De fiesta no esperada
Salimos unas amigas solo a tomar unas copas y bailar pero acabé con sorpresa y mucho placer en la discoteca.
No sé cómo me dejé liar. Mi amiga Carmen me indujo. Somos amigas desde hace muchos años, desde el instituto. Las dos tenemos 39 años, casadas y con hijos. Sólo en eso nos parecemos. Yo soy morena, un poco más de carne de lo que me gustaría, pechos abundantes y ancha de caderas, o sea, buen culo. Ella es castaña tirando a rubia, delgada, más alta que yo, cuerpo de modelo, extrovertida pero sin llegar más a bromas.
Aquella tarde me llamó y me dijo que nos íbamos de copas con tres amigas más de aquella época. Sí, me apetecía, salía poco, la vida matrimonial ya estaba en la rutina, mi marido es un encanto pero siempre trabajando. Ella estaba igual. Se lo dije a él y me dijo,
- Sal, diviértete, hace mucho que no estás con tus amigas, yo estoy cansado y me quedo con los niños.
Me arreglé bien, moderna, sin estridencias pero me gusté. Falda corta, camisa blanca de botones, ropa interior sugerente, blanca, con encajes, culotte alto, sujetador con transparencias. Carmen venía también muy guapa, las otras tres a juego. Éramos cinco casi maduras con ganas de divertirnos.
Fuimos a un local de salsa, a las cinco nos iba bailar. Llegamos unas copas para entonarnos y enseguida llegaron moscones y empezamos a bailar. A mí me encanta, aunque lo hago poco porque mi marido es “es un palo”. Las cinco bailábamos sin parar, bailes sensuales, salsa, bachata,… Algunos se propasaban un poco pero reíamos y los apartábamos. Poco a poco el alcohol, el baile, el ambiente, me iba calentando, me sentía a gusto.
Las otras tres amigas, cuando estábamos tomando una copa más, dijeron de ir a otro sitio de más ambiente. Se veía que buscaban más marcha. Yo no quise ir y Carmen me dijo de quedarse conmigo. Cuando nos quedamos solas, le dije que si nos íbamos y ella me dijo que un poco más de baile y a casita.
En ese momento, dos chicos se acercaron. Unos 27 años, guapísimos, ligones. Nos pidieron baile, la miré a ella, y les dijimos que sí. El mío, Juan, bailaba de maravilla, me llevaba en una nube, me rozaba atrevido pero elegante, bajaba la mano por la cadera, subía por mi vientre, ufff. Miraba a Carmen y ella estaba igual, entregada, gozando. En un momento que estábamos cerca, me dijo de ir al servicio. Ellos nos dijeron que nos esperaban en la barra con otra copa. Al llegar al servicio, me dice
- Joder, como me está poniendo el niñato...
- Oye, le dije, ¿no pensaras hacer una locura?
- Claro que no. ¿Crees que soy una asalta cuna? Tomamos la copa, un par de baile y nos vamos.
Salimos y nos tomamos la copa con ellos. Ufff. Era la tercera. ¿O la cuarta? Me sentía flotar. Juan me cogió por la cintura y me llevó a la pista. El baile era lento, sus manos me envolvían, sus labios rozaban mi cuello, su voz me embriagaba. Me sentía arder. O sea, mojada, con los pezones durísimos, entregada. En un momento dado, me besó. Los labios, poco a poco, su lengua jugaba, abrí los míos y su lengua entró. ¡Dios, que gusto! En ese momento reaccioné. Estaba loca. Mire en mi alrededor y no vi a Carmen. Me puse nerviosa. Él me dijo que siguiéramos pero le dije que no que quería irme y buscar a mí amiga. Me dijo, cogiéndome de la mano
- Venga, ven, vamos a buscarla, no estará lejos.
Me llevó a una zona más oscura, de sofás, con parejas. No había estado allí. Tras una columna, me dijo, señalando un sofá
- Mira a tu amiga, anda que lo está pasando mal
Miré y me quedé de piedra. Estaban besándose, apasionados. Juan me abrazó por detrás, rozando mis pechos, sintiendo su dureza en mi culo, y me decía
- Mira, están gozando. Mira la mano de él…
Me fijé y más asombro, estaba dentro de su falda, claramente tocándola. Ella con su pierna encima de él y la mano muy cerca de la entrepierna. Juan me agarró las tetas y me decía cosas que hacían arder.
- ¡Qué pajita le está haciendo! Le está tocando todo su coñito, mira como ella busca su polla.
Mientras, me sobaba las tetas y me tocaba bien el culo sobre la faldita, me besaba el cuello, la oreja, me temblaban las piernas.
- Anda, vamos a sentarnos mientras terminan.
Me llevó a otro sofá y ya no respondí. Me empezó a besar. Que lengua tenía, sus manos me tocaban, mis muslos, se acercaba a mis braguitas, metía la mano bajo la falta y agarraba mi culo. Estaba empapada. Cogió mi mano y la llevo a su pantalón. ¡Dios, que polla! Era algo duro, enorme me parecía. Reaccioné y le dije que paráramos, que no podía más que estaba casada, que quería ir con Carmen. Sonrió, muy seguro, y me dijo
- Anda, vamos.
Fuimos al sofá en el que estaban y no había nadie. Me puse nerviosa pensando que se hubiera sin mí y se lo dije.
- No se habrá ido sin ti, tontita, vamos a buscarlos.
Me cogió de la mano y me llevó al fondo, a una puerta que ponía Privado. Entramos y oí voces. Había cajas, mesas… Dimos una vuelta y me dijo que mirara. Me quedé muerta. Carmen estaba de rodillas, con las tetas fuera, comiéndole la polla, mientras el joven la magreaba y le decía cosas flojito:
- Chupa, putita, que tenías hambre. Que tetitas tienes. Te voy a dar como nunca te han dado.
Y ella más chupaba. Juan, detrás de mí, me iba desabrochando la blusa, me cogías las tetas, los pezones, y me decía cosas, como el amigo
- Sois las dos unas putitas casadas con ganas de polla y te voy a dar.
Su mano bajo y entró en mis braguitas. Estaba chorreando. Cuando llegó a mi coño, tocó mi clítoris, lo masajeó, y bajó a meter sus dedos en mi coño. Cuando entraron sus dedos, me corrí sin remedio, que placer, cuánto hacía que no corría así. Él me dijo, entonces
- Agáchate y come polla, zorra.
Nunca me habían hablado así y me puso a mil. Me agaché, lo desabroché y me quedé pasmada. ¡Vaya polla! Durísima, gorda, depilado. La metí en mi boca y chupé, como nunca había chupado. A mí marido apenas se lo hacía, no me apetecía, pero esto era riquísimo. Cuando estaba llena mi boca de polla, escuché un largo y alto gemido. Miré y era mi amiga, Carmen. La había vuelto contra unas cajas y la estaba follando, fuerte, clavándola, bien agarrado a sus caderas. Le dio un azote en su culo y ella gemía más fuerte. Me levanté, me apoyé en la pared, me bajé las braguitas y le dije
- Fóllame, Juan, dame fuerte.
Él se rió, apuntó su polla y me clavó de golpe. Se me escapó un fuerte gemido y vi cómo nos miraban ellos. Me daba como jamás me han follado. Hasta el fondo, con fuerza, con ritmo, mientras estrujaba mis tetas. Al poco tiempo, me corrí. Vaya orgasmo. Juan le habló al amigo
- Vaya dos putas, Luis. ¡Qué hambre de polla tienen!
Entonces le dije
- Por favor, no te corras dentro
- Pues anda, zorrita, de rodillas y a tragar.
Nunca había hecho eso. Pensé que me daba asco, pero ahora lo deseaba. Me agache y lo chupé, con ganas, me agarró la cabeza, subió el ritmo y me llenó la boca de leche. No pude con toda y me cayó parte en las tetas. Empecé a limpiarme y miré a Carmen. Estaba igual que yo, de rodillas y llena la cara de leche. Ellos se sonrieron me dio un beso en la frente y me dijo
- Guapa, te espero otro día, eres maravillosa, y me besó en la frente.
Carmen y yo nos limpiamos en silencio, nos vestimos sin hablar y nos fuimos para el coche. Al montarnos, nos miramos y ella me dijo
- Yo pienso volver.