De la manera más tonta

Cómo de beso en beso, de juego en juego, se llega a lo que nunca se imaginó.

De la manera más tonta.

  • Yo se lo daría en la boca – Dije, y al instante me di cuenta de que había metido la pata de alguna manera, porque el resto de la panda se miraba con sonrisas.

Tenía 16 años entonces y estábamos casi toda la pandilla en el campo de Luis, jugando al juego ese de la botella que simula ser un cerdito y uno a uno tienen que ir diciendo donde le darían un beso al animalito. Yo era un poco pava y no sabía cómo terminaba el juego, por eso, y por seguir el juego, dije lo que dije. A mi lado tenía a Elena, una de las guapas del grupo.

Como sabrán los que conocen el juego, al final cada uno tiene que besar a que tiene a su lado donde ha dicho que besaría a la botella/cerdito, así que a mi me tocó darle un beso en la boca a Elena, cosa que no quería hacer, por lo que se produjo un intenso toma y daca: ellos que si, yo que no. Y Elena no decía nada pero se reía.

Al final tuve que transigir, y darle el beso, pero aquí se produjo otra polémica ya que yo pretendía un beso rápido y el resto que no, que un morreo en condiciones. Y es que el que se dieran un morreo las dos tías guapas de la pandilla era algo que a los tíos les daba morbo.

Al final se salieron con la suya, y nos dimos el morreo, yo muy cortada y Elena algo menos y más divertida.

Este beso fue el primero de unos cuantos, pues aprovechándose de que era muy inocente y crédula, cada vez que se proponía un juego y perdía, como por ejemplo jugar a las prendas, siempre me tocaba darle un morreo a Elena, con lo que la diversión estaba asegurada para el grupo.

Si me preguntáis qué sentía entonces, diré que, al principio, rechazo y luego algo menos, pero siempre me negaba por la educación recibida, eso de que las chicas se besaran o algo más era inimaginable para mi candor. Respecto a lo que pensara o sintiera Elena, no lo sabía, entonces pensaba que se sentía, cuanto menos, incómoda, y que no se prestaba claramente a ello. Que participaba de la diversión general era evidente pero más allá no creía que fuera.

En aquel primer beso, recuerdo que al corte que tenía, se unía alguna curiosidad, pues yo había tenido alguna relación con varios muchachos de la pandilla, eso si, sin pasar del beso, y no diré que no tenía curiosidad por saber cómo besa una chica. Por eso, cuando se prolongó varios segundos, que a mí me parecieron minutos, mi azoramiento creció, y también un sentimiento de culpa. Y en medio, una sensación extraña. En los besos siguientes, la sensación crecía.

Por lo demás, la relación entre nosotras era la normal de amigas que salen en pandilla, se cuentan los amoríos, quién le gustaba a cada una, los secretos de cada uno, etc. No diré que fuera mi amiga del alma pero nos llevábamos muy bien.

Pero beso a beso, algo pasó.

Un día, ya tenía más de 17, la invité a casa para escuchar en el ordenador de mi habitación unas canciones y pasar la tarde. Circunstancialmente, me encontraba sola en casa. La tarde pasaba agradablemente entre canciones, ropa, comentarios de la pandilla, etc. Hasta que me preguntó a boca jarro

  • ¿Te gusta besarme en los juegos de la pandilla?

Juro que no esperaba esa pregunta, pues parecía evidente que me molestaba cuando perdía y me hacían besarla. Por eso

  • No, …. si,.... yo que sé

  • A ver, Marta, en qué quedamos ¿si o no? - y se sonreía.

  • Pues que no, que todos lo hacéis para reíros de mi.

  • Pero ¿te gusta?

La sensación extraña.

  • Si, … no se

  • ¿Sí o no?

  • Estooo, …. si

  • ¿Quieres que te bese para así estar segura?

  • No ….. bueno, si

Y se acerco a la silla en que estaba sentada desde la cama en que ella estaba sentada, lentamente acercó su cara a la mía, giró la cabeza para enfrentar sus labios a los míos y empezó a besarme. La sensación extraña crecía.

Fue un beso más intenso que con la pandilla, húmedo, largo. La sensación pudo conmigo.

Le devolví el beso, y abrí la boca para su lengua, que entraba en mí. Y allí explotó la sensación, en mi cabeza estalló una palabra: amor, y otra sensación: placer. Me gustaba que me besase, pero …. ¿otra chica? …. ¿Y qué? Te gusta y te da placer, ¿qué mas quieres?

Nos separamos.

  • ¿Te ha gustado?

  • Si, repitámoslo

Y ahora fui yo la que se acercó para besarla en otro beso largo, profundo, mojado. Y otra sensación crecía en mi, o más bien en mi entrepierna ¿humedad?, sentía palpitar el estómago.

Nos levantamos, unidas por la boca, pero las manos parecían cobrar vida propia, las mías sujetaban su cabeza para profundizar en el beso, las suyas se deslizaban por mi pecho, mi espalda, el culo. Comprendí, y nos separamos para contemplarnos la una a la otra.

Me llevo a la cama para tumbarme boca arriba, ella se echó al lado y se puso a darme besitos, mientras intentaba subirme la camiseta. Me dejé hacer, dejando mi sujetador al aire, pero no paró hasta abrir el corchete y quitármelo, para así dejar mi pechos al aire, libres para sus caricias y sus besos. Yo me incendié. Jadeábamos. Me atreví a adentrar mis manos bajo su falda, llegar a las bragas y más allá.

  • Desnúdate – le pedí.

Me hizo caso, se levantó, de un golpe se quitó la camiseta, rápidamente el sujetador, la falda cayó en un visto y no visto y las bragas de un caderazo. Contemplé su cuerpo desnudo, si era guapa de cara y tenía buen tipo, los pechos firmes, claro teníamos 17 años, curvas, piernas. Ya nos habíamos visto en biquini en la piscina, pero sin él …. Yo tampoco perdí el tiempo, y me despojé de mi falda y bragas y me levanté.

  • Me gusta tu cuerpo – le dije

  • Me gustas tu – me dijo

¿Y qué hago? Me pregunté. Quiero darle placer pero ¿cómo?, mi experiencia en sexo se reducía a besos robados de los chicos, alguna mano en mi culo, magreos varios y en pocas ocasiones me había masturbado. ¿Y ella? Seguramente lo mismo, pues ahí estábamos las dos, una frente a la otra, una esperando a la otra.

Al cuerno con todo, me dijo la sensación, madura de una vez. Y tomé la iniciativa. La agarré de la mano para llevarla a la cama y tumbarla, me tumbé encima de ella, besándonos otra vez. Recordé alguna escena del cine, y de su boca pase a besar y chupar sus pechos. Tenía los pezones duros y tiesos, y yo los besaba, y los lamía, y los chupaba, y ella jadeaba. Recordando también cómo me masturbaba, me separé de ella ligeramente. Ella tumbada, yo de rodillas entre sus piernas. Con una mano le abrí su sexo, con un dedo de la otra, mojado en saliva, le acariciaba el clítoris. Elena jadeaba con más fuerza, yo insistía en el masaje, hechizada. En un momento, arqueó el cuerpo y jadeó con fuerza.

  • Me corro

Yo insistía en el masaje, ella arqueaba el cuerpo como posesa, dando leves gritos. Pare el masaje, cedió el movimiento de su cuerpo. Tenía el coño muy mojado, lo comprobé al introducir un dedo en él. Volví a las caricias, volvió a jadear y al cabo, arquear el cuerpo ¿otro orgasmo? Yo me descubrí jadeando como ella, y a medida que se movía más, yo insistía más.

  • Basta, Marta, para – me suplicaba, y trataba de apartar mis manos de su entrepierna. Lo consiguió.

Me separé para mirarla mientras se calmaba, era tan hermosa.

  • Ven – me dijo, y me tumbé a su lado – me toca darte placer.

Y lo hizo, estuvo un rato besando, masajeando mis pechos, chupando, lamiendo los pezones, recorriendo mi vientre con su lengua, atacando mi coño con sus dedos ¿me lo chupaba? ¿también se hace así? Fue increíblemente mejor que las veces que me había masturbado, una, dos veces me sentí elevar, mis coño mandaba oleadas de placer bajo su lengua, los jadeos debieron escucharse fuera, pero nadie dijo nada.

Algo nació allí entre las dos. Algo que empezó con un beso en un juego tonto de adolescentes, que creció en otros besos tontos, y que explotó una tarde.

Ana del Alba