De fiesta con mi novio y mi amigo (2)
La noche continúa después de que mi novio y mi amigo tuvieran más que palabras en el WC del local donde salíamos de fiesta.
Bajé a la planta cero del bar-teatro y allí estaban mi novio Xabi y mi amigo Raúl, con Ana (que así se llamaba su amiga). Para haber estado juntos en el WC en una situación como en la que los había pillado unos minutos antes, disimulaban bastante bien. Es más, seguían hablando distendidamente y a carcajada limpia como en la primera parte de la noche, como si nada hubiera pasado.
- ¿Dónde te habías metido? – me preguntó Xabi.
- Nada, fui al cuarto de baño, había una cola enorme – respondí.
- ¿El baño de aquí abajo? – preguntó Raúl.
- Sí, ese. ¿Es que hay otro? – disimulé.
- Pues… creo que hay uno en el piso de arriba – contestó – Seguro que habría menos gente.
- ¿Y vosotros? ¿Dónde os habíais metido? – les pregunté directamente.
- Nada, salimos a fumar otra vez a la calle y luego nos distrajimos charlando un rato – se apresuró a decir mi novio. En ese momento noté cómo se cruzaban una mirada rápida y Raúl volvía a poner la misma sonrisa pícara que os comenté en el relato anterior. Eso me produjo cierta molestia, ver la complicidad, por breve que fuera, aunque lo dejé pasar.
- ¿Pillamos otra bebida? – nos preguntó Ana, que se mantenía relativamente al margen de la conversación.
Durante las siguientes horas seguimos en el mismo sitio, bailando y tomando más cubatas. Realmente los únicos que bebíamos sin mucha medida éramos Ana y yo. Xabi y Raúl apenas habían dado un par de tragos al siguiente combinado. Cada vez que ella y yo nos acercábamos a pedir otra a la barra, ellos se hacían los remolones, se quedaban atrás, en la pista, bailando y hablando, pegándose mucho, supongo que para poder oir lo que uno le dice al otro, ya que la música estaba muy alta.
Incluso en algún momento me parecía que al hablarse, la mano de Raúl se apoyaba sobre la cintura de Xabi, y no se molestaban mucho en disimular la proximidad, salvo cuando Ana y yo volvíamos con ellos.
En la última ocasión que volvimos de la barra, ella preguntó:
- ¿Terminamos esta y cambiamos de sitio?
- No sé… yo a lo mejor me voy a casa – responde Raúl.
- ¿Qué dices? Si aún es pronto, y además, llevamos un pedal considerable como para volver ahora a casa sin quemar todo el alcohol de la sangre – le repliqué.
- No… creo que no… No pasa nada, seguid vosotros sin mí – añade él.
Terminada la conversación, sin mucha posibilidad de convencer a Raúl de lo contrario, seguimos en el bar-teatro unos 15 o 20 minutos más. Entonces, ya en la entrada del local, mi novio se acerca a mí para decirme:
- Nene, yo también estoy bastante cansado.
- ¿Sí? ¿Quieres que nos vayamos? – le digo.
- Sí… bueno… no, quiero decir, que si queréis seguir saliendo, id vosotros, y yo me voy y te espero en casa.
- ¿Seguro? – le pregunto – Me voy contigo sin problema
- Deja, no te preocupes por él – me responde Raúl – Yo le acompaño hasta casa y luego sigo hacia la mía, que me queda más o menos de camino.
- ¿Me acompañas? – le dice Xabi, y al mismo tiempo Raúl le sonríe de ESA manera.
- Xabi, no pasa nada, vamos a casa ya – le digo.
- No, no… tú tranquilo, quédate con Ana, que ella quiere salir y no es plan de dejarla sola – me contesta mi novio.
- Eso. Pasadlo bien – añade Raúl.
Tampoco hubo forma de convencer a Xabi de lo contrario. Yo sabía perfectamente la primera de las posibilidades: que mi amigo no sólo acompañara a mi novio a casa, sino que pudiera pasar algo más entre los dos. Al fin y al cabo, si estando a unos metros de distancia mi novio había sido capaz de comerle el rabo en el cuarto de baño público, ¿qué no podría pasar en el portal de nuestra casa? O peor… en la propia casa.
Quedándome con la mosca detrás de la oreja, los dos se fueron juntos calle arriba mientras Ana y yo nos quedamos un rato más delante del bar-teatro. Intenté disimular un poco más mi falta de preocupación, pero me resultaba imposible seguir con a pantomima, así que al poco le dije a ella que me lo había pensado dos veces, y que quería volver a casa yo también. Ana estaba tan pasada con el alcohol que me intentó disuadir durante unos minutos más, pero conseguí “escaparme”.
Intuitivamente caminé a paso muy rápido rumbo a casa. No tuve que avanzar mucho para alcanzarlos. Los dos caminaban bastante despacio mientras hablaban y tonteaban, hasta que en un momento dado la mano de Raúl se cruzó con la de mi novio y le arrastró hacia él. Se chocaron a poca velocidad y allí mismo, en plena calle, comenzaron a besarse sin mirar a quién pudiera pasar. Yo me quedé atrás a propósito, desde un punto en que creía que no me podrían ver, observando.
Se besaban muy intensamente. Se tocaban continuamente. Raúl agarraba a Xabi por el culo acercándolo más y más a él, rozando la entrepierna de mi novio con la suya todo el tiempo. Se separan un rato. Sonríen. Repiten la jugada (se enrollan durante lo que a mi me parece media hora, aunque habrían pasado uno o dos minutos).
Continúan su camino hacia casa. Pero no lo terminan. Con tanto tonteo y tanto magreo, Raúl parece emocionarse lo suficiente como para guiar a Xabi a un callejón que daba a la calle principal. Sin pensarlo mucho les sigo, evitando que me vean.
El callejón se desdobla en otros dos. ¿Qué camino seguir?
Agudizo el oído. El de la derecha. Se puede escuchar perfectamente alguna palabra suelta y muchos gemidos de dos chicos, que sin duda son ellos dos. Me asomo muy discretamente. No se percatan de que estoy ahí. Están muy cachondos como para pensar en nada más.
Mi novio está repitiendo la jugada. Agachado entre las piernas de mi amigo Raúl, devora como un loco su rabo. Raúl suspira una y otra vez mientras mi novio succiona su rabo, duro, grueso, venoso y muy largo.
Yo había visto el rabo de mi amigo alguna vez en la piscina, pero sin empalmar. Siempre me había parecido el rabo más grande que jamás hubiera visto, pero ahora me parecía descomunal. El mío y el de cualquier otro tío que yo conociera, a su lado, no eran nada.
Xabi seguía, en éxtasis, y Raúl le agarraba por la cabeza para que no se separase de su polla ni un segundo. Si acaso en alguna ocasión para tomar aire. En esos momentos aprovechaba para lamer la polla de mi amigo desde la base hasta el capullo, jugando un poco con la lengua antes de volver a meterlo en la boca.
Mi novio disfrutaba saboreando el capullo de Raúl, jugaba con los labios en esa cabeza gigante que a cada rato soltaba más y más precum, que él no desperdiciaba.
- ¿Quieres tragarte mi leche otra vez? – se anima a decir mi amigo.
- Buff, sí tío – le responde mi novio.
- ¿Te la puedo echar en la cara primero?
- Joder… sí… pero luego úntamela y para dentro – suspira y gime Xabi, y se vuelve a meter la polla de Raúl en la boca.
- Qué cerdaco estás hecho – le dice, volviendo a sujetarle la cabeza y clavándole el rabo al fondo de la garganta; mi novio hace un leve gesto de arcada; la polla de Raúl le ha llegado bien adentro, y aún así más de la mitad está fuera, de lo larga que se ve - ¿qué pasa? ¿Tu novio no te da buen bibe? – pregunta Raúl, sonriendo, con la picaresca de saberse el macho alfa.
- No uno como éste – responde Xabi.
- Qué bueno… Cómo la mamas, cabrón – le dice mi amigo.
No pierden mucho tiempo en hablar y siguen con la mamada más brutal que he visto. Ni siquiera en una buena peli porno. Mi novio estaba siendo especialmente ávido comiéndole el rabo, y mi amigo no podía estar más excitado.
Ni siquiera en el momento de mayor éxtasis, mi amigo Raúl se molestó en avisar a mi novio. Los suspiros cada vez más agudos resultaron suficientes para que Xabi supiera lo que estaba a punto de pasar, por lo que abrió la boca separándose un poco del rabo de mi amigo, mientras con la mano derecha continuaba pajeándolo y sacaba la lengua.
El primer chorro, pontentísimo, fue directo a la boca de Xabi. Los 4 o 5 siguientes fueron rápidos, muy abundantes y también potentes, todos en la cara de mi novio, fijándose en los pelos de su barba. Los chorros de lefa restantes fueron ya directos a la garganta de mi chico, que se había vuelto a meter la polla de mi amigo en la boca.
Raúl seguía gimiendo mientras Xabi succionaba y succionaba. De ahí a un rato, la respiración de mi amigo fue aminorando en frecuencia e intensidad, y sólo en ese momento vi a mi novio detenerse también. En ese momento me di cuenta de que Xabi todavía no había tragado saliva… ni leche. Cuando paró la mamada sí tragó, tragó todo y más. Raúl sacó su rabo de la boca de mi novio, aún super rígido, y comenzó a restregarlo por su cara, recogiendo a cada paso los chorros de lefa que tenía en la barba, para luego dárselos de mamar de nuevo.
Mi novio tragó cada chorro y cada gota, mientras la polla de Raúl iba perdiendo ligeramente volumen y rigidez.
- ¿Y tú qué? – le pregunta Raúl - ¿No quieres correrte?
- ¿Ahora? Ahora no… prefiero luego… si nos damos prisa, podemos hacer en casa algo antes de que llegue éste – le dice mi novio, refiriéndose a mi.
- Joder tío… vaya pasada…
No escuché mucho más porque supuse que en breve podrían volver a salir a la calle principal por el mismo camino, así que reculé y me fui de allí.
Dicho y hecho. Al cabo de unos minutos salieron del callejón y continuaron el camino a casa. A mi casa. A nuestra casa.
Naturalmente tenía pensado seguir espiándolos desde la distancia…