De la disco al coche
De cómo una noche, un desconocido me hizo disfrutar del mejor cunnilingus.
1.
Esa noche, había salido con mi amiga Paula de marcha. Esa noche quería ir provocativa, pues me apetecía ligarme a un chico guapetón. Me puse un vestido rojo que apenas me tapaba el culo y con un gran escote por el que se veía el encaje de mi sujetador.
Al poco tiempo de llegar, Paula había visto ya a Javi, el chico que le gustaba, y la razón por la que íbamos casi todos los fines de semana a la misma discoteca. Total, que terminamos separándonos: ella se fue con Javi, agarrada de su mano, mientras me guiñaba un ojo y desaparecía hacia los aseos.
Yo, aunque al principio no me tomé muy bien el plantón, me fui relajando poco a poco, y con los cubatas que ya llevaba encima, empecé a bailar en el centro de la pista, rodeada de gente que no conocía. Me movía de forma sugerente, meneando las caderas y mi culito respingón.
A los pocos minutos ya tenía un grupito de chicos a mí alrededor. Y entonces fue cuando le vi: con su pelo moreno, esos ojos verdes, y esa camiseta ajustada que dejaba ver un cuerpo moldeado por muchas horas de gimnasio. Yo nunca me hubiera atrevido a decirle nada, así que lo único que se me ocurrió fue bailar de una manera todavía más provocativa, acariciándome, mientras no le quitaba ojo de encima. Él, evidentemente, se dio cuenta, y se acercó a mí, sin decirme ni una palabra. Se colocó detrás de mí, y empezó a seguir mis movimientos, bailando conmigo casi sin atreverse. Yo no estaba dispuesta a irme esa noche sin haber probado los labios de aquel chico, y descaradamente, acerqué mi culo hacia su paquete y empecé a restregarme. Poco a poco, él empezó a suspirar más y más fuerte, y me acariciaba el culo disimuladamente con una mano, para no llamar la atención. Así fue como, a los pocos segundos, noté una gran erección dentro de su vaquero.
Le cojí de la mano y lo llevé hacia una esquina cerca de los baños, donde le susurré " Espérame aquí ". Me metí rápido en los aseos, y me quité el tanga de encaje que me había puesto, que en esos momentos estaba ya empapado. Después, volví hacia donde había dejado a mi chico, que seguía esperándome como un perro fiel. Al llegar hasta él, le di un beso con todas mis ganas, metiéndole la lengua hasta el fondo, mientras apretaba mi coño contra su polla. En ese momento, aproveché para meterle mi tanga, que llevaba en la mano, en el bolsillo de su vaquero.
Él estaba más que cachondo, no paraba de estrujarme el culo, me hacía incluso daño, pero no me quejaba, porque esa noche había ido para eso: para follar, que me trataran como a la marrana que soy.
Salimos de la discoteca, y nos dirigimos hacia mi coche. Nada mas acomodarnos en el asiento trasero, me quité el vestido y le deje ver mi cuerpo. Se acercó como un poseso hacia mis tetas y me las chupó, mordió y apretó. No se ni siquiera como lo hizo, pero por poco hizo que me corriera solo con comérmelas. Por eso, le levanté la cabeza y le dije con toda la firmeza del mundo: " Ahora vas a comerme el coño, me lo chuparás entero y me correré en tu boca. ¿Entiendes?" .
Vaya si lo entendió! No le faltó ni un segundo para arrodillarse en el suelo del coche, y abrirme de piernas mientras olía mi sexo. Me estaba poniendo enferma, pero quería disfrutar del momento: acercó su lengua a mi clítoris, lo rodeó y empezó a darle lametones rápidos. Yo no paraba de gemir, y estaba mojadísima, así que él debía estar comiéndose todos mis jugos, pero no protestaba, al contrario. Pasó la lengua por toda la raja, apretando, y lamiéndola como si fuera un simple helado. Entonces me obligó a ponerme de cuatro patas, y yo creía que iba a penetrarme, pero no. Todavía quería hacerme disfrutar más. Pasó su lengua por mi culo y mi coño, y finalmente, me penetró el coño desde atrás con su lengua. Nunca he sentido mayor gusto .
Así estuvo hasta que me corrí en su boca, a lo que él no protestó, sino que chupó y se tragó todo lo que salía.
Cuando terminó conmigo, yo tenía unas ganas enormes de comerme esa polla que tanto se marcaba a través de su pantalón, y me moría para que me la metiera hasta el fondo. Deseaba que me diera mi merecido por haber sido tan guarra. Pero ante mi sorpresa, mi chico misterioso sonrió, abrió la puerta del coche y se marchó, dejándome desnuda y con ganas de sexo.
Todavía voy a la misma discoteca todos los fines de semana, a la espera de volver a encontrarme con él para que me devuelva mi tanga