¿De Estudiante a Sumisa? (5)
Se acondiciona la casa para el entrenamiento de Débora
¿De Estudiante a Sumisa?
Autor: Ricardo Erecto
Capítulo5 Se Acondiciona la Casa
La mañana del sábado fue muy activa. Lo primero fue contratar personal para dividir el garaje y revestir la parte de la Sala con material aislante de ruidos y en la habitación que ocupaba Débora, poner rejas en las ventanas y reemplazar la puerta de acceso a la habitación por una de hierro con una pequeña ventana enrejada.
La otra actividad de esa mañana fue comprar ropa para Débora.
-La ropa que actualmente tienes las seguirás usando para ir a la Universidad, pero quiero que compremos otra ropa para cuando estés en casa o salgamos de paseo. Quiero una ropa con la cual parezcas una verdadera puta.
-Como digas, profesor. Si te gusta verme vestida como una puta, no tengo ningún inconveniente en hacerlo. Creo que lo mejor es que elijas tú la ropa y yo me la pruebe pero no opinaré en absoluto. Si a ti te gusta, a mí me gusta.
Salieron y se dirigieron primero a una lencería con amplio surtido en ropa interior. Mariano eligió bragas desde muy reducidas dimensiones (tipo hilo dental) hasta otras, que cubrían más el culo y el pubis pero de telas completamente transparentes. En cuanto a los corpiños los había de modelos que apenas tapaban los pezones hasta otros de telas muy finas que marcaban justamente los pezones como si no usara esa prenda. En todos los casos Débora debió probarse las prendas en presencia de su tío.
Luego se dirigieron a una tienda, que si bien había todo tipo de prendas, era la tienda en la cual compraban las prostitutas del lugar, por lo cual no fue difícil conseguir las prendas que Mariano buscaba.
Faldas extremadamente cortas y ajustadas, que marcaban descaradamente el culo, camisas transparentes y otras muy escotadas y ajustadas, mostrando gran parte de las tetas de su sobrina, completaban el vestuario. Débora se sentía un poco humillada vestir de semejante manera y haber tenido que cambiarse en presencia de su tío y de los vendedores de las tiendas, pero entendía que era parte de su entrenamiento. Volvieron a la casa.
-Profesor, ¿Cómo quiere que me vista?
-Usa solamente esas bragas transparentes que hemos comprado.
Débora de inmediato comienza a desnudarse hasta quitarse la última prenda, busca en las bolsas la bombacha indicada y se la pone. Es tan transparente que apenas se nota que tiene puesta la prenda.
-Usar esta bombacha y estar desnuda es igual.
-Quizás, pero quiero verte así. Prepárame una taza de té y luego tú misma te pondrá sendos broches de ropa en pezones y te calzas el collar metálico.
La muchacha obedeció de inmediato, minutos más tarde regresaba portando la taza de té, las pinzas en las tetas y el collar.
-¿Mi profesor desea algo más?
-Nada más por el momento. Ve a leer “Que se Espera de una Esclava”. Quiero apurar tu entrenamiento.
Una semana más tarde Mariano le indicó que vistiera las ropas que habían comprado. La falda más corta, las bragas más reducidas y la camisa más escotada que dejara ver los senos. Intrigada Débora obedeció.
-Saldremos a cenar y quiero mostrarte como mi última conquista.
-Así más que una conquista pereceré una vulgar puta
-Me gusta que luzcas como una puta. Luego de cenar tengo preparado algo para ti
-¿Continuarás con mi entrenamiento?
-Ya verás. No te adelantaré nada.
Salieron al restaurante. Con el andar de Débora, la falda se movía y dejaba ver perfectamente el culo ya que el tanga se incrustaba en la raya y por delante, la transparente tela permitía ver el depilado coño de la muchacha. El pronunciado escote del top dejaba ver gran parte de las tetas, ya que apenas cubría los pezones. No llevaba sostén. Varios comensales no pudieron evitar seguirla con la mirada.
Cuando el camarero se acercó a tomar el pedido, no quitaba los ojos de Débora. El hombre parado y la muchacha sentada le permitían a aquél ver perfectamente los turgentes pezones. A pesar del momento incómodo que estaba pasando, la joven no cambió su actitud e incluso hizo un leve movimiento para mostrar mejor sus tetas.
-Te estás portando adecuadamente. Quiero que el camarero vea algo más de tu cuerpo. Súbete un poco la falda para mostrar el tanga.
La muchacha obedeció. Era casi como estar desnuda en un lugar público.
-Esto te enseñara a que puedes mostrar tu cuerpo a desconocidos si tu profesor te lo indica. Voy a sacar de mi sobrina una esclava perfecta.
-Creo que también una puta perfecta. Me avergüenza estar así pero entiendo que lo haces por mi futuro.
-Claro, quiero que seas una esclava obediente.
Transcurrió la cena con frecuentes vistas del camarero por cualquier nimiedad. No quería perder la oportunidad de admirar el cuerpo de Débora. Ella y su tío notaron el bulto en el pantalón del hombre. Finalizada la cena, se levantaron y Mariano tomó a Débora de la cintura, pero apenas caminaron unos pasos posó su mano sobre el culo de la muchacha, levantando ligeramente la falda. Desde atrás podía verse claramente el tanga y parte de los glúteos.
Ya en el auto fue Débora la que inició la conversación.
-Profesor, saliendo del restaurante no solamente apoyaste la mano en el culo sino que me levantaste la pollera. Se me debía ver medio culo.
-Eso era lo que quería, que admiraran tu trasero, que lo pudieses mostrar sin inhibiciones. Era casi cómico ver cómo estabas avergonzada. Tenías la cara roja.
-No era para menos. Fue una experiencia dura.
-¿Más dura que cuando te azoto con el látigo?
-No, pero es distinto. Cuando me castigas es una cosa entre nosotros dos, pero ahora era un castigo visual, la gente me miraba.
-Ya habrá oportunidad de castigarte en público y reunir ambas sensaciones.
-¿Algún día me vas a castigar en público?
-¿Y por qué no? Una verdadera esclava debe someterse a todo. Para compensar la humillación de hoy, te dejaré dormir en mi cama, aunque esposada, pero antes usaré tu culo para penetrarte.
Llegaron a la casa, se quitaron la ropa y se metieron en la cama.
-Profesor, mi culito está a su disposición. ¿Cómo quiere usarlo?
-Ya sabes, ponte en cuatro y separa los cachetes. Hoy te la meteré sin lubricar la entrada.
Como siempre, Débora obedeció. La penetración, por falta de lubricación, fue dolorosa, pero no emitió ni una queja. Quería que Mariano descargara toda su leche adentro, aunque ella no lograra correrse. Luego le puso las esposas y se durmieron.
Todos los días Mariano avanzaba en una humillación nueva, o un castigo un poco más fuerte. Lo que no cambiaba era el polvo diario en alguno de los agujeros
Un mes más tarde era el cumpleaños de Mariano. Débora quiso hacerle un regalo. Fue entonces que buscó en las casas especializadas hasta que encontró el regalo ideal. ¡Una picana eléctrica! Era un modelo completísimo que incluso tenía un elemento adicional que podía introducirse en el culo o la concha y mediante una pequeña llave se dilataba en el interior para no poder expulsarla. Ese cilindro producía descargas eléctricas cada cinco minutos con la intensidad que se programara. Metido en cualquiera de los dos agujeros, era casi imposible descansar ya que cada descarga producía un fuerte temblor en el cuerpo de la esclava.
Débora entendió que activado durante la noche no la dejaría dormir y durante el día le produciría estremecimientos que todos observarían. Por otra aparte el aparato principal contaba con diversos aditamentos que solo con mirarlos producía un escalofrío en ella. Confiaba en que su profesor haría uso adecuado del mismo.
El cumpleaños era un sábado. El viernes por la noche Débora esperó a su tío como lo hacía todos los viernes, desnuda, con el collar metálico puesto y fijo a la pared y esposada con las manos en la espalda. Mariano al verla, como lo hacía generalmente. Se acercaba a ella, le apretaba los pezones y luego le introducía el pulgar en la concha.
-¿Cómo está la esclava hoy?
-Ansiosa de servir a mi profesor.
-¿De verdad quieres verme feliz?
-Por supuesto profesor. Haré lo que quiera si eso le complace.
-Pensaba azotarte en las tetas. Ya casi se han borrado las marcas. Lo haré con un látigo de cuero trenzado, el más doloroso.
-Por supuesto estoy a su disposición. Agradezco que no olvide de educarme como una esclava sumisa.
La condujo a la sala y la amarró de espalda a una de las paredes. Sus brazos y piernas en X, fijas a argollas y una ajustada cuerda ceñida a su cintura y también fija a la pared completaban las ataduras. Sabía lo que era el látigo de cuero trenzado. Ya lo había experimentado en el culo y todo dependía de la fuerza conque aplicara el azote. Veía a su tío de buen humor y cuando estaba eufórico, pegaba más fuerte y ese día sería en la tetas
No se equivocó en cuanto a lo riguroso del castigo. Quince azotes en las tetas, con ese látigo y manejado con destreza, le auguraba un castigo severo. No se equivocó.
No era la primera vez que sus tetas sufrirían la visita de algún látigo, pero ese látigo, era algo distinto. Al recibir el primer azote un aullido (no era ni un gemido ni un grito) era un verdadero aullido, partió de su garganta.
Como tantas veces había ocurrido, junto con el sufrimiento por el castigo venía l humedad de su concha. Por eso le gustaba que su tío abusara de su cuerpo con látigos u otros instrumentos. Se mojaba y luego su tío la calmaba cogiéndola. Se sentía humillada y vejada, pero al mismo tiempo comprendía que no podía separarse de su tío. ¿Qué pasaba por su mente? No lo podía explicar. Sentía un suave cosquilleo en culo cada que unas esposas se cerraban sobre sus muñecas, Una cuerda amarraba su cuerpo o el látigo alcanzaba sus partes íntimas. Se sentía feliz.
Luego de los quince azotes, la desató y allí mismo en la sala la acostó en el piso separándole las piernas. La concha rezumaba flujo. La penetró de inmediato.
Luego de cenar se dispusieron a acostarse.
-Como mañana es mi cumpleaños, te dejaré dormir en mi cama con la condición que me despiertes sintiendo mi pija en tu boca.
-Gracias profesor por permitirme descansar en una cama. ¿Me permite dormir solamente con las bragas? Los azotes en las tetas me duelen mucho y no soporto el pijama
-Te lo concedo. Eres una buena esclava y no quiero abusar de ti más de lo necesario. Además ponerte la mano debajo de las bragas, acariciándote el culito es uno de los placeres que puedo darme contigo aquí.