De incesto en incesto

Metí mi cabeza entre sus piernas, le abrí el chochito con dos dedos y vi que el agujero de su vagina era poco más grande que la cabeza de un alfiler

Hay cosas de hace muchos años de las que no me acuerdo, pero estos sucesos jamás los podré olvidar.

En aquel tiempo era muy joven. Vivíamos mis abuelos y yo en un corral de aldea, corral en la que había cuatro casas. Mi tía, mi prima, su hermano y mi tío vivían en la casa de al lado.

MI PRIMA SARITA

Sarita, mi prima, era un año más joven que yo y bonita como un rayo de sol. La apodaban La Anguila, por que era morena, delgadita y se escurría de todo, del trabajo, del colegio...

Desde hacía un tiempo, cada vez que me sentaba en una piedra que había al lado de mi casa y que se veía desde el camino, ella se sentaba en mi regazo, acomodaba su vestido, de modo que llegaba a tapar mis rodillas y leíamos juntos al Capitán Trueno o otro cuento. Nunca había pasado nada, hasta ese día.

Cuando Sarita se sentó en mis rodillas, puso su pequeño culo sobre mi polla y lo movió hacia los lados, me empalmé. Sarita giró la cabeza y me sonrió sintiendo aquella cosa dura bajo su chochito. Lo que nunca imaginaría es lo que iba a venir a continuación. Sarita apretó el culo contra mi polla y lo movió de adelante hacia atrás y de atrás hacia delante. Cuando sentía pasos en el camino, paraba de frotarse y hacía que leía el cuento. Después de pasar la gente volvía a frotar su culo contra mi polla. El resultado fue que acabé corriéndome y mojando mi calzoncillo, el pantalón y sus bragas. Sarita volvió a girar la cabeza, medio un pico, sonrió y se fue.

Me pareciera lo máximo, pero estaba equivocado. Al día siguiente, después de sentarse en mi regazo, acomodar el vestido y sentir que me volvía a empalmar, movió de nuevo su culito de delante hacia atrás y de atrás hacia delante. Al rato, levantándose un poquito, me dijo: "Saca el pene que no viene nadie." La saqué, y al volver a sentarse, mi polla se encontró con los labios mojados de su chochito. Mi prima había venido sin bragas. Frotó los labios contra mi polla, parando cuando sentía venir gente. Al ratito me corrí en medio de su raja. Esta vez no se fue, se siguió frotando... Mi polla se deslizaba por un mar de jugos cuando oí un dulce gemido: "Aaaaaay" Sentí como un liquido calentito iba bañando mi polla, al acabar de soltarlo, le pregunté: "Te hiciste pis?" Me contestó con voz temblorosa; "No, me he corrido." Fue decírmelo y me volví a correr en su chochito.

Al acabar de correrse y levantarse tenía un problema. El pantalón estaba perdido. Tapándolo con el cuento fui a casa. Lo quité y le pasé un paño húmedo.

MI TÍA AMALIA

Mi tía Amalia -la mujer de mi tío carnal -era una mujer de la época, un metro cincuenta y poco, rellenita, sin estar gorda, pelo largo ,con buenas tetas, buen culo y con un cutis fino sin necesidad de potingues. Era de las que vestía ropas viejas y del mercado. La apodaban La Bicha. por la mala hostia que tenía..

Aquella noche mi abuelo, mi abuela y mi tío fueran a Portugal a comprar café de contrabando para ganarse unas perras. Mi prima y mi primo estaban en casa de sus abuelos. Yo quedé a cuidado de mi tía.

Ya llevaba mi tía media hora en cama. Hacía calor y, durmiendo, se destapó. Yo estaba en la cama de al lado. Con la luz del camino que entraba entre las contras de la ventana vi que se le había subido la enagua. Mi tía estaba boca arriba, con la piernas abiertas, la cabeza de lado y los brazos separados del cuerpo. Se le veían las bragas. Me entraron unas ganas locas de masturbarme. Me dije a mi mismo: "Si se despierta, matar, no me va a matar". Me quité los calzoncillos, me levanté de cama y me eché a su lado con mucho cuidado. Meneándola, con mucho cuidado, le subí un poquito la enagua. Vi que por los lados de las bragas blancas le salían pelos negros, muchos pelos negros. Acerqué mi nariz a su coño. Tenía un olor fuerte, como a bacalao. Le cogí la goma de las bragas, tiré suavemente y vi más pelos. La enagua trasparentaba las tetas, las areolas marrones y en ella se marcaban los pezones. Le bajé un tirante de la enagua, después el otro y sus grandes tetas quedaron al descubierto. Rocé con un dedo un pezón y después el otro. Estaba tan caliente que no me pude resistir. Le chupé una teta. Se despertó. Encendió la luz y me vio con la polla empalmada en la mano. Se tapó, me miró para ella, y me dijo:

-¡¿Qué haces, condenado?!

-Lo siento.

La mujer tenía un cabreo criminal.

-¡Las vas a sentir, vas!

Levantó la mano, pero no la bajó. Subió los tirantes, y me dijo:

-¡Largo para tu cama! ¡¡Y que no te vea tocándote!!

Le imploré.

-Deje que se la meta un poquito, tía.

-¡Ni loca!

-¿Es por qué la tengo pequeña?

-¿Pequeña? Cumpliría bien, pero mi coño es de tu tío.

-Mi tío no se va a enterar. Yo no se lo diría y usted tampoco.

-No me vas a convencer.

Volví a implorar.

-¿Me deja comerle las tetas?

Ya no estaba cabreada.

-¡Ni lo sueñes!

-Es que si no me corro me va a dar algo.

-¡La madre que te parió!

-Ande sea buena.

-¡Ya lo estoy siendo, estoy siendo buena de más! Te debía dar una buena paliza.

-Pégueme en el culo con la mano o con una zapatilla.

-¡Tú estás mal, Quique, muy mal!

Me puse boca abajo. Era nuevo en las lides de la seducción, pero me daba que iba por buen camino. ya que aún no me cayera la hostia.

-Lo que estoy es rabiando por llevar unos cachetes, o...

-No me vas a poner cachonda digas lo que digas.

-¿No me va a pegar?

-A ver si te piensas que me chupo el dedo. Así te pondrías aún más palote de lo que estás.

-¡Follemos cómo locos!

-¿Cuantas veces te tengo que decir que no? Se está rifando una hostia y llevas todas las papeletas.

-Si quiere le como el coño primero.

Me miró con ojos de gata.

-¡¿Qué me comes, qué?!

-El coño.

Me miró raro, y después me dijo:

-El coño sólo las putas se lo dejan comer. Las mujeres casadas no dejan que les hagan esas asquerosidades.

Mirándole para las tetas, le dije:

-Dejan, y bien que se corren.

-No creo... ¡¿Pero tú comiste algún coño?!

-No, pero la teoría la sé.

Le picó la curiosidad.

-¿Qué es lo que sabes?

-Se abre el coño con los dedos, se lame de abajo arriba...

-Ya te vale. ¡Joder con lo que aprendéis en el instituto! ¡¡Tira para la otra cama!!

-Venga. ¿No tiene ganas de pasarlo bien?

-Para que te voy a engañar, tengo, pero ya te dije que mi coño es para tu tío.

-¿Y el culo?

Se le dibujó una media sonrisa en la cara.

-¡¿Qué?!

-Que se la puedo meter en el culo.

Le dio la risa.

-Mira, por ahí no quedaría preñada.

Creí que la tenía.

-¿Me deja?

Me dio una hostia con la mano abierta que me dejó la cara del revés.

-¡A la otra cama! ¡¡El culo es para lo que es, cerdo!!

Me fui, caliente y con la polla mirando al frente. Me metí en cama y ya no me volví a tocar.

A los diez minutos...

Mi tía estaba boca arriba y vi que la sábana blanca que la cubría se movía ligeramente. Me extrañó, ya que no corría ni una brizna de aire. Acabé por pensar que tenía un tic nervioso en la mano. Hoy sé lo que estaba haciendo, pero en aquellos tiempos no tenía ni puñetera idea.

Cuando la sábana paró de moverse, me preguntó mi tía Amalia:

-¿Estás despierto, Quique?

-Sí,

-¿Sigues empalmado?

-Si,

-Ven aquí no sea que te de un jamacuco.

Volví a su cama. Me cogió la polla, me la meneó unas cuantas veces, después la metió en la boca y me la meneó y me la mamó hasta que un chorro de leche salió disparad de mi meato. Ese chorro se lo tragó, el resto le pringó la mano. Al acabar de correrme, se limpió a la sábana, y me dijo:

-¡Como le digas a alguien lo que te acabo de hacer, te corto los huevos!

-Seré como una tumba.

-Y si no lo eres te meto yo en ella. ¿No querías comerme el coño?

En ese momento supe porque me hiciera la mamada. Mi tía no hacía nada gratis. Le respondí:

-Sí.

Encendió la luz.

-Pues come.

Se desnudó. A levantar los brazos para quitar la enagua vi sus sobacos peludos, sus piernas también tenían pelos pequeñitos y finos en las pantorrillas, y el coño. ¡Ay el coño! El coño parecía tener una melena de pelo negro. Se abrió de piernas y lo vi semiabierto. Tocó su clítoris con un dedo y de la vagina salieron unas gotitas de jugo que le bajaron hasta el ojete, ojete que se abrió y se cerró al mojarse.

Me dijo:

-Esta es la pepitilla.

-Ya lo sé. En el libro que me dio el profesor para hacer una redacción lo llaman clítoris.

Iba a a poner mi teoría en practica, pero bastó lamer ocho o nueve veces desde el ojete al clítoris para que mi tía levantase la pelvis y comenzase a correrse, diciendo:

-¡Qué bueno! ¡Aaaaaaaah!

Un chorro de jugo me cayó en la nariz y un par en la boca, el resto me pringó la cara. Le tenía las nalgas cogidas y sentí como temblaban en mis manos. Sus gemidos hicieron que mi polla latiese descontrolada. Fue una experiencia inolvidable.

Al acabar, desnuda, se tapó con las sábanas, me dio la espalda. y me dijo:

-Ahora a descansar.

-¿Puedo dormir con usted?

-Puedes.

Apagó la luz y me dio la espalda. A los cinco minutos tenía la cabeza de mi polla rozando su culo. Volvió a encender la luz.

-¡¿Ya estás otra vez empalmado?!

Le señalé la polla.

-¿Ya ve?

-No sé que voy a hacer contigo.

-¿Follar?

-Métela un poquito, pero en el culo.

Ya de aquella supe que nunca iba a entender a las mujeres. Primero me diera una hostia por decirle lo de metérsela en el culo y ahora me lo ponía en bandeja.

Se la acerqué al ojete, empujó con el culo y, apretadísima, se la clavó hasta el fondo. De su garganta salió un gemido de placer. Le pregunté:

-¿Le puedo coger las tetas?

-Coge, y no pidas permiso para hacer lo que te de la gana.

Le cogí las tetas y magreándoselas le follé el culo. No sé el tiempo que pasara, pero ya mi tía gemía cuando me preguntó:

-¿Te vas a correr?

-Aun no.

-Mejor, tu tía quiere correrse otra vez.

Metió una mano entre las piernas y se tocó. Cuando estaba a punto, me volvió a preguntar:

-¿Aguantarás si la metemos en el coño?

Subió encima de mí, la metió en el coño encharcado. Entró como una bala en la carne. Me dio las tetas a chupar. Después, me llevó las manos a las tetas, y mientras se las magreaba, me folló mirándome a los ojos, y diciendo:

-No te corras, -me folló dándole el culo de adelante hacia atrás, de atrás hacia delante y dándole alrededor- no te corras... no te corras ... no te corras, -los ojos se le pusieron vidriosos- no te corras. Necesito acabar. Me voy, me voy, me voy. ¡Ooooooh! ¡¡Me corro!!

Se derrumbó sobre mi. Con las dos manos intentó arrancar los barrotes de la cabecera de la cama, Su boca se unió la mía y su lengua entró en mi boca. Cuando le di la mía, la chupó cada vez con más fuerza hasta que se acabó de correr dejando mis huevos encharcados de jugos.

Al acabar de correrse, me siguió besando, ya con dulzura, después se echó boca arriba y me dijo:

-Ven y métemela entre las tetas. Le metí la polla entre las tetas, ella las apretó con las dos manos. Se las follé y tres chorros de leche fueron a parar a su cara.

Después de correrme, se limpió, cambió las sábanas y nos echamos a dormir cada uno en su cama.

MI PRIMA SARITA

Una semana después, estando sentado en la piedra leyendo un cuento del Jabato, mi prima se sentó en mi regazo y no movió en culo. Me dijo: "¿Quieres fuchicar conmigo?" Fuchicar le decíamos en la aldea a follar."¿Cuándo?" Giró la cabeza y me respondió: "Ahora. Tus abuelos, mi madre y mi hermano aún tardan un par de horas en venir de la marea:" Se me empezó a poner la polla dura. Le pregunté: "¿En tu casa o en la mía?" Sonrió picaramente, antes de decir: "En el alpendre, sobre la paja."

Nos fuimos al alpendre, cerramos la puerta y nos besamos como es debido por vez primera.

Le quité la blusa y sus pequeñas tetas quedaron al aire. Le lamí los pezoncitos y se las chupe. Le bajé la falda y las bragas. Su chochito parecía un jardín con cesped negro. Se lo lamí y vi que estaba mojado. Mientras ella se quitaba las sandalias, me puse en pelotas. Mi prima se echó boca arriba sobre la paja, y me dijo: "No me la metas. Haz lo mismo que te hago yo, frota."

Me arrodillé y le froté la polla contra los labios y el clítoris. Enseguida se le empapó el chochto con sus flujos y la aguadilla que salía de mi meato. Sarita se puso colorada, pero colorada color sangre... Sus gemidos eran angelicales cuando comenzó a hacer pis por ella y a temblar. Al ver que me miraba con los ojos en blanco le encharqué el chochito de leche.

Después de corrernos y limpiarle el chochito con mi pañuelo, me eché a su lado sobre la paja. Me cogió la polla, blandita, y apretándola me dijo: "Hazme lo que me hiciste antes." No sabía a que se refería y le pregunté: "¿Besarte?" Me besó ella a mí, y me dijo: "No, pasar tu lengua por mi chochito."

Metí mi cabeza entre sus piernas, le abrí el chochito con dos dedos y vi que el agujero de su vagina era poco más grande que la cabeza de un alfiler. Nunca había visto un chocho virgen, pero obviamente aquel era uno. Lamí los labios y el pequeño clítoris, a la segunda lamida ya el clítoris estaba fuera del capuchón. Metí todo el chochito en la boca y lo chupé. Cuando volví a lamer de abajo arriba, oí otro: "Aaaaaaay" y un líquido calentito comenzó a salir del chochito y a llenar mi boca. Mi prima se sacudía como si tocara un enchufe ce corriente. No pude aguantarme, agarré la polla, la sacudí y me corrí sobre la paja.

Y hasta aquí hemos llegado, espero que os gustara lo que os he contado.

Quique.