De lo que pudo haber sido 3

Si juegas con Eliam, te quemas.

Cierro los ojos mientras mi cuerpo comienza a perder el exceso de calor. Doblo las rodillas casi contra mi pecho intentando esconderme y calmar el vacío que noto entre mis piernas. Tengo mechones de pelo oscuro pegados por el sudor contra mis mejillas y escucho el sonido de unos pasos cerca de mi cabeza, quedándose quietos al lado de mi cara. Miro hacia arriba, tanto que me cuesta distinguir el rostro de Izan devolviéndome una mirada dura desde la altura, controlada. Está totalmente vestido y sus rasgos marcados son temerarios. Me pregunto que puede pensar cuando me ve tan vulnerable en el suelo, si puede sentir algo.  Se acuclilla a mi lado y noto el acero que cubre sus ojos, un muro que nos separa. Toma mis piernas por debajo de las rodillas con sus respectivas manos y las separa. Siento la entrepierna húmeda de mis flujos al quedar expuesto a la temperatura ambiente de la habitación. Repasa cada pulgada de mi cuerpo como si en vez de ojos tuviese un láser y sé que está disfrutando de mi humillación, de mi incomodidad. Quita una de sus manos, manteniendo mi pierna libre separada con su hombro y un dedo baja por mi estómago desnudo en una caricia zigzagueante. Observo su índice porque no quiero mirarle a la cara. Creo que un contacto directo de ojos puede romperme. No hay ningún titubeo cuando lo hunde sin contemplaciones en mi coño. Alzo mis caderas como si me hubiesen dado una descarga eléctrica. El corazón golpea mi pecho. Con un movimiento de muñeca hace que un relámpago de deseo me sacuda.

-¿Notas esto gitana?-su voz está ronca y veo como su polla parece volver a estar lista para otro asalto. Su apelativo me coge por sorpresa. Solía llamarme así cuando éramos niños. Decía que era una salvaje- Cada estremecimiento, cada jadeo.-Se coloca sobre mí para hablar sobre mi oído. Su calor calienta mi cuerpo y su olor me inunda. Me gusta, porque huele a casa y es tremendamente contradictorio- Todo lo que puedo provocarte con un dedo-recalca la palabra con un movimiento más profundo y alzo más las caderas.-Vamos, mécete.

Deja de moverlo pero me da la opción de que me masturbe contra él y no me importa ceder. Una sonrisa fantasmal y perversa se extiende en las comisuras de sus labios. Cierro los ojos para escapar de esa expresión y me centro en el placer mientras mi cuerpo sudoroso se desliza sobre el suelo. De pronto su dedo se aleja y va a mi boca, donde mi lengua nota mi propio sabor. Intento apartarme. Veo su otra mano ir a sus pantalones dispuesto a follarme. Me remuevo ansiosa, va tan lento que quiero morirme. Un gemido de disgusto y rabia sale de mi pecho. De pronto se centra de nuevo en mi cara y separa con lentitud su mano de su pantalón, como si fuera un pistolero tentado a disparar pero intentando mantenerse bajo control. Nos observamos durante unos segundos y la tensión sexual que siento me sacude, me remueve inquieta y expectante. Sus ojos oscuros me contemplan como si fuese un puzle hecho y quisiese romperme en mil pedazos. Veo sus cábalas,  sus cálculos. Finalmente su expresión se vuelve infranqueable, parece un Dios, incluso con el pelo revuelto y la ropa desordenada, su actitud y pose es de autoridad como si me juzgase y se creyese con todo el derecho de hacerlo.

-Siente todo el poder que tengo sobre ti.-Su dedo se clava contra mi lengua, lo gira obligándome a dejarlo bien limpio- Lo poco que me controlas. –Después lo saca.

No noto arrepentimiento ni rastro de duda cuando se pone en pie y  se aleja sin mirar atrás.

Parpadeo fuerte para evitar el disgusto de su frialdad y cierro los ojos. Concentrándome finalmente en lo que me rodea escucho la respiración jadeante de Eliam acompañada con la mía. Quiero quitarme la mierda de la boca y soltarme las manos, pero no puedo. La saliva sigue cayendo y si, seguramente sí que parezco vulgar, pero no una perra.

Tiempo al tiempo.

Jadeo de sorpresa cuando una manos trabajan en los nudos de esa cosa. Abro los ojos sorprendida y veo a Eliam luchando por quitarme eso. Izan se ha ido.

-Ha sido…intenso-me muestra una sonrisa radiante que muestra un hoyuelo demasiado tierno.

Todavía está algo sofocado. Le miro con cara de pocos amigos, finalmente sale de mi boca y la cierro, tragando la saliva sobrante, el sabor del semen de Izan y mi propio sabor. Se me revuelve el estómago. Eliam me toma de pronto entre los brazos y me lleva hasta la cama. No lucho contra él. Me aparta con delicadeza el chándal enredado y deposita un ligero beso en mis labios. Su mano escala por mi cuerpo desnudo y le dejo tocar porque se siente bien. No había tenido ninguna experiencia sexual con Eliam antes de irme, salvo algún tímido beso cuando no teníamos más de quince. Mirando tan de cerca sus ojos recuerdo que me gustaba mucho de aquella, aunque fuese algo bruto y salvaje.

-Pequeña, te he echado de menos-un beso de esquimal me sigue sorprendiendo.

Así que Eliam era dulce. E Izan era un jodido demonio enloquecido. Y acabo de hacer un trío con ellos. Y la mano de Eliam rueda por mi cuerpo en caricias lentas y no me he corrido. No me he corrido porque esos ojos negros endemoniados habían dicho que no. Eliam besuquea la comisura de mis labios, mi mejilla hasta el oído.

-Y voy a devolverte el favor.-su mano baja de nuevo y dos dedos no tienen problema en entrar porque sigo mojada.

Levanto los brazos rodeando con fuerza mis dedos sobre sus hombros. Mis dientes se aprietan juntos intentando alejar el dolor que siento en ellos. Los movimientos de Eliam se sienten bien, acelera el ritmo y me intento esconder en el hueco de su cuello donde consigo captar su olor y me siento más segura, pero se aparta buscando con su boca mis pezones. Toma el derecho casi con glotonería pero con una suavidad que no podría haber apostado nunca.  Grito al notar la presión, lo suelta después de hacerle vacío dentro de su boca y dar toquecitos con la punta de la lengua. Le miro con los ojos abiertos y comienzo a sudar de nuevo mientras una ola de calor se extiende en el vientre bajo. Toma mi barbilla para que le mire.

-No hagas ruido, ¿entendido?-Su voz se cubre de un tono oscuro, algo amenazante y terriblemente serio.

-Si-me pregunto si me obliga a que sea silencioso para que Izan no se entere o porque le gusta así.

Se alza y me da un beso lento. Su lengua entra en mi boca, jugueteando mansamente, recorriendo con suavidad, con sentimiento. Sus dedos van a  distinta velocidad en mi coño y yo respondo con insistencia. Se aparta casi sin quererlo y me sonríe algo pícaro. Separa sus manos de mí ¿Qué les pasa a estos tipos? No, como pretenda que me quede de nuevo a la mitad es que está loco. Me llevo mi propia mano a mi entrepierna y sigo con el trabajo, y maldita sea, me siento cómoda cuando las jemas de sus ojos brillantes miran lo que hago, casi de forma hipnotizada. Le observo la cara mientras el pierde sus ojos en mi coño, en el mete saca de mis dedos, en la rozadura de mi pulgar sobre mi clítoris. Me estremezco cuando le veo tenso, cuando aprecio lo que le hago con algo tan simple. Sale de la ensoñación con un movimiento brusco de cabeza, despertando de pronto.

-Espera-lo dice roncamente y aunque no le hago caso finalmente toma mi muñeca apartándola.-Ponte a cuatro patas.

Lo hago sin pensarlo. Quiero mi golosina, ya. Me coloco y no tarda en obligarme a alzar el máximo el culo dejando totalmente expuesto mi coño. Noto el aire frío contra él.

-Puedes tocarte, pero solo el clítoris- de repente siento aire caliente contra él- el resto es para mí.

No dudo en llevar la mano allí mientras hundo mi cara contra el colchón, ahogando como puedo el grito que me crea el paso de su lengua lento por mi centro.  Es un lametón caliente, extenso y no puedo reprimir empujarme contra su cara. Una cachetada no muy fuerte pero firme me pide que me calle y lo intento. Su lengua comienza con milagros, tiene experiencia en hacer esas cosas. Mis manos amansan la carne cerca de mi clítoris. Girando la cabeza miro directa a un espejo que nos muestra nuestra imagen. Sus manos morenas contra mi piel destacan y su cabeza entre mis piernas me lleva a un pico de placer nuevo. Sus dientes peñizcan con suavidad al lateral de mi clítoris y no tardo en correrme en un grito mudo contra la sábana.  La debilidad de mis piernas me hace caer sobre el colchón y contra lo pensado Eliam se deja caer a mi lado cubriendo protectoramente con uno de sus brazos la parte baja de mi espalda.  La puerta está cerrada y me siento segura incluso aunque sea esta habitación.  Noto el cuerpo de mi lado moverse hasta que se interpone en mi visión. Su pecho está bien tonificado y hace que le mire hipnotizada.

-Eres perfecta, siempre lo he sabido.

Noto un anhelo escondido en sus palabras, como si me estuviese confesado más de lo que parece.

-¿Siempre?

Se encoge de forma descuidada, me besa en la curva del hombro y se deja caer boca arriba de nuevo en toda su gloriosa desnudez, sonriente. Me sobreviene una oleada de disgusto, de suciedad, que me hace sentirme como la mierda. Lo que estoy dejando que me hagan de forma tan sencilla. Eliam me ha derrotado a base de suavidad y de insistencia e Izan a utilizado toda su autoridad y dominio. He perdido ambas batallas sin ni siquiera haber peleado en serio. Me levanto agobiada y le miro mientras coloca las manos detrás de su cabeza. Está saciado, totalmente seguro de sí mismo y relajado.  Su pelo desordenado y el brillo de sus ojos, junto con ese cuerpo bien formado, le hace parecer de otro tiempo. Un vikingo fuera de época. Seguro que muchas mujeres se tirarían a él con la lengua afuera. Veo a lo lejos mi cuerpo reflejado en el espejo y me sorprendo. Mi cara no es la mía, parezco otra persona, más descontrolada, más salvaje, fuera de mí. Tengo la marca de las cintas sobre mi mejilla y tanto mis tetas en algún punto como mi coño están rojos. Abro con rabia el armario y me pongo ropa.

-No deberías salir.

Eliam es observador.  Sabe que la adrenalina fluye ahora con fuerza por mi cuerpo, me pide pelea, quiere hacer daño, quiere bronca.

-Si me importase tu opinión te preguntaría.

Le oigo moverse en la cama con un suspiro. Cuando me he puesto otros pantalones de chándal y una simple sudadera se interpone en mi camino, desnudo. No le veo como una amenaza y creo que él se da cuenta de ello.

-Quita tu culo –no se lo pido con amabilidad, y es extraño porque los momentos que hemos compartido antes fueron bonitos.

Que no le vea como una amenaza no quiere decir que pueda apartarlo. Es obvio que no tengo mucho que hacer contra esos músculos. Le analizo pensando en cómo de rápida puedo ser para poder darle una patada en sus bajos. Creo que es la única forma que conozco de derribar a un tanque.  Me observa intensamente evaluándome, veo como suspira casi con pena. Me tenso pero no me da tiempo a reaccionar. En un movimiento rápido me pone contra la pared, me ha dado la vuelta tomándome del brazo y me aprieta contra ella rodeándome el cuello. Le miro sorprendida y asustada, intentando empujar su pecho. No me lo esperaba. Su expresión se vuelve dura, marcando sus pómulos y achicando sus ojos bravamente. Parece otra persona. Toda la relajación anterior se ha transformado, ha tensado sus músculos, su cara.

-Sé que no soy tan fiero como Izan-me habla tan cerca que su aliento se mezcla con el mío, roza mis labios. Intento apartarme, pero me sujeta con fuerza.- Tengo una personalidad más agradable y llevadera, e incluso puedes considerarme más bondadoso, pero, pequeña,-su palma se hunde más contra mi cuello y mis manos agarran su antebrazo- no te confundas conmigo. Yo mando entre nosotros, yo digo lo que tienes que hacer y hazme caso, debes obedecer o sino tu vida aquí se va a complicar mucho.

Escucho sus palabras y mi idea de Eliam se entremezcla. No soy capaz de encajonarlo en ningún lado después de este ataque, pero me está regalando la bronca que tanto quiero. No voy a achantarme, no voy a echarme atrás. Si me enseña los dientes yo quiero morderle.

-¿Crees…-mi voz suena algo ahogada, pero me fuerzo a hablar-crees que me das algo de miedo? –sonrío mezquinamente-Puede que Izan haya permitido sentarse en su mesa, te trate como un igual y te llame hermano, pero…-sus dedos se clavan en mi cuello, jadeo por la presión-…ambos sabemos que sigue manteniendo los papeles que te hacen suyo. Sigues siendo de su propiedad, su juguete. No puedes marchar, no puedes hacer lo que te dé la gana. Eres su esclavo.

Noto como crispo sus nervios con cada palabra. Es un tema espinoso y he presionado los puntos claves. Me obliga a moverme sujetándome por el cuello y me arrastra hasta la mesita. Abre el mismo cajón de donde salió la monstruosa cosa de la boca y rebusca.

-Puede quitarte todo lo que quieres. Puede encerrarte en una habitación como a mí, o follarte el culo. Puede hacer lo que quiera…

-Cállate.

Su mano abandona mi cuello y va a mi boca ahogando mis  palabras. Aprieta mis mejillas y presiona desde ese punto mi cuerpo contra él. Intento pegarle con las manos y las piernas, pero las presiona contra la parte baja de la cama y deja que me desquicie con los puños. No le hago mucho daño o al menos eso parece. Alza mi cara y me niega como si estuviese decepcionado.

-Quieta. Quieres ver mi parte cruel pequeña, no voy a esconderla.

Toma una cuerda. Comienzo a zarandearme, intentando apartarme asustada.

-Ni se te ocurra, no vas a cabrearme más.

Toma mis muñecas para atarlas con fuerza y deja mi boca libre.

-¿Cuándo te has vuelto cómo él?

No lucho, no puedo vencer, no puedo ganarle en este juego.

-Siempre he sido así.-me empuja contra la cama de cara-Otra cosa es que no me hayas visto.

Ese comentario cae con fuerza en la habitación, como una bomba atómica. Oigo como rebusca en el cajón de nuevo. De pronto el pantalón que me había puesto sale disparado de un movimiento brusco. Grito porque no lo he visto venir.

-Eliam…

-Después de esto te tenderé de nuevo la mano.-su mano amasa mi nalga con fuerza, con deseo. La cuerda comienza a enrollarse por mi cuerpo con nudos de forma rápida.-No quiero que nuestra relación sea así. No estoy despechado como Izan, no tengo nada contra ti, pero no voy a permitir ese comportamiento.

La cuerda entra en contacto directo con mis labios vaginales justo en el medio mi clítoris. Me obliga a levantarme. Esa misma cuerda se enreda en mi parte delantera, pasándola sobre mis pechos. Le miro asombrada porque lo maneja con soltura y me sorprende. Me traslada hasta  una esquina. Le miro a la cara

-No quiero ser tu enemigo, o tu amo. –me lo dice mientras me coloca una mordaza.

Cualquiera lo diría.

No sé cuánto tiempo ha pasado desde que Eliam se ha largado. Estoy colgando de una argolla que sujeta mis muñecas atadas juntas en la esquina de la habitación. Solo siento la punta de mis pies ardiendo, junto con mis gemelos y mis nalgas. Si dejo de pisar mis muñecas sujetan todo el peso de mi cuerpo y la cuerda se clava en ellas así como en la parte de debajo de mis pechos y mi coño. Me duele en esos puntos, con una presión extraña que al principio puede incluso resultar algo excitante, pero a medida que pasa el tiempo es inaguantable. Estoy sudando y concentrada porque necesito hacer pis. La boca está medio seca, medio llena de saliva que vuelve a gotear por culpa de la mordaza. No tengo reloj para saber cuánto ha pasado ni aunque lo tuviese sabría cuánto queda. Eliam ha corrido las cortinas dejándome en una semi penumbra y sin poder ver cuando de la mañana ha avanzado.

Aunque durante un rato estuve adormilada, el dolor no me permite descansar. Al principio intenté calmarme, pensar que es cuestión de tiempo. Pero claro, al principio uno está con fuerzas. Luego me pasé un buen rato gritando desde detrás de la mordaza, pidiendo clemencia. No emitía mucho ruido, más bien sonaba como un gato ahogado y para escucharme como máximo tenían que estar al otro lado de la puerta, con la oreja pegada a la madera. No lo veía muy probable, así que al ver que  no cambiaba nada decidí callarme e intentar pensar en otra cosa. Todo esto me deja bien claro que no debería jugar con Eliam a ningún juego. Me ha dado un buen punto de seriedad.

Ahora llevo un rato dejándome colgar, con la cabeza muerta entre mis hombros observando el suelo y medio balanceándome.

Oigo unos pasos y mis ojos se disparan hacia la puerta mientras vuelvo a sostener mi peso con los pies. Por favor que sea alguien. Quien sea. La vuelta de una llave hace de preámbulo a la entrada. Una sombra oscura pasa y sé que es Izan. Mierda.

Tomo entre mis manos la cuerda y la agarro fuerte mientras me intento alzar del todo y mirarle furiosamente. Me recorre de arriba abajo evaluando la situación.  No viene hacia mí, sino que va derecho a la cama, tomando asiento en el borde de la misma. Comienza a descalzarse.

-Has debido cabrearlo bastante.

Muevo mi lengua contra la mordaza pero no digo nada, no puedo. Sus zapatos caen al suelo con un ruido ensordecido por la alfombra. Se saca la camisa blanca que trae por dentro del pantalón y comienza a desabrocharla. Jadeo cuando uno de mis pies falla y la cuerda se clava cruelmente contra mi carne. El observa mi balanceo con neutralidad. Cuando acaba se la quita y se pone en pie. Está menos musculado que Eliam, con el cuerpo tonificado. Sus pantalones negros caen sobre su cintura un poco holgadamente marcando la v de su cadera. Izan posee un aspecto de modelo de revista, si no fuese por su cara fiera parecería un ángel. Quizás son esos rasgos tan bellos mezclados con esas expresiones tan duras lo que le hacen tan atractivo. No puedo evitar contemplarlo con ganas. Mi cerebro sigue confundido y le cuesta aceptar que ya no somos los de antes. Se acerca a mí hasta que siento el calor que emite, pero no llega a tocarme. Intento alejarme, pero solo consigo que mis pies vuelvan a fallar y que la cuerda vuelva a morderme. Gruño mientras da una vuelta a mí alrededor analizando el trabajo de su amigo. Lo hace con calma, haciéndome sentir incómoda. Agarro con rabia la cuerda obligándome a recuperar la compostura todo lo que me permite las circunstancias. Se queda de nuevo al frente y me tira del pelo para alzarme la cara hasta que nuestros ojos conectan. Intento apartar el dolor de mi expresión y transformarlo en desafío. Su frialdad me hace odiarlo aún más.

-Te veo realmente incómoda, gitana. –sus palabras penetran en mi cerebro con fuerza y eso que solo han sido un susurro.

Repasa con la yema de sus dedos de su mano libre las facciones de mi cara con suavidad hasta caer a mi cuello donde me toma con fuerza.

-Voy a saciarme de ti y después voy a matarte.

Que te jodan .

Suelta mi cuello y lleva la mano grande y caliente hasta la parte alta de mi muslo. La desliza un poco hacia abajo y no dudo en alzarla para que sujete algo de mi peso. No me rechaza y escondo el sonido de alivio que quiere escapar de mi pecho. Alzo la otra pierna hasta su cadera, aprovechando su disposición a sostenerme y mis pies agradecen el descanso mientras que la cuerda queda algo floja. Me está sujetando a pelo, colocando una mano bajo mi culo y con la presión de mis piernas. Mi entrepierna roza contra el borde de sus pantalones. Su mano va a la parte posterior de mi cabeza y con habilidad desabrocha la mordaza que cae al suelo. Trago de forma dolorosa pero no digo nada. Su calor pasa a mi cuerpo y se siente bien. Estaba helada. Aún lo estoy. Oigo el ruido de la cremallera del pantalón y siento la carne de su polla contra mí.

-No, condón.

Un poco de sentido común, aunque igual sea algo tarde. Me observa como evaluando si merece la pena, si puede hacerme sufrir de esa manera.

-Sí, ninguno quiere un hijo de ambos-su voz suena muerta.

De pronto me suelta y no lo espero. Grito de dolor cuando la cuerda me hace daño de nuevo.

-¡Joder!

Él ni siquiera se vuelve a mirarme, se dirige al cajón de siempre y saca el condón. ese jodido cajón me recuerda al bolso de Mary Poppins pero en maligno. Tengo que destruirlo de alguna manera. Después. Izan se pone el condón en el camino de vuelta y me alza de nuevo. Todavía estoy recuperándome cuando se introduce de un golpe en mí, estirándome. Mi cara se contrae. Sus manos van a  mis nalgas y me obligan a  balancearme mientras él mueve sus caderas. Intento descifrar su cara, que está un poco por encima de la mía y maldita sea, no me devuelve la mirada. Parece ido, en otro lugar. Tiene los labios apretados y las cejas fruncidas en una mueca de rabia. En un acto estúpido me estiro y le doy un casto beso. Parpadea y baja la vista hacia mí, como si me viese por primera vez, directo a mis ojos. Nuestro contacto hace que se rompa algo entre nosotros. Deja de mecernos y me alza. Sus labios se estrellan contra los míos de forma desesperada. Me instan a abrir la boca y le recibo con ganas. Dejo que me guíen, Izan no admitiría otra cosa. Muerde mi labio inferior.  Chupo a su vez su superior soltándolo con un sonoro plof. El ritmo enloquecido de antes se vuelve más lento y se introduce en mí lentamente. Repite el movimiento mientras nuestros labios vuelven a unirse. La tregua se extiende entre nosotros con una gran bandera blanca ondeante. Sé que no durará mucho pero disfruto del momento, de sentirme de nuevo segura entre sus manos. Muerdo mis labios mientras los gemidos salen de mi pecho. La expresión de Izan está rota, desarmada y parece vulnerable. Mis manos se sacuden intentando tocarle.

Sujeta mi peso pasando un antebrazo por debajo y su mano libre va a mi coño donde masajea mi clítoris.

-Eliam te ha dejado correrte-no suena acusatorio, pero algo burbujea debajo de sus palabras. No me atrevo a decir nada. No quiero que pare y temo que en cualquier momento se le crucen los cables. Entierra su cara en el hueco de mi cuello y comienza a acelerar el ritmo haciéndome gritar-No me gusta que te toque, siempre lo ha intentado.

Sus palabras son algo enigmáticas para mí.

-¿Siempre… ha... intentado qué?-fuerzo a salir las palabras.

Sus caderas comienzan a golpear rápido, intenso. El dedo pulgar sondea y marca. El ataque es continuo y no puedo evitar correrme con un grito, incluso cuando preferiría que durase más. Se que cuando acabase Izan va a quemar nuestra bandera blanca, pero el ritmo con el que me somete es inaguantable. Se corre después de mí con un gemido masculino profundo. Sigue enterrado en mi hombro y no va a apartarse de ahí hasta que se recomponga. Noto su respiración acelerada.

-Que te enamores de él. -confiesa en un soplido finalmente.