De inocente a indecente (2)

Después de que la señora Oliver me descubriera teniendo sexo con su hijo, Gray, decide devolverme al orfanato. Mi ex hermano mayor había despertado el deseo en mí, un deseo que yo había tenido dormido antes de conocerlo...

N.A.: Esta historia es un producto de la imaginación del autor. Es una fantasía. Por lo tanto es completamente ficción. Nunca pasó. Eso no significa que apoye o condone los actos que aquí son descritos. El autor no quisiera que este tipo de situaciones ocurrieran en la vida real. SÓLO ES UNA HISTORIA, ¿VALE?

Agradecimientos a: 3dimension (gracias, espero que estés bien), superputa (que excelente experiencia tuviste y que envidia!), licurgo (la inocencia del protagonista es de lo mejor, saludos), cokcrin (es un placer compartir estas historias con ustedes :) ) Y también a todos los que me mandaron correo electrónico. Un abrazo para todos.

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De inocente a indecente


Por Cutter09


Traducido por Nino Cloudz

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We could play a beautiful game, you can chase me down in the name of love.

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El Sr. Hudson no estaba muy feliz de verme de vuelta en el orfanato del condado. Para empezar, nunca había sido un hombre feliz, y, si le echabas un vistazo a su esposa, podías darte una idea de cuál era la razón.

Habían pasado ocho meses desde que me habían adoptado los señores Oliver, y ahora tenía d**e años recién cumplidos.

Cuanto más grande era un niño, más difícil era conseguir una familia adoptiva para él. A las personas le gustaban más los niños pequeños, supongo que pesaban que los adolescentes ya no tenían remedio. Y creo que eso era verdad. Aunque mi descarrilamiento había sido culpa de Gray. Bueno, en realidad no era la culpa de nadie, mi ex hermano mayor simplemente había despertado el deseo en mí, un deseo que yo había tenido dormido antes de conocerlo.

La sección de niños en el orfanato estaba compuesta por un pasillo enorme, con habitaciones a cada uno de sus lados. Desde el techo colgaban lámparas industriales que iluminaban las puertas de manera ominosa. Cada uno de los dormitorios constaba de veinte camas individuales, diez a cada lado, y dos literas en el fondo. Esos dormitorios eran asignados a los niños más pequeños.

Sin embargo, había algunas habitaciones peculiares, que constaban de una litera, un escritorio, y dos baúles con cajones para guardar la ropa. Esos cuartos eran asignados a los niños más grandes.

La regla de oro era que te asignaban a las habitaciones con una sola litera, y si tenías menos edad te dejaban en los dormitorios. Aunque, en algunas ocasiones, un chico mayor podía compartir espacio con los niños pequeños si no había habitaciones disponibles hasta que alguna se desocupara. O viceversa. Al parecer, en algún punto de la historia, alguien había decidido que los chicos mayores necesitaban un poco más de privacidad, así que, en lugar de compartir con otras veinte personas, sólo tenías un compañero de cuarto.

La última vez que había estado ahí había sido asignado al dormitorio de los niños pequeños, pero a mi regreso me fue asignada una habitación. Mi compañero de cuarto se llamaba Carlos.

Carlos era un chico desconocido para mí. Cuando me había ido a vivir con los señores Oliver él no se encontraba en el orfanato. Me di cuenta de que durante mi ausencia algunos de mis amigos habían sido adoptados, y que también había un montón de niños nuevos. Era lo normal.

Durante la primera noche en mi nueva habitación, diez minutos después de que se apagaran las luces, el colchón encima de mí comenzó a agitarse. Inmediatamente reconocí el sonido rítmico. Traté de imaginarme la polla de Carlos siendo acariciada por su mano de c*e años. Y aunque el chico era mayor que yo, era más bajito de estatura. Me preguntaba si su verga también era más pequeña que la mía.

Para mi tercer día ya me había vuelto muy amigo de Carlos, incluso nos hacíamos bromas juguetonas el uno al otro.

Cada noche, como un reloj, Carlos se masturbaba diez minutos después de que se apagaran las luces.

En mi cuarta noche, cuando escuché que la cama superior comenzaba a agitarse, le dije en voz bajita:

-Si dejas de jalarte la polla, puede que te crezca un poco.

Su colchón dejó de agitarse.

-¿Qué?- me susurró de vuelta.

-A ver si dejas de masturbarte, estoy tratando de dormir.

No me contestó, pero un minuto después su cama comenzó a agitarse de nuevo.

Esperé a que terminara de eyacular, y cuando su respiración dejó de estar agitada por su orgasmo, yo también comencé a masturbarme, asegurándome de sacudir la cama tan fuerte como era posible.

-No sé de qué te quejas, también haces mucho ruido,- me dijo en la oscuridad.

-Tú lo has provocado,- le respondí.

La noche siguiente fue lo mismo.

-¿Otra vez?- susurré.

Se quedó quieto por un momento y luego me contestó:

-¿A qué te referías con lo que dijiste anoche?

-¿De qué?

-Sí, dijiste que yo te había provocado y por eso te estabas masturbando,- me replicó Carlos.

-Oh, es que me imaginé lo que estabas haciendo y se me puso dura.

Después de un minuto de silencio volvió a hablar.

-¿Quieres mirarme en lugar de imaginarlo?

Lo pensé por un momento, pero después me quité las sábanas de encima y salí de mi cama. Las luces estaban apagadas, pero una tenue luz se colaba por la ventana, la cual era suficiente para verle la erección que se asomaba por los pantalones del pijama lo suficiente para masturbarse. No la tenía tan grande como Gray, pero sí era más grande de lo que esperaba en un chico de su estatura.

Carlos dio unos cuantos tirones a su pene antes de decirme:

-¿También la tienes dura?

Asentí con la cabeza. Desde su posición no podía verlo, pero me había bajado los pantalones del pijama y los calzoncillos hasta las rodillas y también me estaba masturbando.

-Déjame ver,- me pidió Carlos, y movió su cuerpo para asomarse por el borde de su colchón.

Yo me aparté un poco de la litera y le enseñé mi erección, levantando un poco mi playera hasta mi ombligo.

Carlos comenzó a masturbarse más rápido.

-Todavía no tienes vello púbico.

-No.

-¿Te sale semen?- preguntó.

-Aun no,- contesté con honestidad.

-Date la vuelta. Déjame verte el culo.

Hice lo que me pidió y con una mano me separé una nalga.

-Tu culito es tan lindo y blanco. Parece de chica.

Después de un rato me di la vuelta justo a tiempo para ver que Carlos eyaculaba una generosa cantidad de semen. Inconscientemente me lamí los labios. Afortunadamente no se dio cuenta.

Al día siguiente volví a escuchar el ruido rítmico desde la cama de Carlos.

-Oye, otra vez vas a provocarme una erección, detente,- dije con un susurro.

Carlos murmuró algo que no pude escuchar, así que salí de mi cama y me puse de pie para poder mirarlo.

-¿Qué acabas de decir?

-Dije que ojalá fueras tú el que me acariciara la polla,- repitió.

No estaba seguro de si lo decía en serio.

Lentamente metí mi mano debajo de sus sábanas, y antes de llegar a su pene Carlos se las quitó de encima y descubrió su verga dura.

Con mi mano a unos centímetros de su entrepierna, dije con un poco de duda:

-¿Estás seguro?

Como respuesta Carlos movió sus caderas de manera invitadora. Tomé su polla en mi mano y comencé a masturbarlo. El pene le medía unos catorce centímetros, no estaba circuncidado y sobre la base crecían unos cuantos vellos púbicos. Era gruesa y mis dedos apenas y se cerraban sobre la circunferencia.

-Oh, sí. Se siente rico,- dijo Carlos como cumplido.

Tuve que pararme sobre la punta de mis pies para tener un mejor ángulo y estar más cerca, pero después de un rato me cansé, así que me subí a la cama superior y me arrodillé a su lado. Con un poco de cautela el otro chico estiró su mano y comenzó a acariciar mi erección por encima de los pantalones de mi pijama, dando pequeños apretones. No pasó mucho tiempo antes de que moviera su mano hacia mi trasero para masajearlo con ligereza. Cuando deslizó sus dedos por la abertura entre mis nalgas fue suficiente para provocarle el orgasmo, disparando varios girones de esperma sobre su abdomen y también escurriendo un poco por mis dedos.

Después de que terminó no hablamos de lo sucedido, y tampoco al siguiente día. Era como si nunca hubiera pasado. Al menos hasta la noche, cuando se apagaron las luces.

Cuando nos quedamos a oscuras escuché que Carlos se aclaraba la garganta, de esa forma en la que hacen las personas que tratan de llamar tu atención. Un minuto después volvió a hacerlo, pero esa vez más fuerte.

-¿Qué quieres, Carlos?- dije bajito.

-Ven a acostarte conmigo.

Subí los peldaños de la escalera, y una vez que estuve en la cama me arrodillé a su lado. Carlos se quitó las sábanas que lo cubrían. Estaba desnudo, aunque lo que me cautivó fue su verga, la cual estaba agitando para mí.

-Tócala.

Estiré mi mano derecha y comencé a masturbarlo. Después de un minuto, Carlos me dijo:

-¿Te gustaría chupármela?

Era mi mayor deseo, pero no podía permitir que él lo supiera.

-Lo haré, pero con una condición: tienes que intercambiarme la cama.

Analizó mi propuesta por un rato, pero después accedió.

-Vale, pero tienes que darme cinco mamadas.

-Trato hecho. Prepárate.

Entonces me agaché por encima de su erección y la tomé en mi boca. Carlos dejó escapar un gemido muy alto y agarró mechones de mi cabello. Con mis labios retraje su prepucio para descubrir su glande y después hice un movimiento circular con mi lengua alrededor de él. No tardó mucho tiempo en comenzar a mover sus caderas para follarme por la boca de forma rápida y dura. Como seguramente era su primera vez no duró mucho tiempo y se corrió copiosamente sobre mi lengua.

Las siguientes cuatro noches, justo después de que las luces se apagaran, Carlos bajó de su cama para meterse en la mía. Sin perder el tiempo se bajaba los pantalones y los calzoncillos y me metía su polla dura entre los labios. Con cada noche que pasaba iba mejorando; me dejaba disfrutar de su erección por un buen rato, antes de agarrarme del cabello para follarme hasta la garganta sin piedad.

Nunca hablábamos de lo que hacíamos al día siguiente. Era como si nuestro secreto no existiera. Era en la noche cuando nos volvíamos locos el uno por el otro.

Cuando terminé de chupársela por quinta vez, lo cual acabó con semen escurriendo por la comisura de mis labios, Carlos cumplió su promesa y me dejó dormir en la cama superior.

La noche siguiente, tan pronto como se apagaron las luces, le dije:

-Creo que me gusta más dormir en la cama de abajo.

Como respuesta murmuró algo que no logré entender. Me asomé por el borde de mi cama y lo miré desde arriba.

-¿Qué dijiste?

-Que te la cambio si me dejas acariciarte el trasero,- contestó.

-Vale, dejaré que juegues con él si intercambiamos cama otra vez.

-Cinco veces.

-Trato hecho.

Carlos salió de su cama y cuando se puso de pie pude ver que su erección se marcaba debajo de su pantalón del pijama. Entonces bajé por la escalera para encontrarme con él. Con sus manos me dio la vuelta y me empujó contra una se las barras de la litera, entonces alineó su cuerpo con el mío, empujándose contra mi espalda. Por encima de mis nalgas podía sentir su erección.

Poco después envolvió mi cintura con sus brazos y comenzó a mover sus caderas para frotar su verga contra mi trasero. Era un poco alto para él, así que doblé mis rodillas para darle un mejor acceso, y una vez que su verga estuvo justo por encima de mi agujero me bajé los pantalones del pijama y también mis calzones.

Inmediatamente Carlos comenzó a frotar su verga cubierta por su pijama en la abertura entre mis nalgas. Sus brazos se sentían fuertes alrededor de mi cintura. Pero yo quería más, así que estiré mi mano derecha hacia atrás, y tiré de sus pantalones y de sus calzoncillos con un simple movimiento para bajarlos. Lo hice tan fuerte que su ropa fue a dar al suelo y se acunó alrededor de sus tobillos. Levanté un poco mi trasero, y con las palmas de mis manos me separé las nalgas para que su pene se deslizara libremente entre ellas.

-Estás muy suave y caliente,- dijo Carlos, mientras su verga se resbalaba sobre mi agujero, el cual estaba un poco lubricado con preseminal. Se notaba que Carlos estaba muy excitado, porque unos minutos después pude sentir que su erección comenzaba a palpitar y que su esperma se derramaba encima de mi ano.

La noche siguiente, cuando las luces se apagaron, bajé de mi cama. Me puse en la misma posición que la noche anterior, y bajé mi ropa hasta la mitad de mis muslos. De debajo de su almohada, Carlos sacó una pequeña botellita con crema y puso un poco de ella en la palma de su mano derecha y con eso comenzó a lubricarse la verga.

Una vez que hubo terminado, me agarró de la cintura y comenzó a resbalar su erección entre mis nalgas.

-Mmm, que rico se siente,- dijo Carlos, empujándose contra mi entrada.

Mis rodillas habían comenzado a temblar, así que las estiré por un segundo. Cuando volví a doblarlas, la verga de Carlos se deslizó dentro de mi cuerpo sin querer, y solté un gemido.

-Lo siento,- me dijo, entonces acomodó su cadera para sacar su erección, y volvió a frotarse contra mi agujero.

-No te preocupes,- le contesté, al mismo tiempo que mi trasero se recuperaba del ardor de la intromisión inesperada.

Pero yo quería más, así que empujé mi culo hacia atrás, y, cuando mi agujero se encontró con el glande, me penetré a mí mismo. Carlos se quedó muy quieto.

-Métemela, Carlos,- le supliqué, y me separé las nalgas con las manos para que pudiera ir más profundo. Su verga se sentía dura y enorme dentro de mi ano, y me dolió un poco cuando Carlos dio una estocada con sus caderas de forma inesperada. Cuando la tuve completa adentro de mí, los dos dejamos escapar un gemido.

-Lo siento mucho,- me dijo.

-No tienes por qué. Me gusta, si quieres puedes moverte ya.

Sin permitir que se saliera de mi cuerpo, me moví poco a poco para ponerme en cuatro sobre la cama, con mi culo elevado en el aire y dándole la bienvenida a la polla ansiosa que me estaba follando. No pasó mucho tiempo cuando sentí que la erección en mi agujero comenzaba a palpitar y que me llenaba el culo de semen.

La noche siguiente, cuando el cuarto se quedó a oscuras, salí de mi cama y esparcí mi sábana por encima del suelo. Me acosté boca abajo sobre ella, y con mis manos separé mis nalgas. Mientras me acostumbraba a la dureza del concreto, Carlos se lubricaba la polla. Una vez que hubo terminado se acostó arriba de mí, colocó su verga por encima de mi agujero y me penetró. Esa noche nos tomamos las cosas con calma. Cada empujón que daba dentro de mí, iba acompañado por un beso sobre mi nuca.

Cuando Carlos se corrió se quedó encima de mi espalda hasta que su polla se puso blanda y salió sola de mi agujero. Entonces me dio un beso entre los omóplatos antes de levantarse.

Las dos noches siguientes hicimos lo mismo. Pero cada vez íbamos más lento, y me di cuenta de que Carlos quería que yo también lo disfrutara. Y así era. Mientras me follaba yo frotaba mi verga sobre la sábana hasta tener un orgasmo. Aunque todavía no eyaculaba.

Una vez que nuestro trato fue completado, volvimos a nuestras camas iniciales. Él en la de arriba, y yo en la de abajo. Esa noche no hicimos nada, pero no pudimos evitar masturbarnos una vez que las luces se apagaron.

*

El día siguiente cayó en domingo. Ese día, como desayuno, siempre nos servían donas recién horneadas con leche. Como era el día libre del equipo de la cocina, el almuerzo consistía en sándwiches, y pizza en la comida. El resto de la semana la comida era deliciosa. El jefe de la cocina era muy bueno.

A todos los niños del orfanato le encantaban los domingos por la mañana, yo incluido. Teníamos permitido tomar dos donas por turno, y, si queríamos más, debíamos esperar a que todos hubieran recibido la primera porción.

Ya había terminado con mi primera ronda, cuando Carlos se sentó a mi lado.

Se dio cuenta de que miraba la fila con impaciencia.

-¿Te vas a formar por más?

-Sí, pero tengo que esperar a que se termine la primera fila,- le contesté.

-Oh, si quieres puedes comerte las mías, volveré a formarme.

Me acercó su plato.

Para cualquier persona, ese podría parecer un simple gesto amistoso, pero para los chicos de un orfanato era algo enorme. Nadie hacía una cosa así, ni siquiera para tu mejor amigo.

Esa noche, mientras miraba taciturnamente la ventana, le susurré:

-Gracias por darme de tu comida, Carlos.

-De nada.

Nos quedamos en silencio por varios minutos. Tratando de no estar ansiosos.

-Oye, ¿todavía tienes de esa crema que usabas como lubricante?

Creo que Carlos casi se rompe el tobillo cuando bajó de un salto desde su cama. Sin perder el tiempo, acomodé mi sábana por encima del suelo de concreto, y me acosté sobre ella al mismo tiempo que Carlos terminaba de lubricarse la polla. Esa noche quería verle la cara mientras me follaba, así que me acosté boca arriba y abrí mis rodillas en el aire. Cuando Carlos volteó a mirarme me dedicó una sonrisa, y entonces se acostó entre mis muslos. Nos miramos a los ojos por un segundo, y luego, sin perder más tiempo, Carlos comenzó a besarme en los labios, al mismo tiempo que introducía su erección dentro de mis nalgas. Su boca nunca abandonó la mía, y me cogió deliciosamente, deslizando su pene dentro y fuera de mi ano con movimientos lentos de su cadera.

Cuando sentí que su verga comenzaba a palpitar dentro de mí, yo también tuve un orgasmo. Pero en esa ocasión lo sentí diferente. Cuando recuperamos nuestras respiraciones Carlos se levantó de encima de mi cuerpo y yo lo miré sonriente.

-¿Qué pasa?- me preguntó.

-Me provocaste mi primera eyaculación.

-¿Lo dices en serio? No te muevas,- me ordenó, y sacó una pequeña lámpara de sus cajones.

Brillando sobre mi abdomen había dos pequeñas gotas de semen.

La cara de Carlos se iluminó más que su lámpara. Entonces se agachó sobre mi abdomen y comenzó a lamer mi corrida. Una vez que terminó dio un pequeño trago, y se metió mi verga en la boca para obtener hasta mi última gota de semen.

-Gracias,- me dijo mirándome desde abajo, directamente a los ojos.

*

La lista de nuestras tareas semanales era publicada todos los lunes por la mañana. Desde que los señores Oliver me habían devuelto al orfanato, el señor Hudson me asignaba las tareas más extenuantes o asquerosas. La semana anterior me había puesto a fregar los pisos, lo cual era muy difícil porque lo teníamos que hacer con uno de esos trapeadores industriales, y porque teníamos que limpiar los dormitorios, el pasillo, el salón de descanso y los baños.

Esa semana me había dejado la tarea de reunir la basura y llevarla a los contenedores. No era tan difícil, pero sí me provocaba asco porque a veces olía muy mal. La única ventaja de esa situación era que tenías todo el día libre hasta las seis de la tarde, que era la hora asignada para hacerlo, así que durante todo el día te la podías pasar en el salón de descanso mirando la televisión o algo así.

Justo cuando estaba comenzando a reunir la basura del comedor, Carlos entró por la puerta.

-Déjame ayudarte con eso,- dijo mientras levantaba la enorme bolsa de basura y después la llevaba hasta el contenedor.

De igual forma, puede que eso sólo pareciera ser un gesto amistoso, pero era aún más enorme que darme su desayuno.

*

La noche del lunes, cuando las luces se apagaron, no perdí el tiempo y acomodé mi sábana sobre el suelo. No pasó ni un segundo antes de que Carlos comenzara a besarme apasionadamente mientras me acostaba sobre la sábana con su cuerpo entre mis muslos, penetrándome con su polla deliciosamente. Éramos lo suficientemente listos como para no despegar nuestros labios, evitando así hacer cualquier clase de ruido, sólo el de nuestras respiraciones agitadas. La principal razón era que nadie nos descubriera, pero esa no era la única.

Creo que aquí debo explicarles algo, en el orfanato también había una sección para niñas. Si mirabas el edificio desde el aire, podía parecerte una nave espacial. El comedor y las oficinas administrativas eran el cuerpo de la nave, y las dos alas eran las secciones de los niños y de las niñas. El lugar podía albergar por lo menos a cien de ellos. La parte trasera de la nave estaba conectada por un corredor bastante amplio, el cual utilizábamos como patio de juegos.

Aunque había autobuses que nos llevaban a las escuelas públicas, no teníamos permitido salir del orfanato. No podíamos tener amigos fuera del edificio. Así que, muchos de los chicos y chicas mayores, se hacían novios de alguien que conocían ahí. Si tenías suerte, podías tontear con ellos en el patio de juegos.

Podrás imaginar entonces que nos la pasábamos ahí siempre que teníamos un rato libre, o si nos daban vacaciones en el colegio.

En algunas ocasiones, los sábados por la noche proyectaban películas en una pantalla enorme montada en el patio. Ahí podías aprovechar para sentarte al lado de tu novio o novia, y si las cosas iban bien, cuando se apagaban las luces, podías tomarle de la mano. Incluso, si eras uno de los favoritos del personal, podías escaparte por un rato para besuquearte en algún pasillo oscuro.

Y bueno, cuando lo conocí, Carlos tenía una novia, Celia. Era una chica muy guapa. Cada que tenía oportunidad, y al igual que casi todos los chicos de su edad, alardeaba que su novia le daba las mejores mamadas o que follaban como conejos.

El martes por la tarde, Carlos me ayudó nuevamente con la basura. Y después del almuerzo, mientras mirábamos Gumball en la televisión, un chico llamado Don se nos acercó y le preguntó a Carlos:

-Hola, Carlos. Los rumores cuentan que has roto con tu novia. ¿Por qué lo hiciste?

-Tengo los ojos puestos en alguien más,- dijo, y volteó a mirarme con una sonrisa.

No hace falta que se los cuente, pero después de eso Carlos se convirtió en mi novio, y en uno de mis mejores amantes. Siempre se aseguraba de que me corriera mientras me follaba. Y si no lo hacía, entonces me la chupaba hasta que eyaculaba en su boca.

*

En el edificio de los niños había dos baños. Uno grande y uno pequeño. El primero se encontraba a un lado del dormitorio principal. Constaba de cuatro inodoros, cuatro lavabos, y una ducha enorme con seis regaderas. Los niños más pequeños del orfanato tenían que bañarse seis al mismo tiempo. Los chicos mayores también se bañaban ahí, pero no tenían permitido hacerlo cuando los niños más pequeños se encontraban tomando una ducha.

El baño pequeño se encontraba al final del pasillo, cerca de la salida hacia el patio de juegos. Ese estaba compuesto por un solo inodoro, un lavabo y una regadera. Y, a diferencia del baño grande, le podíamos poner seguro a la puerta.

Ya no tenía permitido bañarme con los niños pequeños, y me daba mucha pena compartir la ducha con los chicos mayores porque el vello púbico se negaba a crecer en mis genitales. Así que, siempre que estaba disponible, prefería bañarme en el baño individual.

Un par de días después de que Carlos rompiera con su novia, yo estaba preparándome para una ducha. Estaba a punto de bajar mis calzoncillos cuando escuché unos ligeros toques en la puerta. Escondiéndome detrás de la madera giré la perilla y me asomé por la abertura para ver quién era.

Carlos se metió rápidamente, y después cerró la puerta con seguro detrás de él. Puso un dedo sobre mis labios cuando intenté preguntarle lo que estaba haciendo, entonces me miró a los ojos con una mirada traviesa y comenzó a desvestirse hasta quedar desnudo.

Lo que estábamos a punto de hacer implicaba muchos riesgos, pero después de verle la polla erecta no me importó. Nos metimos a la ducha y Carlos me enjabonó y enjuagó de la cabeza a los pies, y yo hice lo mismo con él. Una vez que estuvimos limpios me recargué de frente contra los azulejos de la pared y moví mi trasero de forma sugerente, indicándole que me penetrara ahí mismo. Lentamente comenzó a meter su erección entre mis nalgas húmedas, mientras yo apretaba los dientes para evitar gemir. Una vez que me acostumbré a la invasión de su verga, Carlos comenzó a moverse y a empujar sus caderas contra mi trasero, haciendo un sonido húmedo cada vez que nuestras pieles chocaban. Cuando descargó su semen en mi interior, mi pene también comenzó a palpitar y me corrí sin la necesidad de masturbarme, derramando los girones de mi eyaculación contra los azulejos de la regadera.

Una vez que terminamos, salimos separados del baño, asegurándonos de que nadie nos descubriera.

Esa noche volvimos a follar en nuestra habitación en cuanto las luces se apagaron.

*

El día de mi cumpleaños, Carlos me regaló un anillo. Era de plata y muy bonito, con incrustaciones de piedras brillantes. No tenía idea de dónde lo había conseguido, pero eso no me importaba, porque era para mí. Casi se me salen las lágrimas cuando lo deslizó por mi dedo, diciéndome que significaba lo mucho que me amaba.

Dos semanas después, entré en la habitación que compartíamos, y encontré a Carlos empacando su maleta. Estaba llorando.

-¿Qué está sucediendo?- le pregunté estupefacto.

Cuando escuchó mis palabras volteó a mirarme con lágrimas en los ojos. Las gotas saladas le mojaban las mejillas. Nunca en mi vida había visto a alguien tan triste. Entonces se abalanzó sobre mí para besarme apasionadamente. Después separó nuestros labios y abandonó la habitación, corriendo a través de pasillo sin mirar atrás.

Me senté sobre mi cama en estado de shock. Sin comprender lo que acababa de suceder. Estaba mirando a través de la ventana cuando una sombra atravesó la puerta.

Era un chico llamado Tommy.

-Me toca la cama superior,- fueron sus primeras palabras hacia mí como nuevos compañeros de cuarto.

Tommy era un chico tres años mayor que yo, llevaba mucho tiempo en el orfanato, y era uno de los ‘favoritos’ del personal. Desde siempre había estado asignado a la habitación privada más grande del pasillo, la cual constaba de dos closets. También era la más silenciosa porque estaba alejada del ruido de las maquinarias, del aire acondicionado, y de los calefactores.

-Es tuya, no me importa,- dije, agitando mi mano en el aire de forma indiferente. Me acosté sobre mi cama, mirando cómo Tommy ocupaba el lugar de Carlos. Hizo varios viajes desde su antigua habitación para acarrear sus cosas.

Esa noche no fui al comedor a cenar. Toda la tarde me la pasé acostado, mirando a través de la ventana.

Decidí tomarme una ducha cuando escuché que la sección de los dormitorios se quedó en completo silencio. Cuando abrí los cajones de mi ropa para sacar calzoncillos limpios, vi que encima había una nota.

Los directivos me enviarán a vivir con mis abuelos en Missouri. Espero no encontrarme contigo antes de irme. No creo ser capaz de abandonarte si te encuentras cerca. Esto me está despedazando por dentro.

Te amo.

Carlos.

Mientras las gotas de agua caían sobre mi cuerpo, lloré por él.

Mis lagrimas aun salían de mis ojos cuando Tommy regresó del comedor. Cuando me vio llorando puso cara seria y me murmuró:

-Marica.

Entonces salió de la habitación y se fue a ver la TV.

Tommy nunca era cruel conmigo, con nadie en realidad. Supongo que sólo estaba molesto porque lo habían demeritado y le habían quitado su habitación. Estoy seguro de que había sido una patada a su ego, sin mencionar que eso significaba que ya no era el favorito del personal.

Una hora después regresó a nuestra habitación, tomó sus cosas para la ducha, y volvió a salir. Diez minutos después regresó con una toalla envuelta alrededor de su cintura.

Después de bañarnos, teníamos que colgar nuestras toallas en unas barras de metal dispuestas en nuestras habitaciones, eso con la finalidad de evitar la acumulación de humedad en las canastas de la lavandería.

Yo me encontraba leyendo cuando Tommy se detuvo a un lado de la cama y se quitó la toalla, colgándola sobre la barra de metal. Como lo tenía en frente no pude evitar echarle un vistazo a su verga, la cual era el pedazo de carne más grande que había visto en mi vida. Era al menos cinco centímetros más grande que la de Gray y también más gruesa. Era el doble de tamaño que la de Carlos.

Tommy tenía el cuerpo estirado sobre la punta de sus pies, probablemente acomodando las sábanas de su cama, pero dentro de mi cabeza tuve un déjà vu, y de repente me encontré en la casa de los señores Oliver, y en la habitación que compartía con Gray. Supongo que aún no me recuperaba del dolor de perder a Carlos, porque levanté mi mano y tomé esa enorme polla entre mis dedos.

Tommy se apartó de mi agarre con un salto tan grande que casi me caigo de la cama por el repentino tirón.

-Oye, ¿qué demonios te pasa? ¿Has perdido la cabeza?

Supongo que notó la mirada de tristeza en mi cara, porque un segundo después se asomó por la puerta para verificar que no venía nadie, mirando a cada uno de los lados del pasillo. Después regresó con pasos lentos hasta nuestra litera y se sentó a mi lado. Uno de sus brazos se envolvió alrededor de mis hombros en un abrazo.

-¿Te sientes bien?- me preguntó con genuina preocupación.

Agité mi cabeza indicándole que no.

Tommy me abrazó más fuerte y yo agaché la cara para mirar mis manos. En mi dedo anular izquierdo tenía puesto el anillo que Carlos me había regalado y comencé a llorar otra vez.

-Todo va a estar bien,- me dijo, dándome un apretón para mostrarme su apoyo.

Sin pensarlo, moví mi mano derecha hasta su polla. Entre mis dedos sentí una pequeña palpitación indicando que respondía a mi caricia, justo al mismo tiempo que Tommy se levantaba de mi lado.

-¿Tú y Carlos eran… ya sabes…? ¿Hacían cosas?- me preguntó.

Asentí con la cabeza y comencé a llorar más fuerte.

Tommy se dirigió a la puerta y se asomó por ella nuevamente, asegurándose de que nadie estuviera cerca.

-Shh… ya no llores, vas a estar bien,- dijo, y volvió a sentarse a mi lado.

-¿Cómo voy a vivir sin Carlos?- dije lloriqueando.

-Bueno, para empezar, no agarres la polla de nadie de esa forma y sin previo aviso.

-Lo siento mucho.

-Tienes que esperar hasta que las luces del pasillo se apaguen,- me dijo con una sonrisa.

Esperó a que dejara de llorar y nos fuimos cada uno a su cama.

Entonces, cuando las luces se apagaron, Tommy susurró en la oscuridad.

-¿Todavía quieres tocármela?

-Sí.

Bajó de su cama por los peldaños de la escalera. Estaba vestido solamente con sus calzoncillos, lo cuales estaban estirados a mas no poder tratando de contener su erección. Una vez que estuvo de pie a mi lado, me senté al estilo indio sobre mi colchón. Enganché mis pulgares en el elástico de sus calzones y los bajé a través de sus piernas, dejándolos caer alrededor de sus tobillos. Sin perder el tiempo traté de comerme su polla enorme, pero no me la pude meter completa en la boca. Ni siquiera me cabía la mitad. Esa enorme verga palpitaba encima de mi lengua, y podía sentir el pulso y la suavidad de su glande empujándose en mi garganta.

-Oh, dios. Lo haces mejor que mi novia,- dijo Tommy con los ojos cerrados.

De repente recordé el rumor de que había sido atrapado follando con Deb, su novia, en uno de los autobuses escolares hacía un par de días.

Tuve que apartarme de su pene para recobrar algo de aire, y también para preguntarle.

-¿Es cierto que el señor Hudson te atrapó cogiendo con Deb?

-No. Estábamos a punto de hacerlo cuando nos descubrieron. Ni siquiera estábamos desnudos cuando la puerta del autobús se abrió.

-¿Alguna vez has follado con… una chica?

-Para serte honesto, jamás. Pero no se lo cuentes a nadie. Tengo una reputación que mantener.

-Entonces conservas tu virginidad, ¿te gustaría perderla?- le pregunté, echándole un vistazo a su verga enorme con un poco de miedo.

-Por supuesto. ¿Conoces a alguien que esté dispuesto a hacerlo conmigo?

-Yo.

Tommy me dedicó una mirada curiosa.

-¿Estás seguro?

Como respuesta me levanté de mi cama, y acomodé mi sábana en el suelo. Después le pasé la crema con la que Carlos se lubricaba. Cuando me acosté boca arriba y abrí mis piernas de forma incitadora, Tommy se dio cuenta de que hablaba en serio.

Su polla enorme me penetró con dificultad, y cuando el glande de su verga venció la resistencia de mi esfínter dejé escapar un gemido. Tommy me puso una de sus manos encima de la boca, y dejó de moverse hasta que estuve calmado.

-Tienes que guardar silencio,- susurró.

-Carlos me besaba para asegurarse de que no hiciéramos mucho ruido.

Tommy lo pensó por un instante, pero después se agachó para unir sus labios con los míos. Cuando nos acostumbramos a la intensidad del momento comenzó a metérmela poco a poco. La primera penetración pareció durar una eternidad, pero entonces sentí su vello púbico rozar mi perineo.

Los dos gemíamos contra la boca del otro mientras Tommy se abría paso en mi interior, yendo más profundo de lo que nadie había ido en mi vida. Muy pronto sentí que sus testículos tocaban la piel de mis nalgas, y entonces comenzó a moverse lentamente.

Creo que nunca olvidaré a Carlos, pero la polla de Tommy, esa noche, hizo que mi mente se distrajera por unos cuantos minutos.

Cuando me hube acostumbrado al pene entre mis nalgas, dejé de gemir muy alto, así que Tommy aprovechó para dejar de besarme y decirme:

-Ahora sé por qué Carlos rompió con Celia. Tu culito se siente delicioso. Una chica jamás podría coger así.

-¿Lo dices de verdad?

-Sí, te lo juro,- me dijo, remarcando cada una de sus palabras con una penetración.

-Puedo ser tuyo cuando quieras, si dejas a Deb.

-Considéralo un hecho.

Me folló hasta que tuve dos orgasmos, y entonces eyaculó dentro de mí.

*

Tommy no eran tan dulce como Carlos a la hora de follarme, pero lo hacía con mucha pasión, y eso me encantaba.

Al día siguiente Tommy dejó a su novia. Cuando me lo contó lo premié con una mamada en el baño del comedor. No podía meterme su polla hasta la garganta, pero hacía lo que podía. Tampoco se corría tan copiosamente como Carlos, pero su semen era más afrutado.

Después de una semana teniendo su polla entre mis nalgas todas las noches, me volví adicto a ella. Tommy podía follarme por mucho tiempo, y también se aseguraba de que lo disfrutara hasta tener un orgasmo. Al menos uno.

No podía quitarle las manos de encima. Cuando nos vestíamos en las mañanas aprovechaba para acomodar su polla dentro de sus calzoncillos y también abotonaba sus pantalones.

Cuando regresaba a nuestra habitación, después de bañarse, me arrodillaba frente a él y se la chupaba, si es que nadie estaba en los pasillos. Y cuando las luces se apagaban follábamos hasta la madrugada.

Entonces, un día, el señor Hudson se enojó con alguien más, un chico llamado Robert. Hizo algunos cambios en la distribución de las habitaciones y Tommy fue reasignado a su antiguo cuarto, y Robert fue asignado al mío.

Robert era un chico guapo, no tan alto como Tommy, pero sí más musculoso, con piel negra y con habilidades para bailar.

Cuando lo vi desnudo por primera vez pude descubrir más acerca de su cuerpo, por ejemplo, que su polla no eran tan larga como la de Tommy, pero si era más gruesa y estaba circuncidado. La vista de su glande me hipnotizó, y muy pronto una erección se formó dentro de mis calzoncillos.

Robert me miró a través del espejo del closet mientras se secaba el cabello, y yo puse mi almohada sobre mi regazo para evitar que viera mi pantalón estirado por encima de mi polla.

-¿Has visto algo que te gusta?- preguntó Robert con una risita.

-Um… no,- mentí y aparté la mirada.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de volver a examinar su cuerpo, y, para mi sorpresa, vi que su verga comenzaba a palpitar con los inicios de una erección. Conforme iba enderezándose me quedé asombrado con la forma en que su enorme polla desafiaba la gravedad hasta quedar erecta, con la punta un poco por arriba del ombligo.

-Dioses,- dije con un susurro.

-Tienes la misma mirada que le dedica mi novia antes de que se la meta.

Entonces dejó caer la toalla sobre el suelo y caminó hasta mi cama.

-Si tanto la deseas será mejor que la lubriques bien con tu boquita, esta noche te enseñaré lo que puede hacer un verdadero hombre con tu cuerpo.

-Tengo crema en uno de mis cajones, la podemos utilizar como lubricante

En ese momento las luces se apagaron.

-Ponte en cuatro.- Fue todo lo que me dijo.

Obedecí su orden y me acomodé sobre el concreto del suelo, ofreciéndole mis nalgas.

Con una de sus manos me tapó la boca para evitar que hiciera cualquier sonido mientras empujaba su glande contra mi agujero.

Nunca había experimentado tanto dolor, pero, después de recuperarme del ardor inicial, nunca había experimentado tanto placer.

No era tan bueno como Tommy, pero sí era muy entusiasta. Es noche me folló duro, como si tratara de hacerme daño.

A veces me dolía porque me penetraba violentamente, pero también me gustaba.

-Joder, tienes un culito hecho por los dioses. Me va a gustar mucho compartir la habitación contigo.

No me volví adicto al sexo con Robert. La mayor parte de las ocasiones era bastante rudo, como si quisiera hacerme daño de verdad. Carlos y Tommy me hacían el amor, incluso habían dejado a sus novias por mí. Pero para Robert yo no era más que su esclavo sexual.

Después de una semana siendo tratado como una puta, comencé a sentirme cansado. Podría coger con cualquier chico que me asignaran como compañero de cuarto, pero no me gustaba ser tratado de esa forma mientras me follaban.

Después de meditarlo por mucho tiempo decidí escribir una nota y la deslicé por debajo de la puerta de la oficina de señor Hudson. Simplemente decía: vaya a la habitación dos en el dormitorio de los niños cuando se apaguen las luces.

Esa noche pasaron varias cosas que yo no tenía previstas. La primera fue que Robert había invitado a uno de sus amigos para que me cogiera también. No era que me molestara tener dos pollas al mismo tiempo. Sino que, en el orfanato, si descubrían o se esparcían rumores de que estabas envuelto en comportamientos homosexuales podía ser el beso de la muerte para ti.

La otra cosa que no esperaba era la reacción del señor Hudson al ver la escena que encontraría en nuestra habitación. Yo pensaba que solamente iba a encontrar a Robert follándose a un chico más pequeño y más joven. Y sabía que, para evitar escándalos, simplemente lo cambiaría de habitación y asunto acabado.

Lo que el señor Hudson encontró esa noche fue mi cuerpo siendo penetrado por mi boca y por mi culo al mismo tiempo.

Iban por la segunda ronda. En mi mente había concluido que el señor Hudson o no había recibido mi nota, o simplemente la había ignorado. Así que me había resignado a una noche de sexo violento con Robert y su amigo, Riley.

Estaba gimiendo alrededor de la polla que tenía entre los labios, con lágrimas en los ojos, cuando la luz de nuestra habitación se encendió.

*

CONTINUARÁ...