De fiesta con mi novio y mi amigo

Algo inesperado ocurre cuando mi amigo nos invita a mí y a mi novio a un concierto...

Hace unos días un buen amigo mío me invitó a una sesión de DJ’s en la sala principal de un conocido bar-teatro de mi ciudad.

  • Las entradas no son muy caras, y el ambiente tiene muy buena pinta - me dijo Raúl (así es como se llama él).

  • Lo cierto es que ya había hecho planes con Xabi - le contesté, refiriéndome a mi novio.

Llevaba con Xabi cerca de un año, y habíamos llegado a ese punto en que pocas veces uno hace planes sin su pareja.

  • ¿Planes que puedes cambiar? - preguntó Raúl - Si quieres invítale a él también - añade.

  • Me lo pienso y te digo - contesté.

De vuelta a casa fui meditando sobre el tema, y le escribí a mi novio:

  • No sé, no es mi estilo de música, la verdad - me contestá Xabi al Whatsapp - ¿Va a ir alguien más?

  • Raúl, que me lo ha propuesto, y creo que una amiga suya - dije.

  • Venga vale... voy.

Lo cierto es que me hacía bastante ilusión, porque llevábamos varias semanas sin salir de fiesta por la noche. Intentando hacer memoria, tampoco recordaba ya el tiempo en que no coincidíamos Raúl, Xabi y yo.

Raúl es un chico muy extrovertido, un amigo que cae bien de entrada, en cuanto lo conoces, por su labia y además por ser muy resultón al ojo. Alto, moreno, pelo cortado con el mítico tupé modernillo peinado de lado, con una mirada intensa y con una sonrisa muy atractiva. Xabi, mi novio, en cambio es más bien introvertido, aunque para nada que envidiar a mi amigo Raúl ni en guapo ni en buenorro (los dos son bastante altos, delgados, de cuerpo fibrado y de estética modernilla en general...).

Pasaron los días sin volver a hablar mucho del plan más allá de pillar las entradas, hasta que llegó la noche (viernes a las 22.00, habíamos quedado en un pub cerca del bar-teatro para tomar la primera). Por el momento los únicos que aparecimos fuimos Raúl, Xabi y yo (la amiga de Raúl se iba a retrasar un poco). Pillamos una mesa en el pub y tocaba pedir en la barra:

  • ¿Qué queréis, chicos? - pregunta Raúl.

  • Deja, voy a pedir yo - dice mi novio - ¿Qué quieres cari? - me pregunta.

  • Pídeme una caña tostada, ¿y tú qué quieres? - le pregunto yo a Raúl.

  • Deja, voy también a la barra que aún no lo tengo claro - dice, y los dos se van hacia la barra a pedir.

El local estaba bastante lleno, así que la cola en la barra era generosa. Desde la mesa poco más podía hacer que aprovechar para mirar el Whatsapp y un par de tonterías más en el móvil mientras Raúl y Xabi esperaban a su turno. Mientras tanto, hablaban el uno con el otro. Me sorprendió ver que la conversación parecía fluida, porque mi novio apenas tiene trato con Raúl, y las otras veces que habíamos coincidido apenas habían cruzado palabra. El tiempo seguía pasando y allí estaban, hablando en la barra entretenidos, sonriendo, hablando no se de qué, sin darse cuenta de que la camarera les quería tomar nota. Finalmente pidieron las consumiciones y se acercaron a la barra.

Durante aproximadamente una hora estuvimos los tres solos en la mesa hablando de todo un poco. Cuando llegó la amiga de Raúl, continuamos la conversación entre los cuatro, aunque poco a poco fueron surgiendo temas paralelos. Mientras ella me contaba a mí sus movidas del trabajo, Raúl y Xabi hablaban de cosas más interesantes, de viajes que habían hecho a los mismos lugares, o situaciones y personas en común en el pasado de las que no se habían percatado hasta el momento. Otra hora más estuvimos en el pub, y casi todo el tiempo no conseguí volver a la conversación de ellos dos, distraído por los detalles interminables que me contaba la amiga de Raúl.

Llegada la hora, salimos hacia el bar-teatro y empezó la fiesta.

El local estaba también muy lleno ya, pero con espacio suficiente para bailar y darlo todo. Yo no había llevado chaqueta (no hacía especialmente frío esa noche), pero Xabi y Raúl sí, así que se apartaron de nosotros para ir al ropero. Nuevamente, desde donde estábamos yo y la chica podía ver la cola de gente del ropero, y cómo mi novio y mi amigo seguían conversando muy distendidamente, escapándose alguna carcajada que otra.

  • Ven, vamos más hacia el centro - me dice ella.

  • Vale - acepté, un poco a regañadientes porque perdía el ángulo de visión de los otros dos. De un modo extraño me provocaba algo de incomodidad ver que se estaban llevando tan bien, y que pasaba el tiempo y yo apenas había formado parte de sus conversaciones. ¿Irracional?

Tardaron en volver del ropero lo que me pareción una eternidad. Después seguimos un buen rato bailando en el centro de la sala, alternando entre los 4 para ir a pedir consumiciones a la barra. El volumen de la música estaba tan alto que me resultaba imposible oir sus conversaciones (en efecto, seguían hablando y riendo las gracias el uno del otro). Por momentos Raúl volvía a poner esa sonrisa juguetona y atractiva, la que yo sabía perfectamente qué significaba: la usaba exclusivamente cuando le gustaba un chico y se ponía a ligar con él. Xabi no parecía percatarse, pero le seguía el tema y le devolvía la sonrisa. Mientras tanto yo seguía preguntándome de qué tanto hablaban.

  • Voy a salir a fumar - me dice mi amigo Raúl.

  • Te acompaño - dice su amiga - ¿os venís? - nos mira a Xabi y a mi.

  • Yo voy a la barra a pedir otra - le contesté, y miré a Xabi que hizo ademán de venir conmigo.

  • Va, te importa pillarnos una birra a cada uno, y si eso vente fuera luego - me dice Raúl, automáticamente dando por hecho que mi novio saldría con ellos dos a la calle.

Así fue, en unos segundos ya estaban saliendo hacia la puerta principal; mi novio me mira de reojo como indicando “vaya, lo siento”, sin poner mucha resistencia a la idea. Así que me fui a la barra, y otra vez a esperar un buen rato hasta pedir los 4 botellines de cerveza. Antes incluso de que pudiera salir con ellos afuera, la amiga de Raúl ya estaba de vuelta.

  • ¿Y los otros dos? - pregunté.

  • Se han quedado un rato hablando fuera. Vienen ahora - me dice, y con la mano me indica que apoye los dos botellines restantes en la mesa que teníamos a un metro de distancia. Así lo hice, y seguimos conversando.

Al cabo de lo que me pareció media hora, sin saber nada ni de mi amigo ni de mi novio, pensé en ir al baño, porque no aguantaba más las ganas. Se lo indiqué a la amiga de Raúl, y fui hacia el WC de la planta baja. La cola de gente era infinita tanto para el baño de chicos como de chicas, así que miré a mi alrededor. Me di cuenta de que en las escaleras del lateral del vestíbulo había un cordón de “no pasar” pero bajaban dos chicas desde el piso de arriba.

  • ¿Hay baños arriba? - les pregunté.

  • Sí, y están vacíos - me responde una de ellas.

Sin que me vieran los de seguridad, subí por las escaleras rápidamente. Busqué el WC de los chicos, y entré. Era espacioso, con meaderos de pie y con varias cabinas, incluyendo una más grande para minusválidos. Ésta era la única cuya puerta estaba cerrada, y las otras tres cabinas estaban vacías y con las puertas entreabiertas. Me pareció oir a alguien en la cabina grande. En realidad, se escuchaban susurros de 2 personas... dos chicos. Las voces se me hacían conocidas, solo que no hablaban apenas, más bien suspiraban y... se besaban. Reconocía perfectamente el sonido de dos personas enrollándose. No debieron percatarse de que otra persona había entrado en el WC, pues tampoco disimulaban mucho.

  • Ey, despacio con esa mano que estoy tan cachondo con el morbo que me da esto que me corro ya - dice uno... y la voz claramente sí es familiar... es la de mi amigo Raúl.

Sin hacer ruido entro en la cabina de al lado, cierro la puerta, y escucho atento. Los suspiros se repiten mientras el resto de ruidos cambian del típico morreo a lo que parece que es una mamada en toda regla. Raúl empieza a gemir y el chico con el que está en la cabina acelera el ritmo.

  • Va, va... tío... no me aguanto... voy a correrme - avisa.

El otro chico acelera aún más mientras mi amigo tiene lo que parece un orgasmo brutal. La mamada continúa un buen rato, ahora sí, ya disminuyendo la velocidad, hasta hacerse casi inaudible... salvo por el último ruido, con el que parece que el chico ha succionado la última gota que le quedaba a Raúl en el rabo.

  • Buah... brutal - dice Raúl - Venga, vamos para abajo.

  • Ya... hemos estado un rato largo - responde Xabi!!!.

No daba crédito. Sin duda eran sus voces, la de mi amigo y mi novio, juntos en la cabina de al lado, después de que mi novio le hubiera hecho una mamada brutal. Se me pasaban mil cosas por la cabeza, sin poder olvidarme de algo muy concreto: mi novio no sólo le había hecho una mamada, sino que había dejado que Raúl se descargara en su boca... y todo apuntaba a que también se había tragado su lefa.

Me temblaban las piernas allí en silencio, de pie en la cabina de al lado. Cuando escuché el ruido de la puerta del WC al cerrarse una vez que los dos habían salido, me relajé un poco. Seguía pensando en la situación, un sentimiento difícil de describir y digerir... Por otra parte quería todavía orinar, así que miré a mi entrepierna sorprendiéndome de una cosa: me costaría un rato poder mear porque el rabo se me había puesto durísimo. Me extrañó la situación. Estaba muy empalmado a pesar de los sentimientos encontrados. La situación me había dado morbo, pero no al principio, cuando escuché la voz de mi amigo sin darme cuenta de quién se la comía, sino una vez descubierto el pastel, cuando me di cuenta de que el tío que se tragó su leche era mi novio... Muy extraño, muy raro, pero desde luego a mi rabo le resultó tan excitante que no sólo se había puesto durísimo, sino que había soltado muchísima cantidad de precum en poco tiempo.

Cuando conseguí orinar, me preparé y salí del WC. Tenía que volver con los otros tres y no sabía muy bien cómo encajar la situación o cómo comportarme en lo que quedaba de noche...