De la tristeza a la erección
Me sentía mal, sabiendo que; ese hombre bueno que me dio clases particulares de inglés, estaba sumido en la tristeza. Cuando me lo dijo mi padre, (son amigos) me sentí triste y, al decirme que llevaba más de un año así, ¡no podía creerlo!, ¡él me había convencido de vivir con libertad!
Me sentía mal, sabiendo que; ese hombre bueno que me dio clases particulares de inglés, estaba sumido en la tristeza. Cuando me lo dijo mi padre, (son amigos) me sentí triste y, al decirme que llevaba más de un año así, ¡no podía creerlo!, ¡él me había convencido de vivir con libertad y nunca tener complejos! Mi mente comenzó a imaginar que podía hacer yo por Duncan. El tendrá unos treinta y ocho años, año arriba, año abajo, yo tengo veinticinco. Las clases de inglés me las dio durante dos años, desde mis diecinueve años y hasta los veintiuno. Yo soy una chica muy desinhibida, pero en aquel tiempo, recuerdo que más de una vez fantaseé con él tocando mi sexo por la noche. Duncan es alto, moreno, y muy atractivo. En su juventud, él fue un deportista de remo, no está casado y no sé dónde han ido todos sus consejos al no ser capaz de aplicárselos a él mismo.
Yo soy una chica normal, aunque despierto el interés de muchos hombres y mujeres solo con verme. Soy pelirroja, pelo largo, cintura fina, caderas que hacen que tenga un culazo de, "mírame y no me toques". Mi rostro tiene pocas pecas, aunque tengo piel muy clara, como mis ojos. Mis pechos son grandes, tiernos y muy bonitos. Siendo como dicen bella, he aprovechado esa belleza para estar con hombres y mujeres que me han gustado, pocas veces he recibido un no; porque es que cuando quiero, soy cautivadora a más no poder. Decidí intentar sacar a Duncan de su tristeza y, ni corta ni perezosa, me planté en su casa una tarde. Toqué al timbre varias veces, al final salió una chica más joven que yo, una rubita preciosa de unos diecinueve años, la cual me miró algo alterada preguntándome porque tocaba tanto, que su hermano dormía (las cinco y media de la tarde), hablé con ella, presentándome y disculpándome:
_ Hola, me llamo Margarita, fui alumna de su hermano más de dos años; me ayudó mucho, y me he enterado que esta regular de ánimo y deseaba verlo.
_ Hola Margarita, yo me llamo Isabel, soy la hermana pequeña de Duncan y he venido desde Gales para cuidarlo. Mi hermano no está regular, está fatal. Sus amigos apenas vienen ya, así que, muchas gracias por venir Margarita.
_ Isabel, muy joven eres para encargarte de cuidarlo, ¿no?
_No, tengo veinte años recién cumplidos, y soy bastante madura.
Yo había ido a aquella casa en las afueras vestida como me gusta, llamativa, bella y sensual: Llevaba una minifalda blanca, corta de más, una blusa celeste con encajes en el pecho, mi cabello lo llevaba suelto y estaba perfumada con Dasteinflor. Isabel estaba muy guapa, con unos vaqueros ceñidos y una camiseta de algodón, preciosa, una muñeca. Por un momento olvidé el motivo de mi visita, ya que estaba excitada mirando a Isabel. Esa exagerada excitación venía de atrás, porque antes de salir de casa me había afeitado el "bollo", dejándome solo una fina hilera de vello en mi pubis. Me había puesto braguitas de seda bancas y sujetador igual. Osea, que mientras me arreglaba, me iba excitando, imaginando deslumbrar a mi antiguo profesor con mis encantos y así, sacarlo de su bache. Tal preparación meticulosa de mi persona, hizo que mi sexo estuviera "muy motivado" al llegar a aquella casa en las afueras.
Después de hablar un rato con Isabel, me llevó al cuarto de su hermano, sin preguntarle primero si podíamos entrar, me hizo pasar a su habitación. Le dijo a su hermano al entrar las dos:
_ Duncan, mira quien ha venido a verte. ¡O! perdona.
Él no contestó, estaba dormido y roncando. Había una botella de licor tirada en el suelo, Duncan tenía la cremallera del pantalón bajada y su mano derecha sostenía un pene casi erecto, muy voluminoso. En el suelo y en su camisa había manchas de vómito. Le dije a Isabel:
_ Isabel, trae una zafa con agua y una toalla y deja que me encargue yo, no veo apropiado que su hermana se encargue, así como esta.
_ ¿De verdad?, muchas gracias Margarita, me habría dado mucho corte, nunca lo había visto así.
Cuando Isabel trajo la zafa y la toalla limpié la camisa y el rostro de Duncan con esmero, después, y bajo la atenta mirada de Isabel, limpie también su pene y agarrándolo con firmeza y arrancándolo de su propia mano, yo se lo metí de nuevo en su pantalón y se lo abroché (él no se dio ni cuenta, seguía dormido y roncando). Por último, me puse de rodillas a limpiar los vomitados de Duncan con la toalla y la zafa. Mi postura, y la faldita tan corta que yo llevaba, sabía que dejaban a la vista de Isabel, (que estaba detrás de mí), las bragas de seda blanca y encajes transparentes que me había puesto esa mañana. La verdad es que no me importaba, al contrario, me sentía excitada mostrando a Isabel mi trasero a la vez que limpiaba los vómitos de su hermano, jajaj, algo cenicienta.
Dejamos dormir a Duncan y nos tomamos un café juntas en el salón. Isabel me contó que había salido con un chico pero que lo dejaron hacía un año. Yo le pregunté si había tenido algo con alguna chica, me dijo que nunca, pero que tuvo una amiga íntima que si le gustaban las chicas y que alguna vez pensó en decirle a su amiga de probar a ver, pero no se atrevió. Pero su amiga se hecho novia y perdió el contacto.
Duncan seguía durmiendo a las diez de la noche, le dije a Isabel:
_Chica, voy a llamar a mi padre para que me recoja.
_ ¿No tienes coche Margarita?
_ Sí, pero lo tengo en el taller y me ha traído mi padre.
En ese momento salió Duncan de su habitación, me miró y me reconoció en seguida:
_ Pero Margarita, preciosa, ¿cómo tu por aquí?
_Me dijo mi padre que estaba usted un poco decaído y he querido visitarlo.
_ Gracias Margarita, sigues tan guapa como siempre. Háblame de tu, por favor, tutéame. Estaba durmiendo un rato, me ducho y estoy con vosotras. Isabel le habló al oído y él se puso rojo como un tomate y salió de la habitación, le pregunté a Isabel:
_Chica, ¿qué le has dicho a tu hermano?
_ Que tenía el miembro fuera, borracho, y que se lo has metido tú en la bragueta, que a mí me daba corte.
_ ¿De verdad?; joder que fatiga.
_Si, a ver si reacciona, o no bebe más como hoy, que tampoco es normal en él.
Cuando salió Duncan de la ducha me pidió perdón, que él no está acostumbrado a beber pero se le fue de las manos. Pero él quería saber:
_Margarita, lo del pene es una ocurrencia de mi hermana, ¿verdad?
_No, es cierto Duncan, no quería que tu hermana tuviera que hacerlo, te tengo mucho cariño y he venido para darte ánimo y, como ha sido el caso, ayudarte si es preciso.
_ Gracias primor, no sé qué decir Margarita, no sé si darte las gracias o salir corriendo.
_ Que lelo eres, no tiene importancia. Voy a llamar a mi padre para que me recoja. -Dijo Duncan:
_ Te invito a pasar el fin de semana con nosotros, la piscina está muy bien e Isabel parece estar a gusto contigo, así podré irme a mi habitación y pensar.
_ Me quedo, pero si mañana te bañas con nosotras en la piscina, ¡qué digo mañana!, esta noche. _ Intervino Isabel:
_ Duncan, yo digo lo mismo que Margarita.
Respondió su hermano:
_ Como queráis, pero no servirá para darme ánimo, la tristeza viene de dentro.
Cenamos los tres juntos, Isabel se había puesto preciosa, vestido elegante y bien maquillada. Yo seguía con la minifalda blanca y la blusa celeste (solo había venido para un rato) lo que sí hice antes de bajar para cenar es darme una ducha y no volver a ponerme mi ropa interior, estaba manchada con gotitas de pis y quería estar limpia. En la cena hablamos de todo un poco, del trabajo de Duncan, de mis nuevos estudios. Duncan nos relató cómo su novia de siempre, una chica de bien, lo dejo plantado en la iglesia. El seguía evitando a todo el mundo, tenía un sentimiento de vergüenza más que de dolor. Comprendí que necesitaba tener deseos que lo alejaran de esa vergüenza que sentía en su interior. Me levanté de la mesa para coger mi bolso, al cogerlo, lo deje caer al suelo a caso hecho. Me agaché para recogerlo, sin flexionar las rodillas, sabiendo que, al no llevar bragas; mi grueso y clarito bollo se me salía por detrás. Sentí también como el aire acondicionado acariciaba los labios menores de mi sexo, señal de que mi coño estaba "con la lengua" rosada fuera. Esa agachada les mostró mi sexo a los dos hermanos... Yo ya había tirado "el anzuelo" a ver quién caía en él. ¿Exhibicionista?, si siempre me ha gustado serlo, y si quería despertar a Duncan, tenía que ser directa y contundente. Al recoger el bolso me senté a la mesa. Ya en los postres. Me dijo Isabel
_No he caído en ofrecerte ropa interior después de la ducha.
_ Gracias, no me hace falta chica.
Al decirme eso Isabel, vi un brillo en sus ojos que yo conocía bien.
Después de la cena fuimos a la piscina, Isabel me ofreció un bañador y yo le dije que, si no les importaba, prefería bañarme desnuda, como hago en mi piscina. Duncan dijo:
_Margarita, estás en tu casa, báñate como quieras; tan bella como eres serás un lujo.
Me quite la ropa junto a la piscina, quedé completamente desnuda. Duncan llevaba un bañador azul, encendió los focos del fondo del agua y se zambulló. Isabel, con un bikini diminuto color amarillo, bajó al agua por las escalerillas. Duncan y ella me miraban desde dentro del agua: Yo estaba de pie junto a la piscina, mis caderas generosas y mi vientre plano y claro, eran el marco para mi pubis. Con un hilo de vello en el centro de un centímetro de ancho, mi pubis espeso y pelirrojo como el fuego yo sabía que era bonito. Más abajo, mi "bollo" sobresalía carnoso y voluminoso exento de cualquier vello.
Desde mi posición los veía comerme el coño con la mirada, ¡los dos! Yo me sentía pletórica al ver la expresión de felicidad en el rostro de Duncan, era un pequeño triunfo. Me bañé como una loca jugando con ellos, restregando mi culo desnudo contra los dos, en uno de esos restregones, sentí el pene de Duncan duro, duro, ¡dentro del agua! Estaban los dos excitados, yo más.
Después de darme un baño con sales y gel, me metí desnuda en la cama, en la habitación que me habían preparado. Las sábanas eran de lino, di vueltas sintiendo el roce del tejido, estaba caliente como una zorra. Sobre las tres de la madrugada, oí como se abría la puerta de mi cuarto. A oscuras, solo vi acercarse a Isabel cuando ya estaba cerca de mi cama. La chica llevaba un camisón blanco y corto. Levantó mi sábana y se tendió junto a mí, me dijo:
_Margarita, no puedo dormir, ¿te importa que me acueste contigo?
_ Al contrario, me gusta estar contigo, eres tan simpática y dulce.
Me contó muchas cosas, se pegó a mí, a los pocos minutos, estaba rodeando mi cintura con su brazo derecho. Yo estaba tan caliente que sin preguntarle, metí mis manos entre sus cabellos color rubio platino y, tirando de su cabeza hacia mí, le comí la boca restregando mis labios contra los suyos. Se quedó como pasmada, no dijo nada, su boca quedó abierta, le metí la lengua y jugué con sus dientes.
Descendí por la cama, alcé su camisón y tiré la sábana al suelo. Isabel abrió mucho las piernas, yo le baje las braguitas, encendí la luz y me puse yo sus bragas frente a ella. Isabel soltó una risa nerviosa, cerró los ojos y abrió más todavía las piernas. Su chochito era un dulce, de forma perfecta, pero muy pequeñito. Su vello púbico era tan suave como la brisa y rubio. Apagué la luz y, desde los pies de la cama, ascendí hasta su coñito... Se lo comí entero de un solo sorbetón, sus labios menores engordaron junto a mi lengua, ¡Que cosa más rica!, se lo chupé y mordí hasta que se corrió con espasmos entre mis dientes, su flujo era dulce y se corrió varias veces muy suave. Isabel gemía sin remilgos. Subí hacia la almohada arrastrando mis rodillas por la cama a ambos lados de ella, restregando mi coño contra su pubis, después lo arrastre por su vientre, uno de sus pezones, “como cuchilla”, atravesó por medio mi coño al seguir subiendo yo por la cama.
Llegué junto a su boca, ella miraba al techo. Me senté sobre su cara: mi ano sintió la dura presión de su barbilla y mi coño la humedad de su boca. Hice círculos como una gallina hace para enguerar, le aplastaba la boca. Liberé un poco la presión e Isabel comenzó a succionar mis labios internos como si comiera tallarines... Uffff. Me mordió los labios mayores, tirando de ellos, más fuerte, ¡Aggg! Grité, ¡Coño!, me había mordido fuerte. Le dije:
_ Chica traviesa. Me has marcado con tus dientes.
Dicho esto, ella sonrió, después me chupó el coño como si lo acariciara, suave, despacio... Un orgasmo terrible hizo temblar mi vientre y un chorro de mi flujo fue directo a su boca, me moví y parte del líquido se le metió a presión por la nariz.
Tosía como si se ahogara, le limpié la cara con la sábana y le bese las mejillas, Isabel estaba jadeando, me dijo después de bajarse de la cama y tenderse en el suelo de baldosas de barro:
_Margarita, por favor, no preguntes por qué ni digas que no... ¡Orina sobre mi cuerpo!
Esa entrega total, inesperada, hizo que se me dilataran los pezones y el anillo de mi culo. Le dije:
_ Con una condición.
_La que sea Marga.
_ Por lo menos un chorro de pis tengo que echártelo en la boca, y tienes que tragártelo.
_ ¡Hecho!, será un placer, ¡salvaje pelirroja!
Me puse de pie sobre ella, mis piernas una a cada lado de su bonito cuerpo. Había bebido mucho líquido y no había orinado, su suerte estaba echada: Con un chorro, desde casi un metro de altura, regué su sexo, su pubis y su vientre (mis orines en su ombligo al caer desde arriba hacían pompas). Sobre sus pequeños pechos oriné otros dos chorros, y le dije:
_ Guarrilla, abre la boca que te orine dentro.
Sin decirme nada, abrió la boca como un ave pidiendo comida. Me agarro con las dos manos por los cachetes y me metió un dedo en el culo, ¡muy adentro! Mi coño estaba a unos diez centímetros de su boca, oriné dentro de su cavidad bucal. Isabel abría y cerraba la boca como un pez, mis orines estaban bajando por su garganta. Un último chorro, intenso, regó todo su cuero cabelludo, moviendo mi culo para empaparlo todo. Salió mi vena de mandona y le dije:
_ Mientras me ducho, que estoy sudando, quiero que traigas una fregona y limpies bien el suelo, luego vete a tu habitación y dúchate allí, estoy cansada para dormir acompañada, gracias.
_ Como tú digas Margarita.
Dormí como un lirón, toda la noche. Después del desayuno fuimos a la piscina los tres, ya a la luz del día, volví a desnudarme delante de ellos. Me tendí y le pedí a Duncan que me diera crema solar, me pregunto nervioso:
_ ¿Dónde te doy crema margarita?
_ Por todo el cuerpo, por favor, menos en el interior de mi sexo, gracias guapo.
Me dio crema con intensidad, magreando todo mi cuerpo. Su pene estaba empalmado, parecía que se le iba a romper el bañador. Isabel estaba nerviosa, nadamos los tres. Me tumbé al sol, después le pedí a Isabel que me diera ella crema, y me la untó mejor que su hermano.
Después de estar toda la mañana en la piscina, Duncan hizo una barbacoa y comimos los tres. Durante toda la comida Duncan estuvo pletórico, haciendo gracias y muy activo; Isabel se sorprendió de ese cambio, y me dijo que era por mí, por mi encanto y por lo que mi desnudez y mi belleza provocaron en Duncan, parecía otro. Terminamos de comer y me fui a mi cuarto, me duché y me acosté un rato en la cama. Después de la siesta me perfumé con mi perfume Dasteinflor, bajé a la planta de abajo, abrí la puerta de la habitación de Duncan y Entré sin llamar. Lo encontré tendido en el sofá masturbándose. Tenía los pantalones y los calzoncillos por las rodillas. Al verme entrar, puso cara de espanto, se guardó la polla bajo las manos y me dijo como en un quejido:
_¡Pero margarita!, no llamas a las puertas, bueno, no pasa nada. Perdona por haberme visto así, no soy un pervertido, es que toda la mañana viéndote desnuda en la piscina, echándote protector solar, tocando todo tu cuerpo; con tu naturalidad y con esa belleza que tienes, ¡estoy que podría partir nueces con, ya sabes!. Hasta mi hermana se ha excitado en la piscina, lo he visto en sus ojos.
_ Tú crees
_ Creo que sí, eres algo fuera de la común Margarita.
Había visto pollas, pero la de Duncan era especial: la punta era muy gruesa, como una fruta, y el tallo bastante fuerte y largo. Me gustó, pero se tapó rápido. Le dije:
_ Duncan, tengo ya veinticinco años, me gustas, siempre me has gustado. Quita las manos, quiero vértela.
_ Que dices, me da vergüenza Marga.
_ Venga, un poco, cierra los ojos y déjame verla.
Cerró los ojos y retiró las manos. Su miembro estaba muy duro, palpitaba en el aire, la punta, como un mazo; oscilaba amenazante. Me acerqué a él y le besé la polla en la punta. Abrió los ojos, soltó un gemido y no se movió ni dijo nada. Abrí la boca y le chupe los huevos, manejándolos con la lengua dentro de mi boca. Le temblaban las piernas, le di con la lengua en el glande, estaba limpio, lo rodeé con mi lengua con lengüetazos grandes. Con mucho esfuerzo me metí aquel instrumento en la boca, al atrapar también el tronco, su glande arrastro mi campanilla hacia la garganta. No cesé de tragar hasta que su vello púbico se aplastó contra mi nariz. En ese momento mi coño estaba empapado, pero no sé por qué, el anillo de mi culo se había dilatado, se me abría y se me cerraba. Estaba claro que instintivamente quería que Duncan me "rompiera" el culo. Le dije:
_ Duncan, necesito que me penetres, pero tengo la regla, por favor; métemela por detrás si no te molesta.
_ Como me va a molestar darle por el culo a una pelirroja tan preciosa.
Era mentira lo que le dije.
Me arrodillé, me quité la minifalda y alcé mi culazo en pompa de espaldas a él. Me metí tres dedos en la boca y con ellos llenos de saliva me frote el ano. No tardó ni un segundo Duncan en poner su polla en la entrada de mi culo, joder como achuchaba el profesor, coño como me dolía. Me la pudo meter entera porque yo estaba muy excitada. Una vez dentro, la sacaba y la metía muy despacio, ¡más de quince minutos estuvo follándome el culo!, en los últimos envites su ritmo me hacía estremecer. La sacó y se corrió sobre mi espalda, sentí su calor como gotas de lluvia espesa.
La noche siguiente, que era la del sábado al domingo, volvió a venir Isabel a mi cama; esa vez, le enseñe a ser dócil. Le azote el culo con mi mano hasta que me pidió que parara. Luego nos comimos a besos. La mañana del Domingo Isabel salió a dar una vuelta. Duncan, después de despedirse de su hermana, subió las escaleras a toda prisa y me folló por el culo y después por el coño. Se corrió dentro de mi coño, (menos mal que estaba tomando la píldora). Su leche casi me quemaba, espesa como la miel. Me metí un dedo en la vagina y cogí un poco de su “regalo” y sentí que era fuego. Después me chupé el dedo y me gustó su sabor. Me marché de allí dando ánimos a Duncan para que buscara y disfrutara. Hace pocos días de eso, pero ya he vuelto a disfrutar de Isabel en mi casa.
(C) {Margaryt}