Deja de mirarme así. Vete a buscarme una talla 40.

Su mirada no paraba de recorrer todo su cuerpo, Carmen empezaba asentirse molesta.

Esta talla te va perfecta.

Ángel, deja de decir tonterías. Para una revista de Playboy esta bien, pero para irme de fiesta con amigos no. Y deja de mirarme así.

¿Cómo te estoy mirando?

Preguntó él con cierto rubor en el rostro pero sin dejar de mirarla.

No sabría decirte, me pones muy nerviosa, siento que me estás desnudando con la mirada.

Ángel miró a los ojos de Carmen, unos ojos castaños y asustados, y le sonrió.

Carmen, tengo que contarte algo, se que no es el momento más adecuado, pero es que ya no puedo soportar más esto.

A Carmen se le hizo un nudo en la garganta, y volvió a su mente una escena que hubiese deseado que ocurriese con 15 años en la playa. Una declaración de amor. ¿Pero, quería aun esa declaración? Quizá se equivocaba y Ángel iba contarle otra cosa.

No quiero escucharlo.

Se sorprendió Carmen diciendo esto.

Por favor, solo te pido que me escuches, serán cinco minutos. Entenderé que te rias de mi.

Ella se quedó petrificada dentro del probador, sin saber que hacer ni decir. Él corrió la cortina de este quedando los dos dentro.

Carmen, ¿Recuerdas cuando nos conocimos? Yo jamás podré olvidarlo. Me sonreiste tan dulcemente que mi corazón empezó a latir y tus ojos castaños fueron una caricia en los mios. Temí que te dieras cuenta de mis nervios. Pronto te tome mucho cariño y llegue a quererte como a una hermana, eso quería pensar yo. Pero cuando te miraba bailando en la discoteca me ponía enfermo, sobretodo si te veia con otro. No quería estropear nuestra amistad, jamás pensé ni pienso que puedas corresponderme. Evité en todo momento mirarte cuando ibas tan sexy que podias causarme un ataque al corazón, me convertí en tu mejor amigo. Pero algo no funcionaba. Mi plan era no mirarte como a una mujer porque sino sabía que no podría evitar decírtelo, decirte que estoy enamorado de ti.

Carmen estaba sentada en un taburete que había en una esquina del probador, llorando, sin poder mirarle a los ojos.

Te odio.

Dijo clavándole sus ojos castaños llenos de lágrimas.

Lo siento Carmen, no podía aguantar más, si quieres me voy, pero no llores por favor.

Ángel se había puesto de cuclillas delante de ella y le quitaba las lágrimas con los dedos. Cuando Carmen levantó la vista hacia él vio que dos lagrimas le cruzaban la cara y le besó en los labios tiernamente. El se quedó con la boca abierta, le temblaba el pulso y tuvo que sentarse en el suelo.

Eres idiota Ángel, no sabes cuantas veces soñé contigo cuando tenía quince años, miles de indirectas y tu no hacías más que tratarme como una amiga. Hace tres años que juré no quererte. Me parece que no he podido cumplir mi promesa.

Una enorme sonrisa de felicidad se había formado en el rostro de Ángel, se puso de rodillas y con su lengua lamió las saladas lágrimas de su amada. Besó sus sonrojadas mejillas y después sus labios rojos. El beso fue tierno pero intenso.

Te quiero.

Le dijo Ángel clavándole sus ojos negros. A Carmen se le escapó un suspiro de sus labios de cereza. Sonrió.

Yo a ti. Por fin puedo decirlo.

Ángel beso sus suaves piernas produciéndole cosquillas. Luego se alzó y cogiéndola de las manos la hizo levantarse.

Déjame que te abrace, que aun no me creo que esto haya sucedido.

Se abrazaron fuertemente. Acariciando sus espaldas con las manos. Ángel trataba de acoger todo el cuerpo de ella en sus manos. Bajo tanto que comenzó a tocar sus nalgas, suaves como algodón, los pezones de se le clavaban en el pecho como aguijones de avispa. En su entrepierna notó que algo empezaba a crecer y ponerse duro.

Carmen, me esta poniendo enfermo tocarte, si no nos vamos no podré evitar hacerte el amor.

Dijo esto mientras acariciaba su cuello con los labios, el olor que emanaba de la piel de ella le volvía loco. Ella gimió al notar un mordisco en su cuello.

Uff, yo no creo que pueda parar, no quiero que dejes de tocarme.

Ella cogió la mano de él y comenzó a chupar su dedo provocativamente, el seguía apretando sus nalgas. Notaba su tanga cada vez más humedo.

¿Puedo besarte?

Por supuesto.

Él comenzó a meterle la mano dentro del vestido y le bajo el tanga poco a poco mientras besaba todo su cuerpo, el corazón de ella latía con fuerza, excitado. Ángel se quedó rodillas frente a ella y le alzó el vestido para que acabara de mostrarle su lindo pubis depilado. La imagen de aquellos labios desnudos le excitó aun más y se lanzó a chupar la perlita sonrojada que se escondía entre ellos. Ella soltó un gritito de sorpresa y pronto notó que las piernas le flojeaban, Ángel no se conformó con su clítoris y lamió todo su húmedo sexo. Sentía que su sabor le hacía excitarse más, así que tubo que desabrocharse el pantalón. Mientras se emocionaba e intentaba penetrarla con la lengua. Ella gemía de placer sintiendo morir, y le acariciaba el cabello con las manos. Le gritaba que iba a correrse sin acordarse de que estaban en un lugar público.

Espera amor, quiero que te corras conmigo dentro de ti.

Dijo esto alzándose y dejando el sexo de ella latiendo de excitación y pidiendo caña. Se bajó los pantalones y el boxer para mostrar un pene excitadísimo, el mismo comprobó que jamás había tomado tan grandes proporciones su miembro viril en cualquier otra situación. Ella lo tomó con cuidado y lo acaricio notando su humedad, se agachó y se lo acercó a la boca besándolo castamente, luego lo chupó con fuerza y ternura, él temió correrse. Acariciaba el cabello de ella con suavidad, y la miraba con ojos embelesados de placer.

No vas a conseguir que se ponga más dura, esta a punto de reventar, eres la chica más dulce del mundo, déjame penetrarte.

Carmen había disfrutado viendo la cara de placer al chupar su sexo, pero entendía que ambos sexos iban a explotar después de haber esperado tantos años hasta encontrarse en la situación que más deseaban: poder amar y ser correspondidos. Dio un último lametón al líquido que salía a ratos del pene de su amado y se alzó. Él se había desabrochado la camisa mostrando su pecho totalmente depilado. Carmen se puso de espaldas a él, con las manos apoyadas en la pared de delante, se puso de puntillas y alzó su trasero respingón dejando sus orificios a total disposición de su amor. Él levantó arremango hasta la cintura de ella el vestido para ver el comienzo de su espalda totalmente arqueada. Restregó su pene por la vulva de ella haciendo la gemir, mientras acariciaba los rugosos pezones de ella.

Déjame tomarte totalmente desnuda.

Y diciendo esto ella levantó las manos para que él le quitase el vestido por arriba. Quedó de espaldas a él, desnuda, con su sexo alzándose en demanda de roce. Para él fue el cuerpo más bello que había visto jamás. Apretó con fuerza sus pechos y bajo sus manos acariciando su cintura hasta el pubis.

Mi niña, ¿Estás preparada?

Sí, es mi sueño hecho realidad.

Y Ángel guió el pene hasta la entrada de la vagina, ambos sabían que no eran vírgenes. Pero al entrar dentro de ella sintió que hacia el amor por primera vez, suave y lento intentando controlar su ganas de clavársela hasta el alma. Ella por su parte sentía que algo enorme lubricado por sus jugos se colaba en su interior y todo su cuerpo se estremecía. Poco a poco llegó hasta el fondo de la vagina y ambos soltaron un gemido de placer. Y entonces el ritmo de la penetración aceleró, el entraba con más fuerza y ella le pedía más, disfrutando de sentirle clavándosela hasta el fondo como ningún otro hombre se la había clavado. Se notaba llegar al orgasmo. El comenzó acariciar con violencia su clítoris, esto la estaba haciendo correrse.

Carmen, amor, córrete ya, que de tanto pedirme que te la clave no puedo aguantar más.

Eso hago amor.

Y comenzó a tener el orgasmo más largo de su vida hasta entonces, sentía su sexo arder y su cuerpo no paraba de temblar sintiendo su mente nublada en un cielo de felicidad completa. Todo lo demás desapareció. Ángel sintió como la presión en su pene aumentaba y al clavársela hasta el fondo se corría llenándola una y otra vez mientras acariciaba el tembloroso cuerpo de ella que gemía y acababa soltando un jadeo desde las profundidades de su pecho. El no fue menos y también soltó un suspiro después de soltarla última gota dentro de ella. Aun dentro de ella la abrazó.

¿Estás bien? ¿Ese temblor era un orgasmo?

Sí, estoy mejor que nunca, ha sido el mejor orgasmo de mi vida. He sentido hasta como descargabas dentro de mi.

Él le dio la vuelta para tenerla de cara y poder besarla tiernamente en los labios. Se vistieron acariciando la piel del otro con cariño, pero con cuidado para no volver a caer en la tentación de amarse. Él acabó antes y la miraba embelesada ponerse la ropa.

Eres preciosa, no puedo creerme que me ames. Solo espero que no sea un sueño.

Tan difícil es para mí creer que me quieras, pero si es un sueño no quiero despertar.

Déjame que te regale el vestido. Así tendremos algo para demostrarnos que no fue un sueño. Además, estás espectacular con él.

Se acercó a ella, le acarició la cara con el dorso de la mano mirando sus bellos labios y se besaron. Ella accedió. Salieron del probador temiendo haber provocado un escándalo.

La tienda seguía vacía. La música de moda sonaba lo bastante alto como para que la dependienta que seguía leyendo en el mostrador no se hubiera enterado de nada. Compraron el vestido y salieron de la tienda cogidos de la mano, aun extasiados.