De Lobos (1) - Rafa y Ricky, primer contacto

Un chico de catorce años descubre poco a poco su sexualidad, a la par que un antiguo secreto de su familia que le ayudará a comprender varios aspectos de su vida que le harán verla con otros ojos. Rafa y Ricky tienen su primer encuentro tras un entrenamiento de baloncesto.

Me llamo Ricky  y al cumplir los catorce años me di cuenta que físicamente estaba más desarrollado que el resto de compañeros de mi clase y equipo de baloncesto. Nunca lo había visto como algo raro, empecé a desarrollarme bastante a los doce, me crecieron los huevos y el pene, me salió bastante vello por las piernas y el pubis, crecí bastante, me ensanché, me cambió la voz a un registro más grave. Todo normal a esa edad, por eso nunca le di ninguna importancia. Pero es que al cumplir los catorce me percaté que no aparentaba para nada mi edad, incluso alguna vez entré con mi hermano mayor (de dieciocho años) a algún bar de mayores y ni siquiera me pidieron documentación.

Ya a esta edad medía cerca de un metro setenta, con una barba no poblada, pero casi cerrada por completo a pesar de mi corta edad, no muy delgado, pero si fuerte por el deporte, con una musculatura exageradamente marcada para mi edad, tenía unas piernas y axilas muy peludas, unos huevos bastante grandes y peludos, al igual que toda la zona de mi entrepierna y el culo, y una polla de cerca de los diecisiete centímetros, bastante mayor que la de mis amigos, con los que alguna que otra vez me había hecho una paja y superaba con creces el tamaño de todos, que por aquella edad rondaban los doce a catorce centímetros como mucho. Aún así, seguí sin darle importancia: "cada uno crece a su ritmo, no te preocupes por nada de eso" me había dicho mi padre en alguna ocasión que le pregunté. Así que le hice caso y seguí con mi vida tan normal. En cuanto al sexo, ya tenía claro que era bisexual, me daba igual tíos que tías, incluso me había besado con gente de ambos géneros, aunque no había llegado a nada más.

Todo esta historia comienza con mi mejor amigo, compañero de clases y del equipo: Rafa. Rafa es el típico adolescente de catorce años que está en proceso de crecimiento, mide un metro sesenta, algo regordete, pero no en exceso, unas piernas y brazos fuertes por el deporte y cada vez más peludo, sobre todo sus axilas, algo que me encantaba. Con él fue mi primer beso hace ahora un año, y aunque no hemos vuelto a hablar de ello ni lo hemos repetido, yo no paro de pensar en todo lo que me gustaría hacer con él, y estaba dispuesto a todo para hacerlo. En realidad, no sabía si Rafa era gay o simplemente fue producto de la excitación de aquel momento, pero me daba igual. Yo quería más, pero era mi mejor amigo, y no quería forzar nada que pudiese estropear eso.

Con esto fantaseaba, como cualquier adolescente: con conseguir llevarlo a mi terreno, con follármelo, que me follara, chuparle la polla, y pasar un tiempo muy entretenido los dos juntos. Y un día, antes de un entrenamiento se me presentó sin más la oportunidad.

  • Oye Ricky, mmm, hace ya un año que, bueno, tú sabes, nos liamos - me soltó de repente Rafa antes de entrar a los vestuarios.

  • Pues sí, ¿a qué viene esto? - le respondí.

  • Es que no sé, llevo un tiempo pensándolo, nunca lo hemos hablado, y no sé, creo que deberíamos hacerlo, porque a mí no sé como decírtelo, mmm, no me importaría ir a más - me dijo sonrojado.

Me quede un poco sorprendido. No sabía que responder. Estábamos en la puerta del vestuario. Todos nuestros compañeros estaban ya cambiándose. No había nadie fuera. Era mi oportunidad. Acerqué mi cara a la suya y le besé. El me devolvió el beso, aunque fue todo rápido por miedo a que nos viesen.

  • ¿Qué te parece si vamos a entrenar y luego vamos a mi casa a hablar? Es viernes y nos podemos quedar hasta tarde. Mi hermano va a salir y mis padres están de viaje -le dije con una sonrisa en mi cara.

  • Venga, vale - respondió también con una sonrisa, aunque seguía rojo por la vergüenza.

No me lo podía creer. Estaba pasando. Iba a pasar. Había pasado. Mi cabeza daba vueltas, sólo quería acabar el entrenamiento e irme a mi casa. Y para colmo, allí lo tenía en el vestuario, en calzoncillos, y no podía hacer nada. Pero ese cuerpecito, con esos pezones duros, esas axilas llena de pelo, y ese bulto que marcaba pues tras el beso era obvio que se le había puesto algo dura. Y yo estaba empalmadísimo allí en el vestuario sin saber qué hacer para que nadie se diese cuenta. Espere a que mis compañeros fuesen saliendo aprovechando para mojarme la cara a ver si se me pasaba un poco. Me cambié rápidamente y salí al campo. Empezamos a entrenar y aunque no me olvidaba de todo lo que iba a pasar, me centré en entrenar para bajar mi excitación. Di todo lo que pude y como era de esperar, acabamos todo sudados por el deporte. Nos dirigíamos a las duchas cuando Rafa se me acercó por detrás y me dijo:

  • Ricky, vámonos ya, no aguanto más, por favor.

  • ¿Qué dices Rafa? Tenemos que ducharnos aún - respondí.

  • No, no tenemos que hacerlo. Me pones mucho así, todo sudado, oliendo a macho. Necesito que nos vayamos ya, llevo mucho tiempo esperando.

  • No, Rafa, ¿tanta prisa tienes? - intentaba disimular, porque desde luego mi excitación era ya máxima.

Su respuesta no fue con palabras, directamente llevo su mano a mi polla y comenzó a sobarme el paquete por encima del pantalón de deporte.

  • Rafa, para, que nos pueden ver - dije entre suspiros por la excitación.

  • Ricky, eres un puto macho, que huele a macho, tiene cuerpo de macho y vamos a irnos a tu puta casa y vamos a pasarlo muy bien los dos solos.

Rafa no era así, nunca lo había visto de esa forma. Estaba muy raro. Lo achaqué a la excitación y le dije que sí, que nos íbamos ya. Nos despedimos de los compañeros en el vestuario diciendo que estaba el padre de Rafa esperándonos y que tenía prisa y nos fuimos. En cuanto salimos del pabellón se giró y me comió la boca como nunca antes lo había hecho. Fue rápido pero muy apasionado. No veía el momento de llegar a casa.

Apenas hablamos por el camino y cuando llegamos subimos de inmediato a mi cuarto. Allí empezamos a besarnos como nunca lo habíamos hecho. Me cogía el culo, me besaba el cuello y yo a él. Nunca me había visto tan excitado, ni siquiera pensaba, era preso de mis instintos. Lo tiré sobre la cama y le quité la camiseta. Besé sus pezones y me guié por el olor a sudor hasta sus axilas y comencé a lamer. Él suspiraba de placer. Volví a besarle mientras le restregaba todo mi paquete sobre el suyo. Me levanté y me quité la camiseta.

  • Joder Ricky, que bueno estás. Me pones mucho.

  • Y tú a mí cabrón, nunca había estado tan excitado.

Ya los dos desnudos de cintura para arriba seguimos besándonos y así estuvimos un largo rato. Cuando sentía que mi polla reventaba me quité el pantalón. Comencé a besar su cuello, bajando poco a poco. Besé sus pezones. Seguía bajando. Su ombligo, y más abajo, y más, y más. Cuando tenía mi boca en su paquete sobre el pantalón, le di un lametón desde ahí hasta su boca y volvimos a besarnos. La excitación crecía con cada beso, cada lamida, cada suspiro.

  • Prepárate que ahora viene lo mejor - le dije agarrándole la polla por encima del pantalón.

Me puse de pie, tirando de él para incorporarlo. Lo besé estando los dos de pie y comencé a bajar su pantalón y sus calzoncillos. Él me quitó mis calzoncillos y quedamos los dos completamente desnudos. Lo miré de arriba a abajo, y él hizo lo mismo conmigo. Estábamos los dos sin palabras, jadeando, suspirando. Se respiraba el olor a sexo en la habitación. Volvimos a besarnos, pero esta vez nos agarramos las pollas y empezamos a pajearnos. La excitación era extrema. Esta vez tomó él la iniciativa y me empujó a la cama. Me besó el cuello, me mordió la oreja y empezó a besarme el pecho y los pezones.

  • Me pone muchísimo este fino vello que ya tienes por el pecho que apenas se nota - dijo mientras no paraba de besar mi pezón derecho.

  • Es todo tuyo, disfrútalo - le contesté mientras le agarraba el culo e intentaba morder su oreja.

  • Pues espero que esto también sea mío, porque me pone mucho, sobre todo el olor a macho que desprende - dijo dirigiendo su boca a mi sobaco, el cual empezó a oler y chupar, donde se acumulaba mucho sudor tras entrenar.

Le encantaba, pues gemía mientras lo hacía. Y a mí también me encantaba. Yo mientras seguía cogiendo su culo. Nuestras pollas babeaban líquido preseminal, sobre todo la mía, que parecía una fuente. Mis diecisiete centímetros chocaban con sus apenas catorce, y nuestros huevos rozaban, lo cual me ponía mogollón. Tras acabar con una axila fue hasta la otra besando todo mi pecho y repitió el proceso. Mis dedos cada vez entraban más adentro de su raja y alcanzaban su ano poco a poco, y esto le hacía suspirar cada vez más fuerte. Después de estar así un rato me quitó las manos de su culo y me dijo: "ahora estate quieto y disfruta, no hagas nada" y cuando vio que iba a protestar me metió la lengua hasta la campanilla para callarme. Comenzó a bajar su boca por mi pecho, mi ombligo, lamiendo cada hueco de mi barriga, bajando por entre los pelos que rodean a mi ombligo, aspirando mi aroma y llegando, al fin, a mi babeante polla.

Me lanzó una mirada de absoluta lujuria y se metió mi polla, todo lo que le cupo, en la boca. Esa mirada me dejó claro que ese no era Rafa, al menos no mi inocente mejor amigo, el que sabía todo de mí y yo todo de él. Era una persona totalmente distinta, había despertado su personalidad oculta de amante perfecto y allí estaba, comiéndome la polla como si no hubiese mañana.  Y me daba igual, me encantaba ese nuevo Rafa tan espabilado y seguro de sí mismo. En ese momento, sentir mi polla en su cálida boca era lo único que me importaba. No iba a aguantar mucho más, desde luego su inexperiencia pasó desapercibida, pues la mamada que me estaba haciendo era digna de cualquier persona experimentada, o al menos así lo sentí yo, pues era la primera que me hacían. Habían pasado cerca de quince minutos, y a pesar de mi excitación, aún no llegaba al orgasmo. Pero eso ya se acababa, me iba a correr ya, no aguantaba más. Y así se lo hice saber.

  • Ra..mmm...Ra..mmm...Rafa, pffff, joder, me co...mmm...me corro ya - dije como pude entre gemidos.

Y él, lejos de retirarse, se metió mi polla hasta el fondo y yo grité y gemí de puro placer cuando noté el maravilloso orgasmo que mi mejor amigo me había causado con su boca, inundándola de semen, pues me corrí de una manera tan bestial que el semen se le salía por la comisura de los labios, a pesar de que se tragó todo lo que pudo.

Se sacó la polla de la boca, y se tumbó a mi lado. Nos besamos. Joder, mi mejor amigo me había producido el mayor placer de mi vida, y allí estábamos los dos desnudos, en mi cama, todo sudados, y desprendiendo olor a macho y sexo por cada poro de nuestra piel. Lo miré y vi que seguía empalmado, él no se había corrido aún. Le agarré la polla, lo besé y le dije:

  • Ahora me toca a mí hacer que tengas la mayor corrida de tu vida...