De la timidez al atrevimiento hay un solo paso (3)
El cuerpo de Liliana se convulsiono, un calor volcánico se concentro por todos lados donde era penetrada con fuerza, pero ya no sentía dolor solo placer...
Liliana se vio al espejo, la cara que le sonreía le pareció ajena pero a la vez muy propia. Aquellos surcos alrededor de los ojos que normalmente eran muy pronunciados, ahora solo eran unas leves sombras. Su piel que le parecía cetrina y sin vida había adoptado un brillo inusual, haciéndola verse cinco años más joven. Inclusive su cabello, que antes era opaco y plano, se lleno de vida, la mata caoba le caía en risos que parecían tener vida propia jugueteando con sus hombros y pechos. Se puso de perfil y estudio a conciencia aquel rostro, estirándose la piel, y buscando aquellos defectos que siempre ubica al instante y ahora parecían haber desaparecido como por arte de magia. Se sonrió una vez más y la mujer en el reflejo le pareció menos cansada y más ¿bonita? Bueno no tenía tiempo para ponerse a pensar que era lo que realmente estaba pasando con su cuerpo o si estaba sufriendo un caso Benjamín Bottom.
Luego De cepillarse los dientes tomo el cepillo con el que se desenredaba el cabello hasta dejarlo totalmente liso y poder hacerlo un moño ajustado encima de la cabeza, pero pensándolo bien hoy se sentía juguetona, se hiso una media cola y dejo el resto de los risos deslizarse por donde se les viniera en gana, un pequeño mechón callo por su rostro, y lo dejo ahí. Fue hasta la mesa de noche para sacar las gafas de leer, y vio un pequeño neceser, adentro estaba el escaso maquillaje que poseía, un rubor rosa pálido, un delineador de ojos marrón y mascara para las pestañas del mismo color, solo se maquillaba en situaciones extraordinarias, la ultima ves había sido unos dos años atrás cuando la última de sus amigas solteras se había casado dejándola a ella sola en el club de las solteronas sin remedio. Tomo el neceser y lo abrió, tomo el delineador y lo sostuvo entre sus dedos a la altura de los ojos, estudiándolo como si fuera un objeto alienígena. Bueno ya que se sentía atrevida y juguetona por qué no probar también con el maquillaje. Tomo un espejito pequeño se miro los ojos y los delineo, termino y ya se sentía diferente, animada por el sentimiento tomo la máscara y se la paso por las pestañas un par de veces, sus ojos se duplicaron en tamaño y la espesura de las pestañas le resaltaba el color verde oscuro de los mismos, y para darle el toque final tomo la gruesa brocha y se paso una vez en cada mejilla el polvillo rosa pálido. Se observo en el pequeño espejito pero no podía apreciar bien toda la cara, así que corrió al baño y se miro. El cabello caoba caía sobre sus hombros enmarcando un rostro tan femenino y dulce que tuvo que tocárselo y ver que el reflejo imitaba el movimiento para estar segura que esa persona era ella.
Era otra, pero era ella, era ella saliendo a la superficie. Miro el reloj y dejo la filosofía para luego, si no se apuraba llegaría tarde.
Ya había en la puerta de la biblioteca dos personas esperando. Sonrió apenada y se apresuro a sacar todos los candados, los dos muchachos la observaban atentos y ¿sorprendidos?, con las bocas ligeramente abiertas. No les dio mucha importancia y con un sonoro crack termino de abrir el último candado.
Corrió hasta el escritorio y encendió luces y el ordenador. Sus cabellos se danzaban alrededor de ella mientras se movía de un lado para otro preparando todo. El silencio del lugar la hizo volverse y verificar que no estaba sola y que los muchachos seguían ahí. Ellos permanecían atentos a cada movimiento, cada vuelta y cada gesto como si la vieran por primera vez. ¿Pero qué demonios les pasaba?
-¿En qué les puedo ayudar chicos?-
Ambos se miraron entre si y luego a mi nuevamente
-Señorita luce distinta-
Así que el cambio no era tan sutil como pensaba. Sintiéndome ridícula quise correr al baño y lavarme la cara y amarrarme el cabello
El otro muchacho estuvo de acuerdo moviendo la cabeza pero luego agrego
-Esta muy bonita-
Los muchachos dejaron los libros que se habían llevado y sin decir nada más se marcharon. Antes de salir miraron sobre el hombro hacia el escritorio y dijeron algo en voz baja que no logre captar, no parecía que se burlaran, todo lo contrario, parecía que me admiraban.
Liliana se quedo de pie y luego de tres minutos sacudió la cabeza, ¿es que había escuchado bien?, la habían llamado ¡bonita!, nooooo, no podía ser, los oídos o la imaginación la habían engañado, vaaa, pero por que hacerme la estúpida, claro que era lo que habían dicho, que estaba bonita. Una sonrisa boba curvo sus labios, la mejillas se le encendieron como dos brazas y agradeció estar aun sola.
Durante el día varias reacciones muy similares a la de los muchachos de la mañana se dieron. Algunos la observaban directamente con la boca medio abierta y otros solo de reojo, en más de una ocasión alguna cabeza masculina y femenina se alzo de su lectura solo para echarle una ojeada.
Liliana se sentía en las nubes por tanta atención pero algo incomoda también. Es que acaso un poquito de maquillaje hacia tanta diferencia, al parecer así era.
A la hora de almuerzo dejo su puesto y fue a su acostumbrada banca bajo el gran roble, saco un sándwich y la botella de agua, estaba por da el primero mordisco cuando alguien la llamo
-Buenas tardes señorita Grier-
Retiro el sándwich de los labios y se limpio las migajas que se habían desprendido
-Buenas tardes-
Era Mika un muchacho del último siclo de derecho, venia siempre a retirar libros o a estudiar.
-Esta fresca la tarde ¿verdad?-
El miro encima de su cabeza hacia la copa del árbol, algunos rayos de sol que lograban filtrarse entre las hojas le llegaron al rostro e iluminaron los ojos de un celeste tan cristalino que el mismo cielo se pondría celoso.
-Así es-
Respondió tímida desviando la mirada a su sándwich. El muchacho le sonrió y unos hoyuelos se le formaron en cada mejilla
-Tiene algo…
Al instante se limpio la boca pero la mano del muchacho ya estaba sobre su mejilla apartando una migaja suponía, pero se quedo unos segundos más de lo debido contra su piel. Sus miradas se trabaron unos instantes. Las mejillas se le colorearon de rojo y él se encogió sonriendo y apartando la mano.
-No le molesta que la acompañe-
¿Que pasaba el día de hoy? Acaso todo el mundo se había levantado con algún caso de contusión cerebral que les hacia actuar de manera extraña.
Asintió moviendo la cabeza, no confiaba en su voz en esos momentos. Mika no la miraba así que tuvo que reunir oxigeno para contestarle, inhalando gran cantidad de aire respondió
-No hay problema-
Soltó el aire y la voz salió como un silbido. Nuevamente se llevo el sándwich a la boca y le dio un buen mordisco seguido por un sorbo de agua, el permaneció todo el rato en silencio mirando hacia la biblioteca, el campus, pero no a ella. Tanto silencio estaba bien cuando se encontraba sola pero al estar al lado de alguien sentía la necesidad de llenar los espacios
-¿Cómo van las clases?-
Su voz ya era más o menos normal
-Es el último ciclo así que están algo complicadas pero ahí van-
El respondió sin voltear, con la mirada fija en algún punto lejano. Liliana recogió la botella y los restos del sándwich.
-Señorita Grier-
El pronuncio el Grier con un dejo extraño, casi nervioso
-Dime Mika-
-¿tiene novio?-
Vale, eso como se iba un poquito al campo de lo personal y no era apropiado en una charla con un alumno.
-Es un poco inapropiada la pregunta no crees-
Quería que me mirara y ver algo en su cara que me indicara a que venía esa pregunta, pero no volteo.
-Era solo curiosidad-
Bueno la curiosidad no era mala, y ya que estábamos solos
-No tengo novio-
-¿Por qué?-
Frunció el ceño confusa, es que aquel niño estaba mínimamente interesado en su vida.
-No lo c- respondo con sinceridad – a veces las cosas no se dan-
El asintió y volvió a su mutismo.
-Me retiro- Liliana se puso de pie y tomo sus cosas- buenas tarde Mika-
El continúo en silencio sin responder.
-Señorita Grier-
Me Gire en redondo para darle cara
-Dime Mika-
El muchacho la observo unos segundos y luego movió la cabeza como si sacudiera algo de su mente
-Buenas tardes señorita Grier-
Dijo finalmente. Ella sonrió y enrumbo hacia la biblioteca.
El día ya casi había terminado, faltaba solo media hora para que pudiera irse a casa. En la biblioteca solo había dos personas que recogían libros y mochilas.
Liliana Introdujo los títulos y los autores de los últimos cinco libros que se había llevado una muchachita en el ordenador. Cuando el último muchacho se despidió de ella con una sonrisa que mostraba todos los dientes dio por terminado el día.
Aun no podía dejar de pensar en todas las miradas que había atraído, y solo por usar maquillaje. Aunque después de darle muchas vueltas al asunto comprendió o mejor dicho acepto, que su cambio más que el maquillaje, eran producidos por Alexander, desde que lo había conocido se sintió distinta, atractiva aunque en un principio creyó que solo era una broma, pero ahora, estaba cien por ciento segura que ella no era como se había visto desde que era una adolecente, era en pocas palabras atrayente, rio como una chiquilla tonta y termino de recoger sus cosas, Uno de los lapiceros rodo por la mesa y termino en el suelo, ella se agacho para recogerlo cuando escucho la puerta de la biblioteca ser abierta y cerrada.
-Está cerrado-
Dijo tomando el lapicero.
-Alexander-
Saludo casi sin aliento al verlo parado frente a su escritorio. El la estudio unos segundos con una ceja levantada
-¿Qué pasa?-
Quiso saber al verlo observándola tan atento y sin decir una palabra. Un amago de sonrisa se dibujo en los labios del hombre pero en el acto lo controlo, aunque la seriedad no llego hasta sus ojos pardos que brillaban llenos de picardía y diversión.
-Lili- susurro acercando su cuerpo atraves del escritorio-luces preciosa
Ella se toco el rostro con ambas manos para ocultar el rubor que siempre que él le decía un cumplido la invadía.
-Gracias…dame cinco minutos-
Le pidió cerrando cajones y metiendo las últimas cosas del escritorio a su bolso. Alexander simplemente camino hasta ella bordeando la mesa, no se percato de su movimiento hasta que lo tuvo tras de ella, oliéndole el cabello.
-Me encantas cuando llevas el cabello suelto-
Le dijo aspirando el perfume de su cabello y acercándose más a ella hasta tocarla con su cuerpo.
Liliana tirito al escuchar esa voz sensual tan cerca de su oído, intento volverse hacia el pero la atrapo entre sus brazos y el escritorio impidiéndole girarse.
-Alex por favor…
Quiso decirle “aquí no” pero no se atrevió.
-Hoy día eres toda una invitación, ¿lo sabías?-
Valla que lo sabía, hoy la habían mirado más que desde el día de su nacimiento.
Alexander acomodo el cabello que le caía por la espalda hacia un lado, dejando la nuca despejada, se acercó al cuello y lo beso con suaves lamidas, Liliana emitió un leve quejido mientras se sostenía de la mesa por si las piernas le fallaban.
-Alguien puede venir-
Liliana gimió mas fuerte aferrándose al borde del escritorio cuando sintió dientes que mordisqueaban su piel
-Eso lo hace más interesante ¿no crees?-
Por dios este hombre la empujaba hacer cosas que en su vida se le habrían pasado por la mente, la adrenalina de ser encontrados se mezclaron con la vergüenza.
Alexander guio sus hábiles manos hasta sus caderas, apretó la tela dura que las cubría, odiándola. Su erección se apretujo contra la espalda de ella, bajo un poco hasta estar a la altura de sus nalgas y subió con lentitud frotándose entre ellas, Liliana tiro la cabeza hacia atrás sumida en la excitación.
El llevo una de sus manos a la espalda y la acaricio desde la nuca hasta la base empujándola, el cuerpo de ella obedeció y se arqueo ligeramente hacia adelante.
-Alexander nos van a ver, suéltame-
Demando ella entre suspiros que no ayudaban a darle convicción a sus palabras.
Pero el, muy al contrario de hacerle caso y soltarla bajo por sus piernas acariciándolas por encima de la tela, hasta que llego a los tobillos, los rozo con los dedos y emprendió la subida, enviándole descargas eléctricas a todo el cuerpo, haciendo que su sexo se mojara y empapara las bragas de algodón, Liliana jadeaba forzando a sus pulmones y corazón funcionar como es debido, los latidos le atronaban el pecho y la falta de oxigeno la hacía marearse.
-Alexanderrrr…
Se quejo entre sollozos de placer, el continuo su tortura pasando sus manos por atrás de las rodillas, los muslos, hasta llegar a las nalgas, ahí se detuvo y se arrodilló en el suelo. levanto la falda hasta dejar la piel expuesta. Liliana se sobresalto y trato de voltearse, pero él la sujeto por las piernas haciéndole imposible moverse. Ella estuvo a punto de protestar pero las caricias en sus nalgas la callaron, la lengua de Alexander la lamia centrándose peligrosamente en su apretado agujerito trasero, ese permanecía virgen hasta ahora. Paso la lengua desde su clítoris endurecido hasta atrás, muy atrás. Una sensación de extraño placer se despertó por ahí, donde ella no sabía que se podía sentir ciertas cosas.
Alex tomo las bragas y las deslizo por la suave piel, la tomo por un tobillo y le alzo la pierna para sacarle la prenda. Con la ayuda de sus manos le separo suavemente las piernas, levanto un poco la cabeza y se enterró en la trémula y humedecida carne. La lengua saboreo de adelante hacia atrás, bebiendo los fluidos deliciosos de su cuerpo. Las piernas de Lili temblaron incontrolables por el placer que la atacaba todo el cuerpo como lenguas de fuego lacerando su piel. Alexander penetro aun mas en su interior separando con la lengua sus labios.
Liliana quiso gritar al sentir la suave y mojada lengua centrase en su clítoris, lo rodeo y le dio ligeros toques, un dedo se introdujo con demasiada lentitud en su cuerpo. Su interior latió apretando el dedo que la poseía, succionándolo, y apremiándolo a entrar más y más.
Alexander se incorporo tras ella y le desabrocho los dos primeros botones de la camisa, sus pezones se pusieron rígidos y el contacto de la tela los lastimaba por lo excitados y sensibles que se encontraban. Metió ambas manos y los tomo con delicadeza, el pulgar dibujaba círculos encima de los pequeños montículos.
Su miembro endurecido se frotaba con salvajismo contra la piel de sus nalgas, Liliana quiso suplicar, rogar que la penetrase, pero la pena la detenía, maldita vergüenza pensó mientras inconscientemente se iba recostando más contra la mesa.
Dos manos le separaron las nalgas y a pesar de la rígida tela que los separaba aun así sentía la latente erección intentar penetrarla. Un dedo se introdujo en ella y luego otro, los embistes eran veloces y certeros. Alexander jadeaba como una bestia sedienta atrás de ella, empujando sus caderas al compas de los dedos que entraban y salían. Con la otra mano le acaricio el monte en círculos pequeños y luego bajo para atender la pequeña pepita palpitante.
De pronto los dedos empapados de Alexander la abandonaron mas no el que estaba concentrado en su clítoris, escucho la succión de labios al chupar y supo que estaba saboreando la humedad de sus dedos. Una presión sorpresiva se centro en su agujero trasero.
-NO-
Le dijo volteando la cabeza todo lo que podía y abriendo los ojos de par en par.
El cuerpo de Alexander se acomodo despacio a la espalda de ella, Liliana sintió aun más la poderosa erección contra sus nalgas.
-Jamás te haría algo que te hiciera daño, confía en mí por favor-
Sin decir más se despego de su cuerpo, su clítoris ya no era acariciado si no atacado por el dedo corazón mientras el pulgar entraba en ella y se movía en fuertes círculos. Apretó los ojos y saboreo cada sensación mordiéndose los labios. Nuevamente la presión en su estrecho y virgen agujero la hiso abrir los ojos, pero él le había pedido que confiara, que no la lastimaría, y hasta ahora el siempre había cumplido. Su cuerpo se tenso bajo las caricias y perdió momentáneamente la excitación sintiendo solamente el dolor punzante de ser penetrada por ahí.
-No pued…
Sus palabras se perdieron por un intenso gemido al sentir la lengua de él atrás, lamiendo y abriéndose paso por su estreches. Sus dedos no dejaban de moverse uno en el interior de su vagina y el otro en su clítoris, entonces la sensaciones se hicieron más intensas, el placer desbordante, su orgasmo estaba próximo. Alexander adivinando esto, volvió a tantear con un dedo, presiono lo justo hasta que se introdujo solo un poco, su lengua saboreaba la entrada y humedecía el dedo lubricándolo, haciéndole fácil el acceso.
-Dios mío…
El cuerpo de Liliana se convulsiono, un calor volcánico se concentro por todos lados donde era penetrada con fuerza, pero ya no sentía dolor solo placer, el orgasmo se intensifico y se alargo hasta que la vista se le nublo y las rodillas le temblaron tanto que Alexander la tuvo que sostener por la cintura para evitar que callera.
Con caricias tiernas le aparto el cabello desordenado que le cubría el rostro.
-¿Estas bien?-
Le pregunto sosteniéndola contra su cuerpo, su erección permanecía firme.
-Si-
Respondió jadeando y reponiéndose del orgasmo bestial.
-Te dije que confiaras en mí-
Su voz tenía un dejo de ternura y diversión.
-Vamos- le dijo poniéndola derecha- comamos algo-
El se agacho para recoger las bragas del suelo.
-Yo me quedare con esto-
Le informo sonriendo lleno de picardía y metiéndose las bragas en el bolsillo de los pantalones.
Liliana le sonrió por la travesura sin fuerzas para negarse, pero espera, iban a irse a comer, ¿y él?, es que acaso el no iba a tener placer.
-Espera-
Liliana lucho por llenar sus pulmones de aire y poder hablar con coherencia.
-Alexander porque tu no…
Pero él le puso dos dedos en sus labios callándola.
-No te preocupes por mi estoy bien-
Liliana no podía entender cómo podía estar bien, si sus pantalones se abultaban hasta el punto de querer rasgarse por la presión de su verga contra ellos. Había algo extraño en todo eso, algo que ella no terminaba de entender, esta era la tercera vez que estaban juntos, y ni una la había penetrado, ni una, quizás tenía algo físico que se lo impedía, pero echándole un rápido vistazo a la entrepierna, le pareció que esa no era la razón, ¿entonces cual es la razón?
-Vamos-
Alexander tomo su mano y apagando la luz salieron de la biblioteca.
Liliana iba demasiado callada, Alexander parecía más parlanchín de lo habitual y esto le dio una mala señal a ella, el estaba tratando de desviar la atención, eso debía ser, la incomodidad de Liliana iba en aumento, si no le quedaba más remedio iba a tener que comerse su vergüenza y preguntarle directamente a ese hombre misterioso por qué no la poseía como debía ser.
Alexander le pasó un brazo sobre los hombros en un gesto distraído, en otro momento ella se abrió sentido pasmada por aquello pero ahora su mente estaba en otro lado, haciéndose miles de preguntas.
-Alexander-
Una mujer espectacular, de cabellos rubios hasta la cintura y ojos pardos los observaba sorprendida, Alexander saco el brazo que la rodeaba con brusquedad, como si hubiera sido pillado haciendo algo mortalmente malo.
-Iveth-
Saludo serio, en una actitud que jamás había visto Liliana. Pasaron al lado de la mujer que aun los observaba llena de curiosidad.
Cuando estuvieron a una cuadra de distancia Liliana no aguanto más y tuvo que preguntar.
-¿Quién era ella?-
Alexander apretó la mandíbula y su rostro normalmente sonriente y divertido había mutado a una máscara seria e impenetrable.
-Era mi hermana-
Respondió ante la mirada de asombro de Liliana
Su hermana, entonces por qué la había mirada como una enemiga.
-¿No se llevaban bien?-
La pregunta fue formulada con suma timidez
-No particularmente-
Respondió al llegar a la puerta del restaurante. Sostuvo la puerta abierta y espero que ella entrara.
Eligieron una mesa alejada del resto. Luego de sentarse y recibir el menú de la encargada que se la pasó babeando, ordenaron.
Alexander estaba malhumorado y no hacía nada por esconderlo.
-Alexander-
Dijo Liliana con media voz. El solo alzo la mirada y algo oscuro se movió en sus ojos.
-Por que tú nunca me tomas-
Las palabras salieron de sus labios sin siquiera meditarlas, la curiosidad era más fuerte que el sentido común. El se puso aun mas rígido en su asiento, la mandíbula que ya estaba fuertemente apretada ahora crujía por la fuerza de la presión.
-No sé a qué te refieres-
El desvió la mirada y se concentro en el gran ventanal de su izquierda.
-Vamos Alexander sabes a que me refiero-
Perdiendo un poco la paciencia lo presiono para que confesase.
-Lo que sea me lo puedes decir-
Le dijo con tono amable y poniendo una mano sobre la de el que descansaba sobre la mesa. El rompió el contacto alejando la mano con violencia.
-¿Qué quieres de mí?-
Pregunto con furia, su mirada era una flecha dispuesta atravesar el corazón de quien se le pusiera en medio
Turbada se paró de la mesa y abandono el lugar.
Jamás el camino a casa había sido tan largo y oscuro, en su mente revisaba una y otra vez los recuerdos para ver que iba mal, y llego a la conclusión que la raíz del problema había sido el encuentro con su hermana.
¿Por qué su hermana podía ponerlo así?, está bien, no se llevan bien pero tampoco es para que se comporte como un energúmeno, además estaba el ¿por qué? no la penetraba nunca, porque nunca se permitía sentir tanto placer como el que le daba a ella.
Cansada y dolida camino la media cuadra que la separaba de su edificio, al llegar a la entrada se quedo paralizada por la persona que estaba ahí.
La mujer rubia, la hermana de Alexander la observaba con los mismos ojos divertidos que tenía el.
-Hola soy Alexandra, podemos hablar-
Continuara…