De fotógrafo aficionado a Voayer
Como una fantasía se puede llegar a convertir en una realidad, perteneciente a un mundo paralelo, donde el erotismo no está en el final de la azaña, sino en la trama de la misma.
El ser humano es curioso por naturaleza. Tanto, que por mucho que nos resistamos a admitir que necesitamos descubrir o abrirnos a nuevas experiencias, en el fondo nuestra imaginación vuela mundos donde los tabúes pierden su fuerza y las fantasías nos conducen a disfrutar de la vida.
El día transcurría de manera normal, como cualquier otro día de verano. Somos una pareja normal, Juan y María, que se quiere mucho después de 12 años de relación y con los treinta ya cumplidos. Mi mujer y yo, decidimos salir a tomar algo y ver algunos escaparates de las tiendas, sin ningún otro objetivo.
Tras una hora paseando por una calle muy conocida de la capital de la Isla de Tenerife, nos llamó la atención en un escaparate un modelo de cámara de fotos en particular. Teníamos cámara, pero estaba ya algo viejita y aquella parecía una buena ganga para la marca y modelo que era. Nos miramos mutuamente, y decidimos hacernos con ella.
De camino a casa, recibimos la llamada de una amiga (Paola) que estaba aburrida y no tenía ganas de estar en casa, así que decidimos ir a recogerla y que nos acompañara a probar nuestra nueva cámara de fotos.
Nos acercamos a una playa cercana a casa, y mientras ellas fueron a buscar algo para tomar y picar en la arena, fui montando la máquina. Una vez montada, empecé a disparar fotos del mar embravecido, del faro que se divisaba a lo lejos, y de las chicas que volvían de avituallarse con todo tipo de golosinas.
Cuando se dieron cuenta de mi aptitud paparazi, ambas se pusieron a posar de manera burlesca como si de famosas se trataran, hasta que se cansaron y me pidieron que dejara la bromita que iban a romper la máquina sin poder llegar a disfrutarla, debido a sus físicos.
Bebimos y comimos hasta no poder más, y mientras hablamos de todo un poco, trabajo, tiempo,... hasta que salió el tema de la cámara de nuevo.
¿Te gusta la fotografía?, me preguntó Paola.
La verdad que siempre fue un mundo que me apasionó, pero nunca le dedique el tiempo que debería haberle dedicado. Me gusta pero no tengo mucha idea, contesté algo pensativo.
¿Y si fueras fotógrafo, en que te hubieras especializado? volvió a preguntar Paola.
Sin dejarme abrir la boca, mi mujer interrumpió mi contestación con una carcajada sonora.
¿De verdad quieres saberlo?, aquí donde ves al chavalito le encanta la naturaleza y los paisajes, al contrario que a mí que aunque me gustan también, prefiero fotos divertidas y haciendo la payasa, pero mi maridito es algo pervertidillo y seguro que está deseando llegar a casa para hacer algunas fotitos eróticas, claro está haciéndome estar cambiando de posición y lugar a cada momento.
Ambas rieron y exclamaron al son, ¡¡¡Hombres!!!
Paola, dejó de sonreír y dijo, chicos llévenme a casa que les dejo a sus quehaceres, y volvió a reírse.
Me levante de la arena y tras decirles que por mucho que ambas se rieran de mis gustos, seguro que les apasionaría sentirse musas o reinas de la cámara, aunque sólo fuera como un juego. Tras mirar el reloj, les ofrecí ir a casa y preparar la cena puesto que era muy temprano para finalizar nuestro encuentro.
Ya en casa, mi mujer quiso refrescarse y ponerse cómoda mientras yo hacía la cena, ya que me había ofrecido yo a ser su Cheff personal ese día.
Mientras, Paola se puso cómoda en el sofá y me pidió que le dejara la cámara para ver las fotos, y sonreía por lo que las imágenes le iban obsequiando de sus payasadas en la playa.
Tras un momento de silencio, levantó la cabeza, y me dijo: Verdaderamente lo que decías en la playa es verdad. Tiene su morbo el que te fotografíen mientras juegas con tu pareja, y supongo que te hace sentir guapa.
La miré y le pregunte: ¿Nunca antes te has hecho fotos sensuales con tu pareja?
No, la verdad que ni me lo llegó a proponer, ni me lo llegue a plantear, pero pensándolo bien la próxima vez que me surja la oportunidad lo probaré.
Yo que siempre suelo ser un poco picador, le dije: Nada mujer cuando tú quieras se lo dices a M, y nos montamos una sesión erótico-festiva, y sonreí pícaramente.
¿Anda no sabes tú nada? me contestó ella, para eso tienes a tu mujercita que bien guapa que es.
Mi mujer, saliendo ya duchada y con su pijama cortito (siempre está en pijamas cómodos y fresquitos en casa), dijo: ¿qué sabe mi maridito? Tú ni caso eh, que este sabe mucho, a ver si lo dejo sin postre por pasarse de listo.
A lo que contesté rápidamente, ¡¡¡eiii!!! que yo le dije que sólo si tu dabas el permiso y siempre dando por hecho que tu también posarías, que yo hablo desde el punto profesional de un arte como el de la fotografía.
Ambas rieron y casi al unísono dijeron: Mira nos salió listillo el chaval, ya quisieras tú verte en esa situación.
Terminada la cena, nos dispusimos a cenar, y continuamos hablando de todo un poco. Tocaba el postre y mi mujer, fue a levantarse a buscarlo, pero Paola se ofreció a ello.
De camino a la mesa, y sonriente dijo: Entonces, a tu maridito por listo lo dejamos sin postre ¿no?, sonriendo las dos.
El postre eran fresas y con nata, por lo que para picarlas aún más les comenté: si sí, ustedes mucho meterse conmigo, pero lo bien que quedarían esas fotos dándose una a la otra las fresitas o posando cada una por separado.
Se miraron con cara de asombro, y mi mujer, algo mosqueada, me hizo entender que me había pasado con la proposición. Así que como buen perdedor y para evitar el cambio de ambiente de paz, pedí disculpas manteniendo la risa y el ambiente festivo y me fui a duchar, y cambiar para quitarme la arena, que con el sudor de la situación ya notaba en el cuerpo.
Desde la ducha no se apreciaba la conversación que mantenían, pero supuse que me habrían criticado un rato y pasado a otro tema a su convenir. No tardé mucho en ducharme, y secarme, y mientras me vestía las oía hablar de la cámara y de las buenas fotos que sacaba.
Salí a ver si querían ver una peli o ya llevar a Paola a su casa y me las encontré en el salón sacándose fotos haciendo las payasas, con caras raras y burlescas. Les quité la cámara puesto que no hacían más que disparar y disparar, para que no agotaran la batería que tenía, pensando en conservarla por si el siguiente día saldríamos mi mujer y yo a pasear, me dispuse a vaciar aquellas fotos que habían salido borrosas o con las cabezas cortadas. Mi sorpresa fue encontrar un grupo de fotos en las que posaban ellas simulando darse un beso, o sujetarse los senos, levanté la mirada y pude ver como ambas miraban de manera perversa a mi reacción.
JA, ja, ja que graciosas las dos. Tampoco me refería a que tuvieran que ser pornográficas, con algo de erotismo me valía.
Dicho esto, ambas se rieron y me pidieron que les hiciera un ejemplo, pero yo ya algo mosqueado me negué..
Venga hombre no te enfades, solo queríamos gastarte una broma, venga como castigo te dejaremos hacernos algunas fotos, pero que conste que nada de enseñar ni de cosas raras.
Yo algo desconcertado, me volví a negar.
Jo!!!, con lo bien que lo estábamos pasando y ahora vas y te enfadas, me dijo Paola.
No me enfado, solo que tampoco quiero que piensen mal de mí y si me gusta el erotismo no veo nada de malo.
No, no, claro que no es malo, de hecho también nos gusta a nosotras, dijo mi mujer. Pero venga sácanos unas fotos que hace tiempo que no nos sacamos juntas, sin hacer la payasa.
Dicho esto, y para no hacer un drama donde no lo había se pusieron en el sillón y les saqué algunas fotos, les pedí que salieran al jardín, y encendiendo las luces sacamos algunas más en conjunto e individuales, siempre colocándolas de una manera en la que se pudieran apreciar las miradas y resaltar sus bellos cuerpos.
Sin decirles nada, poco a poco se fueron soltando y dejándose llevar posando con posturas cada vez más sensuales, incluso atreviéndose a insinuar juegos entre ellas.
De vez en cuando, paraban y me pedían ver las fotos, que miraban con una sonrisa nerviosa y curiosa, y otras que, pedían ser borradas.
Jo que michelines tengo, decía mi mujer. (Cosa que no entendía puesto que tiene un cuerpo con unas curvas espectaculares, un buen pecho, y un culo redondo y grande. No es delgada, pero es precisamente lo que la hace tan atractiva, ya que sus curvas resaltan su figura, con un vientre natural).
Anda que en esa parece que tengo flotadores, decía Paola. (Verdaderamente, no estaba de acuerdo, sus pechos aunque más pequeños que los de mi esposa, eran dignos de admirar, su culito respingón y torneado, y sus barriga no parecía una tabla de planchar, sino que era natural, con esos kilitos de más que llenaban su figura de manera sensual).
Por eso no me gusta hacerme fotos porque me veo fatal, continuó mi mujer.
¿Qué dices? ya quisieran muchas tener el pecho que tienes, y esas curvitas, yo si fuera chico te metía mano, concluyó Paola.
Sin dejar pasar la ocasión contesté rápidamente, chicas por mi parte sois libres pero siempre que me devolváis la cámara, que mucho disimular pero bien se están tirando los tejos una a la otra.
Ambas sonrieron.
Continuamos por segunda vez nuestra peculiar sesión de fotos, esta vez ya despojadas de la vergüenza, atreviéndose incluso a enseñar sus suculentos y llamativos, escotes.
Tengo unas tentaciones que podríamos ponernos. Dijo mi mujer, y corrieron a la habitación.
Pasado un instante, me llamaron para que fuera la habitación. Sobre la cama posaban ambas chicas, con sus cuerpos perfectamente torneados y adornados con tentaciones llamativas.
Somos tus musas, pero no podrás tocar, solo mirar.
Con cámara en mano, comencé a disparar fotos, mientras ambas ponían caras pícaras y posturas sensuales. El ambiente se fue calentando, hasta el punto que en un descuido de mi mujer, la asilla de la tentación cayó por su brazo y dejó liberar uno de sus senos cuyo pezón aparecía erecto y duro.
Lejos de causar asombro, Paola se inclinó y besó suavemente, haciendo que mi mujer me mirara estupefacta, viendo mi reacción o pidiendo mi aprobación.
Yo continué disparando la cámara, y viendo en la pantalla de la misma, cómo la lengua de Paola acariciaba los senos de mi mujer, mientras mi mujer suspiraba nerviosamente. Con un sutil movimiento, la chica logró reclinar a mi mujer sobre el colchón y fue descubriendo el resto del cuerpo que aún ocultaba la tentación.
Eres preciosa, no sé qué me pasa pero me atraen tus curvas. Susurró Paola, y continuó besándole el cuerpo y acariciando el interior de sus muslos.
Mientras no paraba de observar como se había colocado con su culito en pompa y me brindaba su sexo, sin ropa interior. Quizás conscientemente de su acción, ya que lo movía de un lado a otro.
No tardó en llegar al sexo de mi mujer, logrando un suspiro profundo por su parte. Nuevamente me miró y picándole el ojo, le animé a dejarse llevar, cerró sus ojos tornándoles de color blanco y se dejó llevar.
Sólo se oía los gemidos de mi esposa, los lametazos de nuestra amiga y el disparo del flash.
Yo ya no podía ocultar mi erección, pero tenía que cumplir mi compromiso, para no romper la magia del momento.
Pasados unos minutos la respiración de mi mujer comenzó a acelerarse, hasta romper en un chillido ahogado y profundo. Sin darse cuenta, sujetó con firmeza la cabeza de Paola y la sujeto contra su sexo, mientras realizaba movimientos pélvicos contra la misma.
Segundos más tardes, mi mujer recuperó el aliento, y se levantó de su posición, se dirigió al armario y sacó su vibrador del cajón. Acercándose a nuestra amiga, la sentó cómodamente y se humedeció sus dedos, llevándolos a su sexo y proporcionándole un masaje suave y continuo, jugando con su clítoris. Ella mientras se masajeaba sus senos, apretando suavemente sus pezones y mirando de vez en cuando el bulto de mi sexo, y las miradas que tras la cámara escondía.
No sé realmente, el tiempo que estuvieron así, pero llevando mi esposa la iniciativa, levantó a la Paola, la llevó al sillón del salón, colocándola delante de ella. Ambas sentadas una detrás de la otra, abrió mi mujer los pies de ella y tras metérselo en la boca el vibrador para humedecerlo, lo llevó al sexo, y lo introdujo suavemente.
Mientras Paola, se retorcía del placer de sentirse penetrada por su amiga, ésta no paraba de masajear sus pechos con la mano que le quedaba libre, y susurrarle al oído lo rico que tenía su sexo, como sentía su culito en el suyo, y si le gustaba el roce de sus pechos en su espalda.
Los movimientos rítmicos de nuestra amiga, fueron cada vez más profundos, hasta que ella misma sujeto el vibrador para introducirlo con mayor profundidad. Mientras mi mujer despojada de su juguete, llevó su mano al clítoris para ayudarla en su menester, y provocando un orgasmo mucho más sonoro que el de mi esposa.
Finalmente, ambas se besaron apasionadamente durante unos segundos. Paola, se incorporó cogió de la mano a mi mujer, y se la llevó al baño, pasando por mí sin poder mirarme a la cara.
Mientras se duchaban, observé que la batería de la cámara estaba ya en su límite, de hecho me había fallado en algunas de las últimas fotos, pero viendo el número de fotos capturadas pude ver que eran sobre 460.
Cuando salieron de la ducha, ya vestidas con ropa de calle, mi mujer me despojo de la cámara y argumentó no poder acceder al contenido, hasta que ella estuviera presente, y no dejando verlas salvo cuando ella estimara oportuno, hasta que ambas decidieran desprenderse de la fantasía que me habían cumplido.
Mi mujer llevó esa noche a Paola a su casa. No tardó mucho en regresar, pero esa noche no dormimos precisamente. A pesar de que la noche dio paso al día casi sin darnos cuenta, el cansancio no fue obstáculo, para pasarnos el día en la cama abrazados uno al otro, recordando en silencio la experiencia vivida.
Hoy por hoy, nuestra amiga sigue compartiendo días de entretenimiento con nosotros, pero ninguno como aquel día. Todos sabemos lo que ocurrió, pero no se saca el tema, a pesar de que cuando vemos una cámara, o nos fotografiamos, unas sonrisas picarescas inundan nuestras caras.
El futuro nos dirá si el virus de la curiosidad volverá a inundar nuestros momentos de entretenimiento.