De la Lluvia y todo lo demás. 19.

— ¿Tanto miedo tenes? —

Despertamos tarde, aprovechamos o aproveché para dormir todo lo que quería dormir. Me levanté para ducharme intentando no despertar a la fotógrafa que dormía a mi lado.

—¿A dónde vas? — Preguntó sin abrir los ojos.—

— Me voy a duchar. Quédate que hace frío.— Contesté y salí de la habitación.—

No habían pasado ni cinco minutos que estaba dentro de la ducha, pero el vapor por el agua caliente ya había invadido todo el cuarto, y Paloma que entra totalmente desnuda y con una sonrisa a la ducha.

— Déjame un ratito que hace frío.— Dijo y me corrió de abajo del agua.—

Dejó caer el agua sobre su cabeza y vi como le acariciaba la piel, estiró sus brazos para que me acerque y abrazarme. Sus pechos con sus pezones aún erectos por el frío se pegaron en mi pecho, sus manos apretaron mi espalda y las mías pasaron por abajo de sus brazos y subieron hasta sus hombros. Besé su cuello mojado mientras el agua seguía cayendo sobre nuestros cuerpos pegados.

Cuando decidimos salir, cada una se envolvió en una toalla y caminamos a la habitación de vuelta. Nos secamos el pelo y nos vestimos. Preparó café para las dos mientras yo leía acostada en el sillón.

— Quiero que veas las fotografías de ayer.— Dijo mientras me entregaba mi taza humeante. Me senté.—

— Gracias.— Dije. Dejó su taza sobre la pequeña mesa y se volvió a alejar.— No quiero ver las fotografías.— Agregué.—

— ¿Por qué no? — Preguntó sentándose a mi lado.— Son muy lindas.—

Encendió la cámara y sonrió. Tomé café para disimular mi vergüenza. La fotógrafa miró cada una de las fotografías antes de mirarme y volver a sonreír. Movió la cámara para que pudiera ver bien las imágenes.

Las imágenes estaban en blanco y negro ya. Una de las que me mostró, supongo que la primera, estaba acostada sobre el sillón, con los ojos cerrados y la luz solo daba justo a la mitad de mi cuerpo y la cara no se veía bien; En otra estaba sentada y me veía de perfil donde solo tenía luz mi brazo y parte de mi despeinado pelo; La última que vi, estaba agachada y toda la luz daba sobre mi parte de atrás, era lo único que se veía.

— No me gustan. — Dije y miré avergonzada hacia otro lado. — Me da vergüenza. Me imagino que no las vas a publicar.—

— Son las mejores fotografías que he sacado, Enana.— Contestó. Dejó la cámara sobre la mesa y agarró su taza.—

— No podes publicarla. Soy psicóloga.— Dije.—

— ¿Qué tiene que ver? — Preguntó y rió.—

— No sé, pero no podes publicarlas.—

— Hagamos un trato o un cambio, como quieras llamarlo. — Dijo y la miré.— ¿Qué queres a cambio de que pueda publicar las fotografías? —

— Sabes lo que quiero, pero de de todos modos no quiero que las publiques. — Contesté. Se giró para mirarme y abrazó su taza caliente.—

— ¿Qué queres? — Preguntó sonriente.—

— Que no te vayas.— Contesté con la vista clavada en mi taza media vacía.—

— Sabes que no puedo.— Dijo y asentí con la cabeza.— Puedo cambiarte las fotografías por una promesa. Por volver.—

No contesté. Ella soltó una mano de la taza para acariciar mi rodilla y sentí su hombro izquierdo apoyarse sobre el mío. Terminé mi café y volví a agarrar el libro, la fotógrafa quitó su mano de mi rodilla y caminó con las dos tazas a la cocina.

Paloma no volvió a sentarse a mi lado y se escuchaban ruidos desde la cocina, así que dejé el libro sobre la mesa una vez más y caminé a la cocina.

— ¿Qué haces, Pipi? — Pregunté. Ella se giró y me guiño su ojo izquierdo.—

Me senté en una de las sillas de la mesa, la que daba justo de frente a la cocina. Cocinaba algo que no supe descubrir desde mi lugar. Le dio forma circular a lo que había hecho y lo metió al horno.

— ¿Cómo les fue ayer en el médico con Olivia? — Preguntó caminando hacia mi. Se sentó a mi lado.—

— Creo que bien. — Contesté.—

— ¿Cómo que crees? Estabas ahí.—

— Sí, estaba ahí, pero no logré entender del todo.— Dije y ella sonrió.—

— ¿Te gustaría ser madre? — Preguntó y yo negué con la cabeza.— A mi me gustaría.— Agregó y la miré sorprendida.—

— ¿En serio? Estaba segura que no que querías, no sé porque. — Dije y ella bajo la vista.—

— Ya sé... Vos serias buena madre... — Comenzó a sentirse olor a galletas y volvió a ponerse de pie.— ¿Casarte, te gustaría? — Preguntó abriendo el horno.—

— ¿Me estas proponiendo casamiento? — La fotógrafa cerró el horno y volvió a girarse para mirarme. Sonrió.— Solo me casaria por los derechos que le trae a un hijo, pero... —

— No queres hijos. — Contestó por mi. Arrancó dos PosIt que estaban pegados en la heladera y los dobló una y otra vez.—

— ¿Estás haciendo galletas? —

— Sí, de avena con chocolate. — Contestó sin mirarme. Siguió doblando los pequeños papeles de colores.—

Estuvo jugando con los papeles un rato y luego volvió a acercarse con las manos detrás. Corrió una de las sillas y se sentó a mi lado, y me miró de lado. Sacó sus manos de su espalda y los PosIt se habían transformado en un pequeño tulipán. Besó mi mejilla y me entregó la pequeña flor hecha de papel.

— Estás muerta conmigo.— Dije y ella rió.—

— Creí que ya te lo había dicho. — Sonreí.—

Quedamos en silencio algunos segundos hasta que la fotógrafa se volvió a poner de pie, corrió la silla hacia atrás, luego la mía y se sentó con sus piernas abiertas, sobre las mías. Quiso hablar pero se sintió olor a quemado y rápidamente salió de arriba mio y corrió hasta el horno, sacó la placa de adentro y volvió a mirarme sonriente.

— ¿Queres ser mi novia? — Preguntó apoyada sobre la mesada. —

— ¿Es un chiste? — Pregunté y ella negó con la cabeza sonriendo.—

— ¿Queres o estamos bien así? — Volvió a preguntar. Recordé mi sesión de terapia y que debía llamar a Miriam.—

Me levante de la silla y ella no se movió, pero su sonrisa desapareció de su rostro. Me acerque con la rapidez que me permitieron mis piernas y me pegué a su cuerpo. Mis manos tomaron su cintura y besé su nariz.

— Te vas a ir.— Contesté.—

— Eso no contesta mi pregunta.— Dijo y sus manos tomaron mi cabeza.— ¿Sí o no?— No pude contestar y mi vista se clavo en su boca.— Que me vaya no quiere decir que no nos vamos a volver a ver, y lo sabes.— Agregó. Escuché y vi su lengua limpiar sus labios. — Alejandra, quiero estar con vos.— La besé.—

— ¿Eso es un sí? — Preguntó al acabarse el beso.—

— ¿Puedo contestar esa pregunta después que cumplas tú promesa y vuelvas de España? — Ella volvió a besarme, pero fue un beso corto, apenas chocaron nuestros labios.—

— ¿Tanto miedo tenes? —

No hizo falta que respondiera esa pregunta. Sus manos aún sobre los costados de mi cabeza me llevaron a apoyarla sobre su hombro y por fin las quitó y me abrazó por el cuello.

Al soltarme sirvió café nuevamente y las galletas sobre un plato. Me entregó una de las dos tazas y con el plato apoyado sobre la muñeca de la misma mano que llevaba su café, buscó mi mano con la que le quedaba libre y me llevó a la mesa.

— Cuando vuelva vamos a tener que hacer un cuarto para mis fotografías.— Volvió a hablar y solo pude sonreír.— Y quiero hijos, al menos uno. — Agregó.—

— No sé qué me cuesta creer más, si que quieras hijos o que me hayas pedido ser tu novia.— Contesté y ella me hizo burla.—

Busqué su mano sobre la mesa y la vi morder una de las galletas aunque estaban calientes. Tomé la segunda taza de café en lo que iba de mi día, el sol entraba por el ventanal del lado izquierdo y ella tarareó una canción que no me animé a preguntar cual era.

Se nos paso parte de la tarde tiradas en el sillón, yo con mi libro y ella para no sentirse sola, tomo "El Amor, las mujeres y la vida." del señor Benedetti. De vez en cuando interrumpía el sagrado silencio para leer algún pedacito de poema, esperar mi opinión y volver a leer.

Cerca de las veinte, salimos para la galería, solo nosotras dos. Buscó el camino en el GPS, metió su disco de Queen dentro del estéreo y manejo con la sonrisa y la vista al frente.

— ¡Por fin! — Dijo Pablo apenas nos vio. Estiró los brazos con un vaso de whisky en cada uno.—

— No gracias.— Dije.—

— No toma whisky.— Dijo la Fotógrafa. Buscó mi mano antes de comenzar a caminar hacia adentro.— ¿Todo bien? — Preguntó y el hombre a su lado comenzó a hablar sin parar.—

Le nombró varios nombres, en su mayoría acompañados por nombres de palabras como "director" "encargado" y cosas por el estilo. En un momento apretó mi mano para que saludara a un hombre que yo no conocía.

— Alejandra, mi futura esposa, madre de mis hijos. O hijo.— Dijo y no pude evitar reír.—

El hombre alto, de ojos verdes, sonrió y estiró su mano izquierda para saludarme. Tomé su mano y sentí la mirada de Paloma en mi cara.

— Él es mi papá.— Dijo y mi sonrisa desapareció.— Manuel.—

— ¿Qué? — Susurré.—

— Manuel, mi papá.— Repitió. El hombre estiró su mano izquierda buscando la mía.—

— Hola.— Sonó su voz ronca. Seguramente por el cigarrillo y el whisky.— ¿La mujer de las fotografías? — Preguntó mirando a la mujer a mi lado.—

— La misma.— Contestó sonriente.—

— Perdón, ahora vuelvo.— Dijo y soltó mi mano. Caminó pasando a mi lado.—

Comencé a sentir calor, quizás por la cantidad de gente alrededor, quizás por la situación. Le quité su vaso de whisky y terminé de un trago lo que le quedaba. La fotógrafa rió.

— ¿Qué te pasa? — Preguntó y tomó mis dos manos.—

— ¿Por qué no me contaste que lo habías conocido? — Sentí mis mejillas hervir.— No tendría que haber tomado tu whisky.—

— Fui a México por él. A buscarlo.— Contestó.— Lo ubiqué casi dos años después de haber llegado.—

— ¿Tú mamá sabe, no?—

— Sí, ella me dijo que él estaba en México.— Dijo y soltó una de mis manos para acariciar mi mejilla.—

— Es zurdo. — Dije y ella rió.—

— Podríamos cenar los tres antes de que me vaya... — Habló. Asentí con la cabeza y ella besó mi frente.—

— Vas a tener que contarme mejor todo esto con tu papá.—

El hombre volvió a aparecer. Tenía puesto jeans oscuros y arriba de la camisa blanca le caía un saco sin abrochar, su pelo corto algo revuelto y la misma sonrisa que la hija. Habló con la fotógrafa sobre alguien, de vez en cuando miraba hacia abajo, hacia nuestras manos y luego mi rostro.

Recorrimos la galería por completo, volvimos a ver cada una de las fotografías y luego salimos del lugar. Decidimos ir a cenar al primer lugar que encontráramos y lo encontramos a las pocas cuadras de la galería.

— Contame de tú papá.— Dije una vez que estuvimos ubicadas y en espera de la comida.— Me genera nervios, no sé porqué.— Paloma sonrió.—

— Estaba en mi segundo año de Publicidad y ya había vendido algunas fotografías para una revista local. —

— ¿Estudiaste publicidad? — Pregunté sorprendida. Ella asintió con la cabeza.—

— Así que soy un poco psicóloga también. —El mozo se nos acercó con las copas de vino y nos sirvió.— Gracias.—

— No me contaste nada.—

— Como vendí algunas fotografías empecé a enviar especies de currículum a varios lados, en varias ciudades y un día me llamaron para una entrevista. Bueno, entrevista...— Dijo y revoleó los ojos. — Para que mostrara lo que hacia. — Corrigió. El chico volvió a nuestra mesa con los dos platos pedidos en sus manos.— Gracias— Repitió. Lo miró y luego volvió a mirarme a mi.— Una semana después de la entrevista empecé a trabajar en ahí, en esa revista que aunque es local, está digitalizada... Bueno, eso no interesa ahora.— Tomo de su copa de vino mientras yo probaba mi milanesa de soja intentando no ver el pedazo de carne que había en su plato.— Me acuerdo que faltaban como dos días para que cumpliera los veinte y no había pasado un mes que estaba ahí, no conocía al jefe.— Probó la comida de su plato sonriente.— Cuando salió la segunda edición con fotografías mías, el jefe apareció en el estudió de la revista y me saludo.— Volvió a hablar luego de tomar vino.— Me estiró su mano izquierda, porque en la derecha tenía un vas de whisky...—

— ¿Qué hora eran? — Pregunté. Ella se encogió de hombros.— No importa, seguí. —

— Manuel Rámirez, un gusto, dijo y el cuerpo no me respondió más. Lloré sin querer. —

— ¿Tú papá? — Su sonrisa era tan grande que le cerraba los ojos. La imité.—

— No le dije ni mi nombre, solo le pregunté si podíamos hablar en privado. — Siguió contando. Dejé de mirarla unos segundos para poder agarrar mi copa con liquido rojo.— La cara de no entender nada del pobre hombre fue épica. Caminamos hasta su oficina. Dos pisos interminables para mi, y cuando escuché que cerró la puerta le dije, sos mi papá, y se quedó igual que yo cuando me dijo el nombre.—

— ¿Lloró? — Ella negó con la cabeza.—

— Quedó duro unos cuantos segundos y cuando reaccionó me preguntó si era un chiste y se rió sin que le contestara... — Se quedó en silencio un momento.— Hasta que le nombre a mamá y su cara dejó de estar toda tensa.—

— ¿Y vos? ¿Cómo te sentiste ahí frente a él? — Pregunté. Ella masticaba algo, pero eso no le impidió seguir sonriendo.—

— No sé como explicarte, es como cuando estas llorando de risa...— Contestó y la copa volvió a posarse sobre sus labios.— Así lo conocí. —

Cenamos con su historia de estudio de publicidad, su historia de universidad. El vino y la comida se nos terminó, el mismo chico se acercó para cobrarnos y luego partimos a casa con mi mano en su rodilla.