De forzada a entregada

De como de ser forzada a tener sexo, finalmente acabé totalmente entregada y disfrutando

Ahí está otra vez el vecino de en frente en su ventana sin quitarme la vista de encima.

Esto es lo que me venía siempre a la cabeza cada vez que salía a la calle y estaba él en la ventana, me sentía observada, y no observada como lo hacía un curioso, sino observada como lo haría alguien que te devora con la mirada.

El vecino en cuestión, se había mudado con su pareja hacia más o menos dos meses. Eran una pareja que debía pasar la treintena de años. El era bien parecido, moreno, delgado y corte de pelo perfecto, siempre vestía casual, pero elegante, lo único que su faceta de mirón hacia mí, le restaba puntos. Ella delgada, morena, y no muy agraciada la verdad. No hacían buena pareja en mi opinión. De hecho alguna vez bromeé conmigo misma diciendo que con la pareja que tiene, era normal que no me quitara la vista de encima.

Que quieren que les diga, no es falta de modestia, estoy bastante bien a mis 52 años. Rubia natural, bajita pero bien proporcionada, y debido a mi estilo de vida FIT, bien tonificada muscularmente. Bueno, sí, quizás alguna arruga en la cara, que los años se tienen que notar de alguna manera y una leve celulitis que, de momento, a mi no me molestaba.

Pues bien, entrando en materia, que me pongo a devanear y me lio. Un buen día, el vecino en cuestión, llegaba del trabajo  mientras yo esperaba un taxi en la puerta de casa, bajo de su vehículo y con una sonrisa amplia se dirigió a mi diciendo que era el vecino de enfrente y que quería presentarse, ya que, llevaba dos meses en el barrio y con el ajetreo de la mudanza y la adaptación a la nueva casa, se le había pasado presentarse a los vecinos.

Me dijo que se llamaba Carlos,  yo Isabel, le contesté, me comentó que el barrio parecía muy tranquilo, a lo que yo asentí. Llegó mi taxi y él se despidió diciendo que si se nos ofrecía algo, no dudáramos en pedírselo. Igualmente le conteste introduciéndome en el taxi.

Hubieron mas encuentros casuales, ¿o quizás  no? , posteriores a ese. Siempre se mostraba muy educado y atento, hasta el punto en que me empezó a caer agradable el tal Carlos. Con su esposa, nunca tuve contacto, apenas coincidíamos y por lo que me contó el, viajaba mucho.

En otra ocasión, un sábado por la mañana, recuerdo, yo estaba corriendo por la zona, suelo presentarme a carreras populares y estaba entrenando para la próxima, hoy unos pasos detrás de mí. Otro corredor pensé. Se puso a mi lado y al voltear la cabeza vi que era él. Nos saludamos y me acompañó todo el entreno y charlamos sobre el tema de las carreras y los entrenamientos, el también era un asiduo de las carreras populares. En las siguientes semanas, en alguna ocasión quedamos para ir a entrenar juntos.

Se había establecido cierta confianza entre ambos, y en alguna ocasión me dio la sensación que intentaba coquetear conmigo, yo me dejaba. Siendo sincera, ¿a qué mujer le molesta resultar atractiva a un hombre y que este se lo demuestre educadamente y con clase?, a ninguna, y la que diga lo contrario, miente o es enfermizamente pudorosa.

Y de pronto, un día, en que yo no había ido a trabajar, y casualmente, el tampoco, me encontraba sacando las bolsas de la compra de el coche, cuando apareció el vestido para salir a entrenar. Se ofreció a ayudarme a entrar las bolsas, cosa que yo le agradecí.

Me ayudó incluso a guardar las cosas en la despensa, una vez terminamos le comenté que no sabía si animarme a salir a entrenar con él, era cerca del medio día y total no me apetecía hacer comida para mi sola.

El sonriendo me dijo que estaría bien, pero que se le acababa de ocurrir otro tipo de entrenamiento. Le pregunté que se le había ocurrido, inocente de mí.

Entonces, levantando mi falta me tomó de las nalgas apretándome contra el diciendo que se refería a un entrenamiento de tipo sexual, e intentó besarme en la boca. Yo puse mis manos en su pecho intentando apartarlo diciendo que me dejara. El me levantó del suelo y me llevó hasta el dormitorio mientras yo intentaba zafarme de él sin éxito.

Caímos sobre la cama, el me tomó por las muñecas llevándome las manos hasta el colchón sujetándome con fuerza mientras rozaba su entrepierna contra mí.

Le supliqué que me dejara, pero no mostraba intención alguna de ceder a mis súplicas. Intentó besarme de nuevo, pero yo viré mi cara para impedírselo. Entonces llevó mis manos hasta la altura de mis caderas y hundió su cabeza entre mis piernas, con la boca apartó mi braguita comenzando a lamer y besar mi sexo, yo me retorcía intentando escapar de el.

Será mejor que te relajes, no pienso parar, dijo él. No le hice caso, seguí intentando librarme de él. De nuevo llevó mis manos por encima de mi cabeza, con una de ellas me sujetó ambas muñecas mientras con la otra se bajaba el pantalón de deporte. Noté su miembro contra mí y me lo insertó de un golpe. Grité y volví a suplicar que me dejara. El comenzó a moverse dentro de mí.

Estaba decidido a continuar  a pesar de mi resistencia. Exhausta de forcejear con él, decidí dejar de resistirme con la esperanza que todo terminara rápido.

No sé si pensó que mi decisión de dejar de resistirme era porque me estaba gustando su actitud que empezó a embestirme con fuerza, le dije que me estaba haciendo daño. Nunca pude ver su miembro, pero se notaba grande. Entonces él, por primera vez, tuvo en cuenta mis quejas y comenzó a moverse más despacio, aunque me penetraba tan profundamente que cada vez que me penetraba hasta el fondo, sentía dolor.

Respiraba profundamente, debía relajarme y esperar que todo acabara. Para mi sorpresa, conseguí relajarme, entonces comencé a darme cuenta que empezaba a sentirme muy húmeda dentro de mí. No puede ser, pensé, espera, si, si que puede ser, por eso ya no me molestaba tanto su penetración.

Esto no está bien Isabel, no te puede estar gustando que te fuercen. Carlos empezó a gemir y aumentó el ritmo de la penetración, entonces me di cuenta y tuve que aceptar que comenzaba a sentir placer. Está bien, me dije, disfruta del momento pero no dejes que el sepa que está consiguiendo tenerte.

Carlos se arrodillo, me tomó por los tobillos empujando mis rodillas hacia mí y continuó penetrándome. Vaya, esta muy húmeda, dijo. Yo permanecí con los ojos cerrados, no contesté.

El me dio la vuelta poniéndome a cuatro y volvió a penetrarme desde atrás tomándome por las caderas. Notaba como mis fluidos se deslizaban por el interior de mis muslos.

Oh, sí, ya lo creo que te está gustando, volvió a repetir. Incrementó el ritmo haciendo que sus testículos chocaran violentamente contra mi clítoris. Vaya que si me estaba gustando, me lo estaba haciendo realmente bien, pero por nada del mundo iba a dejar que lo supiera de mi propia boca.

Empecé a notarme cerca del orgasmo, el dijo que estaba a punto de correrse. Pensé, aguanta un poco más, yo también estoy a punto. Unas pocas embestidas más y anunció que se iba a correr, tensé mi sexo alrededor de su miembro que enseguida comenzó a palpitar derramando su semen dentro de mí. Siguió moviéndose dentro de mi unos maravillosos segundos que bastaron para que yo también me corriera. Logré hacerlo sin que él lo sospechara siquiera, o al menos eso creí yo.

Carlos retiró su ya flácido miembro de mi interior diciendo que se iba a dar una ducha. No solo se había apropiado de mí, ahora lo hacía también de mi casa. Oí que salía de la ducha, me hice la dormida, aunque finalmente sí que me quedé dormida.

Desperté sobresaltada, algo desubicada. Miré el reloj, había pasado poco más de media hora. Supuse que Carlos se había ido. Me di una ducha, me puse una camiseta de mi marido que me cubría poco más debajo de las nalgas y salí del dormitorio.

Mi sorpresa fue descubrir que no se había ido. Estaba tan tranquilo sentado en nuestro sofá, se había servido un café y estaba viendo la televisión como si estuviera en su casa.

Creo que deberías irte, le dije mientras me dirigía a la cocina a hacerme una infusión. En seguida se  presentó en la cocina. Se colocó detrás de mí tomándome por la cintura, y me susurró al oído que yo le gustaba mucho.

No diré que me disgustó oírlo. Me dio la vuelta, puso sus manos en mi cuello y besó  mis labios, mis manos permanecía apoyadas a ambos lados de mi cuerpo en la encimera de la cocina. Volvió a besarme abriendo mi boca, nuestras lenguas se juntaron, una corriente cálida me recorrió por completo. Besaba muy bien.

Se estableció un dialogo interno en mi cabeza, deberías rechazarlo, me decía por un lado, por favor, que bien besa, me decía por el otro. Finalmente me dejé arrastrar llevando mis manos a su costado mientras él seguía besándome deliciosamente.

Me tomó por las nalgas y me sentó en la mesa de la cocina sin dejar de besarme y colocándose entre mis piernas. Noté su duro glande apoyándose en la entrada de mi sexo. Dejó de besarme, apoyó su frente en la mía, nos miramos. Acerqué mi boca a su oído y se lo dije, hazlo muy despacio. Tomó su miembro con una mano y comenzó a introducirlo, muy lentamente,

Como yo se lo había pedido. Así, despacio, volví a recalcarle. Empecé a gemir. Me gusta oírte gemir, dijo él.

Dejé caer mi espalda sobre la mesa, el continuaba penetrándome lentamente. Llevé mis manos hasta mis pechos y comencé a acariciármelos. Sigue, así, le animé por mi parte.

Luego el tomó mis pezones entre los dedos índice y pulgar de cada mano amasándolos delicadamente. Lance un suspiro seguido de un largo gemido. Me gusta mucho, le dije.

Estuvimos así varios minutos, el penetrándome lentamente al tiempo que pellizcaba mis pezones y yo disfrutando enormemente de la sensación de sentir su miembro recorrer cada centímetro de mi interior.

Me incorporé para besarlo nueva mente, lo hicimos profunda y lentamente. Luego el deslizó sus labios hasta mi cuello, le dije que fuéramos a la cama, que quería que me lo hiciera con toda sus ganas, lo quería rudo, fuerte, profundo, intenso.

Me tomó nuevamente por las nalgas, me colgué de su cuello y nos dirigimos al dormitorio. Nos tumbamos en la cama, el apoyó sus manos a mis costados. Le miré, si me hubieran hecho de mi expresión en ese momento, seguro que la podrían poner al lado de la definición de lascivia.

Le di una fuerte palmada en su trasero animándolo a que se empleara a fondo. Comenzó a embestirme con fuerza, tuve que poner mis manos apoyadas en el cabezal de la cama para que mi cabeza no acabara empotrada en el. Le animé a que continuara.

Mi cabeza iba de un lado al otro sin parar, hablándole sobre el inmenso placer que me estaba proporcionando. Sigue, sigue, no pares, le ordené. Con sus manos levantó mis caderas de la cama y continuó dando y dándomelo todo. Yo no paraba de jadear y gritar su nombre.

Mi sexo comenzó a tensarse alrededor de su miembro, mi orgasmo era inminente. Siento como te vas a correr, dijo él. Si, si, no pares le supliqué. Mis manos retorcieron las sábanas, mi cuerpo se tensó como un arco y oleadas de placer recorrieron mi cuerpo como un Tsunami. Fue el más largo y placentero orgasmo que había sentido nunca. Para por favor, le supliqué, ha sido muy intenso, no puedo seguir.

El paró al momento manteniéndose dentro de mí. Lentamente iba recuperando el aliento. El se tumbó sobre mí y nos besamos profundamente. Me dijo que quería correrse en mi boca, como negárselo después de lo inmensamente satisfecha que me había dejado.

Sacó su miembro, se arrodillo a ambos lados de mi pecho ofreciéndome su duro lubricado por mis fluidos miembro. Lo tomé con ambas manos, paseé mi lengua por cada centímetro y lo besé como si estuviera enamorada de aquel trozo de carne. Me lo metí en la boca y comencé a chuparlo mientras con una mano le masturbaba y con la otra acariciaba desde sus testículos hasta la entrada de su ano. Carlos no paraba de gemir, no necesité mucho tiempo para que me anunciara que se iba a correr, continué, quería sentir su caliente semen derramarse en mi boca, se retorció apoyando sus manos en el cabezal y comenzó a soltar todo su caliente liquido sobre mi lengua, seguí chupándolo hasta que él se retiró violentamente diciendo que ya era suficiente. Saboreé su semen, no me disgustó su sabor, me tragué hasta la última gota.

Se tumbó a mi lado abrazándose a mí como un bebe. Estuvimos un buen rato así hasta que le indiqué que se tenía que ir, mi esposo estaba a punto de llegar. El tomó su ropa, se vistió y lo acompañé hasta la puerta. Nos besamos apasionadamente, el me dijo que esperaba poder repetirlo, yo le dije que por supuesto, pero que debía irse ya, nos despedimos con otro beso y me quedé observándolo como se iba.

**NOTA : Este relato es totalmente ficción,  pura fantasía. Si con el he conseguido estimular su deseo de ir a por sus parejas y disfrutar de una apasionada sesión de sexo, me sentiré muy satisfecho.

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