De la Lluvia y todo lo demás. 12.
No te entiendo. ¿Estás bien o no? No sé... Dijo y se quedó en silencio unos segundos.
Cuando me fui de casa de la fotógrafa, ella aún no había vuelto. Caminé en remera y short corto bajo el cielo nublado, las dos casas de distancia y afuera estaba Papá jugando con el enorme Indio. El hombre sonrió apenas me vio y el animal corrió a mi encuentro. Los saludé a los dos y entré a buscar mi celular. Dos llamadas perdías de la Doctora Martínez y un mensaje de texto de la Profesora que decía "Cuando vuelvas avísame" y entendí que algo le pasaba. Pensé en llamar a Lena, pero así como lo pensé me pareció una mala idea.
Volví al piso de abajo sin haber contestado nada, pensando nuevamente en qué será lo que quería hablar conmigo Olivia y nada se me ocurrió. Papá estaba a punto de salir de casa cuando bajaba el último escalón.
—Voy a buscar a Sara. — Sonrió y salió de casa. Volvió a abrir la puerta y Paloma entró.—
— Hola. — Dijo desde el marco de la puerta sin cerrar. Sonreí.—
— ¿Por qué no me despertaste? — Pregunte y ella entró, cerró la puerta y caminó hacia mi.—
—No te soportas ni vos si yo hago eso. — Contestó y besó la comisura de mi boca. —
— ¿Todo bien en la galería? — Pregunté y busqué su mano para caminar al sillón.—
— Sí, solo tenía que firmar unas cosas.— Nos sentamos de frente en el mismo sillón. Puso su mano en mi rodilla y yo reí.— ¿Qué es lo gracioso? —
— Lo que estas haciendo. — Contesté y la fotógrafa corrió la mano de mi pierna para llevarla a mi cara. No hizo falta que hiciera fuerza para que mi rostro se acercara al de ella y sentir una vez más, sus besos.—
— Es increíble que seas tan chiquita y tan linda. — Comento y sonrió.—
— Son solo cuatro centímetros de diferencia, Pipi. No exageres.— Ella buscó mi mano para acariciarla.—
Entraron Papá y Mamá y ninguna soltó la mano de la otra. Paloma se ganó un guiñó de ojo del hombre antes que nos dieran un beso a cada una. Mamá no dijo nada y subió sonriente por las escaleras, mientras que Papá se sentó en el pequeño sillón individual de al lado de nosotras.
— ¿Todo bien? — Preguntó el hombre de pelo blanco mientas cruzaba las piernas. Las dos asentimos con la cabeza.— Bien. Te quedas a almorzar que hoy cocino yo.— Dijo mirando a la mujer de mi lado.—
— Bien, si no es pregunta no tengo nada que decir.— Contestó ella y escuchamos bajar a Mama.—
Sentí sus dedos acariciar mi mano que estaba sobre la de ella, mientras Papá se ponía de pie y caminaba detrás de la mujer hacia la cocina. Miré nuestras manos y luego a ella, que seguía con la sonrisa vergonzosa desde que llegaron mis padres. Escuché las gotas de la lluvia chocar en el techo.
— Me acuerdo cuando me cantástaste bajo la lluvia, aún sabiendo que no era un arte que se te daba bien. — La vi confusa.— Esa noche que yo no quería salir porque vos habías empezado a planificar tu viaje... — Volví a mirar nuestras manos.— Nunca supe el nombre, solo me acuerdo de algo que decía "Bailas, maldiciendo la lluvia de ese amor que suave te besa los pies". — La imagen se repitió varias veces en mi cabeza. Volví a mirarla.—
— Me acuerdo. — Dijo y sonrió.— De la lluvia y todo lo demás. — Agregó y nuestras manos se despegaron. El hombre de la casa se había puesto a cantar con Janis en el equipo. —
— ¿Qué todo lo demás? — Pregunté y ella miraba a Papá que seguro le estaba hablando con señas.—
— No, así se llama la canción. — Volvió a mirarme sin dejar de sonreír. —
Me puse de pie para caminar a la cocina junto con mi padre y mamá había vuelto a la sala. Papá comenzó a cortar verduras y yo solo lo miré desde un costado, escuchando la conversación de Mamá y Paloma sobre literatura de Centroamérica. Sentí necesidad de hablar con mi psicóloga aunque las cosas iban bien.
El risotto acompañado por brochetas de verduras pasaban en los enormes platos blancos en la mesa. Mamá besó la mejilla de Papá luego de haber tragado el primer bocado del arroz. Almorzamos hablando sobre la exposición de la fotógrafa, su vida en México, la mía en el sur y Mamá no olvidó elogiar a la ausente Lena.
Terminamos de almorzar y me tocaba limpiar, la fotógrafa quiso ayudarme. Yo lavaba los platos y ella los iba secando a mi lado. Papá y Mamá se sentaron en el sillón a ver el noticiero, aunque ella siempre se dormía apoyada en el hombro de él.
— Tu mamá quiere mucho a Lena. — Dijo y no pude mirarla. Asentí con la cabeza.— ¿No están más juntas, no? —
— Creo que es obvio que no. — La miré seria y ella sonrió.— No sonrías.—
— Perdón. — Dijo y sentí su mano dentro de mi remera, acariciar mi espalda hasta llegar a mi cintura.—
— Están mis padres por si lo olvidaste. — El agua seguía cayendo sobre el mismo plato y ella no movía la mano.—
— No estoy haciendo nada. — Guiñó su ojo izquierdo y tuve que salpicarle agua para que sacara su mano de adentro de mi remera. — ¡Para! — Gritó y yo reí. El lado derecho de su remera blanca se había mojado bastante y el estampado que tenía no ayudaba a no notar que no usaba corpiño.—
— Vas a tener que ir a mi cuarto a cambiarte la remera.— Se miró y se encogió de hombros.— A mi no me molesta, pero seguís sin recordar que no estamos solas.— Besé su mejilla izquierda y ella salió de la cocina.—
Terminé de lavar los platos que me quedaba, de secarlos y guardarlos. Mamá se despidió porque volvía al trabajo, Papá también porque la llevaba y tenía que ir a hacer compras para el bar. Afuera seguía lloviendo.
— ¡Pipi! — Grite desde el escalón de arranque, pero no contestaba.— ¡Pipi, baja! —
— ¡No encuentro tus remeras! — Gritó y subí. Entré a mi cuarto y estaba sin remera mirando por la ventana.—
— Ahí no creo que las encuentres.— Dije y ella se giró.— Los del edificio deben estar contentos.—
— ¿Te molesta? —Negué con la cabeza, ella caminó hacia la cama y se recostó.—
Me hizo seña que me acostara a su lado y lo hice. Me recosté sobre mi lado izquierdo mirándola, y no pude contener mi dedo índice de mi mano menos hábil que recorrió su torso, acariciando desde su ombligo hasta sus clavículas. Ella no hizo absolutamente nada, solo tomó mi mano y se giró. Sentí uno de sus pezones rozar mi brazo, el mismo que descanso sobre uno de sus firmes pechos.
Nos despertamos por el sonido de mi celular en la mesa de luz de mi lado. Tuve que correr el brazo que estaba sobre ella para poder girarme.
— Hola.— Dije aún dormida. La fotógrafa me miró un segundo y se refregó los ojos.—
— Hola Ale.— Dijeron desde el otro lado y tuve que mirar la pantalla para saber quién era.—
— Doctora Martínez.—Contesté y me puse de pie. Miré por la ventana y aunque el cielo estaba cubierto de nubes, no llovía.— ¿Cómo estás? —
— Bien. Por fin atendes. — Contestó. Habla rápido.— Te imaginé encerrada en la casa de Olivia, muy ocupada.— Agregó y rió.—
— Que no tengo nada con Olivia.— Contesté y miré como la fotógrafa tapaba su torso.—
— Ya sé. Dejé de pensarlo cuando la vi ayer en el hospital otra vez. — Dijo y alguien gritó su nombre.—
—¿Estás trabajando? — Pregunté y la mujer que descansaba a mi lado se arrodilló en la cama, frente a mi y me abrazo.— ¿Sabes qué es lo que le pasa a Olivia? —
— Sí, estoy trabajando y ya tengo que cortar. — Sentí el eco de sus pisadas.— Lo único que sé es que vino a buscar unos análisis.— No supe que decir y ella volvió a hablar rápidamente.— Te llamo más tarde, atendeme.—
Corté la llamada y Paloma aún tenía su cabeza sobre mi hombro y sus brazos rodeaban mi cintura. Guardé el aparato en mi bolsillo y pase mis brazos por sus hombros. Sentí su respiración en mi cuello y luego sus labios pegarse a mi cuello.
— ¿Quién es Olivia? — Dijo sin despegarse.—
— Amiga de Lena, amiga de la que está enamorada.— Esta vez sí se despego, pero no soltó mi cintura.—
— ¿Queres ser mi amiga? — Preguntó y sonrió.—
— Creo que voy a tener que volver antes. —
—¿Por qué? — Preguntó sorprendida y olvidando la pregunta.— ¿Por Olivia? Porque no llamas primero.—
— Sí.— Fue lo único que dije y volví a abrazarla.—
— ¿Queres té? — Preguntó sin dejar de abrazarme y yo asentí con la cabeza.—
La miré por primera vez con mi remera puesta, le quedaba pegada al cuerpo, pero al ser de algodón color gris disimulaba un poco más su cuerpo desnudo debajo. Bajamos a la cocina y mientras ella preparaba el té para mi y un café para ella, busqué el libro que había olvidado hace algunos días. Salimos al patio y nos sentamos en el banco que estaba allí. Yo sostenía el libro con una de mis manos y con la otra sostenía la taza con el líquido caliente, su mano derecha descansaba sobre una de mis piernas cruzadas. Creo que leyó conmigo alguna parte del libro, hasta que se puso a tararear la canción que me cantó bajo la lluvia. La miré y no pude evitar sonreír, cerrar el libro y apoyar mi mano sobre la de ella. Ella dejó de tararear y me miró, luego miró mi mano y volvió a mirarme.
— Me gustaría ser tú amiga.— Dije y sonrió, y sin dejar de hacerlo apoyó su cabeza sobre mi hombro.—
Volví a abrir el libro y aunque mi té y su café habían desaparecido y comenzaba a sentirse la humedad, nos quedamos sentadas afuera.
Papá nos golpeó la puerta de vidrio solo para hacernos saber que estaba en casa y la fotógrafa quiso entrar. Miré la hora en mi muñeca izquierda, diecinueve cincuenta y dos. Entramos.
— Ale, con Mamá venimos tarde. — Dijo el hombre parado en el medio de las escaleras.— Paloma puede quedarse a hacerte compañía.— Agregó y terminó de subir las escaleras, ella solo sonrió.—
— Uds dos me caen mal. — Dije y dejé sobre la mesa el libro y luego caminé a dejar las tazas sucias a la cocina. Pipi camino detrás de mi.—
— Amiga no te enojes.— Dijo y reí. La sentí pegarse a mi espalda.—
— ¿No tenes que ir a ver a tú mamá o algo así? — Ella negó con la cabeza y me dio un fugaz beso en el cuello.—
La vi sentarse sobre la mesada y yo volví a la mesa a buscar el libro y dejarlo en algún espacio del librero. Papá bajó cambiado y perfumado, nos besó una mejilla a cada una y salió. Me acerqué a la mesada, donde ella estaba sentada, haciendo no sé qué con el celular y sonrió sin quitarle la mirada al aparato. Despegué una de sus manos y me metí entre sus brazos, pasé los míos por sus costados y ella siguió con lo que hacía en su celular.
— Tengo que ir hasta la galería. — Dijo en mismo momento que dejaba su teléfono sobre la mesada y volvía a abrazarme.— ¿Vamos? — No tenía ganas de salir, pero aún así asentí.—
Me despegué de su cuerpo para subir a cambiarme, mientras ella iba a hacer lo mismo a su casa. Supe que había vuelto cuando Indio ladró al escuchar el auto frenar afuera.
Llegamos a la galería y otra vez estaba llena de gente, está vez un poco más porque la exposición de pintura del lado derecho, tenía las luces encendidas también.
—Voy a ver allá. — Dije cuando entramos. —
— Si no me buscas, te busco.— Dijo, sonrió y caminamos en sentidos opuestos.—
Otra vez volvía a chocar con los grandes cuadros coloridos donde en la mayoría, solo se entendía un brazo de un cuerpo humano y otra vez mucha gente opinando sobre las obras a mi lado.
— Volviste.— Dijo la pintora detrás de mi. Me giré.— ¿Queres algo para tomar? —
— No, gracias. — Contesté.— Me gustan tus pinturas, aunque no tenga ni idea de nada.— Ella sonrió.—
— ¿A qué te dedicas? — Preguntó y tomó del líquido de su copa.—
— Psicóloga. —
— Entonces vas a entender en cualquier momento.— Dijo y volví a mirar el cuadro que estaba mirando hace algunos segundos.—
Cuando quise volver a hablarle ya no estaba a mi lado. La busqué con la mirada, pero no la encontré. Me quedé con mi historia sobre el cuadro y volví a caminar al lado izquierdo de la galería. La fotógrafa, una vez más, hablaba con el hombre calvo de anteojos de frente a una fotografía. Recordé la charla con la Doctora y salí del edificio para llamar a Olivia.
No atendió al primer intento, intenté por segunda vez y está vez sí escuché su voz.
—Hola. — Dijo y se la escuchaba raro.—
— ¿Cómo estás? ¿Estás bien? — Pregunté rápidamente. Se escuchó como caía un líquido dentro de algo.—
— Sí, supongo que si. — Comencé a caminar porque comenzaba a sentirme nerviosa.—
—No te entiendo. ¿Estás bien o no? —
—No sé... — Dijo y se quedó en silencio unos segundos.— Estoy embarazada.— Soltó y suspiró.—
— ¿No querías? — Pregunté y ella no contestó.— En unos días vuelvo y hablamos mejor.— Se escucharon sollozos y no supe que más decir, pero ninguna cortaba la llamada.—
—Gracias.— Dijo con un hilo de voz y cortó.—
Paloma se asomó por la puerta mirando para todos lados y yo volví a guardar el aparato dentro de mi bolsillo, y caminé de a la galería. Sentí su mano tomar la mía.
— ¿Todo bien?— Preguntó y solo me salió asentir con la cabeza.— Voy a saludar a Pablo y vamos.—
No sabía cómo tenía que reaccionar ante la noticia, porque sabía que ella no lo había hecho de la mejor manera. Recordé que no hacía más de un mes la vi fumar y tomar alcohol y no quise pensar más. volví a sentir su mano tomar la mía, caminamos hasta el auto y volvimos en silencio.
— ¿Te gusta el vino? — Pregunté y ella asintió con la cabeza y una sonrisa.— En la heladera hay queso y aceitunas.— Agregué y entendió que tenía que servir.—
Nos sentamos en el sillón de la sala con las copas de vino, el queso y las aceitunas en frente.
— Es increíble que una copa de vino haga todo un poco más romántico.— Dijo y la miré sin entender porque no le estaba prestando atención.—
— ¿Qué? — Pregunté y ella me miró.—
— Digo, a mi me parece, que una copa de vino genera muchas veces cualquier un ambiente romántico, sea cual sea el contexto.— Contestó y se encogió de hombros.— Pablo me pidió que fuera a la galería porque un no sé qué del gobierno de por allá, en el sur, quiere que exponga.— Dijo y sonrió. Imité la sonrisa y no dije nada para que siguiera contando, pero no dijo más nada.—
— ¿Y? ¿Sólo eso vas a decirme? — Pregunte y ella volvió a encogerse de hombros.— ¿Dijiste que sí? —
— Todavía no dije nada.— Contestó y buscó su copa de vino.— No me gusta dormir en Hoteles.— Tomó el primer sorbo y volvió a sonreír.—
— Que justo que yo viva, por allá, en el sur.— Su sonrisa creció y su mano izquierda descansó en mi rodilla. Reí.— ¿Podes llamar ahora y decir que sí? —
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En la publicación anterior me olvidé de decir que me caen bien cuando se quejan... Y que me gustaría saber qué piensan que hay en la biblioteca, me dan curiosidad.
Gracias por leer.