De ligue en una web de infieles II

Cómo conecte con una mujer especial un jueves y estuvimos tan a gusto el viernes - 2º Encuentro

Vamos a recordar el segundo encuentro, esta vez fue ya algo más deseado y planificado para ambas partes. Es curioso, hago mi ejercicio de memoria, tengo tan vivido nuestro primer encuentro, igual que de nuestro tercer y último encuentro, de este, el segundo, tengo matices, escenas sueltas, momentos, casi me cuesta recordar el día, aún así, vamos allá.

Como comenté en mi anterior relato, aquella primera cita fue un viernes, ella salía de viaje al día siguiente, yo lo haría por vacaciones el lunes, un ir y venir sin concierto ni oportunidad, estuve casi dos semanas fuera, ansioso por regresar, ella también me lo hacía saber en sus mensajes, de hecho, aún salió con alguna persona más de la web en que coincidimos, para ella era un poco injusto quedarse aburrida y sola en su hotel, mientras yo disfrutaba de la playa de lo lindo… algún susto nos llevamos, porque no falta el “crédulo” que asume que por compartir un café y haberte conocido en ese entorno, una mujer está obligada a irse contigo a la cama, experiencia que he vivido, (compartir un café, y concluír que mejor seguimos como amigos), digo: nos llevamos, porque sin otro referente me envió a mí fotos de las placas del coche de un aspirante que estaba especialmente pesado, que mal lo pase, hasta que regresó al hotel y me envió el mensaje confirmando que había llegado de una pieza.

A mi vuelta, repetimos el mismo plan de acción, mantuve mi participación al grupo de baile hasta el último momento, a la par que planificaba mi cita con ella, esta vez no fue improvisada mi búsqueda de habitación, reserve un lugar con una suite ideal para dos amantes efusivos, pasé a recogerla, a la puerta de su hotel, nunca dejaré de ser un caballero, y marchamos a nuestra cita.

Ahora era diferente, aparcamos a media calle del discreto alojamiento, caminamos conversando desenfadados, risueños, tenemos muy buen ambiente y hay variedad de temas que compartimos, en especial experiencias de madurez personal por realidades familiares complejas superadas por cada uno.

Llegar, timbrar, confirmar mi nombre de reserva, llegar a la habitación, esperar las bebidas frías, con delicioso hielo… no adelantemos acontecimientos.

La suite era extensa dividida en tres ambientes, aparte del servicio, un salón con dos sofás en L y una mesa de centro en cristal, donde descansaron los vasos de nuestras bebidas, a continuación, un sillón tántrico haciendo una separación entre el pequeño salón y la espaciosa cama, con un espejo encima, incluso, en la pared del extremo derecho, un pequeño sofá, construido en escayola como saliente en la pared, sólido y firme, cubierto con cojines hechos a medida, todas las paredes rematadas en precioso tono ocre veneciano y una iluminación tenue que creaba ambiente intimista.

Ella, muy guapa y refinada, fiel a su estilo, pantalón beige, blusa cruzada, sandalias de tacón en color claro, muy llamativa.

Sentados en el sofá más amplio empezaron nuestros juegos, nuestros besos, las caricias que subían por encima de la ropa, las manos que nos iban desnudando el uno al otro, su blusa quedó abierta, con los pliegues cruzados cayendo a sus costados, su pantalón cayó, sus sandalias no podían permanecer, aunque es algo que luego probamos… llevaba un sujetador deportivo en tela de leopardo, hormaba muy bien sus pechos, bonito panorama, aunque yo estaba centrado en desnudarme al completo.

Cuando estuve completamente desnudo, me puse en pie ante ella, habíamos hablado al respecto es sumamente escrupulosa, tiene sus recelos hacía prácticas como el sexo oral, pero sus labios, carnosos y deliciosos eran demasiado atractivos para no presionar un poco, algo que había estado haciendo durante días prevíos a nuestro encuentro, había sido muy honesto que quería disfrutar su boca en mi miembro… ella lo sabía, y lo aceptó… amable, delicada, abrió su boca para besar mi polla, para recibirla, tragando lentamente el tronco grueso de mi miembro.

Es preciosa y delicada, su mamada era igualmente profunda, pero exenta de toda brusquedad, cerré los ojos por un momento para disfrutarlo, puse mi mano derecha en su cabeza para acompañar el movimiento, en ningún momento force o impulse, es aplicada, mi polla recibió un trato exquisito… aunque breve, me estremezco solo con recordarlo.

Ella se había despojado de sandalias y pantalón, su blusa abierta invitaba a recorrer su cuerpo, así que la atraje a ponerse en pie ante mí, seguían los besos, en verdad que disfruto su boca, mis manos recorrían sus caderas, sus nalgas, sus pechos y espalda por encima del bra deportivo… quería seguir dominándola, imponiéndome un poco más cada vez… para tantos que creen que dominar es llegar látigo en mano desde el primer momento, ilusos, la sumisión es la entrega de la confianza, y esa se gana; con dedicación, respeto y paciencia por parte del dominante… al menos cuando estás ante una primeriza.

Estando de pie nos movimos lentamente, sorteando la baja mesa de centro del sofá, hacía un sillón amplio al costado derecho, justo en el que habíamos dejado su bolso, una parte de nuestras ropas… y una bolsa de compras, pequeña de papel, que ella había traído consigo… despertaba mi curiosidad, pero estaba concentrada en disfrutar de su cuerpo y de sus besos.

Haciéndola girar, quedó de cara al sillón, de espaldas a mí, posición en que ya ejercía, gracias a mi estatura, un punto de dominio, mis manos accedían libremente al frontal de su cuerpo, mi boca se sumergía en su nuca, tras de sus orejas, o iba hacía su rostro devorando su boca, mis manos subían, jugaban con su cabello, abrían el camino a su cuello para mi boca, o la obligaban a inclinar su cabeza mientras besaba su nuca, sus hombros, el conjunto de su trapecio en la espalda…. quería darle sensaciones nuevas, diferentes. De nuevo baje mis manos a su sexo, aún tenía su panty que baje para retirar mientras ella levantaba suavemente cada pie…

Sabía, porque me había compartido un vídeo de una canción romántica, que deseaba jugar con hielo, al estar de rodillas (mientras retiraba su tanga), junto a la mesa en la que descansaban las bebidas, antes de levantarme, tomé mi bebida y, sin que ella lo notará, retuve uno de los hielos en mi boca, me levanté dejando que mis manos subieran por sus muslos gruesos y encantadores, por sus caderas, por su espalda, hasta sus hombros; entonces, la empujé contra el sillón, contra el cuál cayó apoyando sus manos en los laterales con el culo rozando mi pelvis. Retiré su blusa, pasando el difícil trance de soltar los botones de las muñecas… definitivamente hay prendas que ponen a prueba la habilidad manual de cualquier amante… el hielo se deshacía en mi boca, así que tragué lo que ya se había convertido en agua y empecé lo que en verdad deseaba, sujetando el hielo en mi boca, guiandolo con la punta de mi lengua, lo fuí deslizando por su espalda, tembló y se estremeció con el roce frío, mantenía la posición tumbada hacía adelante, y yo volvía de nuevo atrás en su cuerpo y subía con mi helado juguete por sus costados, iba de lado a lado en sus caderas, llegaba hasta su nuca… y aún seguía derritiéndose, dejando surcos húmedos y fríos por todos los caminos que trace en su espalda.

Antes de que desapareciera, dejé que el hielo cayera en mi mano derecha, que llevé a masajear su sexo caliente y húmedo, lo deslicé por sus labios vaginales, lo apliqué y lo dejé derritiéndose contra su clítoris ardiente, mientras me movía a su lado izquierdo de modo que podía besarla, mientras mi mano derecha seguía masturbandola y mi mano izquierda jugaba con su cabello y sus pechos… tomé el último pequeño trozo de hielo, empapado en la humedad de su excitación, me lo puse en la boca, en un ardiente beso, lo volqué a su boca dándole a probar su propio sabor de hembra en celo… como crujió el hielo cuando ella lo mordió, triturado finalmente en su lujuria.

Después de ese beso, se puso en pie, su blusa cayó en el sillón contra el cual estaba apoyada, ahora, vestida solo con el top deportivo, nos movimos sin dejar de besarnos rumbo a la cama, ambos deseábamos estar ya unidos por nuestro sexo.

Al llegar a la cama, se tumbó, boca arriba, disfruta mucho el misionero, adora que no paramos de besarnos mientras la penetro, gracias a su boca carnosa, yo también adoro acompañar el ritmo de mi cuerpo al suyo, sin parar de comer su boca.

Así empezó nuestro intenso vaivén, ella enrollando sus piernas alrededor de mis caderas, tumbados a lo ancho de la cama, una amplia y firme que ni siquiera oscilo a pesar de la intensidad con que empujaba mi pene en su interior, los besos que no paraban, sujeté sus manos por encima de su cabeza, de modo que a la vez que ejercía dominación, podía aprovecharlo como punto de fijación para impulsarme con mayor fuerza hacía adelante, logrando penetrarla, rápido, fuerte, duro, con todo el deseo que explota entre nosotros.

Es delicada, pero no frágil, su orgasmo se aproximaba, así que se aflojo fieramente de mi sujeción, tiene un instintivo reflejo de gemir… y darme puñetazos en el hombro, o en el pecho, según llega su orgasmo, por ello liberó su mano derecha, gemía, no paraba yo en mi penetración, no cedía ella en su gemir, su orgasmo llegaba, su boca gritaba: llegó, C… llegó, no pares, dame, dame… y su puño empezó a chocar con mi hombro al compás del clímax que la hacía temblar y disfrutar como perra en celo.

Su humedad marcó la confirmación de su orgasmo, su aliento entrecortado, el temblor de su cuerpo, todo en ella me confirmaba la intensidad de su orgasmo… pero es mayor su deseo de más, ansioso de ser correspondido en mi placer e intensidad de entrega, me levanté, tomándola por su mano derecha, halé ayudándole a ponerse en pie, ahora deseaba que ella liderará.

En dos pasos cortos llegamos al sillón tántrico, en el que me tumbe cómodamente, con mi polla  erecta mirando al techo, y la atraje hacía, ella pasó su pierna derecha por encima de mi cuerpo, abriéndose completamente para abarcar el ancho del sillón, lentamente se fue acomodando hasta encajar mi pene al completo en su intimidad, los besos seguían, era su momento de galopar, se movía con fuerza, según me dijo, nunca había probado un sillón de este tipo y comprobaba la libertad que daba a esta postura sexual, mis manos en su culo impulsaban su movimiento, el momento era especialmente fuerte, ella era libre para golpear mi pecho si quisiera, pero ahora eran sus manos a ambos lados de mi cabeza, las que le daban fuerza y punto de apoyo a su movimiento de cadera, de nuevo su clímax se aproximaba, llegaba, sus gemidos se repetían: C… llegó, llegó, que rico, llegó… fue tan intenso que alcanzó un

squirt

que inundó mi pelvis y bajó por mis ingles a empapar el sillón, su temblor estaba de nuevo presente, su respiración era entrecortada… le dije: amor, te has corrido como perra en celo, has hecho un

squirt

!!!!

Aluciné, cuando su respuesta fue: no sé qué es eso… nos levantamos y la enseñé el sillón brillante por la humedad, pasé su mano por mis nalgas, que comprobará por sí misma cuán abundante, cálido e intenso había sido su orgasmo… algo nuevo que experimentó ese día.

Con ello llegó también un momento muy especial de este encuentro, me dijo, mientras recuperaba el aliento: necesito descansar, hacer un momento de pausa, incluso vaciló un poco al habernos levantado rápidamente y estar ella experimentando los rezagos del orgasmo en su cuerpo… fuimos hacía la cama, tiene pareja, pero no ha sido la mejor convivencia, duermen en habitaciones separadas, era evidente su tendencia a dormir sola, prácticamente se expandió en la cama, tuve que ir haciéndome espacio a su lado, a base de mimos, besos y pequeños empujones; aunque logré mi objetivo, abrazarla por la espalda y que su cabeza descansara en mi abrazo.

Si hay algo que es para mí señal de una gozosa intimidad, es que tu amante sea capaz de dormir en tu abrazo, en una mujer (al menos por mi experiencia), es señal de confianza, agrado y tranquilidad junto a la persona con la que está compartiendo su intimidad... y así fué…solo fué una siesta fugaz de pocos minutos, pero cayó plácidamente dormida, su respiración fuerte era casi un ronquido y la relajación de su cuerpo, la forma en que terminó encogiéndose contra mi cuerpo en busca de calor, la ternura con que su cabeza se rindió en mi pecho… valoro mucho ese punto de entrega, y lo disfruté con igual satisfacción.

Espere paciente a que despertará, sumamente relajada de su breve siesta, entonces le pregunté por algo que estaba en mi mente desde que la vi subir al coche: ¿Qué llevas en la bolsa, amor?

Traviesa, contestó: ¿Te fijaste? Ahora lo vas a ver…

Se levantó, caminó hasta el sillón en que reposaba la dichosa bolsa, acto seguido la tomó y se dirigió al servicio, resignado e intrigado con la espera, también me levanté y caminé hasta el sofá, quería rematar los últimos sorbos de mi bebida, fresca, aunque ya no tuviera hielo…

Cuando salió del baño, fue un regalo para los ojos, una lencería sexy de corpiño y tanga negros, con esmerado encaje, protegidos por una pijama, igualmente negra, aunque transparente, precioso… ni que decir que me encendió de nuevo, casi de un salto, en un mismo acto, me puse en pie y estuve a su lado para volver a comer su boca, de nuevo con mi vena dominante a flor de piel, mi mano derecha sujetaba su nuca para imponerme en el beso, mientras la izquierda se deslizaba superficialmente rozando su sexo, apretando la provocativa lencería contra su cuerpo.

No deseaba esperar, sin dejar de besarla fuimos moviéndonos por la suite, hasta llegar a la pared más alejada de nosotros, esa que tenía una banqueta hecha en firme escayola, fue una contrariedad llegar a ella para comprobar que aunque estaría bien para sentarse en una noche de copas, era sumamente estrecha para mi objetivo de empotrarla en ese mueble… pero no desistí a la primera, nos movimos nuevamente, esta vez a la derecha, a la esquina de la pared libre de mobiliario, si hay algo que me enciende en esta perrita, son sus piernas y su culo… la apoyé en la pared, manos hacía delante, postura típica de una requisa (si alguna vez te ha inspeccionado la policía, la visualizas enseguida).

Me sitúe de pie detrás de ella, ahora no estaba en modo tierno, deseaba entrar en su cuerpo, así que levante el sobre pijama contra su espalda, sujeté el hilo del tanga a un lado de su culo, con mi mano derecha dirigí la punta de mi polla a su húmeda vagina y entré despacio, con fuerza, recuerdo que di un empujón de cadera que la dejó en precario equilibrio en la punta de sus pies, cuando estuve a gusto de haber entrado en su cuerpo, la sujeté de sus caderas y empecé un firme mete - saca, lo gozaba, la vista me tenía encendido, estabamos follando sin preservativo y mi corrida empezaba a ser inminente. Aunque no duró mucho, ella me pidió descansar, cuando estoy especialmente excitado mi pene engrosa bastante, ella suplicó: para, por favor, me lastimas un poco, tu pene está muy grueso…

Retrocedía despacio saliendo de su cuerpo, pero mi excitación no cedía, y fue cuando me dió un regalo sorpresa, me dijo: déjame ponerme relajada a 4 patas, quiero que te corras dentro…. ¡Que subidón!

Con su delicadeza habitual, se acomodó en el borde la cama, culo en pompa, brazos estirados hacia delante, posición sumisa y excitante… de nuevo me acomodé a su lado, mi estatura daba la medida perfecta para penetrar su vagina a esa altura, de nuevo mi mano izquierda hizo el hilo de su tanga a un lado, mientras la derecha, guiaba mi polla palpitante a su húmedo coñito… esta vez entraba y salía, con la misma fuerza, pero sin prisa, sobre la cama había un gran espejo, que podía disfrutar, me distrajo, pero también me excito, observar las curvas de su culo, golpeteando contra mi pelvis, ver mi polla entrar y salir en toda su extensión, ver mi mano que se levantaba y descargaba sonora en algún azote a sus nalgas... y entonces, sí, llegó mi orgasmo, brutal, abundante, explosivo, mi polla arrojaba mi corrida, casi agradecida de poder liberar la tensión y el deseo acumulados en estas horas de encuentro que llevábamos…

Ella corrió al baño, mi corrida fue espesa y abundante, algo normal cuando estoy muy, muy excitado… me reí bastante cuando se sentó a mi lado en la cama al salir del baño y me comentó dos detalles que parecían ser nuevos para ella:

  1. No puedo creer que me penetraras con el tanga a un lado, no lo había vivido, me sentí como en una película porno…
  2. Es la primera vez que el semen de un hombre me resbala por las piernas, te corriste bastante, eh.

Reímos al unísono al compartir sus impresiones, yo solo podía acariciar su rostro y su cabello, agradecido por su entrega y por el delicioso detalle de la lencería…

Esa noche fue especialmente placentero el camino de vuelta a su hotel, reíamos contagiosos el uno con el otro, y comentamos detalles de su visita a Madrid y su impresión sobre los hombres españoles, ambos coincidimos en la fantasía que se tiene en Latinoamerica sobre los hombres europeos, al final, no importa el origen de las personas, importa su capacidad de conectar, eso fue lo que nos unió.