De honrada a putón llegó con un calentón

Debiste venir antes, pirata. Estaba tan cachonda que me tuve que hacer un dedo.¡vaya corrida me provocó el pensar en ti!

En una noche calurosa del mes de agosto, tres matrimonios de parejas cincuentonas y bien conservadas. Paca y Tino, Lola y José, Toño y Laura, el hermano mayor de Laura, Juan y Dionisia, (Dionisia, si quieres puedes ser tú, mujer, tú que estas leyendo esto, solo tienes que usar tu imaginación) habían ido a un mercadillo nocturno que hacían en el paseo marítimo de una localidad valenciana. Luego de divertirse, mirando, conversando, comiendo y bebiendo, se fueron a la casa de Toño y Laura, y allí tomándose la antepenúltima, le dijo la dueña de la casa a sus acompañantes:

-¿A quién le apetece darse un baño en la piscina?

Las otras dos cincuentonas se anotaron al momento, Dionisia, no estaba por la labor.

-No he traído el bañador.

-¿Y quién lo necesita? Nos bañamos en ropa interior.

Al rato las cincuentonas estaban en la piscina, dos de ellas mostrando sus tetas. Los maridos y Juan, tomando un refrigero las miraban. La dueña de la casa, le dijo:

-Ven, Dionisia.

Dionisia al ver a dos enseñado las tetas se desinhibió. Se descalzó, quitó el pantalón y quedó en tanga. Se quitó la camiseta y vieron que su sujetador tenía transparencias. A más de uno se le puso la polla morcillona. Al que más se le puso fue a Juan.

Al salir de la piscina, y después de entrar los matrimonios en casa, Dionisia y Juan se quedaron a solas sentados en dos hamacas tomando unas cervezas. Hablaron de cosas sin importancia hasta que le dijo Juan a Dionisia:

-¿Sabías que me gustas?

-Sí, las mujeres notamos esas cosas.

-¿Te parece mal?

-Ni mal ni bien.

-¿Si te digo algo sexual no te vas a molestar?

-No, por hablar no me vas a comer nada

-Sabes, creo que estar una hora contigo en la intimidad debe ser cómo estar en el paraíso.

A Dionisia se le iluminó la cara con una sonrisa.

-¡Qué exagerado!

-No es exagerar, besarte debe ser cómo subir a una nube... Y el resto, el resto. ¡Buenooooo!

Dionisia comenzó a coquetear.

-¿A qué llamas tú buenooooo?

-A hacerte cosas que nunca te hicieron.

-¿Cómo qué?

-Cómo hacer que tengas orgasmos tan potentes cómo nunca pudieras imaginar.

La curiosidad... ¡Ay la curiosidad!

-¿Y cómo conseguirías eso?

-Si cierras los ojos y te imaginas que te hago lo que te voy a decir tendrás una idea.

-No sé si debía.

-¿Tienes miedo a caer en la tentación?

-Ninguno -se echó hacia atrás en la hamaca y cerró los ojos-. Cuenta. ¿Qué me harías?

Juan, hablo pausadamente.

-En el primer orgasmo te ataría a los barrotes de la cabecera de la cama y te besaría dulcemente, luego mi lengua, arrastrándose como un caracol, llegaría a tus senos, lamería las areolas, lamería los pezones y te los chuparía, muy, muy despacito... Bajaría y lamería y chuparía tu ombligo y después te haría un cunnilingus de más de media hora, con mi lengua adorando cada rincón de tu coñito al entrar y salir de tu vagina, lamiendo y chupando tus labios vaginales y lamiendo el clítoris y haciendo círculos sobre el con la puntita de la lengua... Acariciando con dos dedos tus pezones, bajaría al ojito ciego, te lo lamería y metería y sacaría mi legua de él... Y volvería a tu coñito y seguiría adorándolo... Te haría sentir la mujer más deseada sobre la tierra... Y cuando estuvieses a punto de llegar dejaría que se te fuese docenas de veces, para empezar de nuevo, de modo que se concentrase tanto el orgasmo que cuando lo tuvieses fuese increíble.

Dionisia, abrió los ojos, echó un trago de cerveza, y sonriendo, y mojada de imaginar, le dijo:

-¡Que fantasmas sois los maduritos! ¿Y después qué me harías?

-Te vendaría los ojos y con un plumero, o mismo con una pluma, acariciaría todas las partes erógenas de tu bello cuerpo... El Interior de los muslos, los pezones, el ojito ciego, los pies...

-En los pies tengo cosquillas.

-Mejor, me gusta oír la risa de una mujer. Luego te besaría dulcemente la boca. Después con un cubito de hielo haría el mismo camino que había hecho sobre tu piel el plumero o la pluma, a continuación jugaría con la cabeza de mi polla en tu clítoris, rozándolo de abajo a arriba y alrededor de él... Cuando estuvieses a punto te metería la polla en el coñito y dejaría que buscases el orgasmo moviendo tu culito y tu pelvis, claro que cuando viese que lo ibas a alcanzar te la sacaría para que enfriases y después te la volvería a meter. Jugaría contigo hasta que me pidiese por favor que no la quitase.

El coqueteo ahora ya era descarado.

-Me estás poniendo nerviosa -volvió a cerrar los ojos-. ¿Qué más me harías, truhán?

-Te desataría, te daría la vuelta, te rascaría la espalda, luego, lentamente, besaría y lamería desde tu periné hasta tu nuca, volvería a bajar lamiendo, te volvería a comer el culo, jugaría con mi polla en la entrada de tu ojete, te metería la puntita y me correría dentro, después, cuando la leche de mi corrida que saliese de tu culo llegase a tu coñito, te lo lamería y...

Dionisia se incorporó, y le dijo:

-Y ya, ya para, ladrón, ya para que tengo una idea de lo que me harías... Si yo fuese una chica fácil.

-Llevo casi dos años sin meter, no me culpes por intentarlo.

Dionisia, que ya estaba muy mojada, tapando con una mano la humedad de su tanga, le dijo:

-¡Casi dos años! ¿Cómo se lleva eso?

-A base de pajas.

-Entiendo. Mejor será que me vaya...

-¿Te excité?

Estuvo tentado a decirle que sí, que la pusiera perra perdida, Que tenía el coñito empapado, que le ardía y que se moría porque se lo comiera. Que le mamaría la polla hasta dejarlo con los ojos en blanco. Que quería que la follara allí mismo. Que quería que le rompiese el culo, pero en vez de eso le dijo:

-Para nada, pero ya es muy tarde. Le voy decir a tu hija que me lleve a mi casa.

Juan la sorprendería con la pregunta que le iba a hacer:

-¿Te vas a hacer un dedo al estar en tu cama, Dionisia?

La respuesta también se las traía.

-O dos.

Juan, cogió alas.

-Quédate a dormir aquí. Ya es muy tarde

-Contigo rondando sería muy peligroso. Yo con ganas de correrme y sabiendo que tienes leche gran reserva en las pelotas...

-¡Qué mala eres!

-¡Malo eres tú, cabrón, que me quisiste calentar sabiendo que tengo novio!

-¿Por eso lo de los dos dedos, las ganas de correrte y lo de mi leche gran reserva?

-Por eso. Yo también se calentar a un hombre -su voz se volvió burlona-. ¿Te vas a hacer una paja, Juan?

-O dos, Dionisia, o dos.

Ya me dejo de rodeos y entro en materia. Dionisia estaba demasiado cachonda cómo para volver a su casa. Se quedó allí a dormir. A la media hora de estar en cama, más o menos, Juan, entró en su habitación. No se veía nada. Cerró la puerta y se metió en la cama. Dionisia encendió la luz de la lámpara de la mesita. Vio a Juan en calzoncillos, con dos corbatas sin nudos colgando del cuello, y para ponerlo perro, le dijo:

-Debiste venir antes, pirata. Estaba tan cachonda que me tuve que hacer un dedo mientras te esperaba. ¡Vaya corrida me provocó el pensar en ti!

Dionisia estaba desnuda encima de la cama. Juan vio sus bellas tetas con preciosas areolas y lindo pezones. Vio su coñito depilado en el que lucía un clítoris gordo con su glande fuera y vio humedad en sus muslos, le preguntó:

-¿De verdad que te hiciste un dedo?

Dionisia le llevó la mano al coñito. Juan lo encontró empapado.

-Sí que lo hiciste, sí. Ahora me toca a mí.

La cama tenía barrotes. Atándole Juan las muñecas a ellos, le dijo Dionisia:

-¿Me vas a hacer todo que me dijiste?

-Sí, y además te llevarás una sorpresa.

-Me encantan las sorpresas en el sexo.

Sonrió, y le preguntó:

-¿Me vas a hacer sexo anal?

-¿Te gustaría?

-Mucho. ¿Vas a beber tu leche cuando salga de mi culo?

-Y cuando salga de tu coño.

-¿Cuál es la sorpresa?

-Si te la digo ya no sería sorpresa.

Después de atarla cogió una pañoleta en un cajón de la cómoda y le vendó los ojos... La besó, luego besó, lamió y chupó las areolas y los pezones de sus bellas tetas, le besó el ombligo y después se perdió entre sus piernas. Con dos dedos de cada mano jugando con sus pezones comenzó con la comida de coño. Lo saboreba lamiendo todas sus partes muy despacito. Dionisia se sentía adorada. A los 20 minutos, más menos, al ver que se iba a correr, Juan paró de lamer. Dionisia movía su pelvis buscando la lengua, pero Juan no se la iba a dar, lo que sintió fue una polla en sus labios, y unos labios en su teta derecha. No rechisto. Era la sorpresa que le había dicho Juan. Abrió la boca y quiso chuparla, pero no se la metía dentro, se la dejaba en los labios de modo que solo se la podía lamer. Al volverle a comer Juan el coño supo que eran la dueña de la casa y su marido quienes se unieran a la fiesta, esto aún la excitó más. Pasado un tiempo se moría por correrse. Su coño, empapado, se lo pedía a gritos, pero la iban a hacer sufrir... Aquella tortura sexual, en medio de un silencio que solo rompían los gemidos, era maravillosa... Después de más de media hora, ya no pudo aguantar más. Sintió el hormigueo en los pies... Juan, supo por sus gemidos pre orgásmicos que se iba venir y apretó la lengua contra el clítoris, Toño le metió la polla en la boca, y Laura, que se estuviera tocando todo el tiempo, antes de apretar su teta izquierda y mamarla, casi susurrando, dijo

-Me corro para ti, Dionisia.

Dionisia, tragando la leche de Toño y sintiendo los gemidos de placer de Laura, se corrió. Su vagina parecía el caño de una fuente. Juan bebió de ella. Tanto fue el placer que sintió que perdió el conocimiento. Juan, con Dionisia en otra dimensión, se la metió, la folló, y cuando se iba a venir la sacó y se corrió sobre sus tetas. Laura, cuando su hermano se acabó de correr, metió la cabeza entre las piernas de Dionisia, le comió el coño y le amasó las tetas pringadas de leche. No tardó Dionisia en volver en si y mover la pelvis buscando de nuevo el orgasmo. Laura no la hizo sufrir, lamió, lamió y lamió... Unos diez minutos más tarde, Dionisia, le llenó la boca de jugos mucosos.

Toño, con el coñito de Dionisia aún abriéndose y cerrándose, le metió la polla en el coño, Laura le soltó las manos de los barrotes, Toño le dio la vuelta y se puso debajo de Dionisia. Juan le lamió el ojete y después hizo círculos con la cabeza de su polla en la entrada. Dionisia ya estaba perra otra vez. Le dijo a Juan:

-Métela ya que lo estás deseando, viejo verde.

-Métela tú, preciosa.

Dionisia fue empujando y se metió la polla en el culo de un tirón. Los dos hombres se quedaron quietos. Dionisia, moviendo su culo de atrás hacia delante, de delante hacia atrás y frotando el clítoris contra el cuerpo de Toño folló las dos pollas con un ritmo endiablado. Laura se masturbaba con una mano y con la otra acariciaba las tetas de Dionisia. Le preguntó:

-¿Ya has tenido antes dos pollas dentro de ti?

-No.

Laura dejó de tocarse y le puso el coño en la boca a su marido, le levantó la cara a Dionisia poniendo un dedo en su mentón, le quitó la venda de los ojos, la besó, y con la lengua de su marido haciendo estragos en su coño, le dijo:

-Eres muy bonita.

-Gracias.

-Y muy puta.

-Dímelo otra vez.

-Y muy puta.

Dionisia volvió a mover el culo aprisa. Laura, la volvió a besar, y después le dijo:

-No te corras. Espera por mí, cariño.

Dionisia paró, Toño y Juan, que hasta ese momento no se movieran, comenzaron a romperle el culo y el coño dándole caña de la buena... Dionisia no pudo esperar.

-¡¡Me corroooooo!!

Laura le metió un morreo mientras se corría, y antes de que acabara Dionisia de correrse, le llenó a su marido la boca con los jugos de su corrida. Los gemidos de placer de las dos mujeres se ahogaron en sus bocas al chuparse las lenguas.

Al acabar de correrse, Toño y Juan le llenaron el coño y el culo de leche. Al acabar de correrse, Dionisia, le dijo a Juan:

-Cómemela y bebe tu leche.

Juan comenzó a lamer su culo y su coño. Dionisia le agarró la cabeza y movió su pelvis, de abajo a arriba, de arriba a abajo y alrededor... Hasta que sintió que se iba a correr otra vez.

-¡Qué rico es el sexo guarro, que rico, que rico, que rico! ¡¡Me vengooooooo!

Dionisia, sacudiéndose sin control, y jadeando cómo una perra, se corrió en la boca de Juan.

Mirando cómo se corría, dos dedos de la mano derecha de Laura entraban y salían a toda hostia de su coño... La mano de Toño sacudía su polla con rápidos movimientos...

La noche iba a ser larga.

Ta sabéis, si os da corte comentar en esta página, mi correo es: capalo.33@gmx.es

Quique.