De la Lluvia y todo lo demás. 11.

Se sentó sobre la mesada y me estiró los brazos. Me acerqué— Cuando me fui y empecé a extrañarte, al primer o segundo día de estar allá, me di cuenta de que hacías todo una buena excusa para abrazarme y te extrañé más.—

Llegué a la galería una vez más. Afuera habían autos, muchos más que los de hace algunas horas atrás. Caminé por el pasillo que ya conocía, pero esta vez estaba lleno de personas. Algunas mejor vestidas que otras y ella en el fondo con un vaso de whisky con hielo en su mano izquierda hablando con una mujer que llevaba lentes oscuros aunque estuviera dentro. Volvi a mirar las fotografías colgantes y de vez en cuando sonreía por obligación a las personas que hacían comentarios. Paloma se acercó con una copa de champán en su mano desocupada.

—Hola. — Dijo y estiró la mano que sostenía la copa. Sonreí y no por obligación.—

— ¿Contando los beneficios de ser zurda?— Pregunté y agarré la copa. Tomé enseguida un trago del líquido amarillo.—

— ¿Estás celosa, Enana? — Negué con la cabeza y ella seguía sin borrar la sonrisa.—

Un hombre calvo y anteojos con marco negro, se acercó y comentó la fotografía que estaba de frente a nosotras y luego la exposición en general, ella le sonrió. Seguí mi recorrido con la copa en la mano, hasta que una chica de no más de dieciocho años habló a mi lado emocionada y no pude evitar mirarla. Sonreía exageradamente. Luego de algunos segundo de mirar la imagen en frente, me devolvió la mirada.

— Pensé que para ver una fotografía de ella iba a tener que viajar a otro continente. —Me pareció demasiado.— Y me siento estúpida por no animarme a saludarla. — Quisé entender quién era la fotógrafa.—

— ¿Vergüenza? — Pregunte y ella negó rápidamente con la cabeza.—

— No. Es que soy un poco euforica y eso. — Dijo y me hizo sonreír.—

Busqué a Paloma con la mirada y seguía hablando con el tipo calvo de anteojos. Levanté mi mano para que se acercara a nosotras y sonrió, habló cinco segundo más con él y caminó hacia nosotras. Nosotras habíamos avanzado a la fotografía siguiente.

— ¿Me explicas por qué ella te idolatra y a mi me caes tan mal, Pipi? — La chica a mi lado me miró sorprendida y luego a la fotógrafa.—

—¿Necesitas una escalera para ver las fotografías? — Dijo y rió. — Hola. — Agregó mirando a la joven mujer que no supo qué contestar.—

— Contale que sos zurda. — Dije y me alejé.—

Caminé al marco panorámico de las cuatro fotografías de ventanas y me quedé un un momento mirandola. Una mujer demasiado bien vestida, hablaba con el mismo hombre calvo de anteojos que hace algunos momentos hablaba con la fotógrafa, y preguntaba si era así o le faltaba una fotografía.

—Le falta una fotografía.— Contestó el hombre.— Es una historia a la que todavía no se le conoce el final.— Agregó y yo seguí caminando.—

Me pregunté qué sería de ella el hombre que tanto sabía de las fotografías. Miré a la joven mujer y a la anfitriona que seguían hablando, pero de otra de las imagenes colgadas. Pedí otra copa de champán y salí afuera.

Vi salir a la señora exageradamente bien vestida y a otro dos hombre que tenían una enorme cámara colgando de su cuello. Pensé en ir a ver las pinturas del lado derecho de la galería, pero me ganó la curiosidad de saber como iba la charla de la mujeres. Entré.

—Parece que paso la euforia. —Dije detrás de la joven mujer, de frente a Paloma.—

— Sí. — Contestó y se giró para mirarme.— ¿Qué sos de ella? — Preguntó y me quedé en silencio.—

— Exnovia.— Contestó la fotógrafa rápidamente y sin dejar de mirarme. —

— Exnoviecita.— Corregí.— ¡Teníamos diecisiete años! — Agregué y la mujer en medio de nosotras no habló más.

La fotógrafa volvió a irse otra vez y la otra mujer se despidió con una sonrisa y se fue.

Caminé al lado derecho de la galería y me encontré con pinturas demasiado coloridas a comparación de las imagenes del lado izquierdo. Estaba vacío y apenas llegaba un hilo de luz desde lado izquierdo. Busqué con la mirada el interruptor para prender las luces, pero no la encontré. Miré los cuadros que me permitió ver la poca luz que llegaba.

— No es hoy la exposición de pintura. — Una voz de mujer se escuchó detrás de mi. Me giré.—

— Perdón.— Dijo una rubia de pelo ondulado atado arriba de la cabeza, que la punta le caía por el lado izquierdo de la cara, los labios pintados de rosado y los ojos azules le brillaban. Tenía una simple musculosa blanca y nada más debajo de ella, un short demasiado corto con algunas manchas de lo que supongo era pintura. Sonrió.—

Paso por mi lado y las luces aparecieron, y fue ahí donde note que estaba descalsa y en las manos sus zapatillas. Volvió a sonreír y caminó a la entrada del cuarto para mirar. Yo caminé mirando los retratos colgados sobre la pared blanca.

—¿Son tuyas? — Pregunté sin mirarla.—

— Sí. — Contestó con su voz ronca y sentí olor a cigarrillos.— ¿Viniste a la exposición de la izquierda? — Preguntó y me giré para mirarla. La vi exhalar el humo de su boca y detrás aparecia Paloma. Asentí con la cabeza.—

— Ale, me voy. — Dijo desde atrás de la pintora.— ¿Venis? — Caminé hacia la rubia.—

— Hermosos cuadros y perdón de nuevo.— Ella sonrió y yo seguí caminando.—

Paloma no me miraba, miraba a la pintora que al parecer se había girado para mirarnos a nosotras marchar. Le regaló una falsa sonrisa y se giró para avanzar conmigo a la puerta de salida.

— ¿Terminó? — Pregunté y ella negó.—

— No, pero queda Pablo, el hombre calvo.— Contestó.—

— ¿Él trabaja con vos o en la galería?— Ella buscó las llaves dentro de sus bolsillos y le sacó la alarma al auto.—

— Conmigo.— Dijo y subimos al auto.— ¿Conocías a la pintora? — Preguntó antes de poner en marcha el motor. Negué con la cabeza.—

— ¿Estás celosa, Pipi?— Pregunté y ella sonrió. El auto comenzó a andar.—

— ¿Por qué estaría celosa si te estas yendo conmigo? — Me encogí de hombros aunque ella no me estuviera mirando.—

— ¿A donde vamos? — Pregunté y la miré mirar fijamente hacia adelante. —

— A casa. Tengo una botella del mejor tequila de México. — Dijo y me miró un segundo, sonrió y volvió a mirar al frente.—

Llegamos a su casa, a la casa de su madre, a dos casas de la casa de la mía. Llegamos, pero ninguna bajaba del auto. Sentí su mano en mi rodilla izquierda y la miré.

— Mari no está. — Dijo y no supe qué decir.— Solo digo...—

Bajamos del auto y ella caminó rápido a mi lado. Sentí su mano rozar la mía. Volvió a buscar llaves en su bolsillo y abrió la puerta. Su casa había cambiado mucho. Las paredes de la sala, que era lo primero que te encontrabas, eran azules con las uniones blancas y mucha iluminación, pero la enorme pecera, metida dentro de una pared, seguía estando.

Caminamos hasta el sillón y yo me quedé ahí, ella siguió a la cocina. Volvió con un plato con limón y el salero.

— ¿Era en serio lo del tequila? — Me miró y sonrió.— Vamos a la cocina por si se nos cae algo y manchamos el sillón.— Agarré lo que ella acababa de dejar sobre la mesa de café y caminé detrás de ella.— ¿Te acostumbraste a tomar esto? —

— Un poco. — Contestó. Llenó dos shots y me entregó uno.— Era lo que amigos y compañeros de allá tomaban siempre. — Agregó. Exhaló, lamió la sal, hizo desaparecer el líquido del shot y mordió el limón con los ojos cerrados.—

Imité su forma de tomar, pero cerré los ojos antes de tomar del pequeño vaso y los pude abrir unos cuantos segundos después de haberlo tragado.

—¿Más? — Negué con la cabeza y ella dejó los dos shots en la pileta de su lado derecho. Se sentó sobre la mesada y me estiró los brazos. Me acerqué— Cuando me fui y empecé a extrañarte, al primer o segundo día de estar allá, me di cuenta de que hacías todo una buena excusa para abrazarme y te extrañé más. — Comentó y solo pude abrazarla.—

Mis manos pasaron por su cintura y las suyas pasaron por mis hombros. Mi cabeza quedo sobre su pecho y podía escuchar su corazón que, a comparación del mio, latía demasiado despació. El abrazo no duró demasiado y cuando corrió sus brazos de mis hombros bajó de la mesada, y bajó también su cabeza para llegar a la mía. Mis manos estaban estáticas a mis costados y las de ella sostenían mi rostro, y me besaba después de casi diez años.

Luego de algunos segundos el beso aumentó en todos los sentidos posibles y sus manos se perdieron en algún lugar de mi cuerpo mientras las mias intentaban hacer desaparecer su remera. En el momento que estaba a punto de lograr lo que quería alguien hablaba del otro lado de la puerta y nuestras bocas se separaron. Sonrímos sin sentido y caminamos lo más rápido que pudimos al piso de arriba. Abrieron la puerta y su madre grito el nombre de la fotógrafa.

—¡Estoy arriba! — Grito del último escalon.— ¡Me voy a dormir! — Agregó y yo ya estaba dentro de su habitación.—

Cerró la puerta con llave y se acercó con una sonrisa llena de vergüenza, lo más rápido que sus piernas le permitieron y me volvió a besar. No cerré los ojos y la vi y la sentí en todos mis sentidos. Sus manos me tomaron por la cintura, por abajo de mi remera que en algún momento estaba dentro de mi pantalón, y me apretaron un poco más a su cuerpo. Volví a repetir los movimientos para que su remera desapareciera, remera que era lo único que cubría su torso y que cayo rápidamente al suelo. Sus manos subieron por mi espalda y desabrocharon mi corpiño y en el mismo segundo cayo, junto con mi remera, en alguna parte del cuarto. Su boca bajo a mi cuello después que su mano corrió mi molesto pelo de allí, y recién entonces me sentí obligada a cerrar los ojos.

Sentí mi pantalón corto resbalar por mis piernas y sus frías manos en mi cola. Mis manos, entre nuestros cuerpos, apretaron sus firmes pechos y su boca se despegó de mi cuello. No sé cómo caímos sobre la pequeña cama, yo sobre ella que aún tenía sus largas piernas cubiertas. Antes de terminar de desnudarla totalmente besé su mejilla izquierda, su cuello y su pecho. Miré su torso desnudo, sus pechos redondos y sus pezones erguidos, e sus zapatos y su pantalón cayeron al suelo. La punta de mis dedos acariciaron el largo de sus piernas y un poco más. La volví a besar. Sus manos apretaban mi espalda, y mis piernas entre las suyas, sentian la humedad de su sexo. La última prenda sobre su cuerpo desapareció mientras mi lengua jugaba en su ombligo. La fotógrafa desnuda susurró un "enana" antes de que mordiera su muslo interno derecho y soplara su sexo. Inhalé su olor antes de besarla y la miré cerrar sus ojos y abrir la boca. Mi mano derecha acarició su costado izquierdo hasta tomar su pecho y apretarlo, hasta que su mano se sumó a la caricia y su respiración llenó la habitación. Mi mano bajó a su entrepiernas y las dejaron de hacer lo poco que hacían y se acomodaron en mi cabeza. Dos dedos entraron en ella, entraron y salieron, y sus manos comenzaron a hacer presión sobre mi. Lo hizo más fuerte luego de algunos segundo, de algunos movimientos repetidos y luego de haber despegado la espalda de la cama. Quisé mirarla, pero estaba entregandome todo y no pude abrir los ojos. Sin despegar sus manos de cabeza y mi despeinado pelo, me llevó a su altura y se probó ella misma de mis labios. Sonrió sin abrir los ojos y sin despegarse de mi boca.

Se levantó y quedó sentada con sus piernas dentro de las mías, y tomándome por la cintura hizo que cayera sobre la cama. Inmediatamente, antes que nada, sehizo de la última prenda que quedaba en mi y volvió a recostarse. Me volvió a besar el cuello y yo solo pude aferrarme a las sabanas. Bajó muy lentamente por mi cuerpo con su mano izquierda y cuando llego al centro de mi me miró unos segundos eternos, que fue lo que soporte tener los ojos abiertos. Acarició el largo y el ancho de mi sexo, jugó y peleó con él y me penetró. Besaba mi pecho y mi cuello mientras yo intentaba que no se me saliera en corazón ni los pulmones, y de un segundo a otro sentí su respiración en mi sexo. Sentí su lengua acariciarlo y sus dedos dentro de mi. Mis músculos comenzaban a contraerse y el aire de la habitación se me estaba haciendo poco. Mi espalda se irguió y un "AH" se escapó con mi brusca exalación.

— ¡Paloma! — Gritó la madre desde el piso de abajo. Ella rió.— ¿Estás bien? —

— ¡Sí! — Gritó la fotógrafa y se acomodó al lado de mi cuerpo sin fuerzas.—

— Perdón.— Dije y ella besó por última vez mi cuello y acarició mi mejilla derecha.—

— ¿Tenes hambre? — Preguntó. Asentí.—

Se levantó y caminó desnuda por el cuarto hasta que encontró su ropa y ordenó la mía. Se vistió, sacó la llave de la puerta y salió. La escuché bajar cada uno de los escalones y hablar con su madre, y me hizo recordar que no andaba con mi celular.

Volvió con una bandeja con dos tazones de leche y cereales y frutas.

— Mamá te manda besos. — Dijo al apoyar la bandeja en la cama. Acomodó su flequillo y me miró sonriente. Sonreí por vergüenza.— ¿Estás bien? — Preguntó y se sentó en la cama de frente a mi.—

— Sí. — Contesté y tomé el primer sorbo de leche.— ¿Vos?

— Sí, claro. — Acarició mi pierna. Tomó un trozo de manzana y lo llevó a su boca.— Que bueno haber coincidido tan rápido en mi vuelta.—

— Siempre escuchaba de vos, pero nunca llegaba a verte.— Comenté y sonreí.—

Terminamos de comer todo lo que había en la bandeja y ella volvió a bajar para dejar las cosas sucias en la cocina, yo ordené la cama. Volvió a entrar y no cerró con llave, miré la hora en su desperador, una cuarenta y dos. Nos acostamos. Apoyé mi cabeza en su hombro izquierdo y ella jugo con mi pelo hasta que me quedé dormida.

Desperté abrazada a la almohada, sin Paloma y el sol en la espalda. Se escuchaban ruidos desde la planta baja y supuse que era ella. Me vesti, salí de la habitación, pase por el baño y bajé.

—Pipi. — Dije mientras bajaba los últimos dos escalones.— ¿Qué estas haciendo?

— Paloma no está, Ale. — Dijo la señora mayor, de pelo corto y ojos oscuros, asomada por la pared de la cocina y sonrió. Camine hacía ella.— Buen día.—

— Buen día.— Contesté y besé su mejilla derecha.—

— ¿Té, verdad? — Asentí con la cabeza y volvi a pararme en el mismo lugar que la noche anterior.— A Paloma la llamaron de la galería no sé para qué.

— Comentó mientras llenaba la taza con agua caliente.— ¿Cómo estás? ¿Cómo van las cosas con el frío? —

— Bien. — Dije y me apoyé sobre la mesada. — El frío es frío, asique bien. Tengo mis problemas y mis obligaciones, como todos. — Tomé el primer sorbo de té.— ¿Ud, bien? —

— Bien, ahora que volvió Paloma mejor. — Automáticamente sonreímos las dos. Sentí unas ganas inmensas de hablar con Miriam.—