De la fantasía a la realidad (2)
Una fantasía más real a cada momento.
De la fantasía a la realidad
Segunda parte
Mi excitación llego a tal grado que mi cuerpo tiritaba, Jorge me retenía entre sus brazos sin dejar de acariciarme y hablarme al oído.
Míralo, amor. Está ardiendo, casi termina al verte como gozas, como te le exhibes. ¿Te empieza a gustar, mi vida? ¿Ya te gusta que esté así tan caliente por ti?- su voz en mi oído me enloquecía, y esto aunado a la imagen de Arturo sentado en ese sillón con su miembro totalmente rígido, hinchado e irritado de tanto que lo acaricia, me mantenía en un alto grado de excitación.
Jorge, Jorgeee- mi voz sonaba ronca, afectada por el placer.
¿Qué, linda? Dime qué quieres- su lengua rozaba el lóbulo de mi oído, haciéndome estremecer, calándome hasta los huesos.
Quiero que me cojas ya, amor, necesito sentirte dentro de mí, quiero sentir como me llenas completamente- le dije mientras mi mano volvía a moverse de arriba abajo sobre su pene, midiéndolo y sintiéndolo aún mas grande que en otras ocasiones.
Arturo te está viendo amor, ¿no le hace?, ¿quieres que vea como te cojo? ¿Lo dejamos que vea cómo te la meto toda, mi amor? ¿Que vea como poco a poco tu papita se abre para dar cabida a toda mi verga, Lily? ¿Lo dejamos que escuche tus gemidos al sentirte totalmente poseída? ¿Quieres que vea tu cara cuando sientas que mis huevos topan en tu culito? ¿Cuando sientas que no te cabe un solo centímetro más y yo sigo empujando, llegando más y más adentro de ti?
Dentro de mi estado de excitación me di cuenta de lo mucho que este juego encendía a Jorge. Su pene estaba enorme, duro y delicioso; su voz reflejaba toda su excitación, sus manos recorrían sin cansancio mi piel, suaves a momentos y fuertes en otros, haciéndome sentirlo plenamente.
Sí, sí- mi voz apenas se escuchaba.
Sí qué, ¿Lilia?- él quería escucharlo, quería escuchar de mi boca que estaba totalmente entregada a esta fantasía.
Sí Jorge, sí quiero que vea como me posees, como tu verga va a entrar y salir de mí, recorriendo el camino tantas veces andado, pero siempre nuevo, encontrando ese punto que sólo tú conoces, haciéndome estremecer de placer y de gozo. Quiero que me escuche gemir de dolor al sentirte abriéndome con esto, que me escuche gemir de placer cuando estoy totalmente empalada por ti. Que vea como mi papita se ha hecho a tu medida, como se adapta a ti como un guante.
Maaaamiiiiitaaaa, ven mi vida, déjame cogerte bien rico, quiero que ardas como nunca, que vea que lo único que quieres y necesitas en este mundo es mi verga.
Mientras me decía esto me acomodaba en la mesita de centro, poniéndome en cuatro, con mi culito totalmente en pompa de frente a él. Sus manos acariciaban mis nalgas, por momentos estrujándolas fuerte, aumentando mi excitación intensamente. Mi mirada buscaba su miembro, deseando ver lo erecto y grande que estaba. Fascinada, como siempre de que ese magnífico falo ya lograra entrar completo en mí. Meneándole mis nalgas, invitándolo lascivamente a acercarse.
Míralo bien, Lilia. Mira como me tienes, amor, esta rojo, mamita, totalmente duro.- Me decía Jorge mientras su mano zarandeaba su miembro para un lado y para el otro. -¿Quieres que te meta la verga, Lily? ¿Ya te la meto hasta el fondo de tu cosita?
Sí, mi amor, métemela toda yaaaa por favor- le contesté al mismo tiempo que mi lengua recorría mis labios sólo de evocar el sabor tan delicioso de esa dura verga.
Mira, nena. Voltea hacia el frente- me dijo Jorge mientras seguía sacudiendo su miembro.
Dirigí mi mirada hacia donde me indicaba, dándome cuenta de que mi nueva posición me dejaba justo en frente de donde estaba sentado Arturo amasándose su pene mientras una de sus manos fregaba sus testículos, todo esto sin despegar la mirada un solo momento de nosotros, de mí. Su miembro quedó a pocos centímetros de mi cara, dándome una vista total de ese espléndido órgano que exhibía como dándomelo a desear, como diciéndome "mira lo que te vas a comer, nenita".
No podía evitar quedármele mirando. Contando el de mi amor, sólo eran tres los penes que yo había visto en mi vida, y el de Arturo era hermoso de verdad. Menos grande que el de Jorge, pero bastante respetable, muy grueso y cabezón. Además la manera en que se lo acariciaba y me lo mostraba me tenía embobada. Bien inclinada en la mesita por la posición que tenía y con mi barbilla casi pegando en sus rodillas, se jalaba la verga muy morbosamente y luego se la zarandeaba rico. Su olor me llegaba a la nariz embriagándome más de placer.
Notando mi interés, abandonó su lugar en el sillón y se acercó a mí, paseando su pene muy cerca de mi rostro, casi rozándome por momentos mientras Jorge recorría mi vulva de arriba abajo con su deliciosa verga, sabiendo como me pongo cuando me hace eso. ¡Cómo me hace arder de ansiedad cuando retraza de esa manera el momento de entrar en mí, me enloquece de impaciencia, me altera demasiado!
Arturo empezó a rozar tímidamente mis mejillas con su verga. No tenía la seguridad de que yo lo fuera a aceptar, ni yo misma la tenía aún. Se sentía húmeda debido a su gran excitación, su olor penetraba por mi nariz llegando hasta mi cerebro, un olor a hombre en celo que me hacía desear probarla. Levanté mi vista y lo miré fijamente a los ojos. Él acariciaba tiernamente mi barbilla con la cabeza gorda de su miembro, mirándome también fijamente. Luego, con igual ternura, pasaba la punta por mis labios cerrados, sólo frotándolos muy suavecito, sin forzarme a nada.
Mi labio inferior fue cediendo. Percibí el sabor salado, característico, del juguillo de un hombre. Arturo no empujaba, sólo me la ponía en la boca con calma. Mi labio superior también se relajó. Sólo la puntita de esa verga estaba entre mis labios, sólo la puntita de mi lengua masajeaba el agujerito de ella. Arturo y yo seguíamos en contacto visual, pendientes uno del otro. Él expectante de mi anuencia a proseguir y yo igual, sin saber aún en qué iba a acabar todo esto.
Justo en ese momento y cuando menos lo esperaba, Jorge entró en mí, de una sola estocada, llenándome completa, provocando un gemido que pareció hacer eco en la habitación. Bajé mi cara sintiendo como el pene de mi amor me ocupaba completamente, quejándome fuerte. Luego, ya repuesta del ataque sorpresivo, alcé mi rostro de nuevo, pero con mi boca abierta por la sensación que me invadía. El momento fue aprovechado por Arturo para acercar su miembro a mi boca abierta, dibujando el contorno de mis labios con su glande. Mi lengua se asomó menos tímidamente que antes acariciando apenas con la punta esa reluciente cabecita, la cual se veía suculenta, y totalmente a mi disposición.
Justo cuando me debatía entre mis inhibiciones y el deseo de mamar ese delicioso instrumento que me era ofrecido en mi boca, la voz de Jorge en mi oído acabó con mis dudas.
¿Te gusta, mi vida?- me dijo inclinándose en mi espalda, sin dejar de penetrarme.
Si, amor.
¿Quieres probarla? ¿Quieres saborearla mientras yo te lo hago, Liliana?
Jorgeee no sé no sí
¿Sí, amor? ¿No quieres que Arturo te coja por la boca mientras yo te doy duro en tu papita? Déjame ver como se la mamas, mi vida. Enséñale todo lo que has aprendido conmigo. Déjalo que sienta lo rico que lo haces- me animaba, empujando mi cabeza a la verga de Arturo.
¿Sí, papi?- mi mirada no se apartaba de ese miembro, diferente al de mi amor, que me vuelve loca, pero igualmente hermoso. La voz de Jorge tenía un efecto dominador en mi oído, guiándome, llevándome poco a poco más y más cerca del pene de Aturo mientras no dejaba de entrar y salir de mi, de llenarme con su verga hasta el tope, frotándome toda la vagina por dentro.
Abre la boquita, chikis- y como por voluntad propia se abrió lentamente, dejando salir mi lengua traviesa, la cual lamió lentamente la cabeza de la verga de Arturo, quien al sentir su contacto dejo escapar un profundo gemido- Así, mami, mira como nos tienes a los dos, estamos a punto de estallar por ti nena.
Todo fue comenzar, y mi boca, impulsada por las palabras de Jorge, como por voluntad propia se dedico a brindarle a Arturo la mejor mamada de su vida, quien por momentos no podía evitar acariciar mi cabello. Mi boca, acostumbrada ya al volumen del pene de Jorge, la sentía más cómoda al chupar el de Arturo. Éste no era precisamente chico, es más, no era ni siquiera mediano, era bien grande, pero podía devorarlo casi completo, además de que lo sentía mas esponjoso que el de mi amor que es duro como ninguno. Me gustaba muchísimo, era una verga deliciosa, me sabía muy rica.
Las arremetidas de Jorge eran cada vez más fuertes, más rápidas, lo sentía como nunca dentro de mí, más grande, más gordo, por momentos sentía que me partía en dos. Estaba gozando enormemente la cogida que me estaba dando; se aferraba a mi cintura queriendo entrar más y más en mi rajita. Ya para ese momento no quedaba nada de mis escrúpulos, era grandioso sentir como dos machos en celo estaban totalmente entregados a brindarme placer, y yo a ellos.
Ya no aguantaba más, cada vez sentía más y más cerca la erupción del volcán que todo este juego había encendido dentro de mí. Mi boca literalmente devoraba a Arturo. Mis labios recorrían todo el palo de su verga de ida y vuelta, mi lengua la lamía por debajo en cada sacada, como me había enseñado Jorge. Me apoyaba en una mano de la mesita y con la otra le acariciaba los testículos con las uñas y se los amasaba con la mano completa, percibiendo como se iban abultando cada vez más, llenándose para darme mi premio.
¿Ya, amor? ¿Ya quieres que te llene con mi leche? Mira como tienes a Arturo, cosita. Ya tiene la leche en el pico, lo tienes parado de puntitas. ¿Quieres la lechita de los dos al mismo tiempo?
Si, mi amor. Ya denme la lechita calienta que tienen para mí. Ya la quiero.
Sácale la leche, amor, sácale la leche como yo te he enseñado, nena, que no le quede una sola gota. Sácanos la leche a los dos, Lilia.
Mi boca no dejaba un momento de acariciar el pene de Arturo quien estaba a punto de estallar mientras mi vagina abrazaba la verga de Jorge, sintiéndola como pulsaba dentro de mí. Estábamos los tres llegando a un orgasmo maravilloso. Jorge me despegaba por momentos de la mesita, casi cargándome por de la cintura, embistiendo y golpeando mis piernas con sus testículos. Arturo me tomaba de la cabeza marcándome el ritmo, moviendo su pelvis de delante hacia atrás. Ambos me cogían delicioso y yo gozaba mucho.
Primero sentí como los ríos de semen tibio llenaban el poco espacio que el pene de Jorge dejaba en mi vagina. Sin que él dejara de penetrarme un solo momento, distinguía como su leche bajaba por mis muslos a mis corvas, eran riachuelos de semen caliente. Su pene seguía fuerte, erecto, segueteándome todavía y provocando mi orgasmo mudo, pues tenía invadida la boca con la verga gruesa de Arturo. Quería gritar de gusto, pero mi gusto por ese pene también ya era mucho, estaba delicioso y no lo quise soltar.
Justo en ese momento Arturo explota dando apenas tiempo a retirar un poquito mi boca para quejarme pues Jorge seguía sacándome orgasmos continuos, haciendo que su semen chocara en mi barbilla. Sin dudarlo volví a acercarle mi boca abierta. Quería probar su leche, quería ver si estaba tan rica como su verga. Era diferente a la de mi amor, más ligera, más suave. Me gustó. Los últimos chorritos resbalaron por mi cara.
Agotados volvimos cada quien a su sillón, yo con Jorge, quien aún no salía de mí y me sentó sobre él, con la verga bien hundida dentro. Arturo vino al sillón grande con nosotros. Su rico pene estaba bien parado, como el de Jorge. Esto estaba lejos de acabar. Sentí una felicidad perversa al recapacitar en eso.