De fiesta con mi mujercita

Llevé a una fiesta de mi curso de la facultad a mi dulce esposa, para que conociera a mis compañeros. Y vaya si los conoció..

De fiesta con mi mujercita.

Como ya se deben haber dado cuenta por mis relatos anteriores, mi dulce mujercita tiene una extraña "debilidad" por los jovencitos. Aunque ella tiene solo 21 primaveras muy bien distribuidas, sus apetencias rondan entre los 15 y 17 años. Seguramente algún trauma de su época adolescente la hace ser tan caliente con los niñatos de esa edad.

Mi vida de casados era bastante satisfactoria en lo sexual, pero ella siempre parece querer más. Extrañamente, no mira a jóvenes de nuestra edad o un poco mayores, su morbo era estimulado por muchachos imberbes, pero con desarrollo sexual adecuado.

Lo cierto es que yo no podía quejarme con su trato conmigo. Es cariñosa, siempre dispuesta en el aspecto sexual y a estas alturas no le hacía asco ni al sexo oral ni al anal. Incluso diría que el sexo anal le es especialmente placentero.

Yo ya estaba algo conforme con los cuernos que me ponía continuamente, de los cuales solo de algunos me enteraba, pero me estaba dando lo mismo, mientras conmigo hiciera lo que la mayoría de los jovencitos aún ni se imaginaban. Claro que ella al parecer era una excelente profesora, ya que las veces que la había sorprendido, los muchachitos la gozaban por todas partes.

Estando así la situación, existía un pacto mutuo implícito de no celarse, para evitar discusiones que no llevarían a ningún final feliz. Al fin y al cabo, esos jóvenes eran para ella solo un pasatiempo y nunca se enamoraría de ellos como decía estar enamorada de mí. Yo callaba mis aventuras en la facultad (ya se me había pasado bastante lo ingenuo) y ella trataba de disimular lo más posible sus andanzas en el barrio.

Un fin de semana en que afortunadamente yo no tenía turno, un compañero de facultad me invitó a una fiesta en su casa. Éramos todos alumnos de medicina con sus respectivas novias o esposas, así que le dije a mi dulce esposa si quería que fuéramos, ya que la mayoría de mis compañeros no la conocían.

A ella le encanta el baile y las fiestas, así que me dijo enseguida que sí y comenzó de inmediato a buscar que ponerse. (Difícil tarea, ya que las mujeres no tienen nunca nada que ponerse). La fiesta era esa misma noche de viernes y yo me fui a la facultad como todos los días y le dije que a las 8 de la noche la venía a buscar, que estuviera lista.

A las 8 en punto llegué a mi casa. Como yo me imaginaba, mi mujercita aún no estaba lista, encerrada en el baño. Toque la puerta para que me permitiera ducharme y afeitarme, a lo que contestó que enseguida salía. 15 minutos después salió envuelta en una toalla y con otra toalla en la cabeza, y me informó que estaba casi lista.

Armándome de paciencia, entré al baño y me tomé todo el tiempo del mundo, ya que sabía que ese "casi lista" eran por lo menos 30 minutos más. Una vez duchado y afeitado, salgo del baño y me encuentro a mi mujercita lista para salir. Esa fue mi primera sorpresa. La segunda fue ver como iba vestida.

Tenía puesto un top blanco, sin hombros, que mostraba claramente que no llevaba nada debajo, pues sus pezoncitos se marcaban claramente bajo la tela. Además era cortísimo y dejaba su plana barriga al aire, mostrando su ombligo encantador.

Además se había puesto una minifalda negra, de esas ajustadas a las caderas y que tienen como vuelos para abajo, que le llegaba solo hasta la mitad del muslo. Si se inclinaba un poco, se le vería la tanga. Terminaba la indumentaria con un par de botas largas hasta la rodilla, de color blanco.

Nunca le había visto ese atuendo y le pregunté sorprendido de donde lo había sacado.

"Me lo prestó la vecinita de al lado… esa con la que estuviste conmigo y con su hermano la otra noche" - me dijo con cara de inocencia - "¿Me queda bien?

Por mi cara ella debe haber notado que estaba a punto de dejar caer la toalla que llevaba puesta y follármela ahí mismo, por lo que me dijo: "Ni lo pienses… hoy vamos de fiesta y luego veremos" - dejándome con mi pene en alto, se dirigió al salón a cerrar las ventanas, moviendo coquetamente su colita y dando vuelta la cabeza, me dijo: "Si te portas bien… lo que ves será tuyo esta noche".

Pedí un taxi, ya que mis escuálido sueldo de interno no me permitía aún comprar un automóvil y no era cosa de llevar a esa putita (eso era lo que parecía) en microbús a la fiesta... ya me imagino las miradas que habría provocado… y quien sabe que más.

Ella se puso un abrigo largo que le tapaba bastante, por lo menos de pie y salimos a tomar el taxi. Al sentarse, se abrió su abrigo y dio un buen espectáculo al chofer, el que no dejó de mirar durante todo el viaje los muslos desnudos de mi mujer por el espejo retrovisor, con regocijo de parte de ella, que me miraba y me hacía gestos pícaros indicando al chofer. Yo creo que le vio algo mas que los muslos, pues en un par de esquinas incluso se pasó la luz roja del semáforo.

Yo estaba entregado y rogando solamente que llegáramos vivos a la fiesta, pero al mismo tiempo la actitud de mi dulce esposa me tenia bastante cachondo, y se lo dije al oído, a lo que ella sonrió y me dijo: "la paciencia tendrá sus frutos… espera mi amor, ya lo verás".

Al llegar a la fiesta, pude notar las miradas lujuriosas de varios de mis compañeros, que aunque andaban acompañados en su mayoría por sus parejas, no dejaban de mirar la colita y los pechos de mi querida esposa. Como todos los que asistían a la fiesta eran ya adultos, como de mi edad, no me preocupé demasiado por lo que pudiera hacer mi mujercita. "Son demasiado viejos para su gusto", pensé. Yo no sabía lo equivocado que estaba. Por lo visto, aún mi ingenuidad era muy profunda.

Mis compañeros empezaron a sacar a bailar a mi esposa, mientras yo a mi vez bailaba con algunas de las acompañantes de ellos. Lo cierto es que el grupo femenino era bastante apetitoso. Había por lo menos tres o cuatro muchachas que estaban para comérselas. Especialmente una rubia delgada, ojos azules y cara de bebé, con un par de tetas deliciosa y una colita parada que se notaba o que no llevaba nada debajo de los pantalones blancos ajustados, o bien que su tanga era minúscula. Y cómo movía su culito al ritmo del baile, haciendo que mis ojos se abrieran cada vez más y mi verga comenzara a hincharse perceptiblemente.

Al rato de estar bailando con ella, se me acercó un compañero y me preguntó al oído si me gustaba su hermanita menor. Extrañado, le pregunté quien era su hermana menor y el me dijo enseguida que era la rubia con la que estaba bailando. Un poco confundido, le dije que sí, que era una linda chica. "Y muy caliente" - me dijo - "me obligó a traerla para conocer estudiantes de medicina… la calientan mucho".

Lo miré con cara de sorpresa, ante lo cual él me dijo. "Dale no más… ya es mayor de edad y sabrá que es lo que hace"- y ante mi expresión de sorpresa, siguió -"solo trátala con cariño… es mi hermanita regalona"… y se marchó lanzando una carcajada.

Eché una ojeada a mi mujercita, que estaba bailando muy entusiasmada con dos de mis compañeros, uno por delante y otro por atrás, mientras movía sus caderas y mostraba bastante más de lo deseado en una señora casada. Pero ninguno de mis compañeros expresaba ningún signo de molestia. Por el contrario, sus miradas mostraban que lo estaban pasando estupendo con la demostración de baile erótico de mi dulce esposa.

En ese momento la rubia hermana de mi amigo se me acercó, me puso los brazos al cuello y me dijo. "¿me invitas un trago?". Con cara de preocupación, miré donde estaba mi dulce esposa y parecía que yo ya no existía para ella. Lo estaba pasando bomba excitando a los futuros galenos.

"Claro", le dije…"y como te llamas"

"Ana María… pero mis amigos me dicen Any"

"Bueno, Any, entonces…vamos a buscar ese trago" - y nos dirigimos a la cocina.

No bien llegamos a la cocina y mientras yo preparaba un par de combinados de trago con bebida (algo mas cargado para ella), sentí que ella me abrazaba por atrás y pegaba sus senos en mi espalda, mientras me daba un besito en el cuello.

Algo sorprendido, me di vuelta con los vasos en las manos y ella aprovechó para pasar sus brazos por mi cuello y darme un beso jugueteando con su lengua dentro de mi boca y apretando su pelvis contra mi paquete.

Miré a mi alrededor preocupado y ella al darse cuenta me sugirió ir a un lugar mas privado. Sin esperar mi respuesta, me tomó de la mano y me llevó al fondo del pasillo del departamento, a la habitación donde habíamos dejado nuestros abrigos. Tenía dos camas gemelas, llenas de ropa. Tomó toda la ropa de una cama, la tiró sobre la otra, se sacó los zapatos y se recostó con el trago en la mano.

Mirándome con ojos brillantes, tomó un largo sorbo de su trago y me dijo:

"¿Que esperas para cerrar la puerta?"

Me apresuré en cerrar la puerta con llave y al volverme pude darme cuenta que ya había desabotonado totalmente su blusa, mostrando un par de maravillosos senos sin sujetador alguno, con aréolas color café con leche y pezones que se alzaban impactantes.

Me acerqué lentamente admirando el paisaje, hasta que ella impaciente me tomó del cinturón, me acercó a ella y sin pausa abrió mi cierre y sacó mi pene, que a esa altura estaba casi al tope.

Mirándome a los ojos, sin pausa primero besó mi glande, como saludando e inmediatamente se lo introdujo entre sus rosados labios, comenzando una mamada espectacular.

Resistí valientemente unos cinco minutos, pero el morbo de ver a esa rubia de ojos azules y cara de bebé chupando mi pene, me hizo llegar al orgasmo muy rápidamente. Alcancé a avisarle, pero ella ni caso me hizo y siguió mamando hasta tragarse todo mi semen, llegando incluso a lamer mi verga después, hasta dejarla reluciente de limpia.

Se incorporó, tomando la cintura de sus pantalones los llevó hacia abajo con movimientos ondulantes de cadera, hasta dejar a la vista una mini tanga, tipo hilo dental en su parte posterior, que mostraba un par de nalgas redonditas y paraditas.

"Ahora me toca a mi" - me dijo y acostándose nuevamente, tomó mi cabeza y la llevó a su entrepierna, abriendo bien sus piernas y apartando al lado el triangulo de su tanga, dejando a la vista un coñito totalmente depilado.

A buen entendedor, pocas palabras. Me fui como niño a una golosina: primero besé su pubis y sus labios mayores, para después comenzar a pasar mi lengua por su vagina, evitando tocar su clítoris. Sus jugos manaban abundantemente y tenían un sabor que me pareció delicioso. Ella comenzó a mover sus caderas como tratando de introducir más mi lengua en su interior, por lo que me di el placer de empezar a lamer y chupar su clítoris. Ahí comenzó a gemir y jadear como si estuviera con un ataque de asma. Preocupado, levanté mi cabeza y ella tomándola con las dos manos la volvió a meter entre sus piernas, mientras me decía: "No te atrevas a detenerte ahora… sigue por favor... sigueeee."- y comenzó a tener un estrepitoso orgasmo.

A esas alturas mi verga ya estaba en su máximo esplendor nuevamente, por lo que me levanté, me terminé de sacar los pantalones y tomándola de los tirantes de la tanga, se la saqué hasta los tobillos, dejándola convenientemente en el borde de la cama. Sin pedir ni siquiera permiso, metí mi verga en su jugosa vagina, hasta el fondo, provocando en ella un suspiro y un nuevo orgasmo.

Empecé un ritmo de mete y saca pausado, lento, hasta que ella me pidió más fuerte… y mas fuerte. Movía su cabeza a todos lados. Su pelo rubio despeinado coronaba su cabeza extendido sobre la cama. Sus ojos cerrados, una sonrisa de placer en la cara, que ya había perdido esa expresión de bebé y ahora se había convertido en una diosa lujuriosa. De pronto sentí sus músculos vaginales apretar mi verga y manar más abundantes sus jugos, ante lo cual la saqué rápidamente y acabé sobre su abdomen.

Nos dejamos caer en la cama extenuados. Me miró cariñosamente y me preguntó - "¿Cómo te llamas?

Me sonreí ante la pregunta… a esta hora recién me preguntaba mi nombre. Sí que era caliente la hermanita de mi compañero.

Le di mi nombre y empecé a vestirme. De pronto me había acordado de mi dulce mujercita. ¿Me estaría echando de menos?

Rápidamente me levanté, le di un beso en los labios a Any y le dije que la llamaría, que le pediría su teléfono a mi compañero.

Salí raudo de la habitación. En el pasillo había varias parejas fajadas, besándose y metiéndose mano. Llegué al salón, donde se repetía el mismo espectáculo, aunque allí alcancé a ver en la oscuridad a una pareja follando en un rincón. De mi mujercita ni rastros. Empecé mi exploración por el departamento, hasta que di con una habitación con la puerta cerrada. Temeroso de lo que me podía encontrar, abrí lentamente la puerta. La habitación estaba bastante oscura, pero se oían unos gemidos muy sugerentes. Una vez que acostumbré mis ojos a la oscuridad, pude distinguir por lo menos tres cuerpos desnudos en la cama matrimonial. Mirando atentamente, vi un par de botas blancas a los pies de la cama. No, me dije en mi interior, esta vez no la dejo pasar. Ya es suficiente. Encendí la luz y vi tres rostros que se volvían hacia mí encandilados. Uno era por supuesto el de mi mujercita y los otros dos eran el del hermano de Any y otro compañero. Ambos tenían penetrada a mi mujer por cada uno de sus agujeros inferiores. Me quedé un momento callado. Tenía que pensar.

Mi mujer, mirándome a los ojos, con la mejor de sus sonrisas, me invitó:- "Cariño, estoy conociendo mejor a tus compañeros… ¿Porqué no participas?

Luego de un momento de duda…. me saqué los pantalones, le metí la verga a mi mujer en la boca, y participé