De la fantasía a la realidad
Todo empezo como un simple tema de conversación, sin imaginar como iba a terminar la noche.
DE LA FANTASÍA A LA REALIDAD
Todo inició como un simple tema de conversación sobre el intercambio de parejas y toda la problemática que esto conlleva, al menos para la gente que no lo practicamos o que desconocemos las reglas de este tipo de juegos. En fin, una cosa llevo a la otra. Para el final de la conversación estábamos fantaseando cómo me gustaría que fuera un hombre que compartiera nuestra intimidad.
Nuestra relación es muy plena en todos los sentidos. Nos conocemos perfectamente bien, la confianza de uno en el otro es total. Sabemos lo bueno y lo malo de cada uno, y en terreno sexual ya estamos totalmente compenetrados.
Tiempo después, estábamos Jorge y yo en un bar, de esos íntimos y tranquilos. La música sensual invitaba al baile. Después de bailar algunas piezas volvimos a la mesa y un beso llevo a otros, el primer margarita al segundo. La plática y los besos fueron subiendo de tono, ya su mano buscaba mi pierna por debajo de la mesa, subiendo mi vestido cada vez más por mis muslos, mientras no dejaba de observar mi escote.
¿Nos vamos, amor?- pregunté con mi voz afectada por sus caricias que no habían hecho mas que acentuar el deseo que todo el día había estado consumiéndome.
- Una copa más y nos vamos, mi vida- fue su respuesta entre beso y beso.
Me levanté al tocador un momento, sintiendo al caminar la humedad que inundaba mi entrepierna. Mi excitación iba en aumento y ya mi tanga daba razón de ello. Apuraría la siguiente copa para volver a casa, ya estaba ansiosa de hacer el amor con Jorge y de sentir sus besos en todo mi cuerpo, de tenerlo dentro de mí.
Cuál fue mi sorpresa, que al regresar a nuestra mesa, él ya no estaba solo. Estaba con un hombre enfrascado en una plática, al parecer algo seria.
Ven, amor. Quiero presentarte al señor Arturo Martínez, un cliente que se encuentra de viaje de negocios en la ciudad- dijo Jorge tomándome de la cintura al momento en que llegue a su lado.
Mucho gusto, señor Martínez. Espero que disfrute su estancia en la ciudad.
Jorge invitó a su cliente a tomar una copa con nosotros, cosa que no fue muy de mi agrado, mis planes eran otros: pasar toda la noche haciéndonos el amor, disfrutándonos uno del otro.
Ordenamos otra ronda de bebidas, y percibí que mi margarita estaba más fuerte que las dos anteriores. El brazo de Jorge estaba alrededor de mi cintura, con lo que su mano descansaba en mi cadera, acariciándola rítmicamente, provocando que mi cuerpo buscara el suyo y quedara prácticamente pegada a él. Mi mano recorría su muslo de arriba abajo, rozando su virilidad y dándome cuenta que, al igual que yo, estaba excitado; un diablillo dentro de mi me impulso a acariciarlo mas atrevidamente, amparada por la mesa, que impedía que nuestro acompañante se diera cuenta de lo que estaba pasando.
Arturo se levantó un momento al baño, lo cual aprovechamos para acariciarnos más atrevidamente, encendiendo aún más la pasión que siempre está a flor de piel entre nosotros; ya la mano de Jorge era más atrevida y me tenía la tanga completamente movida de su lugar, dejándole la entrada libre a su interior. Justo cuando sus dedos acariciaban con fuerza mi entre pierna y mi lengua se batía en una lucha sin cuartel con la de él, justo en ese momento regresó Arturo.
- Perdón, ¿los interrumpo?
Mi rostro se puso rojo por la pena de haber sido encontrados en esta situación, pero Jorge ni se inmutó y su mano siguió acariciándome muy lentamente, yo intenté reacomodar mi pierna, que para ese momento ya se encontraba sobre el muslo de Jorge para darle más libertad de movimiento, pero él me lo impido.
- Claro que no, Arturo. Siéntate- respondió Jorge sin dejar de tocarme.
Debido a la situación Arturo empezó a poner más atención a lo que pasaba entre sus compañeros de mesa, desviando la mirada hacia mis piernas y la mano de Jorge dentro de mi falda. El deseo era más fuerte que mi pudor, el alcohol, el ambiente, y sobre todo las caricias de Jorge, que sabe perfectamente cómo tocarme, me tenían totalmente excitada. Poco a poco subía mi vestido para dejarle ver a Arturo mis piernas abiertas, sin llegar a permitirle que viera más allá.
Entre un comentario y otro me besaba. Besos atrevidos. Penetrándome con su lengua, recorriendo la comisura de mis labios, provocando que los abriera bien para él, como haciéndome olvidar dónde estábamos y con quién. Ya, para cuando me di cuenta, mi mano estaba sobre su pene, acariciándolo, apreciando su dureza, queriendo sentirlo ahí mismo. Era obvio que Arturo se excitaba con la situación, lo veía que muy disimuladamente se pasaba la mano sobre su miembro, acariciándolo sin importe que yo lo viera.
Un rato más tarde, después de plática, caricias y besos, Jorge pidió la cuenta y yo fui al tocador. Al regresar sólo me esperaban a mí para marcharnos.
Mi vida, ¿no te importa que llevemos a Arturo a su hotel?- me preguntó Jorge tomándome por la cintura.
Claro que no, amor. Vamos a llevarlo- le contesté pegándome más a su cuerpo.
Yo estaba totalmente excitada. El hecho de ser acariciada de esa manera en un lugar público y delante de un completo extraño, me había estimulado sobremanera, me urgía llegar a casa y terminar lo que iniciamos en el bar.
Nos trajeron el coche y enfilamos hacia el hotel. Arturo iba en el asiento de atrás hablando de temas sin importancia. Yo me acerque a Jorge y empecé a acariciar nuevamente su pene, sobre el pantalón. Él platicaba con Arturo tranquilamente mientras mi mano subía y bajaba por el magnifico instrumento que tanto me encanta y que hace que se me haga agua la boca sólo de recordarlo.
Llegamos al hotel y antes de bajar Arturo propuso tomar una última copa antes de irnos ya que al día siguiente se iba de la ciudad y en su habitación tenía unos papeles que le interesaba que Jorge revisara. Está por demás decir que yo lo que quería era llegar a casa, estaba ardiendo; pero Jorge aceptó la invitación. Bajamos del coche; yo sentía que mi rostro no podía ocultar evidencias de mi molestia.
Arturo fue a pedir la llave de su habitación y Jorge me condujo rumbo al elevador, llevándome hasta un rinconcito un poco oculto de la vista de todos, entre unos macetones decorativos. Notó mi disgusto.
-No te enojes, chikis. Es sólo un momentito y nos vamos- me decía entre beso y beso, con sus manos recorriendo desde mi nuca hasta mi trasero, acrecentando más mi deseo y mi frustración.
-Yo lo que quiero es estar contigo YA, mírame cómo estoy- le respondí con ojos encendidos de pasión e infortunio. Algo vería, pues me tomó de la cara con sus manos y me dio un beso que casi me quita el sentido.
Arturo llegó nuevamente en el momento en que nos besábamos con gran pasión mientras. Una de las manos de Jorge ya se encontraba en mi nuca, pegándome fuerte a él y su otra mano ya amasaba mi seno. Nos separamos sin ganas y subimos al elevador, muy juntos; yo me le recargué de espaldas, sintiendo su pene erecto pegado a mis nalgas.
Al entrar a la habitación Arturo nos sirvió una bebida y se ausentó un momento, diciendo que iba al baño y por los documentos.
- Están en su casa, pónganse cómodos. Me tardaré sólo un poco- nos dijo antes de perderse de vista.
Nosotros no perdimos un segundo. Apenas desapareció y ya estábamos comiéndonos a besos y las manos de Jorge estaban por todas partes de mi cuerpo. Era tanta mi excitación que me olvide de dónde estaba y me entregué por completo a las caricias tan conocidas por mi, tan mías. Mis manos, como por voluntad propia viajaron a la bragueta de su pantalón para sacar su pene y poder acariciarlo a placer.
- Sí, chiquita, sácalo, mira cómo brinca, quiere que lo saques y juegues con él, amor- me decía él con la respiración entre cortada, parándose frente a mi.
Su miembro quedó justo frente a mi cara, hermoso, imponente, brilloso por todo el tiempo que teníamos estimulándonos. Mi lengua recorría la comisura de mis labios anticipando el sabor de tan querida verga, recordando lo que es tenerla en mi boca, lamerla, chuparla, mmmmmmhhhhhhhh. Jorge la movía delante de mí, enseñándomela, mostrándome esa cabecita que me encanta lamer y lamer. Estaba roja, muy hinchada; se notaba que la noche de caricias había rendido frutos. Ya para ese momento mis labios se abrían por instinto, esperando, ansiando ser llenados por esa carne caliente y deliciosa. Sin poder resistirlo más, alargue mi mano para tomar mi pene y acercarlo a mi boca, ya que Jorge sólo me lo daba a desear sin acercarse demasiado.
Mmmmmhhhhh, por fin en mi boca su sabor, su textura. Mi lengua lo recorría de arriba a abajo sin cansancio, poniendo especial atención en el glande grande, sensible, brilloso, coronado por un orificio hermoso, el cual mi lengua trataba de penetrar juguetonamente con la punta. Sus manos acariciaban mi cabello indicándome en ocasiones lo que quería, guiándome, ayudándome a poner en mi boca la mayor cantidad de carne posible. Con su pene penetrándome levante la mirada hasta su cara, dejándole ver mis ojos mientras yo gozaba saboreando su virilidad en mi boca.
Estaba totalmente entregada al enorme placer de comerle la verga a mi amor, cuando de pronto un ruido me hizo volver la mirada a la puerta del baño. Allí recargado en el marco, acariciándose sobre el pantalón, se encontraba Arturo con su mirada fija en mi cara, en mi boca llena de Jorge. Acalorada trate de ponerme de pie, de salir de ahí lo más rápido posible.
Espera, sólo quiere verte gozando, mi vida. Déjalo que te vea amor- me decía Jorge sin dejar de acariciar mi cabello, impidiéndome de esta forma ponerme de pie al mismo tiempo que mantenía el contacto físico entre él y yo.
Sigue comiéndome, nena, olvídate de que él está aquí. Mira cómo me tienes. Anda, mi amor, saca tu lechita- me insistía, con sus manos acariciando mis cabellos y mis mejillas, con la punta de su pene rozando mis labios.
Arturo había tomado asiento en un sillón, permaneciendo en silencio todo el tiempo pero sin perderse un solo detalle.
La voz de Jorge, acompañada por las caricias de sus manos y su pene, me hicieron olvidarme del espectador instalado en el asiento de enfrente, volviendo a mi placentera tarea. En cuestión de minutos me había olvidado completamente de Arturo, quien ya había bajado la bragueta de su pantalón y sacado su miembro para masturbarse mientras disfrutaba de la escena que se desarrollaba ante a él.
Mis manos buscaron los testículos de Jorge dentro su pantalón para acariciarlos, tratando de sacarlos para chuparlos y lamerlos, provocando con esto que el pantalón cayera definitivamente al suelo, acompañado por la ropa interior; ahora sí, mis manos lo acariciaron a placer, recorriendo sus nalgas mientras trataba de meter lo mas posible su verga a mi boca, sintiendo como rozaba mi garganta.
Él se sentó en el sillón y yo me acomodé entre sus piernas totalmente abiertas para seguir lamiendo su pene y sus testículos, dándole un poco de descanso a mi boca que estaba tensa de tenerlo tan dentro de mí, pero con ganas de más. Las manos de Jorge acariciaban mi espalda de arriba abajo, jalando la falda de mi vestido, hasta que mi trasero quedó al descubierto, totalmente en pompa con la tanga húmeda perdida entre mis nalgas. Ofreciéndole de esa manera una vista total a Arturo de mi vulva y de mi culito, el cual Jorge dejaba al descubierto al acariciar mis nalgas y separarlas un poco.
Lentamente fui subiendo por el cuerpo de Jorge, hasta llegar a su boca y besarlo con un beso totalmente entregado, acomodándome sobre sus piernas para sentir su pene rozando mi vulva. Él fue sacando mi vestido por la parte de arriba de mi cuerpo, dejándome solo en tanga y sostén, sacando mis senos por encima de éste para besarlos y chuparlos a placer. Mientras su boca daba cuenta de mis pechos sus manos hurgaban mi vulva, jugando con mi humedad, haciendo mi tanga totalmente a un lado, penetrándome primero con uno de sus dedos para después hacerlo con dos al mismo tiempo, provocando mis gemidos y un orgasmo riquísimo, llenando sus dedos con mis jugos y mi boca con su lengua, que al igual que sus dedos, me penetraba sin cansancio.
- Mira mamita- me dijo al oído con voz ronca- mira como está Arturo. Todo este tiempo no ha dejado de observarte, de ver como gozas, como llegas a la cima del placer en mis brazos.
Efectivamente, al voltear sobre mi hombro pude ver como Arturo, totalmente desnudo, estaba gozando plenamente de nuestro encuentro.
Enséñale tu papita, amor. Deja que vea lo mojada que estás.
No amor
Si, Lilia, deja que vea cómo te hago enloquecer de placer, que vea cómo hago que te inundes de esos jugos sólo míos. Enséñale mi papita, amor, deja que la vea como se derrite. Sólo te va a ver amor, sólo eso.
La situación era por demás excitante. Poco a poco me acomodé de espaldas a Jorge, aún sentada sobre sus piernas, sintiendo sus besos en mi cuello, sus lamidas, mientras sus manos acariciaban mis pechos, como ofreciéndolos a Arturo, mientras susurraba a mi oído "Míralo, amor; ve como su verga se pone más y más dura al verte, mira como se la jala por ti, para ti. Se muere por tocarte, por chuparte". Las piernas de Jorge se empezaron a abrir, separando por consecuencia las mías que estaban sobre las de él, mostrando mi intimidad totalmente abierta al anfitrión, sin dejar de hablarme al oído, de decirme lo mucho que me deseaba Arturo y las ganas que tenía de cogerme.
Una de las manos de Jorge bajo hasta mi vulva, abriéndola aún más, recorriéndola con sus dedos, desde mi clítoris hasta mi culito, provocando que yo me retorciera de placer en sus brazos, totalmente abierta y expuesta mientras él me acariciaba y ocasionalmente introducía uno de sus dedos en mi interior, acariciándome por dentro, provocando gemidos fuertes, sin inhibiciones. Ya no me importaba nada, estaba en sus brazos, estaba gozando.
-Así mi vida, siénteme, siente como mis dedos te poseen y como su mirada te devora; toma mi verga con tus manitas mi vida, acaríciate la papita con ella. Abre bien las piernas Lilia, que vea como te masturbas con mi verga. Ándale mamita, enséñale lo mucho que te gusta mi verga. Lo mucho que te gusta LA verga.
Abierta de piernas sobre Jorge, yo misma me cabeceaba la vagina con su pene, pasándomelo fuerte por entre los labios resbalosos anegados de un líquido viscoso, de esa mezcla emulsiva que hacían mis jugos y sus pre seminales.
Fijamente miraba a Arturo a los ojos demostrándole lo que disfrutaba de ese contacto vaginal con el miembro de mi hombre. Luego, cual muñeca de juguete, me movía sobre Jorge y cerraba mis piernas sobre ese adorado pedazo de carne y venas, apretándolo bien entre mis muslos. Me recostaba totalmente sobre su cuerpo y él me besaba el cuello y la nuca. Me sentía desfallecer de excitación. Sentía sus dientes calarme en la oreja y esa voz que me escocía al escucharla:
-Mastúrbate, pequeña, mastúrbate encima de mí. Que te vea él. Ándale- me sugería en secreto.
-Ayy, mi amor. Me siento muy rara- le respondí en un suspiro, metiendo mi mano entre las piernas y apretando mi parte completa. Me sentía desfallecer.
-Es que estás ardiendo, chikis, estás muy caliente. Mastúrbate, vente rico, dale algo de ti, yo estoy contigo, nada te va a pasar- me insistía.
Volví a abrirme de piernas y me senté en el muslo derecho de Jorge, dejando a un lado de mí su verga completamente parada reposando en mi cadera. Miré a Arturo que movía su mano derecha muy suavemente arriba y abajo de su pene grueso. Miré con atención lo que hacía y me llevé un dedo a la boca llenándolo de saliva para pasarlo por uno de mis pezones. Me empecé a tocar la vulva suavemente sin dejar de mirar al hombre aquél. Lentamente empecé a masturbarme en su presencia, agarrándole el ritmo a mis frotaciones. Disipando mis escrúpulos.
-Muy bien, Lilia mía. Dale, amor, dale rico, eso es así así, chiquita. Mira cómo te ve, lo tienes fascinado. Mira cómo se jala la verga por ti- me seguía hablando mi amor al oído, animándome- Eres deliciosa, Lily, eres lo máximo, amor. Tienes a dos hombres rendidos y erectos por ti, ¿te gusta?
-Sí- alcancé a decir entre dientes, casi rugiendo. Estaba próxima a un súper orgasmo. Aparte de esa voz que, por sí sola, me enloquecía, Arturo, además de manipularse, me mostraba su pene erecto y brillante, lo sacudía con suavidad, seguro de que era una muy buena pieza, jalaba sus testículos para abajo y dejaba que su miembro bailara de un lado al otro para mí. Luego lo envolvía con su mano y le daba vuelo gradualmente, para al poco, volverlo a exponer, aún más firme y grueso, ante mis ojos entre cerrados pero atentos.
Bajé mi mano izquierda de mi pecho y alcancé el miembro de Jorge. Sin dejar de acariciarme la vulva, también le enseñaba a Arturo que yo tenía "la mía", retándolo. No sé qué me provocaba más excitación, estaba confundida, si esto último o estarme manipulando de manera tan descarada frente a un completo extraño. Lo que sí recuerdo claramente es que empecé a temblar mucho, acelerando la velocidad de mis manos, una sobre mi sexo y en el pene que tenía en la izquierda.
Jorge, conocedor de mis tiempos, puso su mano sobre la mía que estaba dedicada frotando mi vagina y me dijo que esperara, que aún no. Que apenas íbamos comenzando. Bien sabía que con todo lo que estaba pasando pronto iba a explotar violentamente a gritos y sollozos, gruñendo su nombre. Además sabía lo que yo pensaba con respecto a estar con otros si me siento sólo de él. Únicamente manteniendo ese grado de excitación que ya me asfixiaba, iba a hacer posible que lograra lo que pretendía desde hacía tiempo y que me había negado a experimentar. Hasta ese día.
Continuará