¿De Estudiante a Sumisa? (10)
Mariano y Débora asisten a la subasta de Esclavas luego del desfile
¿De Estudiante a Sumisa? (10)
Autor>: Ricardo Erecto
Capítulo 10. La subasta
Acercándose la hora de la subasta Mariano y Débora se dirigieron al salón donde se realizaría el remate. Poco después, diez mujeres subieron al estrado. Todas estaban desnudas pero cuatro de ellas estaban esposadas y mostraban marcas de castigos recientes. El rematador comenzó su alocución.
-Como hacemos habitualmente en esta feria, procederemos al remate de algunas meretrices y esclavas. Todas tienen certificado de buena salud emitidas por el Ministerio de Putas y Esclavas. Primero subastaremos a las putas, que son seis para luego subastar las esclavas que son cuatro.
Todas pueden permanecer en el país o ser enviadas al exterior, no habiendo ni limitación ni impedimento legal para ello.
-El primer ejemplar que subastaremos es una puta de veintidós años que comenzó en la profesión a los dieciséis. Su actual dueño quiere desprenderse de ella para renovar el plantel de su lupanar. Podrán observar que tiene buenas tetas, firmes y turgentes. Sale a la venta con una base de diez mil euros
No era el mejor ejemplar de lo podía verse en el estrado. Había otras putas con mejor cuerpo, que seguramente alcanzarían un valor mayor. Comenzó la puja.
El precio fue avanzando hasta alcanzar los veinticinco mil euros, valor en el cual finalmente fue vendida. Entre cada subasta había un pequeño cuarto intermedio en cual se servían café y bebidas para los asistentes. Débora, un poco ansiosa y sorprendida comenzó a hacerle algunas preguntas a su tío.
-¿Crees que puede ser entretenido trabajar de puta? Se pasan el día cogiendo probando distintas pijas.
-No creo que sea muy entretenido. En un comienzo puede resultar hasta excitante, pero luego creo que volverá rutinario.
-¿Me vas a alquilar algún día como puta?
-No es mi intención. Eres una esclava, no una puta, aunque a veces puedas hacer el papel de puta.
-Debe ser excitante estar en el estrado, siendo subastada, mientras ofertan dinero por tenerte como puta. Me he calentado solamente de imaginarme esa situación.
-Debe ser bastante humillante para la puta ver y escuchar cómo ofertan por comprarla.
-Ya te he dicho me he calentado bastante. ¿Me dejas hacerme una paja?
-Sería impropio semejante cosa. Mantén las piernas separadas para que vean tu calentura pero no quiero que te toques. Y silencio que ya sale la segunda puta a la venta.
-La segunda puta que subastaremos es una joven de solo diecinueve años que ha comenzado como meretriz hace solamente seis meses. Hasta el momento ha trabajado en la calle sin ninguna guía, por lo que su madre ha decidido venderla a un prostíbulo. Su cuerpo es casi perfecto debido tanto a su juventud como al poco tiempo de emputecida. Un ejemplar que todos los lupanares seguramente la querrán contar en su plantel.
-Observen la firmeza del culo, redondo y de piel tersa. Sus piernas, muy bien formadas terminan en una conchita de labios carnosos y cerrados. De sus tetas es innecesario hacer comentario alguno. Sus pezones duros y bien marcados hablan por sí solos. El precio base es de dieciocho mil euros.
Era un ejemplar que despertó el interés de los asistentes. Las ofertas se sucedían hasta llegar a los cuarenta y siete mil euros, valor en que Luciano Santero, propietario de una casa de putas del lugar, finalmente la compró.
De manera análoga se procedió a la venta de las restantes cuatro putas, llegando el momento de la venta de las esclavas.
La primera en ser rematada era una joven de solamente diecinueve años. No tenía prácticamente ninguna experiencia como esclava. Su hermano mayor, necesitado de dinero, había decidido venderla como esclava. Había abusado sexualmente de ella en tres o cuatro oportunidades, pero su culo se mantenía virgen y hacía solamente una semana había recibido el primer castigo, consistente en golpes de puño en el vientre, pubis y las tetas.
La joven lloraba en silencio, avergonzada de presentarse completamente desnuda y esposada delante de personas desconocidas que iban a pujar por disponer de su cuerpo, un cuerpo era casi perfecto y sería una fiesta para quién la comprara, aunque se desconocía la resistencia que la muchacha podía resistir frente a castigos crueles.
De piel muy blanca, las areolas y pezones se destacaban en las tetas, de tamaño de regulares a pequeñas, pero apuntando al frente, casi de manera impertinente. Su culo, redondo y con una piel muy suave, ocultaba un ano cerrado, que habría que dilatar previamente antes de sodomizarla. Sus piernas, largas y bien torneadas, se encontraban en una concha completamente depilada, que presentaba unos labios exteriores gruesos y cerrados. Sus cabellos, de color castaño claro, resaltaban unos ojos grandes verdes. Decididamente era un ejemplar para admirar.
Su hermano esperaba sacar una buena cantidad de dinero para poder cubrir sus deudas. Si bien no tenía idea del valor de putas y esclavas, necesitaba por lo menos sesenta mil euros.
La base en la cual salió a remate eran treinta y cinco mil euros. La puja se estableció entre cuatro oferentes, tres hombres y una mujer. La cifra iba subiendo de manera continua hasta llegar a los noventa y siete mil euros. El rematador trató de entusiasmar a los oferentes para que subieran esa cifra, pero finalmente bajó el martillo con la expresión de ¡Vendida! Así uno de los varones que pujaban en la subasta, finalmente compró la esclava sin experiencia. Cuando el comprador se acercó a la joven y le colocó la correa en el collar para llevársela, ésta no pudo contener el llanto. Su suerte estaba echada.
Pasaron unos minutos más y salió a la venta la joven que había intervenido en el concurso y que además de haber sido duramente castigada con el látigo, debió soportar las descargas eléctricas. Se la notaba tranquila, quizás pensando que el amo que la comprara no sería más cruel que su actual dueño. Estaba acostumbrada a exhibirse en público y no titubeó en mostrar su cuerpo. Exhibía diversas marcas, muchas de ellas producto de su participación en el Concurso. Había demostrado su buen entrenamiento y aceptación de los castigos.
El rematador anunció que precio base con que salía a la venta la esclava era de cuarenta mil euros. La puja no fue prolongada y finalmente se vendió esta esclava de veinticinco años y con experiencia como esclava en setenta y dos mil euros
De manera similar fueron subastadas las dos esclavas restantes. Débora estaba realmente excitada por lo que había visto durante el remate, pero debía cumplir la orden de su amo y ni siquiera podía tocarse la concha para calmar su calentura. Mariano tomó la correa de su collar para retirarse.
-Débora, quiero volver a la exposición. Quiero comprar algunos elementos para usar contigo.
Se dirigieron a uno de los locales que se especializaba en jaulas. Había una en particular, de reducidas dimensiones y gruesos barrotes, montada sobre ruedas. Así sería fácilmente transportable. Las había de varias medidas y Débora debió probar varias hasta encontrar una que apenas le dejaba alguna movilidad.
Luego se dirigieron a un stand en el cual se vendían sillones ginecológicos. En ellos podían acomodarse la esclava con las piernas bien separadas, exponiendo tanto su concha como el ano. Contaba con gran cantidad de correas que permitían amarrarla completamente, inmovilizándola. El vendedor explicaba que por la particular disposición de los elementos, podían usarse sus agujeros tanto antes como después del castigo. Mariano decidió también comprarlo, imaginando a Débora siendo torturada con la picana mientras una fuerte mordaza en su boca le impedía quejarse.
¡Las cosas que podría hacerle a Débora! Ella esta lejos de imaginar cómo sería sometida por su tío, aunque no escapaba a su entendimiento las posibilidades que presentaban los elementos comprados.
Salieron de la exposición y ya en el auto, Mariano le indicó a su esclava que se la mamara hasta sacar hasta la última gota de líquido seminal de sus pelotas. Débora obedeció de inmediato y se dedicó a succionarle la pija con especial dedicación. Mientras tanto su concha chorreaba flujo sin poder calmarse
Una vez que todo el semen había pasado por la garganta de la muchacha, puso el auto en marcha y se dirigieron a la casa de Mariano. Una vez allí y luego de quitarle esposas y cadenas la condujo a la Sala de Degradación.
-Es el momento de someterte a un castigo para luego cogerte por el culo. No será un correctivo sino un verdadero castigo.
-¿Puedo preguntar por qué me va a castigar?
-Tengo ganas de apretarte los pezones hasta hacerte gritar de dolor y luego azotarte en las tetas por puro placer. Te has portado aceptablemente bien en el desfile y luego en la subasta, pero me place hacértelo. Mañana hablaremos de una nueva etapa en tu vida.
Débora calló. Estaba todavía húmeda de la subasta y no se había podido calmar. Ahora el castigo la calentaría aun más y esperaba que luego, cuando se la metiera por el culo, pudiera correrse y dar rienda suelta a su calentura.
Luego de atarla a una columna con los brazos por detrás de la misma, tomo sus pezones entre los dedos índice y pulgar y comenzó a apretarlos y retorcerlos moderadamente al comienzo y muy fuerte después. Efectivamente en esta última etapa gemía y gritaba con desesperación. Sus pezones sufrían la crueldad de esas manos que habían hecho suaves caricias y también empuñado el látigo o golpeando con dureza en distintas partes de su cuerpo.
Cuando retiró sus manos de los pezones, éstos continuaron doliendo mientras Mariano fue en busca de un látigo de cola corta. Se ubicó frente a la esclava y descargó un azote con fuerza sobre las tetas. Apenas unos segundos más tarde una marcada raya roja cruzaba ambas tetas. Por su parte Débora, aparte de un prolongado gemido, no pudo evitar que algunas lágrimas corrieran por sus mejillas.
Se sucedieron otros azotes en las tetas dejando sendas marcas. Débora lloraba por el dolor pero su calentura había llegado a límites casi insoportables. Tenía una imperiosa necesidad de correrse.
Finalmente Mariano la desató indicándole que expusiera el ano para penetrarla. Débora se acercó a un caballete y se inclinó sobre el mismo separando con sus manos los glúteos. Mariano se acercó a ella y apoyó el glande en el ano No demoró en penetrarla mientras sus manos la masturbaban y amasaban sus tetas, aun doloridas y con verdugones por el castigo A pesar del dolor, la esclava se corríó apenas un dedo se introdujo en la vagina.
-Te has corrido como una puta y sin mi permiso
-Mi señor, soy su puta y estaba muy caliente. No pude contenerme.
-Merecerías un castigo.
-Castígueme mi señor. Su esclava se lo merece.
-No lo haré hoy. Ya veré cuando descargo mi ira por desobedecerme.
-Esta esclava se postra a sus pies y pide clemencia por la desobediencia.
Así finalizaba ese día de excitaciones y nuevas vivencias para ambos. Débora cada vez estaba más degradada, más sumisa y dispuesta a ser humillada en cualquier momento y ocasión.