De lo que pudo haber sido 6

Penúltimo de esta serie.

Me pregunto qué clase de juego se trae entre manos ahora. Me inclino a coger la ropa de nuevo.

-No, desnuda. -su orden es baja y clara, medio ronca.

Camina hacia mí decidido, posicionándose justo al frente, tomando mi barbilla alzando mi cara hacia la suya.

-Tengo un secreto que te interesa. -observo sus labios moverse con lentitud, tranquilos.

  • ¿A sí? -susurro

-Pero tienes que ganártelo. -sus dientes se muestran cuidados.

-Creo que entonces no me va a interesar lo suficiente.

Me deshago de su agarre y tomo con facilidad la sudadera del suelo, poniéndomela mientras me alejo de él. Le oigo moverse a mi espalda y el pequeño ruido que los muelles de la cama hacen cuando ceden ante su peso.

-Pensé que mostrarías algo de interés por tu difunta madre.

¿Mi madre? Eso era nuevo. Intento detener la espontaneidad que me invade, pero me giro buscándole rápido. Está sentado con las piernas abierta, los brazos sujetando su peso colocados hacia atrás y me mira con un brillo en los ojos. La camisa blanca que trae se aferra a su cuerpo, marcando su figura. Está esperando a que muerda el anzuelo.

-El qué de mi madre. - sueno agresiva.

Oigo su lengua restallar dos veces contra el paladar superior, desaprobando mi tono.

-Te he dicho que tienes que trabajártelo.

  • ¿Y cuál es el trabajo?

Su soplido acompaña a una taimada sonrisa. No sé si merece la pena creerle, pero a pesar de todo, Izan no es un mentiroso.

  • ¿Es información seria?

-Te la vas a jugar.

No es una pregunta. Le miro atentamente intentando ver la verdad en sus gestos, pero permanece impasible. Agarro el borde de la sudadera con indecisión. Lo retuerzo algo entre los dedos mientras su mirada aburrida persigue mi cara. De un movimiento vuelvo a quitarme la sudadera.

-Es curioso que tu interpretación de trabajar sea darme tu cuerpo.

Sus palabras me hacen sentir avergonzada. Me cubro con las manos insegura de haberle entendido mal. Se levanta de un movimiento, abandonando toda la relajación anterior y toma mis muñecas llevándolas a mi espalda. Las encadena con una de sus manos, rodeándome, acercándome a su pecho, chocando nuestros cuerpos. Siento el calor del suyo traspasando su ropa, llegando al mío.

-Pero ese no es un trabajo, ya poseo tu cuerpo. Vas a tener que ofrecerme otra cosa.

-No posees...

-De todas formas-me corta- información por información es un trato justo, ¿no?

-Imagino... que si

-No suenas muy segura gitana, pero ya verás como sí.

Estoy perdida en su mentón, en su rostro duro, que ya asoma algo de barba.  Hace años había recorrido fascinada los pequeños rastros de su iniciación en el bello facial. Ahora eran más fuertes, más extenso.

-Veamos.

Mueve nuestros cuerpos hasta la cama, dejándose caer, lo que me obliga a caer encima. Recoge mis piernas obligándome a montarle. Noto como su polla se clava contra los pantalones, se roza caliente contra mí. No puedo evitar restregarme al menos lo justo para ver como el brillo de deseo se afianza en sus ojos y sus rasgos se marcan aún más. Apoyo las manos a cada lado de su cabeza.

-Izan

Tiene que sentir la misma necesidad que yo, la misma conexión, aunque no sea muy sana, nos deseamos.

-Quítame el pantalón-es más bien un deseo ahogado que una orden.

Me inclino para desabrochárselos y sin ninguna provocación tiro desplazándome a la vez hacia atrás mientras la tela va retrocediendo y deja paso a la carne. Tiene unas piernas musculadas. Cuando consigo deshacerme de pantalón, zapatos y calcetines, él ya se ha quitado la camisa y me mira atentamente. Está tan ansioso como yo, lo siento y lo veo. Empujo la ropa de cualquier manera fuera de la cama y gateo acercándome a él. Me acoge de nuevo contra su cuerpo, pero esta vez toma mi cabeza a través del pelo, acercando nuestros rostros. El cuero cabelludo me arde lo justo, en el ese límite poderoso del dolor y el placer.

-Ahora mismo-escucho sus palabras atenta, dispuesta a todo. Me inclina aún más, a punto de besarnos-vas a recoger la ropa, vas a doblarla bien y ponerla encima de la silla.

Por unos segundos nos quedamos mirándonos atentamente y me pregunto si lo está diciendo en serio.

  • ¿Es broma?

Me empuja con violencia, lo que me aleja de su cuerpo.

-Hazlo

Me quedo ahí quieta preguntándome, cabreada, por sus estúpidos juegos. Me levanto rabiada y agarro con violencia lo primero que pillo. Doblo el pantalón casi en un harapo y lo lanzo a la silla. Hago casi lo mismo con la camisa, pero cuando me giro a mirarle no me está prestando mucha atención, tiene los ojos cerrados, crispados, y una mano sobre el calzoncillo. No se está masturbando, solo la tiene apoyada ahí, como si hubiese un imán entre ambas partes de su cuerpo. Entonces entiendo el numerito que me acaba de obligar a hacer.

  • ¿Tanto miedo te da el descontrolarte conmigo?

No se alarma ante mis palabras. Se quiere tomar su tiempo para poner las cosas dentro de él en su sitio. Abre un simple ojo.

-La tuya también.

Y lo cierra de nuevo, aislándome de lo que sea que está ocurriendo en su cabeza en este momento. Decido hacerme la valiente. Tomo la silla tirando de nuevo al suelo sin ningún cuidado sus ropas y la planto delante de la cama. Ni siquiera con el ruido se muestra curioso. Sigue allí tendido, impasible. Bien. Veamos si acepta el siguiente nivel del juego.

Me siento sobre la parte acolchada y coloco cada pierna sobre el apoyabrazos. Quedo total y completamente abierta a su mirada, siempre que le dé por abrir los ojos. No voy a decir que no me da vergüenza, pero tomo aire con insistencia y una mano rueda suave cerca de mi clítoris, recorriendo los labios externos. Intento imaginarme alguna escena, pero masturbarme delante de él en una posición tan obscena es caliente de por sí. Le observo mientras lo hago, su cuerpo fibroso, su cara y recuerdo la primera vez que él me toco. Introduzco un dedo y estoy algo húmeda ya. Suspiro más aliviada. Mi otra mano se traslada por mi barriga hasta alcanzar mis pechos y tomo por capricho el pezón derecho. Aprieto algo fuerte mientras bombeo a la vez dos dedos y no puedo evitar el gemido suave que escapa de mi boca. Sin darme cuenta he cerrado los ojos, dejándome llevar por las sensaciones, pero me obligo a observarle atenta. Mis movimientos se paran cuando nuestras miradas se encuentran y un latigazo de deseo estalla en mi clítoris. Tengo que seguir. Veo su mano apretar su erección a través del calzoncillo y mis dedos siguen con su intromisión mientras sigo mirándolo. Tiene la mirada ardiendo de deseo. La mandíbula se le marca de lo fuerte que está apretando sus dientes.

Repito el apretón en el otro pezón y vuelvo a enterrarme en la parte trasera de mis pestañas. Estoy ansiosa y aumento la velocidad, pero aún no es suficiente. Oigo el ruido de él moviéndose, pero ahora estoy concentrada en conseguir otra cosa. Mi premio. Siento como una mano se cuela entre la silla y mi culo alzándome, recolocándome y otra se enreda en mi cuello, clavándome a la madera del respaldo. Cuando abro los ojos tengo a Izan casi encima, con su polla en su mano guiándola a mi entrada. Sus ojos siguen en los míos. Aparta mis dedos, casi con desprecio y se hunde de un golpe, con un gruñido intenso de su parte y un rugido de mi boca. Intento cambiar de posición porque de esta forma siento como si me estuviese partiendo cada vez que se introduce de una dura embestida, pero su mano en mi cuello me sujeta con fuerza, casi ahogándome. Mis pequeños quejidos son claros, me omite porque supongo que le dan igual.

-Querías esto, ¿verdad? -demasiado violento para mi gusto, pero le he querido desatar, ahora me toca lidiar con ello.

Agarro con las dos manos su brazo, intentando sujetarme ante sus sacudidas. Contesto algo ininteligible, ni siquiera sé lo que quiero decir.

Su mano libre agarra el pelo que cae por el respaldo en un puño y alza mi cara hacia él. Le observo a través de los ojos entrecerrados.

  • ¿Te gusta así? Duro, fuerte. -habla a través de los dientes cerrados como si estuviese haciendo esto sin estar cómodo- No muevas las piernas.

Ni siquiera me había dado cuenta que una de ellas la había enroscado alrededor de su cadera. La predisposición de nuestros cuerpos impide que podamos besarnos. Supongo que por eso suelta sus agarres y me alza de la silla utilizando ambos brazos colocándolos bajo mi culo. Lo hace sin salirse de mí.

Estampa sus labios contra los míos a la vez que mi espalda se pega contra una pared. Me agarro a él envolviendo mis brazos alrededor de su cuello y me pierdo en su sabor. Muerde mi labio inferior casi con saña y luego su lengua hace un viaje tranquilo y lento por mi boca. Cuando nos separamos apoyamos nuestras frentes y veo sus ojos cerrados, concentrados mientras sigue con un ritmo fuerte pero más calmado que antes. Le acaricio su pelo con los dedos, dejándolo escapar entre ellos.

Nos queda poco.

Aprieto mis piernas contra su cintura, casi impidiéndole espacio para moverse. Se la suda. Le alzo la cara, que parece estar escondida.

-Mírame.

Lo hace y algo se estremece en mi cuerpo mientras ambos nos congelamos durante un momento. La habitación desaparece, damos vueltas juntos y estáticos, dando marcha atrás al tiempo. A la primera vez. Lo veo en sus ojos, nuestras sombras, nuestro amor, como imagino Izan lo verá en los míos. Sigue totalmente enterrado en mí, y no solo porque estemos follando, si no de corazón a corazón y pienso que entonces nosotros...

-...estamos haciendo el amor.

Algo me empuja de repente más contra él e Izan acciona los músculos de sus brazos para sostenerme. Incluso con eso nuestra magia no se apaga hasta que Izan parpadea y mira más allá de mí.

-Perdón por interrumpir, pero no quiero perderme la fiesta. - La voz de Eliam suena animada a mi espalda.

Izan se deshace de mí colocándome en el suelo. Aunque está duro no parece importarle demasiado.

-No te preocupes hermano, te estábamos esperando. -medio gruñe mientras se va hacia la cama, tomando asiento.

Me giro a mirar a Eliam para ver si a él esa afirmación también le ha sonado siniestra. Veo el entre ceño preocupado de Eliam, pero eso no le impide mirarme y que una sonrisa plena se extienda en su cara.

-Vais un poco adelantados a mí, pero me pondré al hilo rápido. -me lo dice mientras comienza a quitarse la ropa con rapidez.

Observo a Izan de reojo, extrañada por su cambio de actitud, por la frialdad que de pronto transmite cuando hace un segundo nos estábamos quemando juntos. Doy unos pasos hacia él, preguntándome si aún le puedo recuperar. Cuando estoy casi a su lado me doy cuenta de que no está interesado en mirarme.

-Izan...

Me toma mientras acerca su boca a mi oído.

-Vas a jugar un poco con Eliam. Mi información ahora se vende así.

Me empuja lejos de él, hacia el centro de la habitación, al frente. No sé qué decirle. No entiendo porque suena tan oscuro. Creo que se está construyendo un gran edificio y estoy aporreándolo para que caiga sobre nosotros. Miro al vikingo desnudo que ha observado la escena dudoso.

  • ¿Algún secreto que queráis compartir?

-No aún.

Ambos miramos a Izan descolocados. La luz a comenzado a volverse más tenue y sus rasgos están en sombra mientras la ventana nos ilumina a nosotros.

Eliam se encoje de hombros hacia mí, intentando quitarle importancia, pero creo que ambos somos conscientes de que algo malo va a ocurrir. Nadie hace iniciativa de moverse. El depredador observa sus presas desde la sombra y nosotros nos miramos indecisos, como si fuésemos desconocidos. Puedo darle la vuelta a la tortilla.

Camino hacia Eliam con decisión mientras él me recibe con los brazos abiertos y una sonrisa sincera. Le abrazo con fuerza, notando las diferencias con el tipo cruel que nos mira. Quizás mi corazón no da saltos vertiginosos cuando es él quién me toca, pero el calor se extiende de su cuerpo al mío como una manta de protección, de amor. Sus manos van a mi cabeza con suavidad y una mano se posa sobre mi mejilla con el mayor mimo del mundo mientras se agacha a darme un beso suave, profundo y terriblemente sentimental. Me hundo en él, dejándome flotar. Devolviéndole ese cariño profundo que nos ata, nos acoge.

De pronto vuelvo mi boca más exigente con él y su dedo pulgar deja el toque suave sobre la parte inferior de mi cara para girarlo contra mi cuello, envolviendo su mano alrededor de él, sin apretar. Su boca se vuelve más dura y el ritmo aumenta haciéndome gemir, tragándose el sonido.

Cuando nos separamos nos miramos algo asombrados por la intensidad que hemos creado.

-Esto no es porno para mujeres, ¿vais a pasar de los besos?

La voz de Izan me molesta.

-Si tienes objeciones ven y participa, sino cierra la puta boca Izan.

Es la primera vez que oigo a Eliam dirigirle unas palabras tan duras. La tensión que había estado antes del beso, la incomodidad, vuelve a reinar en la habitación. Veo como la presión se almacena en el cuerpo de Izan, pero no dice nada, solo alza más la cabeza para que podamos verle sonreír.

-Olvídalo- se lo susurro solo a Eliam.

Su mano baja por mi cuello entre mis pechos, dejando que las yemas de los dedos dibujen unas líneas que zigzaguean alrededor de mi ombligo. Parece que su idea es llevar un ritmo lento, suave y no puedo decir que no me guste.

-Ponte a cuatro patas, mirando hacia él. -me lo susurra de vuelta rozando con su nariz mi oreja, tomando entre sus dientes el lóbulo.

Me estremezco.

Hago lo que me pide. Estoy caliente. Aunque me coloco mirando hacia Izan no alzo la cara para observarlo. No quiero ver esa sonrisa siniestra, no quiero pensar lo que está tramando.

Las manos de Eliam engloban mi culo, acariciando suavemente. Pasan sobre mi cadera hasta mi cintura donde recorren el camino hasta mis pechos, tomándolos con firmeza. Gimo ante sus caricias. Sus dedos peñizcan mis pezones hasta que una de sus manos los abandonan perdiéndose en mi coño. Estoy mojada, mucho, no necesito más.

Y él lo sabe.

-Condón

Se lo pide a Izan. La quietud vuelve a intensificarte hasta que por fin oigo el ruido de los muelles. El condón cae mudamente dentro de mi campo de visión. Una mano grande lo toma con rapidez y se lo coloca al mismo ritmo porque no pasa un segundo antes de sentir su polla apretándose contra mi entrada.

Es inquietante pensar en la situación, de cómo Eliam se va a hundir en mi mientras Izan nos observa desde las sombras, con esa sonrisa siniestra. Solo hace unos minutos estaba conmigo, al nivel más cercano que he tenido con un ser humano.

Las manos de Eliam toman la parte baja de mi cadera y me atrae hacia él mientras empuja con su cuerpo hundiéndose lentamente. Muy, muy lentamente, notando cada milímetro que va sumergiéndose. La sensación me produce un cosquilleo erizando mis pezones y produciendo el gemido que unos segundos después se extiende por la habitación.

Su ritmo es lento y profundo y cada vez que se entierra del todo no puedo evitar el pequeño murmullo que escapa de mi garganta. Siento la presión de la palma de una mano que me obliga a alzar aún más mi parte trasera mientras mis tetas se aplastan contra la alfombra. tomándome del pelo me dirige a colocar mi mejilla contra el suelo. Extiendo mis brazos por delante de mí, terminados en dos puños. Eliam se inclina más hacia mí y por el lateral de mi ojo puedo ver su gran cuerpo moverse. Está completamente centrado en mí. Su dedo pulgar vuelve a colocarse contra mi mejilla con una suavidad que contrasta con el ritmo que ha comenzado atrás. Su otra mano deja la cadera y va mi clítoris hinchado. Voy a correrme.

Grito con la boca cerrada intentando esconderlo, con los ojos fuertemente cerrados. Eliam para su ataque a mi clítoris y reduce la intensidad impidiendo correrme. Me levanta hacia él, arrodillándome. Me alza hasta que estoy casi contra su pecho. Es desde ahí donde me susurra.

-Míralo.

No tengo que preguntarle a que o quien tengo que mirar. Alzo mis ojos hacia la cama. La sombra oscura de Izan casi no se distingue, pero está ahí.

Está ahí.

Extiendo uno de los brazos hacia él, y sé que se debe ver patético porque muestro claramente mi debilidad. Las manos de Eliam vuelven a mis pechos estrujándolos. Llevo mi mano hacia mi clítoris sin timidez.

-Eliam no te ha dado permiso para eso.

La voz viene desde la oscuridad, lejana, pero detiene mis movimientos. Oigo el chirrido de los muelles y su figura sale a la poca luz de la habitación, acercándose. Se ve imponente mirándonos desde la altura. Se ha puesto los calzoncillos de nuevo, pero nada más y su erección se pulsa contra la tela.

-Pídeselo.

Le miro deseosa, sumisa, desde abajo. Su alzamiento de ceja me empuja hacia su orden.

-Eliam-su nombre abandona mi cuerpo en un gemido

-Dime, pequeña tramposa.

Noto como le va a seguir el juego a Izan. Seguramente de no ser por él no habría tenido ningún problema. El sonido de sus embestidas inunda el sonido de la habitación.

  • ¿puedo...puedo tocarme?

Me siento ridícula haciendo esa pregunta.

-Claro que sí, ¿qué quieres, tocarte la cara, el brazo, la pierna...?

Su tono jocoso no pasaría desapercibido ni al más tonto del pueblo.

Miro hacia Izan casi buscando un guía, pero él se limita dar vueltas lentas alrededor de nosotros, cazando cada pequeño detalle, algo que no parece incomodar a Eliam.

Aprieto mis labios, rabiada por sus juegos. Eliam agarra mi pelo recolocándolo dentro de su puño a un lado mientras su boca busca mi oreja.

-Vamos, dilo, ¿no ves que está deseándolo? No ha podido quedarse más tiempo escondido.

Miro el cuerpo de Izan, su camino, sus vueltas. Parece tranquilo, si fuese una persona que no conociese diría que esa mirada llena de hielo no esconde nada, pero es mentira. Está tenso, enrabietado y sobretodo atento a mí.

-Mi coño, me gustaría... yo... por favor.

-Buena chica- me lo dice en bajo, para separarse de mí, sin soltar mi pelo- ¿Tú qué opinas Izan? ¿Crees que se lo merece? - pregunta en alto

-Eres tú quien se la está follando.

Suena amenazante de nuevo, lo que obliga a Eliam a cortar con el juego.

-Yo creo que te has portado bien.

No hace falta que me diga nada más. Mis dedos masajean con fuerza la zona, sin piedad y Eliam vuelve a empujarme hacia delante para ganar distancia de acción, volviendo sus movimientos tan duros que tengo que apoyar con fuerza mi mano libre contra el suelo para no caer de bruces. Veo los pies de Izan a mi frente y abandono mi movimiento sobre el clítoris para llevar mi mano hacia su tobillo. Parezco un cachorro abandonado mendigando algo de afecto. Eliam vuelve a tomarme por la cadera. Izan se acuclilla a mi lado, me alza la cara tirando del pelo de la nuca. Su otra mano toma mis pezones, juntándolos en un solo agarre doloroso. Gruño.

-Yo, por el contrario, creo que has sido mala.

Tira de ellos de forma independiente, creando una corriente de dolor que llega hasta donde Eliam actúa en poderosas explosiones de placer.

Una pequeña palmada en la mejilla me hace abrir los ojos.

-Mírame mientras te corres.

No necesita decir nada más. Solo otro apretón, la intrusión fuerte de la polla de Eliam en mí y su dedo saciando el hambre de mi clítoris. Me corro mirándole atentamente mientras mi vikingo se vacía en el condón. Los dos perdidos en el placer mientras nuestro mejor amigo, nuestro amo y señor, nos taladra con sus ojos.  En especial los míos.

Nos mantenemos suspendidos durante unos segundos, sin que ninguno de los tres respire y el primero en romper el contacto es Izan, que me abandona, levantándose y caminando lejos. Yo caigo al suelo derrotada con Eliam casi sobre mí, cediéndome su calor y suave beso en la frente. Respiro, tomando esos momentos de verdadera paz. No hay ruido, no hay nada más en el mundo. Solo mi apetito sexual satisfecho y un pequeño bombeo en el corazón a un ritmo un poco...amoroso.

-Pequeña-Eliam me gira para estar cara él boca arriba-yo...

El ruido que produce un arma al quitarse el seguro interrumpe sus palabras.

-Tú, hermano, vas a apartarte lentamente de ella, sin movimientos bruscos.

Casi no puedo escuchar las palabras. Mis sentidos están centrados en el arma apoyada contra la cabeza de Eliam y en la mano que la sujeta.

Izan.