¿De Estudiante a Sumisa? (15)
Comienza el sometimiento de Sofía. Deberá asumir que ahora es una esclava y que no tendrá alternativa más que obedecer a Mariano
¿De Estudiante a Sumisa? (15)
Autor: Ricardo Erecto
Capítulo 15. El Sometimiento de Sofía
Sofía apenas durmió esa noche. No estaba acostumbrada a dormir en el suelo sobre un edredón, desnuda y encadenada en una celda. No sabía si soñaba o estaba despierta pero a cada momento comprobaba que estaba despierta. Tenía hambre. Estaba desolada y a ratos no podía contener el llanto. Finalmente llegó la mañana y con ella la entrada de Mariano al lugar.
-Sofía hoy es un día importante. Le diré a Débora que te traiga algo de comer, pero no en exceso. Tengo algunas cosas para hacerte y no quiero que la comida te resulte pesada.
-Señor Mariano, déjeme ir. Yo no le hecho nada para que me trate así. Me ha cogido anoche por adelante y por atrás. Si desea me la pone nuevamente y luego me deja volver a mi casa.
-De ninguna manera. Ya has firmado tu contrato en el cual te declaras mi esclava y eso no tiene retorno. No insistas porque de lo contrario deberé castigarte muy duro para que te convenzas que eres una esclava y nada más que eso.
Poco después ingresó Débora con el desayuno. Sofía comió con avidez.
-Ahora vendrá mi Señor. Creo que quiere castigarte para que aceptes tu condición de esclava.
-Débora, ¡no soy una esclava!
-¡Otra vez la misma cantinela! Has comenzado una nueva vida. ¡Acéptalo! Caso contrario creo que lo pasarás muy mal. Me ha dicho que te quite todas las cadenas y solamente cierre la puerta de la celda.
Luego se retiró del lugar. Sofía estaba expectante y ansiosa. No sabía qué ocurriría a continuación. Poco después entro Mariano. Abrió la celda y tomándola de una muñeca la condujo hasta la camilla ginecológica.
-Sabes qué es esto. Acomódate con las piernas sobre los estribos.
Sofía se acomodó dejando las piernas en el lugar indicado. Los estribos estaban muy separados por lo cual su sexo estaba expuesto y los labios vaginales dejaban visualizar los labios interiores y la entrada de la vagina. Mariano le ató los brazos, las piernas, la cintura y el cuello, dejándola completamente inmovilizada.
-Esclava, estás a merced de tu amo. Tus partes íntimas están expuestas y secas, voy a humedecerte la concha para facilitar el trabajo.
Sofía pensaba que le iba a introducir algún objeto en la vagina. Sus ojos se humedecieron.
-¿Te han torturado alguna vez con picana eléctrica?
-¡Nooo! ¡Eso noooo! ¡La picana noooo!
-¿Ya la conoces?
-He visto una peli en la cual a una mujer la torturaban con una picana. ¡No, con picana nooo!
-Cálmate, será solamente muy poco tiempo y con baja intensidad. Te podré un electrodo profundamente en el culo y con esta punta tocaré tus pezones y la concha.
-No, por favor no me torture así.
-No te asustes. Siendo la primera vez no abusaré con las descargas.
Le introdujo un cilindro metálico en culo y luego de conectar el aparato acercó la punta a uno de los pezones. Fue un toque fugaz pero suficiente para que todo el cuerpo de la muchacha se estremeciera. Luego el otro pezón y finalmente la entrada de la vagina. Los gritos llenaron la sala.
-¿Quieres que pare con el castigo?
-Sí, haré lo que quiera pero más picana no.
-Bien, te lo cambio por una carta que escribirás.
-No entiendo. ¿Debo escribir una carta?
-Sí, una carta a tus padres diciéndole que estás en una ciudad de África, que te encuentras muy bien, que has venido por tu propia voluntad y que quizás en un tiempo regreses. Luego la firmas
-¿Quiere que escriba que me encuentro bien, que estoy aquí por mi propia voluntad? ¡No lo haré!
-En ese caso continuaré con la picana.
Antes de terminar de decirlo la punta electrificada se apoyaba en el clítoris. Ahora la descarga era mayor. El grito fue ensordecedor. Casi de inmediato retiró la temida punta. Una vez calmada le preguntó nuevamente
-¿Quieres o no escribir la carta? Puedo seguir mucho tiempo tocándote con esta punta la concha o las tetas. No tengo apuro y tengo la mañana libre.
-No, por favor, no siga.
-¿Aceptas escribir la carta?
-Sí, pero desáteme de aquí. No quiero más picana.
-Veo que entras en razón bastante rápido. Así debe comportarse una esclava.
La desató y la condujo a su despacho. Allí había papel y bolígrafo y escribió.
:
“Queridos papá y mamá”
“Estoy en África, en un lugar maravilloso, disfrutando de los placeres que el clima y el lugar me brindan. He dejado los estudios porque creo que aquí tengo una vida y futuro mejor”
“No creo regresar pronto, pero antes de hacerlo, me comunicaré con ustedes. No se preocupen por mí porque me encuentro muy bien”
“Ya tendrán noticias mías. Besos. Sofía”
-Ahora escribes el sobre con la dirección de tu casa completa. Esta carta será despachada desde África. Así no habrá posibilidades de encontrarte.
Cuando finalizaba de escribir el sobre, Sofía lloraba desconsoladamente.
-Me ha tendido una trampa y he caído como una tonta. ¿Qué va a hacer conmigo?
-No lo sé. Primero debo domarte, sojuzgarte y lograr que te sientas una esclava. Luego veré qué hago contigo. Ahora volveremos a la Sala de Degradación. Quiero azotarte el culo y la espalda.
Se encaminaron a la sala. Allí le ató las manos en alto y las piernas muy separadas fijas a ganchos incrustados en el piso.
-Te daré unos veinte azotes entre la espalda y el culo. Todavía tienes algunas marcas muy tenues de ayer. Tu piel se recupera rápido.
Tomó un látigo de cuero con nudos y se ubicó detrás de ella. El primero fue directamente al culo, en la parte media. Arrancó un tenue gemido de la muchacha. El segundo, también al culo, pero en la parte más bajo. Luego siguió en la espalda para volver hacia el final nuevamente al culo Había sido un castigo relativamente fuerte teniendo en cuenta que se trataba de una novata.
Mariano se acercó para observar las marcas y desde atrás comenzó a tocar y apretar los labios mayores de la concha, cosa que sorprendió en un primer momento a Sofía
-Tienes la concha apenas húmeda. Tendré que azotarme más para que realmente te calientes.
-No más castigos. Me duele el culo y la espalda.
-Eso es lo que se espera luego de azotarte. Creo que es el momento de azotarte desde el pubis hasta un poco más debajo de las tetas.
-¡Por favor señor Mariano! ¡No lo haga!
Sin mediar palabra, su verdugo se ubicó frente a ella, levantó el látigo y lo descargó apenas por encima de la concha. Un nuevo gemido de dolor. Se sucedieron los siguientes azotasen la zona prevista. Total diez veces la cola del látigo golpeó la piel.
-¿Estás suficientemente caliente como para que te penetre de un solo empujón?
Sofía no respondió. Solamente esperó ser violada nuevamente cosa que ocurrió muy poco después. Mariano se ubicó frente a ella, se bajó los pantalones y lentamente acercó el glande a la entrada de la vagina. La muchacha no pudo contener nuevamente las lágrimas mientras era penetrada. Aun a riesgo de embarazarla, Mariano se corrió dentro de la vagina. Tendría que tomar medidas muy pronto para evitar ese riesgo. Dejando atada a Sofía, se retiró del lugar.
Débora esperaba en el dormitorio. Mariano así lo había decidido. Parada al lado de la cama había tomado la precaución de lavarse bien la concha y el culo y pasarse crema lubricante. Imaginaba que quizás quisiera cogerla.
-Débora, tu amiga es un poco rebelde pero ya ha escrito la carta a sus padres. La picana la convenció rápidamente. También la he azotado y penetrado, pero necesito más sexo.
-Estoy preparada para que me cojas, ¿o es que prefieres primero castigarme?
-No, ya ha sido suficiente con Sofía. ¿Tienes el culo listo?
-Por supuesto mi Señor. Puede usarme por dónde quiera. Estoy preparada.
-¡Débora! ¡No sabes cuánto te quiero! Eres la esclava ideal, siempre bien dispuesta para satisfacer todos mis gustos.
-Muchas gracias tío. No solamente es mi deber hacerlo sino que estoy agradecida de poder servirte.
Se puso en cuatro levantando el culo y separándose los glúteos, exponiendo el ano.
-Creo que no es necesario dilatártelo. Te voy a penetrar de un empujón.
Así lo hizo y unos instantes más tarde la pija de Mariano entraba y salía del culo de su sobrina.
Luego de correrse y descansar media hora, se dirigió nuevamente a la sala en la cual permanecía Sofía. La desató y la encerró en la celda. Estaba dispuesto a sojuzgarla completamente, convertirla en la esclava sumisa que se prestara a todos sus caprichos aunque tuviera que castigarla reiteradamente y por mucho tiempo. Era la manera de no someter a su sobrina a tantas degradaciones.
Se puso en contacto con el médico de su confianza para evitar el embarazo de su nueva esclava. Se arregló todo para el día siguiente. La operación de cierre de las trompas las haría por laparoscopía, con lo cual luego de un día de reposo podría continuar con el entrenamiento.
Justamente el día que podía recomenzar con la doma, Mariano recibió una carta. Era la nota del Juez que había declarado a Sofía su esclava. Se dirigió a la celda en la cual estaba alojada.
-Sofía tengo noticias para ti. Acaba de llegar la carta del Juez que tramita tu caso. Dice así:
“Visto los antecedentes y el deseo irrevocable de la señorita Sofía Lapadula de convertirse en la esclava de por vida del señor Mariano Larreta, cediendo su cuerpo y todas sus decisiones, estando dispuesta a recibir los castigos que su nuevo dueño crea conveniente aplicarle, sin restricción alguna como así también venderla, alquilarla, cederla y disponer libremente de ella para cualquier destino dentro o fuera del país, yo, Rubiano Aldajeira Monuto con el poder que me otorga ser Juez de la Nación, declaro a Sofía Lapadula esclava total, absoluta y de manera irrevocable, sin tiempo de finalización de su condición, del señor Mariano Larreta que acepta convertirse en el Amo, Señor y Dueño de la esclava, pudiendo a partir de ahora disponer de ella.
La señorita Sofía Lapadula reitera que ha tomado la decisión de convertirse en esclava de manera libre y por su propia voluntad.”
-Sofía, ya eres irremediablemente mi esclava y tengo el derecho, avalado por un juez, de disponer de tu cuerpo de la manera que decida, sin condicionamiento alguno.
Sofía miró a Mariano con profunda tristeza y desazón. No tenía alternativa y su vida cambiaba definitivamente. ¿Qué sería de ella?
Para festejar esta la nota del Juez, te aplicaré veinte azotes en las tetas y otros tantos en el culo. No quiero escuchar gritos, gemidos ni lamentos. ¿Está claro?
Le ató las muñecas y los tobillos a dos columnas separadas, que dando su cuerpo en forma de X. Tomó un látigo y se dispuso a golpear primero las tetas. Lo descargó con energía, dejando de inmediato una marca rojo intenso sobre los pechos de la muchacha, que se mordió los labios para no gritar, mientras sus ojos se humedecían.
Parecía que Mariano verdaderamente disfrutaba viendo a Sofía contener el llanto y los gritos mientras su cuerpo, las tetas ahora, se cubrían de marcas. Resistió sin que se oyera el menor gemido. Sus tetas habían quedado rojas, sus pezones hinchados y sus ojos también rojos del llanto contenido. Sabía que todavía debía resistir los azotes en el culo.
Mariano observó el trasero de la muchacha. ¡Que buen culo tenía! La suave piel, que acarició, muy pronto se cubriría de cordones. Por un momento se detuvo. ¿Cómo había llegado a esta situación de disfrutar castigando de esa manera a una muchacha? No lo sabía, pero desde que tenía a su sobrina como esclava sus gustos habían cambiado. Levantó el látigo y lo estrelló contra el culo indefenso de Sofía. Se escuchó un tenue gemido.
-Te he ordenado que no quería escuchar quejas. Si vuelvo a oírte en lugar de veinte azotes, serán cuarenta.
-Sí mi Señor, permaneceré callada.
Nuevamente el látigo golpeó las nalgas de la joven. Un nuevo verdugón se marcó en la piel blanca y suave. –No podrá ni sentarse por un día.- pensó Mariano.
Otra vez levantó el látigo y otra nueva marca quedó en el culo de Sofía. Así llegó a veinte.
-Te has portado bien esclava. Has contenido tus gemidos. Te dejaré así para que descanses.
Mariano le indicó a Débora que fuera a la Sala y consolara a Sofía y le pasara crema humectante en las partes castigadas. Quería que se reponga rápidamente para continuar con su degradación.
A día siguiente se llevó a cabo la operación de esterilización de Sofía. Desde ese momento no habría más riesgo de embarazarla.