De ilusiones, fantasías y demás realidades (2)

Como habréis adivinado, es la continuación de lo que ya colgué. Si no habéis leido la primera parte no tiene mucho sentido leer esta... Espero que os guste

IV

Fue justamente ahí donde me desperté al día siguiente. En el sofá del salón, en medio de un gran dibujo naranja que hacía el sol al quedar recortado por la ventana. Otro día me habría escondido poniéndome boca abajo o tapándome con un cojín pero no aquel. Aquel día me acosté en la cama porque a mi cabeza no paraban de venir imágenes de una chica preciosa que no dejaba de sonreírme. Me acosté porque quería seguir disfrutando de eso durante tantas horas como fuese posible.

Y así estuve, intentando mantener una imagen en mi cabeza a medio camino del reino de Morfeo hasta que la absurda música de mi Nokia me despertó dos veces (no, esta lindez literaria que me marco sin motivo aparente no tiene nada que ver con Matrix). Complicado fue encontrar el móvil a la primera llamada y frustrante no llegar a contestarla hasta que cinco segundos después me daba una segunda oportunidad, ahora sí, con el teléfono en la mano.

-Buenos días- dije sin hacer gala de mi simpatía pero con toda la educación de la que soy capaz a las doce de la mañana.

-Buenos días tenga usted.

-¡Que finura!- exclamé sin saber muy bien todavía a quien correspondía esa agradable voz de chica.

-Es que las chicas modernas somos así- continuó aclarando que se trataba de Laura.

-Buenos días Laura. Me alegro un montón de escucharte.

-Y yo…- dijo para hacer una pausa.- Me gustó mucho conocerte.

-¿Y te puedo preguntar de donde has sacado el móvil? Me da la sensación que es muy fácil conseguirlo- aclaré sonriente.

-La verdad es que si es fácil conseguirlo, pero no puedo darte más información.

-Bueno, a estas horas de la mañana no voy a hacer muchas más pesquisas.

-¿A estas horas de la mañana?- me preguntó sorprendida.- ¡Que morro tienes tío! Son casi la una del mediodía.

-Pues eso

-¿No me digas que estabas durmiendo?

-Pues no te lo digo, no te preocupes- me reí.

-Lo tuyo es vida, si señor. Yo a estas horas ya he hecho de chacha, he ido a la uni a hacer unas prácticas y he hecho la compra.

-Eso explica muchas cosas- terminé tumbándome de nuevo en la cama.

-¿Qué quieres decir?

-No lo sé, pero me gusta dejarte con la intriga.

-Pareces muy inocente pero ¿sabes que tienes tu punto de cabroncete?

-Estoy intentando desarrollar esa parte de mi personalidad

-¿Y que te parece si la desarrollas comiendo conmigo?

-Pues si te digo la verdad me parece una idea genial.

-¿Quieres venir a casa? Me parece que sabes donde queda mi portal.

Hice una pausa porque recordar ese portal me estremeció. No pude evitar pensar en los besos de la noche anterior y de pronto me dio como mal rollo ir a esa misma casa para comer con Laura.

-O mejor vamos a comer a algún otro sitio- interrumpió mi pausa entendiendo a la perfección lo que me estaba pasando por la cabeza.

-¿Y que propones?

-Por aquí cerca hay un restaurante japonés que a mi me gusta mucho.

-¿Japonés?- pregunté sorprendido.

-Sí, japonés. ¿No te gusta la cocina japonesa?

-Pues la verdad es que no lo sé.

Me da no se que.

-¡Eso es expresividad!

-Es que lo de comer pescado crudo no está hecho para mi.

-Pues no comas. Hay muchas otras cosas. Yo no conozco a nadie a quien no le gusten los Yaki Tori.

-¿Y eso tiene que ver algo con los "toris" de Osborne?

-No tonto. Eso son unos pinchos de pollo que están muy buenos.

-Bueno, me apunto va. ¡Que no se diga que no soy valiente!

-Así me gusta. ¿Quedamos en mi casa en media hora?

-No.

-¿Cómo que no?

-Tengo que despertarme. Aunque no te lo creas ahora mismo estoy más pa’ llá que pa’cá. Tengo que tomarme un café y tengo que ducharme.

-¿Y las lentas somos las chicas?

-Perdona, yo no soy lento, soy metódico- repliqué para que los dos nos riésemos de mi excusa.

-¿Entonces quedamos a las dos?

-A las dos me parece bien.

-Pues hasta ahora- contestó realmente alegre.

-Hasta ahora enana- me despedí así sin saber muy bien porque.

-Enano tú. Carahuevo- contestó riendo a carcajadas.

-¿Cómo que carahuevo?

-Tú me has llamado enana antes.

-Era cariñoso.

-¡Ah! Vale. Pues hasta luego carahuevín. Los diminutivos visten un montón.

-Pues sí.

-¿Vas a colgar ya?

-Estoy en ello.

-Dúchate ya, anda.

Y eso hice. Primero me tomé un cafetito y me fumé un cigarro mirando por la ventana mientras hacía una reflexión un poco absurda: aquello era estar vivo. Aquello era la "pura vida" de José María Mendiluce. Esa sensación tan abrumadora de estar viviendo tu vida en primera persona… saber que en esta historia, en la de tu vida, tienes el papel protagonista y no te limitas a ser actor de reparto en la de otros.

Con el tiempo me he dado cuenta de que en esas épocas (realmente pocas en la vida) el valor y el miedo no tienen ningún sentido porque ni siquiera te lo planteas. Las consecuencias dan igual porque lo único que quieres es vivirlo con la mayor intensidad posible. Ojalá ese sentimiento durase una vida y no poco más de un fin de semana

Aparecí en casa de Laura unos minutos antes de las dos y ella y en seguida bajó ella. Es curioso, ahora que lo recuerdo, lo reconfortante que fue verla de nuevo. Me recorría la extraña sensación de conocerla de siempre.

-Buenos días- dije mientras le daba dos besos.

-Buenos días- me contestó sonriente - ¿Dónde vas con el casco?

-He venido en moto.

-¿Eso de ahí es tu moto?- dijo señalando sorprendida mi flamante Versys.

-Si la llamas "eso" se molesta.

-No te imaginaba con una moto tan grande.

-No te asustes. Tiene un motor muy tranquilito. Es lo que diría una moto noble.

-Yo no me voy a montar en eso-replicó asustada.

-No te preocupes. Dejo el casco en el baúl y vamos en coche.

-Está cerca, podemos ir andando.

-Ves como no hacía falta alterarse.

-Yo no me altero.

-Pues has puesto una cara

-Es que pensé que me harías subir.

-Subirás si quieres y si no, no subirás. No tienes porque pasar un mal rato.

-Eso ya lo sé yo- dijo mientras se ponía a andar calle abajo con las manos hundidas en los bolsillos.

-Pero no te vas a poner seria porque he venido en moto. ¿No?

-No hombre. Tenía ganas de verte a la luz del día.

-¿Y bien?

-Pues pierdes algo, la verdad.- contestó riendo.

-Pues tú estás aún más guapa.

-¡Eh! Si yo hago broma, tú haces broma. Si no lo hacemos así me desarmas.

-Bien. Bien.

-¡Que malo eres!

-Lo justo.

-Entonces qué. ¿Estás convencido de comer en un japonés?

-No. Pero va a resultar que soy un tipo valiente.

-No te preocupes, decía mientras entrábamos en el restaurante, te escogeré un menú digno para principiantes.

Nos sentamos y no pude evitar mirar a todas partes. Imaginaba que un restaurante japonés sería como uno chino. Supongo que somos…, soy más ignorante de lo que pienso. La decoración del sitio era muy sencilla y mucho más luminosa que los restaurantes chinos a los que estoy acostumbrado.

No me había mirado la carta todavía cuando vinieron a preguntarnos que queríamos y Laura pidió un montón de cosas increíble pero que he vuelto a pedir casi siempre que he ido a un japonés.

-Tomaremos Gyozas, California Maki, Ebi Niguiri, Yaki Tori, Yakisoba y Sake nigiri

-¿Para beber?

-Vino blanco de la casa por favor.

-Gracias.

-A ti- contestó Laura mientras el chico simpático se alejaba.

-¿Hablas japonés?

-No seas bobo. Pero me conozco los platos de tanto que vengo.

-¿Y no has pedido mucho?

-No creas. Son platitos pequeños para que pruebes varias cosas.

-¿Sin pescado crudo?

-Sin pescado crudo. Bueno… nos traerán dos sushis de salmón pero si no lo quieres probar ya me los tomaré yo- me dijo sin parar de sonreírme.

-¿Sabes que estás realmente guapa hoy?- le dije sin saber muy bien porque pero haciendo que se ponga roja.

-No te voy a dejar que me pilles desprevenida de esta manera. Seguro que me he puesto roja como un tomate.

-La verdad es que sí- dije riendo.

-Pues normalmente tarda un poco en pasarse.

-Bueno, pues no saldremos a la calle hasta que se te pase.

-¿Y eso?

-Se iba a montar un follón terrible.

-¿por?- preguntó extrañada.

-Se iban a parar todos los coches al ver el semáforo en rojo.

-¡Que cabrón!- dijo tirándome la servilleta mientras se reía.

-Es broma mujer- me dijo mientras nos traían el primer plato. Una especie de empanadillas que resultaron estar buenísimas.

-¿Te gusta?

-Está buenísimo.

-Tienes que tener un poco más de confianza en la gente.

-Ya no me fío ni de mi sombra.

Seguimos comiendo y charlando un buen rato. Los dos parecíamos estar muy a gusto y la conversación pasaba de un tema a otro sin que se diese en ningún momento un solo silencio incómodo. A cada momento me sorprendía más que solo tuviese veintiún años y que estar con un tipo como yo le resultase interesante.

-¿Te puedo hacer una pregunta?- le dije serio cuando nos trajeron el café.

-No me preguntes por Sandra por favor- me respondió también seria.

-No iba a hacerlo. ¿Por qué lo dices?

-Sé que quedasteis ayer. ¡Mierda! Ya estamos hablando de ella.

-A ver Laura. Aquí la madura y sensata eres tú. No pasa nada.

-Sí, sí que pasa.

-¿Qué pasa?

-¿Última vez que hablamos de ella?

-Última.

-A mi no me parece bien que te hable de ella. Sería como si la estuvieras espiando. Es más, me sentiría como si estuvieses conmigo para acercarte a ella.

-Laura, te aseguro que me encanta estar contigo.

-Lo sé, y por eso no me gustaría dudarlo.

-Pues no hablemos más de ella. Yo no iba a hacerlo.

-Tú y yo somos amigos te pase lo que te pase con ella y seguiremos siéndolo independientemente de cómo os vaya.

-Me parece genial. ¿Tampoco te puedo contar yo como nos van las cosas?

-Pongamos de momento que sí… Haremos ver que yo no la conozco.

-Bueno, de todos modos intentaré no darte la brasa con eso.

-Mejor. Al final me pondría celosa…- dijo bajando el tono de voz.

-Je, je. No pareces persona de ponerse celosa.

-No creo, desde luego, pero nunca se sabe.

Me quedé pensativo un momento. Ya no sabía si preguntarle lo que se me había pasado por la cabeza minutos antes de empezar esa conversación sobre la privacidad de Sandra pero ella interrumpió mis cábalas.

-Entonces, ¿Qué querías preguntarme?

-Te parecerá una tontería.

-Lo sé. Normalmente cuando las cosas llevan tanto prólogo no son más que tonterías. Pero no te preocupes. Disimularé- terminó riendo.

-Estaba hablando contigo y no dejaba de preguntarme que es lo que hace que estar conmigo te parezca interesante. Puedo parecer muy estúpido pero no creo que alguien como yo aporte algo a alguien como tú.

-Posiblemente sea esa inseguridad. Eres un chico súper majo. Se te ve buena gente. Me siento bien contigo y tú mismo no te das cuenta de lo que tienes por ofrecer. Si tuvieses la seguridad en ti mismo que deberías tener posiblemente serías un pedante. Pero así, resultas encantador.

-"El encantador de serpientes"- contesté poniendo una voz ronca en plan circense.

-"Y su víbora malvada"- contestó ella imitando mi voz.

-No eres una víbora- repliqué.

-Ya lo sé hombre… Es tan sencillo como eso Arnau. Desde el primer momento me he sentido bien contigo y que seas tan distinto de mí es lo que te hace interesante. No me apetece conocer a nadie tan… tan "yo". La gente distinta es lo que nos estimula.

-Pues si tengo claro algo es que distinto lo soy.

-Ves. Ese es un piropo que no te tendrías que dar tan fácilmente. Y no es que no te lo merezcas, pero no creo que seas consciente de lo que eso significa.

-¿Qué quieres decir?

-Fíjate. La gente intenta ser distinta. Verás gente que se esfuerza por ser único. Por diferenciarse de los demás. ¡Y se jactan de ello! Yo desconfío de entrada de todo aquel que se jacte de ser distinto.

-¿Por?

-¿Tú te crees que a la luna le cuesta mucho trabajo no caerse?

-¿Qué tontería es esa?

-Responde hombre.

-Entiendo que no. Que la luna no tiene que esforzarse.

-Y mira que pesa. Porque grande lo es. Así que si la luna no tiene que esforzarse por ser luna no creo que nosotros tengamos que esforzarnos por ser quien somos. Cuando alguien intenta ser algo me da la sensación de que es un hipócrita.

-¿Y eso no es un prejuicio?

-Es posible, pero me permito ese capricho.

-Total, que no soy distinto.

-¡Y tanto que lo eres! Pero no te jactes de ello.

-¿Y que te apetece hacer esta tarde?- pregunté cuando nos trajeron los segundos cafés.

-Tengo un montón de cosas que estudiar…- contestó con cara de agobio.

-¡No fastidies! Pensaba pasar la tarde contigo.

-¡Y yo! Pero quería ver la cara de desilusión que ponías.

-¡Que cruel!- le dije tirándole ahora yo la servilleta.

-Quería saber cuanto te apetecía.

-Pues poniéndome en plan Laura. ¿Eso no es una muestra de falta de seguridad?

-No. Es un hobbie.

-¿Pues que te apetece hacer?

-¿Vamos al cine? Cada vez voy menos y me apetece un montón.

-¿En tu coche?

-¡Venga!- contestó decidida antes de pedir la cuenta.

-¿Quedará machista si te invito a comer?

-¿Dejarías que te invite yo?

-Por supuesto- dije metiendo la cartera de nuevo en el bolsillo.

-Entonces no. No queda machista. Invitas tú- dijo soltando unas cuantas carcajadas al ver mi cara de sorpresa.

-Vale, vale. Lo he pillado.

-No esperaba menos de ti.

Salimos del restaurante y fuimos andando a su casa en busca de su coche pero al llegar delante de su puerta se quedó parada muy pensativa.

-¿Pasa algo?

-No. Estoy pensando.

-¿En que?

-En si llevas dos cascos.

-Pues la verdad es que sí. ¿Quieres que vayamos en moto?

-No lo sé. Puede ser divertido, pero me da mucho miedo.

-No tiene porque. Solo tienes que sentarte y cogerte a mí.

-¿No tiene asas para que me coja?

-Sí, si lo prefieres, pero lo mejor es que te agarres a mi. Te sentirás mejor.

-¿Y que hago?

-Nada. Solo déjate llevar. No intentes llevar tu peso a un lado o a otro. Tienes que ser como un bulto. Y si notas que freno un poco brusco, y te acuerdas, intenta apoyarte en el depósito.

-¿Y eso?

-Pues pa’ no deshuevarme- contesté riendo mientras la veía a ella seria y continué después de una pausa.- Será mejor que lo dejemos para otro día.

-No, no- me contestó muy seria.- Es el día perfecto para hacer algo así, pero no corras.

No dijo nada más. Parecía muy concentrada en controlarse y tirar adelante con algo que la asustaba pero tenía ganas de hacer. Yo le di el casco que llevaba en el baúl y nos montamos en cuanto hube sacado la moto de entre los dos coches.

Se agarró a mí con muchísima fuerza pero no me molestaba en absoluto. A mi también me inspiraba seguridad aunque hubiese sido complicado perderla por el camino con el baúl que llevaba detrás para los cascos.

Di una vuelta un poco larga para no encontrar mucho tráfico. La Versys es una moto relativamente manejable pero en parado con dos se me hacía más complicado y pensé que para ella sería mucho más agradable el camino si no teníamos que meternos entre los coches.

Cuando bajamos de la moto, en el parking del centro comercial, parecía alucinada. Estaba completamente despeinada y tenía los ojos abiertos como platos. No sabría decir si le había encantado o si había sido la peor experiencia de su vida.

-¿Y bien?

-¿La verdad?

-Claro. Como siempre.

-Me ha encantado. Y eso que iba detrás. Conducirla tiene que ser una pasada.

-Si ahora dices eso en unos meses te estarás planteando comprarte una.

-No, no. Ni loca.

-Bueno, me alegro que te haya gustado. ¿Subimos?

-Pero después me das otra vuelta.

-Hecho.

Subimos al cine y cogimos dos entradas para ver una película que, si os tengo que ser sincero, ya no recuerdo. Faltaba un buen rato para que empezara por lo decidimos tomar algo mientras esperábamos.

Estuvimos hablando de todo un rato. Yo le conté que ir en moto y escribir eran mis dos únicas aficiones y en seguida pidió de las pocas cosas que no podía pedirme.

-¿Y me dejarás leer lo que escribes?

-No.

-Qué tajante.

-¿Sabes de lo que hablabas el otro día en la playa? De la gente que escribe o compone

-Claro.

-Pues me sentí muy identificado. Casi todos los días dedico un tiempo a escribir pero nunca se lo dejo leer a nadie. No es que me avergüence, te lo aseguro, pero no quiero que nadie me juzgue. Escribo porque me gusta hacerlo. Si te dejase leer algo de lo que escribo es como si creyese hacerlo bien.

-No entiendo esa reflexión.

-Es como si me enorgulleciese de hacerlo. Y no es eso. No lo hago por ningún motivo. Lo hago porque sale de mí.

-¿Y que problema hay en eso?

-No hay ningún problema. Supongo que es lo que decías la otra noche. Es algo que me generaría mucha inseguridad.

-No te preocupes Arnau. Algún día tú mismo me lo querrás enseñar.

-Ya veremos… Perno no hablemos más de eso. ¿Qué hay de ti? ¿Qué aficiones tienes?

-La verdad es que pocas… me gusta mucho leer, pasear… conocer gente. No hay nada más apasionante que conocer gente. Llevo dos días muy ilusionada con un amigo nuevo que me he echado.

-Será un tipo majo- interrumpí sonriendo.

-No te creas- contestó haciendo una mueca- pero me hace sentir bien y descubro un mundo nuevo. Cada persona que conozco un poco a fondo es como un tesoro. Cuando le dedicas el suficiente tiempo a alguien siempre te termina sorprendiendo.

-¿Y estudias ingeniería?

-Es lo que se me da bien… Lo malo es que no me deja mucho tiempo para el resto de cosas.

-Tienes veintiún años y estás en tercero. No tendrías que tener tiempo para nada más.

-Es que para mi no es un juego ¿sabes? Y no digo que para ti lo sea.

-No te preocupes. Para mi lo es. Es un buen sitio para esconderse del mundo.

-Pues yo no quiero esconderme mucho más tiempo. Tengo ganas de empezar otros proyectos y necesito acabar la carrera cuanto antes.

-Supongo que es una elección.

Estuvimos hablando un buen rato de muchas cosas. Os aseguro que es una pena que las personas no sean así de transparentes cuando las conoces. Con Laura todo era sencillo. Hablábamos sin tapujos y seguía teniendo la sensación de conocernos desde siempre. Me seguía sorprendiendo lo que descubría de ella pero aún así, todo encajaba. Era una persona muy coherente consigo misma.

Pasamos tanto rato hablando de mil tonterías que al final se puso a reír a carcajadas:

-¿Qué he dicho?

-Demasiadas cosas Arnau. La película ha empezado hace más de media hora. Y nosotros aquí de cháchara.

-Podemos pensar que hemos tirado el dinero o que estábamos tan bien que no valía la pena entrar a ver la película.

-Prefiero quedarme con la segunda opción.

-¿Pensamos en otro plan?

-¿Qué te parece si me llevas a dar otra vuelta en moto?

-¿Me dejas escoger el sitio?

-Te dejaría si no hubiese sido por esa mirada pícara. Me huele a travesura.

-No mujer. He tenido una idea muy buena.

-Cuenta, cuenta.

-¿Qué te parece si vamos a casa de mis padres? Viven cerca de Mataró.

-¿Tus padres? Tú estás chalao.

-Mis padres nunca están en casa si yo no tengo que ir y mi hermana está estudiando en Madrid por lo que la casa estará libre para nosotros. Podemos bebernos el mejor vino de mi padre y ver una película con su proyector nuevo.

-No sé… me da mal rollo.

-Y… si quieres…- insinué bajando la voz- podemos bañarnos en su jacuzzi enorme.

-Vamos- contestó impaciente levantándose de la mesa.

-¿Quieres coger el bañador en tu casa?

-Tú… tú eres tonto- contestó riendo mientras me daba una colleja.

-Ay, mujer. No hace falta que me pegues.

-¿Y que pasa si están en casa?

-Nos damos la vuelta sin decir nada. Te aseguro que el viaje merecerá la pena.

-Vamos- terminó montándose en la moto decidida.

V

Para ir a casa de mis padres tomamos la N-II. Una carretera más que aceptable a la que nadie presta ninguna atención. Durante las mañanas de los días laborables va cargada de tráfico de gente que llega tarde a su trabajo en Barcelona pero un sábado a las cinco de la tarde dirección norte va prácticamente desierta.

Transcurre durante treinta kilómetros paralela al mar enseñando todas las playas del Maresme desiertas a esas alturas del año. Otro de los paisajes que solo se aprecia cuando has aprendido a vivir sin prisas y estás dispuesto a aceptar que las cosas pueden ser bonitas sin estar lejos ni ser espectaculares. La belleza no es solo exclusividad.

Llegamos a casa de mis padres cuando todavía no eran las seis de la tarde y estaba completamente despejada. No había el menor indicio de presencia no deseada y abrí la puerta del jardín con el mando que llevaba colgando de las llaves de la moto.

Entre y crucé el jardín para dejar la moto lo menos visible posible desde fuera y al bajar de la moto me encontré con una sorprendida Laura que me miraba atónita.

-¿Cómo ha ido el camino? ¿No dirás que he corrido?

-¡Ha sido genial! Habré pasado por esta carretera multitud de veces pero hoy ha sido distinto.

-Es la magia de ir en moto. Los caminos son distintos.

-Al final voy a terminar comprándome una.

-Pues mañana te dejo probar la que tenía de adolescente. Aún la guardo y te será muy fácil de llevar.

-Tú estás mal de la cabeza si te piensas que voy a llevar una moto.

-Que no mujer. Probamos. Y si no te gusta, la dejamos. Sin más.

-Ya veremos. Vaya casa tienen tus padres ¿no?

-La verdad es que está muy, muy bien. Nada comparado con mi pisito de Barcelona.

-¡Quéjate si quieres!

-No, no. No me quejo. Sigo viniendo aquí cuando me da la gana.

Mientras cruzábamos el jardín veía como Laura miraba alucinada la piscina, las plantas y la enorme casa que se habían agenciado mis padres años atrás. Yo ya estaba abriendo la puerta y ella seguía en medio del jardín alucinada con una fuente que a esas alturas del año debería estar parada.

-Voy a ver si hay algo de beber fresco- dije cruzando la puerta- cuando quieras entra y busca el baño.

-¡En seguida voy!- gritó desde el jardín.

Yo sabía que mis padres tendrían una botella de buen cava en la nevera a la temperatura ideal y así fue. Una botella de Cripta nos estaba esperando y puse dos más a enfriar. Que menos de tres botellas para un sábado como aquél.

Subí al baño con la botella y dos copas pensando que Laura ya estaría esperándome pero no fue así. Me sorprendió mucho no verla en el jacuzzi pero igualmente me desnudé mientras se empezaba a llenar. Estaba nervioso porque, aunque estaba seguro que era lo que ella esperaba, encontrarme desnudo en el agua me parecía un atrevimiento.

-¡Laura!- la llamé después de cinco minutos esperando.

-¡Estoy cotilleando en tu habitación! Ya sé cual es.

-¿Y no vas a venir? El cava se calienta.

-¿El cava se calienta o tú te enfrías?- preguntó con una sonrisa maliciosa mientras entraba en el baño.

-Yo ya no puedo enfriarme…- contesté sincero mientras le ofrecía su copa de cava.- Por nuestra amistad- terminé brindando.

-Por nuestra amistad- dijo mirándome a los ojos unos segundos sin decir nada.

-¿No vas a decir ni hacer nada más?

-Estoy disfrutando de esto.

-¿De qué?

-De cómo te pones nervioso.

-No me estoy poniendo nervioso- contesté serio.

-No te has visto la cara.

-Bueno. Un poco nervioso si que estoy.

-Tienes unas ganas de ver como me quito la ropa que no puedes con ellas.

-¿Y eso es malo?

-¡Que va! Me encanta- terminó volviendo a su mirada pícara.- Y como esperaba este momento te he traído una sorpresa- dijo mientras empezaba a desabrocharse la blusa.

-¿Qué sorpresa?

-Tú mira, que hoy te dejo.

Y eso hice. Abrí los ojos tanto como pude mientras ella clavaba los suyos en los míos. La escena estaba cargada de erotismo y el pulso se me aceleró de tal manera que estuve a punto de saltar del jacuzzi.

Se movía muy despacio, como si estuviese bailando suavemente al son de una música inexistente. Cuando se hubo desabrochado todos los botones se dio media vuelta continuando con su baile y dejó caer la blusa resbalando por su espalda mientras yo intentaba memorizar cada milímetro de su piel.

Llevaba unos sujetadores negros con encajes y supuse que esa la sorpresa. Se había puesto la ropa interior pensando en ese momento. Pensando en enseñármela. No sabía cuanto se lo agradecía.

Volvió a girarse lentamente alzando los brazos. Tenía los ojos cerrados y seguía moviéndose lentamente en lo que era un espectáculo digno de revivir cada día de mi vida. Su piel parecía tan suave y tersa… crecían en mi unas terribles ganas de recorrer su cuerpo a besos cuando empezó a desabrocharse los pantalones.

-¿Tú te has ganado esto?- me preguntó de golpe.

-¿Eh?- contesté atontado perdido.

-Vamos a suponer que sí- terminó quitándose los zapatos con el simple gesto de pisarse un poco los talones.

En seguida quedaron a la vista unas braquitas a juego con el sujetador y así, en ropa interior, me pareció mucho más alta de lo que era en realidad. Estaba preciosa. Sin más. Otro adjetivo no os ayudaría a imaginarla mejor.

Empezó a darse la vuelta mientras mi boca se entreabría expectante. Embobado como estaba aluciné al ver como ese pedacito de tela encontraba cobijo entre esas dos nalgas tan apetecibles. Redondas, de un tamaño perfecto y tan tersas que todo cuanto había dormido en mi se despertó de golpe.

-¿te gusta lo que ves?- me preguntó sin girarse.

-Ya sabes que sí.

-Y querrás que continué. ¿no?

-Por favor- casi supliqué.

Se desabrochó el sujetador dándome la espalda y se quitó las braguitas poniéndome enfermo como llevaba tiempo sin estar. Aquello era para mí. En unos minutos iba a estar disfrutando de ella y la espera empezaba a ser insoportable.

-¿Puedo girarme?

-Por favor.

-Muchos favores me estás pidiendo- dijo mientras se daba la vuelta buscando mi mirada que la recorría de arriba abajo sorprendido aún por la belleza de aquel cuerpo desnudo.

-Estás realmente impresionante- le dije mirándola a los ojos.

Se metió en el agua sonriendo y mirándome a los ojos. Se sentó a hurtadillas encima de mí y se rió nerviosa al notar lo que de ningún modo podría haber ocultado.

-¿Y eso que es?

-Si te lo tengo que explicar es que uno de los dos está muy confundido.

-No tonto- dijo lanzándose a mis labios y besándome con toda la pasión de la que fue capaz.

Disfruté de ese beso durante largo rato mientras acariciaba todo lo que la postura, algo forzada, me dejaba. Tener es cuerpo para mi en ese momento era un placer… un privilegio e intentaba gozar de él tanto como podía. Besaba su cuello con avidez frenando como podía un instinto que me pedía morder ahí donde lamía.

Frotaba contra sus nalgas la única parte de mi cuerpo que no estaba dispuesta a quedarse fuera del suyo y ella parecía disfrutar de esa caricia más que de ninguna otra enarcando la espalda para acentuar más si cabe la sensación que de ello podía tener.

Cuando esto sucedía, cuando echaba atrás su cuerpo para hundirse más entre mis piernas, yo me abalanzaba desesperado para intentar lamer, besar y jugar con sus pechos y sus pezones en un juego que de largo empezaba a desesperarme y ponerme más nervioso si cabe.

Se abalanzó de golpe hacia mi y se aferró a mi cuello levantándose un poco para mover con mucha suavidad las caderas después mostrando, a quien tenía que mostrárselo, el camino que debía seguir.

-¿No vas a ayudarla un poco?- preguntó en tono parecido a una súplica

Pero no hizo falta mucha ayuda. Solo hizo falta mantenerla quieta y Laura hizo el resto con un gesto de placer que dio toda la satisfacción que puede darte el placer de otra persona.

Con los ojos cerrados parecía que se había olvidado de mí. Se movía rítmicamente arriba, abajo, adelante y atrás sin abrir los ojos. El cuerpo se le estremecía de golpe, paraba y volvía a moverse. Yo no hacía más que alucinar con aquella imagen tan maravillosa y disfrutar de cada uno de sus gestos, de sus suaves gemidos y el cálido tacto de su piel.

Estaba embobado. Era como verlo en una película. Como si no fuese yo el que estuviese haciéndole el amor a aquella chica tan fantástica y como si me conformase con apreciar toda la belleza de la que es capaz un cuerpo humano.

De pronto se aferró a mí con todas sus fuerzas y se paró. Cerró con fuerza sus piernas que tenían las mías dentro y se relajó después repitiéndolo dos o tres veces. No decía nada, no gritó ni jadeó. Solo se mordía el labio mientras sus piernas y su espalda, que vibraba bajo mi mano, parecían ir por libre.

Se relajó de golpe después quedándose abrazada a mí sin decir nada ni abrir los ojos. Me beso el cuello y la oreja casi como acto reflejo y pasado unos segundos no pude evitar reírme.

-¿De que te ríes tonto?- dijo en tono infantil mientras me miraba con los ojos entrecerrados.

-Te voy a decir lo que me dijeron no hace mucho. Me estoy riendo de ti.

-¿Y eso?- me preguntó haciéndose la enfadada.

-Porque has pasado de mi durante un buen rato. Estabas en tu mundo.

-Perdona…- dijo mostrando más arrepentimiento del necesario- se me ha ido la cabeza y

-Tsss… No tienes que pedirme perdón. Te aseguro que he disfrutado mirándote tanto o más de lo que has disfrutado tú.

-De verdad que lo siento.

-Te he dicho que he disfrutado muchísimo y no te he mentido. Verte desnuda es suficiente placer para mí. Y si encima te veo disfrutar así… Eres increíble Laura- le dije dándole un besito con tanta ternura como fui capaz.

-Pero aún así puedo compensarte ¿no?- dijo haciéndome salir con solo moverse mientras recuperaba su sonrisa pícara tantas veces ensayada conmigo.

-No. Ya hablaremos de eso después- contesté pensando que no me debía nada y que aquello me parecía mal.- Ahora vamos a brindar.

-Vale. ¿Por qué brindamos?

-Por esto. Porque la segunda vez ha sido incluso mejor que la primera y porque la tercera sea aún mejor.

-¿Y para cuando la tercera si se puede saber?

-Pues aún nos queda día para rato- contesté dándole otro beso.

-Así me gusta. Brindemos pues.

-¿Y que vamos a cenar?- me preguntó después de bebernos la botella de cava entera.-A mi me está viniendo el hambre de golpe.

-Mujer. Son las ocho de la tarde. Es normal que tangas hambre. El problema es que nadie ha sido nunca capaz de comerse nada que haya cocinado yo.

-¿Me toca cocinar a mi?

-Ni hablar de eso. Usted está aquí de marquesa.

-No me apetece nada salir a cenar por ahí. Tengo una flojera… Estoy como si me acabase de levantar de una siesta.

-Hay un restaurante aquí cerca que tienen servicio de catering. Les llamaré, les pediré la cena y se lo apuntarán a mis padres.

-¡Que morro tienes tío!

-Era lo que hacíamos siempre cuando mis padres nos dejaban solos. Yo no sé cocinar y mi hermana no quería así que

-¿Y que vas a pedir?

-De segundo me parece que tiene muchos números un rape con bogavante que hacen que está de vicio.

-¡Vaya tela! No te estás de nada.

-¿No te apetece?

-Ahora mismo me apetece cualquier cosa.

-Y de primero

-¡Pasta! Me apetece un plato de pasta- me interrumpió ilusionada.

-Aquí tenemos un problema.

-¿Qué problema?

-Que a mi me encanta la salsa carbonara.

-¿Y eso es un problema?

-Mujer… me gustaría ofrecerte algo más sofisticado.

-¡No digas tonterías! Unos espaguetis a la carbonara de primero será genial.

-Y de postre… Un litro de helado de vainilla. Lo hacen ellos mismos y está de muerte. Después le tiramos un poco de bailey’s fresquito por encima y a disfrutar como enanos.

-Yo no he probado nunca eso.

-Pues hoy lo harás- dije saliendo del jacuzzi- espérame aquí que voy a llamar.

-Tío bueno- dijo para silbar después al verme salir del agua desnudo por primera vez para hacer que me ruborizase.- Eso es un culo y no lo que le quita mi madre a los pepinos- terminó riendo a carcajadas.

Volví al baño quince minutos después con unos calzoncillos puestos para darme una ducha.

-¿Dónde vas con eso puesto?

-Lo que os gusta a las mujeres ir en pelotas por ahí.

-Si aquí no hay nadie que te pueda ver.

-Sí que hay. Hay personas que me silban y me hacen sentir como un objeto- repliqué haciéndome le ofendido.

-Ya será para menos

Me metí detrás de una pared de tochos transparentes donde teníamos la ducha y seguí hablando con ella.

-En media hora más o menos tenemos la cena aquí. La mesa ya está puesta y otras dos botellas como la que nos acabamos de beber nos están esperando.

-¿Y porque chillas tanto?- me dijo abrazándome desde atrás y poniéndome nervioso de golpe.

-Pensé

-Ya sé...- dijo besándome la espalda y robándome la esponja- pero no iba a dejar que te enjabonaras tu solo- siguió mientras paseaba la esponja por mi pecho, por mi espalda y por mi entrepierna par ponerme nervioso y excitado de golpe.

-La vas a despertar de nuevo

-Si ya está despierta dijo soltando la esponja para cogerme con su mano derecha y empezar con un movimiento rítmico a hacerme perder la cabeza- ¿Por qué no te giras?

-Estoy buscando alguna razón y no se me ocurre ninguna.

-Pues gírate- me susurró al oído.- Hay algo que quiero hacer y no por ti precisamente- dijo poniéndome un dedo índice delante de los labios para hacerme callar.- En un momento vuelvo.

Y diciendo esto se agachó delante de mí en una de las situaciones más excitantes que había vivido. Ver aquello, desde ahí arriba, era una gozada, y sentir los besos tímidos, las caricias de sus labios arriba y abajo mientras miraba su pelo moverse en una danza de su cabeza era una experiencia increíble.

No tardó mucho en abrazarla con sus labios y empezar un movimiento rítmico mientras con su lengua jugaba a todo lo que se le ocurría y sus manos recorrían mi cuerpo en unos movimientos nerviosos muy desconcertantes.

Avisé. Como pude pero avisé. Ella no hizo ningún gesto extraño ni se apartó. Simplemente siguió haciendo lo que me estaba haciendo hasta que no pude más y cuando salí de su boca me temblaban las piernas y me flojeaba la espalda hasta el punto que casi me caigo si no es porque me sostuvo empujándome contra la pared mientras me abrazaba.

-Te digo lo mismo que tú. Yo también lo he disfrutado.

Para cuando nos hubimos duchado y bajamos ya estaban llamando a la puerta con la cena. Abrí yo porque no me daba ningún reparo abrir en pijama. Laura en cambio llevaba una camisa mía que le iba enorme como único atuendo y, aunque yo la encontraba irresistible, no le ofrecía la suficiente seguridad como para abrir la puerta.

El chico ya me conocía de otras muchas veces y no tuve ni siquiera que hacer el gesto de pagar. Simplemente cogí la caja con las tres bandejas, le desee buenas noches y entre en casa de nuevo para encontrarme a Laura sentada a la mesa intentando abrir una de las botellas de cava.

-Tan difícil no puede ser.

-La botella es bonita de narices- contestó media enfadada- y el cava está bueno de verdad, pero esta botella tan rara no hay quien la abra.

-Lo estás haciendo al revés…- dije riendo.

-Al revés sería haciendo el pino- replicó ofuscada.

-No. Prueba a hacerlo de otra manera. Mantén el tapón quieto y gira la botella. Es mucho más fácil.

-¡Es verdad!- exclamó mientras la abría y se apresuraba a llenar las copas.

-Ya te lo he dicho- dije dejando la comida en la mesa.

-¿Dónde vas con todo eso?

-He pedido comida para tres. No quería quedarme corto y así me sirve de excusa.

-¿De excusa?

-Sí, cuando les carguen la cena a mis padres, si pido para dos puede despertar alguna sospecha. Si pido para tres puedo decir que he venido con dos amigos a estudiar.

-¿Siempre eres tan maquiavélico?

-No. Solo cuando soy malo- dije mientras empezaba a servirle el plato de pasta.

Cenando cayó la segunda botella de cava y hasta empezamos con la tercera. La comida estaba buenísima y teníamos tanta hambre que a penas hablamos. Parecía mentira lo que era capaz de comer Laura y lo delgada que estaba. Gente así se pasa la vida levantando envidias. Yo me pasaba la mitad del tiempo a dieta.

Cuando terminamos la cena no había manera de meter el postre en nuestro estómago por lo que propuse comérnoslo en un rato mientras estuviésemos viendo la peli y ese era el reto del momento: escoger la película.

Estuvimos un dato dando vueltas por el salón mirando por las estanterías qué película podíamos mirar. Yo las había visto casi todas y ella no quería ver una que yo ya hubiese visto hasta que me preguntó por una:

-¿Esta que tal?- dijo sacando Moulin Rouge de la estantería.

-¿No la has visto?

-Es que le tengo algo de tirria a la Nicole Kidman. No me preguntes porque pero me cae mal.

-Sí… no despierta muchas simpatías pero esa película es como una obra de arte. No soy ningún experto en cine ni nada de eso pero esa película es de las más bonitas que he visto en mi vida. Y no digo que sea bonita la historia ni el argumento… La película en sí es como una canción… Es fácil porque es un musical… Lo que quiero decir es que toda ella tiene una armonía y un gusto por la belleza sublime.

-Pero si ya la has visto no la vamos a volver a ver.

-¡Y tanto que sí!- dije cogiendo el mando de la pantalla para bajarla del techo.- Cuando yo la vi estaba en mi cuarto en un televisor de 14 pulgadas. Verla en esta pantalla con este equipo de música va a ser una gozada. Ninguna película busca con tanto ahínco el impacto visual y sonoro.

-Me la dejas tan bien que no me va a parecer nada del otro mundo.

-Tú hazme caso. Mírala con atención. Olvídate que estás aquí conmigo y tómatelo como que te están contando un cuento. No estás leyendo un periódico. Estás viendo una obra de teatro de fantasía.

-Lo pillo- me contestaba mientras ponía la película en el DVD y le daba al botón de "play".

En una de las primeras escenas, cuando cantan "the hills are alive with the sound of music", se rió incrédula, incapaz de pensar que aquella iba a ser una buena película. Poco a poco fue cambiando la cara y para cuando se suben al elefante a "discutir" ya estaba totalmente enganchada.

Me alegré de verla disfrutar de ese modo con la película. Cuando llevábamos más de una hora me levanté para ir a buscar el helado y ni se inmutó, estaba maravillada con una de las mejores versiones de Roxanne que se deben haber hecho desde que la escribiese Swing.

Veía como se comía el helado con los ojos como platos, estando a penas dos metros de aquella pantalla y con un volumen que resultaría absurdo en un piso y sabía, que como a mi, aquella película la iba a impactar de por vida.

Y ya sé que a mucha gente no le gusta… o que no le dice nada especial. Ya sé que igual no es una obra maestra… pero si te llega… si tienes la suerte de meterte en esa película la vas a disfrutar como se puede disfrutar de muy pocas películas. Al menos, eso es lo que me ha parecido a mí siempre.

-¿Qué te ha parecido?- le pregunté cuando ya se había acabado.

-Fantástica. Tengo que digerirla pero me ha encantado. Tienes que dejármela para poder volverla a ver

-Llévatela si quieres. No creo que mi padre vaya a verla nunca

-Pues… no pareces el típico chico que disfruta viendo estás pelis.

-¿Y que peli te parece que disfruto?

-Pues no sé… "colega donde está mi coche", "Malrats"… cosas de esas.

-Bueno… esas también molan. A cada momento lo suyo.

-Al final va a resultar que también tienes tus sorpresas.

-No pienses en eso o te decepcionaré.

-No creo.

-Bueno. ¿Y que te ha parecido el helado con Bailey’s?

-Tiene que estar buenísimo porque me lo zampado sin darme cuenta.

Seguimos bebiendo bailey’s haciendo caso omiso de la recomendación de no mezclarlo con cava y charlamos de mi y una tontería, la mayoría de ellas para reírnos, pero también hablamos de cosas más trascendentes… de lo que esperábamos de la vida o de lo que nos había llevado hasta donde estábamos.

Intentaba alejar de mí un pensamiento pero no podía. Tenía aquella chica en mi casa y aunque la conversación de sofá estaba siendo muy agradable yo quería algo más. No sabía como provocar la situación así que opté por lo más sencillo. Me escabullí. Con la idea de ir al servicio me fui del salón y me limité a no volver. No pasaron ni cinco minutos cuando Laura ya estaba subiendo las escalaras gritando mi nombre tímidamente.

Yo estaba escondido en mi habitación. Con la luz apagada y la bombilla quitada. Si quería encontrarme tenía que entrar y sabía que lo haría.

-¿Arnau?- preguntó abriendo la puerta e intentando inútilmente encender la luz- No tiene gracia- seguía mientras se acercaba a tientas a la cama.-¿Estás tumbado aquí?- preguntó justo antes de llegar a la cama.

-No- susurré a su espalda cogiéndola de los hombros para que no se diese la vuelta.

-¡Que susto me has dado tonto!

-Tsss. No puedes decir nada. Si dices algo me voy.

-¿Cómo quieres que…?

-¿Me voy?

-Me callo- asumió sin rechistar.

-Te voy a poner una venda en los ojos-dije pasando una venda negra por delante de su cara.-. La habitación está oscura pero se te acostumbraría la vista.

Os parecerá mentira, pero aunque la habitación esté oscura, si abres los ojos, intentas mirar. Te esfuerzas. Pero si te vendan los ojos no ves nada y, sin querer, te centras mucho más en el resto de sentidos.

-¿Sabes?- susurré a su oído- aunque estés muy guapa con esta camisa enorme, estás mucho mejor desnuda- continué desabrochándole la camisa poco a poco, intentando no apoyar mis manos en ella para que le diese la sensación de que la ropa se le salía sola.

Dejé caer la camisa al suelo y empecé a besarle la espalda y el cuello muy despacio, alargando los besos y dejando que notase mi cálido aliento recorrer su piel. Se estaba poniendo nerviosa. Lo notaba. Movía un poco las piernas y parecía querer girarse para quedarse cara a cara conmigo. No se lo consentiría.

Empecé a acariciarle los hombros, los brazos…la abracé desde atrás paseando mis manos por su vientre y subiendo lentamente hasta sus pechos. Cuando se los llegué a acariciar dio un respingo pero se calmó después para que yo jugase con ellos. Me encantaban. Eran pequeños, pero firmes y increíblemente bonitos.

La invité a que levantase los brazos y se cogiese a mi cuello mientras yo le besaba el suyo y recorría con mis manos cada centímetro de mi piel que quedaba a mi alcance.

Después de un rato estando de pie frente a la cama la guié para que se tumbara. Mis manos habían descubierto su cuerpo pero mis labios estaban sedientos y su piel era la única fuente capaz de saciarme.

Empecé a besarla despacio pero su lengua pedía más. No se conformaba con besos lentos y juguetones. Me cogía de la nunca y tiraba hacia ella pero no iba conformarme con sus labios. Iba a degustar cada milímetro de su piel.

Debía tener paciencia… algo dentro de mi me empujaba a sus pechos pero quería hacerla esperar. Me entretuve en su cuello, en sus hombros… Incluso pasé de largo hasta su vientre para volver a subir despacio y encontrármelos por fin. Jugué con ellos de todas las maneras que se me ocurrió… los besé, los lamí y hasta les di pequeños mordiscos con los labios haciendo que su respiración se acelerase y soltase pequeños gemidos.

Pasado un rato incalculable empecé a descender su cuerpo lentamente. Pacería querer detenerme sujetando con sus manos mi cabeza como si supiese lo que iba a hacer y no estuviese dispuesta a permitírmelo.

-Ahora me tienes que dejar a mí- susurré.

Cuando estuve ubicado entre sus piernas empecé a besarle el lado interior de las piernas recorriendo casi desde la rodilla hasta la ingle de una, saltándome su parte más íntima para pasar a la otra en el sentido contrario. Aquello empezaba a ponerla nervioso y arqueaba la espalda para buscar el contacto con mi boca. Había parecido no querer aquello pero ahora lo ansiaba con todas sus ganas.

Después de hacerla esperar un rato empecé a acariciarlo con mis labios muy suavemente en algo más parecido a una insinuación que a un juego en sí. Paseé mi lengua después como si ésta estuviese explorando un terreno desconocido como en realidad era para descubrir con mis labios después ese botón que activó en Laura un montón de sensaciones que me transmitía con el movimiento compulsivo de sus caderas y la respiración entrecortada.

Llegados a ese punto el tiempo no importa. Un hombre no puede llegar a esa situación y pretender cronometrarla. Me entretuve y jugué con toda la delicadeza de la que un hombre es capaz y estudié sus reacciones para ver que movimientos de mi lengua o de mis labios despertaban en ella el mayor placer.

Minutos después empezó a subir y bajar las caderas rítmicamente mientras pequeños gemidos acompañaban el ruido de su respiración alocada. Sus piernas se cerraban y abrían dificultando la posición de mi cabeza que luchaba por no separarse lo más mínimo hasta que de pronto se relajó de golpe y se apresuró a empujarme para que me saliera de ahí.

-¡Ha sido genial!- dijo dándose la vuelta y quedándose boca abajo.

-Me alegro- respondí realmente satisfecho.

-Nunca había dejado a un hombre hacerme eso…- siguió hablando boca abajo.

-¿Por?

-No lo sé…-hablaba con la voz entrecortada casi susurrando- mucha intimidad invadida.

-Espero no haberte hecho sentir mal por ello.

-No te creas que me hacía mucha gracia al principio… pero si había alguien para estar ahí ese eres tú. Y suerte que te he dejado

-Me alegro- dije tumbándome a su lado.

-¿Y ahora que vamos a hacer contigo?- dijo dándose la vuelta y quedándose de costado.

-Tendremos que esperar.

-¿Estás seguro?

-Ahora te dolerá ¿no?

-La verdad es que sí. Pero tengo otros agujeros- susurró a mi oído poniéndome malo de golpe.

-¿Estás segura?- pregunté sin tener muy claro si quería oír eso.

-No. Pero hoy es el mejor día para probar cosas nuevas. En seguida vengo- dijo antes de levantarse y salir de la habitación.

Volvió a los tres minutos con un bote de gel de ducha en la mano y con una mirada desconocida en ella. Yo no podía creerme que todo me estuviese resultando tan fácil pero estaba consiguiendo mantenerme excitadísimo durante todo el día.

Volvió a sentarse a hurtadillas dentro de mí y me habló mientras me daba besitos en la oreja.

-Vamos a ir con mucho cuidado y despacio. Me asusta un poco.

-¿Estás segura?

-Ya te he dicho que no pero déjame hacer a mi. ¿Vale?

-Como quieras.

Ella cerró los ojos y puso cara de concentrada mientras que con una mano cogía mi pene completamente erecto y lo paseaba por su culito en una tanda de reconocimiento que me tenía excitadísimo. Ella misma la apoyó y poco a poco empezó a hacer fuerza.

Al principio notaba el frío del gel pero esa sensación desapareció en seguida. Poco a poco fui entrando en una sensación embriagadora mientras sus gestos iban pasando de la sorpresa al dolor sin abrir los ojos ni un solo momento.

Cada nuevo movimiento notaba que estaba un poco más dentro de ella y a cada minuto la sensación era más estimulante. Empezaba a estar fuera de mi y sin querer empecé a mover las caderas. No quería hacerle daño e intentaba frenarme pero algo dentro de mí me empujaba y condenaba haciendo que en ese mismo instante empezase a sentirme culpable.

Ella abrió los ojos sorprendida de mi reacción y, para mi sorpresa, su mirada no fue de reproche o súplica sino de satisfacción. Me sonrió y me dio la sensación que me animaba con la mirada y eso fue el detonante. Aceleré un poco mis movimientos sin que fuesen bruscos en ningún momento y mirando su cara, mezcla de dolor y pasión, terminé de una manera mucho más placentera de lo que estoy acostumbrado.

Ella se apartó en seguida dándome un besito y no volvió del baño hasta pasados quince minutos. Quince minutos que fueron una tortura para mí con sentimientos encontrados de satisfacción, arrepentimiento y vergüenza. Sentía que aquello había sido un regalo que me daba y que había sido un suplicio para ella. Oía el ruido de la ducha en el baño que tenía justo detrás de la cabecera de la cama y no sabía que cara iba a ponerle cuando volviese a entrar en la habitación.

Cuando volvió se puso la camisa en seguida y se quedó sorprendida por la cara que hacía. Os aseguro que me sentía realmente mal en aquel momento. No creo que hiciese nada deshonesto ni injusto, pero sentía que había sido muy egoísta.

-¿Qué te pasa tontorrón?- me preguntó sonriente mientras se tumbaba a mi lado.

-No lo tendríamos que haber hecho.

-No seas burro- seguía sonriendo- ¿acaso no te has dado cuenta como te ha gustado?

-Pero a ti no

-A ver… no ha sido lo más divertido de mi vida pero algún día lo quería probar. No se me ocurre mejor persona que contigo.

-Pues no me gusta pensar que te he hecho daño.

-Pues piensa que me lo he hecho yo solita.

-¿Te duele mucho?- le pregunté preocupado.

-Mmmmm, dejémoslo en que me duele un poco- me dio un besito- ahora ya puedes ducharte tú si quieres pequeñín.

-Voy a ello enana- dije contestando también a su mote.

-Aquí estaré.

Volví en menos de quince minutos. Os aseguro que soy muy rápido duchándome. Pero ella ya estaba frita. Se había quedado dormida encima de la cama sin taparse y con la expresión completamente relajada. Estaba convencido de que a mi me pasaría lo mismo en cuanto me tumbase porque notaba como las piernas me flojeaban y los párpados me pesaban una barbaridad. No es que tuviese sueño… es que me faltaban fuerzas casi para respirar.

La tapé intentando no despertarla y me tumbé a su lado intentando menear el colchón lo menos posible. Solo corrí algún riesgo innecesario para darle un besito de buenos noches y cerré los ojos para caer rendido en pocos segundos. Aquél día iba a dormir como un niño.

O eso era lo que yo quería porque a las tres de la mañana me desperté de una pesadilla que nunca he recordado. Solo recuerdo que me sentía fatal. Sentía una tristeza enorme que me siento incapaz de explicar. Era como si alguien me estuviese estrujando la garganta, como si el corazón me pesase una tonelada… Tenía unas ganas de llorar increíbles y no sabía porque.

Salí de la habitación para no despertar a Laura con mis sollozos si estos llegaban. ¿Cómo podía sentirme tan mal? ¿Qué había soñado para estar así de triste? Muy sencillo. Acababa de soñar con Sandra. No quedaba otra explicación. No había nada con ella, solo ilusión, pero una tarde de sexo loco con su amiga no era una buena forma de pretender empezar una relación.

Empecé a tener pensamientos absurdos… como recordaría siempre que me había acostado con su amiga varias veces antes de empezar con ella. No creáis que me daba miedo que se enterase. Ni siquiera me lo planteé. Era bastante más retorcido que eso… No quería tener los recuerdos de Laura mezclados con los de Sandra.

Sandra era un ángel… nadie me había hecho sentir lo que ella con unos simples besos. Y sé que solo había sido eso… que no éramos novios, que no éramos nada. Sandra era en aquel momento solo una fantasía, de acuerdo, pero yo la había traicionado y por bien que pudiese irnos aquello ya no podía ser mi cuento de hadas.

Bajé a la cocina y empecé a llorar como un niño pequeño. Tenía ganas de esconderme del mundo. Me avergonzaba de mi mismo y de lo que había hecho y eso ya no tenía marcha atrás. Me paseaba de un lado al otro con las manos en la cabeza pensando que realmente no me merecía a alguien como ella cerca. Confirmaba otra vez que no era capaz de hacer las cosas bien.

Tenía ganas de salir corriendo. De desaparecer para siempre y no tener que volver a ver a Sandra y a Laura… Quizá era eso lo que tenía que hacer: no volver a ver a Sandra. Porque ella no se merecía a alguien como yo, porque pasar una tarde como pasamos y acostarse con su amiga al día siguiente es algo mezquino.

¿Qué valor había tenido para mí esa tarde? Cuesta creer que me olvidase de esos besos y esa sonrisa y tan solo un día… Esa sonrisa que me estremecía, que me hacía sentir el tío más afortunado del planeta. Ese puto cosquilleo del que hablan las películas, sí, sí, ese cosquilleo, esa sensación de estar por encima del mundo y del tiempo. ¿Cómo podía ser tan despreciable de olvidar todo eso un menos de un día?

-¿Qué te pasa Arnau?- me preguntó Laura asustada bajando las escaleras.

-Nada.

-No llores pequeñín- susurró mientras me abrazaba y me besaba las lágrimas que caían por mi mejilla- cuéntame que te pasa.

-No quiero Laura- respondí sinceramente.

-Vamos Arnau- me animó- ¿que tipo de amigos somos si no estamos para apoyarnos? Solo empieza. Ya verás que todo sale solo.

-Es por Sandra- me limité a decir pensando que quizá se enfadaría.

-¿Por Sandra?- preguntó extrañada.

-No sé como he podido hacerle esto.

-¡Madre mía!- se sorprendió abrazándome-¿estás llorando así por ella?

-Sí. No sé como he podido

-Realmente eres un cielo Arnau. Es normal que nos guste tanto estar contigo.

-No soy un cielo. Soy un cerdo. Has fallado un par de letras.

-Arnau…- empezó a hablar con tono maternalista muy cariñoso- con Sandra no tienes nada. Estás muy ilusionado pero ni estáis comprometidos, ni sois novios

-Me da igual lo que seamos Laura. Yo sé como me sentí con ella el jueves y sé como se sintió ella… No podía hacerle esto.

-Es un juego Arnau… Lo que tienes con ella es un juego

-¿Qué quieres decir?- pregunté medio enfadado.

-Que estáis tonteando… me alegraré un montón si os funciona, pero de momento no es nada. Y lo nuestro… sabes que lo nuestro no es nada tampoco. Solo somos dos personas que congenian y se sienten muy bien juntos.

-Si hubieses estado el viernes con nosotros no dirías que solo tonteabamos. Fue maravilloso estar con ella- dije dejando que ella se sorprendiera por ello.

-Pensé que no era nada lo que teníais.

-Y quizá no lo es Laura. Pero no le he sentido así.

-Bueno, pues no hagas las cosas más grandes de lo que son- dijo mostrando que no sabía muy bien por donde salirse- ¿Dónde está el problema?

-¿Quieres saberlo?- pregunté muy serio.

-Sí. Dime.

-Coge el teléfono y mándale un mensaje. Dile que estás en casa de mis padres y que hemos pasado una tarde de sexo fantástico- terminé notando una crueldad en mi voz que me sorprendía.

Ella se quedó callada. Entendió en seguida a lo que me refería y supo que si no estaba dispuesta a mandar ese mensaje era porque lo que habíamos hecho estaba mal. Nos habíamos portado como dos cerdos. En realidad, yo seguía llevándome el premio porque ahora había conseguido que ella también se sintiese culpable.

Tardó cinco segundos en ponerse a llorar. Primero una lágrima se le cayó por la mejilla y pocos segundos después la siguieron otras mientras entre sollozos su cara se iba desdibujando.

Intenté abrazarla en seguida arrepentido por mis palabras pero me rehuyó poniéndose en seguida mirando a la pared.

-¿Como he sido tan cerda?

La abracé por detrás para intentar calmarla. No podía permitir que ella se sintiese mal por mi culpa. No podía ser que encima se responsabilizase de mí y de Sandra.

-Tú no sabías que me importaba tanto Laura.

-Podía haberlo imaginado.

-No te derrumbes tú ahora. Eres la sensata de los dos.

-No puede enterarse nunca Arnau. Nunca. Da igual si os va bien o no. ¿De acuerdo?

-Te aseguro que por mi no lo sabrá.

-Y lo nuestro… lo vamos a dejar aquí.

-¿Qué quieres decir?

-No podemos seguir haciendo esto. Estarás de acuerdo. ¿No?

-Ni siquiera ser amigos- dije dándole la vuelta.- El sexo te aseguro que me da igual. Pero me ha gustado mucho conocerte. No quiero perderte.

-Y yo tampoco quiero perderte- contestó abrazándome- pero no quiero que se nos vuelva a ir de las manos.

-¿Y como lo hacemos?

-Nada de sexo.

-Nada.

-Besos, abrazos y muestras de cariño a partir de mañana los menos posibles.

-¿A partir de mañana?

-Sí. Esta noche necesito que me abraces.

-Y lo peor de todo

-Dime.

-Si creemos que se nos va ir de las manos o que no lo podemos controlar vamos a tener que dejar de vernos.

-No podemos dejar que eso pase.

-Lo intentaremos al menos.

-No sé como me voy a sentir cuando la vuelva a ver…- confesé bajito.

-Ni yo, Arnau, ni yo.

VI

Al final conseguimos acostarnos. Abrazados entre sollozos culpándonos de algo que habíamos dejado que pasara sin importarnos las consecuencias. Yo no puedo evitar pensar en lo que opinarás tú que estás leyendo esto. Supongo que es fácil que nos juzgues, quizá habré perdido todo tu respeto como persona o puede que quizá crees que no hay para tanto… Intenta no ser muy cruel ¿valer?

Aquella noche dormí como pude. Me desvelaba continuamente deseando que fuera de día y volvía a dormirme en pocos minutos aunque no profundamente. Era como cuando estás enfermo, dos días en la cama, que no paras de despertarte y dormirte continuamente. Tenía unas ganas terribles de que fuera una hora decente para salir de la cama y distraer mis pensamientos de algún modo.

Así que todavía no eran las ocho de la mañana cuando salí de la cama y para mi sorpresa, Laura me siguió levantándose casi al instante. Rodeé la cama para darle un beso en la mejilla y darle los buenos días.

-¡Que bien hemos dormido hoy!- exclamó irónica.

-Al menos nos queda un poco de sentido de humor.

-Ha sido un poco forzado, no te creas.

-Buenos días Laura.

-Buenos días- dijo dándome un abrazo corto.

-¿Desayunamos?

-Antes quiero decirte una cosa.

-¿Dime?

-Hoy hay que hacer algo.

-¿Qué quieres decir?

-Le he estado dando vueltas toda la noche. No quiero tener un mal recuerdo de estos días. Me niego a recordar como te conocí como algo triste y sucio. Hemos sido "malos". Vale. Pero lo que hemos estado haciendo ha sido bonito.

-Ya lo sé Laura.

-Si hoy nos pasamos el día tristes arrepintiéndonos de lo que hemos hecho y llorando por las esquinas ni siquiera nos va a apetecer volver a vernos. Tenemos que evitarlo Arnau.

-¿Y como lo evitamos?

-Intentemos actuar como si nada. Finjamos que ayer no hicimos el amor. Si nos esforzamos un poco al principio quizá consigamos pasar un buen día… no sé si es una tontería pero tenemos que intentar quitarle importancia.

-Eso no va a ser fácil

-¿Lo intentamos?

-Vale.

-Pues a partir de ahora no hablamos más del tema. Vamos a desayunar y después pensamos en algo divertido que hacer.

-Hecho.

Y eso fue lo que intentamos hacer. Bajamos a desayunar intentando mostrarnos más alegres de lo que realmente estábamos. Quizá sí, quizá con un poco de esfuerzo somos capaces de animarnos a nosotros mismos.

Busqué bollos y pastas en el congelador para hacerlas al horno. Encontré hasta churros congelados. En casa de mis padres siempre había comida para alimentar a un regimiento pero Laura se encaprichó de unos cereales que, según ella, no había visto en su vida. Yo por mi parte, haciendo gala de mi gran personalidad, desayuné lo mismo que ella. No voy a preparar nada para mi solo… Eso lo tengo claro.

Intentamos gastarnos alguna broma mientras desayunábamos y poco a poco conseguimos alegrarnos algo. Ya sé que todo era fachada pero teníamos la esperanza de llegárnosla a creer y quien sabe si después de un buen día conseguiríamos sentirnos mejor cuando cada uno terminase el día en su cama.

-¿Qué propones para el día de hoy?

-Tengo una idea muy buena

-¿Ah sí?- preguntó con curiosidad.

-Te voy a enseñar a ir en moto.

-Ya te dije ayer que no estaba dispuesta- replicó sonriendo.

-¿Has terminado de desayunar?

-Sí.

-Pues sígueme al garaje.

Bajamos al sótano y ahí estaba. Mi vieja y pequeña yamaha jog. Algo sucia y, por supuesto, en desuso, pero estaba seguro que seguiría arrancando a la primera.

-¡Que pequeñita!- exclamó al verla de cerca.

-No sé si aún se hacen scooters tan pequeños.

-No te imagino montado en eso.

-Mis padres me la regalaron con catorce años. No medía lo mismo que ahora.

-Que listillo

-Pues es una moto súper fácil de llevar. Acelerador en la mano derecha y freno en la izquierda. No hay más.

-Dicho así parece fácil.

-Ya verás como es fácil- dije cogiendo dos cascos viejos que tenía por ahí dejados.-Ponte esto y vamos al campo de fútbol a dar un par de vueltas.

-¿Tengo que llevarla yo?- dijo algo asustada.

-No. Yo te llevo hasta ahí y una vez estemos preparados damos la primera lección.

-Venga, vale.

Tan fácil como eso fue convencerla. Estaba seguro que le iba a gustar. La primera vez que llevas una moto puedes asustarte un poco, pero seguro que no te va a dejar indiferente. Me monté en seguida y ella se montó detrás. Si alguien ha visto una jog recordará que no es la mejor moto para ir dos personas pero nos defendimos bastante bien el kilómetro a penas que teníamos hasta el campo de fútbol.

Cuando llegamos nos bajamos de la moto y le di las pocas instrucciones que necesitaba para aprender.

-Esta moto no tiene marchas Laura con lo que es muy, muy fácil de llevar. Solo tienes que empezar a dar gas poco a poco hasta que arranque y frenar despacito cuando lleguemos al final para dar media vuelta.

-¿Me vas a dejar sola con esto?

-No. Voy a ir montado detrás.

-Vale.

-Y piensa que esto es completamente llano. A las malas puedes seguir recto y no nos caeremos. Ya frenaremos.

-Venga. Venga. Vamos a probar.

Nos subimos en la moto y en seguida empezó a darle gas. Al principio le temblaba la dirección y parecía incapaz de mantener una línea recta con ella pero en unos metros pareció cogerle el truquillo y gritaba de alegría. De alegría al principio y de miedo después cuando vio que se terminaba el campo de fútbol.

Consiguió frenar la moto hasta casi pararla y dar media vuelta poniendo un pie en el suelo hasta casi hacernos caer, pero volvió a acelerar esta vez más que antes hasta llegar de nuevo al final. La segundo vez dio mejor la vuelta y cuando empezaba a acelerar salté de la moto para dejarla sola.

Se pasó veinte minutos dando vueltas como una niña pequeña con la bici nueva. Cada vez iba más deprisa y se la veía más segura. Ya teníamos una motera más entre nosotros (por cierto, me salgo del tema del relato y aprovecho para esto: ¡guardarrailes asesinos!)

Para delante de mí visiblemente alegre aún y con la cara tapada con el casco.

-¡Ha sido genial!

-Sabía que te gustaría-dije montándome detrás- ahora vamos a dar una vuelta por el pueblo.

-¡Estás loco! Nos vamos a matar.

-Ya verás que no. A estas horas a penas va a haber tráfico y solo tienes que hacer lo que hacías aquí mirando a todas partes.

-¡Vamos!- contestó emocionada dando gas.

Estuvimos otro buen rato dando vueltas por el pueblo. Parecía que quería descubrir hasta la última calle y me recordó a mi mismo el día que me la dieron. Si vas a ser motero lo sabes el primer día y ella iba a ser motera.

Llegamos a casa de mis padres de vuelta a eso de las doce del mediodía conscientes que teníamos que hacer algo de limpieza. No íbamos a dejar la casa patas arriba para tener que aguantar de noche la ira de mi madre por teléfono. Daba pereza, mucha pereza, pero entre dos las tareas de cualquier casa son mucho más llevaderas.

Cuando terminamos le propuse ir a comer por ahí y aceptó. Nos dimos un agradable paseo en mi moto por unas carreteras de montaña del Maresme y llegamos a Sant Celoni a eso de las dos de la tarde donde comimos en un restaurante al que mis padres nos habían llevado de pequeños.

Habíamos conseguido pasar un día más o menos agradable y durante la comida charlamos de lo que había disfrutado montando en moto. Estaba convencido de que no tardaría en comprarse una para moverse por Barcelona.

Laura tenía toda la razón del mundo No podíamos permitirnos tener un mal recuerdo de aquel fin de semana. Días así no hay muchos en la vida y aunque lo que habíamos hecho estaba mal teníamos que darle la importancia que tenía. Ahora, cuando ha pasado el tiempo, me doy cuenta que lo que menos recuerdo o en lo que menos pienso de aquel fin de semana es el sexo.

-¿En que piensas?- me interrumpió mientras empezaba a tomarse el café.

-En nada.

-No me mientas. En que estabas pensando.

-No te lo debería decir…, pero creo que conseguiré quedarme con buen recuerdo de este fin de semana.

-Yo espero poder Arnau. Y sé que no tendríamos que hablar de esto más pero para mi eso- dijo refiriéndose al sexo- fue lo de menos. He encontrado un buen amigo y creo que soy capaz de quedarme con esa imagen del fin de semana. Los dos paseando en tu Versys.

-Son las cuatro de la tarde. ¿Volvemos a Barcelona?

-Vamos- contestó animada.

En lugar de ir a buscar la N-II otra vez cogí la AP-7 y volvimos por la autopista. Las vistas también son bonitas al principio y me daba pereza tener que volver a Mataró a coger la carretera que discurre paralela a la costa. Tenía ganas de llegar a casa, darme una ducha y tomarme un café con leche mientras me desahogaba contándoselo todo a Carlos. Seguro que me daba alguna colleja por como estaba llevando el asunto, pero seguro que conseguía recuperar mi lado positivo.

Llegamos a casa de Laura antes de las seis de la tarde y no iba a bajarme de la moto. Me quité el casto y la miré a los ojos. Estaba algo triste, lo veía claramente y me dolía. Dijese lo que dijese estaba seguro que no podría cambiar nada, se iba a quedar en casa triste.

-Laura.

-Dime.

-No estés triste.

-Esto de la moto tiene un problema- confesó- como no hablas ni escuchas música te da por pensar- dijo mientras me bajaba de la moto obligado por la circunstancia.

-Laura… no sabemos como nos va a afectar esto…pero, pase lo que pase, te aseguro que vamos a ser amigos y te aseguro que jamás me arrepentiré de haber pasado el fin de semana contigo.

-¿Y de lo otro?

-De lo otro llevamos el día entero arrepintiéndonos- dije abrazándola- y se nos pasará. Tenemos que madurar estos y llegar a convencernos y creernos de la importancia real que ha tenido.

-Y eso que no íbamos a hablar más de esto.

-Bueno… eso era para intentar pasar un buen día y lo hemos hecho. Nos hemos quedado con un buen recuerdo y hablaremos de esto tantas veces como nos haga falta.

-Cuando mañana vea a Sandra en la universidad me voy a poner a llorar

-No mujer. No digas eso.

-Debería darte una colleja ahora mismo- replicó riendo.

-¿A mi?- me sorprendí.

-No puedes ir por el mundo enamorando chicas. A Sandra quiero decir- se corrigió enseguida.

-Te aseguro que ha sido ella la que ha hecho y deshecho lo que ha querido conmigo.

-No te excuses- me riño.- ¡Estás castigado!- dijo riendo aunque le brillaban los ojos.

-¿Nos veremos durante la semana?- pedí más que pregunté.

-Me gustaría mucho Arnau. Vamos a ver como se nos da a los dos con Sandra mañana y hablamos el martes.

-Vale.

-Por cierto… no quiero mentir a Sandra más de lo necesario. Si me pregunta le diré que te conocí en la fiesta. La verdad es que no la he visto desde entonces. También le diré que nos hemos visto este fin de semana y que me pareces un chico majo.

-Me parece bien.

-¿Te llamo mañana?- me preguntó.

-Si no me llamas tú te llamaré yo.

-Vale. Hasta mañana- se despidió dándome un beso en la mejilla.

-¿Estarás bien?

-¿Sabes? Creo que sí, estaré bien- respondió convencida.

-Hablamos mañana entonces- dije dándole yo ahora un beso en la mejilla.

Ella subió a su casa y yo a mi moto. Fueron solo diez minutos de camino y para cuando llegué al piso me encontré completamente solo. No recordaba que había fútbol y Carlos estaría en algún bar pegando voces como si el árbitro pudiese oírlo. Se me caerían encima las paredes como intentase quedarme pensando en el sofá así que hice lo que hago siempre que necesito pensar con calma: escribir.

Me senté en el ordenador y empecé a escribir esta historia que terminaría años más tarde. Recordar lo que pasé con Sonia me hizo darme cuenta que todo en la vida se supera… También estaba convencido de haber metido la mata hasta la oreja con ella y también tuve remordimientos… Aquello sí fue duro. Pero conocí a Sandra y me hizo sentir cosas nuevas. No debe haber muchas chicas como ella en el mundo.

Había vuelto a meter la pata. Sí. Pero igual era algo que todos podíamos jugar a ignorar. No a olvidar pero sí a ignorar. Convencerme de algo de lo que siempre, he estado absolutamente convencido: lo más importante… lo único importante es ser felices desde este momento hasta el fin de nuestros días. Todo cuanto hayas pasado, da igual lo que sea, es muy poco importante si lo comparas con la felicidad que te queda vivir.

Así pues, el remordimiento, el rencor… todo lo que te evite seguir hacia delante y ser feliz a partir de ahora debes pararlo en seco. Quizá era muy permisivo conmigo mismo, lo reconozco, pero cualquier cosa hecha no tenía la más mínima importancia si lo ponía al lado de la posibilidad de seguir descubriendo a Sandra y disfrutar de su sonrisa. No iba a venirme abajo. No iba a permitírmelo.

Cuando Carlos llegó a casa me estaba duchando. Una de esas duchas largas que disfrutas cuando estás solo en casa. La estufa esperándote fuera, la toalla en el radiador para envolverte en algo calentito y la música sonando suave de fondo. Lo intentas un poco y en seguida consigues dejar la mente en blanco. Lo que más necesitaba en ese momento.

Salí del baño con el pijama puesto (y no os lo describo porque uno tiene una reputación) relativamente alegre contando con el día que había tenido. Me encontré a Carlos haciendo mixtos a toda pastilla en la sandwichera.

-He oído que estabas en la ducha y estoy haciendo para ti también.

-Me parece cojonudo.

-¿Qué tal te ha ido el fin de semana? Por aquí no has aparecido.

-Ha sido un fin de semana muy peculiar. ¿Y el tuyo?

-El mío bien- me decía mientras sacaba dos mixtos y metía otros dos- he quedado con la prieta, como tú la llamas, me gusta esa chica. ¿Y tú? ¿Por donde has andado?

-Es muy complicado… ¿te lo cuento?

-Estoy ansioso.

-Pues ayer por la mañana me llamó Laura…- y empecé a contar toda la historia con suficientes detalles sin entrar en intimidades.

Carlos estaba tan absorto en la historia que se quemaron dos mixtos y no paraba de pedirme con la mirada que le contara más. Empezamos a cenar y yo aún seguía con la historia mientras él me miraba incrédulo.

-… hasta que la he dejado hoy en casa a las seis de la tarde a punto de ponerse a llorar- terminé la historia.

-Madre mía

-¿Qué opinas?

-La verdad es que opino muchas cosas.

-Pues dime algo hombre.

-Para empezar, que ni tú ni Laura os lo tenéis que tomar así. Lo hecho, hecho está. Somos mayorcitos. Quizá, y digo quizá, os lo tendríais que haber pensado un poco, pero tampoco tenéis que pasaros el día llorando y flagelándoos.

-En eso estamos.

-Y después… tengo que hacerte una pregunta. ¿Tú estás seguro que ninguno de los dos siente nada?

-Segurísimo.

-Pues si es así os toca hacer ver que no ha pasado nada. ¿Y sabes qué?

-¿Qué?

-Pues que no ha pasado nada Arnau. Nada de nada. Un juego de niños que se ha acabado aquí. ¿Verdad?

-Se ha acabado aquí- contesté medio convencido.

-Lo que tienes que pensar ahora es que lo más seguro que la veas mañana y eso tiene que ilusionarte.

-Exacto. Tengo que mirar hacia delante y…- empecé a decir mientras llamaban a la puerta.

-Ves a ver quien es, anda- me dijo Carlos.

La verdad es que yo siempre me sentaba en el lado de fuera de la barra, digamos en el salón, y en el de dentro, en la cocina. Así que lo más sencillo era que saliese a abrir yo. Al menos en la mayoría de las circunstancias porque si al abrir me encuentro con Sandra al otro lado de la puerta se me olvida respirar y ya nada es tan sencillo.

-¿Qué haces aquí?- pregunté sorprendido pero sonriente.

-He decidido venirme con tren el domingo en lugar que el lunes y como sabía donde vivías…- dijo regalándome aquella sonrisa que convertía el peor de los días en uno bueno.

-Estoy súper sorprendido.

-Se te nota en la cara. Creeme.

-¿Te importa venir a mi cuarto?- le susurré.

-¿Ya?- preguntó entre carcajadas.- Esperaba un poco más de preliminares.

-Es que Carlos está en el salón mujer…- seguí susurrando.

-Ah, vale- siguió susurrando ella también- y si hablamos así no sabrá que he venido.

-No- volví a mi tono normal.- Pero quería ver como imitabas mi tono.

-¡Que tonto eres!- dijo sorprendiéndome de nuevo con una nueva expresión de su cara.

-Estoy convencido de que tienes razón- dije llegando ya a mi habitación y entrando- debo ser tonto de remate. Pero cuéntame. ¿Cómo has decidido venir hoy?

-Antes de nada….

-Dime.

-¿Me das un beso por favor?- me pidió con una vocecita dulce haciendo que todo yo me derritiera por dentro y quedase reducido a un ser sin voluntad propia.

Me acerque despacio a ella, la cogí de la cintura y le di un beso de aquellos que solo son especiales por el momento, porque son esperados. Un beso sin pasión pero que emana ternura… que es ternura. Ternura y cariño concentrados en dos segundos tan largos mientras duran y tan cortos cuando se han ido.

-Gracias- contestó sonriendo.

-Gracias a ti. Me alegra un montón verte- dije siendo consciente de lo difícil que me parecía estar tan tranquilo como estaba.- ¿Y como es que has venido hoy? No contaba con verte hasta mañana.

-Es que mañana va a ser casi imposible que nos veamos. Igual tengo tiempo de tomarme un café a media tarde. No lo sé. Tengo el día súper liado. Eso significa que no nos veríamos hasta el martes. Así que me he dicho: "Sandra, vete el domingo que también hay trenes".

-Y me alegro un montón que hayas tomado esa decisión.

Estuvimos charlando un rato. Me alegraba de poder estar con ella y aunque estaba muy cansado deseaba poder estar así durante horas. Una imagne de Laura despidiéndose de mi en su calle me atropellaba de ve en cuando pero intentaba ignorarla para poder disfrutar de aquel ratito con ella.

Y la historia sigue… o seguirá. Prometo colgar la tercera y definitiva parte en breve. De mientras te pido que me dejes tu comentario o me mandes un mail Ojalá sea capaz de hacerte sentir leyendo la mitad de lo que he sentido recordando y escribiendo. Me gustaría que me lo hicieses saber.

Gracias

sumajestaddelosmaresdelsur@yahoo.es