De fracaso en fracaso hasta la corrida final

Sigue el relato de mis chungas desventuras por fascículos. Después de los cinco anteriores, este es el sexto ¿o no?

DE FRACASO EN FRACASO HASTA LA CORRIDA FINAL

La historia de mi vida (mi percurso vital como dicen los portugueses) se resume en dos palabras, FRACASO TOTAL. Me concibieron, me parieron (sin pedir mi opinión), crecí, evolucione (y de qué manera) y aquí me tenéis: domingo por la tarde, sola  y más aburrida que una ostra haciéndome un paja on-line.

Bien aclaremos la situación, domingo por la tarde y conectada on-line. En realidad no soy yo quién  está on-line, on-line está el video porno que estoy viendo, mi mano tampoco está on-line, más bien está on-the cock mientras  mi pinganillo está on-the-hand. Una vez aclarada la situación podemos seguir.

Está tarde empezó lo mejor posible, estaba invitada a una fiesta particular en casa de una enemiga (yo no he dicho amiga) compañera de trabajo. Como era algo jefa no me pude negar y además en esas fiestas siempre puede caer algún dulce.

Así que allá me fui, más linda y sexi que nunca. Zapatos de tacón mediano, traje azul chaqueta de falda corta y sin medias ni pantis porque si hay suerte y mojas solo sirven para molestar.  Suéter con escote palabra de honor  y marcando canalillo. De sujetador llevaba unas gotas de Chanel número 5. Ropa interior la mínima, un tanga y gracias. Esta pieza no abriga pero con el roce da cierto gustirrinin cuando caminas por la calle; además, si te la sabes poner te sirve para mantener el pajarillo enjaulado y que no te ponga en un compromiso inesperado.

Por aquella época yo ya tenía tetas. Recuerdo que cuando en la clínica me dijeron el precio por “empitonarme” casi me muero del disgusto. Traté de obtener una rebaja, para lo que les propuse que me pusieran solo una y la otra más adelante.  En la clínica me convencieron al decirme que era más barato 1X2  (una operación, dos tetas) que 2X1 (una teta dos operaciones). A mí en la escuela me enseñaron que el orden de los factores no altera el producto, lo mismo daba 1X2 que 2X1.. ¡pero bueno si lo decía la ciencia médica!.

Entré a la fiesta después de saludar a la anfitriona; perdón, quise decir después de saludar al putorrón de Paula.  Tomé una copa de matarratas de la mesa puesta al efecto; no sabía que llevaba dentro la copa pero conociendo a la dueña podía suponer lo demás. Oteé el horizonte y divisé a mi presa. Una mujer de edad entre 25 y 30, aunque tampoco pude adivinar cuantos años hacía que celebraba su 25 cumpleaños. Parecía elegante, de esas que usan tampones de visón. Para eso tengo yo muy buen ojo. Falda corta y de vuelo   de las que no suelen molestar las maniobras orquestales (o manuales); muslos de potranca recién parida, pechos ni  generosos ni escuálidos, cintura estrecha pero menos de lo que a su dueña le gustaría,  melena por los hombros y en los ojos unas ganas de guerra que ni la Reina Isabel cuando fue a conquistar Granada.

Allá que fui y le solté (eso nunca falla), “¿de qué color llevas la ropa interior?. De ningún color contestó; ¿Entonces? Pues porque no llevo ¿Quieres comprobarlo aquí mismo? Si te empeñas”. Como estábamos una frente a la otra y la falda ya digo que no sería una barrera, me coloqué la copa en la izquierda; me incliné ligeramente a rascarme la rodilla; en realidad lo que empezaba a picar era la entrepierna. Y como quien no quiere la cosa metí mano por debajo de la falda con el dedo corazón desplegado. y . ¡Bingo! ¡sin ropa y depilada!. Pasé el dedito por la rajita. Tenía una almeja como a mí me gustan, cerraditas y la línea bien definida.  “¿Te lo crees ahora o no?. “De momento si aunque me gustaría confirmarlo”. “! Cabrito!”. Sin quitarse la sonrisa alargó la mano y me dio un pellizco en el estómago, exactamente  9 cm por arriba del ombligo y 13.2 cm a la derecha del esternón.

“¿Hace mucho que saliste del convento?”, le pregunté. “¿De qué convento?”. “Tú sabrás, lo digo por el pellizco de monja que me has dado, como los que me daba de niño mi tía Concepción cuando le quitaba los caramelos a mi prima”.  “¡Muy graciosa!”. Y tú muy puta pensé mientras la piel se debía estar poniendo roja. “Oye y los pelos  del chocho ¡te los quitas tu o es que te dan quimioterapia?” “El cáncer lo vas a tener tú si me sigues desafiando?”

Por cambiar de conversación le pregunté “¿Te apetece el rollo con otra mujer?” “Sí la mujer es  como tú, por supuesto”. “¿Como lo sabes?”.  “Al principio tenía mis dudas pero de cerca a mí no me engañas”. La madre que la parió, con el dineral y el  tiempo que cuestan “ser mujer” y algunas me descubren en el acto. Por eso prefiero los tíos que no lo ven ni cuando, para evitar malos rollos, les explicas que clase de mujer eres. Aparte de que me van los tíos (y los sobrinos también) más que las tías. Pero una come de todo que para eso le enseñaron de pequeña a no dejarse nada en el plato. Me la imaginé de animadora en un partido de baloncesto, con la faldita corta y sin bragas, cada vez que saltaba berreaban los espectadores… ¡de los dos equipos!. Las fantasías aparte de ayudar siempre alegran el ánimo.

“Pues andando que el puro se me sale de la pitillera” (ella lo entendió, quería decir que la polla estaba tratando de forzar al tanga). La seguí, parecía muy segura de donde quería ir; “¿vamos al cuarto de baño?”.  “Ni hablar que huele mal, cuando la gente bebe usa el baño como si fuera la ITV para comprobar el escape de humos”. Me metió en un cuartucho debajo de la escalera (el apartamento era tipo dúplex) entre dos cubos y el palo de la fregona. El artista que vive dentro de mí se dispuso a quedar lo mejor posible.

Pero ella se me adelantó, se agachó, me levantó la falda, me apartó el tanga, sacó el cigarrillo  y se puso a fumarlo. Cuando este pasó de cigarrillo a puro habano me dijo “hala, refriégamelo por el chocho y cuando yo te diga lo metes en el horno”. Para lo cual apoyó la espalda en la pared y abrió las piernas lo que pudo flexionando ligeramente las rodillas. La cosa funcionó aunque el ruido de pasos en el pasillo no cesaba y me temía que de un momento a otro alguien se equivocara y nos encontrara  como dice la canción “amarraditos”. Pero lo que tenía que pasar pasó (esto también es de una canción) y claro el putorrón de Paula que nos había visto desfilar, dedujo lo demás. Entró, cerró la puerta y dijo, “yo también quiero”. Hubo que ceder, al fin  al cabo era la dueña del apartamento, de los cubos y de la fregona.

El putorrón sacó su pollón (sin haberlo pensado me ha salido un pareado). Esta frase del pareado no es mía, la dijo por primera vez una monja de clausura en el siglo XIII cuando a mitad follar el clérigo sacó la verga y se puso a mear. Bueno a lo que íbamos, el putorrón presionó mi espalda para doblarme, fuerza le sobraba y mala leche también,  y me la ensartó por el único agujero que yo tengo detrás (el que no sepa anatomía que vaya a una biblioteca). La invitada hizo lo único que podía hacer, arrodillarse ante mí y seguir fumando. Esta vez he tenido suerte, me dije a mi misma, pelo y pluma, por delante y por detrás, a ver ¿quién da más?.  Supongo que el paraíso debe ser algo así como esto, con  un ángel arrodillado delante y otro por detrás..

La furcia bombeaba, mi nueva amiga mamaba y mi polla se alegraba El putorrón era una extraordinaria experta, pero solo para su propio placer. Al fin y al cabo eso hacía  todos los días en la oficina, putear al personal en beneficio propio. Adentro, afuera, a cuarenta, a cien, a ciento veinte, etc. etc. Cuando la muy arpía se corrió o por lo menos lo pareció, era de las que gritan; yo educadamente, o sea de un manotazo, recuperé mi polla y la guardé en su estuche. Otra vez será le dije a la pobre polla que por no correrse parecía muy triste.

Volvimos al salón  con cara de derrotadas las dos aunque el putorrón parecía relajada y contenta. Bueno a empezar desde cero otra vez. Oteé el horizonte y vi un tío que me miraba y sonreía ¿me conocerá?, me hizo señas de que si quería follar. Se hace un anillo con los dedos anular y el pulgar de la izquierda y se simula un mete-saca con el dedo corazón de la derecha. Le  indique por señas que bien pero que por detrás y puso cara de clepsidra (¿Qué coño será una clepsidra?) o sea, de no entender nada. Entonces por señas le indique que se la podía mamar; eso ya le pareció mejor y salió del salón. Lo seguí, bajamos al jardín y debajo de una higuera (de arboles no entiendo nada), le abrí la bragueta y saqué fuera a su inquilino. La coloqué sobre mi mano izquierda y con la derecha la acaricié suavemente. Con el roce empezó a crecer hasta sobresalir de la mano que la sustentaba. Ya no hacía falta la izquierda, la polla se mantenía sola y desafiante sin hacer caso a la ley de la gravedad. Yo miré a la polla, la polla me miró a mí, yo miré al propietario y le solté “Oye tienes una mancha negra en la punta” “Ya lo sé, pero dice el médico que no me preocupe que no es peligroso”; “pues si el médico dice que no es peligroso  que te la mame él”. Pero claro, a ver quien dice que no cuando tiene el plato de marisco delante. Así que me apliqué a la tarea con entusiasmo. Le hice una mamada como se deben hacer las mamadas; es decir, con los labios ajustados, la lengua juguetona y, sobre todos sin prisas.

Cuando acabó en mi boca se volvió al salón y a mí me dejó peor que al principio. Aquí se corren todas las pollas menos la mía. Y tratándose de tíos ni te cuento; las tías son diferentes, con ellas nunca hay prisas. A menudo me pregunto porque me gustaran tanto los tíos y la respuesta es “porque sí”. Cada vez lo tengo más  claro, lo de fundar la ONG “Mamonas sin fronteras”, no mejor “Chupadoras anónimas” tendrá que ir en serio. A ver si me acuerdo de ir a una papelería a que me impriman las tarjetas adecuadas  y ver en que consejería dan las subvenciones.

Me limpié la boca con un kleenex y me arreglé la ropa, bueno en realidad lo que arreglé fue la polla dentro del tanga que con el ejercicio de lengua salió a pedir su parte y esperar a ver si caía algo.

Así que yo también volví al salón, pero la orgía que yo me temía, para ser sincera debo decir que yo me esperaba, no  acababa de arrancar y la gente empezó el desfile hacia sus autos. ¿Por qué creéis que me estoy haciendo una paja?”.