De la Lluvia y todo lo demás. 1.

Me paré del sillón y ella abrió la puerta. Nos saludamos con un beso en la mejilla, me despedí de su secretaria y salí del único sitio donde podía hablar y quedarme en silencio sin que molestara ninguna de las dos acciones.

Sentada a la izquierda del gran diván de cuero negro, que estaba úbicado debajo de la enorme ventana, estaba Paz, mi paciente, hablando y apenas parando para tomar aire. Me paré del sillón de un cuerpo, que estaba muy cerca del diván para irmé a sentar en el escritorio que custodiaba una estantería de madera con libros, muchos libros, algunos adornos y algunos posillos para el café. Tomé nota y miré el reloj de mi muñeca izquierda. La hora se había terminado y se lo hice saber. Se levanto, hizo una pequeña y falsa sonrisa, nos despidimos y salimos las dos juntas del cuarto de paredes blancas.

En el cuarto siguiente estaba Luciana, mi secretaria, que se pusó de pie y acompañó a Paz hasta la puerta. En ese cuarto siempre sonaba muy bajito Karen Souza en su disco "Hotel Souza". Volví a entrar al cuarto donde estaba antes.

— Te esperan en la sala. — Dijo Luciana. Le sonreí mientras metía un cuaderno dentro de mi bolso. —

— Que pase. — Contesté. Se fue sin cerrar la puerta y la escuché repetir el mensaje. Vi entrar a Lena y como ésta cerró la puerta. Todavía tenía puesta ropa deportiva, con la que trabajaba y el pelo atado. Sonrió. — Hola. — Alcancé a decir antes de que la morocha me besara.—

— ¿Lista para ir a casa? — Me miró sonriente y no pudo evitar imitarla. Asentí con la cabeza, tomé mi bolso y salimos. Luciana se nos unió hasta la puerta donde nos despedimos hasta el día siguiente.

Subimos al auto blanco de Lena para ir a mi casa. Aunque Lena dormía en la misma cama que yo hace más de un año, no viviamos juntas. La morocha amante del deporte, nunca olvidaba su cepillo de dientes en mi baño.

Bajamos cada una con sus cosas, caminamos hasta la entrada donde paré para buscar las llaves y la sentí abrazarme por detrás. Entramos así, ella pegaba a mi espalda.

— Me voy a bañar. — Susurró en mi oído y besó mi cuello. — ¿Venis?. —

— Tengo que leer unas cosas. — Me giré para quedar de frente a ella. — Te ayudo igual.

Mis manos tomaron los bordes de su remera y ella supo que debía levantar sus brazos. La remera cayó al piso y la profesora de educación fisica sonrió. Bajé mis manos por su vientre firme, bajé junto a su pantalón mientras acariciaba sus piernas. Saqué sus zapatillas y luego el pantalón también quedó en el suelo. Volví a quedar a su altura y la besé mientras intentaba sacar su corpiño. Sus manos acariciaron mis pechos e intentó desabotonar mi camisa. Saqué sus manos de mi ropa y la pegué a mi cuerpo cubierto. Mis manos bajaron desde sus omóplatos hasta su cola, y comencé a bajar la única prenda que le quedaba en el cuerpo. Estaba desnuda frente a mi sonriendo.

— Pasala lindo en la bañera. — Sonreí. Agarré de nuevo el bolso y busqué los papeles que debía leer. —

— No me caes bien. — Dijo antes de comenzar a caminar al baño. La miré hasta que se perdió por el pasillo.—

Junté su ropa y la dejé sobre el sofá en forma de L, que estaba en frente a la ventana cubierta por cortinas color blanco. Fui a leer a la cocina, mientras me preparaba té.

Escuché abrirse la puerta del baño y la vi envuelta en una toalla blanca buscando su bolso que estaba a un lado de la puerta. Sonrió y se volvió a perder en el pasillo que llevaba al baño. Terminé de leer y busqué una botella de agua para llevarsela. Seguía envuelta en la toalla blanca, pero ya bañada, sentada en la cama hablando por celular. Subí a la cama y me senté en sus piernas depués de dejar la botella de agua en la meza de luz. Besé su cuello.

— Espera. — Me decía en voz baja, tapando la parte baja del celular. Dejé de besarle el cuello, pero mis manos acariciaron sus claviculas desnudas. Ella sonrió nerviosa, pero seguía hablando con no sé quién. Bajé mis manos y con ellas la toalla. Sus pechos quedaron al descubierto. — Tengo que cortar. Después te vuelvo a llamar. — Sonreí victoriosa y ella dejó el celular en la pequeña mesa de luz del lado derecho de la cama. Nos besamos.

Inmediatamente hizo desaparecer mi camisa y mi corpiño cayó entre nuestros cuerpos. Con su mano izquierda apretó mi pecho derecho y su mano derecha lanzó mi corpiño al suelo. Corrí mi boca al lobulo de su oído derecho y sus manos apretaron mi cola.

Me tomó por la cintura y me tiró a un lado, haciendo que quedara acostada con ella arriba. Su mano derecha estaba adentro de mi pantalón y su mirada era directa a mis ojos. Tuvé que cerrar mis ojos al sentir dos dedos dentro de mi. Los sacó enseguida y la vi bajar a mis pies para sacarme los zapatos y las prendas que me quedaban. Me apoyé sobre mis codos, ella subió a besarme una vez más y volvió a bajar besando mi pecho, mis pechos y mi ombligo. Siguió bajando y mordió mi muslo izquierdo, un gemido salió de mi boca. Su lengua comenzó jugar con mi clítoris y de a poco mi respiración se fue agitando. Mis manos apretaban las sábanas y su movimiento allí abajo tomaba velocidad. Sorpresivamente volvió a penetrarme con dos dedos y sentí la falta de respiración y la mayoria de mis músculos se tensaron. Su lengua y sus dendos dentro de mi hacían un equipo perfecto. Apreté su cabeza contra mi sexo y me sentí empapada. Volvió a subir a mi lado y a besarme.

Le señalé que se puciera de lado, dandome la espalda y lo hizo de inmediato. Me pegué a su espalda, donde pudé masajear sus pecho. Enseguida tiró su cabeza hacia atrás, besé su cuello y su hombro. Mi mano izquierda acarió su costado hasta llegar a su pierna e hice que la doblara hacia arriba para que su sexo ya humedo, quedara más descubierto. Lo acaricié. Con mis dedos indice y medio jugué con su clítoris. Movimientos circulares al rededor de él, hicieron que su respiración aumentara bruscamente y su mano derecha apretó su pecho. Supé que tenía que estar dentró de ella. Pasé mi mano por delante de su cadera para directamente meter mis dos dedos. Entré y salí de ella mientras mi palma frotaba su sensible clítoris. Sus músculos se tensaron más de lo que ya estaban normalmente y su mano apretó la mía. Sentí mi mano mojada y su boca buscó la mía. Nos besamos y la abracé en esa misma posición.

— Tengo que ir a bañarme. — Susurré en su oído. Seguía con los ojos cerrados. — ¿Haces algo para cenar? — Asintió con la cabeza. Besé su hombro y caminé desnuda al baño.—

Me duché y salí con mi ropa de dormir, musculosa olgada y bombacha, hasta la cocina. La morocha estaba terminando de cocinar una tarta caprese. Busqué los platos y los cubiertos para ponerlos en la mesa, y cuando estuvo lista la tarta, nos sentamos.

— Qué bien huele. — Dije y ella sonrió. — Es por la albahaca, no te agrandes. — Me hizo burla y yo comi el primer bocado. —

— ¿Cómo te fue hoy? — Me preguntó antes de llevarse el tenedor a su boca. —

— Bien. — Contesté y me paré a buscar vasos y agua. — Aunque necesito que ya sea viernes para ir a ver a Miriam. — Mi psicóloga. — ¿A vos?.—

— Bien, también. Las chicas están a full con los intercolegiales. — Me miró. Volví a sentarme. — Olivia se va a separar. — Serví agua y la miré. —

— ¿Por qué? — Me sonrió por el agua y bebió.—

— Se enteró que el novio la engañaba. — Metió otro bocado en su boca.—

— ¿Ya lo sabe y todavía no lo dejó? — Tomé agua y la miré esperando una respuesta razonable. —

— Debe ser difícil. Están juntos hace más de cinco años. —

— ¿Y? — Se encogió de hombros y seguimos comiendo. — Mañana es Jueves. ¿Tenes facultad por la tarde? — Pregunté y ella negó con la cabeza. Sonreí. — Podríamos ir a Charlie a tomar algo por la noche. —

— Me parece bien. — Contestó. — Quizás así extrañes un poco menos a Miriam. — Sonrió y corrió el plato hacía el centro de la mesa. — En vez de Letras, debería estudiar Psicología así me queres un poco más. — Reí y me paré. —

— Te amo, Negra. — Contesté y le di un beso fugaz antes de llevar los platos al lavadero.—

Lavé los platos y ordené la cocina. La vi acostada en el sillón leyendo unas fotocopias. Caminé hasta mi cuarto y me acosté. Sonó mi celular.

—Hola. — Mi mamá con insomnio.— ¿Cómo estás? —

— Hola Ale. Bien, con papá las extrañamos — Se escuchaba la voz de papá que le decía qué decir. Sonreí. —

—Yo también. Bueno, nosotras también los extrañamos — La vi entrar a Lena sonriente con las fotocopias aún en la mano. —

— ¿Está Lenita ahí? — Mi papá gritaba "Que te de con ella". Pusé altavoz—

— Sí, Lena está acá, pero está estudiando. — Ella se sentó en el borde de la cama del lado donde yo estaba acostada. —

— Un ratito pasame. Es para saludarla. — Papá seguía pidiendo que le pasara con ella. —

— ¿Por qué no llaman a Lena entonces? — Golpeó mi brazo. — Los quiero. Les paso con su hija. — Le di el celular a Lena que sonreía.

Habló con ellos unos diez minutos, mientras yo leía sus fotocopias de "Literatura Europea". Cuando cortó le devolví sus hojas, las dejo en la mesa de luz y se acostó a mi lado.

— Hola. — Dijo y me besó. Sonreí—

— ¿Apagaste todas las luces? — Pregunté mientras la abrazaba. Asintió con la cabeza. — ¿Te vas a acostar así? —Estaba con pantalón largo de algodón azul y remera manga corta blanca. —

Salió de la cama y se desvistió. Caminó al otro lado y volvió a acostarse. Me acerqué a ella y apoyé mi cabeza sobre su hombro. Me abrazó y me quedé dormida.

Me desperté por la alarma del reloj despertador de Lena. Ella se estiró y luego se sentó en la cabecera de la cama. La abracé por la cintura.

— Buen día. — Dijo y acarició mi brazo derecho. — ¿Café? — Asentí con la cabeza y ella se levantó.

Me quedé cinco minutos más y me levanté. Mi primer paciente del día era dentro de 2 horas, pero desayunar con Lena era una de mis actividades favoritas. Me metí al baño. Cuando llegué a la mesa de la cocina me encontré con el desayuno servido y ella preparando la primer tostada con queso crema y semillas de lino. Besé su mejilla derecha y me senté en frente a ella.

— Me levante y tenía dos llamadas perdidas de Olivia de anoche a las dos de la mañana. — Me miró mientras tomaba mi café. — Le mandé sms cuando lo vi y no me contesta. —

— No te preocupes. Debe estar preparandosé para ir a la escuela. — La miré y no me creía nada. Sonreí. — No se puede enojar, o no debería. ¿No sabe que dormis de noche?

Terminamos de desayunar y ella juntó toda su ropa para llevarla a su casa. Yo volví al cuarto y me cambié; Pantalón negro hasta por arriba de los tobillos, remera olgada blanca, blazer azul oscuro por arriba y zapatos tipo oxford color negro en los pies.

—¿Lena, no viste mi pashmina blanca? — Grité metida en el ropero. —

— Quedó en mi casa. — La sentí entrar a la pieza y agarrar las fotocopias. Me giré.—

— ¿Por qué está en tú casa? — Se acercó y me abrazó. Quisé mirar la hora de mi muñeca, pero preferí abrazarla también. —

— Porque la última vez que fuiste a mi casa te dieron ganas de desnudarte y presentarle tu lindo culo a la mesa. — Susurró en mi oído izquierdo y beso mi cuello. Recordé ese día. — Estaba abajo de la mesa y la dejé en el perchero del pasillo. — Se despegó de mi y me miró. — Cuando salga del colegió tengo que ir a casa. Te la traigo.—

— Ese día... ¿Sólo yo tenía ganas de desnudarme? — Ella sonrió, y salimos de la pieza.—

La vi irse con su bolso colgando en su hombro derecho. Escuché su auto ponersé en marcha y el sonido ir disminuyendo a medida que se alejaba. Ordené la cocina y volví a poner los papeles que leí la noche anterior, dentro del bolso.

Llegué al consultorio caminando, como cada mañana y Luciana siempre estaba dentro. Nos saludamos y se ofreció a ir a comprar café, pero le dije que ya había desayunado. Entró el joven Agustin y tarareé un poquito de Wake Up de Karen Souza que sonaba en ese momento en la sala.

Se paso la primer hora de trbajo y a continuación entró Nerea. Perdió los primeros cinco minutos de terapia hablando con el chico que acaba de salir. No era la primera vez. Hablamos sobre él. Siguió Florencia en la seguidilla de pacientes. Cuando se retiró volví a extrañar a Miriam. Le pedí a Luciana que ahora sí, fuera a comprar café hecho y para hacer.

Mi día laboral terminó con café en la sala y charla de cosas sin importacia con Luciana. Poco después golpearon la puerta y era Eva, la pareja de mi secretaria. La vi sonreír. Me saludo y se despidió al mismo tiempo antes de perderse del otro lado de la puerta. Volví a entrar al cuarto de paredes blancas y busqué mis cosas. Cerré el consultorio y caminé de vuelta a casa.

Llegué y me cambié toda la ropa que tenía puesta por una enorme remera de Lena que me había prestado y nunca me pidió de vuelta. Le mande sms para saber si comía conmigo, pero me dijo que Olivia necesitaba hablar con alguien. Comi sola y me tiré en el gran sillón en L a leer "Historias de Diván" que me había regalado la morocha hace algunos días.

No sé en qué momento me quedé dormida, pero me desperté por los insistentes golpes en la puerta. Marqué la página del libro donde había quedado y me levanté a abrir.

— ¿Estas bien? — Lena entró exasperada. La miré y sonreí. — ¿Sos boluda? Hace dos horas te estoy llamando, no sonrías. —

— Estoy bien Lena. Me quedé dormida. — Quisé agarrar su mano, pero se sentó en el sofá. Miré la hora en mi muñeca; veinte cuarenta y cinco. — Perdón. — Caminé hasta el sillón y me senté en sus piernas. —

— Me asusté Alejandra. — Acarició mi pierna derecha.—

— No fue a propósito, Negra. — Busqué su boca y ella volvió a sonreír. — Vamos a bañarnos, comemos algo y después salimos ¿Queres?.

Me beso un par de veces más y caminamos a la bañera. Me gustaba sentir el agua hasta el pecho y descansar en su hombro. Después de una hora acostadas bajo el agua, salimos envueltas en una toalla cada una. Preparamos unas empanadas de verduras entre las dos. Para cenar puso "Mind Body & Soul" de la hermosa Joss Stone. La vi mover su cuerpo caminando de vuelta a la mesa. Sonreí.

Entre que ordemanos la cocina y nos arreglamos, se nos hicieron más de las doce de las noches. Decidimos llamar un taxi así ninguna tenía que tomar agua para poder manejar a la vuelta. Llegamos al Pub, pedimos cervezas y nos fuimos a sentar al patio del lugar.

— Le dije a Olivia que le vendría bien volver a empezar terapia. Está muy mal. — La miré y pegué la boca de la botella en mis labios para tomar un sorbo. — Le di la dirección de tú consultorio. — Sonrió y miró hacía abajo.—

—¿¡Qué!? — Apoyé la botella en la mesa y la miré. — Sabes que no nos llevamos bien y hay un millón más de psicologos. —

— Le iba a dar la dirección de Miriam, pero no voy a soportar otra persona más enamorada de la señora. — Me volvió a mirar y sonrió. —

— ¿Y si se enamora de mi? — Sonreí y ella intentó patearme por debajo de la mesa. — Va a ser tú culpa.—

— No me causa gracia, Alejandra. —Se terminó la cerveza. — ¿Vamos a dentro? No tengo más cerveza. —

Volvimos a la barra, pero esta vez para quedarnos ahí. Pedí un Gin Tonic y ella otra cerveza. Cuando el chico del otro lado de la barra nos entregó los vasos, nos dijo que ya estaban pagos y a los pocos segundos un hombre de no más de 30 años, con barba de una semana, pero muy bien vestido se nos acerco.

— Buenas noches — Dijo y las dos sonreimos sin ganas. — ¿Cómo están las chicas? — Lena mordió su labio inferior y se rió del hombre. —

— Muy bien ¿Vos? — Contesté y tome un sorbo de mi copa. — Supongo que a vos hay que darte las gracias... — El sonrió como si nos hubiera pagado la entrada al cielo. Lena no decia nada.—

—¿Puedo llevarme a tu amiga? — Dijo él, mirando a la morocha y ella dejo de reír. —

— No es mi amiga. — La miré y sonreí. — Y no creo que le gustes. — La miró serio. —

— ¿Cómo sabes eso vos? — Él sonrio, creyendo que Lena intentaba llamar su atención. Yo solo me dediqué a beber mi Gin Tonic. — ¿A vos sí te gusto? —

— Lo sé porque te faltan dos cosas y te sobra una. — Miró su entrepiernas y yo reí. Tomó cerveza. — Y no, a mi tampoco me gustas.

— Negra basta. — Le dije sin dejar de reír.—

— ¿Qué es lo que me falta y lo que me sobra? — Preguntó y Lena sonrió. Siempre que pasaba hacía lo mismo. —

— No le gustas porque tenes un pene entre las piernas. — Volvió a tomar cerveza. Él se miró — Y te faltan tetas e inteligencia. — Él me miró a mi y yo me encogí de hombros. —

— ¿Sos lesbiana? — Preguntó serio. —

— Yo pensé que se iba a quejar porque le dije que no era inteligente. — Reímos. —

— Sí. — Dije y él miró a Lena. — Y sí, ella es mi novia. — Él hombre se fue sin decir más nada. —

Ella volvió a pedir otra cerveza y yo un Gin Tonic más, y esta vez lo pagamos. Caminamos al segundo piso donde estaba la música y las luces parpadeantes para bailar un poco.

Cuando pude ver algo, miré mi reloj y ya eran las cuatro de la mañana. Tenía que ver a Miriam dentro de cinco horas.

— Vamos Lena. — Grité, pero no me escuchó. Me acerqué a su oído. — Vamos a casa. — Buscó mi boca ignorando lo que le había dicho. Sentí sus manos metersé por debajo de mi remera. Las quité. — Vamos. — Le agarré la mano y salimos del medio de toda la gente que bailaba.

— ¿Qué paso? — Preguntó una vez que estabamos afuera. —

— Que nos vamos. Mañana vos trabajas y yo tengo que ir a ver a Miriam. — Hizo una mueca que no alcancé a ver bien y paró al taxi que iba pasando. — ¿A vos te pasa algo? — No contestó y subimos al taxi. Una en cada puerta.

Llegamos, pagué el taxi y ella bajó sin esperarme. Caminé hasta la puerta, abrí y ella caminó directo al baño sin decir nada. Cerré y apagué las luces. Fui a la pieza, me saqué la ropa para ponerme la enorme remera que usaba para dormir. Ella entró, se desvistió y se metió en la cama. Fui al baño y volví a acostarme. Ninguna dijo nada, ni intentó hacer nada.

Cuando me levanté ella ya no estaba. Miré el reloj que dibujaba 9:25. En cuarenta y cinco minutos tenía que estar en el consultorio de Miriam. Me vestí y me tomé un café a las apuradas. Llamé un taxi y llegué justo. Entré a la sala de espera y sonaba una canción en frances. Me sentí mejor. Miriam salió con el chico que siempre veía antes de entrar y me sonrió. Entré.

— ¿Cómo estas Ale? — Dijo mientras me señalaba con la mano izquierda que me sentara. Odiaba que me preguntara eso. —

— Bien. — Contesté y ella tomó asiento después de haber encontrado la libreta de tapa rosa que tomaba notas sobre mi. Supongo. —

— ¿Qué haces acá entonces? — Acomodé mi pelo y miré por la ventana del lado derecho de la abitación. La miré y sonrió. Quedamos en silencio algunos minutos. — ¿Cómo va tú consultorio? .

— Como siempre. — Dije y suspiré. — Rocio insiste en que deberíamos salir algún día. Mis padres están obvsesionados con Lena y Lena tiene reacciones que no entiendo. ¡Ah! Y mandó a su amiga, esa con la que nunca nos llevamos bien, a hacer terapia conmigo porque el novio la dejo. —

— La semana pasada no pasaba todo eso. — Dijo. Me miró por arriba del marco negro de sus anteojos. — Lo de Rocio podríamos decir que es normal.

— Eso me lo dijíste la semana pasada. — La miré de nuevo, antes de tumbarme boca arriba sobre el sillón. — Le dije que si volvía a proponerme algo, iba a tener que pedirle que cambiara de psicologa.

— Ya se lo pediste. Igual, creo que... —

— Lo que más me preocupa es mi relación con Lena. — La interrumpí sin sacar la vista de la ventana.— Hace tres o cuatro semanas, los jueves por la noche se enoja. Ni siquiera discutimos. Solo se enoja.—

— ¿Siempre el jueves por la noche?. —Me incorporé de golpé y la miré. — ¿Café? —Asentí con la cabeza.—

— No tiene sentido que siga sintiendo celos de vos. — La vi servir café en dos pocillos blancos. — ¡Sos mi Psicóloga! —

— Lo sé. Nosotras lo sabemos. — Apoyó los dos pocillos sobre una pequeña mesa al lado del diván donde estaba sentada yo. — Entonces... ¿Por qué está celosa de tú psicologa? —

— Me parece una estúpides. — Ella sonrió. Yo tomé café. — No tiene sentido que no pueda hacer ningún comentario de vos con ella. —

— Deberías decircelo. — La miré una vez más y anotó no sé qué. — Y en cuanto a Rocio también. — Cerró la libreta y tomó el pocillo de café. —

— Agustin ahora resulta que está interesado en Nerea. —Cambié de tema bruscamente para no darle la razón.— Cada semana terminó desbordada. Me resulta muy dificil tener que explicar cosas tan básicas. —Me tiré hacía atrás.— ¿Por qué quisé ser Psicologa? — Quedamos en silencio nuevamente. —

— ¿Has pensado en vacaciones en estos casi dos años de psicologa, Alejandra? — La miré después de tomar café. —

— No, y no creo que sea momento. —

— ¿Cómo anda tú mamá? — Sonreí y negué con la cabeza. —

— No voy a ir a ver a mamá. — Sonrió y terminamos de beber. — Creo que con Lena no estamos bien.

— Coincidimos. — Se paró y guardó la libreta. — Si te tomas vaciones sea o no para ir a ver a tu madre, avisame. —

Me paré del sillón y ella abrió la puerta. Nos saludamos con un beso en la mejilla, me despedí de su secretaria y salí del único sitio donde podía hablar y quedarme en silencio sin que molestara ninguna de las dos acciones. Busqué mi celular y pensé en llamar a Lena, intentar hablar como personas civilizadas, pero me arrepentí al recordar que sus celos eran ilógicos.

Caminé dos cuadras hasta que crucé con un taxi y volví a casa. Busqué mi bolso y me fuí a trabajar. Luciana ya estaba dentro y le pedí que fuera a comprar algo para almorzar. Llegó Nancy y entramos juntas al cuarto blanco. Se sentó en el diván y yo me quedé escuchandola desde el escritorio.

Cuando la hora de terminó, salimos. Luciana ya estaba en su escritorio con la comida. Comimos las dos en las sillas de la sala.

—Llamó Lena y dijo que la llames cuando estes desocupada. — Asentí con la cabeza, mientras masticaba el primer bocado de mi ensalada. — Y Raúl canceló la hora de hoy. Recién.

— Qué raro. — Dije y ella sonrió. — Estoy pensando en tomarme una semana o un fin de semana largo. — Ella masticaba pan con algo, pero no supé qué. Me levanté para sevir dos vasos de agua.— Así que puede que tengamos vacaciones. — Sonreí y le entregué un vaso.

Terminamos de comer y nos despedimos. Caminé de vuelta a casa y volví a tirarme en el sillón a leer. Cerca de las cinco de la tarde sonó mi celular, yo aún seguía leyendo en el sillón con una taza de té sobre la mesa.

— Hola. — Dije. —

— ¿Puedo ir a verte? — Preguntó Lena del otro lado. —

—Sabes que sí. No hagas estas cosas. —Se quedó en silencio unos segundos. Yo guardé el libro. — Te espero. — Dije y corté la llamada. —

Estaba molesta, quizás no debía, pero lo estaba. Me saqué los jeans y solo me dejé la remera olgada que me había puesto esta mañana. Volví a la cocina para preparar más café.

Escuché el auto de Lena stacionar y abrí la puerta. Tenía puesto jeans claros, remera rosa con una estampa de la cara de un puma, con el hombro caído. Sonrió al mirarme. Buscó su bolso y caminó a la puerta.

—Hola. — Dijo y beso mi mejilla. Le miré un segundo y entramos. — ¿Cómo te fue hoy? Llamé a Luciana y le pedí que te dijera que me llamaras cuando terminaras ahí. — Caminé hasta la cocina para servir dos tazas de té. —

— Sí, me dijo. — Le dejé la taza sobre la mesa. Me miró y se sentó. — ¿Podemos hablar sobre anoche? Y los jueves pasados... —Tomó café y asintió con la cabeza.— ¿Qué es lo que te molesta de que haga terapia con Miriam? Necesito hacer terapia por mi trabajo. —

— Lo sé. — Miraba la taza de café que apoyó sobre sus piernas. —

— Lena, a Miriam la conozco desde que tengo uso de razón. Era la psicologa de mamá y no pienso hacer terapia con otra persona. — Pusé mi mano en su pierna izquierda y ella me miró. — Vas a tener que hablar de esto conmigo o con quien quieras, pero si seguis así vamos a terminar peleadas todos los jueves y no quiero. —

Acarició mi mano que descansaba en su pierna y dejó la taza de café sobre la mesa para ponersé de pie. Hice lo mismo y me abrazó mientras susurraba "Perdón". Besé su cuello. Volvimos a tomar las tazas y nos sentamos en el sillón. Ella con las fotocopias y yo con el libro.

—¿Vamos a cenar donde Juan? —Me miró acostada sobre mis piernas. Asintió y se levantó.

Caminamos hasta la pieza para cambiarnos. La vi sacarse la remera y dejar la mayor parte de su torso al desnudo. Sus oblicuos estaban bien definidos y sus abdominales se asomaban, pero no de una manera brusca. Me acerqué y acaricié su vientre.

— No hagas eso. — La miré y sonreía. — Herís mis sentimientos. No soy solo un cuerpo bonito. — La acerqué a mi cuerpo. —

— Sos una persona con problemitas con un cuerpo bonito. — La besé y a la vez me deshice de su corpiño. —

— ¿Cómo que con problemitas? — Sentí su mano dentro directamente en mi sexo y no pude evitar cerrar los ojos. — ¿Qué tipo de problemitas cree que tengo psicologa? — Sentí que me miraba, pero no podía abrir los ojos.

Sentí su otra mano abrazarme por la cintura y sus pesones erectos chocaron con los mios. Mis manos en su vientre comenzaron a molestar, así que las subí y las apoyé sobre sus hombros. Su mano no dejaba de moverse allí abajo, frotando todo el largo de mi sexo que su mano podia. Sin soltarme, ni dejar de hace nada de lo que estaba haciendo, caminó hasta empujarme contra la pared. La mano que me abrazaba por la cintura ahora subía por debajo de mi remera y mi espalda se irguió. Su boca recorrió todo el lado derecho de mi cuello y la sentí dentro de mi. Pegué mis manos contra la pared intentando encontrar algo de qué aferrarme. La mayoría de los músculos de mi cuerpo se volvieron tensos y necesitaba el doble de aire del que normalmente respiraba. Su boca buscó mi boca abierta y mordió mi labio inferior. Sus dedos entraban y salián de mi sin descanso, toqué su brazo y pude sentir como se divídian dentro de su piel sus músculos. Apreté ese brazo porque no lo soporte más, mis piernas flaquearon y sentí que me quedaba sin fuerzas. Volvió a abrazarme con una mano y la otra seguia dandome caricias en mi mojado sexo, mientras yo intentaba hacer que mi respiración volviera a la normalidad. Me aferré a su cuerpo y no sé cómo, pero caímos en la cama. Por fin pude abrir los ojos. Ella sonreía y movió la boca para empezar a hablar, pero giré de tal manera que quedé sobre su cuerpo acariciando sus pechos y besando su oído derecho. Me bajé de la cama para que la poca ropa que le quedaba sobre el cuerpo terminara tirada en alguna parte del cuarto. Me arrodillé sobre el suelo para quedar de frente a su sexo ya desnudo. Lo soplé y la vi desde allí abajo, aferrarse a las sábanas blancas de la cama. La besé desde las rodillas hasta los muslos y, por último su sexo. Mi lengua jugaba con su clítoris y mis manos con sus pechos. Levantó sus piernas y pusó sus pies sobre la cama, sus manos tomaron mi molesto pelo. Despegué mi boca de su sexo y bajé mi mano hasta él para acariciarlo. Ella seguía aferrada a las sábanas con los ojos cerrados, y el sonido de su respiración agitada llenaba la hanitación. La penetré con dos dedos y su cabeza hizo que su espalda se despegara de la cama. Volví a colocar mi boca en medio de sus labios menores. Después de oírla hacer fuerza con la garganta para expulsar el aire de sus pulmones un par de veces, sentí sus jugos en dos de los cinco sentidos. Quisé quedarme un poco más allí abajo, pero ella me tomó con sus manos de mi cabeza para hacerme saber que quería que subiera a su lado. Me acosté detrás de su cuerpo desnudo y la abracé.

—¿Nos bañamos y vamos? — Preguntó sin moverse. — Me dio habmbre. — Rió. Besé su hombro y busqué su mano para ponernos de pie. —

— ¿Preparas el agua? Yo lo llamo para que nos guarde una mesa. — Me beso antes de salir del cuarto.

Busqué mi celular y llamé a mi amigo para que nos guardara una mesa en su restaurante y si él se sentaba con nosotras no me enojaba. Caminé al baño y Lena ya estaba recostada dentro de la bañera con el agua hasta la mitad de sus pechos. Me metí y me recosté frente a ella. Cuando nos acomodamos en la pequeña bañera ella tiró su cabeza hacia atrás y cerró los ojos. La miré unos cuantos minutos. Me pusé de pie para poder lavar mi pelo y ella, sin cambiar de posición abrió los ojos. Sonrió y se pusó de pie para ayudarme con la espuma en mi pelo. Estabamos de frente, ella masajeaba mi cuero cabelludo y yo solo la sostenía de la cintura. Nos mirabamos a los ojos. Abrió el agua de la ducha para que la espuma cayera de mi cabeza. Hice lo mismo con su pelo y salimos de la bañera.

Cuando estuvimos listas para partir al restaurante, subimos a su auto y ella manejo hasta el lugar. Juan nos esperaba en la puerta y se disculpó por no poder sentarse a cenar con nosotras. Caminamos hasta la mesa de siempre. Mesa para dos, a un lado una enorme ventana con la ciudad de fondo y al otro, dos mesas más. Pedimos vino blanco para empezar.

— Por la mañana hablé con mi mamá. — Dijo después de haber despegado la copa de vino de sus labios. — La semana que viene viajo a Francia. — Sonreí. —

— Cierto, el cumpleaños de Ana María. — Tome el segundo trago de mi copa y la vi asentir con la cabeza. — ¿Cuánto tiempo? —

— No lo sé, pero como máximo una semana. — Un mozo se acercó con nuestros platos. Las dos lo miramos y sonreímos en forma de agradecimiento. — ¿No podes ir, no? —

— No, ya no puedo correr los horarios de la semana que viene. — Probé por primera vez la comida de mi plato. — Y para serte sincera, creo que es mejor.—

— Puede ser. — Dijo una vez que tragó la comida de su boca. — Como sea, te voy a extrñar. — Sonreí automaticamente. —

Terminamos hablando de sus fotocopias de literatura europea y del libro que me había regalado, y otra copa de vino para finalizar la cena. Miramos la gran ciudad iluminada através de la ventana. Juan se acercó a nuestra mesa para saber cómo estabamos. Charlamos con él unos poco minutos y nos despedimos. Volvimos a casa cerca de las doce treinta, directamente a dormir.