De hombre casado a amante de un señor mayor.

Cambio drástico de vida

Nos separamos después de 30 años, nuestros hijos no sólo lo aceptaron, también lo aplaudieron, simplemente el amor se había acabado, los dos rondabamos casi los 50, y la convivencia era casi imposible, no había comunicación y el convivir bajo el mismo techo era insoportable. Teníamos la suerte de tener la vida resuelta, nos dividimos todo, dinero, coches, viviendas. Ella eligió la casa de la playa, yo por descarte me quedé con nuestra vivienda habitual, un chalet enorme, con muchísimos metros de parcela, y al que en los últimos años me costaba tanto ir, llevaba mucho tiempo durmiendo en hoteles por no coincidir con ella.

Llegó el día en el que me encontré solo, sin ella, en mi casa. Me había pedido tiempo para llevarse todas sus cosas, ropa, enseres, recuerdos, y también recalcó que lo que dejará que hiciera el favor de tirarlo, que no regresaría por nada más. Anduve por toda la casa, como si fuera la primera vez, no echaba casi nada en falta, un cuadro allí, algún libro y pocas cosas más. Era evidente que ahora podría ocupar el dormitorio principal, ese del que fui desalojado años atrás. Lo primero era colocar mi ropa, que estaba en la habitación de invitados, no era gran cosa, la mayoría de mi vestuario estaba en las maletas que utilizaba para mis viajes, o para mis estancias voluntarias en hoteles. Abrí las puertas del vestidor de la habitación y para mi sorpresa vi que tanto los zapateros como los roperos y cajones aún tenían la ropa de ella, no toda, pero si una gran cantidad. Vi una nota en la que me decía que hiciera el favor de deshacerme de todo aquello, ya que ella no lo iba a utilizar. He de decir que mi ex, era una mujer de muy buen físico, alta, de cuerpo generoso y con curvas bien pronunciadas. Siempre la había gustado vestir a la última moda, y tenía ropa elegante y sexy a la vez, además y a pesar de su altura, siempre la recordaba subida en zapatos de tacon, era muy difícil pensar cuando la había visto por última vez en zapato plano, yo que era más bajo que ella, siempre había tenido el complejo de tener que mirar hacia arriba cuando hablaba con ella. Debido a un problema endocrino que tuvo, perdió mucha cantidad de cabello, y se hizo con un arsenal importante de pelucas, de las cuales no se deshizo, aún después de recuperar su cabellera. Yo la había dicho muchas veces que las tirara, pero como siempre no me hizo ningún caso. Pues allí estaban, al menos seis pelucas, de pelo largo y diferentes colores. Seguí repasando los cajones, y allí había dejado, tangas, bragas, sujetadores, bodys, pantys, medias, ligueros, y un arsenal de maquillaje. No sé exactamente qué me ocurrió, pero ver todo aquel arsenal de ropa femenino, me hizo excitarme. Mi vida sexual en los últimos años había sido muy pobre, con alguna profesional, y no había sido satisfactoria. Sin embargo, contemplar y tocar aquella ropa me estaba consiguiendo tener una ereccion más que decente, mi pene de apenas 12 cm, adquirió una dureza casi olvidada. Cerré el armario casi avergonzado y me dispuse a colocar mi ropa, en el lado que quedaba libre. Recuerdo que hacía calor, y solo llevaba puesto un pantalón corto, la camiseta me la había quitado hacia rato ya, pensé en bajar a poner el aire acondicionado, pero lo dejé para cuando terminará mis tareas. Faltaban perchas y tuve que acudir al otro lado del vestidor de nuevo para coger alguna. Otra vez la excitación me llegó, y volví a abrir el cajón de las braguitas. Había una mini braga de color brillante que me llamaba la atención especialmente, la cogí y pensé en ponérmela. No pasaba nada por probarla, me quite mis short, y me las puse, su tacto era exquisito, y me producía cachondez el echo de como mi pene se marcaba en ellas. Vi unas sandalias del mismo tono que el tanga y decidí probarmelas también, el pie de mi ex coincidia con mi número, y aún a pesar de cierta sensación de mareo al subirme en aquellos tacones, y dificultad al caminar, me gusto lo que vi en el espejo. A pesar de mis 49 años, me mantenía en forma, siempre había ido depilado, no tenía nada de tripa, mi culo era duro y alto, y el moreno de mi piel, contrastaba con los brillos de las bragas. Algo nació en ese instante, lo sé, como un autómata, me probaba prendas y me las quitaba, intercambiaba zapatos, medias, pantis, ligueros, me veía atractiva, la imagen que me devolvía el espejo, era el de una mujer, de mediana edad, sexy, guapa, elegante y de las que cuando las ves por la calle vuelves la cabeza para observarla detenidamente. Sentí la necesidad de comer algo, llevaba todo el día prácticamente en ayunas, evidentemente no había nada comestible en la nevera, al día siguiente debería de ir a comprar, ahora saldría del paso llamando a algún sitio de reparto de comida. Decidí que fuera una hamburguesa y un refresco de cola. Lo encargue y me dieron 15 minutos para traerlo. El aire acondicionado tampoco funcionaba y llamé al servicio técnico, hoy ya no vendrían pero al día siguiente enviarían un técnico. En ese momento tenía puesto un vestido de hombros al aire y minifaldero color pistacho, me había puesto un sujetador sin tiras negro con relleno y al que había introducido pantys para tener más pecho, una peluca color caoba, y unos zapatos de tacon verdes, no me apetecía nada desvestirme, me encontraba sexy, y muy mujer. El dilema es como iba abrir así al repartidor. Podía poner la cadena a la puerta, y que me lo diera por el hueco, así le podría pagar y no me vería. Fue puntual a los 15 minutos exactos, sonó la puerta del jardín y le abrí desde el interior, pasado un minuto llamó a la puerta de la casa, y procedí a abrir con la cadena puesta, me dijo el importe, y fue a darme mi pedido, resultaba que no cabía por el hueco de la puerta y el cerco, no me quedaba más remedio que abrir la puerta del todo, inspire todo el aire que pude, y abrí.

El repartidor era un muchacho de unos veinte años, alto, no demasiado atractivo y que puso una cara de sorpresa infinita al verme.

  • Guau, ojalá que todas mis clientas fueran así.....

Imagino que me sonroje tanto como un tomate e intente poner la voz más aflautada que pude.

  • Muchas gracias, generalmente en casa intento estar más cómoda, pero hoy no me has dado tiempo.

Hicimos la transacción de dinero y comida, y el muchacho me insistió que si quería algo más que se lo pidiera, le dije que no y se fue contento con una generosa propina.

Esa noche, dormi con un picardias de raso, me entusiasmaba su roce, me masturbe un par de veces, pero notaba que mi satisfacción no era plena, me faltaba algo, pero no sabía exactamente el que. Percibía que algo no estaba bien, pero mi entusiasmo de verme así, superaba mis dudas.

Al levantarme, me duche y afeite mi escasa barba, como no quedaba satisfecha de como quedaba, decidí maquillarme, suavemente. El resultado fue espectacular, aún a pesar de mi poca experiencia, quedé guapa. Volvía a estar como el día anterior, sin nada que poder desayunar. Me concentre y decidí ir a comprar vestida de mujer, no me seducirá nada vestirme de hombre. Escogí un vestido de gasa, de color rojo con estampados de flores, la misma peluca, la cual peine y a la que hice una cola de caballo, bragas rojas y sujetador a juego. No sabía como caminaria en público con tacones, pero escogí unos rosas, que no tenían un tacon muy exagerado, el bolso también era en el mismo tono. No sabía que me ocurría, pero estaba encantada de poder salir así, mi vida se había dado la vuelta en apenas 24 horas. Conducir con tacones me fue complicado en un principio, pero enseguida cogí el truco. Llegué al centro comercial, y tenía la impresión de que todo el mundo me observaba, tenía razón, los hombres me miraban tanto como las mujeres, pero yo no hacía caso a nadie, pasaba por los pasillos, cogiendo lo que me hacía falta e intentaba caminar lo más femenina posible, vi como un hombre de mi edad más o menos, aparecía siempre tras de mí. Cuando fui a pagar, la cajera al ver el nombre de un varón en mi tarjeta me dijo que no podía aceptarla, la intenté explicar que era la tarjeta de mi marido, pero ni aún así me la cogía. De repente el hombre con el que había coincidido por el súper, la dijo que el pagaría la compra, se acerco a mi oído y me susurro que lo hacía a cambio de que le invitará a un café y que le hiciera un bizum con el importe. Yo toda azorada, acepte y le pedí su número de teléfono para hacerle la transferencia en ese mismo momento. No caí en la cuenta de que así el se guardaba mi número. Me acompaño a mi coche a dejar la compra, y tuve que ir con el a tomar un café. Se llamaba Pedro, tenía 58 años, divorciado desde hacía pocos meses, guapo, de mirada inteligente, en buena forma y de maneras exquisitas. El me hablaba de su vida y yo apenas escuchaba, solo pensaba en lo ridículo que debía estar, allí vestido de mujer, y siendo la comidilla de todo el mundo. Decidí darle una explicación.

—Supongo que te estarás preguntando que es lo que hago así vestido....

—Para nada, cada uno viste y vive como le da la gana. Lo que me ha llamado la atención de ti al verte agarrada a tu carro y comprando, ha sido tu naturalidad, y al mismo tiempo lo femenina que te desempeña.

—Mira, Pedro, no se como ayer me dio por vestirme así, y hoy me ha dado por salir a comprar así, ahora veo que ha sido un error.

A continuación le explique todo lo que había echo no solo en mis últimas 24 horas, sino casi toda mi vida. El me miraba y asentia, toda su atención estaba en lo que le contaba, cuando estaba terminando de contarle mi historia sono mi telefono, era el servicio técnico de el aire acondicionado diciéndome que el técnico estaba en la puerta de mi casa. Pedro por supuesto no me dejó pagar y me hizo prometer que quedaríamos en otro momento. Corrí como pude con mis tacones y al llegar a casa encontré al técnico con cara de pocos amigos, diciéndome que el tiempo que había estado esperando también me lo cobraría. Le dejé entrar en casa y mientras el hacía el arreglo yo coloque la compra. El técnico era un hombre de unos 40 años, gordo, completamente rapado, su uniforme estaba sucio y olía bastante a sudor. Pasado un rato me llamó y me dijo que el arreglo ya estaba echo, y en el mismo instante que le dije que me preparara la factura caí en que no había pasado por un cajero a retirar efectivo, le pregunté si tenía datofono y me dijo con malas maneras que iba al coche a buscarlo, cuando volvió con el aparato intente pasar la tarjeta antes de que viera el nombre, pero fue más rápido que yo y enseguida reparo. Su respuesta me dejó helada.

—Guapa, seguro que la tarjeta es tuya, desde el principio me he dado cuenta de que eres una travesti, pero no puedo aceptar un pago así como así, y si lo hago me juego una bronca grande de mis jefes, pero claro si estas dispuesta a un acuerdo "amistoso" haría la vista gorda.

Casi al instante me di cuenta de lo que quería, pero no me encontraba preparada para algo así, tan repentino, e hice una pregunta de la que me arepenteria al momento.

—Que acuerdo?

—Solo que me la chupes bonita, ya tal vez otro día me pueda pasar a follarte pero hoy solo me apetece que me la comas.

Tal vez en mis ojos vio aceptación más que duda, y sus manos bajaron a su bragueta rápidamente, y de allí emergió un pene de un tamaño menor que el mío, pero que ya estaba completamente erecto, también y a pesar de que estábamos separados por más de un metro, su olor lo invadió todo. Olía a orina y sudor, y también a ese aroma que queda después de tener sexo y no asearse. Yo como una autómata, me deje caer de rodillas, y acerque mi cara a aquello, y aún a pesar de ese olor a ocre, algo se encendió en mi cabeza y me deje llevar. Introduje aquel micropene en mi boca y comenze a hacer la primera felación de mi vida. El olor me atraía y ese pene entraba completo en mi boca, me hubiera gustado que hubiera sido más grande, me gustaba hacerlo pero faltaba algo más. El técnico agarraba mi cabeza y follaba mi boca, gruñia y me hablaba con palabras soeces. Maricon chupa, puta que boca tienes, otro día te voy a reventar el culo, sácame la leche zorra....

Me tenia completamente excitada, estaba pensando en que me follara y se lo iba a decir, justo cuando note que sus piernas hacían fuerza y comenzó a correrse en mi boca, poca cantidad y con muy poca fuerza, rápidamente me empujó hacia atrás y la sacó de mi boca, con rapidez la guardo y sin decir ni una palabra cogió sus cosas y se fue.

Permanecí un par de minutos arrodillada en el suelo, asimilando lo que había ocurrido, al reaccionar, me incorpore y subi al baño a enjuagarme la boca. En el espejo vi una mujer con el maquillaje corrido y con restos de semen en los labios. Decidí desnudarme y cambiar de ropa, estaría más cómoda en casa con otra ropa. Al desvestirme vi que mi tanga estaba empapado, mientras se la chupaba al mecánico me había corrido y no lo sabía. Mi pene seguía duro, y tenía una sensación diferente dentro de mi. Me puse un tanga limpio, un sujetador sin hombreras y relleno, un top rosa de minnie mousse, una faldita mini de cuadros escoceses, y unos zapatos negros con una plataforma considerable, arregle mi maquillaje y a propósito lo exagere muchísimo. Me volví a ver en el espejo y estaba arrebatadora. Cuando bajaba a la cocina sono mi teléfono, era Pedro, me decía que si por la tarde tomaríamos otro café, y no se como, le dije que si lo quería ahora mismo también era buen momento, acepto de inmediato, le mande la ubicación y no tardo más de 10 minutos en estar llamando a mi puerta .

Me dijo lo bien que me veía, y me sentí más mujer. Le ofrecí el café u otra cosa.

—Yo creo que el café será después mejor

—Después de que?

—De hacerte el amor.

Aunque yo sabía que aquello iba en ese sentido, no pensaba que Pedro fuera a ser tan directo.

Al momento me estaba abrazando, nuestros labios se encontraron y su lengua entró en mi boca. Me sentía feliz, había nacido para eso ahora lo entendía, me sentía una reina. Pedro besaba muy bien, acariciaba con mucha dulzura, su olor era agradable, sus palabras eran susurros, y así de la mano subimos a mi habitación. Le desnude besandolo, yo conservaba toda mi ropa, si me quitaba algo se acabaría la magia, llegué a su pene, y eso sí era un rabo de verdad, grande, gordo, venoso y oscuro. Tuve cierta angustia pensando que cuando aquel fallo me penetrara me iba a reventar. Pero solo fue un segundo, al instante me estaba comiendo aquel aparato, lo lamia, lo chupaba, lo besaba.... Pedro por su parte, me hizo ponerme en la postura del 69, y apartando la tira de mi tanga, lamia y chupaba mi ano, su lengua pugnaba por entrar en mi recto. Yo estaba en el cielo y aún más cuando note que sus dedos empezaban a deslizarse dentro sin oposición. Al poco me dijo que si se la seguía chupando así se iba a correr. Cambiamos de postura y me puse a cuatro, Pedro se puso detrás de mí y empezó a escupir en mi hoyito. Yo ayer era un hombre de negocios y ahora iba a ser la querida de un hombre mayor. Mi hombre me aviso de que lo iba a hacer de golpe, que en un principio me dolería, pero que luego estaría en el cielo. No había terminado de explicármelo cuando el dolor más lacerante se apoderó de mí. Pedro me dio un espadazo rápido, fuerte, intenso. Chile, llore, le suplicaba que me la sacará, que me dejara. El se quedó quieto, no se movió, todo su pene estaba en mi interior, no se cuanto tiempo transcurrió, de repente la sacó del todo y la volvió a meter con la misma mecánica, yo le pedía que parase, pero Pedro seguía taladrandome. Supongo que incluso y debido al dolor pude perder la conciencia. Y sin embargo el dolor remitía, la electricidad empezaba a recorrer mi columna, y cuando el pene salía de mi culo, una sensación de vacío de apoderaba de mi. No sé cómo, pero mis caderas poco a poco se fueron adaptando al ritmo de mi macho, un placer inexplicable me invadía y solo quería sentir los huevos de Pedro rebotando contra mi pelvis. El me aviso de que pronto acabaría y supe que yo lo haría con él.

Al rato, y ya tumbados, me dijo.

—Vas a ser mía para siempre.