¿De Estudiante a Sumisa? (6)
Es el cumpleaños de Mariano y Débora le ha comprado un regalo muy especial
¿De Estudiante a Sumisa? (6)
Autor: Ricardo Erecto
Capítulo6 El Cumpleaños de Mariano
Al día siguiente, el cumpleaños de Mariano, fue Débora la primera en despertarse. Se levantó sigilosamente y fue en busca de la picana, el regalo que había comprado.
Cuando regresó, Mariano se había despertado.
-Profesor, éste es mi regalo de cumpleaños. Espero que sea de tu agrado.
Abrió el paquete y encontró la caja con el instrumento de tortura.
-Compré este aparato que creo es el más completo y especialmente diseñado para torturar mujeres. Creo que podrás hacerme muchas cosas pero el módulo más interesante es el que se coloca en la vagina o el culo. ¡Me imagino lo que deben ser descargas en la concha! ¡Cómo me vas a hacer sufrir!
-Había pensado en comprar una picana para torturarte, pero algo más sencillo. Con éste sí que te escucharé gritar.
-¿Te gusta mi regalo?
-Sí, aunque eres un poco egoísta. Es algo para usar contigo.
-¿Crees que me estoy educando como esclava? ¿Estoy resistiendo mejor los castigos? ¿Estás conforme cómo me comporto como tu esclava?
-Si duda que sí. Los primeros días era impensable que podías resistir el castigo de anoche en las tetas. Tu concha, siempre húmeda y dispuesta, me satisface.
-¿Vas a usar la picana ahora?
-Primero debo leer bien el manual. Es un instrumento peligroso y hay que usarlo bien. Creo que antes de la cena tendrá una sesión con este aparato.
-¿Y no me vas a hacer nada esta mañana?
-¿Qué te gustaría que te hiciera?
-Una esclava no opina. Solamente pone su cuerpo para que el amo disponga de ella.
-Tienes razón. Voy a crucificarte y azotarte de las tetas para abajo. Me gusta verte el pubis cruzado de marcas de látigo.
Cada vez más degradada, Débora se prestaba a seguir con esta fantasía que a instancia suya, había crecido en su tío. Los castigos eran cada vez duros, el trato más humillante y por momentos era tratada como una puta despreciable. Ella disfrutaba de su nueva condición.
La condujo a la sala y ató primero sus brazos a la parte alta de la cruz, Luego los tobillos y finalmente pasó una cuerda muy apretada que rodeaba su cintura. Débora sentía que su concha se humedecía.
Mariano tomó un látigo y se dispuso a castigarla. No puedo evitar una erección al ver a su sobrina indefensa, con las marcas sobre las tetas producto del castigo de la noche anterior. Entonces dejó el látigo por un momento y fue en busca de la cámara fotográfica. Quería tener una foto antes y otra después de flagelarla. Una vez hecha la primera toma, volvió a empuñar el látigo.
Mariano se había acostumbrado a azotar a Débora cada vez más fuerte, dejando sobre su piel verdugones cada vez más notables y no se conmovía por los gemidos o gritos de la esclava. Así fue que levantó el látigo y los descargó unos diez centímetros debajo del ombligo. El dolor de la muchacha fue realmente grande y un profundo gemido partió de su garganta. Mariano, satisfecho con este primer azote, levantó nuevamente el látigo, descargándolo apenas debajo de las tetas.
Los dos siguientes fueron dirigidos a la parte aja del pubis, apenas por encima de la concha. Ahora Débora no podía contener las lágrimas. No recordaba haber recibido azotes tan dolorosos y no sabía cuándo su ahora verdugo, iba a detener el castigo. Se sucedieron los siguientes 20 azotes desde los muslos hasta apenas por encina del ombligo. El rostro de Débora estaba desencajado del dolor, las lágrimas corrían presurosas por sus mejillas y los gemidos se alternaban con los espasmos del llanto.
Finalmente cesaron los azotes. Mariano se acercó y pasó su mano entre las piernas de su sobrina hasta alcanzar la concha y logró introducir una falange en la vagina.
-Estás más húmeda que una puta. Te habrán dolido los azotes, pero te has calentado como hembra en celo. Lo dicho, eres una puta.
Débora asintió con la cabeza. La humillación a la que estaba siendo sometida no impedía que el flujo bajara por su vagina. Deseaba fervientemente que su tío la bajara de la cruz y se la metiera hasta el fondo, pero parte de la estrategia de “el profesor” era justamente ese, que se excitara mucho y no pudiera calmarse siquiera con su mano.
Las marcas del látigo ahora eran muy visibles. Era el momento de volverla a fotografiar, cosa que hizo de inmediato. Luego salió del lugar dejándola atada a la cruz. Fu a si despacho a bajar las fotos a su ordenador.
Mientras las observaba las fotos, en espacial las tomadas luego de los azotes, pensaba qué opinaría su hermana y su cuñado de las cosas a las cuales sometía a su hija. Pensaba en la cara de ambos. La “nena” convertida en esclava sexual de su tío, azotada, humillada degradada de esa manera. Sonrió pero al mismo tiempo pensó que en algún momento deberían conocer la verdad. ¿Qué le diría? “Tu hija es una puta que he esclavizado para mi satisfacción” o “Tu hija tiene una concha y un culo que uso con frecuencia y hemos decidido que será mi esclava para abusar de ella” o también algo así como “La piel de Débora reacciona muy bien cuando la azoto con un látigo y me gusta tenerla encadenada y tratarla como mi esclava”. En cualquier caso sería un escándalo de familia.
Más tarde o más temprano deberían hacer algo. Ya había decido esclavizar a su sobrina y no pensaba volver sobre sus pasos. Gozaba cogiéndola, gozaba castigándola, gozaba humillándola, gozaba disponiendo de ella a su antojo. ¿Por qué echarse atrás?
Ya había pasado bastante tiempo desde que la “crucificó” era momento de desatarla y usar sus agujeros. Se dirigió a la sala. Débora estaba gimiendo y lagrimeando. Estaba realmente dolorida.
-Puta, ahora me vas a ofrecer tu cuerpo para que lo use como quiera.
-Profesor, use mi cuerpo pero no me torture más. No puedo más.
-No te voy a torturar, te voy a usar como puta.
-Profesor, úseme como la puta que soy. Será un honor para mí que me penetre.
Mariano la desató, La acostó en sobre una manta y, sin ninguna preparación previa, se la metió hasta el fondo. Dado que la vagina estaba completamente mojada, entró sin dificultad. Luego de correrse en el interior de la muchacha, le ordenó que hiciera las cosas de la casa.
-Profesor, ¿me va a torturar con la picana antes de la noche?
-No te preocupes. Tendrás tu castigo con electricidad. Verás que los azotes de esta mañana serán caricias frente a lo que pienso hacerte.
-Tenga piedad de esta esclava. Será la primera vez que recibiré descargas eléctricas.
-Desconozco la piedad. Las esclavas están para eso, para servir a sus dueños y tú no serás la excepción.
Débora no sabía si hablaba en serio o era simplemente una chanza, pero supuso que le esperaba un castigo duro.
Mariano pasó toda la tarde estudiando las características y usos del instrumento. Las posibilidades de torturar a su sobrina casi no tenían límite. Explicaba detalladamente las distintas formas de torturar las tetas, la concha, el culo, los pies, las manos, la espalda e incluso la cara. No cabía duda que se trataba de un equipo muy completo. Se preguntaba si Débora sabía qué cosa podían hacerse con ese instrumento.
Ya caía el sol cuando Mariano le indicó que se dirigiera as la Sala de Degradación. No era frecuente que Mariano llamara así al lugar donde tantas veces había castigado y abusado de su sobrina. Débora imaginó que sería una sesión dura.
Le ató las muñecas, le colocó una barra separadora en los tobillos y comenzó a elevarla hasta que apenas tocan sus pies en el suelo. Por la posición de las piernas, su concha estaba completamente accesible.
Comenzó fijándole unas pinzas en los pezones con sus respectivos cables al aparato. Las primeras descargas serían justamente entre las tetas. Puso el regulador en potencia media y apretó el botón rojo que producía la descarga. Débora estaba preparada pero no imaginó lo que era sufrir esas descargas entre sus pezones. Todo su cuerpo tembló y la voz se le quebró, mientras un chorrito de orina escapaba de su vejiga de manera involuntaria.
Fueron solamente unos segundos pero le pareció una eternidad. Cuando cesó la descarga y pudo recuperarse, pidió perdón por haberse meado.
-No importa que te hayas mojado. Es unas de las cosas que podían ocurrir según el manual. Probemos otra vez.
Nuevamente Mariano apretó el botón y una nueva convulsión sacudió el cuerpo de su sobrina. En esta oportunidad la descarga fue un poco más prolongada. Cuando finalizó y luego que la muchacha pudiese recuperarse le preguntó:
-Creo que no te animarás a desobedecer. Ésta aparato me resulta muy útil.
-Es terrible. Sentía que las tetas me quemaban.
-No es que te quemen. Es la sensación del paso de la electricidad. Vamos a probar las descargas en la concha.
-¿En la concha? ¿Me vas a meter algo en la concha?
-Sí y que circule corriente entre la concha y las tetas, con intensidad menor. La vagina está húmeda y hará buen contacto. Espero que ahora no te mees.
Débora esperó que su tío le introdujera un cilindro metálico profundamente en la vagina, cambiara cables y preparara todo.
-Mi esclava Débora, es hora de torturarte con electricidad en tu parte más intima.
-Profesor, tengo miedo. Eso es peligroso.
-De ninguna manera. El manual dice que hasta la potencia de 7 es perfectamente soportable por las putas. Lo pondré en 4.
-Tío, no soy una puta acostumbrada a recibir cualquier cosa en la concha.
-Las putas no reciben cualquier cosa. Reciben pijas.
-No tío, no lo hagas.
-Es tarde. Tú me has regalado este aparato y no me privaré de usarlo.
Apenas había terminado de decirlo, pulsó el temido botón rojo. Los gritos de desesperación y dolor de Débora llenaron la sala, mientras abundantes lágrimas escapaban de sus ojos. Mariano mantuvo el botón apretado, mientras se deleitaba viendo cómo su sobrina estaba completamente a merced de sí mismo. Poco después soltó el botón.
-Profesor, no puedo más, creo que no estoy preparada para esto.
-Lo lamento sinceramente. Ahora estás atada y no puedes rebelarte y quiero seguir torturándote así. Quiero probar con el cilindro en el culo.
Así lo hizo y poco después las descargas se hacían sentir en el recto, con una rara sensación que Débora no podía definir, entre dolor y placer. Luego Mariano aumentó la corriente y entonces sí que la sensación era de dolor. Le quemaban sus entrañas.
-No sabes lo hermosa que estás cuando tu cuerpo tiembla espasmódicamente cuando la corriente eléctrica atraviesa tu cuerpo.
-Profesor, no sea cruel. No puedo más, sáqueme el cilindro del culo.
-Sí te lo sacaré porque ahora usaré una punta para recorrer tus piernas. Creo que tus pezones se van a poner más turgentes que nunca.
Débora, resignada, esperó que terminara de acomodar la punta, que acercó a la parte interna del muslo. Fue apenas un toque pero dio un respingo. Las ligaduras no le daban libertad para moverse o evitar que Mariano accediera a la parte de su cuerpo que quisiera. La tortura se prolongó por varios minutos. Sus pezones le quemaban.
-Por hoy vamos a terminar. Este aparato me ha gustado y creo que lo usaré con frecuencia. Es un placer verte temblar, moviéndote voluptuosamente mientras la electricidad traspasa tu cuerpo. He visto que tiene otras posibilidades, como esa de metértelo en la concha y dejar que produzca descargas entre los extremos del cilindro. Ahora creo que unos azotes en el culo te sentarán bien.
-¡Ay tío! Me has azotado en la parte de adelante y me has torturado con electricidad. ¡Por favor! ¡Déjame el culo sano!
-¿Sano? No lo pienso lastimar, solamente dejarte unas marcas de látigo.
-Así ni siquiera me podrás coger esta noche
-Te cogeré de todos modos, te duela el culo o no. Te abrirás de piernas para ofrecerme tu acogedora conchita.
Tomó un látigo y le aplicó media docena de azotes en el culo. Luego la desató y le permitió recostarse. Ya en la cama, con su cuerpo dolorido y sus pezones ardiendo comenzó a llorar en silencio mientras se acariciaba el culo y las tetas, buscando calmar el dolor.
Así pasó unas tres horas, momento en que Mariano entró en la habitación. Acercó sus labios a la boca de Débora y la besó mientras acariciaba otras partes de su cuerpo. Como por arte de magia, la muchacha olvidó el castigo, los dolores y la humillación.
-¿Sabes esclava? Quiero cogerte esa hermosa conchita que tanto ha sufrido hoy
-Todo mi cuerpo está a su disposición, profesor. Estoy para cumplir sus deseos.
Se puso de espalda y separó sus piernas. La concha estaba brillante de la humedad que la cubría. Mariano se quitó la ropa y con suavidad fue penetrando esa fruta madura que se ofrecía. Débora cerró todo lo posible sus piernas para atrapar y acariciar esa pija que ocupaba su vagina. Con movimientos lentos finalmente Mariano se corrió e instantes después lo hizo Débora, cuyas manos apretaban la espalda del hombre contra sus tetas. Estos momentos le hacían olvidar cualquier situación de sufrimiento físico.
-Profesor, ¿va a usar otras veces la picana?
-Por supuesto que sí. Debes acostumbrarte a soportar descargas cada vez más fuertes y estoy especialmente interesado en ese aparatito que se mete en el culo y provoca descargas periódicas.
-¿Me lo vas a insertar esta noche?
-No. Sería abusar de tu cuerpo en exceso. Ya llegará el momento. Quiero que esta noche también duermas conmigo para cogerte en el momento en que tenga voluntad de hacerlo.
-Será un honor compartir su lecho profesor y estaré atenta para cuando quiera usarme. Me castiga muy duro pero también me compensa clavándomela hasta el fondo. Además creo que estoy aprendiendo a soportar cada vez castigos más duros. Profesor, ¿le parezco muy puta?
-Un poco puta, pero me gusta cómo te estás comportando. Además me parece que tu cuerpo está cada vez más apetecible.