De la Fantasía Sexual al Probador
No pude evitar reírme con sus palabras. Mientras una de mis amigas se había rendido en la búsqueda, yo había podido disfrutar y encontrar lo que tanto me faltaba en medio de una de las mejores experiencias eróticas de mi vida. El probador de una tienda nunca antes había sido tan caliente y divertido
De la Fantasía Sexual al Probador
Cuando se habla de fantasías sexuales, hay para todos los gustos. La cuestión, sin embargo, no recae en la dificultad de fantasear, ya que resulta algo prácticamente natural, sino en atreverse a llevar cabo y cumplir la fantasía más ansiada. Abandonarse al placer y las delicias que el cuerpo tanto anhela hasta llegar al éxtasis final y sentirse física y mentalmente satisfecho.
A mis 20 años, yo ya era el tipo de chica que pasaba más tiempo en el mundo de las fantasías sexuales que en la realidad. Y aunque ya había experimentado el sexo en muchas de sus formas e intensidades, nunca había logrado llegar a sentirme completamente satisfecha.
Por supuesto, para tratarse de alguien joven como yo, expresarme de ese modo me había ganado el apelativo de dramática e inmadura. Sin embargo, la cosa no iba por ahí.
Desde que perdí la virginidad de la forma más tosca y salvaje, siempre he disfrutado del sexo, incluso cuando la sensación de que algo me faltaba seguía ahí. Curiosamente, cuando solicité consejo por parte de mis amigas e incluso de una comunidad cibernética supuestamente especialista en todo tipo de encuentros sexuales, nadie pudo ayudarme.
Ahora bien, llamémoslo suerte o en un término más romántico, destino. La cuestión es que después de unos días de sentirme especialmente frustrada por no encontrar solución a mi problema, la respuesta finalmente llegó a mí en el momento y el lugar menos esperado.
Era un sábado cualquiera en que había quedado con un par de amigas para ir a buscar un nuevo y especialmente sensual traje de baño. La universidad nos había otorgado una semana extra de vacaciones y los planes para ir a disfrutar del sol, la arena y la playa se habían hecho de inmediato.
Me cité con mis amigas temprano en la mañana en una de las tiendas más grandes de toda la ciudad, y una de las pocas que permitían probarse los trajes de baño. Por su carácter especial en reglas y los hermosos modelos de biquini, el lugar tendía a llenarse con rapidez en sábado, a menos que tuvieras la previsión de llegar temprano como nosotras.
— Es raro que lleguen todas puntuales. — se burló una de mis amigas cuando nos reunimos.
— Sinceramente, llegué puntual porque tengo prisa, me muero de calor y tengo la intención de entrar a comprar el biquini y salir de aquí. — se quejó otra.
— En ese caso, será mejor que nos apuremos. — sonreí. — También me estoy muriendo de calor y quiero hacer esto rápido.
Con un breve asentimiento por parte del grupo que conformábamos las tres, nos apresuramos a entrar en el establecimiento y a dividirnos en la búsqueda de diversos conjuntos de biquini para probarnos.
Normalmente era sumamente sencillo para mí encontrar una talla de biquini, a excepción de un pequeño detalle. Mi figura no era ni muy delgada, ni muy robusta, simplemente entraba en el promedio, sin embargo, la adorable herencia de la familia de mi madre de dotarme con unos pechos desacordes al resto de mi cuerpo, era lo único que me había dificultado la búsqueda de prendas interiores y biquinis.
— ¿Has encontrado algo ya, Yessie? — escuché que preguntaba Lizzie.
— No, todavía no. — respondí. — Pero si ustedes ya tiene los suyos, pueden irse adelantando al vestidor y luego las alcanzo.
— De acuerdo. — contestó mi otra amiga.
El tamaño de mis pechos era un problema para encontrar el biquini adecuado, pese a que tampoco eran la imagen de lo exuberante. Con unas formas redondeadas, llenos y más grandes del tamaño total de mi mano, adornados por unos pezones rosados, para mí eran simplemente perfectos, siempre que no intentara conseguir un biquini o alguna blusa de botones.
Continué mi búsqueda durante unos minutos más hasta rendirme bajo el horrible calor que hacía dentro del lugar, y que el aire acondicionado de toda la tienda no lograba calmar, dirigiéndome a los probadores.
— ¿Eres tú, Yessica? — escuché que preguntaba Lizzie desde uno de los probadores.
— Ajá. — respondí sin detenerme en el camino. — Ya encontré algunos para probarme.
— Eso es bueno. — gritó desde el otro extremo de los vestidores, mi otra amiga.
— ¿Por qué eligieron vestidores tan lejanos? — pregunté a Lizzie con curiosidad.
— Amanda se muere por tener sexo en el probador con alguno de los empleados, quién sabe. — respondió con burla.
Sonreí ante la respuesta de Lizzie y negando con la cabeza seguí caminando cargada con tres diferentes clases de biquini al probador al final de pasillo, el mismo al que casi ninguna mujer iba pese a que su ubicación lo hacía más amplio que los demás. Y sin fijarme en nada más que los trajes que cargaba, entré y puse el seguro a la puerta.
Fue hasta que segundos después de mi entrada, un alto y fornido cuerpo me rodeó cubriendo mi boca con una enorme mano, que me di cuenta que después de todo sí había una razón por la que las personas nunca iban al último probador.
— Ni se te ocurra empezar a gritar, muñeca. — advirtió el hombre que me sujetaba. — Porque aunque lo hagas, puedes tener por seguro que igual te cojeré frente a todo el que venga en tu ayuda.
Asustada por la presión de la enorme mano sobre mi boca y el cuerpo del extraño tras de mí, dejé caer los tres conjuntos de biquinis al suelo, y empecé a temblar.
— ¿Te vas a quedar calladita, como una buena niña, verdad? — preguntó mientras su lengua se deslizaba con lentitud sobre el lóbulo de mi oreja.
Una sensación de asco se esparció por mi cuerpo mientras asentía a sus palabras.
— Muy bien, preciosa. Ahora vamos a divertirnos.
En mi cabeza, la idea de que iba a ser violada en un probador no dejaba de rondar, acompañando a mi cuerpo con una sensación de terror y asco que sólo se borró cuando el gran cuerpo del sujeto se pegó contra mi espalda y comenzó a restregarse permitiéndome sentir el roce de un enorme bulto contra mis nalgas.
— Mhmmm. — gemí cuando sus manos abandonaron mi boca y comenzaron a frotar mis pechos sobre la tela del vestido que traía.
Si había alguna zona erógena que me volvía particularmente loca, era mis pechos y pezones, pero no era algo que tuviera pensando decirle al hombre, menos cuando su trato tosco me estaba calentando como nunca antes.
— Eres una pequeña zorra caliente, ¿ah? — susurró contra mi oído.
— ¿Qué te excita más? — preguntó mientras sus dedos trazaban un camino descendiente por mi estómago. — ¿Saber que tus amigas están a unos cuantos metros de ti? ¿Qué vas a ser follada por un hombre que ni siquiera conoces en un estrecho probador? ¿O tal vez saber que en cualquier momento puedes ser escuchada o vista, gimiendo como una perra?
— Respóndeme, putita. — ordenó con voz dura.
— Cielos, ¡sólo cállate y jódeme de una vez! — gemí en voz alta.
— ¿Eso es lo que quieres, no es así? — volvió a preguntar. — Déjame decirte una cosa, yo soy el único que decide cuándo y cómo va a cojerte. — finalizó lazando contra una de mis nalgas un manotazo tan fuerte que me costó un esfuerzo sobrehumano no gritar.
— Por favor... — supliqué, obteniendo como resultado otra nalgada.
— Así no funcionan las cosas, te he dicho. — susurró nuevamente en mi oído. — Primero me la vas a chupar.
Excitada, me dispuse a ponerme de rodillas frente a él, siendo detenida de inmediato.
— No, no. Si vas a mamármela, tienes que estar desnuda. — murmuró. — Quítate toda la ropa.
No esperaba un trato dulce si el hombre pensaba cojerme dentro del probador, pero al menos el detalle de quitarme él mismo la ropa, no hubiera estado tan mal. Lo miré de forma retadora antes de recaer en que el hombre traía puesto un pasamontañas que a duras penas me permitía ver sus rasgos faciales.
— ¿Me estás retando, puta? — preguntó con malicia. — ¿Realmente quieres que rompa ese vestido tuyo y te quedes sin nada para salir, una vez que terminemos?
Su amenaza cobró más efecto del que tenía esperado, y humedeciéndome por sus sucias palabras, y su voz ronca, me apresuré a quitarme el vestido, arrancándome con rapidez el resto de mi ropa interior, mi tanga y mi sostén.
— Fiuu. — silbó. — Esas sí que son unas tetas grandes. Muy bien, perra, ahora puedes comenzar a chupármela.
Observé sus manos moverse sobre su pantalón, abriendo los botones y bajando el cierre con una rapidez que evidenció su desesperación y excitación ante esta situación. Y para el momento en que se bajó los pantalones y el bóxer por completo, su mano ya había agarrado mi cabello en un puño.
De ese modo, sintiendo la presión de sus dedos sobre mi cuero cabelludo, terminé arrodillándome ante su verga. No era algo particularmente alucinante en cuanto a tamaño se refería, pero su grosor y la brillante cabeza húmeda la hacían lucir simplemente deliciosa. Apenas podía esperar para tenerla dentro de mi boca y lamerla.
— Apuesto a que te estás muriendo por tragarla, ¿no, putita?
No tenía toda la libertad de movimiento que me hubiera gustado tener para chupar ese gran pedazo de carne, y con sus manos tirando cada vez más duro de mis cabellos menos, pero ¡carajo! Me estaba muriendo por probarla y ni el dolor, ni la situación podrían hacerme cambiar de opinión.
— Abre la boca. — ordenó y tiró nuevamente de mi cabello para presionarme. — Usa esa boca sucia para mamármela.
Gemí de gozo ante sus palabras. Podía no ser la zorra que me llamaba, pero desperdiciar un pedazo de carne así de caliente y duro no estaba dentro de mis planes. Relamiéndome los labios permití que mi lengua saliera y se deslizara sólo por la punta de su verga, recogiendo las gotas que ya salían de ella, moviéndola en círculos que parecían complacer al hombre.
— Trágatela toda. — gimió.
Pese a su orden, no obedecí de inmediato. En cambio, continué lamiendo con la punta de mi lengua la pequeña ranura en la cabeza de su verga, comenzando a abrir mi boca lo suficiente para chupar sólo la cabeza, rozando los dientes con la sensible piel sin dejar de succionar.
Sabía exquisito y apenas podía esperar a recibir toda la leche dentro de mí boca. Y comenzaba a degustar cada vez más de esa verga cuando un rudo agarre en mi cabello me apartó e hizo voltear mi cabeza hacia arriba para verlo a la cara.
— Estás olvidando quién manda aquí, ¿no? — gruñó. — Si te digo que te tragues toda mi verga, tú lo haces, perra.
Sin tener tiempo a replicar y apoyándose en el agarre de mi cabello, el hombre realizó un duro movimiento de cadera que forzó la entrada de su verga hasta el fondo de mi garganta, atragantándome y arrancando pequeñas lágrimas de mis ojos por la impresión y lo brusco del movimiento.
Sin poder evitarlo, enterré las uñas sobre las piernas del hombre, luchando por apartarme de esa verga que no me dejaba respirar, gimiendo sobre la carne caliente sin resultado alguno.
— Ohhhh, eso se siente muy bien. — gimió el hombre. — Tengo toda mi verga enterrada en tu garganta.
Me costaba mucho respirar con su verga obstruyendo mi garganta, sin embargo, eso no había impedido que los jugos de mi vagina comenzaran a salir en mayor cantidad. Estaba disfrutando tanto de su trato rudo que mi cuerpo respondía a eso.
Una vez que su agarre en mi cabello se aflojó y me permitió retirar la cabeza de su verga, comencé a toser y a inhalar todo el aire que me había faltado mientras él se reía de forma silenciosa de mí.
— Estoy seguro de que ahora podrás hacerlo tú sola. Sigue chupándome.
No esperé otra indicación una vez recuperada, y comencé a chupar su verga, primero con grandes lametones que hacían a mi lengua deslizarse por toda su longitud, y después con espacios de tiempo en donde yo misma enterraba lo más profundo su verga en mi garganta. Mis manos, rozando y acariciando sus bolas mientras mi cabeza sólo se movía de arriba hacia abajo chupando.
— Ahhhh, que bien se siente eso. Sigue así, puta, lo estás haciendo muy bien. — volvió a susurrar y no pude evitar alzar la vista de nuevo. — Carajo, eso me encanta. Estar viendo tu carita de zorra mientras tienes la boca llena de mi verga.
Estuve un rato más chupándole la verga, lamiendo sus huevos y saboreando el líquido que salía de su ranura antes de que sintiera pulsar su pedazo de carne en mi boca, y todo mi cuerpo se tensará ante un inminente orgasmo por mi parte, y esperaba que por su parte también.
Cuando su mano volvió a tomar mi cabello en un puño y me apartó antes de correrse, el primer orgasmo se disparó en mí con una fuerza increíble. Los músculos de todo mi cuerpo se tensaron mientras dejaba escapar un gemido ahogado y mi mano fue inmediatamente hasta mi vagina, acariciando con rapidez mi punto de mayor placer y prologando el orgasmo. ¡Acaba de correrme sin siquiera haberme tocado!
— Ya sabía yo que eras una completa puta. Mira que correrse solamente por chupar mi verga es algo único. — se burló. — Aunque debo admitir que estaba por hacerte tragar toda mi leche cuando me lo pensé mejor. Pienso correrme sobre todo ese caliente cuerpo.
Lo miré en medio de la niebla de placer que me embotaba los sentidos después de un orgasmo tan intenso. Mi cuerpo seguía caliente y los espasmos que aún tenía mi vagina me estaban recordando cuánto deseaba tener ese pedazo de verga dentro de mí.
— Esto no ha terminado, mi putita. — sonrió. — De hecho, yo diría que apenas va a comenzar mi parte favorita. Levántate.
Con las piernas aún temblorosas de mi orgasmo, me puse de pie. Las grandes y toscas manos del hombre no tardaron en tomarme por los hombros y girarme hasta recargar mi espalda contra su pecho, y si bien, el individuo podría no tener el mejor cuerpo del mundo, su falta de condición me tenía igualmente excitada.
Sus manos no tardaron en apoderarse de mis pechos con rudeza, apretándolos, rozando los pezones con sus pulgares para ponerlos aún más duros, y tirando de ellos para hacerme retorcer en una mezcla de dolor y placer.
— Qué buenas tetas tienes. — gimió mientras deslizaba su lengua por mi cuello. — Si tuviera más tiempo, seguro que me las cojería.
Sus dedos se cerraron en torno a mis pezones y volvieron a jalar con más fuerza, arrancándome un gemido que a duras penas pude contener para no ser descubiertos.
— Voy a hacerte gritar, puta. — susurró sobre mi oído. — Y cuando lo haga, todo el mundo va a saber lo puta que eres.
Me retorcí en su agarre mientras sentía a una de sus manos descender en una larga caricia desde mis pechos hasta la entrada de mi vagina que ya estaba chorreando de excitación.
— Algo por aquí está muy caliente y mojado. — rió. — Apuesto a que si meto mis dedos entrarán con toda facilidad.
El golpe de placer que me sobrevino cuando tras sus palabras, dos de sus dedos me penetraron con fuerza, fue más de lo que pude soportar. Y en medio de un rápido y potente mete y saca, dejé de controlar mis gemidos.
— Ahhhhh. — gemí cuando golpearon un punto particularmente rico,
— ¿Te gusta cómo te cojen mis dedos? — gruño sin dejar el mete y saca. — Contéstame, puta.
— Hmmm...sii...me encanta como me cojen tus dedos. — gemí.
El ataque de sus dedos se extendió durante un par de minutos más, antes de que sin previo aviso los sacara de mi cuerpo y me metiera de una sola estocada toda su verga.
— Ahhhh, joder con esta puta. — gimió. — Tu coño está jodidamente apretado.
La primera embestida me dejó sin aire por la fuerza y rapidez. Mi cuerpo ya estaba preparado para recibirle pero no con esa magnitud, de modo que no pude evitar cerrar los ojos para disfrutar cómo cada parte de mi vagina se abría y extendía para amoldarlo.
— ¡Ahhhhhhhhhhh! — se me escapó un gemido particularmente fuerte.
— ¿Yessie, está todo bien por ahí? — preguntó con un grito, Lizzie.
Me tensé al escuchar su voz e intenté alejarme del hombre, quien, en lugar de dejarme ir, caminó sin salirse de mi coño hasta aplastarme contra la fría pared, y siguió penetrándome con fuerza y rapidez, gimiendo sobre mi oído.
— Respóndele, Yessie. — gimió divertido sin dejar de mover sus caderas. — ¿Está todo bien por aquí?
— ¿Yessie? — volvió a llamarme Lizzie.
— ¡E-está todo bien! — grité esforzándome por ocultar mis gemidos. — ¡E-es sólo que uno de los biquinis está muy…mhhmmm…apretado!
Las embestidas del hombre se detuvieron por unos segundos para cambiar el ritmo a uno más lento y duro, de modo que con cada golpe de su verga, mi cuerpo chocaba contra la pared, aplastando mis pechos y erizando mis pezones en la fría superficie.
— Oh, ya. ¿Quieres que te consiga otra talla? — volvió a preguntar Lizzie.
— ¡N-no! — gemí con el nuevo ataque del hombre. — Sólo es cuestión de que lo amolde y haga que se suelte un poco.
— Si tú lo dices, Yessi. — rió Lizzie. — Ninguno de los biquinis que me probé me gustó, iré a buscar otros.
— ¡S-sí! — gemí por la fuerte embestida de su verga. — ¡Eso está muy bien!
Escuché los pasos de Lizzie alejarse y pude respirar nuevamente. Joder, haber estado a punto de ser descubierta me había puesto más caliente si eso era posible. Y el hecho de que el extraño en ningún momento se hubiera detenido era aún mejor.
— Esa fue una actuación digna de un Oscar. — resopló en mi oído. — Ahora, hagamos que esto se ponga mucho mejor.
En un movimiento muy calculado por su parte, sus manos rodearon mis muslos y me sostuvieron en el aire, con la espalda recargada sobre su pecho y su verga aún enterrada muy profundo dentro de mí.
— Abre bien los ojos, mi puta Yessie. — murmuró. — Observa lo puta que eres.
Desorientada por el placer, tardé un poco en darme cuenta que el hombre nos había situado directamente frente al espejo del probador y que ahora podía ver a la perfección cómo su verga entraba y salía de mi coño.
Estar de frente al espejo, sostenida en el aire por las manos del hombre, con las piernas completamente abiertas exponiendo todo mi coño y a su verga fuertemente enterrada dentro de mí me arrancó todo un gemido de placer. Una imagen así de erótica, combinada a las voces que escuchaba unos cubículos por delante del mío le confirió a toda la situación un nuevo matiz morboso que simplemente me encantó.
— ¿Lo ves, mi putita? — susurró contra mi oído. — Tu caliente coño está tragándose toda mi verga.
La corta pero fuerte embestida que seguida de sus palabras realizó, arrancó otro gemido más de mi boca cuando proyectado en el espejo, la imagen de mis pechos dando un brusco salto hizo que mi coño se cerrara con más fuerza en torno a su verga.
— Ahhhhh, se nota que eso te gusta. — gimió.
— Mhmmm, sí, sí, me encanta. — gemí en respuesta. — Por favor, deja de hablar y sigue cojiéndome.
— ¿Te gusta, Yessie? — preguntó.
— ¡Ahhhh…! ¡Sí! — respondí extasiada. — Me encanta ver cómo me cojes frente al espejo.
Mis palabras parecieron encenderlo aún más cuando sus ataques comenzaron a ser más rudos, forzando su verga en mi coño con una fuerza que no dejaba de arrancarme una serie de gemidos de placer.
— ¿Qué eres de mí, Yessie?
— ¡Mhmmmm! ¡Soy tu puta…!
El golpe de su verga comenzó a aumentar en rapidez dentro de mí, y sentí un nuevo orgasmo acercándose en mi cuerpo. Ya no iba a resistir mucho más, y sabía por las pulsaciones de su verga, que él tampoco duraría mucho tiempo más.
— Putita, lo está haciendo muy bien. Ya casi logras que me corra. — gimió.
— ¡Ahhhhh, si! Quiero que te corras dentro de mí. — gemí ansiosa.
Me encantaba que los hombres se corrieran dentro de mi coño y me llenaran con su semen por completo. El hecho de que mi petición pareciera descolocarlo por un momento, me dijo que probablemente yo había dado vuelta a sus planes.
— ¿Acaso quieres quedar embarazada, putita?
— Mhmmmm, sí. — gemí de gusto sintiendo cada vez más el orgasmo acercarse.
Mentiría si dijera que pese al morbo de situación, no pude evitar reírme interiormente. Estaba perfectamente protegida contra el embarazo, pero tampoco era un dato que el extraño necesitara saber.
— Eres toda una puta, Yessie. — gimió más fuerte. — Ohhhhh, ¡ya voy a correrme!
— Sí, sí. Yo también voy a correrme. — exclamé. — Dispara toda tu leche dentro de mí.
Un par de movimientos más de su verga y el orgasmo me alcanzó con toda su fuerza. Dejé de preocuparme por ser escuchada y simplemente grité en éxtasis, sintiendo las paredes de mi coño ondular y cerrarse con fuerza sobre su verga mientras no dejaba de temblar.
— ¡Me corro, puta! ¡Me corro en tu coño!
Segundos después, cuando mi orgasmo todavía no disminuía su intensidad, sentí cómo el sujeto disparaba toda su carga dentro de mi coño, caliente y abundante, llenándome por completo.
Mis ojos no se apartaron en ningún momento de la imagen proyectada por el espejo del probador. Cuando el extraño terminó de correrse en mi coño y deliberadamente comenzó a sacar su verga con lentitud, mis pupilas se dilataron por la imagen.
— Disfruta de lo último de éste espectáculo, mi querida Yessie.
Con un suave y húmedo sonido su verga por fin salió de mi coño, seguida de una delgada y blanquecina cascada conformada por su semen, que se deslizó hasta caer sobre uno de los biquinis que había querido probarme.
— Yo diría, putita, que ése biquini es el ideal para ti.
Poco a poco soltó mis muslos y me dejó caer de rodillas sobre el suelo, sin decir una sola palabra más. Para el momento en que el hombre salió del probador en un completo silencio tras arreglar su ropa, yo tenía la mirada perdida sobre los restos de su semen que aún se veían salir de mi coño.
En esos momentos no me detuve a pensar cómo había logrado entrar y salir sin ser visto, ni me preocupe por haber sido escuchada en los últimos momentos. Simplemente me tomé un par de minutos para recomponerme de los orgasmos más intensos que había tenido, y para acomodar de vuelta mi ropa.
No intenté probarme ninguno de los conjuntos de biquinis, me limité a tomar el de tonalidades azules donde había ido a parar el semen del extraño y a limpiar lo mejor que pude los restos, antes de dirigirme a pagarlo.
— Has tardado mucho, Yessie. ¿Pudiste amoldar el biquini que te quedaba apretado?
— Sí, algo así. — respondí con una sonrisa. — Por eso he decidido llevármelo. ¿Dónde está Amanda?
— La señorita se enfurruñó porque no pudo pescar al empleado y follar con él en el probador como quería, así que se adelantó al restaurante.
No pude evitar soltar una risa ante sus palabras. Mientras una de mis amigas se había rendido en la búsqueda, yo había podido disfrutar y encontrar lo que tanto me faltaba, en medio de una de las mejores experiencias eróticas que había tenido.