De la nieve al fuego
Arnela sólo accede a hablar con Rino teniendo de por medio una puerta de cristal, pero la excitación será superior a ambos, y lo que era una barrera, se convertirá en juguete.
Joder, tengo los cojones pelaos de frío. La nieve será la hostia de bonita para ponerla en postales y mirarla desde casita, pero cuando estás debajo de ella, me cago en diez… Si esto me lo dicen a mí hace cuatro meses, me río en la cara del que sea, aunque fuese San Pedro que hubiese bajado del Cielo sólo para eso. Golpeo el suelo con las botas, intentando que me corra algo de sangre por los pies, porque apenas siento los dedos, y decido ponerme a dar paseos. Sé que así llamaré más la atención, pero es eso o que me corten los muñones. Doy la vuelta por el edificio de la biblioteca, hay un par de chicas más adelante, y a una de ellas la conozco, así que me doy la vuelta para rodear el edificio por el otro lado… si me acerco más a ellas, la chica me llamará para saludarme y es posible que quiera fiesta conmigo, y no me apetece ponerme a dar excusitas, no después de llevar una hora bajo la nieve. Hoy el Rompebragas está en huelga de polla caída. Al menos, con esas… porque si me dejaran coger por banda a la que yo me sé, no iba a poder cerrar las piernas en dos semanas.
Precisamente la veo a través de las ventanas de la biblioteca ahora, mientras voy caminando. Apenas queda gente ya en el edificio, y ella está en el mostrador, anotando devoluciones de libros, absorta, toda seriecita ella… Arnela. Un nombre feo, y una chica más fea aún. Pero sólo cuando hace de bibliotecaria, cuando está conmigo y se quita esas enormes gafotas de pasta y se suelta el moño de grulla vieja, entonces es guapísima. La más guapa que he visto nunca, por más que me reviente reconocerlo. Este maldito ratón me las está haciendo pagar bien.
Desde que me la tiré, dejó a Pedrito, que fue mi mejor amigo, se ha mudado a la residencia de estudiantes y dice que quiere conocerse a sí misma. Y no me ha dejado volverme a acercar. En un principio yo ni quería, la verdad, porque su tío es el Decano y bastante enfilado me tiene, pero pensé que había dejado a Pedro por mí, y me pareció feo no darle un reenganche por lo menos… bah, no sé a quién coño quiero engañar. Derrótate, Rino, que ahora no hay nadie escuchándote. La niña perfecta te tiene encoñado, y punto. Joder, no me pasaba esto desde los catorce…
El caso es que fui a verla poco después de que ella le diese la patada a mi ex mejor amigo, y tenía otra patada preparada con mi nombre. Con muy buenas palabritas y mucha cortesía, pero que verdes las habían segado, "compréndelo, no le he dejado para lanzarme en tus brazos, sería muy rastrero", me dijo. "¿y ponerle los cuernos conmigo, no te ha parecido rastrero?", le reproché, porque tengo defectos, y uno es el de tener una boca como la del Metro. Y se puso mustia y dijo que sí, que había sido rastrero. "Y precisamente por eso, no lo voy a volver a hacer. Necesito tiempo para pensar, necesito saber qué quiero y cómo soy yo misma. Me siento fatal por lo que hicimos, me siento miserable… fue agradable, desde luego, pero también fue una canallada para Pedro, y eso que él no sabe nada. Primero tengo que aprender a quererme a mí misma, y luego me ocuparé de querer a los demás". Eso me había dicho. Que tenía que quererse a sí misma. Nunca entenderé a las tías. Joder, yo también quería a Pedrito, había sido mi mejor amigo desde que éramos críos, pero si me interesa más ella que él… mala suerte, había que escoger y escogí, no es tan difícil…
Por la ventana, veo que el bibliotecario jefe, Oliver, se está poniendo el abrigo y se despide de ella. Me hierven las tripas cuando veo cómo le sonríe y le mira mientras sale, ¡y eso que sabe que está casado! Por cierto que su esposa le espera fuera, en el coche, la veo desde donde estoy. Me medio escondo detrás de una farola cuando él sale, porque le caigo como una patada en los mismísimos y tiene a Arnela de ojito derecho… si no fuera porque le he visto más de una vez la carica gilipollas que se le queda mirando a su esposa, sospecharía que él y Arnela tienen algo. Su mujer le abre la puerta desde dentro del coche, la señorita Irina, profesora de lengua y literatura del instituto vecino, fue profesora mía en último año, durante sólo dos meses, cuando ella estaba aún de prácticas, y buenos desahogos me hice a su salud, es guapísima… Oliver sube al coche todo sonrisas y él y su mujer se besan antes de arrancar y largarse. Qué suerte tuvo el imbécil, con lo feo que es… Me juego algo, a que es tan paradito que antes de conocerla a ella, ni lo había catado. Capaz.
A ver si va saliendo ésta niña de una vez, o mañana me tienen que echar anticongelante con un embudo por las orejas… Desde que me dijo aquello de que necesitaba tiempo, han pasado ya casi cuatro meses. Y yo he estado persiguiéndola durante todo ese tiempo, esperándola cuando salía de clases, metiéndome de extranjis en su biblioteca… se cabreó conmigo y me dijo que no lo hiciera, que no fuera idiota. Que si su tío se enteraba que yo, el Rompebragas, el gamberro institucional de la universidad, iba detrás de ella, me iban a expulsar. Y si Pedro se enteraba, iba a sufrir más todavía, y bastante mal lo estaba pasando ya el pobre…. Intenté hablar con ella, pero me amenazó: o me largaba enseguida, o llamaba "al señor Oliverio". Lógicamente me largué, no es que ese imbécil me achante, pero… joder, uno tiene (o tenía, al menos) una reputación que mantener, y ese tío es el último que quiero que se entere de que tengo debilidad por una chica.
Hace como dos meses que me harté de no verla más que de lejos, y fui a la residencia de estudiantes. No podía entrar, no estoy tan loco como para ponernos a los dos en ese brete, pero hay otros modos de entrar en un cuarto sin pasar por la puerta, y el Rompebragas se los conoce todos. Trepé por la escalerilla de incendios hasta su cuarto, y llamé a la puerta de cristal de la terraza. Arnela se llevó un susto de muerte cuando me vio allí y me pidió una vez más que me fuera, pero me negué, y hablamos. Lógicamente, no me abrió, pero al menos, pude hablar con ella.
"Estoy hecha un lío" me confesó "Algo siento por ti, pero no sé si es bueno o no. No sé si es cariño, o amor… o sólo ganas de sexo".
-¿No puedes olvidarlo, verdad….? – le susurré con mi "tono especial para mojar bragas", y la pobre se sonrojó y corrió la cortina. Pero a la noche siguiente volví a verla y admitió que tenía razón:
-No. No se me va de la cabeza. Fue muy intenso, fue… desobedecí todos los mandatos de mi familia de golpe, fui infiel, hice mi capricho, perdí mi virtud, y gocé… y todo a la vez. Comprende que tengo que asimilarlo. Y aún cuando lo haga, no te puedo asegurar que vaya a querer nada contigo… Eres el Rompebragas.
-¿Qué quieres, que te prometa que voy a ser bueno…? – contesté, apoyando los brazos en el cristal de la puerta, mientras ella se apoyaba también, mirándome. – No te voy a decir nada que no sepas, Arnela, antes de "esa noche", había dormido más veces en éste edificio que en mi piso. Bueno, ni eso, dejémoslo en que "he pasado más noches aquí" que en mi piso. Pero mira, de lo nuestro hace ya más de dos meses, y desde entonces, me tienes pasando hambre…
Arnela me miró con esos enormes ojos castaños que tiene, con carita de pena, y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no pegarle una patada al cristal que lo hiciera mistos y lanzarme sobre ella.
-No lo sé, Rino… no sé si fiarme de ti. – Bueno, al menos no había dicho un "no" rotundo, y yo, que estoy acostumbrado a que cuando no me dicen que NO de forma terminante es que va a haber un sí, seguí yendo a su balcón todas las noches. A los pocos días, puso una sillita y una manta para que no pasase frío mientras estaba allí, y me dieron ganas de bailar de lo estúpidamente contento que me puse. Le he insistido un montón de veces para que me dejara entrar, prometiéndole portarme bien (ni yo me lo creía), pero siempre se ha negado, y sólo hablamos con el cristal de por medio. Hablamos… y hablamos… y hablamos. Y sé que esto suena peor que un tiro, pero es la primera vez que yo hablo tanto con una chica, y de todo lo que hablamos, hablamos tan poco de sexo. Y lo más raro todavía, es que me gusta. Joder, veintiséis años y ya pienso que me estoy haciendo viejo.
El caso es que hace un par de semanas me dijo que si quería, podía esperarla a la salida de la biblioteca. Que vigilase bien que no me viese nadie, eso sí. Y desde entonces, la espero algunas tardes. No todas, no quiero que se vicie… sólo de martes a viernes. Vale, eso ha sonado bastante patético. Pero en fin, al menos puedo estar con ella sin un cristal de por medio, y, más patético todavía, ayer la tomé del brazo y por primera vez, no se apartó. Me bajó la mano hasta la suya, eso sí, no quiere que todavía la coja del brazo. A mí me dio igual, cuando me bajó la mano aproveché para rozarle el culo y ella no se enfadó, le dio la risa tonta. Claro que ayer le daba la risa tonta por todo… cuando nos despedimos en su terraza, le dio un besito al cristal, y con las mismas, acerqué mi boca a la señal de vaho que había dejado la suya y la lamí haciéndome el seductor, entornando los ojos… Arnela se puso como un tomate y se rió, pero no corrió la cortina… se acercó al cristal otra vez y besó de nuevo la zona que yo lamía. Yo acerqué las manos al sitio donde estarían sus tetas de no estar la asquerosa puerta de por medio y fingí apretárselas y pellizcarle los pezones. No estuvimos mucho rato así… sólo hasta que yo le supliqué que me dejase entrar y ella, sonriendo, se negó una vez más. Me fui a mi casa con un dolor de pelotas impresionante, pero feliz como un gilipollas. Estaba cediendo. Me las está haciendo pasar putas, pero poco a poco va cediendo.
Joder, ya era AÑO, por fin se está poniendo el abrigo. No queda un alma en la biblioteca, todo el mundo se ha largado. Hoy que es viernes, medio mundo se va ir de marcha por ahí. Yo antes lo hacía también… he cambiado eso, por esperar a una chica feílla bajo la nieve. Se me han aflojado las tuercas. Y lo peor es que sigo aquí, sonriendo como un gilipollas mientras pateo el suelo, muerto de frío, y con el corazón que se me va a salir sólo porque voy a verla. Apaga las luces. Sale por la puerta y no la dejo ni echar la llave cuando estoy a su espalda, apretándome contra ella, ¡qué calentita está!
-¡Rino! – me dice en un grito ahogado - ¿Qué haces aquí?
-Investigar la teoría de que en una nevada hay al menos dos copos iguales, no te jode… ¡esperarte a ti, como todos los días! – sé que va a notar que estoy con la tienda de campaña montada, pero me trae sin cuidado, no me pienso separar, el calorcito que desprende su culo es demasiado agradable para retirarme.
-Sé que me estás esperando, pero no deberías hacerlo aquí, sino en la esquina… suelta… aquí pueden vernos…
-El yeti nos va a ver… ¡¿con ésta nevada, que parece que estemos en Rusia, quién te figuras que va a haber en la calle, niña?!
-¡Me da igual, suelta…! – pero lo dice riendo. Cuando se debate para que la suelte, se frota contra mí y eso me pone más burro todavía. Al fin cierra y echamos a andar hacia la residencia, no queda lejos. Camino abrazado a ella, pegado a su espalda, y Arnela me agarra de los brazos y los fricciona para darme calor. Mis manos, entumecidas pese a los guantes de cuero, buscan también su calor… - Rino… separa las manos de "ahí".
Me encanta cuando se pone regañona, a lo mejor por eso soy tan pulpo. Llegamos a la residencia femenina e intento hacerme el loco y no soltarla, pero ella misma me recuerda que no puedo subir por la puerta principal, así que nos separamos. Está a punto de subir por las escaleras y me la quedo mirando con cara de pena, algo que me cuesta mucho hacer, porque hasta ahora, nunca lo había necesitado.
-Nela…. ¿hoy, tampoco….? – muevo los labios de forma muy elocuente. Se me queda mirando, reprochándome que "sea tan obstinado", como dice ella. Pero mira hacia un lado y otro del complejo, todo desierto. Se acerca a mí, se pone de puntillas y me da un fugaz besito. Intento retenerla de los brazos, besarla más largamente, pero se aprovecha que estoy medio helado y no soy rápido, se escurre ágilmente y sube, colorada y soltando una risita. Pero me ha besado… Joder, me dan ganas de llorar y todo, qué gilipollas soy, ¡estoy contento! ¡Estoy que estallo de emoción por un simple piquito! Loco de felicidad, doy corriendo la vuelta al edificio y pego un salto para agarrar el inicio de la escalerilla de incendios, la despliego y subo por ella como un rayo, tan rápido que cuando llego a su balcón, ella no ha llegado todavía. Me echo la manta por los hombros, y me siento mejor. Hoy, ha dejado la silla cubierta por un plástico para que no se mojase con la nieve, quito el plástico y lo pongo en el suelo, quito el cojín de la silla y me siento directamente en el suelo, sobre plástico y cojín, y me envuelvo bien en la manta.
Al fin entra por la puerta, y parece sorprenderse de que haya llegado yo antes que ella. Me sonríe y se quita el abrigo. Para no variar, lleva su grueso jersey de cuello alto y su falda hasta los pies… pero antes, sólo llevaba zapatos bajos, y hoy lleva botitas con un poco de tacón. Y la falda no es marrón y lisa como la que siempre llevaba antes, es una falda larga, sí, pero hecha de remiendos de muchos colores, con el borde negro… una falda un poco más llamativa, en suma.
-¿Te gusta? – me dice, cogiéndose los lados de la prenda para extenderla – la compré en el mercadillo, ¿te parece que me queda bien… o es demasiado festiva?
Estoy por decirle que a mí como más me gusta, es sin falda, pero afortunadamente me contengo y asiento con la cabeza.
-Te queda muy bien… ahora se ve que tienes caderas. – Nela me sonríe, un poco apurada, y me dice que va a ponerse el pijama. Sé que está cediendo, sé que hoy está más débil de lo normal, me ha besado… y no me resisto a intentarlo. – Arnela… ¿por qué no te cambias aquí?
-¿Qué insinúas...? – se ha sonrojado hasta las orejas y se lleva los brazos al pecho.
-Venga… te he estado esperando toda la tarde, bajo la nieve… Estoy fuera de tu cuarto, detrás de una puerta de cristal, en medio de una nevada. Podría entrar por la ventana de tu alcoba, podría romper la puerta, pero estoy siendo muy bueno… ¿no me he ganado algo a cambio de ser buen chico…?
Parece dudar, se marcha sin decir nada, y estoy a punto de descorazonarme, pero veo que vuelve con su pijama azul en brazos. La polla me da un espasmo y se me abre una sonrisa enorme en la cara. Nela no parece ni capaz de mirarme, pero se da la vuelta y se quita el jersey de punto, debajo del cual lleva uno más fino, blanco. Se quita después la falda, lleva leotardos blancos también, se descalza y se queda quieta unos momentos. Creo que no va a ser capaz, ni aún estando de espaldas a mí. Pero lleva sus manos al jersey y se lo saca por la cabeza. Me doy cuenta que estoy de rodillas, pegado al cristal, y con la mano derecha sobándome el paquete sin poder evitarlo. Su espalda curvada, sus hombros frágiles, sus caderas tan redondeadas… parece casi recta cuando lleva la otra falda… ahora mete los dedos en la cinturilla de los leotardos y los baja. Lleva bragas blancas, a juego con el sostén, y la piel de sus piernas parece tan suave…
Lleva las manos a la espalda al cierre del sujetador, y mis caderas se mueven solas… a pesar del frío que hace, quiero sacarme la polla, quiero machacármela aquí mismo, mirándola… Dios, ojalá se dé la vuelta, quiero que me mire, quiero que vea cómo me la casco a su salud. El sostén cae, y medio veo una de sus tetas, así sin ropa son mucho mayores de lo que parecen cuando está vestida… No seas tan mala, Nela, vuélvete, déjame mirarte…
Como si me hubiera oído, la ratona se vuelve. Intenta por todos los medios mantener los brazos separados de su cuerpo, pero éstos se le mueven maquinalmente en un intento de cubrirse, y más cuando me ve, jadeando, frotándome el bulto del pantalón como un perro en celo.
-¿Qué haces? – me dice espantada, dando un paso hacia la puerta de cristal. Cuando anda, se le bambolean las tetas, y no puedo dejar de mirarlas.
-Arnela… hace ya más de cuatro meses que no follo… no te extrañe que haga esto, joder, estás buenísima…
-No me digas eso… por favor, para… - me ruega, pero soy incapaz, me da igual si corre la cortina o si se enfada conmigo, no puedo parar. Me bajo la cremallera y me la saco ahí mismo. Nela ahoga un grito cuando me la ve, y se le escapa una sonrisa. La miro con picardía, no puedo dejar que se me escape ahora.
-Nela… anda, ven… siéntate frente a mí… deja que te mire… mírame mientras me la hago… no digas que no te gusta, traviesa. – Duda. Pero es indudable que ella también quiere y que hoy tiene ganas de fiesta, porque se acerca el puff, se sienta en él y no se tapa las tetas. Con la mano izquierda le hago una seña para que se acerque más, y, con algo de reticencia, pero ella lo hace. Queda con las rodillas pegadas al cristal. Tal como hice ayer, acerco mi boca al cristal mientras no dejo de acariciarme. Nela entiende y ella también besa el cristal. Sé que es estúpido, pero también me parece excitante a tope. Lamo el cristal, allí donde están sus labios, y a pesar del frío que hace, noto que mi temperatura no deja de aumentar. El calorcito invade mi polla, expandiéndose después por mi estómago y mi cuerpo, es tan agradable...
Arnela me mira con ojos vidriosos, ella también está excitada, y saca un poquito la lengua, lamiendo también el cristal. Nuestras lenguas aletean, buscándose mutuamente, pero lamiendo sólo la fría puerta, mientras ella empieza a bajar su mano derecha hacia su coñito, aún cubierto por las bragas. Joder, si estuviera dentro, no con las manos, se las iba a romper a bocados.
-Eso es, eso es… tócate tú también, déjame ver cómo lo haces… - susurro, mientras mi cuerpo se estremece y el placer me ataca en hachazos de calor que me laceran maravillosamente. Ya casi ni noto el frío de la nieve. Nela no puede sostenerme la mirada de la vergüenza que siente, pero mete la mano bajo las bragas y empieza a tocarse, veo la silueta de su mano moviéndose de arriba abajo, acariciándose… ahora lo hace en círculos, y veo que se detiene arriba… ay, qué pilla, cómo sabes dónde te gusta…. Se le escapa un gemidito, e intento atraer su atención para que me mire, mientras yo me acaricio el capullo con toda la mano, metiéndolo entre los dedos, frotando la punta con la palma…
Nela está tan colorada que apenas puede respirar, en su lugar jadea. Tiene las bragas mojadas. Me inclino un poco y lamo la zona del cristal en la que veo su coñito, y ella pone carita de susto.
-Déjame entrar, Nela, por Dios… - le sonrío, apretándome la polla – si tú también quieres… no me digas que no…
Pero Arnela me sonríe y niega con la cabeza. En su lugar, se baja un poco las bragas, hasta las rodillas, y a mí me da vueltas la cabeza, jooooder, joder, esto no es justo, veo que voy a partir el cristal con la polla de lo dura que la tengo. Me froto con fuerza, noto que empiezo a sudar, voy a coger una puta neumonía sudando bajo la nieve y me da igual, joder, qué calorcito más rico, qué gusto…
Nela se arrodilla frente a mí, frotándose la pipa, sus tetas se pegan al cristal, tiene los pezones duros como balas, y apoyo la mano en ellos, siento su calor aún a través del cristal, y juego a hacer que los aprieto, que le retuerzo los pezones… ella no deja de acelerar sus caricias, le veo los dedos mojados, y yo tampoco me freno, me doy a toda velocidad, es fantástico, cada vez que muevo la mano me parece que me vaya a correr, las piernas me tiemblan, el cristal está lleno de vaho y la oigo los gemiditos que da, parece que se vaya a echar a llorar.
-Rino… - dice con una vocecita - …me… me he acariciado así muchas veces… desde entonces… Y lo hago pensando en ti… recordando todo lo que me hiciste…
Oírla decir eso es superior a mis fuerzas, el placer me sube en olas, siento el cosquilleo en el capullo que me avisa que voy a correrme, joder, cómo me gusta, subo la mano a la punta y centro ahí las caricias, me froto como un loco, y veo que ella tiene la vista clavada en mi polla y su dedo corazón vuela sobre su pepita, se estremece de gusto, se va a correr también ella… quiero verlo, pero no aguanto más, los ojos se me cierran porque el placer me ataca, las cosquillas estallan en mi polla, mi culo se contrae y tirito de gusto cuando suelto la leche a presión, un jadeo de satisfacción me vacía el pecho… aaah… el cristal está manchado, el lefotazo se escurre lentamente y yo tiemblo un par de veces más, qué bien me he quedado… Arnela me mira con carita de ir a ponerse a llorar… es ahora cuando se va a correr, ¡no me lo he perdido!
Mira la mancha de semen que se desliza, espeso, por el cristal, me mira a mí, que tengo las manos pegadas a donde estarían sus tetas, y bajo la derecha hacia su coñito, y muevo mi dedo, como si la estuviera pajeando yo. Al ver aquello, cierra los ojos y gime más intensamente, sus hombros se acalambran y se estremece, tiembla, se le ponen los ojos en blanco y sonríe de gusto, sus caderas dan golpes espasmódicos y por fin se mece lentamente, jadeando… tirita y sonríe, soltando el aire. Se sienta sobre los tobillos, ya calmada. Pero a mí se me ha puesto dura otra vez al verla correrse.
-Nela… hace mucho frío aquí fuera y estoy sudando… - digo, tiritando a pesar de estar bajo la manta – porfa, déjame entrar… sólo hasta que entre en calor, y luego me marcho… ¿vas a dejar que coja una pulmonía? Te prometo que me portaré bien.
Arnela tiene cara de no creer una sola palabra, mientras me mira todavía sentada en el suelo, frente a mí.
-¿De verdad me prometes que no intentarás nada….? – me dice dulcemente, pegándose de nuevo al cristal, sin molestarse ni en cubrirse las tetas, ni siquiera en subirse las bragas. La miro sin picardía, pegando mis manos a las suyas.
-Prometido. – digo, asintiendo con la cabeza. Nela dirige la mano al cierre de la puerta de cristal, la desliza sobre las guías, y apenas tengo espacio suficiente para pasar, me lanzo sobre ella como un tigre furioso, la tumbo en el suelo y la cubro de besos, apretujándole las tetas y frotándome contra ella, porque yo tampoco me he guardado la polla.
-¡Dijiste que no me harías nada, prometiste no intentar nada! – chilla, alborozada, intentando ocultar la sonrisa.
-¡Y cumplo! ¡Esto, no es intentarlo, esto es hacerlo! – Arnela me mete los brazos bajo la cazadora de cuero y gime cuando le aprieto los pezones, da caderazos buscándome.
-Po… por lo menos, déjame cerrar la puerta de la terraza, que entra frío… - sonríe, besándome la cara.
-Para puertas estoy yo, ahora te aguantas, que yo llevo helándome toda la tar… haaaaaaaaah…. Joooder, qué calentita estás por dentrooo…