De ilusiones, fantasías y demás realidades

De lo que pasó un tiempo después de aquel camping en aún no me lo creo.

De ilusiones, fantasías y demás verdades

I

Mucho ha llovido desde entonces (aunque esto sí, ya depende de la provincia). Mi relación con Sonia terminó por lo que terminan todas: ya no queríamos seguir juntos. Se puede disfrazar con unos bonitos cuernos, con rutina o hasta con incompatibilidades varias, pero cuando una relación termina es simplemente porque ya no se quiere seguir con ella. Al menos no de una manera activa.

Cada uno de nosotros lo encajó como pudo. Sonia se lió con un tipo más guapo, más alto, más listo, más simpático y, en aquel momento, más feliz. Yo me lié en mi mismo y en mi incomprensión del mundo. Con lo bien que estaba yo metido en mi rutina, enamorado del recuerdo de unos primeros meses fantásticos… Da igual, sea como fuere, ella voló feliz con su sincero (sincerísimo vamos) deseo de mantener nuestra amistad y yo me empeciné en hundir el pie en la mierda hasta que me llegase a las orejas. Lo típico. Disfruté del placer de auto compadecerme durante meses para convencerme a mi mismo de que sentía la pérdida cuando lo que sentía era que otro me la hubiese quitado.

Por más inteligencia emocional que tenga uno siempre sentimos a las personas que nos rodean como posesiones. Si es así, no podemos sentir que simplemente se van, sino que nos las quitan con lo que nos sentimos traicionados. Si eres libre de estar conmigo y disfruto de ello, ¿Cómo puedo sentirme traicionado si te vas? ¿A caso hoy no sigues teniendo la misma libertad para irte que ayer tenías para quedarte? Por supuesto que no. La fidelidad que me debes como mi pareja está por encima de tu libertad individual.

Total, que como llega uno más guapo, más alto y más listo y se la lleva (no tiene nada que ver que estar contigo ya no la motiva, que ya consigues que cada día sea especial…), tú autoestima se pierde en el retrete con los restos de la última cena y saboreas el dulce sabor del rechazo. Como ya sabemos, el rechazo pasa fatal a palo seco por lo que lo acompañas de un poco de cabreo con el mundo entero. En realidad, si me permitís seguir dando mi opinión que a nadie importa, nadie se enfada cuando la pareja se va. Lo único que sucede es muchísimo más agradable sentir ira que sentir rechazo.

Yo me enfadé muchísimo. Empecé a comportarme como el inmaduro que siempre me enorgulleció ser. Mi forma de pensar y de sentir todo con respecto a Sonia cambió radicalmente. Para que os hagáis una idea de lo que estoy hablando voy a reconocer, por más que me avergüence y que os extrañe, que cuando los veía juntos alguna vez por la universidad pensaba mirándolo a los ojos: "sí, sí, disfrútala, pero yo me la ha tirado más veces que tú y tienes que vivir con eso". Lógicamente a todos os parecerá un pensamiento mezquino, ridículo e infantil pero me juego la autoestima que me queda a que no soy el único que ha pensado así en algún momento para limar las asperezas de la cornamenta.

Como es de esperar, dicha situación destrozó la confianza en mi mismo y cambió mi carácter durante unos meses quitándome esa simpatía de la que había hecho gala toda mi vida. Me pasaba las tardes escuchando música, paseando y buscando la forma de que las cosas volviesen a encajar. No entendía como todo podía ser tan igual, como el mundo seguía su ritmo sin más, y a la vez tan distinto de como había sido hasta que un día mi amigo Carlos medio borracho me dijo:

-Arnau. ¿No te das cuenta de que es lo mejor que te podía pasar?

-Yo debo ser tonto del culo, pero que la novia se vaya con otro no suele considerarse bueno en la mayoría de los círculos "respetables" de la ciudad- contesté irónico.

-Joder macho. Que no es eso. Piénsalo bien. Puedes volverlo a intentar. Y no es un comentario de espíritu olímpico ni cojones militares. No te estoy diciendo que hay que seguir luchando mientras te queden fuerzas ni ningún rollo de psicología barata. Lo que te estoy diciendo es que el hecho de que tu relación con Sonia se haya ido a la mierda

-Gracias por el comentario- le interrumpí.

-Si que te pones susceptible con un par de güisquis- me replicó molesto.- Perdona. Lo que te quiero decir es que al terminar tu relación con Sonia puedes pasar página. Tío, mañana podrías cambiar todos los planes que tenías, puedes reescribirlo todo… Puedes replantearte a ti mismo. Mañana podrías conocer a una tía estupenda que te hiciese estar como un flan toda la noche.

-Tú estás fatal ¿Te das cuenta que me estás diciendo que lo mejor que le puede pasar a todo el mundo que tenga una relación estable es que se termine de un modo u otro?

-No. Bueno…. Sí, si esa relación ya no tiene… llama. Y perdona que me ponga en plan seudo poético.

-Nadie lo diría de un "picha brava" como tú.

-Cuando solo quedan las brasas da mucha pereza ir dándole aire. A menudo, hay tanta brasa después de tantos años que uno no puede desperdiciarlas pero tío, si con veintitantos solo quedan brasas… Joder Arnau, mañana podrías volver a ilusionarte y esa posibilidad vale más que muchas realidades.

No voy a contar a cuenta gente va a parecerle estúpido que eso me aliviase pero fue así. Me di cuenta de que el hecho de que las cosas no encajasen no era algo negativo. Ni mucho menos. En realidad lo que sucedía era que podía poner, mover y quitar como a mi me diese la realísima gana. Podría ser hasta divertido.

Por supuesto seguí unos meses evitando a Sonia porque gilipollas, lo que se dice gilipollas, no lo he sido más que en contadas ocasiones. Libre como era decidí ignorar su capricho de una amistad verdadera chupiguay hasta nuevo aviso y puse en busca y captura la ilusión de la que me había hablado Carlos.

Siendo como era un niño de papá no me costó convencer a mis padres de que unas prácticas en una emisora era una oportunidad buenísima para mi aunque eso significaba, muy a mi pesar, tener que quedarme a dormir en Barcelona. Sería bueno para mi estar antes de las ocho en la oficina sin tener que levantarme a horas intempestivas, desbaratando así el ritmo natural y normal de mi organismo resintiéndose con ello mi ya mediocre rendimiento académico y bla, bla, bla, bla. Total, Carlos y yo nos mudamos a un piso en Barcelona cerquita de la universidad en menos de quince días.

El piso era más grande de lo que necesitábamos y estaba en un bloque donde solo parecía haber estudiantes de todos los países y todas las lenguas. Instalarnos fue muy fácil porque nos lo encontramos amueblado y el proceso hubiese resultado hasta divertido si no fuese por la visita sorpresa que un día me hizo Sonia.

Al llegar a casa cargado con una caja llena de cosas para la cocina me la encontré esperando en el rellano.

-¿Qué haces tú aquí?

-No me contestas el teléfono- me dijo en un tono que me sonaba a bronca.

-¿Y? No sé si te lo creerás pero ya me había dado cuenta de eso.

-Pues que no me parece bien. Habíamos acordado llevar esto lo mejor posible.

-Que yo recuerde- le dije entrando en casa y dejando la puerta abierta detrás de mi por si quería entrar sin necesidad de una invitación- fuiste tú la que acordó solita llevarlo bien. Yo por mi parte lo llevaré como me dé la gana.

-¿Y crees que te hace algún bien ignorarme?

-Lo que no me hace ningún bien es verte.

-¿Cómo puedes decirme eso? ¿Lo piensas de verdad o lo dices solo para herirme?

-Vamos a mi habitación- dije muy serio- no quiero que llegue Carlos y lo incomodemos.

-No me has contestado a la pregunta- me increpó ya entrando en la habitación.

-Sonia, te quiero muchísimo- dije frenando la primera lágrima- ¿Crees que me sirve de algo intentar mantener una amistad? Tú te has ido con otro. Espero que te vaya muy bien, de verdad que no quiero que nada te vaya mal en la vida, pero no quiero volver a verte. Nunca más- terminé dejándome caer sentado en la cama sin poder remediar ponerme a llorar.

-¿Cómo puedes ser tan malo conmigo?- me preguntó también entre lágrimas- No quiero perderte.

-Ya me has perdido- terminé susurrando para que se me tirara encima abrazándome.

Lo que sucedió a partir de aquel momento ha sido lo más cruel que he hecho en mi vida. La besé. La besé con todas mis fuerzas sabiendo que me respondería y que le haría sentirse despreciable. La bese con todo el amor que tenía dentro para que se sintiese rastrera, para que se traicionase a ella misma y al chico con el que estaba saliendo.

Empecé a desabrocharle la blusa muy despacio. No me sorprendió que entre besos dejase escapar un "no quiero que hagas eso" muy tímido pero sabía que no me iba a parar las manos. Tenía tantas ganas de poseerla que no pude terminar de quitarle la blusa blanca que llevaba y se la arranqué de un tirón haciendo saltar los dos últimos botones.

Sin dejar de besarla en ningún momento hice que se acostase sobre su espalda en la cama para poder ponerme encima de ella y poder controlar todos sus movimientos. Sabía que en ese momento había aceptado la sumisión completa y que iba a permitirme hacer con ella lo que quisiese para no sentirse mal con ella misma.

Me devolvía los besos con la misma pasión que yo se los daba. Le lamí el cuello y fui bajando hasta toparme con sus pechos enclaustrados en unos sujetadores blancos que no pudieron resistírseme durante mucho tiempo. Los lamí. Con todas mis ganas, y con más pasión que durante los años que fue mi novia. Mordí sus pezones con menos cuidado que nunca y vestí de saliva con mi lengua ese vientre plano que me llevaba exactamente hasta donde quería llegar.

Desabroché sus tejanos y ella levantó las caderas para que salieran acompañados de su ropa interior sin demasiado esfuerzo. Estaba muy mojada y no me entretuve en más juegos para no dejarla arrepentirse.

Hicimos el amor durante poco tiempo y con los restos de las lágrimas aún en nuestra cara. Nos mirábamos fijamente a los ojos pero no nos sonreíamos. Siempre nos habíamos sonreído el uno al otro cuando nuestras miradas se cruzaban mientras hacíamos el amor pero aquel día era distinto. Cada una de mis embestidas era un reproche, lo que había sido amor era rabia y sabía que ella podía ver eso en mis ojos. Sabía que le estaba transmitiendo todo lo que me había hecho sentir las últimas semanas.

Cuando terminamos no me tumbé a su lado como de costumbre ni la abracé. Me senté en la cama a esperar que se fuera sin decir ni una sola palabra. Oí como luchaba por callar sus sollozos pero no me importó. Por primera vez me sentía acompañado en el dolor y creía que era aquello lo que quería.

A los minutos se levantó sin decir nada y se vistió. Había abierto ya la puerta de la habitación para irse cuando por fin le dije algo.

-Sonia- le dije antes de que saliese.

-Dime- contestó entre sollozos.

-¿También te acostabas con otros cuando estabas conmigo o es que el de ahora no te satisface?

Predije un portazo que no se dio pero desapareció automáticamente de mi casa. Tardé muchos meses en volverla a ver pero ese mismo día empecé a arrepentirme de mi comportamiento y me sentí el ser más rastrero del planeta. Creo que lloré más esa tarde que el día que me dejó porque decía que había conocido a alguien muy especial.

Me odié a mi mismo por haberme comportado de aquel modo solo para no ser el único que se sentía desgraciado. La arrastré hasta mi miseria con una crueldad que me avergüenza y nunca le he pedido perdón. Sé que no soy el único que ha hecho algo parecido y ella no fue la primera a quien se lo hicieron. Sé que muchos sabéis lo mezquino y rastrero que me sentí entonces y entendéis como me costó superar lo que aquella tarde pasó en mi habitación.

Creí, de algún modo, que hacerla sentir tan mal como me sentía yo era una venganza justa cuando lo único que conseguí fue odiarme a mi mismo y justificar que alguien como ella desapareciese de mi lado.

Durante unos meses deambulé por Barcelona buscando nuevos rincones donde esconderme de mi mismo. Carlos intentó ayudarme tanto como pudo pero me respetó a mi y a mis silencios sin dejar de hacerme ver continuamente que seguía estando ahí si lo necesitaba.

Mi hermana dijo avergonzarse de mi tras conocer la historia por boca de Sonia pero terminó por perdonarme de algún modo y ayudarme a superar el bache. Fue idea suya y de Carlos empezar a montar fiestas en casa para tratar de animarme un poco en cuanto empecé a parecer no odiarme a mi mismo.

II

Ya habían pasado al menos tres meses cuando empezamos a montar botellones de escándalo todos los jueves para atraer a nuestra casa el mayor número de universitarias posible. No había vuelto a ver a Sonia pero sabía por mi hermana que estaba bien. Había pasado unas semanas bastante malas pero se ve que el chico con el que estaba era un tipo majísimo que había comprendido y aceptado la situación.

Las fiestas que montamos parecían un cultivo masivo de nabos transgénicos. No aparecía una tía ni para quejarse del volumen de la música. Cada vez que invitábamos a un grupito de chicas de la facultad nos miraban con cara rara presuponiéndonos unos salidos que solo queríamos una cosa de ellas (¿Qué podríamos querer de ellas más que su amistad chupiguay?)

Por suerte, en este país basta con tirar una piedra a un río para que avisen de posibles inundaciones. La fama de nuestras fiestas corrió por el campus y aunque nunca vino ninguna chica a la que invitásemos, otras (que también tenían culo, tetas y- en definitiva- las mismas cualidades intrínsecas que nos interesaban de las primeras) se presentaban sin previo aviso para beber de gorras porque "queríamos comprar algo de beber pero ya habían cerrado la tienda".

Carlos no tardó en hacerse un nombre en Barcelona como ya tenía en Mataró. Gastaba tantos condones que en nuestra calle pusieron un contenedor especial para el reciclaje de látex y sospechábamos que recibía el patrocinio de más de una marca de preservativos.

Yo por mi parte empecé desarrollar una técnica propia que me llevaba, jueves tras jueves, a terminar abrazado a un desconocido (tan repleto de andrógenos como yo) jurándole amistad eterna (por supuesto, chupiguay). Por más que me esforzaba acicalándome, por más simpatía que mostraba, solo conseguía conocer un montón de chicas que tenían claro que el rollete ideal para esa noche no era yo.

Mi moral empezaba a desfallecer cuando conocí a esa chica que tenía que tenerme nervioso toda la noche. El botellón de ese jueves acababa de empezar cuando llamaron a la puerta. Cinco chicas sonrientes parecían esperarme al otro lado cuando la abrí. Sin ningún tipo de premeditación (aunque supongo que con algo de alevosía) di un repaso a lo que podía intuir de su anatomía.

Las dos que iban delante se venían con ganas de llamar la atención. Ambas parecían haberse puesto de acuerdo para vestir tejanos ajustados (digo yo que se los pondrían con calzador) y una blusa ceñida de generoso escote. Semejante visión supongo que me hizo poner cara de tonto cuando me aparté haciendo un gesto con el brazo para dejarlas pasar en un movimiento torero al que solo faltó arrancar un olé de los asistentes.

El panorama de los esos cinco culos entrando en mi casa me puso nervioso mientras me convencía a mi mismo de que tenía que intentar ser el tipo más interesante de la fiesta. Planeé incluso no hacerles mucho caso durante un rato para no parecer desesperado con la intención de entrar a las dos chicas prietas con una buena broma para romper el hielo. "Esta noche tienes que parecer cualquier cosa menos tú"- me estaba diciendo cuando me interrumpieron.

-Si sigues tan concentrado voy a pensar que estás utilizando la fiesta para realizar un estudio sociológico sobre las tendencias gregarias de la juventud barcelonesa"- me interrumpió un voz muy dulce y casi infantil entre carcajadas.

Me giré para ver quien me hablaba y me quedé pasmado. Una chica de no más de veinte años (unos tres menos que yo) me miraba mientras bebía de su cubata aparentemente contenta. Posiblemente era de las que acompañaba a las chicas de los tejanos apretados (en adelante, las prietas) y con semejante compañía tan provocadora me había pasado desapercibida.

Me gustaría poder descubrir su físico pero os mentiría si os dijese que aquel día me fijé en eso. Simplemente ni me importó. Era preciosa. Su piel, morena como su cabello, era tan fina que parecía tener que romperse al tacto. Sus delicadas facciones le daban una dulzura magnética que te hacía perderte en el azul de sus ojos. Casi transparentes parecían el cielo prometido que todos hemos visto y ninguno comprendemos.

Sonreía impaciente de una respuesta sin saber quizá que hay cosas que no se pueden responder. No se puede responder a un cuadro, como no se puede responder a una canción o a un poema. No se puede responder a una sonrisa así porque el silencio es la única respuesta digna para las cosas que de verdad son bellas.

-Desde luego que no debes ser el simpático del grupo- dijo sonriente sin que la decepción que podría estar sintiendo se mostrase en su cara.

-Puedo responder a eso pareciendo simpático e interesante- dije reuniendo todo el valor que me quedaba- pero me vas a permitir que mire hacia otro lado para hacerlo.

-Mira por donde- contestó entendiendo el cumplido.- Muchas gracias.

-Como te diga que las que tú tienes vuelvo a perder los puntos ganados así que no me tientes.

-No, no. Prefiero esperar a ver durante cuanto rato puedes parecer interesante sin que te salga humo de la cabeza.

-Créeme. Me estoy sorprendiendo a mi mismo. No deposites en mi demasiadas esperanzas. Normalmente no suelto semejantes barbaridades hasta el quinto cubata.

-Vaya. Que pena. Otro machito inseguro.

-Oye, perdona. ¿Tú cuantos años tienes? Las chicas no suelen exigir este nivel de concentración en las conversaciones de jueves.

-Acabas de perder los puntos que te quedaban. ¿Qué será lo siguiente? ¿Me hablarás del tiempo?

-¿Nos servimos otro cubata?- pregunté esperando a que asintiese.- Al menos no recordaré el ridículo mañana- dije mientras terminaba de un trago el que tenía en la mano.

-Con lo bien que habías empezado

-Para tú es muy fácil decirlo. Mañana recordarás como un tipo sin demasiada gracia se emborrachaba mientras intentaba parecer interesante. Yo recordaré que hice el tonto una vez más. No te preocupes, estoy acostumbrado, pero no me parece justo.

-La verdad es que no me parece justo. ¿Cómo sabes que va a terminar así?

-Es como una partida de ajedrez. Una chica como tú llega a una fiesta a mover a los peones. Los peones como yo sabemos que lo somos, pero también que está en nuestra mano llegar a ser reina. Demasiada presión. A la fuerza nos equivocamos.

-Comprendo- me dijo riendo para acercarse y susurrarme algo al oído- pero yo no he dicho que empezases de peón. Enseguida vuelvo- terminó sonriendo mirándome fijamente a los ojos.

La putada de las metáforas es que siempre pueden darle dos vueltas más hasta que ya no sepas interpretar el mensaje. Me dejó tan pensativo como me había encontrado pero había conseguido ponerme tan nervioso que me temblaba el pulso e incluso me venían ganas de encerrarme en mi habitación (que no pillaba lejos) para no tener que seguir afrontando la situación.

-Lo siento pero tengo que irme- me dijo aún sonriente.

-¿Cómo? No fastidies. Si aún no he acertado a preguntarte el nombre.

-Me llamo Sandra. ¿Y tú?

-Tengo una broma para esta situación pero me la guardaré. Me llamo Arnau.

-Bien Arnau. Aunque ha sido un placer y me encantaría seguir aquí contigo tengo que irme.

-Comprendo- dije apenado.

-Y aunque no hago ningún favor a la seguridad que deberías tener en ti mismo te diré algo más. Vista la cara que pones parece que te vayan a matar. No me voy porque haya quedado con ningún otro chico. No tengo novio ni amigos especiales. Te lo digo para la próxima vez que nos veamos, por si te lo quieres currar un poquito más- dijo sobreinterpretando seria una crítica constructiva para volver a sonreír.- Una amiga mía que vive a unas calles de aquí no se encuentra muy bien y voy a ver que tal le va.

-¿Quieres que te acompañe?

-¿Y no crees que para mi es el mismo trayecto sola que el que será para ti de vuelta?

-Aproximadamente. Pero me veo con fuerzas de ganar algún puntillo más en el ratito de ida.

-No es que dude de ti… Bueno, la verdad es que sí que dudo de ti. Pero me has caído bien. Vamos.

Cogió su bolso del sofá y salimos de casa. Ella con paso decidido y yo con la necesidad imperiosa de decir algo interesante en los siguientes cinco minutos, lo que empezaba a parecer imposible dada la situación.

-Ahora sí que va a salirte humo por la cabeza.

-¿Perdona?

-Estás concentradísimo buscando algo que decir. Si intentases disfrutar de este paseo no te sentirías así. ¿Cuando puedes disfrutar de l’Eixample desierta? Es maravillosa.

-Eso es fácil de decir para ti que… Da igual

-No, no. No da igual. ¿Sabes lo que pasa?- me preguntó parándose delante de mi haciendo que yo también me detuviera- que crees que hay algo que puedas decir que te haga ganar un beso- dijo muy segura con una enorme sonrisa mientras me miraba a los ojos- y ese algo no existe.

Y diciendo esto me agarró de la cintura y me dio un beso en los labios con toda la ternura, casi timidez, que alguien puede besar. Separó sus labios un instante para mirar mi cara embobada y repitió el beso entreabriendo un poco la boca para que la mía la imitase sin saber, como decía la poesía de Benedetti, ni como, ni cuando, ni con que pretexto.

Dos minutos después se alejó de mi visiblemente contenta y satisfecha, lo que no es de extrañar con la cara que se me había quedado. Yo me limité a quedarme ahí, viendo como se iba, sintiéndome el tipo más afortunado del planeta. Me acaban de seducir. Y bien seducido diría yo. No hice nada para ganarme aquello. Fue ella quien hizo y deshizo lo que consideró oportuno mientras yo me dejaba llevar sin saber muy bien lo que se suponía que tenía que hacer.

Volví a la fiesta porque… bien, porque la fiesta era en mi casa y no tenía otro sitio a donde ir para recrearme en ese beso. "Valiente chorrada" estará pensando más de uno mientras lee esto. No me queda más que darle la razón. Es cierto, posiblemente sea un chorrada, pero hay besos cortos que consiguen durar toda la noche.

Es posible que alguien no sepa de qué estoy hablando, incluso que me tome por tonto y que diga esto es mentira, que no hay besos de ese tipo. A aquellos que piensen de este modo no los convencería ni Neruda por lo que yo, con mis conocidas habilidades narrativas, ni lo voy a intentar.

Por suerte, espero que muchos sepan de lo que estoy hablando. En contadas ocasiones de la vida te dan un beso que, sin saber muy bien porqué, consigue anularte durante un montón de horas. En cierto modo, es como si te pasases todo ese rato reviviendo una y otra vez ese momento, como si te convirtieras a ti mismo en espectador de esa experiencia. Esa noche tardé horas en llegar a mi casa y jamás he sabido que hice durante ese tiempo. No lo recuerdo. Estaba tan sorprendido…, tan maravillado por aquel beso que no conseguí prestar atención a nada más durante horas. Supongo que me quedé apoyado en una pared o sentado en un banco de la calle hasta que el frío me sacó de aquel ensimismamiento.

Cuando llegué a la fiesta todos seguían donde les había dejado menos Carlos y una de las prietas. No me costó demasiado adivinar que debían estar juntos agrandando si cabe su leyenda. Como esa no era mi intención en ese momento me acerqué a la mesa donde dejábamos la bebida y me serví otro cubata.

-¿Te han cazado ya?- me dijo una chica al oído casi gritando para hacerse oír entre la música.

-¿Qué quieres decir?- contesté dándome cuenta de que era otra del grupo de las cinco (podríamos titular a este capítulo: "las cinco se van de fiesta")

-Te he visto con Sandra y me he quedado con la cara que ponías.

-¿Y? – pregunté esperando que hubiese más información para poder entender lo que me decía.

-Que también he visto tu cara al llegar. Eres un poco panoli tío.

-¿Perdona? ¿Así es como conoces a la gente? ¿Llamándole panoli?

-No te molestes. Perdona. Pero no vas ganarte a Sandra yendo de bueno e inocente. En realidad… No creo que tengas muchas posibilidades con ella hagas lo que hagas.

-¿Por qué dices eso?- le pregunté con ganas de restregarle por la cara que ya había conseguido un beso.

-No va de ese rollo. Le gusta conocer a gente y hacer amigos. Hace dos años que la conozco y ha tenido un par de "amigos" pero para ella es solo eso. No quiere tener novios ni rolletes. Solo conoce gente y se lo pasa bien con ellos.

-¿Y a caso no puedo ser yo amigo suyo?

-¿Con la cara que estás poniendo ahora mismo? No.

-¿Y que cara se supone que pongo?

-Hace unos minutos parecías ser el tío más feliz de la tierra y ahora que te estoy hablando de ella parece que estoy tirando por el suelo todos tus sueños. No creo que te convenga.

-Oye tía. ¿No te estás pasando para no conocerme?

-En realidad si te conozco. Eres Arnau. Soy amiga de Carlos desde hace tiempo y me ha hablado mucho de ti. Yo me llamo Laura.

-¿Y te parece bien hablar así de una amiga?

-Que tú quieras interpretar mal lo que te digo no significa que esté hablando mal de ella. Sandra es una chica maravillosa. Es muy inteligente, demasiado a veces, y tiene una madurez y un sentido del humor extraordinarios.

-¿Entonces que hay de malo en que me guste? Si es que me gustase claro- quise decir serio aunque se me escapaba ya la risa.

-Por supuesto- dijo riéndose de mi a carcajadas.- No es malo que te guste pero no eres el tipo de chico que puede ser "amigo"- dijo haciendo el ridículo gesto de las comillas con los dedos- de Sandra. Se te ve venir demasiado y te vas a enamorar. Sandra debería fijarse en chicos con más seguridad en ellos mismos… - terminó susurrando como si hablara para ella.

-No pretenderás que la gente cuente contigo para levantar el ánimo- dije extrañamente alegre y sonriente con lo que me estaban diciendo.

-No. No me hagas caso. Vas a pensar que solo quiero fastidiarte la noche y no es ese mi plan.

-Pues te aseguro que me lo está pareciendo.

-Te demostraré que no. ¿Te apetece venir a la playa a dar un paseo?

-Intentas ligar conmigo- contesté sonriendo.

-Te diré algo para ganarme tu confianza: estoy coladita por Carlos.

-¿Y así te ganas mi confianza?

-Tenemos un secreto cada uno. Llevo así meses y no paro de ver como se tira a todo bicho viviente cuando igual ni se acuerda que nos liamos hace unas semanas. Ahora mismo estoy algo desanimada porque se acaba de llevar a una de mis amigas a su habitación.

-A una de las prietas.

-Eso mismo. No me apetece quedarme por aquí hasta que salgan con cara de satisfechos.

-¿Tienes coche? Yo solo tengo moto.

-Tengo una tartana vieja de cuatro ruedas, pero mejor que en la moto iremos.

Y así fue como me fui con Laura a dar un paseo por la playa. Lo normal es que dada mi situación estuviese pensando en tirármela. Era demasiado delgada para mi gusto pero en mi situación no estaba para ir exigiendo. Aún y su delgadez lograba lucir un bonito culo con unos pantalones de tela suficientemente anchos como para poder intuir su movimiento bajo ellos.

Sus pechitos pequeños parecían de lo más apetecibles aunque con la blusa ancha y oscura que llevaba cualquier acercamiento de mi imaginación a lo que podrían ser en realidad era una mera casualidad.

Empezamos a pasear por la playa pero en seguida nos sentamos en la arena mirando el mar y hablando al principio de todo y al final de nada. Consiguió hacerme sentir muy a gusto con ella. Como si hiciese años que nos conocíamos. No sé como aparecieron aquellas chicas en la fiesta pero fue un descubrimiento inolvidable.

Estaba estudiando telecomunicaciones y había caído en las redes de Carlos desde el día que lo conoció. Según ella, se había ido a la cama con él esperando que fuese el detonante de algo más.

-Pero me sigue hablando como si no hubiese pasado nada. No sé ni si lo recuerda- me comentó.

-No te tendrías que haber dejado engañar.

-¡Ei! Yo no he dicho que me dejase engañar. No soy una tonta ni una mojigata. Un chico me da un beso y me gusta. La cosa va a más y termino yendo a su habitación. ¿Qué tengo que decirle? "No me voy a acostar contigo porque no me quieres". Tío, a mi también me gusta pasármelo bien y no me iba a perder una oportunidad de disfrutar de algo así por miedo a que él solo quiera sexo.

-¿Entonces donde está el error?

-En lo de siempre. En idealizarlo. Carlos no me ha enamorado, me enamorado yo solita. De él, sí, pero ha sido cosa mía. Me convencí a mi misma de que era el hombre de mi vida.

-¿Y ahora que?

-Ya se me pasará. Creo que soy más inteligente que eso. Muchas veces pienso que yo no querría estar con un tipo así, que no me gusta este tipo de gente con esos aires de grandeza y esa suficiencia… Pero después lo miro, me sonríe, me habla… O no me habla, solo me mira. Y yo me deshago por dentro. Es muy difícil luchar contra eso. Hay una parte de mi que siempre que suena el teléfono espera que sea él quien llama.

-Te digo de verdad que es un tipo fantástico.

-Y no digo lo contrario. Nuestras situaciones son muy parecidas. Por eso me apetecía hablar contigo hoy. Sandra es una chica estupenda. Te la mires por donde te la mires. Pero hoy no es una chica para ti. No lo es para nadie. Como no lo es Carlos.

-Pues te voy a decir una cosa. Que quede entre nosotros- esperé a que hiciese algún gesto de asentimiento- al menos yo me he llevado un beso.

-¿De verdad? ¿Un beso…beso?

-De los que te erizan los pelos de la nuca.

-Vaya con el niño. Te aseguro que no es muy normal conseguir eso de Sandra el día que la conoces.

-Pues te aseguro que no he hecho nada para ganarme eso. Es más, diría que he quedado como un tonto del culo.

-Da igual, me alegro que hayas disfrutado de ese beso. De todos modos, no te vayas a creer que me das envidia. Tú te has llevado un beso pero yo me he llevado un polvo de película- terminó entre carcajadas.

-Eso no tiene ningún mérito. Yo también te echaría un polvo. Con ese cuerpo que tienes no tiene que ser difícil acabar en la cama de quien tú quieras- dije riendo pero quedándome solo en mis carcajadas puesto que se puso seria de golpe.- Siento si te he molestado, solo seguía tu broma- dije pensando que podía haberla ofendido.

-¿Qué has dicho?- me preguntó mirándome fijamente con los ojos bien abiertos.-Repítelo.

-Perdona. No quiero que me malinterpretes. No quiero parecerte grosero. Solo intentaba seguir la broma.

-No te hagas de rogar. ¿Qué has dicho?

-Quería decir que… La verdad es que pretendía ser un halago disfrazado de broma- dije apurado.- Solo estaba diciendo, y perdóname la expresión, que estás muy buena.

-Perdóname tú ahora, pero eso no es lo que has dicho- me dijo dejando escapar una sonrisa y clavándome un dedo en el estómago.

-Más o menos sí. O quería decir eso.

-No me dejes por tonta- dijo tirándose encima mío y sentándose a horcadillas encima de mis piernas para poderme hacer cosquillas.- Quiero comprobar que tienes lo que hay que tener para repetir lo que has dicho.

-No lo voy a repetir- le dije dejando escapar las primeras carcajadas por sus cosquillas.

-Dímelo otra vez o no voy a parar de hacerte cosquillas- me amenazó torturándome con sus hábiles dedos.

-No aguanto más- grité entre carcajadas tirándola a la arena para ponerme encima suya.-He dicho que eso no tenía mérito porque yo también te echaría un polvo.

Y diciendo esto se agarró a mi cuello forzándome a acercarme y me dio un beso tan inesperado que casi me asusta pero que terminé por disfrutar y acoger con la misma sensación cálida con la que disfrutaba de su compañía.

-No te asustes- me susurró al oído- solo quiero sentirme bien… estar con un chico como tú hará que esta noche sea fantástica. No quiero complicaciones ni que me malinterpretes. Has hecho que me sienta muy a gusto contigo y solo se me ocurre una manera de disfrutar aún más de esa sensación.

Su voz dulce susurrándome al oído me dio toda la fuerza y ánimos necesarios para besarla. Aquella iba a ser mi primera vez después de Sonia y sería con una chica, muy agradable sí, pero por la que no sentía más que una complicidad digna de unos amigos de toda la vida.

Recuerdo que estuvimos besándonos durante muchísimo rato rebozándonos un poco más en arena cada vez que cambiábamos de posición. Ninguno de los dos parecía tener ni la prisa ni el valor para ir más allá de los abrazos, las caricias en el pelo y la espalda y las miradas pícaras que nos seguían avisando que aquello iría a más si ninguno de los dos lo paraba.

Estaba disfrutando de aquello tanto que no hubiese dado un paso más para no estropearlo, para que no parase. Ella debió sentir lo mismo que yo hasta que, estando debajo de mi, interrumpió la caricia que me hacía en la espalda por debajo de la camisa para desabrocharme el cinturón. Sentir sus manos tan cerca me hizo dar un respingo, como si volviese a ser mi primera vez. Fue mirar sus ojos serenos lo que me tranquilizó y me terminó de convencer que aquello iba a estar muy bien.

No hizo nada más. Simplemente me lo soltó. Fue como un aviso. Fue como decirme "estoy esperando tu próximo movimiento". Pero como si estuviese dispuesta a aceptar mi ritmo y la velocidad con la que quisiese dar los pasos. Yo entendí el mensaje y me armé de valor. Di media vuelta más para poder tenerla encima mío y empecé a descubrir con mis manos lo que la vista ya había intentado adivinar. Le acaricié con toda la delicadeza que fui capaz los pechos que aunque bajo mis manos se intuían pequeños habían sido un reclamo desde que habíamos empezado a besarnos.

No podía resistirme, ni quería, a la tentación de poder lamerlos, besarlos… Volví a ponerme encima de ella y desabrochando la blusa llegué a unos sujetadores también negros que escondían algo que en aquel momento estaba centrando toda mi atención y todos mis sentidos.

En cuanto pasé la mano por debajo de su espalda entendió cual era mi intención y arqueó la espalda para facilitarme el trabajo de desabrocharle el sujetador.

Deliciosos. Poder besar aquellos pechos fue un placer enorme que no hacía más que aumentar mi excitación mientras ella me acariciaba la cabeza y soltaba pequeños jadeos que me animaban y envalentonaban al reforzar, como a cualquiera, mi sensación de que yo era capaz de hacer aquello, de hacerlo bien.

Tuve un momento de lucidez para quitarme la camisa. Nos serviría de manta improvisada para evitar que la arena nos molestase más de lo necesario.

En cuanto me descubrí el torso ella corrió a acariciármelo con las manos como si lo hubiese estado esperando durante todo el rato. Paseó las palmas de sus manos por todas partes a donde llegaba y llegó incluso a pasear las uñas en una especie de amenaza que más que asustarme me excitó.

Cuando tendí la camisa a su lado entendió enseguida lo que quería y me sonrió agradecida para tumbarse encima de ella quedando su culo en medio de una prenda que desde ese día iba a tener un valor muy especial para mi.

Supuse que ahora estaba esperando un paso por mi parte que me daba reparo dar. Me tocaba quitarle los pantalones y por algún motivo que desconozco preferí hacerlo sin mirar, como si me avergonzase de ello y prefiriese disimular mi actitud besándola. Tan solo necesitaba eso. Ella quería que fuese yo quien le desabrochase los pantalones y le bajase la cremallera, pero nada más hacerlo se bajó los pantalones ahí mismo mientras yo seguía besándola nervioso como hacía mucho tiempo que no estaba.

Hicimos el amor como pudimos más que como quisimos. Intenté ser dulce, ir despacio, por ella y, sobre todo, por mi. No me perdí ni una sola de las expresiones de su cara y aún hoy me sorprendo recordando alguna de ellas. Puedo aseguraros que fue un momento de una complicidad muy bonita y sentí que quería pasarme toda la noche dentro de ella.

Es posible que a muchos les pueda sorprender que estuviésemos durante mucho tiempo haciendo el amor. Después de todo, yo había pasado bastante tiempo sin acercarme a una mujer, pero estábamos tan a gusto, a pesar del lugar y la improvisada cama, que ni tuvimos demasiada prisa en acabar ni nos apeteció buscar un sitio mejor donde poder cambiar de juego o posición a cada minuto.

A ella pareció venirle de repente y creo que ese fue el detonante para que acabara yo, no sé si a la vez, antes o después. Siempre ha sido para mi un extra de estímulo ver como la persona que está conmigo disfruta tanto como yo. Creo, y no me importa que penséis que es una locura, que lo mejor es ver gozar al otro. Supongo que es algo que se tarda en aprender –si es que es algo que se deba aprender- pero termina por determinar tu conducta cuando estás con otra persona. Diría que puedes llegar a sentir cierta adicción al placer de la pareja y empiezas a buscarlo con más ahínco que el propio.

Me tumbé a su lado subiéndome los pantalones sin preocuparme demasiado por la arena y sin saber que se suponía que tenía que decir. Vi de reojo como ella sonreía mientras se vestía y me entregaba la camisa para no correr más riesgos de los necesarios de coger un resfriado. No tenía ni la más remota de idea de si había algo que debía decir o hacer. Una parte de mi quería abrazarla para seguir compartiendo aquel momento pero otra sentía que aquel era un privilegio que no me correspondía.

No pasaron ni cinco minutos hasta que a Laura le dio por reírse a carcajadas tumbada a mi lado.

-¿De que te ríes?- le pregunté bastante serio.

-Te mentiría…- me dijo acariciándome suavemente la cara- pero me estoy rindo de ti.

-Muchas gracias- le dije aún más serio.

-No te enfades, va- me dijo dándome un beso en la mejilla- Eres muy mono.

-¿Perdona?

-Es que haces una cara… Estás pasando un rato fatal porque no tienes ni idea de lo que decir ni hacer.

-¿Tanto se me nota?

-Muchísimo. Pero no te preocupes. No me importa. Vamos a ser muy buenos amigos.

-¿A que viene eso?

-Eres un chico muy majo y que no sepas que hacer me dice mucho de ti. Si fueses un cabroncete me darías charla o me abrazarías para tenerme callada. Si te hubieses colado de mi estarías soltándome un rollo impresionante. Ver que no dices nada pero que buscas algo que decir apropiado es casi la mejor de las opciones.

-¿Por?

-Entre otras cosas, porque te estás preguntando que es lo que yo espero de este momento. Hay chicos que no te tienen en cuenta ni cuando se enamoran de ti. Pero además, significa que me respetas y que no vas a intentar invadirme hasta conocerme mejor.

-Pero has dicho que era casi la mejor opción. ¿Cuál es la mejor?

-Adivínala.

-¿Un abrazo?- pregunté asustado.

-¿Por qué crees que un abrazo me hubiese gustado?

-No lo sé. Era lo que me apetecía hacer.

-¿Y porque no lo has hecho?

-Porque no quería que me malinterpretases. No me he enamorado de ti ni nada de eso. Un abrazo es algo muy personal. Tampoco quería incomodarte.

-Pues es una pena. Porque estoy deseando un abrazo.

Y en cuanto hubo dicho esto me giré y la abracé consiguiendo sentir que aquel abrazo no significaba más que lo a gusto que nos sentíamos en aquel momento.

-No solo se abraza a las novias- me dijo en unos segundos- también se abraza a los amigos y por supuesto a las amigas. Además, tienes que aprender a ser más sincero y fiel contigo mismo.

-Lo dices como si fuera lo más fácil del mundo.

-Lo es. Creeme. Solo necesitas práctica.

-¿Me permites que te haga una pregunta?- dije tras unos segundos de silencio- creo que es delicada y que puede ofenderte.

-No me ofenderá si esa no es tú intención.

-Te aseguro que no lo es. Solo quiero saber que pasa con nosotros.

-Sabía que me ibas a preguntar eso y no pasa nada. Seremos buenos amigos. Ya verás. Tengo buen ojo para la gente.

-¿Y lo que ha pasado hoy?

-¿No te ha gustado?- dijo riendo.

-¿Por qué te ríes?- pregunté riendo un poco con ella.

-Porque no te creería aunque me dijeses que no.

-En serio. ¿Qué pasa con lo de hoy?

-Nada. ¿No hemos dicho que éramos amigos?

-¿Y te acuestas con todos tus amigos?

-Oye. Claro que no. Pero de vez en cuando…Muy de vez en cuando. Conozco un chico especial con el que me siento a gusto como contigo. Por algún motivo siento que no me voy a enamorar de él, pero no significa que no pueda disfrutar de su compañía, de su amistad… y del sexo con él.

-¿Y tienes muchos amigos así?

-¿Te vas a poner celoso como amigo también?

-No mujer.

-Te he dicho que no es muy fácil dar con alguien que te haga sentir así. Es casi más fácil dar alguien de quien enamorarte. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan a gusto como contigo.

-Y estas cosas… ¿no te da miedo que se complique? ¿y si me enamoro de ti?

-¡No hagas eso! ¡Apártate de mi Satanás!- gritó entre risas.- Intentaremos que eso no pase. ¿No te habrás enamorado de todas las mujeres con las que te has acostado?

-No. Pero con ninguna he tenido una relación de amistad. De buena amistad. O eran novias o simples "conocidas" y por si acaso no he repetido.

-Es por algo que mucha gente no termina de comprender.

-¿Qué?

-Para mucha gente el sexo solo puede expresar dos cosas: amor –eso me parece que lo tiene claro todo el mundo- y pasión –y eso algunos parecen no reconocerlo.

-¿Y no es así?

-No del todo. El sexo no es nada por si solo. Es una forma que tenemos de expresarnos. Y creeme que podemos expresar muchas cosas con el sexo. Creo que las mujeres podemos comprender eso con más facilidad que los hombres. Algunos solo conciben el sexo aburrido con la esposa y el sexo salvaje con la amante.

Pero hay muchas más cosas que expresar. Se puede expresar ternura, cariño, alegría… Puedes hacer el amor porque te lo estás pasando muy bien y quieres seguir divirtiéndote. Puedes hacerlo porque te sientes solo y necesitas sentir que hay alguien contigo. Puedes hacerlo porque estás triste o incluso, porque estás enfadado.

-Sé que es eso.

-Quizá asusta expresarte con alguien que no es tu pareja, pero que tampoco es un desconocido. Se necesita confianza y por eso está bien que sea un amigo. No es fácil abrirse de esa manera. Por eso mucha gente no conoce más que el polvo impersonal y asume el resto de expresiones al amor. No tiene nada que ver.

-¿Y tu tienes veinte años?

-Veintiuno.

-Me estás dejando alucinado.

-¿No me crees?

-Me cuesta creerte. La verdad.

-Te lo voy a decir de otra manera. ¿Cuánta gente conoces aficionada a la fotografía?

-Ninguna.

-¿Y que escriba poesía?

-Ninguna.

-¿Conocerás a alguien que componga música o que pinte cuadros?

-Tenía una amiga que le gustaba pintar.

-¿Y te enseñaba los cuadros?

-Algunos.

-¿Y no te has preguntado alguna vez quien se presenta a todos los certámenes de literatura que hay en el país? ¿Quién compra todas las cámaras reflex? Hay un montón de gente que escribe, pinta o compone. Muchísima. Pero eso es algo muy difícil de compartir. Y curiosamente, es muy difícil de compartir con amigos y conocidos.

-Pues a mi me resultaría más fácil compartirlo con un amigo.

-No me lo creo. Por eso hay muchas páginas en Internet donde la gente puede colgar lo que escribe o las fotos que hace. La gente tiene ganas de expresarse y no quiere hacerlo con sus amigos o familia.

-Y supongo que tú sabrás porque.

-Por supuesto- contestó riendo para ponerse seria en seguida.-Por inseguridad. Porque ellos mismos no valoran lo que hacen. Porque prefieren abrirse a un desconocido porque eso no va a afectar su vida personal. No podrá enriquecerla tanto, lo saben, pero tampoco la perjudicará.

-Pasa lo mismo, aunque a otro nivel, con el sexo-continuó.- Corres el riesgo de que afecte a tu vida personal. Tienes que estar muy seguro de ti y de que no va a afectarte. Tienes que estar dispuesto a no tener pudores y expresarte con la misma sinceridad que harías con tu pareja pero con un amigo.

-Pues has escogido fatal- dije entre risas- tengo la seguridad en mi mismo que un escalador manco.

-No lo has entendido. Ese no es mi problema- dijo muy seria- es el tuyo- y se puso a reír tan fuerte que hasta se tuvo que apartar de mi.- Perdona Arnau- dijo riendo aún- lo que quiero decir es que yo sé que quiero y puedo llevar esto contigo. Tú tienes que saber si puedes.

-¿Eso significa que si creo poder se repetirá lo que hemos hecho hoy en la playa?- dije con una sonrisa maliciosa en los labios.

-Hasta que nos duela- me susurró al oído.- Con lo bien que me lo he pasado voy a hacerte el amor cada día que nos veamos- dijo mientras parecía incorporarse.- Pero eso no va ser hoy. Me duelen todos los huesos. ¿Nos vamos?

-¿Me llevas a casa?

-¿A la fiesta?

-No creo que a las siete de la mañana quede mucha fiesta pero ahí es donde vivo.

-Pues venga. Vamos pa’ lla. Tengo que darme una ducha que a las ocho tengo prácticas de microprocesadores y creo que mi relación con el 68000 empieza a mejorar.

-Se me hace bastante raro que alguien como tú estudie eso.

-Se me hace raro hasta mi. Pero se me da bien ¿Tú tienes clases esta mañana?

-Supongo que intentaré averiguar eso cuando me despierte.

-Vaya morro que tienes tío. No me extraña que a tu edad no hayas acabado la carrera.

-Es que si me preocupo demasiado me entra el estrés y ya no puedo hacer nada.

-Que morro… -terminó entre carcajadas.

Estuvimos hablando de la universidad durante todo el camino a casa y me dejó alucinado con las cosas que se metía en clase. Y digo meterse porque me parece hasta forzado que alguien estudie sistemas operativos, microprocesadores, bases de datos y no se que historias de unos protocolos de comunicaciones que según ella es lo que hace que yo pueda mandar por correo lo que escribo.

Tenía 21 años y estaba en tercero de carrera. Cuando yo tenía 21 años no sabía ni cuantos cursos tenía la mía. Y no es que ella no se lo pasase bien. Ahí la tenía, a las siete de la mañana y aún no se había acostado. Ya no podía pensar que los que sacaban buenas notas no se lo pasaban bien. ¿Y ahora en que me consideraba distinto a mi mismo?

Podía considerarme el mejor en dormir a pierna suelta. Aquel viernes no tenía que ir a la emisora a hacer fotocopias a nadie porque al montarme el horario al principio de semestre metí las veinte horas de prácticas semanales de lunes a jueves con lo que los viernes me quedaban para dormir la resaca de los jueves.

Lo que no había contemplado yo era que los viernes pudiese tener el tipo de resaca que tenía ese día al despertar. Me sentía muy confuso. Sabía que la primera vez que estuviese con una chica que no fuese Sonia iba a cambiar algo en mi. No era eso solo lo que me confundía. Había conocido a una chica, Sandra, que era como un pedacito de cielo. Alguien con quien soñar, con quien tener fantasías de adolescente de amor romántico con confeti y una cabra tocando el violín.

Pero también había conocido a una chica maravillosa que me deslumbraba por su madurez, por su forma de ser y por lo bien que me hacía sentir. ¿Dónde me dejaba eso a mi? Podía ser que Laura tuviese razón, que una amistad así fuese posible. Algo hacía que no me lo terminase de creer, pero en aquel momento era lo que sentía. Pensaba en Laura como una amiga a la que quería tener cerca para compartir cosas, hablar, pasear, divertirnos y…, bueno, tonto tampoco soy.

Demasiado sencillo, es verdad, pero de algún modo ella había conseguido que tuviese sentido. Estando con ella me había sentido bien y había pasado una noche fantástica, pero no me había hecho perder la cabeza como Sandra. ¿Podía jugar a eso con ella?

Media hora estuve pensando en esas cosas tumbado en la cama hasta que el ruido de la cocina me hizo salir a ver que estaba tramando Carlos.

III

Carlos estaba haciendo la comida. No era para menos puesto que ya eran las dos del mediodía y en nuestra particular relación el cocinaba y yo comía. No os penséis que me aprovechaba de él, yo fregaba, limpiaba y planchaba. Casi diría que salía ganando él. A parte de esa simbiosis, ninguno de los dos había conseguido terminar con un plato cocinado por mi. No hay mucho más que pueda decir en mi defensa.

-Buenos días Carlos- le dije sonriente al entrar en la cocina.

-¡Que pasa campeón!- dijo dándome un abrazo al cruzarme con él.

-¿Y esto? ¿Tú sabes cuanto hace que no me das un abrazo?

-Estoy contento tío. Ayer conocí a una tía fantástica.

-¿La prieta?- le pregunté sin demasiado tacto.

-¿Ya le has puesto mote? Se llama Ana. Un cielo.

-Ya vi que tardaste poco. Eres un fiera.

-Pues con ésta igual repito.

-Mira tú por donde.

-No se lo vayas a decir a nadie- me dijo serio aunque sé que hacía broma.

-Mis labios están sellados.

-Yo te vi salir de casa con Sandra. Está buena. ¿eh?- me dijo con un movimiento de cejas y una sonrisa picara.- Y no has llegado hasta por la mañana. Ya me contarás que has estado haciendo granuja

-Pues no te lo vas a creer. La acompañé a casa. Me dio un beso y me volví.

-¿Solo eso?

-¿Solo eso?- le repetí incrédulo.- ¿Tú has visto lo guapa que es? ¿Y simpática? Es una chica impresionante.

-Me gusta verte así- me dijo riendo.- ¿Y que has hecho hasta las siete de la mañana?

-No sé si contártelo…- dije con miedo de que interpretase mal lo ocurrido con Laura- Y no es que desconfíe de ti, pero no quiero que interpretes lo que te voy a contar como un rollete donde tu amigo engaña a una tía y se la lleva al huerto.

-Tío. ¿Qué soy Carlos?

-Por eso mismo. Según como te cuento las cosas las interpretas de una manera u otra.

-No te preocupes Arnau.

-Cuando volví a la fiesta conocí a otra chica. Se llama Laura. Una chica rubita muy guapa de telecos que estaba en la fiesta. ¿La conoces?

-No, no- se apresuró a decir para no tener que reconocer que se había liado con ella y así incomodarme.- Igual de vista.

-Pues es una chica fantástica. No termino de entender como conocí a dos chicas así la misma noche. Estadísticamente tiene que rozar lo imposible.

-¿Y que tal con esa Laura?

-Fuimos a pasear a la playa.

-¿La primera noche? Me parece que estás yendo muy deprisa. No se trata de enamorar a nadie.

-No, no. Sí eso lo sé. Estuvimos hablando, paseando… Parece mentira el punto de vista que tienen las tías de ciertas cosas. Casi me asusta pensar que a los veinticuatro soy un crío comparado con una tía de veintiuno.

-No te creas eso. Interpretan un papel para hacerse las interesantes.

-Carlos.

-Dime.

-¿Te puedo hacer una pregunta?

-Claro.

-No te molestes.

-Dispara.

-Te lo voy a preguntar de muy buen rollo. Es solo una curiosidad que tengo.

-Dime hombre. No hay cosa que puedas decirme que me moleste.

-Veo la cantidad de tías que te ligas y parece que para ti sean muescas en el revolver.

-Siento que puedas tener esa percepción. Pero te aseguro que no es eso lo que hago. No las colecciono si es eso lo que quieres decir. Yo intento pasármelo bien sin hacer daño a nadie. No me implico demasiado para que no lo hagan ellas. Creo que pocas o ningunas se confunden y lo disfrutan como yo.

-Me parece muy raro.

-Te diré algo más. Es algo que ni controlo. Algo que dijo hasta el mismísimo Nacho Vidal es que el éxito con las mujeres solo depende de la confianza en uno mismo. ¿Y de donde sale la confianza en uno mismo?

-Dímelo tú.

-De tu éxito con las mujeres. Es un pez que se muerde la cola. Las chicas no quieren estar con chicos inseguros que salen de fiesta buscando donde agarrarse o una barra donde beber hasta caerse. Quieren conocer a chicos que aparenten tener el mundo a sus pies. Y yo he aprendido a dar esa imagen de maravilla.

-¿De verdad te crees eso?

-No – respondió para mi sorpresa poniéndose muy serio.- Estoy seguro que es más complejo que eso. Estoy seguro que cada chica es mundo y que cada día es distinto. Estoy convencido de que cada vez que presupongo esto que te acabo de decir al conocer una chica corro muchas posibilidades de equivocarme.

-¿Y porque sigues pensando y actuando así?

-Porque hoy por hoy, no quiero planteármelo. No me creo ni quiero ser mejor persona que nadie ni que nadie venga a darme lo mejor que tenga. No quiero responsabilizarme de la estabilidad emocional de nadie ni que se responsabilicen de mi. Solo quiero sentirme bien. Sonreír todo el día y evitar al máximo las complicaciones. Al menos por ahora.

-Estoy alucinando. ¿Por qué nunca me has hablado así de claro?

-Te diría que porque no me has preguntado pero lo que te acabo de decir sirve para esta pregunta. No creo que mi forma de ver las cosas tenga que servirte a ti ni que sea mejor que la que tú tengas. A mi me sirve la mía y si algún día cambia ya me enteraré.

-¿Te puedo hacer otra pregunta?

-Esta conversación está siendo demasiado seria para un viernes a mediodía. Nos conocemos y después te vas a comer la cabeza todo el fin de semana. Tú mismo.

-¿Tú que expresas cuando haces el amor con una chica?

-¿Qué dices tío? Tú estás zumbao- me dijo entre carcajadas.- ¿Qué que expreso? Yo que sé. Supongo que lo de todo el mundo: síiiiiii,ohhhh, síiii, sí. ¡O dios mío! Yo que sé. ¿Qué quieres que te diga?

-No me hagas caso macho. Supongo que estoy un poco liado.

-¿Sabes que?

-Dime.

-¿Qué me alegra?

-¿Por?

-Porque te estás replanteando las cosas y eso es bueno. Significa que estás rompiendo con cosas. Me alegro por ti chaval- terminó dándome un callejón cariñoso.- En cinco minutos comemos. Pon la mesa anda.

Yo empecé a poner la mesa mientras los olores de lo que estuviese cocinando despertaban mi apetito pero una pregunta suya me puso tan nervioso que casi tiro los platos.

-¿Y que pasó en la playa con la tal Laura?- preguntó sin apartar la vista de los fogones.

-Pues…- dije buscando las palabras exactas para no tener que mentir- pasó lo que tenía que pasar.

-¿Cómo?- preguntó extrañado pero visiblemente contento por mi.- Por eso estás hecho un lío. Hoy comemos con vino.

-¿Por?

-Pues porque estás hecho un lío.

-¿Y eso que tiene de bueno?

-Mucho. Puesto que estas hecho un lío te vas a comer la cabeza todo el fin de semana. Como ya te he dicho. Si es que siempre doy en clavo.

-Permíteme que te repita la pregunta. ¿Y eso que tiene de bueno?

-Que significa que empezarás una nueva etapa, que vas a replantearte las cosas. Volverás a interpretar el mundo de cero y sacarás, otra vez, tus propias conclusiones.

"Sacarás tus propias conclusiones". Esa era la frase que necesitaba escuchar. La postura de Carlos (un tío con muchísima experiencia) era completamente distinta a la de Laura, que además me parecía muy sensata, madura y con un toque humano que me parecía encantador. Posiblemente ninguno de los dos tuviese razón.

Lo que quiero decir es que ninguno de los dos podía explicar las relaciones humanas basándose solo en su experiencia. Habían vivido a su manera, habían sacado las conclusiones que habían podido o querido y las compartían conmigo intentando hacerme bien. Sin duda que lo que me tocaba hacer a mi era imitarlos.

Imitarlos sin copiarlos. Vivir mi vida, intentar entenderme primero a mi y después al mundo. Entender como siento, porque me siento así y adivinar que hacer con ello con la seguridad de que haga lo que haga, mi actitud será tan acertada (o tan errónea) como cualquier otra. Y lo mejor es que eso ya no me asustaba.

Con los años esta postura evolucionó. Llegué a la conclusión de que fuese cual fuese mi postura en una situación concreta de la vida sería errónea. O más bien mejorable. Creo que crecí tanto en los meses que siguieron a aquella fiesta que de algún modo comprendí que jamás podría dejar de crecer.

Carlos tenía razón. Aquel fin de semana lo iba a dedicar a comerme la cabeza. Mis padres se enfadarían si no iba a casa, siempre lo hacían, pero el hecho de ser el último fin de semana antes de las navidades me servía de excusa perfecta para quedarme en Barcelona. "Ya sabes como es esto papá. Los exámenes, las prácticas, los trabajos…Estoy tan atareado que mejor me quedo en Barcelona y aprovecho el tiempo".

Lo único que pasa es que uno no puede plantearse una tarde tranquila y esperar que sus planes se cumplan. Es estadísticamente imposible. La mayoría de las veces alguien te interrumpe sin ningún remordimiento porque "no estás haciendo nada, tío". Y a eso no puedes contestar con tus paranoias ni tus idas de cabeza. Ante eso solo puedes admitir que es verdad, que no estabas haciendo nada más que matar el tiempo.

Claro está que algunas veces tus planes se fastidian para mejor. Siempre es posible que a media tarde suene el teléfono y que un número desconocido te de la sorpresa de la semana.

-Sí- dije sin demasiado entusiasmo ni originalidad después de escuchar el timbrecillo que viene por defecto en todos los nokia.

-Bien. Bien. Me gusta que seas positivo- dijo una voz dulce que me puso nervioso al momento. Aún no había distinguido si era Sandra o Laura y no sabía que prefería pero fuese quien fuera aquello era una noticia estupenda.

-Es que si contesto el teléfono diciendo "no" corto el rollo en seguida.

-Tienes razón. ¿Sabes quien soy?

-Ahora mismo no caigo- dije haciéndome el interesante.

-Soy una chica bastante mona que conociste ayer. Me dio la sensación, puedo equivocarme, que te caí bien.

-A ver un momento que busco- contesté poniendo voz de teleoperadora- por chica mona no me viene nada. ¿Quiere que busque por chica, por mona o por chimpancé?

-Tonto. Soy Sandra.

-A ver que busco… un momento.

-¡Oye! A ver si voy a colgar.

-Ni se te ocurra. Hace meses que no me llama nadie y estoy disfrutando del momento- dije riendo a carcajadas.

-¿Sabes ya quien soy o no?

-Tengo un vago recuerdo de una chica. ¿Te di la sensación de que me gustaste?

-Mira, si soy sincera, no me quedó muy claro. Parecías más dispuesto a beber que a conocerme.

-Si es que hay veces que no sabemos estar.

-Pero aunque no lo recuerdes, porque un hombre como tú no recordará esas cosas, te di un beso de despedida.

-Claro- dije haciéndome el serio e interesante- doy tantos besos de despedida en una noche que no puedo recordarme.

-Y se te quedó una cara de pasmado que aún me hace reír cuando la recuerdo.

-Eso ya ha sido cruel.

-Pero a que ahora si te acuerdas.

-Sí. Solo me hacía el duro.

-Ya, ya. Lo que pasa que cara a cara no se te da demasiado bien.

-Tan mal no lo haría

-La verdad es que me gustó mucho conocerte.

-Y a mi también. Te lo aseguro.

-¿Y te puedo preguntar que haces esta tarde?

-Pues si te digo que había pensado en prepararme un buen café y pensar en el beso de anoche te pareceré un tontorrón así que puedo inventarme algo si quieres.

-Más que tontorrón me parecerías mono. De todos modos, a partir de ahora, puedes intentar callarte las cosas que sabes que no te van hacer ganar puntos.

-Demasiado complicado para mi. No puedo asegurar que pueda.

-¿Y podrías dejar lo de pensar para mañana?

-¿Estás intentando quedar conmigo?

-Es que con lo paradito que eres te puede costar tres semanas llamarme tú. Estoy intentando ponértelo fácil.

-¿Y de donde has sacado tú mi número de teléfono?

-Una sabe moverse por ahí. No me ha costado demasiado conseguirlo.

-Y antes de que decida posponer mi tarde de reflexiones. ¿Cómo lo llevo?

-¿Qué quieres decir?

-Mujer…, ¿lo estoy haciendo bien o me estás dando las últimas oportunidades?- pregunte muy alegre pero nervioso a la vez, dando vueltas a la habitación.

-No puedo darte información al respecto. Por oportunidades no viene nada.

-Mujer. Se me empieza a quedar cara de tonto.

-Pues creer que doy fe de eso.

-Eso ha sido cruel.

-Te tendrías que haber visto la cara después del beso...- dijo en tu tono que me parecía terriblemente alegre y coqueto.

-Lo siento.

-Pues no deberías. Te hizo ganar muchos puntos.

-Me gustó.

-A mi también.

-No nos iremos a poner tontos ahora- dije cambiando el tono de pronto.

-Por supuesto que no- contestó rápidamente entre carcajadas.

-Tenemos que ser un poco serios- dije contestando también a su risa.

-No te lo voy a volver a preguntar.

-Como supongo que ya sabes, no hacía falta ni que lo preguntases la primera vez. Como en Jerry McGuiere: ya me tenías con un hola- dije simulando un llanto para ponerme a reír al instante con sus risas de fondo.

-¿Entonces te apuntas?

-Claro que sí. ¿A que?

-Pues han puesto una pista de hielo cerca de tu casa. Te voy a buscar. Sé donde vives- dijo en tono amenazador- Alquilamos unos patines y nos partimos la caja, el culo y lo que haga falta.

-No tengo ni idea de patinar.

-Mejor. Para mi será más divertido.

-Y no se que ponerme- dije riendo otra vez.

-Mira, no me busques excusas que ya te has comprometido. En media hora estoy ahí.

-Te estaré esperando.

-Hasta ahora.

-Hasta ahora.

No lo podía creer. Había quedado con ella sin más. Me había llamado, habíamos charlado y ahora íbamos a patinar. Genial. Lo mejor de todo era que realmente no sabía patinar y me traía sin cuidado. Solo quería poder quedar con ella y charlar un rato.

-¡Carlos! ¡Carlos!- grité saliendo de mi habitación y caminando hacia la suya.

-¡Dime!- gritó desde dentro- ¡Pasa!

-Me ha llamado Sandra- dije abriendo la puerta de su habitación para encontrármelo delante del ordenador.- Que quiere vayamos a patinar.

-¡Que primo!

-¿Qué dices tío?- le pregunté extrañado.

-Es broma. Lo que pasa es que ir a patinar con ella el día después de conocerla me parece un poco raro. Lo suyo sería que la llevases a cenar o algo así.

-¿Cenar? Mierda tío. Es verdad. Después casi seguro que vamos a cenar. ¿Qué me pongo? Ahora no es broma. No puedo vestirme para patinar y para cenar. ¿Dónde la llevo? No tengo coche. No puedo llevarla en el metro

-Para. Para tío- gritó levantándose de la silla levantando la mano.- Has quedado con ella para patinar. No te agobies. Pase lo que pase después ya lo improvisarás.

-No puedo improvisar. Me gusta mucho Carlos. Lo reconozco.

-Y ese es el problema. Relájate. A penas la conoces. No empieces a comerte la olla ni a imaginar mil historias con ella. Espera a que se produzcan los acontecimientos.

-Joder. ¿De verdad es tan fácil decirlo como parece?- me quejé muy serio.

-Ya lo sé. Pero si no te relajas un poco no vas a disfrutar de la tarde. Entiendo que esté así pero intenta pensar que solo vas a pasar un buen rato con una amiga. No te adelantes a nada y ya verás como todo va sobre ruedas.

-¿Tú has pensado en montar un consultorio?

-¿Para aguantar a tíos como tú? Ni de coña- terminó riendo.

-Deséame suerte- le pedí.

-Buena suerte Arnau, pero no la necesitas. Te bastas contigo mismo.

-Gracias tío. Voy a vestirme.

Si digo me vestí y me desvestí tres o cuatro veces supongo que quedaré como un niñato inseguro pero si no he mentido en otras cosas no lo haré ahora. Estaba realmente nervioso mientras me arreglaba y mientras esperaba en el portal a que llegara.

Apareció desde la calle de abajo metida en un abrigo largo con el que se podía intuir poca cosa más que las botas marrones que calzaba. Llevaba el pelo recogido en una cola de caballo y sonreía tan natural y alegre que me dieron ganas de correr a abrazarla. No había sido el alcohol, aquella chica era una preciosidad que me intimidaba convencido que pretender conquistarla era una quijotada fuera de mi alcance.

Casi empiezo a deprimirme con este pensamiento, convencido de no tener mucho que ofrecer a una chica así cuando estuvo suficientemente cerca como para escucharla hablar sin levantar la voz.

-Buenas tardes- dijo sin borrar su sonrisa en ningún momento.

-Buenas tardes…, de momento- dije sonriendo mientras le daba dos besos.

-¿Por qué dices eso?

-Porque en media hora tendré todo el cuerpo amoratado.

-Y eso hará que sea aún más divertida.

-A no ser que en una de mis caídas te arrastre- repliqué fingiendo ponerme serio.

-¿A caso te crees que te vas a poder acercar mucho a mi?- preguntó sonriente mientras empezábamos a andar, ella sabiendo hacia adonde y yo sabiendo con quien. Me bastaba con eso.

-Te seré franco. Esa es precisamente mi intención.

-Uy. No te quedan puntos por ganar ni na’- sentenció alegre.

-Bueno. Matemos el tema de los puntos que pongo tenso. ¿Cómo se hace eso de patinar?

-Eso si que te va a poner tenso. ¿De verdad que no sabes patinar?

-No he patinado en mi puñetera vida- confesé sin perder ni un ápice de valor.

-Entonces…- dijo convenciéndome que se ponía seria de verdad- esto va a ser más divertido de lo que me imaginaba.

-No seas cruel.

-No haber venido.

-Mira. Si tú te crees que me voy a perder la posibilidad de pasar la tarde contigo porque no sé patinar lo llevas claro. Por mi, como si me pides hacer el pino con falda.

-¿Tú no te has fijado que la mayoría de la gente se piensa las cosas antes de decirlas? Contigo no hay dobles lecturas posibles.

-Es demasiado complicado. Termino por no saber que estoy diciendo.

-Me encanta. Es lo que me gustó de ti. Tienes que tener una confianza en ti mismo asombrosa.

-En absoluto. Es una cuestión de gestión de recursos. No puedo desaprovechar mi inteligencia para intentar parecerte interesante. Prefiero decepcionarte de entrada- terminé haciendo que ambos riésemos a carcajadas.

-Entonces es triste que hasta en eso vayas a fracasar.

-Pues no tengo intención de fracasar en todo. Hoy aprendo a patinar- dije convencidísimo.- ¿Algún consejo?

-¿Has visto el club de la lucha?

-Sí. Es más. Por si te surge la curiosidad. Yo doblé a Brad Pitt en las escenas que salía sin camiseta.

-¿Y esto de aquí que es?- preguntó riendo mientras me pellizcaba un pequeño michelin que creía perfectamente camuflado.

-Eso- dije serio de nuevo- es una reserva natural de mi cuerpo para evitar morir de inanición en las largas temporadas de sequía mientras me protege de los crudo inviernos mediterráneos. Simple selección natural- terminé entre carcajadas.

-Bueno, pues mientras haces esfuerzos por seguir disimulando las huellas de la evolución en ti te daré el mismo consejo que le daban a Jack. ¡Deslízate!

-Jack era un fracasado que se vio solo en un mundo donde no encajaba. Soñó con un maldito pingüino en una cueva que le dijo eso de forma metafórica. En realidad le podría haber dicho "si no te resistes evolucionarás de león a niño", pero David Fincher no podía resumir "Así habló Zaratustra" en una conversación con un pingüino.

-¿Eh?- dejó escapar Sandra realmente sorprendida con el rollo que le había soltado.

-Perdona- me disculpé sonriendo- mantengo la tesis que Matrix es una representación del mito de caverna de Platón y que El club de la lucha es una síntesis más o menos acertada del superhombre de Nietzche.

-Tu estás fatal- sentenció sonriente pero visiblemente sorprendida.

-No creas. En realidad solo tengo un excedente de tiempo que para la mayoría de gente resultaría absurdo.

-Ya veo ya. Bien. Entonces no te sirve lo de "deslízate".

-En realidad no, pero puedo hacer ver que sí sin demasiado esfuerzo.

-Frena. Frena- volvió a reir- ¿no decías que ibas a simplificar las cosas?

-Y eso hago. ¿A que mola?

-No. No mola.

-Pues te estás riendo de lo lindo.

-Porque me desconciertas. ¿No podrías interpretar el papel de chico divertido e interesante con miedo a meter la pata?

-Pero entonces no te reirías como te estás riendo y te aseguro que estaría dispuesto a hacer el más sonado de los ridículos por verte reír otra vez.

Y ahí se paró. En seco. No dio ni un paso más. Yo también me pare y me puse delante de ella con una mirada que parecía suplicar perdón por un atrevimiento que había llegado sin invitación. Ella me miraba seria con una expresión que en aquel momento aún no sabia interpretar. Se supone que una sonrisa mueve hasta el último músculo de la cara. Se supone que cuando uno sonríe le sonríe hasta el pelo. Eso se supone.

Pero aquella sonrisa era distinta. Tenía la cara completamente seria, inexpresiva, y aún así estaba convencido que me estaba sonriendo. Lo veía en sus ojos. Ellos si me sonreían y lo confirme cuando se cerraron, cuando poniéndose de puntillas me dio un beso en los labios que aún hoy saboreo y que hace que se me ponga la piel de gallina mientras lo escribo.

-Y que conste que tenía pensado esperarme unas horas para decidir si te daba otro beso- me dijo sonriéndome para volver a besarme tímidamente- pero no podía más.

-Tengo que reconocer que cuando quiero soy irresistible- contesté riendo sin saber muy bien que se suponía que tenía que decir.

-Te voy a decir una cosa. Estoy casi segura que aún no sabes que es lo que estás haciendo para volverme loquita.

-Te seré sincero. Ni lo sé ni lo voy a intentar averiguar. Si lo intentase a propósito no conseguiría acercarme a ti más que en sueños. Pienso disfrutar de lo que pueda hasta que descubras que no soy lo que imaginabas.

-¿Y después?- me preguntó a medio camino de la decepción sin soltar mi cintura.

-Después me dedicaré a olvidarte, unos meses al menos. Me regodearé en mi desgracia y hasta te odiaré.

-¿Me odiarás? – preguntó casi enfadada.

-Odiaré al mundo. Por haberte hecho real. Deberías haber sido canción, o poema... Deberías haber sido la inspiración de una fantasía o un remolino en el estómago. Podrías haber sido muchas cosas pero nunca tendrías que haber sido real. ¿A que me voy a resignar ahora? ¿Cómo voy a volverme a convencer que el mundo queda bajo unos parámetros que puedo comprender y aceptar? Estás fuera Sandra. Estás fuera de lo que aspiro a ser y merecer. Tan fuera, que ya no sé que había antes de ti pero sé que después de ti no hay nada.

-¿Cómo puedes decirme algo tan triste?

-Porque me has preguntado- terminé riendo.- Y ahora vamos a patinar. Te vas a enterar de lo que es el arte en movimiento.

-¿Sin más? ¿Después de lo que me has dicho?

-En realidad- dije con mis manos aún en sus hombros- estoy reuniendo el valor para darte yo también un beso pero es algo que lleva su tiempo.

-Yo ya te he dado dos- contestó dando por terminada la grandísima chorrada que le había soltado.

-Ya. Y yo ya he hecho el tonto como cinco veces y no voy alardeando de ello.

-Pero yo no me paso media hora avisando que voy a hacer la tonta.

-¿Y yo sí?

-No. Tú llevas cinco minutos poniendo cara de querer darme un beso. Y te digo una cosa muy seria- me dijo haciéndose la interesante- el siguiente me lo vas a dar tú. No sé cuanto voy a tener que esperar, pero no te voy a poner aún más fácil.

-¡Eh! Estoy seguro que soy capaz de hacerlo.

-A ver si es verdad.

Aún necesité unos segundos pero conseguí armarme de valor. Saboreé el momento tanto como pude porque aquel beso no iba a pillarme de sorpresa. Aquel iba a ser mío y tenía la intención de recordar cada instante, cada sensación, cada aroma… Lo ralenticé tanto que parecía estar tomando apuntes de todo cuanto sentía. Acaricié dulcemente su cara como si quisiese poder recordar también eso y la besé. Sin más. Fue un beso tan tierno que ni siquiera fue beso. Todo lo que soy se centró en unos milímetros de mis labios y borré el mundo para poder sentir solo los suyos.

Y ese beso aún mío.

La miré de nuevo queriendo convertirme en una cámara fotográfica para mis recuerdos. Disfruté de aquella cara tan preciosa que olvidó abrir los ojos tras el beso como quien quiere olvidar despertar de un sueño intentando retener algo que simplemente ya no está.

-¿Y bien?

-Eso mismo digo yo. Bien.- sentenció sonriente.

-¿Vas a enseñarme a patinar?

-¡No! Voy a disfrutar viendo como intentas aprender.

Y disfrutó. Aunque no fue la única. Yo también me lo pasé muy bien. Lógicamente di un par de culetazos bien sonoros contra el suelo. Si hubiésemos querido poner una música a la tarde con un montaje como hacen en los programas de fútbol, Sandra hubiese sido la flauta o el piano y yo hubiese sido la percusión. Rítmica y repetitiva como los golpes que iban marcando mi cuerpo palmo a palmo.

Supongo que Sandra llegó a preocuparse de verme tanto tiempo tirado por el suelo. Al principio creyó que lo hacía en broma y que fingía caerme pero os aseguro que intenté con todas mis fuerzas quedarme de pie y entero el máximo tiempo posible. Cuando se dio cuenta que no hacía broma y que realmente soy muy torpe sobre dos cuchillas intentó ayudarme animándome y cogiéndome de la mano.

Idea que tuvo nefastas consecuencias porque en aquel momento empezamos a ser dos los que visitábamos el suelo de continuo. Cuando sentía que estaba a punto de caerme me aferraba a ella instintivamente con lo que terminaba tirándola casi siempre conmigo. Alguna vez yo conseguía mantenerme en pie, pero ella..., cada vez que yo daba un pie en falso ella caía.

-¡Tiempo! ¡Tiempo!- gritó riendo desde el suelo.- Tengo la sensación de que te estás vengando por algo y empiezo a pensar que me estás tirando a propósito.

-No es eso Sandra. Lo que pasa es que no te sabes los pasos- le contesté riendo aguantándome sobre los patines milagrosamente.

-Encima que te ayudo… Me tiras y tienes el morro de quedarte ahí, de pie. ¡Caete!- gritó desesperada zarandeándome la pierna.

-No te enfades Sandra. Vendremos un par de días más hasta que aprendas a patinar.

-¡Eres despreciable!- gritó mientras me zarandeó con toda la fuerza que pudo hasta tirarme destrozando mi culo y mi autoestima.

-Te dejaría aquí tirado- empezó a decir montándose encima mío y sujetándome fuerte mientras me quejaba del golpe- si no me muriese de ganas de otro beso. Eres tonto- dijo cambiando el tono de voz dulcificándolo.- Hemos patinado durante dos horas y ni has intentado besarme.

-No quería desconcentrarte- contesté sonriendo.- Es que a la mínima te caes.

-Te voy a matar- gritó haciéndome cosquillas- no había visto a nadie tan torpe como tú patinando y me sueltas esta barbaridad.

-Así se hace- conseguí decir entre carcajadas entrecortadas por las cosquillas.- Saca la rabia que llevas dentro. Exterioriza tus emociones y suelta la rabia. Es normal que te sientas frustrada con lo mal que patinas.

-¡Ufffff!- parecía desesperarse-¡Basta!- gritó seria matando como podía una sonrisa que se le podría haber escapado hasta por las orejas.

-No. No basta- dije mientras la acercaba a mi cogiéndola de la nunca.- Es ahora cuando empezamos.

Y ya no dijimos nada más. No podíamos. Nos besábamos como de verdad queríamos. Como llevábamos horas intentando. Abrí la boca y me recibió en la suya. Estaba ansiosa y lo mostraba sin reparos. Le molestaba nuestra cara, nuestra boca. Nos sobraba todo porque necesitábamos meternos en el otro, fundirnos, comernos el alma.

Unas risas nos despertaron de nuestra brutal fantasía y amanecimos en medio de un coro de niños de todas las edades muertos de curiosidad por el espectáculo que estaban dando dos inconscientes que se convertirían en el blanco de las miradas furiosas de sus padres. Nosotros nos levantamos como pudimos (yo me levanté al menos tres veces) y salimos avergonzados de la pista buscando la forma de quitarnos los patines en el menor tiempo posible.

Salimos de la plaza casi a la carrera intentando ocultar nuestra cara bajo nuestro cuello. Avergonzados sí, pero ansiosos de dar con una farola o una esquina. Un escondite excusa para seguir con lo que habíamos dejado minutos antes.

Nos abrazamos, nos besamos, nos acariciamos… Nos descubrimos durante el camino inconsciente (al menos por mi parte) que nos llevó a su casa. No sé si su portal fue una pausa o una segunda parte entera pero conseguimos congelar el tiempo sin darnos cuenta. Aquello era suficiente. Era incluso de más. No hubiese hecho nada para detenerlo, ni siquiera por subir, y mucho menos por despedirme, pero interpretó un gesto mío. Involuntario o no, nunca lo he sabido, pero en aquella situación mirar arriba es una invitación y solo le quedaron dos opciones.

Una. Solo una. Denegar la invitación sin separarse de mi boca ni un instante.

-Quiero esta tarde Arnau. La quiero para mi.

-Y yo también Sandra. Te lo aseguro. Ha sido una tarde maravillosa.

-Yo no quiero matarla y si subes la mataremos. La noche matará esta tarde. Si subes a mi casa esta tarde no será nada por ella sola. La recordaremos como parte de lo que suceda arriba. No quiero eso.

-Yo tampoco quiero eso- contesté sin entender muy bien en aquel momento a lo que se refería.

-Quiero recordar esta tarde como uno de los momentos más bonitos que he vivido. Quiero recordarte a ti con tu inocencia y tu torpeza simpática. Quiero tener los mismos nervios que hoy cuando te vuelva a ver.

-Nos volveremos a ver, ¿verdad?

-Que mono eres… Claro que nos volveremos a ver. Y no tardaremos mucho. Este fin de semana voy a casa de mis padres pero el lunes estaré aquí y te llamaré. Me muero de ganas de saber más de ti. Quiero conocerte Arnau.

-Y yo quiero conocerte Sandra.

-Entonces- dijo dándome un beso tierno- ¿te llamo el lunes?

-Llámame cuando quieras Sandra. Pero llámame por favor.

-Te aseguro que tendré tantas ganas de volver a verte como tengas tú- y dándome un beso se coló en su portal dejándome a mi con una tristeza inexplicable después de la tarde que acababa de pasar.

La mezcla de emociones y sensaciones en un momento así (y espero de corazón que sepas de lo que estoy hablando) es tan abrumadora que sufres una especie de alienación muy difícil de encajar. De algún modo sientes tantas cosas distintas y tan difíciles no ya de explicar sino de entender que es como si tú mismo te despegases de tu cuerpo.

Me importaba todo tres pimientos. Pensé que incluso me daba igual que aquello acabase saliendo mal. Es más, tenía claro que acabaría mal aunque fuese por memoria histórica y no me preocupaba lo más mínimo. Aquello ya valía la pena. No necesitaba más de lo que ya me habían dado y aunque conocer a alguien tan maravilloso como Sandra me haría replantear más de uno de los varemos que usaba para distinguir la realidad de la fantasía estaba dispuesto a apostarlo todo sin ni siquiera mirar mis cartas.

Me fui a casa convencido de que no necesitaba que ese viernes me ofreciese nada más y con unas terribles ganas de que llegase el lunes. Algo que por otro lado hoy en día me parece completamente absurdo.

Carlos estaba preparándose la cena. Pizza de casa Tarradellas (publicidad aparte) era lo habitual cuando salía "pronto". Significaba que tenía prisa por salir de casa cenado relativamente rápido y que quería comer algo que pudiese hacer de cojín para unos cuantos güisquis. Eso me hacía ver, si quería seguir analizando la situación, que no había quedado con ninguna tía. Esa iba a ser una noche entre coleguillas.

-Hay otra como esa en la nevera. ¿Te apuntas de marcheta?- me dijo nada más verme entrar en la cocina.

-Hoy va a ser que no- contesté alegre mientras una enorme sonrisa me partía la cara en dos.

-Vaya, vaya- dijo picarón- así que ha sido una buena tarde. Cuenta. Cuenta. Me alegra un montón verte así.

-Ha sido una tarde fantástica. Te aseguro que estar con ella es

-¡Para!- me interrumpió riéndose- me da la sensación que estás a punto de plagiar todas las películas románticas que has visto en un par de frases.

-¿Mariconadas hollywoodienses?- pregunté interpretando que no daba ningún crédito a tardes como las que yo acababa de pasar.

-Te voy a decir una cosa que espero que recuerdes. Hollywood ha hecho mucho daño al amor. La realidad no es como las películas y no puedes esperar que lo sea. Vive lo que sea que estés viviendo pero no te pases echándole imaginación. Es muy fácil idealizar situaciones y personas que no son en absoluto idealizables.

-¿Por qué me sueltas este rollo tío?- repliqué poniéndome serio.

-Mira tío. Me alegra un montón que estés tan ilusionado y tan… tan tonto- terminó después de una leva pausa.- Pero es que se te va la olla. La has visto dos días y ya crees que es la mujer de tu vida. Si la cosa te sale mal te vas a dar un guarrazo increíble.

-Te aseguro que me da igual.

-Y eso te lo crees porque es lo que sientes ahora pero creeme que te arrepentirías un montón de haber dicho esto. Te juro que entiendo tu momento de euforia pero te aconsejo que frenes un poquito.

-Carlos. Te lo digo muy en serio. Me da igual. Y me da igual que sea un topicazo simplísimo. Los pocos ratos que he estado con ella me he olvidado del mundo entero. Es como si nada más existiese porque nada más es necesario. Ella es suficiente, por si sola. Es de más. Y me embriaga. Me satura. Y si todo eso es algo que yo mismo me estoy creando me da igual. Pienso vivirlo mientas pueda.

-¿Y cuando caigas?- me preguntó serio dejando la pizza en la barra que dividía cocina y comedor.

-Me habré caído.

-Te lo estoy preguntando en serio Arnau.

-Y yo te he respondido en serio.

-Perdona que me haya inmiscuido- dijo dándome la sensación de que cortaba la conversación en serio.

-Perdona Carlos. No te estoy haciendo callar si es que eso es lo que te ha parecido.

-Pues sí.

-No es eso. Lo que quiero decir es que si me caigo me levantaré y punto.

-Pues me parece que ya deberías saber lo duro que puede ser eso.

-Y lo sé. Te aseguro que lo sé pero te sigo diciendo lo mismo. Que me da igual. Que ya vale la pena. Aunque no la volviese a ver.

-Te juro que no entiendo a la gente como tú- me contestó riendo por fin.- A veces creo que toda tu inteligencia está concentrada en un solo punto de tu cuerpo.

-Algo, que por supuesto, no tiene nada que ver contigo- contesté también sonriendo.

-Por supuesto. Por supuesto.

Seguimos hablando mientras él se comía su pizza y yo preparaba la mía. No era necesario esperar. Entre nosotros no había nada necesario. Las cosas se hacían cuando uno quería hacerlas y teníamos el tema de los protocolos bastante olvidados. Carlos decía que nuestra amistad ya estaba hecha, que ya no hacía falta hacerla, por lo que cumplir era algo que le resultaba absurdo.

Yo lo encontraba lógico la mayoría de las veces como también esa. Sí tú cena ya está preparada y la mía no es un poco absurdo que te esperes por educación y te la comas después completamente fría. Carlos sabía ser sensato y sincero con él mismo incluso cuando las normas de educación aceptadas decían lo contrario que su comportamiento.

Estuvimos charlando y riendo mientras cenábamos cada uno a su lado de la barra. La botella de coca-cola de dos litros reinaba en la mesa como siempre y los cubiertos descansaban cómodamente en el cajón mientras nosotros comíamos con las manos como las leyes mandan que se debe comer la pizza. Al fin y al cabo, cenas como esas no solían incluir ni un primer plato ni un postre y la pizza no es más que un cacho de pan adornado.

Cuando Carlos se fue, lógicamente sin recoger nada de lo que había ensuciado, yo me quedé haciendo de chacho un rato para poder disfrutar después del sofá y una botella de Jack Daniel’s que tenía reservada para las ocasiones especiales.

Cumplí con todos los procedimientos necesarios para disfrutar de un buen güisqui. Cogí tabaco suficiente, un cenicero, la botella y una cubitera con hielo. Me senté en el sofá con los pies sobre la mesa que tenía justo en frente y empecé el ritual. Disfrutar de aquel güisqui que a cada sorbo estaba más bueno mientras con una sonrisa que resultaría absurda sacada de contexto miraba al techo convencido de que era el puto amo.

En fin…, son muchas las horas que dedico a escribir esto y mientras continúo me encantaría que si le echáis un vistazo me deis algún comentario. Como ya he dicho, son muchas las horas que tengo que dedicar y tú tan solo unos minutos. Muchas gracias.

sumajestaddelosmaresdelsur@yahoo.es