¿De Estudiante a Sumisa? (2)
Débora experimenta la sumisión. Al principio tiene sentimientos encontrados.
¿De Estudiante a Sumisa? (2)
Autor: Ricardo Erecto
-Quiero que seas tú el que me quite la ropa y me ate las manos a la cama. Primero me azotas de atrás y luego de adelante. No tengas contemplaciones, me azotas fuerte y si no lo puedo soportar te lo diré.
-Veo que tenías todo bastante planeado.
-Sí, este sábado sabré si eso realmente me apetece o no.
Finalmente llegó el sábado. Ambos estaban tensos. Mariano por lo que implicaba cogerse a su sobrina y Débora por saber si finalmente ser una esclava, ser azotada y finalmente violada (aunque con su consentimiento) era algo que calmaba sus ansias sexuales.
Pasada una hora del almuerzo se dirigieron al dormitorio de Débora. Ésta cerró la puerta con llave y se la entregó a Mariano.
-Mi señor estoy a su disposición. En el cajón de la mesa de noche encontrará unas esposas y una cuerda para lo que necesite.
-¿De dónde has sacado esas esposas?
-Las he comprado para mi amo, para que disponga de mí.
Mariano se acercó y comenzó a aflojar los botones de la camisa, lentamente, mientras comenzaba a aparecer un corpiño de encaje blanco. Aflojó completamente la camisa y se la quitó. El corazón de Débora latía con fuerza y el bulto en el pantalón de Mariano comenzaba a hacer notar.
Luego se ubicó detrás de ella y comenzó a bajar el cierre de la falda que cayó alrededor de los tobillos de la muchacha. La bombacha, de reducidas dimensiones, también era de encaje dejando transparentar parte del cuerpo.
Mientras tanto Débora permanecía inmóvil, atenta a los movimientos de su tío, que aflojó el gancho del corpiño, librando parcialmente las tetas. Así, desde atrás, pasó ambas manos sobre las tetas de Débora, alcanzando los pezones que apretó con suavidad. Luego quitó completamente la prenda y se ubicó delante de ella.
Era la primera vez que observaba los senos de su sobrina y no pudo menos que sorprenderse. De regular tamaño, firmes, con unos pezones que ya estaban muy duros y apuntando hacia delante. Nuevamente apoyó las manos sobre los mismos y comenzó a acariciarlos. La erección se hizo más notable.
La recostó de espaldas sobre la cama y luego de quitarle los zapatos y las medias comenzó a bajarle las bragas. Grande fue su sorpresa cuando observó el coño completamente depilado, de piel suave.
-No sabía que llevabas la vulva depilada.
-Mi Señor, la he depilado para su satisfacción. Así me encuentro más desnuda y más expuesta a mi amo.
Mariano no respondió. Pasó sus dedos por los labios vaginales que estaban húmedos y cálidos. Luego terminó de quitarle las bragas. Ahora su sobrina estaba completamente desnuda, de espaldas sobre la cama y con sus piernas ligeramente separadas. La pija de Mariano estaba dura y con deseos de penetrar esa conchita virgen. Sin embargo debía completar los deseos de su sobrina.
Tomó las esposas y las fijó en las muñecas. Luego con una cuerda ató las esposas al respaldo de la cama mientras le indicaba que se pusiera boca abajo. Se quitó el cinturón de sus pantalones y enrollándolo en su mano derecha se dispuso a azotar el blanco y redondo culo de su sobrina.
Mariano no pudo precisar qué fue exactamente lo que pasó por su mente, pero levantó su brazo y descargó con fuerza el trozo de cuero contra el culo de Débora. Ella hizo el esfuerzo por no gritar y permaneció sin moverse, esperando el segundo que no demoró en dejar otra marca sobre la blanca piel. Luego llegó el tercero, el cuarto y así hasta los diez. Algunas lágrimas mojaban las mejillas de la muchacha.
-Perdóname Débora. No sé qué he hecho. ¿Te ha dolido mucho?
-No importa. Continúa con la espalda como te he pedido. No te detengas.
Débora había abandonado la formalidad de una esclava para expresarse con la familiaridad de una sobrina
Mariano se dispuso a azotar la espalda de la muchacha. Nunca hubiera imaginado que él protagonizaría semejante escena. Sin embargo algo lo impulsó a nuevamente levantar su brazo para descargar un azote en la delicada espalda. Esta vez un ¡Ayyyy! Partió de la boca de Débora.
Se sucedieron los cuatro azotes faltantes de inmediato. Quince marcas de color rojo intenso adornaban el cuerpo tendido de la muchacha. Mariano dejó el cinturón y tomando los cachetes del culo los separó. Estuvo tentado de introducirle un dedo en el ano, pero se contuvo. Separó con sus manos las piernas para observar la concha. Estaba más húmeda que cuando comenzaron los azotes.
Sin importarle las lágrimas de su sobrina, le indicó que se volteara para dejar su pubis y tetas para ser castigadas. Débora obedeció y se dispuso, aunque temblando, a que su tío la castigara. Los primeros cinco azotes fueron dirigido a las tetas. La buena puntería de Mariano hizo que los cinco cayeran sobre los pezones.
Nunca supuso que podían doler tanto. Por supuesto sabía que los pezones son sensibles pero el azote sobre los mismos era un infierno. Las lágrimas corrían abundantemente sobre sus mejillas. Ahora era el turno del pubis. Su tío apuntó el castigo bien cerca del comienzo de la concha en la parte baja del pubis, allí donde se había rasurado el vello. Los ocho cayeron prácticamente uno sobre el otro, la piel escocía y no podía protegerse si calmarse aunque lo quisiera.
Sintió luego cómo le separaba las piernas y cuando abrió los ojos vio a Mariano desnudo, con la pija dura y dispuesta verdaderamente a violarla, tal como ella había pedido. Notó la presión sobre la concha y cómo se abría paso la pija en su vagina. El himen cedió sin dificultad y poco después se percató que su vagina estaba totalmente ocupada por el grueso miembro. Todavía llorando por el dolor de los azotes no tuvo ni fuerzas para pedir que lo hiciera con delicadeza. Las embestidas eran continuas y fuertes y no demoró en sentir el líquido caliente depositado en su interior. Aunque le resultara extraño, entre el dolor de los azotes y haber sido desvirgada, notó que llegaba al orgasmo.
-¿Estás conforme ahora? ¿Ves lo que es ser una esclava, recibir un fuerte castigo y luego ser violada? ¿Eso es lo que quieres hacer de tu vida?
-Perdóname tío. No pensé que era tan duro. Suéltame las manos.
-Aun no he terminado. Ahora no te puedes defender. Primero algunos azotes más en las piernas y directamente sobre la concha y luego te la meteré por el culo, sin preparación, para que te duela y aprendas a no ser una chiquilina tonta.
-¡No tío! Suéltame. Más azotes no. No quiero que me la meta por el c…
No pudo terminar la frase. El cinturón manejado por Mariano estaba golpeando los muslos de Débora. Fueron diez azotes desde la entrepierna hasta las rodillas y cinco más directamente sobre los labios vaginales. Débora, ya fuera de sí, gritaba con desesperación y retorcía las manos para zafarse de las esposas que rodeaban sus muñecas.
Mariano tomó su cintura con ambas manos y la puso boca abajo. Le colocó un almohadón para levantarle el culo y se dispuso a sodomizarla. Débora ni siquiera se opuso. No tenía alternativa. Se la metería por el culo de cualquier manera. Prefirió relajar el ano para que fuera menos doloroso.
Su tío recogió semen que escapaba de su concha y lo desparramó en la entrada del ano. Luego apoyó el glande y comenzó a empujar hasta que se fue metiendo. Débora lloraba y entre gemidos pedía que no lo hiciera. Sus ruegos no fueron escuchados y Mariano no se detuvo hasta que la tuvo toda adentro.
-¿No querías ser mi esclava? Pues quiero cogerme a mi esclava por el culo y si sigue gimiendo y llorando luego la azotaré directamente en la concha otra vez, como se merece una esclava rebelde.
Cesaron de inmediato sus gemidos y ruegos. No tenía alternativa. Había llevado las cosas a un punto que nunca imaginó. La pija entraba y salía de su culo con naturalidad aunque con dolor. Poco después sentía el esperma que inundaba su recto.
Mariano permaneció inmóvil hasta que, ya flácida, la pija se salió del culo de su sobrina. Se levantó, dejando a Débora con sus manos atadas y sollozando. Salió de la habitación y cerró la puerta.
Regresó dos horas más tarde. Débora permanecía en la misma posición en que la dejó, ni siquiera había sacado el almohadón debajo de su vientre. Ya no lloraba y se había calmado.
-Espero que lo que ha ocurrido te sirva para dejar de pensar tonterías y no quieras convertirte en esclava de nadie.
-Por favor tío, quítame las esposas.
-Sabes que una esclava no puede pedir semejante cosa. Te las quitaré si además te arrepientes de haber pensado en convertirte en esclava.
-Tenías razón. Una cosa es mirar videos y otra muy distinta protagonizarlos. Creo que me enseñaste una lección.
-Vístete. No quiero que permanezcas desnuda.
-Me duele todo el cuerpo. ¿Me dejas que me ponga solamente el pijama?
-Haz lo que quieras, pero me parece que te convendría tomar una ducha fresca y ponerte alguna crema suavizante. Tienes unas buenas marcas por todo el cuerpo.
-Sí, mira las tetas. ¿Se me irán estas marcas?
-Supongo que sí, pero espero que te duren suficiente tiempo como para que no quieras repetir la experiencia.
-Dime, ¿en la espalda también se notan las marcas?
-Sí aunque lo más notable es el culo. Parece que te he pegado fuerte y sobre la piel blanca se destacan las bandas rojas que dejó el cinturón.
-¿Te puedo pedir una cosa?
-¿Qué otra locura se te está ocurriendo?
-Quería que me tomaras unas fotos para registrar cómo quedé luego del castigo.
-Me parece bien, así si tienes intenciones de repetir la experiencia, mirando las fotos, cambiarás de opinión.
-Me me está saliendo el semen del culo y de la concha. Apúrate que quiero que quede registrado.
Mariano le tomó unas 20 fotos, mostrando su cuerpo desnudo, con las marcas del castigo y el esperma corriendo por sus muslos. Una vez finalizado, Débora fue al baño y procedió a bañarse con agua fría, eliminándose los restos de semen y calmando el ardor de su piel. Le pidió a su tío que la ayudara a ponerse crema suavizante en su cuerpo, se puso el pijama y se acostó.
Por su parte Mariano se ubicó en su sillón favorito y prosiguió con la lectura de una novela de Mario Vargas Llosa.
Alrededor de una hora más tarde, Débora fue en busca de su tío.
-Quería dormir, pero no puedo. Me duele el cuerpo y en un momento que creo dormité, me desperté sobresaltada. Creo que fue una pesadilla por lo que pasó esta tarde.
-En ese caso, es mejor que te calmes. Te recomiendo leer algunos cuentos cortos bastante entretenidos que tengo. Tengo un libro de Guy de Maupassant, que a pesar de haber sido escritos hace más de cien años son bastante interesantes describiendo la sociedad francesa del sigo XIX.
-Creo que es una buena idea, pensar en otra cosa.
Luego de la cena y ante la certeza que Mariano se iría a dormir, Débora le formuló un pedido.
-Tío, ¿no te enojas si te pido dormir contigo? Me sentiré más segura.
-No tengo inconveniente, en especial si así puedes descansar mejor, que te vendrá muy bien.
-Y una cosa más. Cuando me acosté a la tarde me tuve que sacar el pijama y quedarme desnuda. En la cama no aguantaba la tela.
-¿Tampoco usarás bragas?
-No, no soporto nada que se pegue a la piel en la cama.
Y con una sonrisa su tío replicó: -Me tendré que poner un cinturón de castidad masculino para no tentarme.
-¡Hay tío! ¡Las cosas que dices!
-Débora, no te hagas la inocente. ¡Las cosas que heces!
-Es que no estoy en condiciones de coger. Cuando se me pasen los dolores, te dejaré hacerlo.
-Mejor vamos a dormir y no prosigamos esta conversación.
Fueron al dormitorio, Débora se desnudó completamente y se metió en la cama, buscando el cuerpo de su tío.
-Déjame estar cerca de ti, así estoy más tranquila, sabiendo que estás a mi lado.
-Sin embargo he sido yo mismo el que te azotó y te violó, incluso por el culo, desvirgándote tanto de adelante como de atrás.
-Yo te había pedido que me violaras. ¿Puedes abrazarme aunque sea un ratito?
Mariano se acomodó y abrazó a su sobrina que se acurrucó en su pecho. La excitación de Mariano se hizo notable. A pesar de ser su sobrina y haberla mirado hasta esa mañana de una manera, no podía evitar verla ahora de otra forma. Comenzó a acariciar con suavidad la espalda y el culo.
-Me hacen bien esas caricias. Me calman el dolor.
Débora alargó su mano hasta encontrar la pija de su tío y la tomó con sus manos.
-La tienes dura. ¿Te has calentado?
-Débora, no se tiene todos los días a una muchacha en bolas en la cama, aunque no la pueda coger. ¡Está desnuda y en la cama!
-¿Quieres que te la mame? No te ofrezco la concha porque creo que no puedo, pero con la boca puedo hacerte correr.
-¿Qué tan buena eres con la mamada?
-No lo sé, nunca lo hice. ¿Me guías cómo hacer para que te corras?
-¡Joder Débora! En lugar de hacerlo con los labios vaginales, lo haces con los labios de la boca y te ayudas con las manos.
-¿Te vas correr en mi boca?
-Como tú quieras. Puedo avisarte cuando se me viene.
-No, córrete en mi boca. Quiero sentir la sensación de tener el semen en la boca y luego tragarlo.
-Débora, me parece que eres un poco puta.
-Y… sí. Soy un poco puta. No hablo más y dedicaré mi boca a hacer mi trabajo.
Se puso la pija en la boca y comenzó el movimiento de entrada y salida mientras la lengua también acariciaba el glande. En esos momentos olvidó el dolor de los azotes y se concentró en la mamada. No quería perder detalle de lo que ocurría.
A pesar de su inexperiencia se desenvolvía muy bien y poco después dos chorros de semen llenaban su boca. Apretó los labios mientras retiraba la pija de su boca. No quería perder ni una gota del precioso líquido. Lo saboreó y luego lo tragó en su totalidad.
-Al principio creí que me daría asco tragarlo, pero no tiene mal sabor. Me ha gustado chupártela tío.
-Pues a mí también me ha gustado como lo has hecho. Vamos a lavarnos. Yo, la pija y tú, la boca.
Volvieron a la cama y durante un rato Débora apoyó su cabeza sobre el pecho de Mariano. Luego quedaron dormidos.