De la timidez al atrevimiento hay un solo paso (1)

...mi humedad me hacia resbalar deliciosamente, Apreté las piernas contra sus caderas y el movimiento ya no era suave, el vaivén se hiso frenético, mi vulva se rozaba una y otra vez contra su miembro.

Mi trabajo como bibliotecaria era tranquilo, adoraba ese silencio sepulcral donde solo se escucha el pasar de las paginas. Libros y libros de todos los temas. El olor de los tomos antiguos encuadernados en piel. Era una lástima que el internet hubiera de alguna forma sustituido los preciosos libros. La biblioteca en cuestión pertenecía a la universidad más grande del país, y de más prestigio también. Yo había estudiado aquí literatura. Mi padre siempre me recriminaba haber elegido esa carrera que en sus propias palabras “no me daría ni para comer”, no estuvo tan alejado de la realidad, a duras penas lograba mantenerme con mi sueldito, pero en realidad no me importaba mientras estuviera rodeada de libros y quietud.

Toda mi vida había sido una muchacha introvertida, y a mis treinta y dos años seguía igual, solo había tenido un novio en toda mi vida, con el perdí mi virginidad, decir que me enamore es demasiado, pero si lo quise, aun nos reunimos de vez en cuando a tomar un café, el ya esta infeliz mente casado como dice el, yo escucho sus reclamos, sus infidelidades (según el justificadas), en fin, tener una relación y casarme no es algo que yo ansié, prefiero las novelas románticas, donde el hombre es todo un caballero y vive eternamente enamorado de su dama.

Conozco a la mayoría de alumnado que frecuenta la biblioteca, los veo entrar y salir, recorrer los pasillos llenos de libros, y a pesar de estar tras el mostrador, conversar prácticamente con nadie, aun así, me entero de los chismes, no porque sea una metida, sino que simplemente, un lugar tan callado y tranquilo como este se presta para las confesiones amorosas, rompimientos de noviazgos, llanto, inclusive relaciones sexuales, claro, eso no está permitido pero si se han dado casos.

Mi día había empezado a las siete de la mañana, luego de acomodar algunos libros dejados en las mesas, limpie un poco y abrí las puertas de la biblioteca, a esta hora no había mucho movimiento así que me entretuve clasificando un cargamento nuevo de libros donados recientemente, como a las once empezó a llegar alumnado. Sin darme cuenta ya eran la una de la tarde hora de almuerzo. Siempre almuerzo sentada en una banquita bajo un gran roble frente a biblioteca, y si hace mucho frio me traslado a la cafetería. Después de almorzar empezaba otro periodo de poca gente, aproveche para acomodar las ultimas estanterías, las de los libros menos usados, estaba encaramada a la escalerita que me sirve para llegar a las estanterías más elevadas cuando escuche una conversación, eran dos muchachitas

-Que lata-

Se quejo una

-Lo sé, esto de estar acá metida hasta las narices de libros empolvados no es lo mío, mira como me reseca la piel el polvo-

Así siguieron quejándose de su mala suerte, hasta que un momento después algo en su conversación llamo mi atención, se referían a mí

-Oye Laura, y esa vieja la que se encarga de esto, has visto lo que se ha puesto hoy día-

Me quede muy quieta escuchando y trate de levantar la cabeza para poder verlas, ahí estaban las dos, rubias al pomo, delgadas con minifaldas que dejaban poco a la imaginación masculina, camisetas apretadas y escotadas

-Si, por dios que se ah echado encima ¿un gato muerto?-

Las dos chiquillas se rieron tapándose la boca, observe mi chompa, era holgada y color gris oscuro

-Pero lo peor es esa falda, a que abuelita se la ha robado-

Más risillas burlonas. La falda era de lana, cuadros verdes y rojos, también era holgada y me llegaba hasta un poco más abajo de las rodillas.

-La verdad es que me da mucha pena, se nota que le hace falta una buena follada-

-Ahí Jesús Laura como se te ocurre que alguien se podría tirar a ese esperpento-

Las dos continuaron riéndose, no querían escuchar más, me baje de la escalerilla con cuidado de no hacer ruido y me fui. En el fondo sabía lo que la gente pensaba de mi, pero aun así me dolió escuchar las burlas, sobre todo porque venían de dos niñatas que solo habían entrado a esta universidad porque papi o mami donaron nuevos equipos para el laboratorio, o dinero para ampliar el campus. Contuve las lágrimas hasta el baño, me metí en un cubículo, y me desmorone, llore ahogando los sollozos con mis manos, no quería que nadie me escuchara, sería muy humillantes que me vieran en ese estado y tener que explicar el por qué. Luego de unos minutos me calme. Me lave la cara, y Salí toda digna del baño. Las dos niñatas estaban con gestos de molestia frente al mostrador con libros en los brazos, me acerqué tratando de no mostrar ningún tipo de emoción

-¿Se los llevan?-

Les pregunte tratando de sonar amable. Ambas me miraron de pies a cabeza y una se contuvo de reírse, por debajo de la mesa apreté los puños para controlar el impulso de pegarle una cachetada

-Si-

Respondió la más rubia. Me agache para sacar una bolsa y los panfletos que por obligación les tenía que dar, mientras, las podía escuchar cuchicheando y riendo, probablemente se seguían burlando, apreté los ojos y me obligue a mi misma no llorar, me demore más de lo normal en levantar la cabeza, pero un olor entre madera, cuero y cigarrillo llego a mi nariz, las niñatas se habían quedado calladas, quizás algún profesor había aparecido, me levante despacio. Frente a mi estaban las muchachitas y un hombre, al él nunca le había visto, era alto, de hombros anchos, el cabello castaño oscuro le caía en ligeras ondas sobre el rostro, sus facciones eran las de un hombre apuesto y varonil, el mentón cuadrado y fuerte, los labios delgados pero bien delineados, los ojos pardos con destellos de verde, me recordaron los ojos de un gato juguetón, el no las miraba, pero ellas sí que lo miraban, se acomodaban el pelo, y reían como  dos niñas bobas, una empujaba a la otra y se susurraban algo al oído.

-¿En qué le puedo servir?-

¿Esa era mi voz?, parecía como si me estuviera ahogando, tosí para aclararme la garganta y repetí

-¿En qué le puedo ayudar?-

El hombre me observo unos segundos y me sonrió

-Atiéndalas primero yo espero-

Todo un caballero. Asentí tratando de devolverle la sonrisa pero creo que mas me salió una mueca extraña, me ponía nerviosa. Apunte los libros que se llevaban les metí dos panfletos a cada una en la bolsa con los libros, todo a una velocidad record, ellas continuaban cuchicheando hasta que por fin las mas avezada se armo de valor y hablo

-Usted es el nuevo profesor de Literatura verdad-

Yo mantenía la cabeza gacha escribiendo en mi cuaderno de control, el me miraba directamente, y ellas no le sacaban los ojos de encima esperando una respuesta, después de unos segundos que bien podrían haber sido años les respondió

-Así es-

Su respuesta fue fría y cortante, me pareció extraño, podía ser un profesor estricto y prefería mantenerse alejado de las bobitas como ellas. Las dos rubias hicieron puchero decepcionadas por la falta de atención, cogieron sus bolsas y se marcharon. Tuve que controlar las ganas de reírme.

-¿Qué es tan gracioso?-

Nerviosa lo mire. El me sonreía divertido

-Ehmmm…nada-

Le respondí apenada. Termine de apuntar y le preste toda mi atención

-Ahora en que le puedo ayudar-

Sus ojos me recorrieron de arriba abajo, no de la misma manera que las chiquillas, no, esta era una mirada que desnudaba, me puse tan nerviosa que golpee el jarro de cerámica donde guardo los lapiceros, este rodo por el escritorio y callo rompiéndose en mil pedazos, el silencio de la sala multiplico el sonido. Todas las cabezas se levantaron para ver la procedencia de tal ruido. Avergonzada me lance al suelo a recoger los pedazos rotos, sentía la cara en llamas, debía estar más roja que un tomate. El hombre también se había agachado y me ayudaba a recoger los trocitos.

-No se moleste-

Le dije casi sin voz, pero él no me hiso caso, ya solo faltaba un pedazo y lo tome al mismo tiempo que el. Nuestros dedos se rozaron por una fracción de segundo, levante la mirada y él me observaba de la misma manera de hacia unos minutos, aleje la mano de golpe y me puse de pie deprisa.

-Lo siento-

-¿Por qué?-

Su voz era profunda, suave, cálida

  • Por mi torpeza, le estoy haciendo perder tiempo-

No podía mirarlo a los ojos, me resultaba incomodo hablar sin mirarlo pero que podía hacer

-No se preocupe-

Me quede callada unos segundos esperando que me dijera algo o me pidiera algún libro, o que la tierra se abriera, pero como nada paso levante la cabeza, el continuaba mirándome con la cabeza ligeramente ladeada, su sonrisa divertida no había desaparecido. Trague saliva sonoramente y desvié la mirada a cualquier lado

-¿La pongo nerviosa?-

Lo mire con los ojos tan abiertos que sentía que se me saldrían de las cuencas

-¿Perdón?-

-¿Si la pongo nerviosa?-

Repitió su pregunta tan tranquila como si me estuviera preguntando la hora. Esto era el colmo de la desfachatez, no aguantaría que una persona más se burlara de mi hoy. Llene los pulmones de oxigeno y me alcé a toda mi altura.

-Va querer un libro o va hacerme preguntas tontas-

Cuando termine de hablar ya me estaba arrepintiendo por tal grosería

-Lo siento-

Se disculpo, pero su mirada aun era aguda y su sonrisa no había desaparecido.

-Necesito esto-

Me entrego un papel con varios libros. Como toda una profesional me dispuse a digitar los nombres en el ordenador para ubicarlos.

-No hace falta que me los de ahora, vendré por ellos mañana-

Se dio media vuelta y se marcho. Me quede observándolo hasta que salió por la puerta. Una muchacha que justo entraba casi se cae por mirarlo. Era guapo, muy guapo, eh interesante, y sexy, por dios, yo nunca uso esa palabra, trague saliva y suspire derrumbándome en la silla.

Eran las ocho de la noche, el último alumno se despidió de mí con la mano y salió cargado de libros, tome mi saco el bolso y las llaves. Estaba poniendo el ultimo candado cuando sentí a alguien tras de mí, me gire y era el hombre de la tarde, di un respingo y el candado se me callo de las manos, por que tenía que ser tan torpe cuando él estaba cerca, el se agacho primero y lo recogió, me lo dio y lo tome con cuidado de no rozarle la piel

-Gracias-

Le dije sin mirarlo y tratando de que la mano no me temblara. El permanecía atrás observándome, no podía quedarme toda la noche dándole la espalda, junte valor y lo enfrente

-¿Deseaba algo?-

-Pedirle disculpas-

La confusión debió notárseme en la cara porque al instante sonrió

-¿Por qué?-

-Por que le falte el respeto-

-¿El respeto?-

-Mi pregunta de esta tarde estuvo fuera de lugar y quería pedirle disculpas-

-No…no se preocupe-

Guarde las llaves en mi bolso y empecé a caminar

-La puedo acompañar-

Tal fue mi desconcierto que mire a los lados para verificar que me hablaba a mí

-¿Me habla a mí?-

-No veo a nadie más por acá-

Volví a mirar y efectivamente no había nadie más, entonces era conmigo

-Claro-

Le dije empezando a caminar, el me siguió y al instante estaba a mi lado, caminamos en silencio unos segundos, No me aventure a mirarlo, pero sentía su mirada sobre mí, me sentía como un conejito siendo acechado por un halcón.

-¿Le apetecería tomar una copa?-

Deje de caminar y moví la cabeza como aclarándome la mente, es que había escuchado bien, no, debía ser mi imaginación, empecé a caminar nuevamente

-Disculpe si la ofendí-

Lo mire estupefacta

-Es solo que no estoy acostumbrada a que me inviten a…tomar una copa-

Al verlo sonreír divertido me arrepentí de mi sinceridad

-Entonces acepta-

Que le podía decir, ¿que no?, con que escusa, “lo siento no puedo ir a tomar esa copa contigo porque me pones nerviosa y cuando estas cerca de mi tengo tendencia a romper lo que toco”. Era mejor rehusarme e inventarme algo

-En realidad…

-Solo será un momento lo prometo-

-Yo creo que mejor…

-¿Tiene algo mejor que hacer que tomar una copa conmigo?-

Debí enojarme ante aquella pregunta, pero no lo hice, por la sencilla razón que tenía razón, no tenía nada mejor que hacer

-Vamos por esa copa-


Tomamos un taxi y dejamos la universidad, el iba extrañamente callado y pensativo. Trate de relajarme y ser una buena compañía

-A todo esto, no se cual es su nombre-

Trate de sonar espontanea, divertida y pareció funcionar por que el me miro con esa sonrisa que empezaba adorar

-Alexander, pero puedes decirme Alex-

-Liliana-

-Pero te puedo decir Lili-

Solo me decía Lili la familia, pero que más daba

Paramos en la zona más lujosa de la ciudad, mire por la ventana buscando un bar o algo similar, pero solo habían enormes casas y edificios

-¿Aquí es?-

Le pregunte dudosa, el solo me sonrió y pago la carrera al taxista, como todo un caballero rodeo el auto y me abrió la puerta, me espero con la mano extendida para ayudarme a bajar, la tome y despacio me deslice fuera del automóvil. El avanzó hasta uno de los edificios, pero no le seguí, me quede de pie sin saber qué hacer

-¿Pasa algo?-

Me pregunto preocupado

-Pensé que iríamos por una copa-

Le dije apretando el bolso

-Y lo haremos, en mi departamento-

Trague saliva y el corazón me empezó a latir con fuerza, al ver que no me movía de mi lugar camino hasta mi

-¿Algo va mal?-

Yo negué y trague saliva otra vez, sentía el pecho cerrado, se me estaba haciendo difícil respirar. Como le podía explicar que me aterraba estar a solas con él, un completo desconocido, como explicarle sin sonar ridícula.

-No sé si sea buena idea-

Le dije finalmente, sintiéndome la mas idiota de las idiotas

-No veo por qué sea una mala idea, solo vamos a tomar una copa, además tengo unos libros que me gustaría mostrarte-

Su voz sonaba tan inocente que no veía como negarme.

-Está bien-

El departamento era igual o más lujoso que el resto del edificio, las mesas, sillas eran de madera labrada, todo el suelo estaba cubierto por alfombras de tejidos esquicitos, las paredes tenían cuadros de pintores famosos y desconocidos pero sin dejar de ser igual de vistosos, el iba encendiendo luces, yo espere en el umbral de la puerta hasta que me hiciera la invitación formal

-Lili-

Me llamo de algún lugar

-Si dime-

El asomo la cabeza por una puerta

-Puedes entrar-

Sonreí con timidez. La sala era amplia y en la esquina más alejada había una escalera de caracol que llevaba a una especie de altillo /segundo piso. Había libros por el piso, en las mesas, sobre el mueble, por todos lados, me recordó mi propio departamento, un desorden sublime. Tome el que estaba más cerca de mí, era mi libro favorito una de las primeras ediciones, debía valer mucho, mas de un sueldo mío, acaricie su lomo como si fuera un gatito

-Es mi favorito-

Alex entro a la sala con dos copas en una mano y una botella de vino en la otra

-También es mi favorito-

Deje el libro con cuidado donde lo había encontrado. Alex dejo las copas y la botella y fue hasta un aparato de sonido sofisticado, pulso un par de teclas y una melodía suave resonó por toda la estancia. Regreso sonriendo satisfecho. Descorcho la botella y sirvió las copas hasta la mitad, el vino color escarlata despedía un aroma que solo muchos años de encierro pueden dar.

-Por los libros-

Dijo alzando su copa

-Por los libros-

Curiosamente la conversación fue fácil, y como ya no me observaba con esos ojos de cazador me relaje y pude ser yo misma, abarcamos muchos temas, sobre todo hablamos de libros, no reímos de sus bromas y ¡oh sorpresa! También de mis bromas. Ya íbamos por la tercera copa de vino, mi resistencia al alcohol no es muy buena, pero nunca había podido conversar de esa manera con nadie.

-Creo que es hora de que me valla-

Le dije mirando la hora, eran más de la una de la mañana. Me puse de pie y perdí un poquito el equilibrio pero al instante lo recupere.

-Lili-

Me llamo, yo risueña por el vino lo mire con ojos adormilados

-Puedo pedirte un favor-

-Claro-

El se puso de pie, dio dos pasos y se puso frente a mí, a escasos centímetros de mi cuerpo, podía apreciar su olor combinado con el del vino, me gusto. El cuerpo se me tenso y clave la mirada en el suelo, su mano se deslizo por mi barbilla y la levanto despacio

-¿Puedo soltarte el cabello?-

Su petición me pareció peculiar y ya que no había nada malo en soltarme el cabello lo hice. Con ambas manos me deshice el moño ajustado que mantenía durante todo el día a raya mi melena. Mechones de cabello color caoba se deslizaron por mis hombros hasta el pecho.

-Precioso-

Tomo un mechón entre sus dedos y lo dejo escurrirse, temblé por su proximidad y por lo privado de ese gesto, tuve que cerrar los ojos para ocultar mi turbación. El toque de sus labios contra mi mandíbula me hiso abrir los ojos de golpe. Retrocedí todo lo que pude hasta que choque con una mesa

-Lo siento no lo eh podido evitar-

Se disculpo aunque en sus ojos no había arrepentimiento

-ESTAS LOCO-

Le grite, no quería estar cerca de él pero mis cosas estaban a su lado, con el poco valor que tenia avance y estire la mano lo suficiente para coger mi bolso. Sus dedos se cerraron en mi muñeca inmovilizándola, lo mire asustada y al instante me soltó. Tome mi bolso y me lo colgué en el hombro, tenía que salir de ahí cuanto antes.

-Eres una mujer bella y no te das cuenta-

Sus Palabras me detuvieron en seco

-No sé qué pretendes pero no participare en tu burla-

-Crees que soy como esas chiquillas malcriadas-

Me ruborice completa, se había dado cuenta de las burlas de las dos rubias de la tarde, ¿Qué quería probar?, ¿se sentía caritativo?, claro, yo era su obra buena del día, vamos a enamorar a la vieja y que se sienta especial por unos momentos. Voltee dispuesta a decirle un par de cosas pero el ya estaba frente a mí, trate de retroceder pero me tomo por la cintura y me acercó a su pecho, puse mis manos entre los dos para evitar que se acercara mas

-¿A qué tienes miedo?-

Su voz era suave y aterciopelada, tan solo un arrullo

-A ti-

Le dije sin pensar.

-No me tengas miedo, no muerdo-

Se rio y pude sentir las vibraciones de su pecho, era fuerte, los músculos se adivinaban a pesar de la tela que se interponía

-Solo déjame besarte-

Sin esperar a que aceptara, sus labios se movieron contra mi mandíbula dibujando el contorno, continuo hasta llegar a mi cuello, aspiro mi olor y me apretó mas contra su cuerpo, mis manos que según yo me servían de escudo contra su ataque ahora se deslizaban por su pecho, alentándolo a seguir. Sus besos eran suaves pero cargados de erotismo, presionaba lo justo para desbocar mi pulso. Me estremecí al sentir su lengua subir hasta mi oreja y detenerse en mi lóbulo que fue succionado por sus labios con suavidad. Sus manos que habían permanecido quietas quizás por miedo a que me asustara empezaron acariciar mi espalda de abajo a arriba hasta llegar a la base de mi espalda.

-Creo que será mejor…

-¿Irte?-

Me pregunto, y sus labios besaron con más intensidad mi cuello haciendo que mi cuerpo se arqueara contra el suyo involuntariamente

-Alexander yo…

-No pienses Liliana, solo déjate llevar-

Dicho esto metió sus manos bajo la gruesa chompa, mi piel se erizo al sentirlo tibio, sus manos me recorrían apretando mi carne y empujándome a su cuerpo. Subió por mis laterales hasta las costillas, mi respiración acelerada hacia subir y bajar mi pecho con exageración. su boca bendita abandono mi oreja y se movió por mi mejilla, bordeándola con la lengua, moví la cabeza buscando sus labios, y él no se hiso de rogar, tan suaves y deliciosos eran sus labios, el beso empezó suave, rítmico, acompasado, pero a medida que sus dedos exploraban más arriba de mis costillas, su lengua se abrió paso entre mis labios, sin poder evitarlo le di el encuentro con la mía, las puntas se acariciaron como dos amantes hambrientos, un dolor placentero se concentro en mi bajo vientre, la humedad empapo mis bragas. Emití un leve gemido cuando sus dedos entraron en contacto con el braseare de algodón, solo acariciaba la costura, pero eso bastaba para derretirme por completa

-Ven-

Me susurro contra mis labios. Yo me deje guiar por su cuerpo hasta el sofá, despacio se fue sentando y jalándome contra él, trate de sentarme a su lado pero él me lo impidió, confundida trate de romper el beso, pero su hábil lengua se encargo de que no pasara, entonces me deje llevar como el había dicho, abrí las piernas y me acomode encima de el, su erección aprisionada en el pantalón era enorme y dura, podía jurar que la sentía palpitar dentro de esos pantalones que le quedaban pequeños. Me tomo por las caderas y me meció despacio sobre él, gemí sintiendo esas cosquillas placenteras concentradas en mi centro, continuo moviendo de atrás hacia adelante mis caderas hasta que yo sola me movía contra él, sus manos volvieron a subir, primero por mi abdomen, luego por las costillas, y despacio metió los dedo por debajo del braseare, mis pezones ya duros se volvieron piedras, solo acaricio la base, sin subir demasiado, dios si continuaba moviéndome de esa manera me iba a correr, trate de parar, el se dio cuenta y al instante bajo una mano hasta mi cintura y la otra en mi nuca aprisionándome contra sus labios

-No te detengas-

Me dijo casi sin respiración

-Pero…

Quería explicarle lo que iba a pasar si no me detenía

-No pares Liliana por favor, no pares-

Jesús esa voz era lujuria pura concentrada, su mano que sostenía mi cintura bajo un poco mas hasta casi tocar mi nalga, la apretó ligeramente y la empujo con algo de fuerza contra él, mi humedad me hacia resbalar deliciosamente, Apreté las piernas contra sus caderas y el movimiento ya no era suave, el vaivén se hiso frenético, mi vulva se rozaba una y otra vez contra su miembro

-Alexander-

Gemí apretando mas las piernas, mis caderas avanzaban y retrocedían restregándose con fuerza. Con rapidez me levanto el sweater y descubrió mis senos sacándolos por encima del braseare, los apretó y se llevo un pezón a la boca, lo succiono con fuerza, en el interior de su boca su lengua se movía rodeándolo. Cerré los ojos y eche la cabeza hacia atrás, Gemí y solloce por el inmenso placer que se cebaba en mi vientre, el orgasmo me hiso aferrarme al sillón. Me mordí los labios para evitar gritar. Su mano me acaricio con ternura la cara secando una lágrima que había caído producto del placer. Me envare avergonzada por mi comportamiento y lo desmonte con torpeza. Trate de sentarme pero las piernas me temblaban

-Cálmate-

Me dijo pasándome una copa de vino, se la recibí de buena gana y me la tome de un sorbo

-Despacio-

Me previno, retirando algunos mechones que resbalaban sobre mi rostro

-Yo no sé lo que paso-

Le dije al borde de las lagrimas apretando la copa entre las manos

-Te has dejado llevar y esa era la idea-

Me reconforto aun acariciándome la cara

-¿Por qué?-

Le dije mirándolo de reojo

-¿Por qué?-

Repitió mi pregunta confuso

-si, ¿Por qué has hecho esto conmigo?-

El pensó unos segundos antes de responder

-por que no-

Fue todo lo que obtuve

-Si deseas puedes quedarte a dormir-

Lo mire con pavor pero el sonrió con dulzura

-Puedes dormir en el cuarto de visitas, tiene seguro interno para que te sientas más segura-

Negué con la cabeza y me pare

-No hace falta, tomare un taxi-

Salí del departamento. Afuera la madrugada estaba muy fría, pero el aire me ayudo a despejarme un poco.


Habían pasado dos días de aquella noche, no había vuelto a ver a Alexander, y por mi estaba bien, la vergüenza que sentía era tal, que si veía a alguien parecido salía corriendo como una niña.

Ya casi era la hora de cerrar y estaba rendida, las noches pasadas había dormido muy poco, solo quería llegar, darme un buen baño y dormir ocho horas corridas. Me acerqué a una mesa para recoger un par de libros y ponerlos en su lugar cuando escuche que la puerta de la biblioteca se abría y se cerraba

-Ya cerramos-

Dije sin voltear, pero al girarme estaba Alexander tan perfecto y seductor como siempre mirándome con esa sonrisa picara, sus movimientos imitaban muy bien a un puma acechando

-Hola Lili-

Continuara...