De inocente a indecente (3)

Disfruta de tu nueva vida, pequeño marica.

N.A.: Esta historia es un producto de la imaginación del autor. Es una fantasía. Por lo tanto es completamente ficción. Nunca pasó. Eso no significa que apoye o condone los actos que aquí son descritos. El autor no quisiera que este tipo de situaciones ocurrieran en la vida real. SÓLO ES UNA HISTORIA, ¿VALE?

Agradecimientos: El Hechizado (gracias por tu felicitación, un abrazo), serverus (a mí también me pareció un relato delicioso ;) ), cokcrin (espero que te guste esta continuación, a partir de ahora las experiencias serán mucho muy variadas), Dansampedro91 (gracias! un abrazo), 3dimension (el desarrollo corporal del protagonista es un poco lento porque no pasa mucho tiempo entre escena y escena ;) saludos). Y también agradezco a las personas que se tomaron el tiempo de escribirme a través del correo electrónico, son geniales.

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De inocente a indecente


Por Cutter09


Traducido por Nino Cloudz

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Give up and  start from now. Nothing can hurto or haunt me now. I am reborn. Find another name for me. Finally tranformed… - Rae Morris

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-Pónganse la ropa de inmediato,- fue todo lo que dijo el señor Hudson.

Robert y Riley abandonaron mi cuerpo instantáneamente. Me sentí decepcionado y aliviado al mismo tiempo.

Les dediqué una mirada de incertidumbre mientras veía cómo se vestían; sus enormes pollas se ablandaban con rapidez.

-Tú también,- me ordenó de manera severa.

No esperaba que me dedicara ese tono. Yo era la víctima.

Algunos chicos se estaban reuniendo afuera de mi habitación y trataban de echar un vistazo a lo que sucedía adentro. No me imaginaba los rumores que estarían en la boca de todos al día siguiente.

Cuando terminé de ponerme los calzoncillos el señor Hudson me escoltó, junto a los otros dos chicos, por el pasillo. Por todas partes había caras asustadas y confundidas mientras me veían caminar semidesnudo. El director dejó a los dos chicos mayores en su oficina y los encerró con llave. Después me llevó a una pequeña bodega en el piso superior y también me encerró.

Después de aproximadamente media hora regresó por mí.

-Tus amigos han sido llevados a detención. Estarán encerrados en habitaciones especiales en lo que corrigen su comportamiento. Pero tú. Para ti tengo un plan muy especial. Sé por qué los señores Oliver te devolvieron al orfanato. También sé el tipo de relación que tenías con Carlos. Incluso sé que te acostabas con Tommy. Eso me hizo pensar, y llamé a un pariente lejano. Ha estado buscando a un chico con tus habilidades, y está dispuesto a pagarme una generosa cantidad por ti.

-¿Mis habilidades?

-Sí, pero antes de que vengan por ti, creo que debo probar la mercancía que ofrezco por mí mismo. Porque después de esta noche, jamás te volveré a ver. Agregaré una nota a tu expediente en donde dirá que tenías planeado escapar desde que Carlos se fue.

El señor Hudson se desabotonó los pantalones y bajó su cremallera.

-Muéstrame lo que puedes hacer con tu boca. He escuchado que eres talentoso.

El señor Hudson era un hombre corpulento y muy alto. En sus mejores años seguramente había sido un hombre atractivo, y todavía podía serlo, si no fuera por su perpetua expresión de severidad. Cuando se bajó la ropa, su verga apuntó hacia adelante por aproximadamente doce centímetros, aunque seguramente si se la agarraba desde la base podía medirle hasta tres centímetros más.

Jamás había rechazado la oportunidad de tener una polla en la boca, y no iba a comenzar en ese momento. Tomé su gordo glande dentro de mis labios y comencé a revolotear mi lengua alrededor de él como si mi vida dependiera de ello. Y probablemente así era, si lo que me había dicho era cierto.

-Oh, Jesús. De verdad tienes una boquita con talento. Debí haber pedido el doble de precio por ti. Eso es, chúpame la polla, mariquita.

Eyaculó sobre mi lengua en menos de un minuto. Con mis labios exprimí hasta la última gota de su semen.

-Pronto vendrán por ti,- dijo Hudson guardándose la polla en los calzoncillos.

Me llevó hasta su oficina, en donde esperamos.

-¿Qué quiso decir con doblar mi precio?- le pregunté.

-Debí pedir veinte mil dólares, en lugar de diez. Pero el trato ya fue hecho.

-¿Cree que podría vestirme antes de irme?

-A donde te llevarán no vas a necesitar ropa,- dijo y después se rio.

En ese momento su teléfono celular comenzó a vibrar.

-Sí, aquí lo tengo… ¿tienes el dinero?... te veré en la puerta trasera.

Caminamos por los pasillos. Quería gritar mientras el señor Hudson me arrastraba jalándome del brazo. Cuando llegamos a la salida trasera, un Cadillac negro se estacionó frente a la puerta. Un hombre, vestido con traje negro, salió del automóvil y le entregó un sobre.

-Disfruta tu nueva vida, pequeño marica,- me dijo el señor Hudson y entonces empujó mi cuerpo hacia el desconocido, quien me atrapó justo a tiempo antes de caerme.

Cuando levanté la cara y lo miré, el hombre me pareció muy atractivo. No pude evitar preguntarme cómo luciría su polla. Abrió la puerta para que me metiera, y lo obedecí. Una vez que estuvimos sentados sacó una jeringa con una sustancia en su interior.

-¡No, espere! No es necesario sedarme. Le prometo que no causaré ningún problema,- le supliqué.

-¿Estás seguro, niño? Porque si tratas de escapar será una bala en la cabeza.

-Se lo juro. ¿A dónde me lleva? El señor Hudson dijo que no iba a necesitar mi ropa.

Me dedicó una mirada seria, y entonces examinó mi cuerpo semidesnudo. Después de un rato sacó su celular de la solapa de su saco.

-Jefe, soy yo. ¿Recuerda cuando me dijo que necesitaba algo especial? Creo que he encontrado lo que buscaba.

Escuché que una voz le contestaba:

-¿Estás dispuesto a pagarle a Ricardo si estás equivocado?

Cubrió su micrófono con una mano.

-¿Qué tan bueno eres con la boca en una verga?- me preguntó.

-Hice que el señor Hudson se corriera en menos de un minuto,- presumí.

-Sí, jefe. Es el indicado,- contestó a su receptor.

-Está bien. Trae la mercancía conmigo.

Colgaron.

-Niño, te acabo de hacer un favor enorme. Espero no haberme equivocado.

-¿Quién es Ricardo?

-Ricardo es el hombre con quien ibas a ir. Te habría mantenido sedado por dos o tres años para usarte, y después te habría vendido a alguien que te trataría peor. Pero ahora estarás dentro del establo personal del jefe. Ahí serás tratado como un rey.

-¿Qué pasará si al jefe no le gusto?- pregunté nerviosamente.

-Pues habré perdido diez mil dólares, y tú terminarás con una bala en los sesos. De cualquier manera, si te hubiera llevado con Ricardo estarías mejor muerto. Créeme.

El viaje en el coche pareció durar una eternidad, incluso me quedé dormido. La siguiente cosa que supe fue que el hombre me despertó con un apretón sobre mi hombro.

-Es hora de despertar. Nuestro transporte ha llegado.

Estiré mis piernas y después salí por la puerta. Había un helicóptero frente a nosotros. Todavía era de noche, así que no pude verlo muy bien porque había luces parpadeando por todas partes. Me sentí emocionado porque nunca había viajado en uno, tampoco en avión.

Para mí fue muy divertido ver cómo las cosas se hacían más pequeñas conforme ascendíamos en el aire. Poco tiempo después me di cuenta de que estábamos volando sobre agua y dejé de mirar por la ventana porque todo se veía negro, nada más que las luces ocasionales de algún bote pesquero.

Después de un rato el helicóptero comenzó a descender y aterrizamos en un yate.

-Aquí nos bajamos,- dijo mi escolta.

Un hombre con un uniforme muy elegante nos dio la bienvenida.

-El jefe se encuentra dormido. Se reunirá con ustedes por la mañana.

Nos guio hasta una habitación por debajo de la cubierta.

-¿Cuál es tu nombre?- le pregunté a mi escolta.

-Me llamo Marc.

-Te debo mi vida,- le dije y levanté mi mano para desabrochar su cinturón.

Marc no puso mucha resistencia a mis avances, así que bajé su pantalón y bóxers con mis manos hasta liberar su polla, la cual le medía aproximadamente dieciocho centímetros, y era tan atractiva como su cara. Sin perder el tiempo me arrodillé frente a él y comencé a chupársela.

Después de un rato Marc estaba gimiendo y jadeando con los movimientos de mi lengua.

-Oh, joder, niño, eres muy bueno.

No me tomó mucho tiempo provocar que sus rodillas comenzaran a temblar, justo antes de que su verga derramara una buena cantidad de semen en mi garganta.

-Todavía nos queda mucha noche por delante. ¿Te interesaría probar mi traserito?- dije seductoramente.

Entonces me puse en cuatro sobre la cama de la habitación y Marc se colocó detrás de mí, enterrando su polla entre mis nalgas mientras yo gemía de placer y le mostraba lo mucho que me gustaba la forma en que me estaba follando. Sus penetraciones me recordaban a Carlos, siempre procurando que yo también sintiera placer. Mientras me la metía me masturbaba. Cuando mi recto se apretó alrededor de su verga él también se corrió y los dos caímos exhaustos sobre el colchón.

La mañana siguiente Marc me despertó antes de que los primeros rayos de sol se asomaran por el horizonte.

-Tienes que bañarte. Cuando termines te vistes con esto. Vamos a desayunar con el jefe en la cubierta,- me dijo entregándome unas bragas muy pequeñas.

Cuando terminé de prepararme me vi en el espejo del baño, mirando mis nalgas semidesnudas; las bragas que apenas cubrían mi piel. Cuando me sentí listo subimos por la escalera hasta la cubierta. Una vez que me acostumbré a la luz del sol levanté la vista y vi a un hombre con tres mujeres a su alrededor sentados en una mesa de cristal. Ninguna de ellas debía tener más de veinte años. Todas estaban semidesnudas, y sólo llevaban puestas las braguitas. Sus pechos estaban descubiertos y un poco bronceados.

El hombre también llevaba un traje de baño y una bata de felpa. Cuando nos vio nos hizo una señal para que nos acercáramos.

Una vez que estuvimos frente a ellos me miró a los ojos por varios segundos antes de decir:

-Da una vuelta lentamente.

Obedecí su instrucción, sintiéndome tímido por tener la atención de tantas personas sobre mi cuerpo. Sin mencionar que estaba casi desnudo.

-Bien, es un niño muy lindo. No tiene cicatrices, piel blanca y un buen paquetito. Su trasero es increíble. David, te presento a Anne, Becky y Carol,- dijo el jefe señalando a cada una de las mujeres.

-Mi nombre es…- comencé a decirle.

-Ahora te llamas David. A, B, C, David, D,- me indicó señalando nuevamente a las mujeres a su alrededor, dejando claro que sus nombres eran inventados, pero que empezaban con esas letras.

-¿Estás seguro de que este chico es el indicado, Marc?

El escolta sonrió ligeramente.

-Definitivamente, jefe.

-Eso espero, porque ahora viene la verdadera prueba.

-¿Prueba?- le pregunté.

-Sí, irás con un hombre llamado Bruno. Esa es tu primera misión.

-Bruno no, señor. Por favor. Recuerde lo que le hizo a la última Becky,- dijo Marc, sonando preocupado.

-Lo recuerdo, ¿y qué? Ya sabes que, si se daña una, conseguimos otra. Sin mencionar que ahora le debemos diez mil dólares a Ricardo. Espero que hayas elegido bien al niño, porque si no es tu trasero el que está en juego.

Después de eso nos sentamos a desayunar. Las chicas se me quedaron viendo todo el tiempo. Y para dejarles claro que no me dejaba intimidar también me las quedé mirando.

-Muy bien, David, prepárate para salir en treinta minutos. No es necesario que te vistas, las bragas que llevas puestas son suficientes,- me dijo el jefe.

-¿Qué le pasó a la otra Becky?- le exigí saber a Marc cuando nos encontramos a solas.- ¿Bruno la asesinó?

-No, pero le lastimó tanto la cara que ya no pudo ser parte del establo. Nunca le ha gustado ninguna de las personas que le hemos enviado. No sé por qué el jefe sigue haciendo negocios con él.

Entonces nos subimos al helicóptero y volamos hasta otro yate. El hombre que nos recibió pareció sorprendido al verme.

-¿Este es el ‘algo especial’ que tu jefe le ha enviado a Bruno?

-Sí, vendré por él mañana temprano.

-Lo que quede de él, querrás decir.

Sus palabras me asustaron un poco.

El hombre me guio hasta una suite elegante en el piso superior; después abrió las puertas del baño y me indicó que entrara. El interior era enorme, con cristales y lámparas colgando del techo, y vapor espeso en el aire. En el centró había una bañera enorme, y dentro de ella estaba un hombre. Era un poco gordo, de unos cincuenta o cincuenta y cinco años, aproximadamente. Tenía los brazos apoyados en los bordes de la bañera a cada uno de sus lados, y el cuerpo sumergido en el agua, la cual tenía espuma blanca flotando sobre su superficie. No se percató de nuestra llegada porque tenía una toalla doblada encima de la cara.

-Su pedido ‘especial’ ha llegado, señor.

-Déjanos a solas,- contestó el hombre con un pesado acento británico.

Cuando el mayordomo se fue, me quedé de pie cerca de la entrada, esperando a que Bruno dijera algo. Ni siquiera se había molestado en retirar su toalla para mirarme.

Después de una eternidad en silencio, le dije:

-Me encantan los baños de burbujas. ¿Le importaría si me uno a usted?

Bruno se quitó la toalla de la cara y volteó a mirarme.

Di unos pasos hacia la bañera, y cuando me encontré a su lado me quité las bragas. El hombre pareció quedarse en shock, mientras sumergía mis pies en las burbujas.

Me aseguré de que le echara un buen vistazo a mi trasero antes de meterme en el agua por completo. Cuando me di la vuelta para mirarlo, las burbujas me llegaban hasta los hombros, y entonces le sonreí.

-Este es el mejor baño de burbujas de la historia.

La bañera era enorme y profunda, parecía más una pequeña piscina. Me moví de un lado a otro dentro de ella, recogiendo espuma en mis manos y soplando para hacerla volar frente a mí mientras reía. La mirada del hombre siguió cada uno de mis movimientos. Cuando terminé mi pequeño acto me moví hasta sentarme a su lado y entonces recargué mi cabeza sobre su hombro. Cuando me armé de valor levanté mi mano y comencé a deslizarla a través de su pecho y también por su barriga.

-Mi papi también tenía un pecho grande y peludo como el tuyo.

Sumergí mi mano en las burbujas, avanzando lentamente en mi camino hasta su polla. Entonces envolví mi mano alrededor de su pene, el cual estaba semi erecto, pero palpitando bajo mi agarre.

-Oh, realmente me recuerdas a mi papi,- dije deslizando mi pequeña mano por el asta.

Acerqué mis labios a su oreja y le dije en un susurro:

-¿Puedo llamarte papi?

El hombre asintió, y entonces me moví para sentarme entre sus piernas. Descansé mi espalda en su abdomen y mi cabeza sobre su pecho y jugué con mis manos a través de las burbujas.

-Esto es tan lindo, papi.

Después de un rato me di media vuelta y envolví mis piernas alrededor de su cintura, bajé mi cuerpo lentamente a través de su barriga hasta que mi agujero se encontró con su erección. Metí una mano debajo del agua y le agarré la verga para dirigirla directamente hacia mi ano. Y entonces dejé caer mi peso sobre ella hasta que sentí que me penetró.

-Oh, dios, papi. La tienes tan grande. Pero me gusta mucho. ¿Estoy siendo un buen niño, papi?

Bruno simplemente asintió con la cabeza, aparentemente seguía en shock.

Lentamente su verga se fue introduciendo en mi agujero, mientras yo gemía todo tiempo. Entonces comencé a dar sentadillas sobre su cuerpo, tratando de apretar mi esfínter alrededor de su polla en cada movimiento. El agua a nuestro alrededor comenzó a agitarse tanto que unas cuantas burbujas fueron a dar al suelo, pero no le presté atención porque lo único que me importaba en ese momento era la polla que tenía enterrada en las nalgas.

-¿Estás sintiendo rico, papi? A mí me encanta. ¿Y a ti?

De repente Bruno me agarró de los hombros con sus fuertes manos y me empujó contra su polla dura hasta que la tuve completamente adentro. Pude sentir, dentro de mi cuerpo, que su erección comenzaba a eyacular con intensas palpitaciones.

-¡Oh, sí, papi! Dame toda tu leche. Más profundo, por favor.

Cuando terminó de correrse se quedó inerte, tratando de recuperar su respiración, entonces me dijo:

-No había tenido una erección en cinco meses. ¿Cómo te llamas?

-Um… me llamo David.

-Bueno, David. Eres un chico muy especial. Te lo agradezco.

Me quedé al lado de Bruno por el resto del día. Escuché atentamente cada una de sus palabras, me reí de todas sus bromas, y, cuando nadie nos miraba, le guiñaba un ojo. Esa noche, cuando nos metimos en su cama, se la chupé por unos cuantos minutos y tuvo una erección espectacular. Lo monté nuevamente, moviendo mi cuerpo sobre el suyo, y me corrí sobre su abdomen al mismo tiempo que él eyaculaba dentro de mi culo. Cuando nos recuperamos me acosté sobre su pecho, con mis muslos envueltos alrededor de su cadera y sus brazos fuertes abrazándome hasta que me quedé dormido.

Marc volvió por mí en el helicóptero veinticuatro horas después de haberme dejado ahí. Antes de que se subiera a la nave conmigo el mayordomo le entregó una caja. Cuando se sentó a mi lado me agarró de la barbilla y comenzó a girar mi cara de un lado a otro, examinándola. Incluso me quitó las bragas para ver si mis genitales estaban intactos.

Cuando llegamos al yate del jefe, Marc le entregó la caja.

-¿Qué es esto?- le preguntó al escolta.

Marc se encogió de hombros indicando que no sabía. El jefe abrió la caja, en su interior había una caja más pequeña, un sobre de papel y una nota. Leyó la nota y miró la pequeña caja.

-Pon esto en su caja fuerte. Será agregado a su cuenta,- le ordenó a Marc y le entregó la nota y el sobre de papel.

Entonces el jefe volteó a mirarme y me preguntó:

-¿Qué le hiciste a Bruno?

-Nada. Se lo juro. Sólo hice lo que me ordenaron. Por favor, no me lastime.

-¿Lastimarte? ¡Pero si quiero darte un beso! Ya esperaba que Bruno me devolviera una caja, pero con las partes de tu cuerpo en ella. En lugar de eso volviste con cincuenta mil dólares y esto,- me dijo, entregándome la caja más pequeña.

Abrí la tapa con dedos temblorosos, en el interior había un anillo con un diamante enorme. Volteé a mirar al jefe con una mirada confundida.

-Según recuerdo, ese es el anillo que Bruno le regaló a su esposa cuando cumplieron veinte años de casados. Ella murió hace cuatro.

-Yo… uh… no comprendo nada.

-Mira, niño… ahora eres parte de mi establo. Puedes pensar en mí como una especie de mediador. Hago tratos entre gente poderosa, gobiernos o lo que sea. Si alguien tiene algo qué vender, encuentro un comprador, y me quedo con una comisión. La clase de negocios con los que trato valen mucho dinero, incluso una pequeña comisión puede significar ganar millones de dólares. Aparte de dinero, a mis clientes les entrego un pequeño incentivo para elegirme como su mediador. Ahí es donde entran ustedes al cuadro. Cuando un trato me puede dejar una considerable cantidad de ganancias, envío a alguien de mi establo como una especie regalo de agradecimiento. Mis clientes frecuentes a veces necesitan entretenerse, y yo les organizo una fiesta o una junta de negocios. Por una comisión, ustedes están disponibles. Una parte del dinero la deposito en sus cuentas individuales, pero por cada año que pases conmigo ganarás cien mil dólares. Cuando dejes de pertenecer a mi equipo, todo el dinero que juntes será tuyo.

-¿Qué hay del anillo?

-Algunos clientes dan un bono extra a nuestras chicas. A veces es dinero, el cual se deposita a sus cuentas, y a veces son joyas, como ese anillo, el cual puedes conservar. Aunque debo admitir que casi nunca es dinero y joyas al mismo tiempo, mucho menos un anillo tan valioso como el que tienes en las manos. Jamás, en mi vida, había visto que Bruno devolviera a alguien con tanto dinero y una joya tan valiosa. Y ahora, como has pasado la prueba, perteneces a mi establo, y le has salvado el trasero a Marc.

Un mayordomo se acercó a nosotros.

-Señor, tiene una llamada.

-¿Hola?... Jean Claude, que agradable sorpresa, ¿qué puedo hacer por ti?... Sí, puedo arreglarlo para ti. ¿Cuánto necesitas?... Mi comisión del diez por ciento es suficiente, gracias… ¿A quién de mis encantadoras chicas quieres que te envíe?... ¿A David? Sí, claro, está disponible. Estoy de acuerdo, es un niño encantador… El próximo mes debo estar en Monte Carlo, podría enviártelo por esas fechas… Oh, no sé si sea posible enviarlo pasado mañana… ¿Me pagarás el doble? Bueno, por esa cantidad de dinero moveré el cielo, mar y tierra para ponerlo en un jet privado a primera hora del día. Voy a liberar su agenda… ¿Lo quieres tres días? Eso es muy inusual, además tengo que tomar en cuenta el tiempo de viaje… No, no, por supuesto que tus negocios son una parte importante de mi red… No te preocupes, arreglaré las cosas… Tendrás a David en Paris pasado mañana.

Cuando colgó volteó a mirarme como si estuviera descifrando un rompecabezas muy difícil.

-¿Qué demonios le hiciste a Bruno?

*

Antes de darme cuenta, me encontré en una mansión francesa.

Jean Claude era un hombre alto, mucho más joven que Bruno, probablemente andaba en sus treintas. Atractivo, con cuerpo atlético, y, cuando lo vi desnudo por primera vez, con una polla hermosa no circuncidada. Su pene era largo, pero no demasiado grueso, y su glande era rosado, encapuchando por el prepucio.

Durante el tiempo que pasé con Jean Claude descubrí que le gustaba vestirme como a una niña, con vestidos cortos, y tangas pequeñitas. También me hacía el amor como si fuera una princesa. Aunque también le gustaba chuparme la verga hasta que eyaculaba en su boca. Cuando me follaba me gustaba acariciar su ego, diciéndole que era un excelente amante y lo mucho que me gustaba tener su polla enorme adentro de mí. Ni siquiera tenía que mentirle, porque de verdad me gustaba la forma en que me hacía el amor y que me tratara como un príncipe.

Durante mi estancia con él aprendí que si esposa era una ‘frígida’, como él decía, la cual se negaba a darle sexo oral o anal. Yo no lograba comprender por qué alguien se negaría, era increíble. A mí me encantaba, jamás podría vivir sin ello.

En los tres días que me la pasé en la mansión, tuvimos sexo en aproximadamente quince ocasiones.

Si no se la estaba chupando, me estaba follando. Todo el tiempo. Creo que nunca salimos de su habitación, y uno de sus sirvientes era el que nos llevaba las comidas cuando era la hora.

-Me gustaría que vinieras aquí para el cumpleaños de mi hijo,- me pidió Jean Claude, cuando llegó el auto que me llevaría de regreso.

-Me encantaría volver a estar contigo, pero primero tengo que preguntarle a mi jefe.

Marc se reunió conmigo en el aeropuerto internacional de Paris.

-Tenemos un viaje programado hacia Nassau,- me explicó Marc.

Cuando el avión estuvo en el aire, le pregunté:

-¿Cuánto tiempo llevas trabajando para el jefe?

-Lo mismo que tú. Cuando te dijo que me habías salvado el trasero, no te estaba mintiendo. Verás, antes de esto yo trabajaba para Ricardo, pero había escuchado rumores de que nuestro jefe estaba buscando algo especial para su establo. Cuando te vi supe que esta era mi oportunidad para demostrarle mi valía. Obviamente era lanzar una moneda al aire, además ya sabía que si las cosas salían mal tendría que pagarle a Ricardo el dinero que le di a Hudson. Lo que yo no sabía era que el jefe no estaba buscando a un niño pequeño como tú. Cuando te vio no se sintió muy feliz. Por eso te envió con Bruno, porque es un cliente difícil de complacer. Me dijo que si te pasaba algo era la excusa perfecta para cortar relaciones con él de una vez por todas. A nadie le gusta hacer negocios con personas erráticas. Bruno no te pidió, pero tampoco se negó cuando el jefe le dijo que le enviaría algo especial. El simple hecho de que hayas sobrevivido me salvó el trasero. Los regalos y el pago que recibiste por parte de Bruno significaron que el jefe puede seguir haciendo negocios con él. Además, la demanda por tus servicios ha ido en aumento, lo cual se ha convertido en un negocio rentable. He sido asignado como tu escolta personal. Lo cual me alegra, porque trabajar para el jefe es como estar en el anillo más alto de la organización. La paga es asombrosa, y puedo vivir entre lujos.

-¿Te paga para proteger a su esclavo sexual? Eso me parece muy inusual.

-¿Esclavo sexual? Estás muy equivocado. No le perteneces al jefe. Aunque te compró de Ricardo, no eres una cosa para él. Tú y las chicas son libres de irse cuando quieran. Te cuento, las tres chicas que conociste, están en la universidad. Seguramente ya te lo dijo, pero les está pagando cien mil dólares al año, más regalos y bonos extras. Si no estuvieran aquí, estarían follando con chicos de fraternidades, y gratis. Mientras trabajen para nosotros están ganando más que suficiente dinero para pagar por su educación, viviendo entre lujos, y viajando por el mundo. Sin mencionar que están conociendo a montón de hombres ricos y poderosos.

-Así que, ¿puedo irme si quiero?- le pregunté.

-Sí, ¿pero a dónde piensas ir? No tienes a dónde vivir. Seguramente terminarías en otro orfanato o viviendo en las calles. El sitio donde te encontré era decente, créeme cuando te digo que hay tipos peores que Hudson.

-Um, supongo que tienes razón. Creo que es hora de resignarme y de convertirme en una puta.

-Espero no ofenderte, pero según las historias que escuché, te estabas acostando con los chicos de tu orfanato de gratis. Y te vuelvo a recordar: si te hubiera entregado a Ricardo, no tendrías las oportunidades que te está dando el jefe, sin mencionar que lo estarías haciendo sin cobrar, sin ganancias, sin saber dónde te encontrabas, y después habrías terminado muerto, con tu cuerpo abandonado en algún desagüe.

-Supongo que estoy mejor con el jefe. La verdad es que me gusta mucho mi nueva vida. Creo que me puedo quedar trabajando para él por un tiempo.

Le sonreí a Marc.

*

CONTINUARÁ...