De la Lluvia y todo lo demás. 8.
Llamó cerca de las veintitrés horas, para avisarme que estaba viniendo a casa, yo apenas pude decir una palabra.
Miriam abrió la puerta dejando salir al hombre de pelo oscuro y siempre de traje, para que yo entrara. Sonrió como cada viernes por la mañana.
— Buen día. — Dijo mirandome y la sonrisa dejó de existir. Pasé la puerta y por su lado sin decir nada.— Hoy no es por vicio. —
— Olivia me beso.— Dije mirando la ventana de mi derecha. Sentí alivio al decirlo.— No hablamos del tema porque me incómoda. Porque no sé que decir. No sé qué paso aparte del beso.— Afuera había viento, mucho viento. — No está bien, así que no verla más no es una opción.—
— ¿Cómo fue lo del beso? — La miré y ya estaba escribiendo sin mirar en la rosada libreta.— No la manera, sino la situación.— Sonreímos por la aclaración.—
— Me invitó a cenar al departamento por haber ayudado con la mudanza. — Volví a mirar la ventana y los árboles moverse.— Se hizo tarde, hacía frío y me dijo que podía quedarme. Lo hice. Dormimos bien, supongo. No paso nada. — Recién entonces me pregunté qué sería el tatuaje de su espalda. — A la mañana siguiente, nos estabamos despidiendo y ella me corrió la cara y paso. — La miré nuevamente. — ¿Tenes agua? —
— ¿Durmieron juntas? — Se puso de pie y sirvió agua solo para mi.—
— Sí, pero no paso nada. — Me miró y sabía que cuando me miraba así era porque estaba equivocada.— Ya sé, pero ella ya había dormido en casa y no... — Tomé agua.— Gracias.—
— Es otra cosa. — Dijo cuando estuvó nuevamente sentada.— Quizás hiciste o dijiste algo, aparte de haberte quedado en su casa, para que ella haga lo que hizo. —
— Creo que fue solo eso. — Dejé el vaso vacío sobre la mesa de café del centro. Ella volvió a escribir.— Ahora tengo miedo de hablarlo, porque aunque no quiera tengo que verla. Estar... —
— No te confundas. — Interrumpió.— No es tu hermana.— Volví a mirar hacía afuera. Sentí frío.—
— Lo sé. — Dije después de varios minutos.— Pero tengo miedo que vuelva a pasar lo mismo. — Suspiré y volví a mirarla.— Le conté lo de Veronica, lo de mi no relación con las flores, porque ella tenía en su casa, y las tiró. — No hizo ningun gesto y a mi me pareció raro.—
—Después de todo lo que le contaste, supongo que es normal. — Miró la libreta.— Creo que todo esto que le paso con Lena, la separación y tu acercamiento, la confundió. O quizás no sea una confunción.— Entedí lo que quiso decir y negué con la cabeza. —
—No. Olivia juega con eso todo el tiempo. No creo que este pasando lo que vos crees. — Me volvió a mirar para hacerme saber que no estaba en lo cierto. — Volví a estar con Lena. Volví a estar con Lena, pero no volví a sentir lo mismo. Supongo que ya sé que es verdad.—Miré el vaso vacío de agua.—
— ¿Más agua? — Preguntó y yo negué con la cabeza. Miré el reloj de mi muñeca izquierda.—
— La próxima semana me tomo vacaciones. — La miré y ella sonrió.—
— Si ves a tus padres, mandale saludos.— Fue lo último que dijo antes de ponerse de pie.—
Miriam me acompañó a la puerta y salí. Volví al consultorio para los últimos dos pacientes del día y de la semana.
Cuando salía de la última hora, acompañada por el último paciente, veo a la doctora sentada en la segunda silla de la sala de espera. Luciana la miraba con desconfianza, me miró a mi, se encogió de hombros y volvió a mirarla. El paciente se despidió y desapareció por la puerta.
—Hola. — Dije acercandome. Ella aún tenía el ambo blanco cubriendole el cuerpo.—
—¿Cómo estás?— Preguntó poniéndose de pie. Plantó un sonoro beso en mi mejilla. Miró a Luciana que estaba parada al lado de su escritorio.—
—Yo cierro Lu. Nos vemos a la vuelta.— Luciana sonrió y desapareció tambien.— Necesito un té. ¿Venis a casa? — Ella comenzó a caminar.—
Cerré la puerta y subí, una vez más, a su auto. La doctora sabía cómo llegar, así que el viaje fue todo silencio de palabras. En la radio sonaba una canción que me gustaba mucho en mi adolescencia, quizás por la armónica, quizás por el hombre que la tocaba. Sonreí mientras ella susurraba la última estrofa de la canción.
Llegamos y caminamos directo a la cocina. Ella se sentó mientras yo preparaba té.
— No me contestaste la pregunta que te hice. — Me giré para mirarla. Tenía las manos en los bolsillos de la parte superior del ambo. —
— ¿Qué pregunta?— Dije y volví a girarme para llenar con agua las tazas.—
— ¿Cómo estás?— Volvió a preguntar y yo sonreí.—
—Bien. Supongo.— Ella me miró esperando una respuesta mejor. Apoyé las tazas sobre la mesa. — Estoy bien.—
— Esta bien, no me contestes ahora.— Tomó su primer sorbo de té.— ¿Qué fue eso de "nos vemos a la vuelta"? — La miré tomar té y cruzar las piernas.— Digo, ¿Te vas a algún lado? —
— Sí, pero no sé donde.— Abracé mi taza.— ¿Vos volves a trabajar ahora? —
— Sí, en un par de horas.— Volvió a tomar de la taza.— Así que tenes un par de horas para contestar mi pregunta.— Sonreí. —
— Llegaste tarde. Hoy vi a Miriam.—
— Tengo muy mala memoria. — El té comenzaba a acabarse.— ¿Miriam sabe de mi existencia en tu vida? —
— Te conoce como la doctora que no tiene pinta de doctora.— Ella río y sus celestes ojos brillaron.—
— Yo le hablé más de una vez de vos. — Sonreí nerviosa.— Me dijo que no mordias. Me pareció que te tiene mucho cariño.— Casi no dejó espacio entre una cosa y la otra, pero por lo último que dijo la quise un poco a ella. —
— Tengo que ir a bañarme. Esperame.— Dije y salí de la cocina.—
Me duché pensando que ir a ver a mis padres era una buena idea. Hablar con mis padres, volver a ayudar en el local de papá por las noches y comer la comida de mamá.
Volví a la cocina más relajada y Victoria, Vicky, dormitaba en el sillón. Se veía cansada hasta cuando dormía. Sonó su celular dentro del ambo blanco y ella despertó de golpe, metió la mano dentro del bolsillo y contestó. Caminé a la cocina en busca de agua.
—Tengo que irme.— Dijo desde la sala.— Una madre fue de urgencia. —
— ¿Y que esperas?— Contesté una vez de vuelta en la sala. Ella sonrió y comenzó a caminar hacia la puerta.—
— ¿Qué tenes que hacer? — Preguntó a la vez que abría la puerta.— ¿Me queres acompañar? Necesito que alguien vaya a comprarme café.— Reí. Y busqué mi bolso. Salimos.— Y tenes que contestar mi pregunta.—
Subimos al auto y manejó demasiado rápido porque el hospital no quedaba tan cerca de casa. Llegamos y ella caminó lo más rápido que pudo. La seguí. Subimos escaleras, solo dos y al lado de una puerta de madera una joven madre con una nena de no más de tres años llorando, la esperaba. La doctora me miró y paso la puerta junto a las otras dos mujeres pequeñas.
Salí del hospital para comprar café. Caminé cuatro cuadras y el viento no había parado. Compré un Espresso grande y un cappuccino, y volví lo rápido que pude para que no se me enfríara el liquído dentro de los vasos desechables. Al llegar ella aún no salía. Pasaba mucha gente por el pasillo, algunos saludaban, otros solo pasaban tan rápidamente que no alcanzaba a mirarle los ojos.
Las tres mujeres salieron del cuarto y la pequeña abrazada al cuello de su mamá, ya no lloraba. La doctora me miró y luego habló con la madre, besó en la mejilla a la pequeña y volvió a mirarme.
— Gracias. — Dijo mientras agarraba su vaso de café.— Vamos afuera.—
— ¿Qué le paso a la nena?— Pregunté y comenzamos a caminar.—
— Resfrio.— Tomó un sorbo de cafe y me miró.— Y una madre primeriza.—
— Entendí.— Llegamos al aire libre y nos sentamos sobre un banco de cemento. Ella a mi derecha.— ¿Queres tener hijos? — La doctora sin pinta de doctora me miró, seria, sorprendida por mi pregunta.— No me parece que porque seas pediatra tengas que tener hijos.—
— ¿Qué mujer no quiere tener hijos? — Contestó y yo solo pude sonreí.— ¿No queres o todavía no queres? —
— No quiero desde que soy conciente de que puedo tener hijos. — Tomé café.—
— No te creo.— Reí. — Bueno, quizás ahora no quieras, pero sos mujer y en algún momento vas a querer.—
— Esta bien, Doc. Ahora no quiero hijos.— La miré.— ¿Ahí te gustó?.—
— Pero... — Corrió la mirada y miró a la nada del horizonte.— Sí estuvieras con Olivia, y ella quisiera tener un hijo...—
— ¿Qué?— Dije y volví a mirarla.— ¿Qué tiene que ver Olivia? —
— No, lo que quiero decir es que Olivia me parece esa clase de mujer. La clase de mujer que quiere ser madre antes que nada... — Seguía sin mirarme.—
— No soy nada de Olivia. — Interrumpí.— Olivia es hetero.—
— Bueno, con más razón. — Me miró un segundo y volvió a mirar al frente.— Olivia sin dudas quiere ser madre.—
—¿Eh? No tiene nada que ver. — Yo miraba su perfil y ella solo sonreía con el vaso en las manos.— Yo también estuve con un hombre y pienso como ya sabes.—
— ¿Cuándo? ¿Cuándo mirabas televisión? ¿Cien años? ¿Doscientos? — Reí. — Aunque crea que estas con Olivia, lo que quiero decir es que es una mujer y necesita ser madre. Algunas antes que otras. Unas de diferente manera y a distinta edad que otras. —
— No hablo más con vos, porque no estoy con Olivia.— Volvió a mirarme y su sonrisa creció.—
— Que fácil me diste la razón con lo de ser madre.— Su café se terminó y se puso de pie para tirar el vaso en el tacho de algunos metros más adelante.—
— ¿Necesitas que vaya a comprarte algo más? — Sonriente negó con la cabeza.—
— Gracias por el café. — Se acercó y besó mi mejilla derecha.—
— ¿Por qué pensas que estoy con Olivia? — Pregunté.—
— ¡Doctora Martínez! — Gritaron y las dos nos giramos para ver quien era. La miré a Victoria, Vicky y sonreía. —
— ¿Doctora Martínez? — Asintió con la cabeza.— Creo que tengo que ir a comprarte un pañuelo para que te limpies la baba.— Rió. La mujer morocha de ambo azul y ojos oscuros se acercaba. —
— Perdón ¿Interrumpo? — Preguntó la mujer y las dos negamos.— Bien. Te necesito en la guardia. —
— Sí, entro en seguida.— Dijo sin mover los ojos del cuerpo de la mujer.—
— Supongo que tengo que irme, Doctora Martínez.— Por fin volvió a mirarme.— Voy a comprarte un pañuelo, cuando quieras pasa por casa a buscarlo y me contestas la pregunta.—
— Gracias. Te llamó apenas tenga libre un ratito.— Volvió a besar mi mejilla y caminó detrás de la mujer.—
Terminé mi cappuccino ya frió, tiré el vaso y volví a casa. Intenté entender como Victoria, Vicky podía pensar que estaba con Olivia si solo me vio con ella una vez y quizás dos hablé de la profesora.
Llegué a casa a leer. Habian pasados muchos días sin que lo hiciera y comenzaba a necesitarlo. Prepare el viaje entre oraciones y la maleta cuando estuve totalmente segura del día. La próxima mañana. Llamé a Papá y organizamos horarios, sus horarios para que pueda irme a buscar a el aeropuerto.
El prometido llamado de la Doctora Martínez no se hizo esperar. Llamó cerca de las veintitrés horas, para avisarame que estaba viniendo a casa, yo apenas pude decir una palabra.
— Perdón. ¿Ya dormias?— Dijo apenas abrí la puerta.—
— ¿Lo decis porque estoy despeinada? — Ella sonrió. Negué con la cabeza.—Si me conocieras sabrias que es normal que no me peine. — Entró y caminó a la cocina. Seguía con el ambo blanco, pero está vez tenía un prendedor del lado izquierdo con un plástico que decía "Dra. Martinez." y debajo "Pediatra", y una mariposa pegada en un costado. — ¿Café o cerveza? —
— Cervezas.— Dijo y sonrió. Busqué dos cervezas dentro de la heladera y volvimos a sentarnos al sillón.—
— Tenes que contestarme una pregunta.— Volvió a sonreír. —
— ¿Qué pregunta? — Dijo y tomó el primer sorbo de su cerveza.—
— ¿Por qué pensas que estoy con Olivia? — Dejé la pequeña botella de cerveza sobre la mesa de café y me senté de lado para mirarla contestar.—
— Ah, esa. — Imitó mi acción y me miró a los ojos.— No sé, supongo que es por la manera en que me hablas de ella, y la manera en que la mirabas esa mañana que me desperté en tú sillón. — Volvió a sentarse bien. — Y ella a vos.—
— Solo la viste una vez que yo recuerde. — Dije mientras intentaba hacer memoria. Ella negó con la cabeza.—
— Hace un par de días fue al hospital. Al ginecólogo, creo. — Se encogió de hombros.— No sé, pero fue y cuando salía, yo también. Me saludo y le pregunté por vos. Primeró me miró sería, pero una vez que empezó a hablar de vos cambio. — Volvió a tomar cerveza y me miró.— Me contó que te había visto justo esa mañana porque te habías quedado en su departamento. —Sonrió victoriosa.—
— No paso nada.— Volvió a encogerse de hombros y quedamos en silencio.—
Terminó la cerveza y se fue con la excusa de que estaba muy cansada y no quería dormirse en mi sillón otra vez. Me prometió llamarme para contarme sobre la mujer del hospital.
Me preparé sopa para cenar y me acosté.