De inocente a indecente en un verano (parte 2)

Un fin de semana en pandilla, y mi novia y una amiga acaban haciendo realidad el sueño de cualquier tío... Segunda parte, mi novia y nuestra amiga llevan las cosas al siguiente nivel.

A la mañana siguienteme desperte extrañamente satisfecho, no recordaba muy bien qué había sucedido la noche anterior, pero sabía que había tenido uno de mis mejores orgasmos, y hasta que no estiré la mano en busca de un sobre de espidifren que había en la mesita, no recordé que no había sido mi novia Claudia quien me lo había proporcionado. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal mientras por mi cabeza pasaban una detrás de otra las imágenes de lo que había sucedido solo unas horas antes en el rellano frente a mi habitación.

  • ¿Te pasa algo?Tienes mala cara, preguntó Claudia mientras se desperezaba, completamente desnuda a mi lado.

  • No, preciosa, es la resaca. Mentí mientras trataba de planear como comportarme durante todo el sábado.

  • Gracias por lo de ayer, jamás me habías comido el coño con tantas ganas, creo que va siendo hora de que te devuelva el favor. Susurró a mi oido Claudia mientras empezaba a acariciar mi polla aún en proceso de bajar de la típica erección mañanera.

  • Mejor lo dejamos para la hora de la siesta que tengo un hambre que veo turbio, vamos a desayunar.

  • Algo te pasa a ti, jamás habías rechazado una buena mamada recien levantado, será la resaca, a ver si hoy no te pones otra vez como ayer.

  • Eso espero dije yo, y de verdad lo pensaba, aunque no me refería precisamente al alcohol.

El día transcurrió sin demasiadas novedades respecto al anterior, a partir de las doce ya empezabamos a recuperar el estado de forma y a eso de las doce y cuarto cayó la primera caña en el bar al lado del río. En el mismo momento en que la espuma de la cerveza entraba en contacto con mis labios vi a Ana. Acababa de llegar de la casa rural con Daniel y no podría haber elegido un look mejor para la ocasión, o peor, según se mire. Un minúsculo pareo rodeaba su voluptuoso culo bajando poco más abajo de sus cachetes, y en la parte de arriba, nada excepto la parte superior de uno de esos biquinis de flecos tan de moda estos últimos años. Uno de esos sin tirantes que dan la vuelta entera y que aparentemente esconden más que los tradicionales. No era el caso de Ana, la tela no alcanzaba a cubrir sus enormes tetas y la parte de abajo de las mismas asomaba por la parte inferior del biquini, un Underboob, como dicen los americanos. Cuando me di cuenta ya llevaba al menos diez segundos mirandola fijamente, aunque aún no le había visto la cara. Afortunadamente mi chica estaba absorta leyendo el periódico y no me pilló, pero Ana si que lo hizo, y me dedicó un guiño mientras se pasaba la lengua por los labios. Esa era la señal, todo parecía indicar que ese iba a ser oficialmente el peor día de mi vida.

Entre cervezas, porros y baños en el río para bajar el calenton llegó la hora del café y la partida después de una copiosa comida en la que yo había procurado sentarme lo más lejos posible de Ana. Me estaba congratulando con mi estrategia cuando se fue a tomar por el culo. Los tíos se habian levantado para irse a jugar la partida en unas mesas alejadas, y yo que ni sabía jugar, ni quería aprender me había quedado sentado con mi novia y el resto de chicas, Ana se nos unió y se sentó justo a mi lado. Con la excusa de acercarse a las demás para hablar, no paraba de rozar sus preciosos pechos con mi brazo mientras yo hacía todo lo posible para que no se notase mi erección. De repente noté como una mano entraba en contacto con mi polla y di un pequeño salto pensando que esto había llegado demasiado lejos, cuando vi a Claudia descojonarse de risa respiré aliviado. Vamos a echar la siesta que tenemos un asunto pendiente me susurró. Y nos dirigimos a la casa rural a ajustar el marcador que ayer había quedado con una victoria momentanea por mi parte, o por la suya, según cómo se mire. Fue una buena mamada, muy buena de hecho, pero cada vez que mi polla desaparecía en su boca yo seguía viendo a Ana con sus labios tocando mi pubis haciendo un esfuerzo por evitar las arcadas. Me corrí sin avisar, llenando su cara de lefazos que no le impidieron seguir chupando hasta quedar satisfecha, y mientras se lavaba en el baño le dije que había sido sin duda la mejor mamada que me había hecho jamás, aunque no la mejor que me habían hecho en las últimas 24 horas, obviamente esta segunda parte la dije solo para mis adentros. Nos dormimos abrazados, aunque mentiría si dijese que descansé, entre los remordimientos, y el miedo a hablar en sueños sobre lo que había hecho la noche anterior, no fue una de mis mejores siestas.

Otro rato de cañas por la tarde dio paso a una gran cena en uno de los bares del pueblo a base de raciones, y tras el café con hielo de rigor, nos encaminamos a la casa rural para celebrar la velada en pandilla. Teníamos un montón de bebidas fuertes, y una buena provision de utensilios para jugar a todo tipo de juegos en los que gana el que se emborrache antes, o más.

Hoy le tocaba a Claudia ser el centro de todas las miradas, desde que había adelgazado, se había empezado a comprar un montón de ropa muy sexy, y la camiseta que había elegido para esa noche era el mejor ejemplo. Ya he contado que sus tetas habían bajado bastante al perder los kilos de más, pero esa camiseta parecía diseñada a propósito para ellas, el escote se abría hasta el punto mismo donde se juntan las tetas, y consistía en un estrecho triángulo de tela a cada lado que tapaba algo más que el pezón, pero tampoco mucho más. Si me dieran un euro por cada vez que pillé a mis amigos mirándo a mi chica, el fin de semana me huibiese salido gratis, y si me diesen un euro por cada vez que pillé a Ana mirandola, el fin de semana de toda la pandilla nos habría salido gratis. Era algo terriblemente descarado, en un par de ocasiones la pillé relamiendose mientras miraba las tetas de mi chica, aunque sospecho que lo hizo a propósito porque sabía que yo la miraba a ella. Supongo que todos se dieron cuenta de las miradas que estaba echandole la novia de uno de mis mejores amigos a la mía, pero como son tías tampoco debieron darle mayor importancia, si hubieran conocido el pasado lésbico de Ana quizá si lo hubieran hecho.

Daniel estaba realmente borracho muy pronto, y Ana trataba de hacer a Claudia beber todo lo posible. Al parecer era toda una experta en los juegos de beber, y estaba consiguiendo que mi novia estuviese cada vez más borracha y más cachonda. A eso de las dos Daniel se fue a la cama con la excusa de que no se encontraba bien, con la cantidad de ginebra que había bebido estaba claro que no se encontraba bien, nada bien. Claudia y Ana se habían ido fuera con una botella de Vodka a fumar un cigarro mientras el resto de chicas hablaba de ropa, y los tíos discutíamos de futbol como si nos fuese la vida en ello, sé que suena a tópico, pero era exactamente así. A la media hora de desaparecer empecé a temerme lo peor, con la borrachera no habia caido en el peligro que entrañaba una conversación entre Ana y Claudia con tres copas de más, me excusé diciendo que salía a fumar y fui en busca de ellas. Las ví al salir a la terraza, sentadas bajo un manzano riendo, bebiendo y charlando. Me acerqué todo lo que pude sin que me vieran para tratar de calibrar por sus palabras si la noche iba a acabar con Claudia llorando y llamándome de todo mientras Daniel aporreaba la puerta para reventarme la cabeza por haberme follado a su novia, sin ser esto último ademas técnicamente cierto.

  • Pues es una pena que Daniel no sea muy fan del sexo oral, a mi ayer mi novio me hizo la mejor comida de coño que me han hecho jamás... decía Claudia.

  • Pues que suerte tienes, dos mamadas de campeonato me marqué yo ayer, y Daniel lo único que hizo fue quedarse dormido como un cesto con la polla aún a medio empalmar.

  • ¿Dos? Pues menudo calentón que debías tener.

  • No tienes ni idea dijo Ana con una media sonrisa llena de picardía. Y encima hoy ya se ha ido para la cama borracho como una cuba, me temo que hoy tampoco follo. Menos mal que me he traido mi consolador favorito.

  • ¿Tienes uno de esos? Preguntó Claudia.

  • Tengo varios, pero solo me he traido uno, de hecho no pensé que me fuera a hacer falta, pero es mejor tenerlo y no necesitarlo que necesitarlo y no tenerlo, como puedes ver. ¿Quieres verlo?

  • Vale, dijo Ana. No es que ella sea una mojigata, pero este nivel de desinhibición tampoco es normal, parecía que la estrategia de emborracharla de Ana empezaba a dar sus frutos.

Me escondí tras un muro a toda prisa para evitar que me vieran, ellas ni siquiera entraron por el salón donde las voces de mis amigos y la música a todo volumen indicaban que la fiesta iba a para largo. Rodearon la casa rural, y entraron por la puerta trasera que daba directamente a las escaleras. Yo entré al salón con la cabeza dando vueltas sin parar pensando en Ana y Claudia y ese consolador que ya había llegado a ver en alguna que otra foto hacía pocas semanas. Me abrí una cerveza, me encendí un porro y traté de meterme en la conversación futbolera, aunque en mi ausencia parecía haber derivado hacia la Formula 1, o el mundial de Motociclismo, o alguno de esos temas llenos de testosterona que normalmente me apasionan, pero no podía concentrarme en nada que no fuese la imagen de mi novia y la de mi amigo charlando sobre consoladores en mi habitación. Acabé la cerveza entre gritos de a ti lo que te pasa es que no tienes ni puta idea, y me despedí diciendo que Claudia se había ido para la cama hacia diez minutos e iba a tratar de pillarla despierta para hacer "cosas de mayores". Les hizo gracia la chorrada a mis amigos y me despidieron con palmadas en la espalda y comentarios de ánimo. Dale lo suyo, hoy no se te escapa, muy mal se te tiene que dar, y comentarios así aun resonaban en mis oidos mientras subía las escaleras.

Al llegar al rellano, la puerta estaba entreabierta. Sin hacer ruido me acerqué todo lo que pude sin dejarme ver y esperé pacientemente a que la luz automática se apagara sola. Al subir había cerrado la puerta que separaba el salón de las escaleras, y los gritos de mis amigos casi no se oian.

  • A mi me encantaría bajar los kilos que has bajado tu. Decía Ana.

  • No te hace falta, además te pasaría como a mi, te iban a quedar las tetas a la mitad.

  • Pero que dices si tienes unas tetas preciosas, además con esa camiseta parecen tan grandes como las mías, supongo que será cosa de la ropa, pero estoy segura de que son preciosas

  • No lo tengo yo tan claro, además me han quedado un poco caidas, mira.

Por el hueco que quedaba libre vi la camiseta y el sujetador de Claudia aterrizar en una silla que había bajo la ventana. No me lo podía creer, en un par de horas Ana había conseguido emborracharla y verle las tetas. A mi me había llevado dos semanas.

  • Tienen el tamaño perfecto, casi caben en la mano ¿ves? Oí decir a Ana.

  • No se yo si ese es el tamaño perfecto, las tuyas no caben en la mano, por muy grande que sean las manos.

  • En eso tienes razón, pero hoy es por el sujetador, espera que me lo quito.

  • Tienes razón, parecían más grandes con la ropa puesta, será a camiseta blanca que hace que parezcan mayores. Y no, no me entran en la mano por más que lo intente.

Si me hubiese quedado algo de sangre en el cerebro, la cabeza me habría dado vueltas solo de imaginarme a mi chica y a Ana tocándose las tetas la una a la otra. No me atrevía a intentar asomarme, no sabía si estaban frente a la puerta, si intentaba sacar la cabeza para ver ese espectáculo de la naturaleza, podría perfectamente acabar con él. Supongo que ese es el eterno dilema de los realizadores de documentales de naturaleza.

  • Deja de acariciarmelas por favor que me estás poniendo cachonda. Dijo Ana. Y con todo lo que he bebido soy capaz de hacer una locura. Además veo que tienes los pezones como para cortar cristal. ¿Te estás poniendo cachonda?

  • No sé que me pasa, jamás me había puesto así de caliente con una chica. Mintió Ana. Y que hagas círculos con el pulgar alrededor de mis pezones no ayuda.

  • Perdona, no me había dado cuenta, ha sido sin querer, yo no sab...

De repente se quedaron en silencio durante más de medio minuto, ¿que cómo sé que fué más de medio minuto? Lo pude contar perfectamente po los latidos de las venas de mi miembro a punto de estallar.

  • Vamos a dejarlo por favor, suplicó Claudia. No tendrías que haberme besado.

  • Oye bonita que has sido tu la que me ha metido la lengua hasta el fondo, respondió Ana. Déjame al menos que te devuelva el trabajo de lengua, a ver si lo hago tan bien como tu chico ayer.

  • No, por favor, no me hagas esto, que estoy muy cachonda.

  • Más a mi favor, además tu chico está abajo discutiendo de deportes y emborrachándose hasta las trancas. Qué prefieres, que coja ese consolador y te haga un trabajito con amor, o esperar a que venga él tambaleándose y te folle mientras te echa el aliento a alcohol en la cara, se corra al tercer empujón y te deje con el calentón. Te advierto que entonces no voy a estar disponible y vas a tener que apañarte sola.

La resistencia de mi novia debío acabar en ese mismo momento, debo reconocer que Ana podía ser realmente convincente. El siguiente ruido que se oyó fue el de los muelles de la cama mientras las dos se tumbaban en ella.

  • Cierra la puerta con el pestillo, no nos vayan a pillar, dijo Ana.

Claudia se acercó a la puerta y antes de cerrarla se asomó, pillándome de lleno con la mano en mi polla, acariciandome pensando en lo que estaba a punto de suceder en mi habitación. Sorprendida al principio se me quedó mirando un instante, me guiñó un ojo y me dijo: espera 5 minutos y entras, y cerro la puerta dejando el cerrojo sin poner deliberadamente. Sin duda esos fueron los cinco minutos más largos de mi vida, cuando aún no habían pasado ni treinta segundos ya empezaron los gemidos de Claudia, al poco de cumplirse el primer minuto empecé a oir a Ana repetir: ¿te gusta eh zorra? cada vez más alto hasta que ana respondió siiii, siii me gusta sigue joder sigue...

Ana sabía lo que se traia entre manos, porque aparentemente empezó a bajar el ritmo, para volver a aumentarlo después, dejando a mi chica al borde del orgasmo un par de veces. Justo cuando estaba a punto de correrse (tal y como parecían indicar sus gemidos), Ana bajaba el ritmo y empezaba de nuevo la montaña rusa. Todo esto no eran más que elucubraciones mías, pero los gritos de déjame correrme por favor de Claudia parecían darme la razón. Por fin acabaron los cinco minutos, me recompuse, ensayé mi mejor cara de sorpresa, me coloqué lo mejor que pude la tienda de campaña en la que se había convertido mi pantalón corto y giré la manilla de la puerta.

Ni siquiera se dieron cuenta de que yo estaba allí, Claudia estaba tumbada en la cama completamente abierta de piernas, con una almohada en la cara para tratar de ahogar sus gritos de placer. La cabeza de Ana subia y bajaba rítmicamente entre sus piernas, mientras sus manos se entrelazaban en el pelo corto de su amiga, empujando, tratando de frotar la cara de Ana por su coño. El precioso culo estaba apuntando justo hacia la puerta, la mano derecha de ana estaba enterrada en el coño de mi chica, la izquierda en el suyo propio moviéndose al mísmo ritmo que la otra, en una especie de ballet sincronizado destinado a llevar a ambas a un orgasmo simultáneo, se había olvidado de mi por completo.

Haciendo el menor ruido posible cerré la puerta (con el cerrojo esta vez) y me acerqué a la cama por el lado izquerdo. Me puse de pié al lado de mi novia y vi cómo Ana levantaba la mirada sin dejar de deslizar su lengua por el clítoris de Claudia, que no paraba de gemir bajo la almohada. Me guiñó un ojo como diciendo: te lo dije. En ese momento mi chica estaba a punto de correrse, era el momento perfecto, ahora no podría echarse atrás, tiré del cojín y pude ver su cara de placer, los ojos entreabiertos, los dientes mordiendo su labio inferior, creo que nunca la había visto poner semejante cara de placer al hacerlo conmigo, mentiría si dijese que no sentí una punzada de celos. En es emismo momento, justo al borde del orgasmo, me vio.

Su gesto cambió completamente, sus ojos se abrieron de par en par inundados de culpa, su mandibula inferior se abrió completamente en una gesto de sospresa y horror, pero sus manos no dejaron ni un solo instante de empujar la cara de Ana contra su empapado coño mientras trataba de balbucear, nooo, yo no quería... Justo entonces Ana se paró en seco dejando por enésima vez a su amiga al borde del orgasmo. Se podía ver en el fondo de los ojos de mi chica la lucha interna entre la vergüenza y las ganas de acabar lo que llevaba un rato empezado. Quería que la lengua de Ana siguiese haciendo círculos alrededor de su clítoris, pero a la vez estaba terriblemente arrepentida al haberme visto allí. Todas esas dudas se disiparon cuando me vió bajarme los pantalones y acercarle mi polla terriblemente dura a su cara. El capullo estaba brillante, bañado en líquido preseminal que llevaba ya un rato fluyendo por ella y empapando mis gallumbos, nunca la había visto engullir mi miembro con tantas ganas, al principio pensé que me iba a hacer daño, pero tras los primeros segundos de ardor, se calmó y empezó a tomraselo con más calma al darse cuenta, supongo, de que esa iba a ser una noche muy larga.

Con mi mano izquierda le acaricié el pelo y la cara mientras le decía: eres una caja de sorpresas, mientras tanto mi mano derecha se deslizaba por la nuca de Ana, empujándo su cara de nuevo hacia el coño que un minuto antes devoraba con tantas ganas. Entendió mi mensaje a la perfección y volvió a entregarse en cuerpo y alma a su labor, provocando un espasmo en mi chica que hizo que cerrase un poco los dientes mordiéndome sin querer el glande.

  • Perdona dijo sacandosela de la boca, no quería morderte. Y empezó a masturbarme despacio, como sabe que me gusta mientras daba lametazos a mis huevos.

  • ¿Te importa si le echo una mano a Ana? Pregunté.

  • No, para nada, ahora ya no me voy a negar a nada, es un poco tarde para eso, respondió.

  • Hazme sitio reina, le dije a mi amiga mientras me arrodillaba a su lado, y empecé a devorar los flujos de mi chica que empapaban a estas alturas las sábanas. De vez en cuando Ana y yo nos dábamos un morreo con lengua, compartiendo los deliciosos efluvios de Claudia, momentos que yo aprovechaba para acariciar sus enormes tetas, y tratar de estirar mi brazo para llegar a acariciar su coño.

Estaba totalmente empapado, quemaba al contacto y mis dedos parecían hundirse con pasmosa facilidad en su interior. Después los dos volvíamos a dedicarnos a la tarea que Claudia nos había encargado, llevarla al mejor orgasmo de su vida. Sin siquiera mirarnos para ponernos de acuerdo, nos dimos cuenta que no estábamos repartiendo las labores, o más bien las zonas, yo había puesto un cojín debajo de la espalda de Claudia y estaba haciendo círculos con la lengua alrededor de su culo, mientras Ana seguñi machacando sin pausa su coño, metiendo y sacando tres dedos de su interior cada vez más rápido. Sus manos, una en la cabeza de su amiga, y otra en mi hombro, empezaron a apretar más y más a medida que se acercaba el momento de correrse, sus uñas clavadas en mi piel estaban empezando a provocarme un dolor intenso, que se vio aumentado cuando empezó a correrse a chorro como yo solo había visto hacer en las películas porno. Con el tiempo he ido investigando y he descubierto que se llama squirting, pero de aquella me dejó totalmente alucinado, sus piernas temblaban como si estuviera poseida, su espalda se arqueaba en un ángulo imposible, y su cuello girado tratando de enterrar su cara en la almohada para que no se oyeran sus gritos de placer, estaba totalmente erizado. Tras treinta segundos de orgasmo y convulsiones se quedó totalmente inerte en la cama, con las piernas abiertas, los ojos cerrados y una expresion de abandono total en su cara. De vez en cuando sacudía sus piernas en un espasmo involuntario que hacía que algún tímido gemido saliera de su boca, pero no fue capaz de reaccionar en los minutos posteriores.

Ana y yo nos mirábamos alucinados, nuestros rostros brillaban por el sudor y todo el líquido que nos había echado encima Claudia, mis ojos se fueron directamente a sus enormes tetas y mis manos los siguieron, por fin la tenía entera para mi, y sin remordimientos, porque habñia sido mi chica la que lo habñia empezado todo, o eso planeaba hacerle creer. Empezamos a enrollarnos salvajemente, al principio besos con lengua, para pasar a darnos lametazos en la cara del otro, devorandonos como si no hubiera un mañana mientras mis dedos se enterraban en su lubricado coño, y sus manos agarraban y masaturbaban mi polla, tan dura que ya dolía. Empecé a bajar con mi boca por su cuello para acabar mordiéndo su hombro, mi mano izquierda en su entrepierna, mientras la derecha se deslizaba por su espalda en busca de su culo. Los jugos de su coño lo habían empapado lo suficiente como para recibir mi dedo índice sin ningún problema. Violentamente la agarré, la tumbé al lado de mi novia que empezaba a reaccionar y abrí bien sus piernas, enlazándolas con las de su amiga. Cogí otro cojín y lo metí bajo su espalda, para que su coño y su culo estuvieran a mi alcance, y empecé con unas largas pasadas con mi lengua de un agujero a otro que hicieron que todo su cuerpo se estremeciese. Ella bajó una mano hasta mi cabeza, y con la otra agarró la nuca de Claudia, atrayéndola hacia su cara y fundiéndose en un beso terriblemente apasionado.

Aquello no había hecho más que empezar...

Continuará