De ilusiones, fantasías y demás realidades (final)
Si no te has leído las otras tres partes o no te han gustado es una completa pérdida de tiempo que leas esta. Sé que eso me hará perder lectores, pero evitará que pierdas 20 minutos
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Los días como aquellos no pasan, corren. Se te escapan porque si fueras Dios, si pudieses escoger por el mundo escogerías que te pasase justamente lo que te está pasando. No es algo demasiado frecuente, pero cuando sucede, la velocidad del tiempo cambia bruscamente sin necesidad de usar la luz como de excusa como hiciese Einstein en su momento.
Durante esos tres días nos seguimos viendo tanto como podíamos. Aprovechamos cada ocasión que tuvimos para comer juntos, o cenar, o simplemente tomar un café.
Las seis de la tarde del viernes nos sorprendieron en la estación de RENFE de la Plaza Cataluña. Ella orgullosa de haber terminado con todo el trabajo, yo hecho polvo de encontrarme en una despedida impuesta por ese Dios maquiavélico que rige con mano inflexible sobre unas casualidades que pocas veces me favorecen.
-Y así se terminó la semana- dije cociéndola de la mano.
-Y así empezamos otra- dijo buscando un optimismo del que yo me veía incapaz.
-Ha sido todo muy rápido.
-No tienes porque hablar en pasado. En quince días nos volvemos a ver.
-Pero esta semana ha sido muy rápida.
-Y eso debe significar que ha sido bonita ¿no?
-Muy bonita.
-¿Sabes que te echaré de menos?
-Yo también.
-¿Cuánto se puede tardar en llegar a Galicia en moto?- pregunté después de una pausa.
-Eres tonto- contestó entre carcajadas cuando el tren frenaba en el andén.- Pensaré en ti.
Y con esa promesa desapareció dejando a este tonto mirando dónde había habido un tren, pensando criogenizarse quince días o ponerse a llorar convencido que nadie en la estación lo reconocería. Los hombres intentamos no llorar en público ¿sabéis?
Salí de la estación y recuperé la moto de entre las docenas de motos que había aparcadas en la plaza y me fui a casa. No tenía intención de ir a ver a mis padres hasta el domingo por la noche. Mi padre no me perdonaría no asistir en nochebuena, pero yo no me perdonaría asistir antes.
Ese fin de semana me quedaría en casa compadeciéndome de mi mismo porque soy de esas personas tontas del culo que son incapaces de sentirse afortunados durante más de cinco días seguidos. Inmunodeficiencia anímica sería el diagnóstico más acertado que haría a la gente que como yo regala al mundo el control sobre nuestro estado de ánimo.
Me sentía como un niño pequeño abandonado en el colegio por la crueldad de sus padres. ¡Seré imbécil!
Cada llamada de Sandra me daba aliento. Cada mensaje contestado era un empujón para poder soportar unas horas de dolorosa soledad. Despegaba, volaba y volvía a olvidarme de todo lo bueno. Un bucle infinito que se repitió durante días.
Nochebuena, Navidad y San Esteban (festivo en Cataluña) suponen una sobredosis de relaciones familiares para quien se encontraría fuera de lugar en cualquier rincón del mundo. Creo que era miércoles ese veintisiete cuando salí corriendo a refugiarme en mi cueva de Barcelona. Al menos, en mi reino, no debía fingir una alegría que no sentía, que se estaba diluyendo día a día hasta que todo cambió al hablar con Sandra. Ya no quedaría felicidad que diluir.
-Hola Arnau.
-Hola Sandra. ¿Qué tal se han terminado las fiestas por ahí?
-Voy a ir sin rodeos Arnau- dijo asustándome- Mal. Muy mal.
-¿Y eso?- pregunté convencido que era la introducción a algo bonito.
-Me siento agobiada. Me paso el día pendiente del teléfono. Esperando tus mensajes o tus llamadas y ya no puedo más.
-Yo
-Y además esa absurda preocupación constante por si estarás bien o si estarás pensando en mi.
-Pero eso es bonito ¿no?
-No Arnau. Eso no es bonito porque no voy a poder disfrutar de estas dos semanas.
-Claro que sí. Yo estoy bien- dije sacando un optimismo algo hipócrita.
-Ya te digo que no.
-¿Entonces?
-Mira. Vamos a intentar no llamarnos ni mandarnos mensajes hasta reyes- soltó con una crueldad que aún hoy me sorprende.
Estuve a punto de ponerme a llorar de nuevo. Me canso hasta a mi mismo. Tantas ganas de llorar absurdas. Entiendo que se estaba agobiando, que se sentía atada y que quería sentirse más libre pero en aquel momento me estaba abofeteando el alma.
-No te lo tomes mal. No has hecho nada. Pero no quiero agobiarme.
-Tranquila- conseguí contestar.
-Después de reyes te llamaré.
-Como quieras- terminé abatido sin saber muy bien que decir.
-Un abrazo.
-Un abrazo.
Y eso era todo lo que iba a tener de ella en quince días: un abrazo telefónico. Me quedé planchado al sofá, como si me acabasen de dar una paliza. Yo me había esforzado en no agobiarla, había intentado no ser tan pesado como salía de mí y aún así ella se sentía mal. Ya nunca sabré si realmente me equivoqué en algo pero creo que no. Estoy casi convencido que le dejé el espacio que necesitaba.
Lo que sí sé es que desde aquel preciso momento nuestra relación estaba en un punto muy difícil de recuperar. Pasar por aquello tenía que significar a la fuerza que ella ya no pensase en mi con un sentimiento bonito. Estaba empezando a pensar en mí como algo agobiante y eso tenía difícil cura. O se despertaba un día a media noche echándome de menos o aquello se había terminado.
Llamé a Carlos aguantando la llorera pensando encontrar a alguien que me protegiese y me dijese que todo saldría bien. Necesitaba que ese día alguien se hiciese cargo de mí y me diese el ánimo que me faltaba, pero Carlos no era de esos. Carlos no era de los que imbecilizan a la gente.
-No entiendo como me hace esto
-Arnau, te voy a decir una de las pocas cosas que tengo realmente claras y que tú ya deberías saber.
-¿Qué?
-Ella no te hace nada. Nadie te hace nada.
-¿Qué quieres decir?
-Aquí cada palo aguanta su vela. Las personas hacen cosas, pero no nos las hacen. Cada uno tiene su película y hace con su vida lo que puede más que lo que quiere. Luego eso tiene consecuencias a los que están cerca pero eso ni es la causa ni es el objetivo. No podemos creernos el centro de la vida de nadie porque eso no se aguanta.
-Pero sí tenemos que tener en cuenta a los demás.
-Sí. Algunas veces. Pero suficiente tenemos otras con pensar en nosotros mismos en cuidarnos. Al final en cada situación hacemos lo que creemos que es mejor y eso no lo podemos someter a votación popular. Tú haces lo mismo. Suficiente tienes con levantar tu estado de ánimo para pensar en nadie.
-Y aún así lo hago.
-Solo porque te ayuda a ti.
-Vale- contesté después de una pausa.- Supongamos que tienes razón. No me "hace", ¿pero porque lo hace?
-Porque quiere sentirse bien y cree que esa es la manera. Es muy fácil Arnau.
-Sin más.
-Sin más Arnau. Ya sé que una parte de ti espera descubrir la verdadera condición humana con esto pero no creo que haya mucho más.
-¿Y yo que hago con esto?
-Lo mismo que todos Arnau. Lo que puedas. Pero deberías empezar a pensar porque alguien tiene tanto control o poder sobre tu estado de ánimo.
-Porque estoy enamorado Carlos.
-¿Y eso es excusa? ¿Eso es el amor? El amor es según mi amigo Arnau- decía irónico- una completa dependencia emocional.
-¿Entonces porque es?
-Por miedo. Joder Arnau. Por miedo y porque eres incapaz de esperar que las cosas pasen. Deja de explicar el mundo de una puñetera vez y relájate.
-No me hables así Carlos. No me lo merezco.
-Ya sé que no te lo mereces. Pero tienes que espabilar de una puñetera vez. Te pasó con Sonia, te pasa ahora con Sandra. ¿De verdad te vas a pasar la vida entre sonrisas y lágrimas? A mi me duele verte así.
-¿Y yo que quieres que haga? Yo soy así.
-Pues vas a tener que empezar a cambiar si quieres ser feliz algún día.
-ufff
-¿Sabes que te quiero?
-Dicho así puede sonar cursi pero supongo que sí lo sé.
-Solo quiero ver que estás bien y eso va a ser muy difícil si no te endureces un poco tío.
-Empiezo a darme cuenta Carlos.
-¿Me llamarás si me necesitas?
-Claro tío.
Eso era lo que me faltaba oír. La culpa la tenía yo. Si todo estaba a punto de fastidiarse era por mi culpa. Ya sé que eso no era de lo que había hablado Carlos, que él solo quería que me tomase mejor las cosas, pero como me había sonado a bronca lo encajé de esa manera. Como si me estuviese culpando.
Al final quizá de lo que se trataba era de empezar a aceptar la situación e intentar hacer ver que no fue tanto como quise creerme. Podía intentar concentrarme dos semanas en pensar que era afortunado
Y lo era. Claro que lo era. Laura me llamó esa misma tarde y la invité a cenar a casa. Tenía ese don, el de aparecer en el momento oportuno.
Llegó tan sonriente y guapa como de costumbre. La veía y pensaba que sería difícil que una chica así se conformase algún día con cualquier tío guapo que le pase cerca. ¿Cómo tendría que ser un chico para estar a la altura de Laura, para poder motivarla día a día?
-Buenas tardes Laura- dije abriendo la puerta.
-Buenas tardes pequeñín.
-No me llames pequeñín- fingí quejarme.
-Si es lo que eres Eres un pequeñín. ¿Cómo estás?
-Pues no muy bien.
-¿Y eso?- me preguntaba estando ya sentados en el sofá.
-Sandra.
-Pero si se fue a Galicia contentísima. La tienes medio conquistada.
-La tenía. Hoy hemos hablado y dice que se está agobiando.
-Eso ya me lo temía yo- contestó visiblemente triste.
-Ya se acerca el final.
-No digas tonterías hombre. Sandra es un espíritu libre y eso de pensar en ti la estará agobiando un poquito. Ya verás que cuando vuelva se derrite de nuevo con esa sonrisilla pícara que tienes.
-¿De verdad lo crees? Me parece que me estás intentando proteger y creo que no lo necesito.
-Vaya.
-Olvidemos que la conoces. ¿Qué opinas?
-¿De verdad?
-Sí, de verdad.
-Opino lo que te dije en la fiesta. Sé que eres mayor que yo pero en algunos aspectos eres un niño. Lo que te digo no tiene nada que ver con ella. Tiene que ver con como te tomas las cosas. ¿Por qué te crees que hace un momento te estaba protegiendo? Eres demasiado frágil Arnau. Tienes que empezar a cambiar.
-Pero yo no quiero cambiar. Me gusta ser como soy. Soy frágil, quizá sí, pero valiente. No me da miedo romperme. Vivo las cosas intensamente y eso me gusta.
-Eso no tiene nada que ver con lo que te estoy diciendo. Lo que yo quiero es que no te pueda afectar tanto lo que digan o hagan los demás. En este caso Sandra.
-¿Y como se hace eso? ¿Con los mismos escudos que lleva todo el mundo? Protegiéndome continuamente para que la gente no me hiera.
-No tiene porque ser así. Algunos lo hacen, otros recurren a la autoestima y la confianza en uno mismo.
-Creo que me he leído todos los libros sobre la autoestima que he encontrado y no me han ayudado demasiado.
-Complican demasiado las cosas.
-¿Y tú me las vas a simplificar?
-Un poco sí.
-Ilumíname- contesté incrédulo.
-Hazte mayor. Eso no tiene nada que ver con cumplir años. Solo tienes que hacerte mayor.
-¿Y eso se hace?
-Responsabilizándose de uno mismo.
-¿Crees que no soy responsable de mi mismo?
-La verdad es que no.
-Eso significa que no nos quejamos. Hay cosas que me gustan y otras que no, pero la queja absurda infantil ya no la uso más. Eso de "el profesor me tiene manía" no lo digo ni aunque sea cierto, porque si me tiene manía es por algo, justo o no es lo que es así que no me quejo. Acepto o cambio lo que me molesta pero no me quejo. Admito que las cosas cambian pero no busco culpables ni me escondo en el culpable cuando lo encuentro. Soy el responsable último y único de todo lo que me pasa. Nada de quejas, nada de excusas. Entiendo el mundo que me rodea y trabajo a partir de aceptar esa realidad. Cuando tengas eso tendrás la autoestima donde toca.
-Pues no es por ahí por donde van los libros, no.
-Eso es lo que debería hacer una persona con la autoestima donde toca. Piensa en Carlos, o en los amigos que tengan la autoestima que deberías tener tú. ¿Se quejan? ¿Se esconden en la queja o en un culpable? ¿O aceptan las cosas y echan pa lante? Esa debería ser la consecuencia pero si empiezas por ahí le darás la vuelta al proceso.
-¿Os habéis apuntado a un club de autoayuda con los demás invitados del Diario de Patricia? (programa de la televisión Española)
-¿Qué dices?
-No me gusta parecer el tonto mayor del reino. Va a resultar que me rodeo de gente súper madura y súper maravillosa y que yo soy un puto crío que no tiene ni idea de nada.
-Yo no he dicho eso Arnau.
-Pero es como me siento.
-Y yo solo quiero que te sientas bien. No debería haberte dado un consejo.
-Bueno - dije arrepintiéndome de haberle hablado así.- Supongo que te lo estaba pidiendo de algún modo. No me molesta que me intentes ayudar. Me molesta darme cuenta que todo el mundo parece tener las cosas clarísimas menos yo.
-Bueno, también hemos aprendido a dar esa imagen. ¿No crees?
-No lo sé Laura. No lo sé. Solo sé que me gustaría estar con Sandra y pasarme una noche abrazado a ella sin prisas. Es lo único que quiero y a estas alturas es de las cosas que empiezo a tener claro que voy a perderme.
-Eso no lo sabes Arnau. No te anticipes. Vamos a ver como van las cosas Yo solo quiero que pase lo que pase estés bien. Sabes, mereces estar bien. Por tu transparencia, por tu bondad el mundo por desgracia no suele ser justo pero quiero que sepas que te mereces que las cosas te salgan bien.
-Pensaré en esto cuando las cosas se tuerzan.
-Tú no pienses en eso. No seas negativo y ya veremos como sale todo. Mírame a mí, ya estoy superando lo de Carlos.
-Pero eso no significa que haya salido como querías.
-Que las cosas no sean como queríamos no significa que sean malas. Significa que son distintas.
-Pues vamos a ver que distintas salen las mías.
-Vamos a ver- contestó sonriendo.
-Pedimos pizza.
-¡Adelante mis valientes!
Cenamos alegremente mientras nos bebíamos un par de cervezas. Me tranquilizaba mucho estar con ella y las conversaciones fueron relajándose pasando a las trivialidades que deberían centrar las conversaciones de chavales como nosotros.
La noche pasó volando gracias a ella. Se quedó a dormir en casa simplemente porque era absurdo que se fuese a la suya. No teníamos demasiada prisa ni nada de lo que escondernos. Lógicamente, y no debería contarlo, no pasó nada de lo que tuviésemos que volver a arrepentirnos. Éramos dos amigos más que se querían como tal. Algo que sigue habiendo gente que no puede aceptar entre personas de distinto sexo.
Se fue por la mañana y yo me quedé tirado en la cama como si fuera ropa sucia. Pasé hasta el día treinta y uno deambulando por la casa, comiendo y cenando con ella. Mientras ella se pasaba las horas en la universidad yo escribía, escuchaba música y la esperaba para no sentirme tan solo.
Pero nochevieja llegó y cada uno volvió a su casa. No se ella pero yo me emborraché como nunca para terminar llegando a casa ya de día convertido en algo que se parecía a una persona solo de casualidad.
A partir del día dos todo fue a peor. Me quedé solo en Barcelona esperando alguna llamada de Laura. Nuestro estado de ánimo tiene un indicativo muy fácil de interpretar: nuestra relación con la soledad. Sentirse bien cuando estás solo con ella es un muy buen síntoma. Siempre he pensado que si eres capaz de apreciarla y valorarla es que es estás bien contigo mismo.
Si te ahoga y aún así la buscas es posible que tengas un problema. Al menos yo sé que tengo un problema cuando insisto en quedarme solo sabiendo que eso no me está haciendo ningún bien. En cierto modo es como si me estuviese castigando por algo y no estuviese dispuesto a perdonarme.
Supongo que mientras lees esto te habrás hecho una imagen de cómo soy de cómo era hace unos años. Es posible que te den ganas de entrar en el relato para darme una colleja. Te aseguro que mientras he estado escribiendo esto a mi también me han dado ganas de dármela. Mi comportamiento durante esa semana, llorando de lado a lado de la casa y encargando comida para no salir a la calle, era patético. "¡Espabila!" Me chillaría ahora mismo si ese mensaje pudiese haberme llegado hace siete u ocho años.
El problema es que difícilmente podemos escoger quien somos en cada momento de la vida. En esa etapa mi rol en el mundo era el de niño bueno y frágil. Como tal me comportaba, ya lo veis. Quizá por eso tuve muy poco que decir cuando el día seis llegó una visita por sorpresa:
-Buenos tardes- dije sorprendido abriendo la puerta.
-Buenas tardes Arnau.
-Me moría de ganas de verte- dije nervioso como un flan.- Pensaba que me llamarías hoy o mañana o que
-Tranquilo, tranquilo No te aceleres- dijo dándome un beso en la mejilla.- ¿Puedo pasar?
-Claro, claro- contesté apartándome con la cara de tonto que se volvía a poner al verla.
-Tenía ganas de verte- dijo encogida con las manos en los bolsillo.
-Y yo también Sandra.
-Han sido unas navidades peculiares- decía mirando al suelo.
-No hace falta que lo digas. ¿Quieres que nos sentemos en el sofá? Carlos no está pero si prefieres podemos ir a dar un paseo- dije mostrándome tan positivo como podía.
-Me tengo que ir en seguida Arnau- dijo retorciéndome el estómago en una sola frase.
-¿Y eso?
-En un par de días tengo exámenes y tengo que estudiar.
-Bueno, no te preocupes- dije mostrándome más comprensivo de lo que en realidad soy.
-Estas vacaciones han sido muy raras Arnau. Me sentía muy mal echándote de menos y me enfadé conmigo misma. No me gusta esa sensación.
-Lo entiendo- atiné a decir.
-No quiero sentirme así durante los exámenes.
-¿Qué quieres decir?- pregunté asustado.
-Creo que va a ser mejor que no nos veamos durante un tiempo. Hasta que pase todo al menos.
-¿Estás cortando conmigo?
-No quiero decirlo así Arnau.
-Claro, porque no había nada que cortar ¿verdad?
-No lo hagas más difícil por favor.
-De verdad que me esfuerzo.
-Lo sé.
-Entonces ¿se acabó todo?
-Ya veremos Arnau. Dame unos días.
-Te agradezco que no quieras destrozarme de golpe.
-Lo siento. No es que no quiera destrozarte. Te aseguro que esa semana que vivimos fue muy bonita para mi. La viví más intensamente de lo que te puedas creer o de lo que pueda creer la gente que me conoce.
-Pero no fue suficiente.
-No es que no lo fuese Arnau. Es que todo es muy complicado.
-No debería serlo si dijeses lo que de verdad quieres decir.
-¿No te das cuenta que intento no decir nada de lo que pueda arrepentirme? Me lo estás poniendo muy difícil. Intento no hacerte más daño del necesario.
-No tendrás que arrepentirte de nada.
-Ya me estoy arrepintiendo.
-Lo siento.
-Arnau, te aseguro que siempre te voy a recordar con cariño. Me voy a quedar para mí con tu mirada el día que nos conocimos en esta misma casa. Se me está partiendo el alma de hablarte así pero no quiero seguir con esto.
-Tranquila Sandra. Es algo que de algún modo me esperaba.
-Y quien sabe que es lo que puede pasar algún día- dijo siendo esta vez ella la que lloraba disimuladamente
-Quien sabe - contesté completamente incrédulo.
Ese debe ser mi privilegio. Hacer sentir mal a la gente en los momentos en que, en el fondo, me están protegiendo. De nuevo aquello ya no tenía vuelta atrás. La había puesto en una situación tan difícil para cortar conmigo que lo del recuerdo bonito pasaría a ser una utopía.
Tocaba deshacerse de las ilusiones que quedaban y agarrarse con fuerza a una realidad que en aquel momento se me antojaba repugnante. Seguí llorando durante una semana sin salir de casa. Me gustaría describir la tristeza que sentí entonces pero no quiero. No quiero porque me doy rabia, me avergüenzo. Ese esfuerzo en compadecerme de mi mismo y esconderme del mundo me parece, hoy, incluso despreciable.
Supongo que en el fondo era un flojo, un niño que solo quería que lo arroparan y se hiciesen cargo de todo por él. Así me sentía. Como un niño perdido en un gran centro comercial incapaz de hablar con los adultos que lo rodean y que termina por esconderse entre abrigos expuestos para no tener que salir solo al mundo.
Y yo ya no era un niño pequeño, por más que quisiera serlo. Era un adulto que debería ser capaz de hacerse cargo de él mismo. ¿Cómo pretendía ser merecedor de nadie con esa actitud tan patética?
XI
Pasaron las semanas y seguía escondiéndome del mundo. Me pasaba los días paseando en moto, intentando no encontrarme con nadie y sufriendo la absurda esperanza que un día volviese a llamar.
Sandra sí me llamaba. De vez en cuando al menos. Pero no le daba mucha conversación y me negaba a quedar con ella. Ella me repetía que no le importaba que no tuviese ganas de verla pero que seguía siendo mi amiga y que estaba disponible para mí. Os aseguro que se lo agradecía pero cuanto más tiempo estuviese cicatrizando todo mejor afrontaría lo que fuera que tuviese que afrontar.
Así que se puede decir que sí, que me escondí de todos, hasta de Carlos. Esa estúpida costumbre de regodearse en la propia mierda no suele aportar nada pero quizá formo parte de una subespecie que tiene la peculiaridad de hurgarse la llaga durante un par de semanas para comprobar que sigue ahí.
Un mes después empezaba a levantar cabeza. Seguía triste casi de manera continúa. Recuperaba la sensación aquella de tener a alguien estrujándote la tráquea pero hice un trato con mi tristeza. Yo no luchaba contra ella y le dejaba las noches para que se desahogara y ella me permitía mantener conversaciones normales sin tener la sensación constante de estar a punto de ponerme a llorar. ¿Serán estos los diecinueve días y quinientas noches?
Carlos insistió en que tenía que ir a la fiesta universitaria que se hacía todos los febreros. Era la fiesta que daba el comienzo al nuevo semestre. Curioso empezarlo así, con una fiesta para celebrar algo nuevo cuando yo estaba tan anclado en lo viejo. Acepté como un acto de rebeldía contra lo que sentía. Sabía que la volvería a ver pero quizá si lo hacía y me pasaba otra noche llorando sin dormir aceleraba un poco el proceso de recuperación de aquello.
No sé si sirvió para acelerar el proceso pero verla os aseguro que la vi. No os diré que estaba tan preciosa como siempre porque mentiría. Estaba tan guapa que resulta absurdo. Llevaba el pelo suelto. Se lo había cortado un poco. Sonreía y reía de tal manera que, vista desde lejos, la extrañé como debe extrañar su tierra un emigrante. Pensando quizá que la vida me llevó de su lado y que, pasase lo que pasase, mi casa estaba ahí. Estuve a punto de salir corriendo, de refugiarme en algún lugar donde llorar y gritar bien fuerte.
Pero no pude, no quise. Me vio y su sonrisa no cambió. Me hizo un gesto alegre para que me acercara y lo hice como seguiría haciendo otro millón de veces si hiciese falta. Me había perdonado, lo veía en sus ojos, seguía apreciándome, a su manera, pero quizá había mantenido su promesa al fin y al cabo.
-Buenas noches- dijo dándome dos besos sonriente.
-Buenas noches Sandra- fingí sonreír.
-¿Cómo estás?- dijo seria.
-Bien.
-¿De verdad?
-¿Qué quieres que diga? ¿Qué estoy estupendo?
-No tienes que decirme nada Arnau. Me preocupo por ti. Siento mucho que lo nuestro no funcionase.
-No tienes que sentirlo Sandra. Las cosas pasan.
-Quiero que sepas que para mi fue bonito.
-Eso ahora no me sirve demasiado. Te echo de menos.
-Y yo a ti. No como tú quisieras, pero te sigo echando de menos. Tengo la sensación que nunca podremos ser amigos y eso me entristece muchísimo- dijo cogiéndome la mano.
-Igual, algún día, quien sabe No era eso lo que dijimos. Quien sabe El cariño que te tengo me lo guardo.
-Y aunque no sé si te lo creerás te lo agradezco. No me gustaría que tuvieses un mal recuerdo de mí. Solo fue una semana, pero fue especial.
-¡Hola cariño!- dijo un chico dándole un beso delante de mí dejándome completamente petrificado.
-¡Eres tonto!- dijo Sandra dándole un empujón.- ¡Apártate!
-¿Y ese chico?- pregunté extrañado mientras se iba aunque conocía de sobras la respuesta.
-Lo conocí en Galicia y resulta que estudia en Barcelona- contestó con cara de asustada.
-¡Joder! ¡Que tonto he sido!- dije a punto de ponerme a llorar.
-Quería decírtelo y no sabía como Le avisé que tuviese cuidado No quería hacerte pasar por esto.
-Lo que más me jode es que me he estado engañando a mi mismo cuando supongo que todo estaba muy claro.
-No seas duro contigo mismo ahora Arnau.
-Sandra- dije cambiando el tono de voz de triste a serio y convencido- no me va a hacer demasiado bien seguir aquí contigo. Voy a ponerme a llorar de un momento a otro y preferiría que fuese estando fuera solo.
-No tienes porque irte.
-Nunca te pedí gran cosa y no te lo voy a pedir ahora. Siempre fui sincero contigo y te aseguro que disfruté de cada instante. Da igual esto Sandra, a mi se me pasará, pero tú sigues siendo alguien excepcional y aunque pueda ser que te suene forzado te digo de verdad que espero que todo te vaya muy bien. Me gustaría pensar a partir de hoy que eres una persona completamente feliz, aunque no lo vaya a ver. Espero que te des cuenta de lo sincero que estoy siendo.
Le di un beso en la mejilla y me di media vuelta sin que ella contestase. Me crucé con Carlos mientras salía pero entendió mi mirada brillante ya por una incipiente lágrima y dejó que saliera a la calle desierta sin intentar impedirlo. Yo corrí calle abajo llorando y compadeciéndome. Me detuve nada más girar la esquina y me apoyé contra la pared incapaz de decidir el siguiente paso.
Laura apareció. Los amigos tienen eso, que siempre aparecen. A veces no sabes como se las apañan para aparecer justo en ese instante en que te sientes el ser más solo del universo.
-Buenas noches Arnau- dijo poniéndome una mano en el hombro.
-Buenas noches Laura- dije llorando como un niño pequeño.
-Así que ya lo sabes Lo siento en alma. Era precioso ver que lo que sentías por ella era tan sincero y tan puro. Ya no es que me sepa mal por ti, me sabe incluso mal por mí. Poco a poco voy perdiendo la fe en el amor.
-Yo seguiré creyendo un tiempo más por inercia- dije irónico mezclando la risa y las lágrimas.
-Deseaba que te lo contara cuanto antes. No sabes lo que me he preocupado por ti este último mes.
-Lo sé. Perdona. Sé que no me lo merezco.
-Estas cosas ni se merecen ni se dejan de merecer. La amistad no te la dan con balance contable.
-De todos modos intentaremos intentaré merecerme más tu amistad de ahora en adelante.
-No te preocupes por eso ahora. Tienes veintitrés años y, aunque no te lo parezca, esto no es el fin del mundo.
-Ya lo sé Laura. Si yo también sé toda la teoría. Es más, empiezo a tener hasta algo de práctica. Pero hoy no puedo hacer mucho más que llorar.
-Pero mañana tienes que empezar a olvidarla Arnau.
-Ya estoy en ello, puedes creerme- contesté llorando.- Llevaba un mes olvidándola todos los días, a todas horas y parece que no lo estoy haciendo muy bien.
-Tampoco creas que le va a ir bien con ese chico. Te dije que Sandra no es chica para nadie ahora mismo.
-No quiero eso Laura. Te lo digo de corazón. Ojalá sea feliz con ese chico, ojalá le vaya bien.
-Esta es una de esas cosas que te hacen ser especial Arnau. ¿Sabes que creo que estás siendo realmente sincero?
-Claro que lo estoy siendo. ¿Para que iba a querer yo que le fuese mal con este chico? Sí ha decidido tomar otro camino solo puedo esperar que le vaya bien.
-Poca gente sería capaz de tener un buen deseo en estos momentos. Me sigue sorprendiendo lo sinceros que eran tus sentimientos. Realmente no te mereces pasar por esto Arnau.
-Me parece que éste ya no tiene porque ser un mundo justo.
-No vamos a pensar en eso. Ahora nos tocará levantarnos de ésta ¿no?
-Supongo que sí. No entiendo como puedo estar así tan triste. Hace un mes que se terminó todo y lloro más ahora que antes.
-Esto también pasará Arnau. Lo sabes.- me dijo dándome un beso en la mejilla.
-Lo sé. Sé que también pasará. Pero ahora estoy triste y enfadado. Supongo que conmigo. Estoy muy enfadado conmigo mismo.
-No tienes que enfadarte contigo mismo Arnau. No has hecho nada.
-¿Sabes porque estoy enfadado conmigo mismo?
-No, dime.
-Porque tengo envidia Laura. Me avergüenzo incluso de la envidia que tengo de ese chico porque ha conseguido algo que yo anhelaba. No he sido suficiente. Tuve la oportunidad y no fui suficiente para ella.
-No digas esas tonterías Arnau. No se trata de ser o no ser suficiente. Vas a destrozar la poca autoestima que te queda sin ningún motivo. Se trata de que unas veces las cosas funcionan y otras no. La próxima te funcionará.
-¿Y eso que más da ahora?
-Supongo que no sirve de nada, pero no pienses que tú no has sido suficiente, piensa que no tenía que ser.
-¿Y con ese chico sí?
-Pues vamos a tener que aceptar que sí Arnau por mucha rabia que te pueda dar.
-¿Cómo quieres que no le tenga envidia?
-No te he dicho que no se la tengas. Si es lo que sientes adelante. Además, está bien que lo admitas. Es un sentimiento feo que no mucha gente es capaz de admitir.
-¿Y eso que tiene de bueno?
-Arnau, no puedes superar un sentimiento que no tienes o que te ocultas. Es duro ser sincero con uno mismo y no todo el mundo lo hace. Dentro de unos días esa envidia desaparecerá y quizá unos días después la tristeza se vaya a buscarla para no volver.
-¿Al final solo fue una absurda ilusión verdad?- pregunté después de una pausa.
-¿Sabes una cosa?- preguntó cambiando el tono a uno un poco más alegre.- Por mucho que nos digan que las personas somos animales racionales yo creo que somos algo más. Somos animales imaginativos.
-¡Que tontería!- salió una sonrisa a trompicones.
-No hombre- dijo sonriendo levemente.- Prénsalo bien. Hay animales bastante listos, pero ninguno tiene la capacidad de imaginar. De coger la realidad que vive y aplicarle un toque de imaginación.
-¿Y eso es lo que nos hace diferentes?- contesté incrédulo.
-Sí Arnau. Porque cuando imaginamos algo que queremos que pase se convierte en una ilusión y eso nos ayuda a empezar a andar. Nos anima. Cuando imaginamos algo que no queremos que pase se convierte en un miedo. Y eso nos frena, nos despista. Pero no dejamos de hacerlo, seguimos imaginando. Continuamente imaginamos, creamos otro mundo en base de a la realidad. Unas veces son ilusiones, otras veces son miedos. Hay que luchar contra unos pero aferrarse fuerte a los otros. Quizá es bueno mantener un ojo puesto en la realidad pero no podemos dejar escapar nuestras ilusiones. De eso es de lo que estamos hechos: de ilusiones y miedos. Puedes no querer a tus miedos pero no menosprecies tus ilusiones.
-Así que diré que solo fue una ilusión, una fantasía y me olvidaré de lo absurda que fue.
-Imaginar es algo que siempre vas a hacer Arnau. Puedes tener una ilusión o puedes tener un miedo.
-Me voy a quedar con esa ilusión Laura. Ya no tiene mucho sentido, pero intentaré recordarla como algo bonito.
-Eso solo depende de ti Arnau.
-Lástima que nos quedemos sin final feliz- dije convencido y con cierto desánimo.
-Bueno nos hemos quedado sin final alegre. Puede que sí sea un final feliz- contestó sonriente.
-¿Y eso que significa?
-Eso lo dejamos para la siguiente charla- me dijo cogiéndome del brazo y empezando un paseo que nos llevaría a algún lugar donde la tristeza no fuese tan evidente.
XII
Así que tengo que volver a decir que mucho ha llovido desde entonces (y eso todavía, sigue dependiendo de la provincia). Al final mi relación con Sandra terminó por lo que terminan todas: ya no queríamos seguir juntos (al menos ella). Se puede disfrazar con unos bonitos cuernos, con rutina o hasta con incompatibilidades varias, pero sigue siendo cierto que cuando una relación termina es simplemente porque ya no se quiere seguir con ella. Al menos no de una manera activa.
Sandra se lió con un tipo más guapo, más alto, más listo, más simpático y, en aquel momento, más feliz. Yo me lié en mi mismo y en mi incomprensión del mundo
Descubrí que estamos hechos de ilusiones y fantasías. También de miedos, como no. Descubrí que la felicidad quizá solo es buscar con ahínco nuevas ilusiones que nos ayuden a conocernos. Seguir adelante mirando de frente, convertirlo todo en una fantasía porque sino fuese por ellas, por las ilusiones y las fantasías, solo seríamos un manojo de miedos.
Al final también superé esto. Sandra fue feliz, supongo. De verdad que espero que lo fuese. Yo me recuperé y me volví a enamorar otras veces. Volví a recaer y enfermé de nuevo de esta varicela de la que nunca quiero inmunizarme. Siempre vale la pena. Por suerte, como se dice muchas veces con otras cosas, sabemos cual es el primer amor pero nunca sabremos cual será el último.
Me vas a perdonar que me haya permitido el lujo de haberte dicho esto sin que me preguntes. No te lo tomes como un consejo. Como me dijo Carlos un día, no creo que mi forma de ver las cosas tenga que servirte a ti ni que sea mejor que la que tú tengas. A mi me sirve la mía y si algún día cambia ya me enteraré.
No me creo ni quiero ser mejor persona que nadie ni que nadie venga a darme lo mejor que tenga. No quiero responsabilizarme de nadie ni que se responsabilicen de mí. Solo quiero sentirme bien. Sonreír todo el día. Quiero ser tan feliz que no tenga que volver a preguntarme si lo soy.
Me gustaría que estuvieses aquí, conmigo, y que también pudieses compartir mis ilusiones y traer las tuyas. Ojalá venzas los miedos que te queden por vencer, ojalá, tú también, seas tan feliz que no tengas que volver a preguntártelo.
So, so you think you can tell Heaven from Hell, blue skies from pain. Can you tell a green field from a cold steel rail? A smile from a veil? Do you think you can tell? And did they get you to trade your heroes for ghosts? Hot ashes for trees? Hot air for a cool breeze? Cold comfort for change? And did you exchange a walk on part in the war for a lead role in a cage? How I wish, how I wish you were here. We're just two lost souls swimming in a fish bowl, year after year, Running over the same old ground. What have you found? The same old fears. Wish you were here.
Pink Floyd
Ha sido un auténtico placer saber que estabas ahí, leyéndome. Muchas gracias.
Arnau