De ilusiones, fantasias y demás realidades (3)

De nuevo, continuación. No has leído las otras dos partes dudo que pueda interesarte esta.

VII

Estaba encantado de estar con ella. Seguía triste…, algo dentro de mí me impedía disfrutar de aquello, pero Sandra me embriagaba de una manera muy difícil de explicar. Quizá podría con alguna metáfora de luces y sombras, de noches y estrellas, pero no te parecería más que una canción para quinceañeras.

Es posible que solo los adolescentes puedan sentirse como me sentía yo con ella. Ese sentimiento es como un muro que se levanta ante el mundo, que te deja a solas con otra persona en una pasión que llega a anular todo lo que eres. ¿Recuerdas esa sensación? ¿Esa carencia absoluta del pasado y el futuro? Ya no eres nada, solo eres ese momento. Y estás más vivo de lo que estarás jamás.

Estás vivo en un cuento que terminará por desvanecerse o por diluirse en el tiempo. Nadie podría vivir en ese estado eternamente, eso lo comprendo. Lo que no he entendido jamás es porque nos inmunizamos, porque solo los adolescentes pierden la cabeza, regalan el alma y apuestan el corazón sin mirar las cartas. Lo que no quiero es que me digan que es una varicela que solo vas a pasar una vez en la vida.

Yo recaía, había perdido mi inmunidad y volvería a perderla tantas veces como hiciese falta. Iba a quedarme con un poco de ella… hasta que se fuese. Quemarme con su sonrisa y perderme en sus brazos cada vez que me dejara.

-Te has colgado…-me dijo interrumpiendo mis pensamientos.

-¿Perdona?

-Que te has colgado. Vengo en tren desde casa de mis padres. Un viajecito de más de dos horas. Vengo un día antes de lo previsto. ¿Y tú me lo pagas colgándote vete a saber en que?

-Yo

-Solo te voy a perdonar si me prometes seguir mirándome así.

-¿Cómo?

-Como me mirabas hace un momento- contestó riendo.- Así, así- añadió sin entender todavía a lo que se refería.

-Pues si tú te quedas satisfecha yo también.

-Supongo que sí. ¿Me llevas a cenar?

-Por supuesto.

-Tengo un hambre canina.

-Te voy a llevar a un sitio muy bonito- dije olvidándome por completo, y como no hacerlo, de los mixtos que me esperaban en la cocina.

-No esperaba menos de ti

Esa situación no me pillaba por sorpresa. Ya tenía pensado el restaurante para nuestra primera cena. No sé si es el restaurante más bonito que he visto en mi vida, pero si es el que más me ha impactado. Había sido una fábrica cincuenta años atrás y estaba casi derruida cuando la compraron. La vaciaron por dentro y dejando solo la estructura habían hecho una obra de arte. Seguía pareciendo una vieja fábrica, de paredes de tochos rojizos, vigas de madera y techos altos. Pero tenía ahora unos ventanales enormes, de al menos tres metros de alto, decorado con gusto exquisito y una ambientación como la que necesitábamos aquel día.

Una gran sala oscura, iluminada con unas pocas bombillas escondidas y velas en cualquier mesa o rincón. Silencio… Mucho silencio porque eres consciente de él y no te atreves a romperlo. Las parejas hablan flojito porque el encanto de una velada así es muy frágil. Quizá Kenny G sonando a lo a lejos es lo único que el dueño puede ofrecer a tantas parejas escondiéndose del mundo.

Cuando llegamos Sandra se quedó maravillada. La sorpresa en sus ojos fue un regalo. Ese día sonaba Norah Jones y al sentarnos en nuestra mesa sentí que en esa nube no iba a encontrarnos nadie. Sonreí al escuchar la letra de la canción "the nearness of you" y deseé, iluso, poder sentirme así el resto de mi vida.

Durante buena parte de la cena estuvimos hablando nerviosos. Me daba cuenta que a penas nos conocíamos. Sandra era todavía una caja llena de sorpresas para mí y sentía una impaciencia infantil por descubrirlo todo a la vez que unas ganas irrefrenables de entretener sus labios en un beso que nos callase toda la noche.

Ya no recuerdo que cené o si cené. Recuerdo las cosas que me contaba de ella, de sus ilusiones y lo atareado de su vida… Recuerdo como siempre su sonrisa. Inocente, pícara, dulce, silenciosa, provocadora y estandarte de la felicidad que sentía a su lado.

No pude resistir darle un beso nada más salir por la puerta. Fue un beso robado que resucitó su sonrisa del mundo donde había quedado escondida por una repentina ráfaga de aire frío que nos sorprendió en la calle.

-Empiezas a ganar algo de iniciativa- dijo cogiéndome la mano por primera vez.

-Voy lento pero a paso firme. Ten fe en mí.

-Si me permites la crítica- siguió fingiendo estar seria- está bien, pero te falta constancia.

-¡Mujer! ¡Que exigencia!- me quejé riendo mientras detenía mis pasos junto a ella y ponía mis manos en su cintura.

-¿Has visto qué bonita está la luna hoy?- me preguntó al oído- parece que se haya arreglado para salir a vernos.

-Bueno…- dije abrazándola por la espalda para mirar los dos en la misma dirección.- La luna siempre será la luna. Fíjate que es un trozo de roca polvoriento y gris, pero se las apaña para mostrarse siempre reluciente. Debería o podría conformarse en manejar las mareas pero es tan coqueta que siempre intenta brillar.

-Igual nos muestra que todos podemos brillar de algún modo. Aún y siendo grises y polvorientos.

-Te aseguro que tú no necesitas nadie que te ilumine para brillar…- dije dándole un beso en la mejilla.

-Pero igual sí que tengo mi lado oscuro- terminó amenazante sonriendo.

-¿Sabes que leí un día de la luna?

-Cuenta.

-No recuerdo dónde, pero leí que la luna se pasa catorce días escuchando los deseos de la gente. Durante esos catorce días se va llenando de todas esas ilusiones y cuando ya no puede más, cuando está hasta arriba de deseos, empieza a vaciarse haciendo realidad los que ella cree que deben hacerse realidad.

-Es una idea muy bonita.

-Y hoy estamos de suerte. La luna está a punto de terminar de llenarse y mañana empezará a menguar. Pide el deseo que quieras y quizá, quien sabe, la luna decida que se te haga realidad.

-¡Ya está!- Exclamó a los pocos segundos dándose la vuelta para tenernos cara a cara.

-¿Y que has pedido?

-Eso es algo que quedará entre nosotras. Cosas de chicas- contestó riendo.

Nos quedamos callados unos segundos. Nuestras sonrisas se fueron apagando mientras las miradas se encendían. Tanta pausa para un beso debe significar algo. Un momento así está obligado a ser especial cuando se enmarca en una noche como aquella y se vive con el valor o inconsciencia de un adolescente.

Pagamos el peaje en cada esquina. Me ponía nervioso sin llegar a disfrutar como debería de aquel momento. Yo había dirigido nuestros pasos a mi casa intencionadamente pero llegar era algo que me asustaba. Otra vez os aseguro que no necesitaba más. No me hacía falta. No quería separarme de ella, no todavía y estaba a punto de suplicar.

-Hace dos días te pedí la tarde- dijo a escasos metros de mi casa- ¿te puedo pedir hoy la noche?

-Me puedes pedir el alma.

Subimos a mi casa cruzando cada puerta con torpeza. Adivinamos el botón del ascensor después de tres intentos y empezábamos a acariciarnos cada vez con más curiosidad y atrevimiento. Alimentábamos el ansia del otro con los mordiscos, suspiros y gestos nerviosos de quien va a necesitar una segunda oportunidad.

El piso estaba casi a oscuras, en silencio. Carlos se habría acostado y si hubiéramos mirado solo habríamos encontrado la luz de la luna y la calle entrando por las ventanas que parecían no tener persianas.

A mi cuarto llegamos rompiendo el silencio con nuestra torpeza y cerrando la puerta con prisas. Me despegué de Sandra un momento para encender dos velas. Con la luz que la noche no había ahogado en la calle era iluminación de más. Volví a mirarla y sus ojos me asustaron. Me miraba seria y se mordía el labio. Alzó la mano a mi primer paso hacia ella para detenerme y temí que todo se había acabado de nuevo.

No podía contener una sonrisa que empezaba a escaparse entre sus labios. Con la luz de las velas su piel se había tornado de un color dorado brillante u oscuro en función de la danza que las sombras hacían en su cara y su cuello desnudo por una cola en el pelo que debía ser inspiración de un vampiro tan sediento como lo estaba yo en aquel momento. Sentía que ella disfrutaba de aquello, de la espera interminable con la que me castigaba sin haber cometido delito alguno. Era tan bonita

Adelantar un pie fue lo único que tuvo que hacer para invitarme, para que me acercara a ella despacio, temeroso que el privilegio que aquello suponía podía esfumarse como muchas otras cosas se me han esfumado a lo largo de la vida. Me abracé a ella mientras volvíamos a besarnos deseosos que la ropa desapareciese pronto y nuestras pieles se conociesen por fin.

Poco me costó dar el primer paso y quitarme la sudadera y la camiseta. Caricias fue su única respuesta. Dejó de besarme para fijarse en lo que descubría de mí y paseaba sus manos aventureras por mi piel. Parecía absorta en un juego que me tenía como objeto y yo quería más, ahora sí. Anhelaba verla desnuda. Yo también quería acariciar su piel y descubrir su cuerpo mientras debía conformarme con que ella descubriese el mío.

Pasaron unos segundos interminables mientras yo la miraba absorto hasta que deteniendo sus manos en mi torso me preguntó con cara inocente:

-¿Me toca a mi? ¡ah! Perdona. Se me había olvidado.

Empezó a desabrocharse la blusa estudiando mi cara y mis reacciones. Mis ojos se empezaban a abrir tanto como podían mientras a cada botón descubría un poco más de su piel. Unos sujetadores blancos sin dibujos ni encajes dibujaban lo que era en ese momento todo el objeto de mi atención. ¿Cómo pueden unos pechos acelerar así? ¿Cómo pueden alterarnos de ese modo? Soy incapaz de explicar lo que sentía al verlos aún y con sujetador. Hablar de formas y tamaños me parece innecesario porque sé que ni así sería capaz de describirlos. Tenían que ser míos pronto y disfrutar de ellos durante toda la noche.

Ella se dio cuenta en seguida de la atracción que habían despertado en mí y parecía sorprendida por ello. Halagada, seguro, pero sorprendida que tuviesen ese poder de seducción hipnótico.

-Y ahora te toca a ti. ¿No?- preguntó sonriendo.

-No sabía que era un intercambio- respondí aún hipnotizado.

-Tú lo has convertido en un intercambio.

Accedí quitándome los zapatos tan rápido como pude a lo que ella me copió casi al instante.

-Te sigue tocando

Me quité los pantalones con poca gracia, lo reconozco, para quedarme solo con unos slips negros que empezarían a tener un gran valor sentimental para mí a partir de ese momento.

Ella me siguió con más calma y gracia. Se quitó el cinturón y se desabrochó los tejanos mientras su mirada curiosa estudiaba cada uno de mis gestos. Aparecieron unas braguitas blancas tras el tejano que parecían asustadas o vergonzosas mientras tanta lentitud me obligaba a controlarme en una estoicidad en absoluto conocida en mí.

-No sé si es buen momento para continuar…- dijo transformando mi cara en pura frustración.- Es broma.- terminó dejando caer los pantalones al suelo.

Todo su cuerpo era ahora la pantalla donde se proyectaban las sombras creadas por las velas y el movimiento aleatorio de sus llamas. El color blanco de su ropa interior contrastaba con el dorado de su piel mientras su sonrisa parecía crecer con mi admiración.

-Yo llevo solo una prenda y tú dos- conseguí decir de algún modo.

-Serás sinvergüenza- dijo meneando un dedo como si me riñese.- ¿Me estás pidiendo que me quite el sujetador?- preguntó con una fingida cara de sorpresa.

-Me parece justo- atiné a decir, sonriendo por primera vez en los varios minutos que estaba durando mi tortura.

-Está bien…- concedió por fin llevándose las manos a la espalda.

Había esperado tanto ese momento que ya no sé decir si lo disfruté como merecía de los nervios que estaba pasando. Hizo todos los movimientos tan despacio como le fue posible consciente como era que en aquel momento se había convertido en el centro de todo mi universo y que no había nada que desease más en este mundo de poder disfrutar de ella.

Unos segundos después vi los que son los pechos más bonitos que he visto y se partió la magia en dos. Ya nada podía retenerme ni dejarme quieto a un metro de ella. Tenía que abrazarla y acariciarla. Cada segundo más iba a ser una tortura absurda y su paso respondiendo al mío nos liberó de ella en un abrazo y un beso apasionado.

Tardé varios segundos de indecisión en ir a por ellos pero cuando lo hice, cuando noté su despertar bajo mis manos mientras ella recorría nerviosa e indecisa mi espalda con sus manos, sentí que iba a explotar sino conseguía frenar mis manos y dar rienda suelta a mis labios y me lengua.

La recosté en la cama admirado de tanta belleza esperándome a mí. Quise mirarla, ahí tumbada, unos segundos para recordarla para siempre, para tener una imagen así en mi cabeza de por vida, cuando el mundo descubra que no me merezco esos privilegios y me los quite. Habría dado lo que fuese… a día de hoy daría lo que fuera por un don, por ser capaz de plasmar en un lienzo lo que aquel día vi y que no tenga que confiar jamás en la memoria, que no tenga que temer que esa imagen algún día se perderá para siempre.

Me tumbé sobre ella empezando a besarle el cuello pero con el destino de mis labios muy claro. Escasos segundos tardé en llegar hasta donde nunca habría soñado llegar tan solo una semana antes.

Me entretuve un rato, tanto como pude, de una a otra sin saber muy bien como parar ni donde quedarme. Al principio ella me acariciaba el pelo mientras con gestos y soplidos me indicaba por donde seguir y que no hacer. Estaba tan acelerado que tenía que hacer un gran esfuerzo para no hacerle daño con ninguno de mis movimientos.

Poco a poco empezó a reclamarme. Tiraba de mi cabeza hacia ella, susurraba mi nombre entrelazado con su respiración ruidosa y daba órdenes que intentaba ignorar. Ella misma iba a quitarse las braguitas cuando detuve sus manos. Aquello iba a hacerlo yo.

Con mi cara a escasos centímetros de su ropa interior empecé a estirar de ellas con delicadeza pasando unos dedos por dentro de la goma. Quizá sí que disfruto demasiado con la vista…, que me recreo en imágenes como aquella, su bello (con b) apareciendo poco a poco mientras la tela desaparece es una imagen de las que no puedo olvidarme y con la que aún hoy me recreo. Lo acaricié con la nariz en un acto reflejo que rechazó con un pequeño empujón con la mano y me llamó deseosa de encontrarse conmigo al fin:

-¿Cuánto más me vas a hacer esperar? Ven.

Fui a ella y nada más ver mis movimientos buscó la postura para acogerme separando las piernas y abriendo los brazos para recostarlos en mi cuello.

-Hace mucho rato que te estoy esperando. ¿No vas a hacer nada más que esto?

-¿Qué te parece si la ayudas?- pregunté malicioso encima de ella, pausando una flexión que podía alargarse más de lo que estoy acostumbrado.

-No me parece mal- dijo repitiendo ella mi gesto con sus braguitas con mis slips.

No hizo falta decir ni hacer mucho más. Me acogió cambiando la cara de golpe, abriendo los ojos primero y cerrándolos después mientras echaba atrás su cabeza mostrándome el cuello del que volvería a beber. Todo en ella era una perfecta sinfonía. Sandra era belleza en si misma, era bello su cuerpo, sus movimientos, sus expresiones

Mi miraba a los ojos mientras seguía mi movimiento y preguntaba con ellos, contaba infinidad de cosas mientras su sonría respondía a veces a la mía, cuando se acordaba. Cuando no tenía que controlar la respiración, sus dientes o su cuello.

Hubiese alargado aquello durante horas porque la complicidad y la ternura se respiraban de nuestros alientos. Aquella mirada suya me cautivaba y me secuestraba para hacerme sentir lo que poca gente puede hacernos sentir: que estaba en casa.

Yo intenté alargarlo. Nuestra inseguridad no obliga a ello. Empecé a disminuir el ritmo, a hacer paradas incluso con los ojos cerrados. Como es normal se dio cuenta en seguida y me reía con una picardía simpática que me hacía temer lo peor. Volvió a acariciarme con yemas y uñas mientras con un movimiento suave de sus caderas multiplicaba mis sensaciones.

Mi mirada asustada le pedía que parase y eso la animaba a esforzase más. Yo estaba casi quieto mientras ella con unos mínimos movimientos de sus caderas me hacía tocar el cielo con la punta de los dedos. Me estaba manejando como a una marioneta, manipulaba mis sensaciones y mi placer como si fuesen propios. Sonreía al ser consciente de ese poder que le otorgaba completo control sobre mí.

Acabé cuando ella quiso que acabase sin poder hacer nada para impedirlo. Ella reía mientras yo sentía un pinchazo en el orgullo y la vergüenza que solo los hombres conocen. Carece de importancia, lo sé. Pero ella seguía riendo de mi cara mientras dije algo que no debe decirse más que una vez.

-Lo siento.

-No lo sientas tonto. Ha estado muy bien.

-Es que

-Noooo, no te excuses, ¿vale? No vayas a ensombrecer algo que ha sido tan bonito.

-Lo ha sido ¿Verdad?- dije dándole un beso antes que pudiese contestar.

-Ha sido muy bonito Arnau.

-Sé que estas cosas no se dicen

-¿El que?

-Lo que te voy a decir. No se dicen porque en cierto modo el simple hecho de decirlas las convierte en verdad pero me tienes tan admirado que estoy completamente convencido de no merecerte.

-De llamarte tonto tantas veces se te va a quedar como mote.

-Parece una de esas cosas que se dicen para quedar bien ¿verdad?- esperé a asintiese tímidamente.- Con lo que da igual lo sincero que sea. Posiblemente sea algo que no puedas creer. Te miro, una y otra vez, y no veo a una persona normal. Eres demasiado para ser de nadie más que en el momento en que le regales una sonrisa. Deberías ser el amor imposible de un poeta…Solo mirarte puede inspirar a alguien durante años para sacar de él lo mejor que tenga.

-¿Y no puedo acaso sacar lo mejor de ti?

-Sí, supongo. Pero lo mejor de mi va a ser muy poco, mucho menos de lo que mereces.

-¿Y va a ser?

-No será poesía. Pero quizá si puedo escribir un día lo maravilloso que fue conocerte.

-Y contarás como nos conocimos en una fiesta…- decía sonriente y preciosa

-Y como estampé mi cuerpo contra el hielo.

-¿Y como hicimos el amor por primera vez?-seguía sonriendo

-Supongo que sí. Pero mentiré en los nombres, mentiré en los lugares.

-Y nadie sabrá que me llamo Sandra- añadió poniéndose seria.

-Incluso en esa frase aparecerá otro nombre.

-¿Significa eso que me están leyendo?

-Es muy surrealista decirlo así- añadí algo perdido en la conversación- pero podíamos decir que nos están leyendo. Podemos imaginar que hay alguien que, sin saber quien somos, nos está mirando en este mismo momento.

-¿Hace falta que salude?- preguntó siguiendo el juego.

-La verdad es que quedaría educado.

-Bueno… pues… Hola- dijo mirando al techo.- Me llamo Sandra y la mitad de lo que escriba este hombre sobre mi es mentira.

-¿Sabes que puedo borrar esa frase verdad?- continué retorciendo aún más la conversación.

-No creo que lo hagas.

-Supongo que no.

-¿Sabes?- me preguntó dándome un beso.

-Dime.

-Me gusta la idea de aparecer en un relato. Verme a mi misma con tus ojos y saber que nadie más puede reconocerme. ¿De verdad lo harás?

-Algún día- prometí.- Espero que sea un relato bonito y que quien lo lea pueda entender como nos sentimos ahora mismo.

Nos quedamos un rato mirándonos. De vez en cuando un beso interrumpía nuestras miradas, pero pasaron varios minutos antes que ninguno de los dos se atreviese a romper aquel momento con una conversación que nos distrajese. La miraba y pensaba que es casi insultante que exista gente así. Con Sandra en el mundo los ángeles, sirenas y hadas carecían de sentido. Si ella era real, si era de carne y hueso, el mundo no necesitaba de magias mitológicas… bastaba con conocerla.

-¿Si me doy una ducha me escuchará Carlos?

-No creo. Su habitación está al otro lado del piso.

-Pues voy a darme una ducha. ¿Te importa?

-Claro que no mujer. Hay toallas en el baño.

-En seguida vuelvo- dijo dándome un beso.

Y ahí me quedé, tumbado desnudo en la cama esperando su regreso. "Sandra". Repetía su nombre como si fuese una canción hipnótica que fuese a tranquilizarme o calmar mis males. Iba a ser una noche fantástica. Abrazado a ella hasta el amanecer.

Apareció de nuevo en la habitación en diez minutos destrozándome anímicamente. Volvía a estar vestida y me miraba sonriente. ¿Por qué se había vestido de nuevo? No podía ser que estuviese pensando en dejarme ahí e ir a dormir a su casa.

-¿Te vas?- le pregunté completamente sorprendido.

-Sí, Arnau- contestó con todo el cariño que fue capaz.- Mañana tengo clase a las ocho y si me quedo aquí no voy a dormir en toda la noche.

-Pero… ¡claro que puedes dormir!- contesté buscando cualquier cosa que la retuviese.- Apago las velas e intentamos dormir.

-Si no es por las velas… estando contigo no podré dormir. Querré darte besos… y tú a mi. Haremos el amor otra vez… o varias veces y a las siete de la mañana seguiremos despiertos.

-Pues ya dormirás mañana- dije como última salida.

-No puedo Arnau. Ya te he dicho que mañana tengo muchas cosas que hacer.

Estaba completamente destrozado. Aquello había sido un jarrón de agua fría inmenso. Me sentía completamente abatido y decepcionado. A mi no me hacía falta dormir. Yo tenía que ir a la emisora a las ocho de la mañana y pasaría la noche en vela solo por poder mirarla. ¿Por qué no podíamos sentir igual aquel momento? ¿Por qué no quería acurrucarse en mis brazos mientras pudiese?

-Te acompaño a casa.

-No hace falta. Me he traído el coche de mi compañera de piso para poder volver rápido- dijo dándome un beso y trayendo el recuerdo de Laura de nuevo.

-¿Nos veremos mañana?- pregunté disimulando una súplica.

-Porque no me mandas un mensaje a medio día e intentamos quedar por la tarde. Igual puedo tomarme un café.

-Vale- dije levantándome de la cama para despedirme.

-No hace falta que te levantes. Sé donde está la puerta- dijo dándome un tímido beso como única despedida.

Se fue. Sin una despedida con música romántica y besos interminables. Se fue sin más dejándome en una tristeza de nuevo muy difícil de explicar. Había sido una noche maravillosa y yo jamás me hubiese planteado terminarla mientras hubiese una alternativa, por absurda que fuese, de alargarla hasta el amanecer. Ella en cambio había seguido con su sensatez y su madurez para regalarme algo poco deseable: miedo. Y no sé si debería escribirlo en mayúsculas. El miedo de estar solo, no ya en la habitación, sino de estar solo en un sentimiento, de haber vivido esa noche de forma distinta a ella, de no ser suficiente, de ser culpable.

Ese miedo puede nacer de cualquier cosa y en cualquier momento. Algunos no lo han sentido nunca, otros lo hemos sentido demasiadas veces. De él también se aprenden muchas cosas, pero os aseguro que poco más se puede sacar de él que una lección.

VIII

Me quedé tumbado en la cama mirando el techo y el juego de sombras que ya no me parecía tan bonito. Debería estar durmiendo plácidamente con una sonrisa partiéndome la cara en dos. Tenía motivos, debería reconocerlos, pero solo era capaz de elucubraciones estúpidas para entender la reacción de Sandra. Intentaba comprenderla pensando en que me haría a mí comportarme de esa manera. Olvidando que al final, cada persona se comporta de una u otra manera en base a muchas cosas, más de las que se pueden contemplar o escribir en una hoja de cálculo.

Las siete de la mañana llegaron por repetición, porque cada día lleguen, no porque fuese realmente importante. Me duché atropellado por una tristeza injustificada y esperé, café en mano, la aparición de Carlos. Mente brillante donde las haya capaz siempre de resumir las relaciones humanas en un par de frases.

-Buenos días- saludó a los pocos minutos aún en pijama.

-¿Aún en pijama? Llegarás tarde al trabajo.

-Es que no sabes el follón de tráfico que he encontrado.

-Si aún no has salido… - le repliqué.

-Pero ya estoy practicando la excusa- contestó riendo-¿Qué tal la visita de ayer campeón?- preguntó con cierto rintintín.

-La verdad es que bien.

-Sí, sí. Se nota en la alegría de tu voz- añadió burlón.

-Pues no te creas… Fue una velada fantástica. La llevé a cenar, dimos un paseo… Y luego vinimos a casa.

-¿Y a qué viene esa cara?

-Que se fue. Serían las dos como mucho cuando se levantó de la cama y se fue.

-¿Y por eso estás así? Esa cara porque después de una noche genial se fue a dormir a su casa.

-Sí- repliqué como si fuese obvio.- No entiendo porque no se quedó. Podríamos haber pasado toda la noche juntos… Abrazados. Desayunar juntos… Hubiese sido redondo.

-Redondo parta ti.

-¿Qué quieres decir?

-Lo de ser empático está muy bien. ¿Sabes?

-¿A que viene esto ahora mismo? Yo intento ser una persona empática.

-Incluso cuando no tienes que hacerlo.

-¿Y eso que significa?-le pregunté indignado.

-Que está muy bien que te hayas pasado toda la noche intentando entender porque la chica más maravillosa que has conocido, que además parece colgada por ti, no ha querido quedarse hasta el desayuno.

-No sabía que eso estaba bien.

-Pero lo que tienes que pensar es que no siempre vas a conseguir entender a la gente. Menos cuando te afecta tan directamente. Tú ya sabes que no soy una persona tan empática como tú, pero también sabes que nunca me ha hecho falta.

-¿Por?

-Porque donde no llega mi empatía llega mi respeto.

-¿Significa que eso que no respeto a Sandra?

-Pues sí. Si no entiendes porque hizo lo que hizo como mínimo deberías respetarlo. Si es lo que ella sentía que debía hacer no tienes porque intentar justificarlo ni analizar su comportamiento para sacar grandes conclusiones de lo que siente por ti.

-No es eso lo que hago.

-Vale. Lo que tú digas.

-¿No entiendes que me descoloque que se fuese de ese modo?

-Entiendo que te pase. Solo te digo que tienes que intentar no analizar su comportamiento ni predecir sus "nuevos movimientos". Compórtate según te sientas y espera a que las cosas se sucedan. Te digo una cosa muy en serio y con cariño: si no cambias esta actitud en un par de días vas a tener la moral comida. Te vas a empezar a poner nervioso y no lo vas a poder controlar.

-¿No exageras un poco?

-Vamos Arnau… sabes que tengo razón. Intenta mirártelo desde fuera. Tú crees que es normal como te sientes ahora después de la noche que has pasado con ella. Deberías estar eufórico. No sabes cuantas veces he visto gente incapaz de disfrutar de esto o de estropearlo por ese miedo estúpido.

-¿Qué miedo?- pregunté de manera inconsciente.

-El miedo a no merecerlo- contestó dejándome sin palabras incapaz de mirar nada más que mi café con leche. Una cosa es pensarlo, la otra es que alguien se atreva a decirlo en voz alta.

-Y no pongas esa cara. No te creas que acabo de descubrir nada nuevo. Te harías cruces de la gente que tiene ese miedo. Y tú lo desprendes a chorros. No vas a disfrutar de esta etapa sino te lo quitas de encima.

-Me lo había quitado- confesé con voz baja.

-¿Y porque ha vuelto?

-Porque asumí que ella estaba fuera de mi alcance y que tendría que salir mal a la fuerza. Ahora me doy cuenta de que si va mal será por culpa mía.

-Fíjate en lo que estás diciendo. Tienes miedo porque te das cuenta que es posible y ese miedo puede hacer que deje de serlo.

-¿Y qué quieres que haga?- me quejé más que pregunté.

-Puedes hacer pocas cosas pero para empezar relájate. No analices más lo que haga. No dejes que nada de lo que haga te decepcione… Y no interpretes libremente lo que te de la gana.

-¿Y eso como se hace?

-El movimiento se demuestra andando.

-Y eso significa que

-Que no hay más lecciones. Lo haces y punto.

-¿Y porque no me siento mejor?

-Que yo sepa aún no has hecho nada para sentirte mejor. Te has limitado a escuchar un consejo. Ahora tenemos que vez si eres capaz de aplicarlo.

Me fui a la emisora sin estar muy convencido. Carlos aparentaba tener razón como casi siempre y su consejo tenía sentido pero iba a ser terriblemente complicado aplicarlo. No conseguía sentirme bien, estaba triste y esa tristeza estaba devorando todo lo que sentía por Sandra. Durante toda la mañana pensaba en ella y no sentía la alegría que debía sentir. Estaba empezando a sentir ya que la perdía.

Sé que es un sentimiento complejo. Es muy difícil de entender si no lo has vivido. Yo también lo he visto después muchísimas veces así que sé es posible que también lo hayas sentido alguna vez. Quizá hace muchos años, pero puede que recuerdes esa convicción de que has perdido a alguien cuando no hay ningún motivo para llegar a esa conclusión.

Esperé durante horas un mensaje suyo. Intenté no ser yo el que mandase el primero, no transformarme en un loco con una manía persecutoria absurda pero a la hora de la comida no pude esperar más y la llamé, escondido en un rincón, a medio camino de una llorera infantil.

-¡Hola Arnau!- dijo completamente alegre dándome un meneo emocional que espero no volver a vivir.

-Hola Sandra.

-Tenía ganas de escucharte. He pensado mucho en ti esta mañana- dijo para hacerme sentir el hombre más feliz del planeta.

-Yo te puedo decir que no he hecho otra cosa- contesté.

-Muchas gracias por regalarme una noche así. Fue muy bonito.

-¿Cuántas quieres? ¿Un millón?

-Con una de vez en cuando me conformaré.

-¿Cómo te ha ido la mañana?

-Bastante bien. Teníamos que presentar una práctica en micros y demostrar al profesor que funcionaba. Lo bueno es que sabíamos que tenía un fallo y el profesor no lo ha encontrado. Nos pondrá buena nota seguro.

-Que cosas más raras

-No te creas que eso es tan raro. Después hemos estado desencapsulando una trama Ip a pelo.

-Y ahora ya no sé ni de que me hablas.

-Bueno- añadió riendo- tampoco lo esperaba, solo me gusta contarte cosas. Es una sensación bonita contarte como me ha ido el día.

-¿Y como tienes la tarde?

-La verdad es que bastante mal. Antes de las navidades tenemos que entregar un montón de prácticas por lo que he quedado con los compañeros de dos grupos distintos para esta tarde.

-Vaya

-No te creas que a mi me hace gracia. Quería verte al menos un rato. Lo que pasa es que he quedado a las tres con un grupo para hacer una práctica y a las seis con otro.

-Ya- contesté desanimado.

-Pero a las cinco cierran el primer laboratorio con lo que te puedo invitar a merendar. ¡Te pillé!- replicó alegre.

-¡Que bien! ¿Nos vemos a las cinco?

-A las cinco estaré en la recepción de la facultad de telecos. ¿Sabes donde está?

-No pero la encontraré.

-Me muero de ganas de verte…- dijo casi susurrando.

-Y yo- contesté con una sonrisa estúpida como si me acabaran de decir la cosa más bonita del mundo.

-Hasta luego.

-Hasta luego- contesté comiéndome un "cariño" o cualquier otro mote tontorrón que se moría por salir.

De vuelta a la nube. Si una vez quise poner nombre a un capítulo ahora creo que deberíamos cambiárselo a todo el relato: "un gilipollas en una montaña rusa". Ese debería ser el nombre del relato porque me pasé esos días con tales cambios de estado de ánimo que no merecía otro nombre.

Volvía a ser el tipo más feliz del planeta porque ella estaba alegre. Escuchar su voz convencido que me estaba sonriendo, saber que tenía ganas de verme… Volvía a ser feliz y me decía a mi mismo que lo de aquella mañana había sido un paréntesis sin importancia, algo de lo que podía incluso reírme.

Fui a casa a comer tranquilo. Algunos días iba a la universidad y comía con los compañeros o con Carlos, pero ese iba no tenía la menor intención de ir la universidad. No digo a clase porque a clase no solía ir ni por equivocación, digo que ese día no iba a ir ni al bar.

Mandé un mensaje a Carlos para decirle que todo iba bien, que había quedado con ella y que me iba a casa a comer. Es importante tener a la gente que se preocupa informada. Tenía que comer, afeitarme y arreglarme. Me sentía con la obligación de aparecer en su facultad hecho un pincel. Bien peinado, ropa bien planchada y una sonrisa. Está claro que la mía no es la suya pero bien izada también sirve de bandera.

Tenía tiempo más que de sobras para todo y me tomé las cosas con mucha calma. Ya estaba suficientemente nervioso con volver a verla como para alterarme con el tráfico, la cocina o la ropa. Llamé a una cadena de reparto de pizzas a domicilio y preparé la ropa que me pondría mientras llegaban. Empecé a comer relativamente tranquilo, mirando por la ventana un montón de niños que esperaban la hora de entrar a clase jugando a cualquier cosa.

Poco a poco me fui poniendo nervioso… me estaban entrando unas prisas absurdas por verla cuando la hora del encuentro estaba más que clara. Intentaba serenarme pensando en tonterías y hasta encendí la tele hasta que con más de una hora de antelación decidí cambiarme e ir a dar una vuelta en moto tranquilo, buscar su facultad que estaría con todas las de ingeniería y tomarme algo. Aquella casa se me podía venir encima de un momento a otro.

Entre los paseos y el tráfico conseguí que el reloj se acelerase un poco y me encontrase a las cinco en la puerta de la facultad de Sandra con menos esfuerzos de los que hubiese esperado hacer.

Pensé que tendría que esperarla un rato mientas recogían las cosas del laboratorio, se distribuían el trabajo y quedaban para otro día pero la vi salir con puntualidad británica por la puerta más alegre que nunca y sin que la acompañase ninguno de sus compañeros.

Cruzó la calle a la carrera cargada con una ridícula carpeta azul demasiado hinchada y el bolso balanceándose alegre en su brazo. Buscaba sin saberlo el mejor saludo posible. Ahí, en medio de la calle podrían ser mejor dos besos que uno. Rechazado nada más llegar no era una cosa que me apeteciera.

-¿Dos?- me preguntó extrañada.- Como quieras.- añadió sin borrar la sonrisa.

-¿Uno?- pregunté inocente.

-Tú sabrás- contestó clavando sus ojitos traviesos en los míos sin dejar de sonreír ni un momento.

-Pensé

-Ya. Yo también lo había pensado- me interrumpió.- Pero como me he escapado cinco minutos antes de tiempo nadie me está viendo y nadie me a preguntar. De todos modos, ya veo que no quieres.

-No digas tonterías- dije dándole un besito corto.- Intentaba ser educado.

-Así me gusta. ¿Vamos a tomar algo?

-Como quieras. Invitas tú.

-Hombre, tu pagaste la cena ayer y has venido hasta aquí. Es lo menos que puedo hacer. ¿Vamos a ese bar de ahí?- dijo señalando un edificio del que sobresalía el letrero luminoso de una marca de refrescos.

Cien metros escasos de paseo no me hubiesen dado el valor para cogerla de la mano si ella no lo hubiese hecho. Agradecí enormemente esa sensación calida, inesperada, que no hacía mucho más que decirme que sí, que todo saldría bien. No podía ser de otra manera si el mundo acababa de verse reducido a la última mesa de un bar de estudiantes donde unos ojos preciosos habían sentado su reino.

-¿Vas a mirarme siempre así?- me volvió a preguntar cuando nos sentamos.

-¿Cómo?

-Como me estás mirando…, como miras cada vez que me ves.

-Aún no se que estoy haciendo.

-Me miras como si fuese lo más excepcional que has visto.

-Lo eres- respondí como si fuese algo obvio.- ¿No te das cuenta que el mundo se para donde tú estás? No es un poder que tengas en mi… Todas las personas de este bar te están mirando de reojo. No saben que pasa. No son capaces de entenderlo. Pero saben que sentada en esta mesa hay algo que se escapa de lo que ellos han conocido antes. Yo lo entiendo, pero ahora tengo el valor de no disimular. No puedo permitírmelo.

-¿Y eso?

-Porque podría perderme un gesto tuyo, una sonrisa. Ya tendré tiempo de echarte de menos.

-Bueno… no eres el único que echa de menos. Yo también te he echado de menos.

-¿A sí?

-Claro que sí tonto. Sabes, en clase estoy muy liada, pero siempre hay un momento que me cuelgo y recuerdo tu inocencia, tu… Es que eres tan transparente que estando con tigo me tranquilizo. Es como si me protegieses del mundo.

-Ahora vas a competir conmigo para decirme cosas.

-Que no… Te lo digo en serio, me encanta estar contigo- dijo sonriendo, ahora sí, tan tontorrona como me ponía yo.

-A ver chicos- nos interrumpió el camarero poniéndola roja de golpe- los cafés.

Dejó los cafés y las pastas en la mesa mientras yo me reía abiertamente de la cara que se le había puesto a Sandra. Estaba roja como un tomate sin ningún motivo como si el mundo entero hubiese oído una declaración de amor.

-Te has puesto como un tomate- dije cuando el camarero ya se alejaba.

-¿De verdad? Es que estaba diciendo una cursilada… Ya verás mañana. Todos los compañeros de la uni van a cuchichear de esto.

-¿De que estabas tomando un café con un chico?

-Con cara de atontada diciendo que me encanta estar con él.

-¿Y eso es importante?

-La verdad es que no. Lo volvería a decir si fuese necesario- siguió bajando el volumen de su voz.- Me encanta estar contigo.

-Empezamos a estar de acuerdo.

-¿Y tú que has hecho hoy?

-He ido a la emisora por la mañana

-¿Trabajas en una emisora de radio?

-Bueno, hago fotocopias, preparo documentación para los programas… aporte creativo poco.

-Pero está muy bien. Así vas introduciéndote en el mundillo.

-No sé si ese mundillo es para mí. Me imagino a mi mismo trabajando por mi cuenta. Sin muchos horarios, sin faxes y sin oficinas ni jefes.

-¿Y hay un trabajo de esos para mi?

-No sé. Ni si quiera entiendo muy bien qué estudias.

-Demasiadas cosas. No te creas que yo tengo muy claro de qué me sirve o a qué me voy a dedicar. Solo sé que se me da bien y que es muy estimulante. Sobre todo las prácticas. Vamos haciendo pequeños ejercicios que son miniproyectos y la mayoría son como pequeños retos.

-Realmente somos de mundos distintos.

-Y eso tiene su gracia. ¿No crees?

-La verdad es que tiene mucha gracia.

-Creo que no soportaría otro ingeniero en mi vida. Conozco demasiados

-Pues como yo no lo soy, ¿que te parece si te invito a cenar?

-¿Otra vez?

-Tengo la absurda costumbre de cenar todos los días.

-Pero no vas a invitar siempre tú ¿no?

-Bueno, yo invito y tú pagas. Ya buscaré algo bonito y caro.

-¡Que tonto eres!- contestó riendo.

-¿Entonces?

-¿Qué te parece si lo dejamos para mañana? Hoy tengo un montón de trabajo.

-Bueno- contesté algo desanimado-mañana me parece bien.

-No lo parece mirándote a la cara.

-No mujer… voy a tener que empezar a entender que no todo el mundo se toma la universidad como yo.

-Sí- dijo riendo- ya tienes edad para eso. Y para terminar la carrera.

-Bueno, bueno. No vayamos a estresarnos

-¡Que morro tienes tío!

Seguimos hablando un rato alegres aunque recuerdo que ya no me sentía tan bien. Era una pequeña desilusión saber que no nos íbamos a ver esa noche. Por primera vez en cincuenta páginas estoy sintiendo algo de vergüenza al reconocer esto. Es algo casi patético ver como el estado de ánimo de alguien es tan volátil y tan dependiente de lo que diga o haga otra persona, pero como no he mentido hasta ahora

Conseguí sobrellevar esa pequeña desilusión porque se dio cuenta. Su mirada cambió con mi cara y vi como se sentía mal por aquella pequeña desilusión. No quería que pensase en ello así que intenté recuperar mi conversación divertida y hacerle pasar un rato entretenida hasta que se volviese a escapar de mi lado en unos minutos.

La acompañé de nuevo a su facultad y esta vez no me cogió de la mano. Supuse que había detectado la presencia no deseada de algún compañero de clase y prefería que pareciésemos simples conocidos. A mi no me hubiese parecido mal si eso no me llevase a descartar un beso de despedida.

-Si estás pensando en lo que creo que no tienes que preocuparte. No lo espero- le dije para tranquilizarla.

-Ves como cuando quieres eres listo.

-Hago mis esfuerzos.

-Es que luego

-De verdad que no tienes que decir nada más- contesté riendo.

-¿Sabes que te digo? Que les den morcillas- dijo casi enfadada de golpe para darme un beso.- ¿Ya me dirás tú si te quiero dar un beso porque no lo voy a hacer?- dijo como si hablase para ella enfadada.

-¿Sandra?- la llamé como si no la viese.

-Dime- contestó aún seria.

-Estoy aquí.

-Perdona- dijo riendo- me estaba poniendo nerviosa mientras veníamos y al final casi me estaba enfadando con mis compañeros por el hecho de estar por aquí.

-No pasa nada. Ha sido divertido mirar tu cara. Dices que yo soy transparente pero tú no te quedas atrás.

-Quizá ese será nuestro punto en común

-¿Nos veremos mañana?

-Seguro. ¿Me llamarás?

-Vale- dijo dándome otro besito de premio y alejándose de mi

Y sí, era tan impresionante ver como se acercaba como ver como se alejaba con la diferencia que al alejarse me dejaba en una nueva cuenta atrás que volvería a ser interminable. Eran las seis de la tarde y no tenía ni idea de lo que iba a hacer el resto del día. Si no me entretenía o buscaba alguna ocupación iba a terminar con las manos como la Venus de Milo de tanto devorar las uñas.

Fui a dar un paseo en la moto para relajarme. Salí de Barcelona en busca de la primera comarcal vacía que encontrase e intenté no pensar en nada. Conducir la moto de noche pierde, para mi, gran parte de su encanto. La carretera es la misma pero sin los paisajes… Aquel paseo no le iba a gustar a Laura. ¡Laura! ¿Qué tal día habría pasado? Esperaba de todo corazón que no con la misma cara que la dejé en su casa.

Paré en la primera área de servicio que encontré y la llamé esperando encontrarme con una chica alegre a punto de olvidar todo lo ocurrido.

-Hola Arnau- contestó relativamente alegre.

-Buenas tardes. ¿Qué tal?

-En casa. Preparando el informe de una práctica.

-¿Y como lo llevas¿

-A punto de desesperarme- contestó desanimada.- Es la pero parte de todo. Te pones delante del ordenador y empiezas a explicar todo lo que has hecho en un laboratorio intentando demostrar que funciona. ¿Y tú?

-Dando un paseo en moto.

-¿Qué envidia?

-¿Quieres que te vaya a buscar?- me ofrecí.

-Ni de broma. Con el frío que hace hoy no tengo ninguna intención de montar en moto.

-¿Cómo te ha ido el día?- pregunté algo más serio.

-Bien

-¿Y lo de ayer?

-Más o menos bien. Supongo que es algo que irá perdiendo importancia. Ya sé que ayer fuiste a cenar con Sandra pillín.

-Bueno, bueno, ya te contaré.

-Vale. Yo haré ver que no he escuchado la otra parte- contestó riendo a carcajadas.

-Si lo de fingir se os da muy bien

-No te haces una idea. Lo que hay que hacer para mantener vuestra confianza.

-¡Que borde!

-Lo sé.- contestó riendo.

-¿Y que planes tienes?

-La verdad es que no lo sé. Quería distraerme y hacer algo.

-Te invitaría a cenar a casa pero eso ya sería surrealista- dijo siendo más retorcida, graciosa sí, pero retorcida, de lo que la creía capaz.

-¿Quieres venir tú a la mía?

-¿Y que le digo a Sandra? "Me voy a cenar con tu chico". Es un poco fuerte ¿no?

-¿No le has explicado que nos vimos le fin de semana?

-Sí.

-¿Y que le pareció?

-Bien. Hizo el amago de preguntar cosas de ti pero en seguida se dio cuenta que no le iba a resultar- terminó riendo.

-Y si sabe que nos conocemos y nos llevamos bien. ¿Crees que le parecerá raro que te vengas a cenar con Carlos y conmigo?

-¿Carlos? Ufff. No sé si tengo muchas ganas de cenar con Carlos.

-Si es un tipo majísimo.

-Ya lo sé. Pero me estoy quitando.

-Si solo va estar con nosotros el rato de cenar. Ya verás. Llamamos a un chino, pedimos comida para tres y cenamos en el sofá tranquilos. En media hora Carlos se habrá metido en su cuarto.

-¿Me lo puedo pensar?

-Claro. ¿Qué has decidido?

-Te acabo de preguntar si me lo puedo pensar.

-¡Ah! Que necesitas más tiempo

-Venga, no. Nos vemos a las 8 y media en tu casa.

-Vale. Hasta luego.

-Hasta luego.

Di media vuelta y volví a casa para llegar antes de las ocho y media. No era plan que llegase ella antes que yo y quería ofrecer a Carlos que cenase con nosotros aunque nada más decirlo recordé que Carlos me había dicho no conocerla y que iba a quedar al descubierto.

Me lo encontré jugando al ordenador en casa. Con la cabeza pegada a la pantalla iba matando una serie de bichos mientras se movía como podía. Uno de esos juegos en primera persona que tanto vicio generan hoy en día.

-Buenas noches Carlos.

-Buenas noches tío- contestó sin apartar la vista de la pantalla.

-Esta noche cenamos chino.

-Cojonudo. Llamas tú.

-Ahora mismo llamaré. Cenará con nosotros Laura.

-¿Laura?- preguntó sorprendido.

-Y no te preocupes. Sé que la conoces.

-Joder tío. Lo siento- dijo levantándose de la silla.- No quería incomodarte el otro día.

-Ya lo sabía Carlos. No te preocupes. Yo tampoco quise incomodarte.

-Así que ella te contó algo

-Lo justo.

-Ufff… No quiero darle mucha cuerda. Me da que es de las que se cuelgan.

-Eso da igual, Carlos. No te preocupes. ¿Te parece buena idea?

-No se si es buena o mala. Ya sabes que pasar tiempo con ella

-Si yo intento no pensar en eso supongo que tú también lo harás. Nos comportaremos como amigos que no recuerdan el fin de semana.

-Si tú eres capaz yo soy capaz de fingir que no pasó nada con ella.

-Pues todos contentos.

-Eso mismo. Ahora llama y paga. Siempre que llamamos al chino te escaqueas y pago yo.

-Joder. Es que nunca llevo pasta encima. Pero no te preocupes que hoy he sacado.

-¡Y pide pato!- gritó cuando ya había salido de su habitación.- Siempre se te olvida pedir el pato.

Pedí un montón de comida diez minutos antes que llegase Laura. No sabía qué le gustaba así que pedí de todo. Rollitos, arroz, pollo, tallarines… y pato. Creo que si me llego a olvidar el pato otra vez Carlos me manda a buscarlo andando.

Laura llegó sonriente a la hora que habíamos quedado y aún no se había sentado cuando llegó el repartidor del restaurante chino. Se asustó de ver tanta comida y reía como si aquello fuese lo más absurdo que había visto en su vida.

-¿Dónde vais con tanta comida?- preguntó escandalizada.

-Es que Arnau aprovecha y se come las sobras para desayunar- me interrumpió Carlos entrando en el comedor en cuanto olió la comida.

-Sois un poco brutos.

-La verdad es que se te ha ido la pelota Arnau. Nunca pedimos tanto- se quejó Carlos.

-No sabia qué le gustaba y he pedido un poco de cada.

-¿Y el pato?

-Sí, sí. No te preocupes por el dichoso pato.

-¿Ponemos la mesa? – preguntó Laura sonriente.

-¿La mesa?- me extrañe- es tradición comer el chino en el sofá- contesté seguro.- Cogemos un plato cada uno y nos vamos echando lo que queramos.

Me sorprendió lo a gusto que los veía cenando mientras hablábamos de las fiestas que se avecinaban y los planes para las vacaciones. Me sorprendió más aún que Carlos alargase el rato con nosotros y terminase sirviéndose un ron para alargar la noche en lugar de esconderse en su habitación a matar bichos y alienígenas.

-Pues yo voy a ir a esquiar con mis padres. Pasan de tener a la familia de ambos metidos en casa por lo que desaparecemos. Después yo paso de estar con ellos y me paso los días en las pistas con mi hermano y su novia y en las discotecas de noche.

-Yo voy a pringar como nadie estas vacaciones.

-¿Y eso?- pregunté extrañado.

-En enero tenemos los finales. ¿Recuerdas Arnau? La gente normal estudia, hace ejercicios, termina trabajos

-Ya…. Pero yo este cuatrimestre he hecho dos asignaturas optativas que no tienen examen y las prácticas en la emisora. Eso ya casi justifica el cuatrimestre. Para las otras cuatro intentaré estudiar después de las vacaciones. ¿Qué sentido tiene llamarle vacaciones si tienes que estudiar?

-Me sorprende que digas esas cosas

-No lo creas- interrumpió Carlos- después estudia y lo aprueba todo. En este piso somos expertos en esprints finales.

-¿Y no es mejor estudiar durante el cuatrimestre o durante las vacaciones?

-No- contesté.- Las vacaciones son para descansar.

-Y aguantar a la familia- añadió Laura.

-No mujer. El día 27 me vengo "pal" piso y pasaré unos días aquí solito. Relajado.

-Pues igual te hago alguna visita. Yo tendré que venir por aquí durante las vacaciones para terminar unas prácticas con unos compañeros.

-Te será fácil encontrarme.

-Me sorprende lo bien que vivís.

-No creas- replicó Carlos poniéndose serio.- Estamos más atareados de lo que parece. Ahora mismo voy a tener que ponerme delante del ordenador a trabajar.

-Ahora mismo te vas a poner a jugar cabrón- repliqué.

-No, no… estoy haciendo un estudio sobre los hábitos lúdicos de los universitarios.

-Tenéis el mismo morro los dos- contestó Laura entre carcajadas.- Dios los cría y ellos se juntan.

-Hasta luego- dijo desapareciendo del salón y dejándonos a nosotros dos en silencio.

La miraba y no la veía incómoda. Estaba sonriente esperando a que yo dijese algo y a mi solo se me ocurría preguntarle como estaba. Esperé a que Carlos se encerrase en su habitación y con gesto serio le pregunté:

-¿Cómo estás Laura?

-Ahora mismo bien. He reído mucho con vosotros dos. Estáis mal de la cabeza.

-¿Ha sido duro estar con él?

-No…- titubeó.- Me he sorprendido a mi misma, pero no. No ha sido duro en absoluto. Ya veremos mañana como me despierto.

-Si esta cena te tiene que sentar mal me daré una colleja.

-No hombre. Si me va bien. En el fondo no me gusta. Lo único que tiene un poder mágico sobre mi. No creas que no le he dado vueltas. Es absurdo como puede dejarme atontada con una sonrisa cuando realmente… No sé. No lo veo chico para mí.

-Pues esperemos que pierda ese poder algún día.

-Creo que ya lo ha perdido. No sé. O igual es de esas cosas en las que puedes recaer en cualquier momento de tu vida. Quizá de aquí quince años lo vea por la calle, me sonría y vuelva a hacer la tonta. Pero supongo que poco a poco las cosas serán menos intensas y durarán menos. Estoy segura vamos.

-Me alegro un montón. Estar así es tontería.

-Y tan tontería.

-¿Y del fin de semana?

-¿Qué? Dijimos que no hablaríamos más de eso.

-Que no hablaríamos ayer. Hoy es hoy.

-¿Y que nos queda por hablar?

-No es que quiera hablar de eso, quiero saber como has estado hoy.

-Pues bien… más o menos. He ido mejorando con el día. Me he despertado algo "chof" pero al verla tan contenta esta mañana me he llevado una gran alegría. Estaba súper enérgica. Creo que podré cerrar el paréntesis sin mucho problema.

-Me alegro un montón.

-¿Y tú que tal?

-Voy a no darle más importancia de momento. Suficiente tengo ahora

-¿Qué quieres decir?

-Supongo que sabrás que ha dormido en vuestra casa.

-Sí. ¿Y?

-Que me sentó fatal que se fuera. Era como si hubiese hecho algo mal y empecé a comerme la cabeza y a pensar mil tonterías.

-¿Tú?- me preguntó riendo- Yo pensaba que esas cosas las hacíamos las chicas- siguió riendo a carcajadas.- Te repito lo del día que te conocí: eres un panoli tío.

-Te estás pasando ¿No?

-¿Que quieres que te diga?- seguía riendo.- Esas cosas se piensan con dieciséis años. Con veintitrés tienes que empezar a disfrutar de las cosas como te vengan.

-Eso será muy fácil de decir.

-No te pongas serio hombre. A mi hasta me parece tierno, pero no es sano para ti.

-Eso es lo que te quería decir. No me quiero pasar los días montado en una montaña rusa. Ahora estoy eufórico, ahora estoy triste… Parece Barrio Sésamo. Voy a terminar para encerrarme.

-Lo malo Arnau, es que ella va a notar eso. Y no es agradable tener esa sensación.

-Espero poder controlarme.

-Tú no la agobies ¿Vale?- me dijo un poco seria.- No es que quiera darte consejos ni hablarte de ella más de la cuenta, pero no la atosigues demasiado. Sandra es chica de estresarse rápido y si se estresa ya no le gustarás tanto.

-¿Te ha dicho algo?

-¡Que no! No seas crío. Pero lo he visto otras veces. Los chicos como tú sois un encanto, pero os termináis poniendo pesaditos y eso a las chicas, no es que no nos guste, es que nos agobia. Es como si perdiésemos el interés de golpe.

-Al final va a ser verdad

-¿El que?

-Que estáis todas locas- contesté riendo.

-No, hombre no. Que te lo digo en serio.

-Ya sé que me lo dices en serio, pero tenía que soltar algo para reírnos. Nos estábamos poniendo demasiado serios.

-¿Te suena el teléfono?

-¿El teléfono? – contesté sin saber a qué se refería.

-Sí. Te están llamando.

-Mierda- contesté nervioso al ver el teléfono vibrando encima de la barra de la cocina y corriendo hacia él.

-Sí- dije justo después de apretar el botón verde.

-¡Que bien que sigas optimista!

-Ahora mismo soy el tipo más optimista del planeta.

-Ya me he enterado que tienes ahí a Laura- dijo fingiendo estar seria.

-Ha insistido en venir

-Es que le he pedido que te espíe. Así te tengo controlado- añadió riendo.

-Ya me parecía raro ya.

-Me alegro que os llevéis bien. ¿Está por ahí?

-En el sofá.

-¿Y Carlos está con vosotros? Contesta solo sí o no.

-No.

-Menos mal. Pobre chica lo pasa fatal cada vez que lo ve. Protégela un poco ¿vale?

-Vale. ¿Cómo va con las prácticas?

-Estoy agobiadísima. Y aún voy a estar un par de horas más.

-Sí te dijese que te echado de menos quedaría muy cutre.

-No. Me gustaría.

-Te he echado de menos.

-Y yo a ti.

-Oye. ¿Te está oyendo Laura? No veas el cachondeo cuando cuelgues.

-No, no. Estoy en la cocina. La he dejado en el salón un momento.

-Pues te dejo que vuelvas con ella.

-Hablaremos mañana.

-Claro. Te tengo que invitar a cenar. A ver si te crees que te voy a dejar que cenes cada día con una- dijo riendo. Mañana conmigo.

-Vale. ¿Quién escoge el sitio?

-¡Yo! Tú escogiste el otro.

-Me parece bien.

-¿Hablamos mañana?

-Hasta mañana.

Volví al salón y me encontré a Laura mirándome atónita a medio camino de una carcajada que no tardó demasiado en salir.

-Ya te vale tía. Te ríes de mí a cada minuto.

-Es que das motivos Arnau. ¿Tú ves tu cara cuando hablas con ella?

-Supongo que imaginas que no.

-Te pones en plan corderito total. Sandra tiene que sentirse muy halagada.

-No lo hago a propósito.

-Lo sé. No podrías si quisieses.

-¿Sabes? De verdad que espero que os funciones.

-Y yo… pero no sé porque lo veo algo complicado.

-¿Por?

-Por como me comporto. Voy muy acelerado y no sé si ella sigue mi ritmo.

-Igual tienes que bajar un poco el tuyo.

-¿Y eso?

-Porque nadie acelera el suyo. Frenarlo puede ser complicado pero no vas a ver a nadie acelerándolo a propósito.

-Supongo que sí. Tengo que calmarme un poco.

-Casi le tengo un poco de envidia a Sandra.

-¿Y eso?- pregunté sorprendido.

-Por tener un chico como tú loquito por ella.

-Seguro que tienes tú público.

-Supongo

-¿Quieres que demos un paseo?

-¿Con este frío? Tú estás chalao.

-No mujer. Nos abrigamos.

-De todos modos me tengo que ir a casa.

-¿Si solo son las doce?

-Y mañana me tengo que levantar a las siete. A ver si te crees que todos vivimos como tú.

-Empiezo a ver que no… Pero yo tengo que levantarme a las ocho, que no está mal.

-Bueno. Pero la gente como tú no necesita descansar.

-¿Te acompaño a casa?

-He venido en coche. No te preocupes.

-¿Pero si vives a quince minutos andando?

-Que me ahorro ahora. Y con el frío que hace se agradece.

-Bueno, si lo prefieres.

-Llámame esta semana. Me gustaría que nos volviésemos a ver antes de las vacaciones.

-Eso está hecho- me despedí dándole dos besos.

-Y en vacaciones nos volveremos a ver.

-Ya te prepararé algo de comer.

-O llamarás a alguien que lo traiga.

-Pensaré en ello.

-Que descanses mucho- dijo ya fuera de mi piso.

-Igualmente.

Yo me serví un güisqui con hielo y me senté tranquilo en el sofá. Carlos estaba enganchadísimo al jueguecito así que iba a estar solo un rato. Tiempo de fumarme un par de cigarritos y escuchar algo de música. Me decanté por nos sobran los motivos de Joaquín Sabina, un tipo que, por lo menos parece, sabe de lo que habla.

Aunque yo no recomendaría a nadie que se ponga a escuchar a sabina güisqui en mano sin saber muy bien lo que hace. Dos copas después de empezar suena calle melancolía y te pueden dar ganas de llorar. O eso, o cuando ya tienes asumido ser quien eres, te sientas a silbar la melodía.

IX

El nuevo día me encontró desparramado en el sofá. Una noche más sin ver mi cama significaba que me pasaría el día deambulando por la emisora contando los minutos para volver a casa. Un sofá no es sitio para dormir por más pereza que pueda dar a media noche darte un paseito a la cama.

Además ese día estaría nervioso. Estuve nervioso. Cenar con Sandra era motivo suficiente aunque ya no iba a ser la primera vez. Empezábamos a tener segundas veces con lo que se podía decir que las cosas empezaban a avanzar y eso me hacía sentir bien. Quizá no estaba tan lejos de ser una absurda fantasía y empezaba a pintarse todo del bonito color de la realidad.

Esperé a costa de mis uñas y mi trabajo hasta la una del mediodía para llamarla. Intentaba seguir los consejos que me daban y no ponerme pesado en contra de mi voluntad. Yo quería llamarla a todo momento, escuchar su voz, y lo único que hacía era esperar.

-Buenos días Arnau- dijo alegre contestando en un par de tonos.

-Buenos días.

-¿Cómo ha ido la mañana?

-Muy parecida a todas las mañanas del último mes. ¿Y a ti?

-Podría utilizar la misma respuesta que tú

-No- la interrumpí- no puedes.

-¿Cómo?- preguntó riendo extrañada.

-No puedes contestar lo mismo que yo. Tienes que ser más original.

-Bueno- dijo alargando la " e" alegre.- Sigo tan liada como ayer. No sé si me va a dar tiempo de entregarlo todo antes de las vacaciones. Estoy dando todo lo que puedo y empiezo a estresarme.

-Seguro que sí- dije temiendo que eso significase cancelar la cena- ya verás que te dará tiempo..

-No sé Arnau. De verdad que es mucho el trabajo que tengo.

-¿Quieres que dejemos la cena para otro día?- me ofrecí deseando con toda mi alma que dijese que no pero pensando que eso igual le ponía las cosas más fáciles.

-Ni loca. Prefiero no dormir y hacer las cosas cuando vuelva a casa.

-¿A que hora quieres que te vaya a buscar?

-Sería bueno que llegásemos al restaurante a eso de las 8 y media.

-¿Está cerca de tu casa?

-La verdad es que no mucho. Tendríamos que ir en metro.

-¿Quieres que vayamos en moto?

-¡Vale! Contestó alegre. Pero irás despacio ¿no?

-Mujer, llevaré algo muy preciado para mí como para ir deprisa.

-Pues nos vemos a las ocho en mi casa.

-Vale.

Fui a la universidad por primera vez en cinco días y en el bar me recibieron como a un héroe con vítores y gritos. Se podría decir que mis compañeros no eran demasiado civilizados.

-Cuenta, cuenta. Seguro que has estado con una tía- me dijeron nada más llegar.

-¿Qué fue de la chica con la que hablabas el jueves en tu casa?

Y yo cambié de tema. No porque no se hable de chicas con los chicos. Creo que es algo inevitable que contemos según que cosas, pero no iba a permitir que tratasen el tema de Laura y Sandra como un juego o una conquista más. Con ellas no.

Me pasé una tarde estupenda. Estar entre amigos, jugando a cartas o al futbolín, es algo realmente relajante. Ya sé que a veces nos comportamos como animalitos, que somos un poco brutos y que puede parecer que en otras circunstancias fingimos. Pero no es así. Es que encontramos un momento para cada cosa. En el bar, tomando una cerveza, podemos ser todo lo burros que quieras, pero después somos personas. La mayoría.

A las siete y media de la tarde ya me iba- algo pronto para ellos- sonriente como un niño pequeño con las gafas de su abuelo e ilusionado con lo que esa noche tenía que traerme. Da igual que me pasase media hora dando vueltas cerca de casa de Sandra, da igual que los nervios se me comiesen por dentro. Incluso aquel momento fue bonito.

Como bonito fue verla salir de su portal a las ocho y media. Estaba tan preciosa como siempre y seguía sorprendiéndome. Llevaba una chaqueta marrón de uno de los muchos tejidos que los hombres no sabemos reconocer y un gorro graciosísimo. Le quedaba genial. Daba igual lo que se pusiese. Siempre conseguía que todo lo que se ponía le diese un aire especial

-Estás preciosa- dije dándole un beso por iniciativa propia.

-Muchas gracias dijo sonriendo- ¿Esa es tu moto?

-¿No te gusta?

-Sí. Me encanta. Es rarísima.

-Estos de Kawasaki son un poco arriesgados con el diseño de las motos, pero si aciertan, aciertan.

-Te aviso que me da un poco de miedo. ¿No las tenían más bajas?

-La verdad es que no pregunté. Me limité a pedir las ruedecitas de atrás.

-Ja ja- fingió reírse aunque se veía alegre- Venga, vamos.

-¿A dónde?

-Yo te voy guiando.

-Como quieras

En moto, y con el tráfico de aquella hora, tardamos veinte minutos en llegar a un sitio que, la verdad, queda bastante escondido para cualquiera que no viva en la zona. La primera impresión que me dio fue buena pero pensé, tonto de mi, que mi sitio había sido mejor, más acogedor.

Tenía toda la pinta de un pub irlandés. La fachada forrada de madera verde con un gran letrero de Guinness… Era un pub irlandés. Las paredes de dentro también era de madera y la mitad de las mesas estaban ocupadas de gente algo mayor que nosotros que sin ser ruidosos sí parecían estar disfrutando de aquello.

-Que bonito- dije sentándome en una silla de madera demasiado dura.

-Te ha quedado un poco falso.

-No, no. Me gusta. Tiene mucho encanto.

-Lo sé, pero también se que aún no se lo has encontrado. ¡Dos murphy’s!- gritó a la barra llevándome una sorpresa.

Tenía razón. No tardé mucho, la verdad, en saber a que se refería. En aquel bar se respiraba un ambiente distinto. La música estaba más alta de lo que suele estar en muchos bares aunque podíamos hablar sin tener que gritar. Todo el mundo, todo, incluso los camareros, estaba visiblemente alegre y la cerveza corría de un lado a otro sin parar.

-Vuestras cervezas chicos- dijo la camarera dejándolas en la mesa con unos cuantos cacahuetes.- ¿Queréis comer algo?

-Dos hamburguesas completas- contestó Sandra mientras yo empezaba a saborear la cerveza.

-Yo había bebido esta cerveza antes- dije cuando la camarera se había ido- y no sabía así.

-Aquí se toman la molestia de tirarla como se debe.

-Me gusta, me gusta este sitio.

-Ya lo sé. Ahora si te creo.

La gente dejaba de hablar a ratos para cantar lo que estuviese sonando en aquel momento y algunos hasta hacían el gesto de bailar. Era como si dentro de aquel bar no hubiese normas. Todo el mundo se comportaba como… Sé como lo vais a entender. Es como si en lugar de estar con un montón de desconocidos fueses con todos tus amigos a un bar y estuviese abierto solo para vosotros. Como si pudieses comportarte como en casa sin preocuparte de nada.

Nos trajeron las hamburguesas y puedo decir que estaban buenísimas. Eran considerablemente más grandes que la mayoría de las que te puedes pedir hoy en día en Barcelona y venían acompañadas de ensalada y unas patatas impresionantes. Como las que tú podrías hacer en casa. Una segunda cerveza para acompañarla y risas, muchas risas que se colaban en nuestra conversación haciendo que Sandra y yo disfrutásemos muchísimo de aquella cena. Hamburguesa con patatas fritas, quien lo iba a decir.

Estábamos terminando cuando me llevé una gran sorpresa. Un tipo bastante feo de piel rosada, con cara de giri, empezaba a probar una guitarra en la esquina después de enchufar los amplis y el micro. Visto desde ahí el chaval resultaba incluso ridículo con la piel brillante del sudor nacido de algunas cervezas de más.

-¿Qué es esto?- le pregunté a Sandra intrigado.

-Música en directo. Todos los martes hay música en directo. A veces el chico que traen es una pasada… a veces un muermo. Vamos a ver si tenemos suerte.

-¿Y un concierto de este tío va a estar bien?- pregunté algo incrédulo.

-Aún no lo sé. Pero no es exactamente como un concierto. Se pondrá a cantar y tocar canciones conocidas, no propias. Si tenemos suerte estará genial. Casi siempre está genial.

-¿Y de donde los sacan?

-No los "sacan". Los encuentran tocando en las ramblas o ellos mismos saben que existe este bar y se presentan. Suelen ser gente que está de paso, de interrail, o intentando aprender castellano y así se sacan un dinero.

-Vaya tela.

-¿Tan raro te parece?

-De momento sí- confesé justo antes que empezasen a sonar los primeros acordes y la gente empezase a silbar y aplaudir al chico.

Volví a darle la razón a Sandra. Genial. Completamente genial. Recuerdo que la primera canción que tocó fue "Man on the moon" de R.E.M y terminé coreando todos los ye-ye-ye-ye con todos presentes en el bar. No sabía que esa era una canción tan alegre.

Disfruté con todas y cada una de las canciones llegándome a poner de pie y bailar con Sandra como si nadie nos viera, imitando a otros que también se animaban. Todo el mundo cantaba cada vez que el callaba y le escuchaban cuando cantaba. Parece mentira lo que se puede llegar a animar a un montón de gente con una guitarra.

U2, Bob Marley, Eagles, Bruce Springsteen… hasta Bryan Adams. Se sacó de la chistera un montón de canciones que todo el mundo conoce y que todo el mundo puede disfrutar. Yo no voy a ponerme a escuchar Bon Jovi en casa pero si el tipo aquel me la canta también lo disfruto, como lo disfruté de hecho.

Después de avisar repetidamente con terminar el concierto todo el mundo lo creyó cuando empezó a tocar los acordes de wish you were here . Yo creo que se me quedó la cara blanca y se me erizaron todos los pelos del cuerpo cuando escuche ese comienzo tan sencillo pero tan genial.

Era como si todo el mundo se hubiese calmado de golpe. Todos callados escuchamos la canción hasta el estribillo dónde la mayoría nos unimos al cantante para despedirlo al final de la canción en un enorme aplauso sin que nadie le pidiese otra canción.

-Te ha gustado- sentenció Sandra aún entre los aplausos después de darme un besito.

-Me ha encantado. El concierto y el beso.

-Lo sabía, lo sabía- decía alegre.

-Es un sitio genial. El ambiente, la cena, la cerveza, la música… No hace falta grandes cosas para pasar una noche estupenda.

-¿Verdad que no?

-¿Volveremos otro día?

-Seguro. Yo vengo al menos una vez al mes. Me encanta. Nos tendrías que ver con Laura y alguna otra amiga gritando como locas.

-Digno de ver, seguro.

-¿Y ahora me llevarás a casa?

-¿Tan pronto?- pregunté poniendo cara de víctima.

-Tengo muchas cosas que hacer Arnau- contestó abrazándose a mi brazo.- Te aseguro que pasaría la noche contigo, pero tengo que entregar un montón de cosas esta semana.

-¿Y no puedes entregarlas después de vacaciones?

-Imposible. Tendría que llevarme el ordenador a cuestas.

-O pasar algunos días en Barcelona.

-Mierda- dijo de pronto dejando la boca completamente abierta.

-¿Qué pasa?- pregunté asustado.

-No te he dicho

-¿Qué?

-Voy a pasar las navidades en Galicia con mis padres.

-¿Qué? No fastidies- contesté completamente desilusionado.

-Hacía años que no íbamos pero mis padres quieren ir a ver a los suyos y nos vamos el lunes que viene quince días los cuatro.

Me quedé sin habla. Fue como un enorme jarrón de agua fría. Sentí tal desilusión que casi me pongo a llorar en medio del bar. Una semana después de conocerla iba a desaparecer durante dos. A mi que soy de letras me parece una proporción un poco injusta.

-Mis padres lo tenían previsto desde verano

-¿Y no puedes quedarte?

-Arnau- dijo seria.- ¿Te das cuenta de lo que me pides? ¿Qué no pase las navidades con mis padres?

-Perdona yo solo

-Ya Arnau. Ya sabes que me gusta ver la ilusión con que has cogido lo nuestro pero somos mayorcitos.

-Perdona.

-Y deja de pedirme perdón.

Me quedé mudo. No sabía que decir. Era como si me hubiese quedado completamente fuera de lugar. Solo pensaba en llegar a casa y refugiarme en mi cama. Ya ni siquiera era porque se fuera sino porque me avergonzaba de mis primeras reacciones al saberlo.

-¿Me llevas a casa?- preguntó seria.

-Vamos, vamos.

Llegamos a casa y casi no nos despedimos. Se bajó de la moto, me dio el casco y se dio media vuelta sin decir nada. Yo me bajé de la moto y anduve tras ella hasta llegar al portal.

-Mi reacción ha sido algo tonta ¿Verdad?

-Un poco sí- contestó seria.

-Si quieres puedes cambiar el calificativo a mucho, demasiado o sorprendentemente tonta.

-Lo voy a dejar así por el momento- seguía seria.

-Venga mujer. Te echaré de menos y ya está.

-No me ha gustado que me mirases como me has mirado.

-Te tengo tan acostumbrado a mi mirada de tonto

-Es que eres tonto- dijo seria pero con una sonrisa escapándose entre los labios

-Es que es lo que tengo. Que soy tonto del culo. Soy buena persona y eso, pero lo de tonto no me lo quita nadie.

-Te tendría que dar un capón.

-No creo que eso suponga ningún problema. ¿Me pongo en posición?

-Venga ya- dijo sonriendo- no te voy a pegar porque seas tonto.

-Si no es por eso, es para que te sientas mejor.

-Siento no habértelo dicho antes- dijo subida en el escalón de entrada dejando sus brazos en mis hombros.

-No pasa nada mujer. Ha sido la desilusión del momento.

-Bueno, nos quedan tres días para poder vernos.

-Entonces. ¿Nos veremos mañana?

-Claro- dijo dándome un besito.- ¿A que hora quieres que nos veamos?

-¿Qué te parece a las cinco de la madrugada?

-¿Qué?- preguntó sorprendida.

-Es para alargar el día mujer.

-Eres demasiado- contestó riendo.- ¿Te conformas con comer juntos?

-Me conformo con cualquier cosa.

-Yo me suelo llevar la comida a la universidad y si hace bueno como tirada por el césped.

-¿Quieres que lleve comida para los dos?

-Mira, sería un bonito detalle. Así no tengo que prepararme la comida ahora.

-Pues hecho. ¿Nos vemos a las dos?

-A las dos en la puerta de la facultad.

Y otro beso más fue lo único que iba a darme esa noche antes de ser engullida por una escalera pobremente iluminada. Había salvado la situación, más o menos, pero me había comportado como un completo imbécil. Claro que quería verla durante las navidades pero no podía comportarme de un modo tan infantil o pedirle que se quedara aquí por mi. Hubiese sido genial que ella hubiera tenido esa idea, pero pedirlo resultaba hasta absurdo.

Pensar que tenía que irse en menos de una semana era deprimente y estaba convencido que esos tres días pasarían sin llegar a ser consciente de ello.

Al final, parece que va a ver una cuarta parte. Estoy convencido que será más corta pero alargar más la tercera la haría demasiado grande.

Os agradezco muchísimo el tiempo que dedicáis a leer esta serie que empieza a ser un poco larga y aún más el que dedicáis a escribir un comentario o mandarme un mail. Espero que valga la pena.

Un abrazo

Arnau.

sumajestaddelosmaresdelsur@yahoo.es