De la timidez al atrevimiento hay un solo paso (5)
El se incorporo tomándola de las piernas y empujándolas, el sexo de ella brillaba por el néctar que empezaba a empapar la cama
Las cortinas cerradas le daban la oscuridad necesaria para no saber si era de día o de noche, si, ella ya lo sabía, estaba deprimida, muy deprimida.
Recapitulando las últimas semanas trataba de sopesar si valía la pena todo lo vivido en comparación con el agujero que se le había formado en el pecho que le dificultaba respirar (y vivir), llego a la conclusión, que a pesar de su cobardía, y de que siempre huía de cosas que le hicieran daño, valía la pena sentirse tan miserable a cambio de esas semanas de ensueño.
“Es mejor haberle tenido un poco de tiempo a no haberle tenido nunca”, se repetía una y otra vez a sí misma, era lo único a lo que podía aferrarse en las interminables horas de dolor y llanto.
Ahora recordaba la pregunta formulada por Alexandra en lo que parecía ser siglos atrás en lugar de días, ¿estas enamorada de el?, había preguntado la hermana de Alexander, en ese momento la confusión y su habitual tendencia a negar las cosas positivas de su vida la habían hecho no responder con sinceridad, pero ahora podía decirlo sin lugar a duda, estaba enamorada, sí que lo estaba, y que irónico darse cuenta de aquello ahora que ya no le podía tener, quizás si se lo hubiera dicho el no se habría marchado.
Tres días habían pasado, tres días de encierro en su pequeño apartamento a oscuras, los dos primeros días el llanto incontrolable no la dejaba ni siquiera comer, pero hoy, no es que se sintiera mejor, pero tenía que continuar, esa era la premisa en esta vida, continuar sin importar que, el ser humano es adaptable, y eso era lo que ella haría, adaptarse a un corazón roto.
Se levanto de la cama sintiéndose débil, fue hasta la cocina y calentó alguna sobra sin fijarse bien si estaba en buen estado o no, mastico maquinalmente y trago, bebió porque su cuerpo necesitaba liquido para vivir, lavo los platos por que odiaba la suciedad, fue a darse un baño porque era lo que la gente civilizada hacia.
Esos pequeños pasos para una recuperación podrían parecer poca cosa, pero para alguien que solo veía su futuro como un agujero negro lo era todo.
Había pedido sus vacaciones en la biblioteca, tenía un mes por delante, ahora ya no le parecía muy buena idea no tener que trabajar.
El sonido del timbre la hiso dar un brinco y se dio cuenta que se había quedado en medio de la sala mirando a la nada.
-¿Quién es?-
Pregunto aproximándose a la puerta
-Soy Alexandra, deseo hablar contigo –
El corazón le latió con fuerza, no deseaba ver ni escuchar nada que le pudiera recordar aquel hombre, sencillamente era demasiado doloroso.
-Alexandra lo siento pero la verdad no estoy de humor para visitas-
-Liliana si no abres la puerta traeré a los bomberos para que la abran, no creo que desees esa clase de espectáculo-
La seguridad en la voz de Alexandra le dijo que no estaba bromeando, resignada abrió la puerta, la hermosa mujer la miro de pies a cabeza en total conmoción
-Veo que estos días te la has pasado muy bien-
Dijo en tono sardónico entrando al departamento
-Algo de luz no te vendría mal-
Alexandra tomo las cortinas y las descorrió, el sol entro a raudales por la ventana iluminando todo a su paso.
-¿Has comido?-
Pregunto avanzando a otra ventana y abriendo las cortinas
-Si-
-¿Te has bañado?-
-Si-
Alexandra termino de abrir todas las cortinas y ventanas, observando fijamente a Liliana se sentó en el sillón.
-Siéntate-
Le pidió palmeando a su lado
-¿En qué te puedo ayudar Alexandra?-
Dijo Lili emitiendo un suspiro de frustración
-Eh tratado de llamarte por teléfono pero creo que la línea esta averiada-
Alexandra miro disimuladamente al teléfono que se encontraba en una mesa al costado y vio que estaba desconectado de la pared.
-Si esta averiado…ahora dime ¿que puedo hacer por ti?-
-No te hagas esto Liliana-
El rostro de Alexandra era de aflicción, sus ojos verde uva se llenaron de lagrimas que lucho por mantener a raya, Liliana observo la preocupación de aquella mujer que apenas conocía pero que se sentía identificada con la perdida, con el dolor, con el duelo que tiene toda mujer al perder al hombre que ama, todas las mujeres sin excepción han pasado por eso, se enamoran y las abandonan, así es la vida.
-No sé que voy hacer-
Las palabras de Liliana salieron con un resolló lastimero, las lagrimas abandonaron sus ojos como una catarata interminable que le nublaba la visión. De pronto sintió los brazos de Alexandra rodeándola y atrayéndola hacia ella, no supo cuanto tiempo estuvieron en esa posición hasta que por fin se calmo con un fuerte suspiro.
-Tengo algo para ti, pero no sé si sea bueno dártelo-
Alexandra saco de su cartera un libro y lo tomo con ambas manos reflexionando
-¿Es algo que me dejo tu hermano verdad?-
La mujer asintió mirándola de reojo estudiando su reacción
-Creo que ya nada va empeorar como me siento-
Diciendo esto extendió la mano para recibir el libro, se lo paso con cuidado depositándolo en sus manos como si se tratara de una bomba.
Al principio le pareció extraño que él le hubiera dejado un libro que ella ya tenía y él lo sabía, fue una de las primeras cosas que le habían llamado la atención a él cuando visito su departamento.
Lo abrió y del interior cayo una nota, el corazón se le oprimió en el pecho, temblando recogió el papel del suelo.
Escribí este libro y sus continuaciones en un momento muy difícil de mi vida, fue la única forma que encontré de desahogar mi corazón…con esto quiero que veas que hasta de lo malo se pueden sacar cosas buenas…jamás te dejes vencer…no pretendo pedir disculpas por mis acciones, solo deseo que sepas…quiero que sepas que eres una persona muy especial y que la vida te espera…
Alexander.
Nuevas lágrimas bañaron sus ojos enrojecidos e hinchados, arrugo la nota entre los dedos y la lanzo al otro extremo de la habitación.
-¿El escribió esto?-
Señalo con un dedo como acusando al libro de algún delito grave
-Si…No sabía si sería una buena idea dártelo-
-No te preocupes Alexandra, en realidad era justo lo que necesitaba-
Ni una disculpa, ni una explicación, nada, solo sus palabras vacías de que la vida continua, estúpido, como había podido jugar con ella de esa manera, ¿cómo?
-Gracias por todo-
Liliana se puso de pie, sintió una seguridad y resolución naciendo en su interior, después de todo Alexander tenía razón, siempre se podía rescatar algo bueno de lo malo.
-Te deseo lo mejor-
Alexandra abrió los brazos y Lili se acomodo entre ellos, hubiera sido agradable ser cuñadas pensó
-Yo también te deseo lo mejor-
Alexandra tomo su cartera y con un beso en la mejilla se despidió de ella
Sola en su departamento, miro a su alrededor, todo le recordaba a él, aunque hubiera sido muy poco el tiempo que hubieran pasado aquí, pero aun así…
Tomo una gran bocanada de aire y callo arrodillada en el piso gritando y llorando, golpeo el suelo con los puños hasta que las manos le dolieron, lloro hasta que sintió que la cabeza se le iba partir en dos, grito hasta que la garganta se volvió rasposa, soltó todo, absolutamente todo, fue como si terminara de purgar su corazón .
Cuando termino se puso de pie, fue directo al teléfono lo conecto eh hiso la llamada que le cambiaria la vida para siempre.
-Buenas tardes un pasaje a Paris por favor-
Dos años después…
-Alexander Maximilian Martin-
Una rubia despampanante con un vestido hecho específicamente para marcar cada curva de su deseable cuerpo caminaba en medio de las mesas del restaurante, los ojos fijos en él como si fuera su próxima presa.
-Sabrina-
Saludo sin entusiasmo cuando la mujer llego a su lado
-¿Te importa si me siento?-
-Adelante-
Sabrina se acomodo en una silla contigua a la suya arqueando el cuerpo sensualmente, el ni siquiera levanto la mirada del periódico ni dejo de beber su café matutino.
-Esta tarde tienes una conferencia de prensa-
-Lo sé-
Sabrina trabajaba para la editorial que publicaba sus libros, y este en especial era uno de los más esperados, después de tres años de no escribir ni siquiera la lista del mercado, había sacado un nuevo best seller del horno, la editorial había mandado a Sabrina para coordinar todo, y según ellos “tenerlo contento”, y valla que era todo lo contrario, desde que la conoció un año atrás , la mujer no paraba de lanzársele encima, el siempre se negaba con educación (al menos al principio), ahora directamente la ignoraba.
-Espero que tengas algún discursillo preparado para la ocasión-
-Tengo todo bajo control Sabrina gracias por la preocupación-
Como le irritaba aquella mujer, de verdad que lo hacía.
-Entonces, si ya tienes todo listo, que te parece si vamos a tu habitación para relajarnos un poco-
El tono cargado de lujuria y diversión de aquella voz melosa le dio ganas de tomarla por el cuello y follarsela solo para que de una vez por todas lo dejara en paz.
-No gracias-
Dijo condescendiente, bebiendo su café y volteando la página del periódico.
-Oh Alexander no siempre vas a poder escaparte de mi ¿sabes?-
-La expresión “cuando el infierno se enfríe” te dice algo-
Su tono neutral y desprovisto de emociones hiso que la mujer emitiera un bufido, pero pronto recompuso sus modos de femé fatale.
Ya estaba a punto de hacer otro comentario “seductor” cuando dos colegas aparecieron, con una sonrisa de infinito agradecimiento los invito a sentarse, Sabrina se disculpo retirándose del lugar
-Y bien Alexander después de mucho tiempo que nos honras con otra nueva obra de arte-
El tipo era regordete y con cara mofletuda, su apariencia podría engañar a cualquiera pero menos a los del mundillo al que pertenecían, el era un escritor muy influyente y buen amigo de Alexander.
-No sé si es una obra de arte mi buen amigo pero si es algo que me ah costado mucho escribir-
-No seas tan humilde, todos sabemos que tus libros se venden como pan caliente-
El otro tipo era uno de los críticos mas reconocidos de la industria, su cara de sapo y boca amplia eran el terror de todos los nuevos escritores (y los antiguos también)
El tipo de la cara mofletuda dejo vagar sus ojos por el restaurante, el hotel estaba a reventar, esta feria atraía a la mayoría de editoriales y escritores, muchas de las nuevas aspirantes pasaron con sus aires de superioridad pero al verle sonrieron con hipocresía, el lo sabía, pero que mas daba si se podía llevar a un par a la cama con la promesa de presentarles a personajes que hicieran despegar sus carreras.
-Este año hay muy buenos especímenes-
Comento mirando a una muchacha de senos grandes
-¿No te parece que es anti ético usar tus influencias para llevártelas a la cama?-
-Mi queridísimo Alexander no todos hemos nacido con tu apariencia y carisma, algunos tenemos que usar otras armas para poder tener mujeres-
El mofletudo y el de la cara de sapo rieron a coro por la ocurrencia
-Pues les deseo mucha suerte mis amigos-
-¿Oye y tú hasta ahora no le has dado una probada a esa Sabrina?-
-No es de caballeros comentar sobre mujeres-
Los dos tipos se rieron de manera desagradable, Alexander opto por irse a su habitación, ya sabía que tono tomaría la conversación y no deseaba ser el centro de ella.
-Mis buenos amigos me retiro, los veo por la tarde-
Ambos asintieron sin prestarle atención, en ese preciso momento dos bobitas se sentaban en una mesa próxima y los miraban sonriendo.
Alexander dejo el atestado lugar caminado directo a los elevadores, algunos lo reconocían y le pedían un autógrafo, el amablemente aceptaba y firmaba los libros.
Una muchachita le paso un ejemplar para que lo autografiase cuando una sensación rara le hiso mirar con dirección a la entrada, una mujer bellísima entro seguida por el botones que cargaba sus maletas y un tipo rubio que le pareció extrañamente conocido.
La mujer tenía el cabello caoba que le caía en finas ondas por la espalda, su rosto se adivinaba delicado atraves de las enormes gafas oscuras que usaba, una vestido negro ceñido hasta las rodillas remataba esa aura de seducción que la rodeaba, sus movimientos al caminar eran gráciles como los de una gacela, media recepción no pudo aguantar el impulso de mirarla caminar, no había nada estudiado ni milimetrado en su sensualidad, ella era sexy por naturaleza.
Alexander trago saliva olvidándose de la gente que le rodeaba esperando su autógrafo, sus ojos concentrados en ese cuerpo de curvas sutiles pero impactantes.
El conocía a muchas mujeres guapas, mujeres con dinero, con posición, mujeres que cualquier hombre mataría por llevárselas a la cama, pero ninguna, absolutamente ninguna tenía ese poder que aquella extraña estaba ejerciendo sobre él, su sola presencia lo hacía endurecerse bajo sus pantalones, no la conocía, ni siquiera sabía su nombre, pero su cuerpo la deseaba como a ninguna otra, bueno con excepción de una mujer, se obligo a sí mismo a no recordar aquel nombre y se concentro en la mujer que ahora firmaba algo, el rubio se le acercó por la espalda y la tomo por el codo atrayéndola a su cuerpo para poder decirle algo al oído. Una ráfaga de celos recorrió su cuerpo, era estúpido sentirse así por una desconocida pero no podía evitarlo.
El ascensor se abrió, sin ganas ingreso no sin antes darle una última mirada a la mujer que ahora sonreía por algo que le había dicho el rubio, aquella sonrisa, había algo en esa sonrisa, las puertas se cerraron dejándolo sumido en la confusión.
A las tres de la tarde el sonido del móvil le despertó, era Sabrina que le llamaba para recordarle la hora de la conferencia de prensa , le colgó sin dejarle hacer algún comentario estúpido y se fue directamente a la ducha, se afeito y se peino, en su cabeza aun estaba presente aquella mujer fascinante del lobby, ¿Quién era?, obviamente se hospedaba en el hotel, esperaba cruzarse con ella y… ¿y qué?, no se veía así mismo invitándola a tomar algo o a cenar, hacia mucho que no hacia esas cosas, pero había algo en ella, algo que no podía negar le atraía enormemente, la tenía que conocer.
Dejo su habitación con miles de pensamientos rondando su cabeza cuando la vio de pie esperando el elevador, estaba de espaldas pero aun así supo que era ella, el rubio estaba a su lado como un perro guardián, trato de caminar más aprisa pero sin que se dieran cuenta, las puertas se abrieron y la pareja entro, se sintió tentado a correr pero se aguanto, ya tendría oportunidad de verla en otro momento.
El lobby estaba lleno de gente, representantes de editoriales, escritores, críticos, reporteros, muchos se acercaron a él para saludarlo a penas salió del ascensor, pero sus ojos la buscaron en medio de la multitud, a lo lejos se alejaba ella acompañada del rubio, ¿A dónde iría?, estaba a punto de seguirla cuando Sabrina apareció tras el sonriente
-Alexander él es…
No capto ni el nombre ni quién era el hombre que le presentaba Sabrina, solo quería ir tras aquella mujer, pero le fue imposible, pronto se vio rodeado de gente que le hacía preguntas o lo elogiaba por su nuevo libro.
A duras penas se pudo zafar del gentío para ir al salón donde se llevaría a cabo la conferencia de prensa.
La mayoría de las sillas ya estaban ocupadas, pero el así como otros escritores tenían los asientos preferenciales adelante, una muchacha se acercó a él y lo llevo a su asiento, otros colegas tomaron sus lugares correspondientes, pronto el lugar se lleno de conversaciones.
Luego de unos minutos la ceremonia comenzó, escritor tras escritor subían a presentar su nuevo libro, algunas preguntas de los reporteros y pasaba el siguiente, el aburrimiento era normal en este tipo de cosas pero como bien decía su publicista era un mal necesario.
Ya iba por el bostezó número nueve mil, cuando una figura femenina subió al podio, todos su órganos dejaron de funcionar por unos segundos, era aquella mujer, era ella, pero…ya no tenía las gafas oscuras, sonreía abiertamente mientras la presentaban, no hiso falta que escuchara su nombre, ¿como había podido ser tan estúpido?, ¿como no se había dado cuenta?, era Liliana, dios era ella.
El presentador termino de hablar y Liliana continuo con la presentación, su voz era segura, pero aun así era la misma vocecilla cantarina que el recordaba, las mismas facciones delicadas que le daban un aire de ratoncito estaban ahí aunque ahora no se le veía tímida ni frágil, al contrario, todo el mundo hiso silencio cuando ella hablo, todos le prestaban toda su atención.
Alexander trago saliva con violencia observándola hablar sobre su libro, aquella mujer era una totalmente diferente a la que el recordaba, por eso no la había reconocido desde un principio, aunque aun distinguía ciertas cosas, como esa sonrisa dulce, esa mirada inteligente, el movimiento de sus manos al hablar, el cabello que tanto le gustaba suelto por sus hombros.
Liliana termino su exposición, muchos aplausos y felicitaciones, el rubio la recibió extendiéndole la mano, aquel rubio, si lo conocía, una escena de muchos años atrás vino a su mente, un rubio igual de irritante tomando por la cintura a Liliana cuando se lastimo al caer de las escalerillas, era Mika.
De pronto su nombre fue anunciando por los altoparlantes, Liliana se puso pálida y miro alrededor, por unos segundos sus miradas se encontraron, fue como si el salón entero hubiera sido evacuado y solo quedaran los dos, Alexander avanzó hacia ella con paso firme, dispuesto a todo, Liliana no podía dejar de mirarlo al igual que él no podía apartar sus ojos de ella, Mika se percato de quien era él y la tomo por el brazo sacudiéndola con suavidad, el mundo volvió a su rotación normal y la realidad cayo pesada sobre Alexander, Liliana desvió su mirada concentrándose en Mika, Alexander subió al podio observando como la mujer era guiada a la salida.
No podía recordar lo que había dicho en su presentación, lo bueno fue que al parecer dijo coherencias ya que no le tiraron tomates ni lo abuchearon.
De vuelta en su habitación se tomo unos momentos para calmarse y pensar, ¿Qué podía hacer?, ¿Ir a verla?, después de todos estos años, después de lo que le había hecho, que le daba derecho a ingresar nuevamente en su vida.
Pero tampoco podía dejar pasar esta oportunidad, solo dios sabia como el arrepentimiento le había hecho regresar un mes después a buscarla, estaba dispuesto a arrodillarse suplicando perdón, decirle que la amaba y que era un tonto, pero no la encontró, se había esfumado sin dejar rastro, nadie pudo darle razón de ella, fue como si la tierra se la tragara, su estupidez, su idiotismo, su miedo, su cobardía, le habían hecho perderla para siempre, pero ahora, podía tener una nueva oportunidad, el destino quería darle un chance de enmendar sus errores, o quizás podía ser el karma que venía a restregarle en la cara lo que había perdido, ¿seria Mika su amante?, con gruñidos recordó la manera del mocoso de mirarla y eso fue antes de que ella se transformara es esta criatura divina que era ahora, el rubio no perdía el tiempo.
El sonido de la puerta lo sobresalto, probablemente era Sabrina que venía por su dosis habitual de rechazo, abrió la puerta y el corazón se le disparo, Liliana lo observaba con calma desde el otro lado.
-¿Puedo entrar?-
De pie en la puerta sin poder articular palabra asintió con torpeza. Que bella que estaba, el cabello suelto revoloteaba sobre un vestido de seda blanco tan suave que flotaba alrededor de su cuerpo.
-¿Como has estado?-
Pregunto sentándose al borde de la cama desordenada. Alexander tuvo el impulso de ir donde ella y quitarle el precioso vestido.
-Bien-
Respondió sin saber si sentarse a su lado, pero decidió que era mejor hacerlo en la silla frente a ella.
-Tu libro ah tenido muy buenas críticas-
Con deliberada lentitud cruzó las piernas y un tatuaje se asomo por su tobillo derecho, una especie de símbolo, Los ojos de Liliana lo miraron fijamente, se sintió intimidado, nervioso
-Así es-
Dios, es que acaso no podía contestar con algo más que monosílabos
-¿Te sorprende verme aquí verdad?-
Una sonrisa de burla se dibujo en sus labios, si que había cambiado.
-Si la verdad es que me sorprendes-
-Seguí tu consejo-Liliana se puso de pie y fue hasta el ventanal que los separaba de un pequeño balcón, en las manos tenía una cajetilla de cigarrillos, tomo uno y se lo puso en los labios mientras lo encendía con un encendedor plateado- Salí a vivir la verdadera vida-dijo aspirando el humo para acto seguido expulsarlo en una nube gris
Alexander se quedo en silencio observando la manera como la luz del atardecer iluminaba las facciones del rostro de esa mujer, la luz anaranjada arrancaba destellos rubios de sus cabellos, ¿cómo había podido abandonarla?
-Me doy cuenta de eso-
Comento con ironía refiriéndose más a Mika que a otra cosa
-Si lo eh hecho…y es por eso que vine, te quería agradecer, si no hubiera sido por ti no lo habría hecho-
-No hace falta que me agradezcas nada-
-Oh claro que si, si no me hubieras destrozado el corazón aun seguiría metida en mi biblioteca-
Alexander sintió como si le hubieran dado un golpe en el estomago sacándole todo el oxigeno, ¿Qué esperaba?, un reencuentro apasionado y lleno de amor.
-Yo lo sien…
-No eh venido para que te disculpes, eso ya quedo en el pasado y está olvidado-
Liliana enfatizó en el “olvidado”
-¿Mika es tu amante?-
Las palabras salieron de sus labios sin pensarlo, Liliana sonrió complacida por el efecto que estaba causando, sí, eso era lo que quería, verlo sufrir y lo estaba consiguiendo
-Eso no es de tu incumbencia-
Ambos se quedaron en silencio, Alexander observándola y ella mirando a la calle fumando
-¿Me odias?-
Pregunto Alexander con tristeza buscando su mirada
-No, para nada, tú ya no significas nada para mí, y el odio seria dedicarte un sentimiento, y no te lo mereces-
El corazón se le retorció en el pecho dolorosamente, un nudo en la garganta le impidió responder, se lo merecía, claro que se lo merecía, ella no sentía nada por él, absolutamente nada, y solo había venido para demostrárselo.
-Eso era todo lo que te tenía que decir-
Liliana camino sin mirarlo a los ojos, sus tacones resonaban en la cabeza de Alexander, ella era la que lo abandonaba ahora.
Estaba a punto de salir de la habitación cuando Alexander la tomo por el brazo haciéndola girar sobre si misma
-Suéltame por favor-
Dijo con suma tranquilidad pero sin mirarlo a los ojos
-Mírame-
Le ordeno el sacudiéndola un poco
-MIRAME-
Repitió agarrándole con fuerza del brazo, ella levanto el rostro despacio, trataba de parecer impávida pero sus ojos decían otra cosa
-Me amas-
-Estas loco, suéltame-
Las palabras de ella, la manera como intentaba poner el cuerpo rígido, todo eso lo hubieran podido engañar, pero sus ojos, esos ojos, jamás lo harían, ahí estaban sus verdaderos sentimientos
-Aun me amas, aunque intentes engañarte a ti misma lo haces-
Liliana apretó los labios controlándose, su corazón latía con fuerza contra su pecho.
-Suéltame-
-No lo hare hasta que admitas que me amas y luego te dejare ir si así lo quieres-
-Suéltame-
-Dilo maldita sea-
-SIIII, TE AMO, TE AMO MALDITA SEA, PERO TAMBIEN TE ODIO, TE ABORRESCO-
Liliana respiraba con dificultad, su cuerpo temblaba lleno de ira, quería golpearlo causarle mucho daño, que sintiera aunque sea un poco lo que ella había sentido, maldito egoísta como había podido obligarla de esa manera aceptar que lo amaba, ese hombre no dejaba de jugar con ella, había sido una estúpida el venir, la idea de verlo y mostrarle el desprecio que le sentía, al principio pareció perfecta, una venganza estupenda, pero ahora presa de sus manos, la idea se veía como lo que en realidad era, solo un intento de estar cerca a él y sentirlo aunque sea por última vez
Alexander la tenia sujeta de ambos brazos, a esta distancia divisaba cada detalle del rostro femenino, aquellas pequitas alrededor de la nariz, esa pequeña arruguita en medio de las cejas, los labios delgados, los ojos nublados por las lagrimas, sus labios descendieron buscando los de ella
-No te atrevas-
Rugió tratando de zafarse, pero las manos de el la apretaron aun más fuerte. Ya solo los separa unos cuantos centímetros cuando el susurro contra su boca
-Te amo, siempre lo eh hecho, fui un tonto, un cobarde por dejarte, te amo Liliana-
Cuantas veces había soñado con escuchar eso, ¿Cuántas?, demasiadas veces, la ira se le escapaba del cuerpo a pesar que ella intentaba mantenerla, pero no podía, el rostro de él era puro sufrimiento y arrepentimiento genuino, podía ver su alma atraves de sus verdes ojos, podía ver sus sentimientos, la amaba, tanto como ella a él.
-Me abandonaste-
Sollozo y un par de lágrimas rodaron por sus mejillas
-Jamás me lo perdonare, pero pasare el resto de mis días enmendando ese error, pasare el resto de mis días haciéndote olvidar aquel amargo recuerdo-
Sus labios se juntaron con suavidad, ella subió sus manos hasta su cuello y lo atrajo contra su cuerpo tembloroso, las manos de Alexander la aferraron por la cintura como intentando fusionar sus cuerpos, el beso paso de tierno a urgente, la lengua de él se abrió paso entre sus labios y ella lo recibió con gusto encontrándose con la suya.
Sin darse cuenta el vestido le fue sacado con rapidez por encima de la cabeza dejándola solo con las bragas ya que no llevaba sujetador, Alexander emitió un gemido al verla semi desnuda, con ambas manos la tomo de los senos y los lleno de besos.
-Quiero que seas mía-
Susurro en el preciso instante que se llevaba a la boca uno de los pezones y lo succionaba poniéndolo aun más duro
-Tómame-
Fue todo lo que pudo responder Liliana dejándose guiar a la cama, el se recostó encima de ella poniendo ambas manos al costado de su rostro, la observo unos instantes deleitándose de aquellos labios enrojecidos por los besos, de esas mejillas ruborizadas por la excitación, las manos de ella le recorrieron la espalda enviando descargas de placer por su columna vertebral, sin poder contenerse más, se irguió sobre la cama y se desprendió de sus ropas, su erección salto fuera de los calzoncillos apuntándola.
Quería ser suave, quería tomarse su tiempo, pero la necesidad de estar dentro de ella era superior a la razón, le saco las bragas y oriento su falo a la entrada húmeda.
-Te amo-
Dijo el
-Te amo-
Respondió Liliana.
Ambos gimieron cuando sus carnes se encontraron, Liliana se arqueo en la cama sonriendo de placer, Alexander avanzó y retrocedió saboreando la suavidad aterciopelada que lo envolvía.
Las manos de ella lo cogieron por las nalgas empujando contra sus caderas, sus cuerpo se meció contra el de ella, entrando y saliendo, avanzando y retrocediendo.
El se incorporo tomándola de las piernas y empujándolas, el sexo de ella brillaba por el néctar que empezaba a empapar la cama, se la ensarto de una haciéndola gritar, las embestidas se hicieron veloces, los senos de Liliana se bamboleaban con cada arremetida.
La tomo de ambas piernas y la coloco de costado, nuevamente la penetro pero esta vez aquella posición lo hiso sentirla mil veces mas ajustada, Alexander rugió conteniendo las ganas de acabar
-Extrañaba tu calor, tu cuerpo-
Dijo el moviendo sus caderas de atrás para adelante despacio.
-Recuéstate-
Le pidió ella, el obedeció tendiéndose a su lado, Liliana se elevo sobre su cuerpo pasando una de sus piernas sobre sus caderas, se recostó sobre el pecho de Alexander hasta llegar a su labios, lo beso con lujuria y deseo y sin previo aviso se empalo en la endurecida verga, Alexander la apretó de las caderas cerrando los ojos y maldiciendo lo bien que se sentía.
El cuerpo de ella se ondulaba sobre el de él, sus caderas se frotaban contra la pelvis masculina
-Me corro-
Liliana apretó las piernas contra sus caderas, empezó a botar ensartándose más profundamente el miembro.
Su orgasmo la hiso gritar tirando la cabeza hacia atrás, Alexander la ayudo jalándola con sus manos por la cintura hasta que su propio orgasmo lo dejo tendido sin fuerzas sobre la cama.
Ambos cuerpos desnudos se derrumbaron satisfechos, las respiraciones entrecortadas.
Ya era de noche, la habitación estaba sumida en la completa oscuridad solo alumbrada por las luces de la calle
-Ven acá-
Liliana se aproximo a él y se acomodo en su pecho.
No había palabras por decir en ese momento, ya luego hablarían de todo, por ahora Liliana se sentía tan bien entregada a ese cuerpo que decidió darle rienda suelta al cansancio y dormir
Estirándose en la cama Liliana abrió los ojos aun sonriente por la noche pasada, extendió una de sus manos buscando a Alexander pero no le encontró
-Alexander-
Llamo pero no hubo respuesta, el corazón se le oprimió en el pecho recordando una misma escena hace mucho años atrás, se puso de pie con rapidez y fue al baño, la habitación estaba vacía.
Despacio avanzó hasta sus ropas y se vistió, ¿es que podía ser tan tonta para caer en lo mismo dos veces?, dio un suspiro y se obligo a no llorar, ya había tenido de eso bastante, ahora solo tenía que salir de ahí, lo próximo seria viajar a Madrid donde le esperaban y…, continuo repasando mentalmente su itinerario, termino de vestirse y la debilidad la hiso sentarse en la cama, apretó los puños aguantando las lagrimas y cerró los ojos
-Estúpida, estúpida, estúpida-
-Liliana ¿estas bien?-
Alexander entro en ese momento con un ramo de flores un osito de felpa y una pequeña bolsa.
-Yo pensé…
Tartamudeo ella, como una niña pequeña empezó a sollozar cubriéndose la cara con ambas manos, Alexander dejo todo sobre la mesa y corrió a arrodillarse frente a ella
-¿Qué pasa dime, que va mal?-
Pregunto preocupado acariciándole las rodillas
-Pensé que te habías ido-
Alexander suspiro retirándole las manos del rostro
-Quiero que me escuches y te grabes esto en la cabeza, nunca te voy a dejar, nunca, ya aprendí mi lección, te amo, y no quiero volver a perderte, no quier…
Pero sus palabras fueron ahogadas por los labios de Liliana
-Te amo-
Dijo ella separándose de el
-Y yo a ti tontita-
Respondió limpiándole las lágrimas
-Ahora me permites darte lo que te traje-
Ella asintió limpiándose las lágrimas y sonriendo
-Toma-
Le dio el ramo de flores y un pequeño osito de felpa que Liliana acuno contra su pecho
-Y esto-
Le tendió una bolsa de papel como la de los supermercados, Liliana metió una mano al interior y saco una cajita negra, despacio la abrió y en el interior un anillo con un enorme diamante rosado reposaba tan brillante como el sol mismo, aturdida levanto la mirada hacia Alexander que ahora se apoyaba sobre el suelo solo con una rodilla
-Liliana-
Dijo en tono tan solemne que las piernas de Lili flaquearon y si no hubiera estado sentada se habría desplomado en el suelo
-¿Te quieres casar conmigo?-
Liliana abrió la boca una vez, luego otra, pero no podía encontrar su voz
-Si tienes que pensarlo un poco lo entiendo…dios yo lo siento…pensé que…no te sientas presionada enserio piénsalo yo…
Liliana cargo contra él en un abrazo tan fuerte que ambos cayeron contra el suelo alfombrado
-No tengo nada que pensar-
-¿Eso es un sí?-
-Si-
Quitándose la ropa se amaron sobre la alfombra
Fin