De esposo frustrado a perra anal
La historia de cómo un esposo frustrado por no poder tener sexo anal con su esposa, termina siendo todo un puto deseoso de ser cogido permanentemente como una perra. Es una historia de ficción, así que no le busquen realismo, por favor. Es un entremés para mis lectores mientras termino Transburdel.
De marido frustrado a perra anal
CAPITULO I
Roberto se sentó en la cama, recostando su espalda contra la cabecera. Ofuscado, buscó a tientas en la mesa de luz el paquete de cigarrillos y el encendedor. A su lado, la ruidosa respiración de su mujer iba convirtiéndose en un molesto ronquido. Por enésima vez en sus diez años de casados, Roberto había fallado en su intento de coger el fantástico culo de su mujer. Desde un principio, eso fue lo que lo había enamorado, y siempre fue su obsesión, pese a que ella jamás pudo soportar la penetración. Ya habían pasado muchos años desde que el deseo se transformó en ansiedad primero, y en frustración después. Su pija no era tan grande, pero ella jamás pudo aguantarla. Siempre comenzaba a gritar y a desesperarse apenas él intentaba entrar en ella. Y siempre el tema terminaba en gritos e insultos entre ambos. El hecho de estar desempleado desde hacía dos meses, tampoco ayudaba a mejorar la relación.
Cuando apagó su cigarrillo, se levantó a oscuras y fue hasta el living, encendiendo la computadora. Mientras el Windows se iniciaba, fue hasta la cocina y se preparó un café. Con eso se entretendría hasta encontrar algún buen porno que lo ayudase a sacarse la calentura, con una paja relajante.
Cuando se sentó frente al monitor, café en mano, la página de inicio del Chrome, con el “prompt” de Google, lo invitaba a hacer una búsqueda. Casi inconscientemente, tipeó “ayuda dilatación sexo anal”. Entre decenas de links inútiles, encontró uno de un sex-shop, con el intrigante texto: “CuloHambriento®: la solución a los problemas de penetración anal”. Sin dudarlo, cliqueó en el link y esperó pacientemente la carga de la página.
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CuloHambriento® Set de Iniciación, es la solución para las personas que no pueden resistir, ya sea por cuestiones físicas o psicológicas, recibir una penetración anal. Si tu pareja o vos no soportan un pene, probá con CuloHambriento® Set de Iniciación! El producto se compone de tres plugs anales, de tamaño creciente, acompañados por nuestro revolucionario gel dilatador-analgésico-afrodisíaco. Garantizamos que luego de una semana de uso, vos o tu pareja se convertirán en perras anales! O te devolvemos el dinero!”. Luego de unas fotos del producto, venían los comentarios de los usuarios: “100% efectivo! Nunca resistí ni un dedo, y luego de una semana de usarlo necesito una pija adentro cada media hora! Jorge XXXX”. A Roberto le causó gracia que un hombre aceptara abiertamente ser una “perra anal”, como promocionaba el producto. “Este quiere disimular lo puto que es echandole la culpa al juguete… jajajaj”, pensó para sí. “Junto con su compra, le regalamos un pase ilimitado a la sección de videos porno de nuestra página, y un cupón con el 50% de descuento en la compra de cualquier producto de la línea CuloHambriento®!”
Buscó entre las direcciones del sex shop, y anotó la que le quedaba más cerca, para visitar el lugar al día siguiente. Si bien convencer a su esposa de usarlo sería más que difícil, tal vez apelar a los sentimientos y el deseo que aún ardía en él, podría lograr el objetivo. Guardando celosamente el papel con la dirección, volvió a la cama, donde su mujer roncaba sonoramente, y trató de dormirse.
CAPITULO II
Cuando Mirta entró a la cocina, Roberto la esperaba con el desayuno preparado en la mesa y una sonrisa tierna, que sorprendió a la mujer. Después de la pelea de la noche anterior, siempre por el mismo tema de no poder dejarlo cogerle el culo, ella pensaba que él no querría hablarle. Y ella tampoco tenía muchas ganas de hacerlo, obviamente. Desconfiada, preguntó: “y ésto a qué se debe?”. Él la miró avergonzado, y con su voz más tierna le dijo: “quiero pedirte perdón. Sé que me dejo llevar. Sabés el efecto que tu cuerpo, y especialmente tu culo, ejercen en mí. Te deseo, no puedo negarlo. Tampoco evitarlo. Aún después de 10 años juntos, me excitás como el primer día”. Eso derritió las defensas de la mujer. Su marido aún la deseaba y la amaba. ¿Cómo podía ella ser tan arpía de negarle el placer que él tanto deseaba? ¿Qué podría hacer para darle el gusto? Lo cierto es que el culo le dolía terriblemente cuando él intentaba metérsela. No sabía si era su propio terror a que la penetrara o si realmente era un tema físico, pero le resultaba imposible relajarse para intentarlo, siquiera. Siempre que él se la empezaba a meter, ella sentía como si la fuese a desgarrar, y eso hacía que se cerrara aún más. Todavía lo amaba y no deseaba hacerlo sufrir. ¿Cómo hacer que él pudiera cumplir su deseo, sin que para ella fuese todo ese sufrimiento?
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Mirá, amor, no quiero que te enojes, pero anoche después que te dormiste me puse a buscar cómo podíamos hacer para que no te duela ni te cause tanto miedo. Encontré un producto que garantiza que con una semana de 'entrenamiento', vas a disfrutar del sexo anal como si lo hubieses hecho toda la vida. ¿Te animarías a probarlo?”, disparó Roberto, intentando disimular el miedo al rechazo de parte de ella.
Roberto era un buen hombre. Todavía atractivo, se mantenía muy bien pese al paso de los años, y con sus 35 seguía siendo muy sexy. Se mantenía atlético, con bastantes músculos en su pecho, brazos y piernas. Si un defecto tenía, era lo chato de su culo, que realmente desentonaba con el resto. Además, aunque ahora estuviese desempleado, siempre la había cuidado y atendido bien. Al menos se merecía que ella lo intentase. Sonriendo, le dijo que, si eso no era muy caro, lo comprase que esa misma noche lo intentarían.
Roberto estaba exultante. Besó a Mirta apasionadamente, y la acompañó hasta la puerta, despidiéndola mientras ella partía hacia el trabajo que por el momento mantenía a ambos. Mientras él se bañaba, no pudo evitar pajearse imaginando que ésta noche sería el inicio del camino hacia lo que venía deseando desde que conoció a su compañera.
CAPITULO III
Roberto dudó por varios minutos de entrar al sex-shop. Le daba mucha vergüenza, por lo que dio varias vueltas, mirando las vidrieras de los locales vecinos, hasta que estuvo seguro que nadie lo estaba mirando. Rápidamente, se metió al local, cerrando la puerta detrás de sí, y se dirigió hasta el aburrido hombre que leía una revista detrás del mostrador. “Hola. Vi anoche en la página de ustedes un producto que podría solucionar mi problema, y quería verlo”. El empleado levantó la vista descuidadamente, y le preguntó: “qué producto?”. “Creo que se llama algo de 'Colahambrienta'”, dijo, fingiendo no recordar el nombre correcto. “CuloHambriento es toda una línea de productos. Específicamente, cuál busca?”, respondió el empleado, mirando ahora al hombre con una sonrisa enigmática. “Uno que es para iniciación”, respondió tímidamente Roberto. Creyó notar en el empleado que la sonrisa se ampliaba y la mirada le brillaba, pero seguramente se debía más a su propia vergüenza que a otra cosa. “Ya le muestro, venga por acá.” Roberto obedeció, y siguió al hombre hasta otro mostrador, donde una vitrina exhibía una enorme variedad de consoladores, lo que avergonzó a Roberto aún más.
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El Set de Iniciación CuloHambriento® hace que aún las personas con mayor dificultad en ser penetradas, terminen por convertirse en viciosas perras del sexo anal. Incluso, hasta algunos hombres que no tenían la intención de hacerlo, terminaron como putas en celo, buscando pijas desesperadamente!” Roberto respondió firmemente, casi enojado: “Es para mi esposa! Ella jamás ha podido soportar la penetración y queremos intentarlo! No es para mí!”.
El empleado se sonrió sin dejar de mirar a Roberto, y extrajo de detrás del mostrador una caja muy bien presentada, que en su interior contenía los tres plugs anales que prometía la página web. Uno pequeño, de no más de 10 centímetros, finito, tal vez escasos 2 centímetros de diámetro, de color azulado transparente, un poco más grueso a medida que se acercaba a la base, y que remataba en una especie de arandela, como para hacer de tope y evitar que se fuese hacia adentro. Luego, uno intermedio, de color fucsia también transparente, de unos 15 centímetros, y unos tres de diámetro, que respetaba la misma forma, aunque la parte más ancha era marcadamente mayor. Seguramente, esa forma haría que una vez colocado no se saliese facilmente. El último era diferente. Mucho más parecido a un pene masculino, incluso en color piel, y con una leve curvatura. Mediría unos 20 cm y unos 5 de diámetro, que se mantenían a todo lo largo. Era más parecido a los consoladores de la vitrina que a los otros dos plugs anales. La caja se completaba con una pequeña botella con una etiqueta mínima con la palabra “Gel CuloHambriento® - Ver instrucciones en manual”. Tenía un precinto en la tapa, así que no podría abrirla hasta después de comprar el set. El empleado insistió: “no importa si es para un hombre o una mujer, en 3 días vas a estar acá comprando consoladores y más gel, y otros juguetes para ese culo goloso.” Roberto miró con cierta ira al empleado, pensando en reiterarle que era para su esposa, pero prefirió quedarse callado. Seguramente este tipo era puto y estaría buscando tener algo con él. La sola idea le revolvía el estómago. Pagó rápidamente, y tomó la bolsa que el empleado le entregó. Junto con el ticket, el hombre le dió una tarjeta con un nombre de usuario y clave para acceder a los videos de la página, y el prometido cupón de descuento, aunque si ésto resultaba efectivo, no necesitaría comprarle más juguetes a su esposa, ya que él mismo sería quien le diera la satisfacción anal que supuestamente ella buscaría a partir de ahora.
Sin despedirse y sin siquiera mirar al empleado, Roberto salió del local, imaginando ansioso el momento en que su esposa finalmente se transformase en esa insaciable puta anal que el producto prometía.
CAPITULO IV
Cuando Mirta entró a la casa, una cuidada mesa con velas y una romántica cena la esperaba. Roberto se había esmerado, cocinando para ella su plato preferido, y también se había bañado y afeitado, perfumandose todo el cuerpo, para completar el cuadro que a su esposa le resultara irresistible. Comieron a la luz de las velas, charlando animadamente, y terminaron en el sofá del living, besándose y acariciándose como adolescentes. Fueron hasta la habitación, donde Roberto le mostró la caja y le explicó todo lo que había leído en el manual de instrucciones. Debería cubrir el plug más pequeño con abundante cantidad de gel, e introducirselo lentamente. Luego ella debería dejarlo dentro por el mayor tiempo posible, pero a la mínima señal de dolor debería extraerlo. Debería repetir la operación hasta que su culo estuviese acostumbrado al tamaño, y allí pasar al intermedio. Cuando pudiese mantener el intermedio sin problemas durante largos períodos, debería pasar al mayor, y con ese intentar pajear el culo, ejerciendo movimientos de vaivén. Según el manual, todo el proceso podría llevar desde un par de días hasta una semana, como máximo. Roberto explicaba entusiasmado, jugando con el plug más pequeño en sus manos mientras Mirta escuchaba atentamente, disimulando el terror que esos aparatos le causaban. Ella le pidió que le diera un rato, que iría a ducharse y prepararse, lo que él aceptó.
Mientras ella se bañaba, él destapó la botella de gel. Inmediatamente, un fuerte aroma invadió sus fosas nasales, pero lejos de resultarle desagradable, el olor lo excitaba y lo seducía. Se untó los dedos con una generosa cantidad, y empezó a cubrir el plug desde la punta, llegando hasta la base. No podía quitar la vista del juguete, y casi sin darse cuenta, sus dedos habían pasado de simplemente untar el gel a recorrer lascivamente el juguete, mientras el olor se le hacía más y más irresistible. Estaba absorto con las increíbles sensaciones que el plug le causaba en sus dedos, y que repercutían en todo su cuerpo, cuando su esposa salió del baño, luciendo un increíble baby-doll de encaje negro, y una tanga cola-less que enmarcaba su perfecto y turgente culo. Para sorpresa de Mirta, Roberto casi no la miró, mientras seguía mirando absorto cómo sus dedos envolvían ahora el plug, casi como si quisiera pajearlo.
La mujer se arrojó sobre la cama, y abrazó a su marido, besandolo con lujuria, lo que hizo que Roberto rompiera su concentración en el plug y se enfocara en ella. “Metemelo despacito y después cogeme mientras me lo dejo puesto”, le dijo mirándolo a los ojos. Fingiendo seguridad, se puso en cuatro sobre la cama, ofreciendole el culo a su incrédulo esposo. Con delicadeza, él apartó la parte de la tanga que estaba hundida entre las nalgas de ella, y apoyó la punta del plug contra el ano de la asustada Mirta, que sentía como su excitación iba en aumento, sin saber que el penetrante olor del gel era un poderoso afrodisíaco diseñado para hacerla sustituír el temor por el deseo de ser penetrada. Lentamente, Roberto empujó el plug hacia dentro del culo de Mirta, que fue aceptandolo sorprendida de no sentir el típico dolor de siempre. Cuando llegó al tope, la mujer estaba en un estado de excitación tal que el orgasmo era inminente. Ella empujó a Roberto para que quedara acostado sobre la cama, y se subió para que la pija de su marido se hundiera en su empapada concha, mientras en su culo el plug y el gel hacían su trabajo. El polvo no duró mucho, ya que a pocos segundos de comenzado el bombeo sobre su marido, ella sintió una lacerante puntada viniendo de su culo, lo que le arrancó un alarido de dolor, y el pedido implorante de que se lo quitara. Roberto obedeció, invadido por la desazón y el desencanto, y dejó en la mesa de luz el plug, abrazando a Mirta inmediatamente después, a manera de contención. Se quedaron así por largos minutos, sin decir palabra, mientras ella lloraba en silencio, hasta que rompieron el abrazo. Mirta miró a su marido y bajando la vista, le dijo: “perdón. No puedo.” Roberto besó tiernamente la frente de su mujer, y replicó: “no, mi amor. Yo te pido perdón. Juro que nunca más te obligaré a hacer nada de esto.” Abrazados, se acariciaron dulcemente hasta que el sueño los venció.
CAPITULO V
Mirta estaba revisando su cartera cuando Roberto llegó al living. Junto a su esposa, vio una pequeña valija, lista como para salir de viaje. Roberto se aterrorizó, y comenzó a sollozar. Mirta lo miró extrañada, notando que él miraba fijo la valija. Riendose, le dijo: “no mi amor! No te asustes! Te acordás que tengo que viajar a Rosario por un par de días? Vuelvo el jueves a la noche, o el viernes durante el día”. Roberto respiró aliviado. Aún amaba inmensamente a aquella mujer, y si jamás podía cogerle el culo, no le importaba. Quería estar con ella siempre. Ella lo besó tiernamente, y salió hacia su viaje de trabajo, sintiendo aún la molestia del dolor que le había causado el plug la noche anterior. Roberto terminó de desayunar y lavó todo, pensando en bañarse y volver al sex-shop a devolver el producto y reclamar su dinero de vuelta, ante el estrepitoso fracaso de la noche anterior. Salió del baño envuelto en un toallón, y se sentó al borde de la cama, mirando el plug que permanecía en la mesa de luz. El juguete mantenía aún el aroma del gel, y Roberto lo tomó como para limpiarlo y volverlo a colocar en la caja. No pudo resistirse a acercarlo a su nariz, y cuando percibió los rastros del excitante olor, volvió al estado de admiración de la noche anterior. Sus dedos recorrían el juguete, y sus ojos no podían dejar de mirarlo profundamente. El tono azulado le resultaba atrapante, enigmático. Inconscientemente, tomó la botella de gel y la abrió, soltando una generosa cantidad sobre la punta del plug, e inmediatamente comenzó a esparcir sobre la superficie de aquel tentador juguete todo el viscoso líquido, desparramandolo con sus dedos. Sin percibirlo, su dedo índice y su pulgar formaron un anillo, que envolvía todo el diámetro del plug, y comenzó un suave movimiento de vaivén, como si quisiese hacerle una paja. Su mente divagaba, imaginandose sobre la cama, desnudo, con sus piernas totalmente separadas, y ese maravilloso aparato dentro de su propio culo. Sin pensarlo más, acercó la punta a su propio ano, y con mucha delicadeza se lo introdujo. La sensación era indescriptible. El placer era inmenso. No había nada de dolor, y su cabeza daba vueltas incesantemente. Su pija había respondido al estímulo y estaba dura como hacía tiempo que no estaba. Terminó de empujar el plug hasta que la base hizo tope contra sus nalgas, y cerrando las piernas lo dejó dentro, mientras su mano envolvía su pija y comenzaba una paja intensa, casi violenta, que culminó en una eyaculación enorme, como hacía tiempo no tenía.
Se quedó tendido en la cama, con el plug dentro suyo, mientras en su cabeza se sentía como si un espectáculo de fuegos artificiales estallara interminablemente. Perdió la noción de cuánto tiempo permaneció así. Cuando recuperó mínimamente sus sentidos, extrajo delicadamente el plug de su culo, y se quedó mirándolo extasiado. ¿Cómo era posible que ese juguete no hubiese funcionado con su esposa? A él lo había hecho sentir increíblemente bien. Se dio cuenta de que mientras pensaba todo eso, su mano había acercado el plug hasta su nariz, y se encontraba inhalando profundamente el delicioso perfume del gel que aún cubría toda esa maravilla azul. Volvió a tomar la botella, y nuevamente untó todo el plug con gel. En un movimiento rápido, se lo volvió a introducir hasta el fondo, y se quedó tendido en la cama, disfrutando de la sensación de sentirse llenado.
Media hora después, Roberto estaba sentado frente a la computadora, con su culo ocupado por el plug azul, mientras sus manos tipeaban el nombre de usuario y contraseña que el empleado le había dado en la tarjeta. Cuando la página cargó, varias decenas de “thumbnails” ofrecían las alternativas de videos porno que podría ver. La mayoría no le despertaba mayor interés, mostrando artificiales rubias tetonas con demasiada apariencia plástica. Pero uno de los thumbnails le llamó poderosamente la atención. Era un culo masculino, claramente, en el que podía verse un enorme juguete metido hasta el fondo. Su pija reaccionó inmediatamente. Volvió a endurecerse al extremo. Sin dudar, cliqueó en la imagen, y esperó que el reproductor de video comenzase a mostrar lo que él quería ver. El video empezaba con un hombre despidiendo a su esposa en la puerta de una casa, para luego mostrar al tipo manoseando una colección de juguetes sexuales, desnudo sobre una cama. Elegía uno pequeño primero, lo untaba con un gel, y se lo metía, para luego pajearse rápidamente. Enseguida después de acabar, reemplazaba el juguete por uno mayor, y volvía a pajearse. Repetía esa operación tres o cuatro veces, hasta llegar a tomar un juguete exactamente igual a una pija, pero en lugar de meterselo y zamarrearse la pija, se abría de piernas y se lo metía, para luego hacer un vaivén, que claramente indicaba que se estaba pajeando el culo, hasta que finalmente eyaculaba enormes cantidades de semen, sin siquiera haberse tocado la pija. Finalmente, se paraba frente a un espejo, admirando su redondeadísimo y turgente culo. En ese instante se dio cuenta que los músculos de su propio culo apretaban y soltaban el plug azul como si se lo estuviese cogiendo, y su mano pajeaba su pija, que intempestivamente soltó enormes chorros de leche que cayeron sobre el teclado, el escritorio y su propio cuerpo desnudo. Roberto se molestó por el enchastre, pero cuando su mano cubierta de leche pasó cerca de su nariz, el aroma de su propio semen le resultó intrigante. Dubitativo, acercó su mano a su nariz e inhaló profundamente. Casi como un acto reflejo, su lengua comenzó a lamer la leche y los restos de gel, hasta que su mano quedó limpia. Sin siquiera pensar en lo que hacía, fue juntando el resto de su leche con los dedos, y llevandoselos a la boca, hasta que terminó de tragar todo lo que había eyaculado. Para su sorpresa, su pija seguía aún totalmente erecta. Siguió entonces viendo thumbnails, que afortunadamente ya no mostraban rubias plásticas, sino que se enfocaban en pijas y culos de hombres. Cliqueó en uno que mostraba una pija penetrando un culo claramente masculino. El video comenzó mostrando a un tipo en sus treintas, que al igual que en el video anterior, despedía a su esposa en la puerta de una casa. El tipo luego se desnudaba y empezaba a jugar con un dildo enorme, pero era interrumpido por el timbre. Al abrir la puerta, aún desnudo, un repartidor le entregaba un paquete y acto seguido se le tiraba encima besandolo y acariciandolo, para luego arrojarlo de espaldas sobre un sillón y penetrarlo, para satisfacción del tipo, que aceptaba gustoso ser la perra anal de aquel mensajero. A esa altura, Roberto ya era plenamente consciente de que su propio culo se movía para que el juguete se lo cogiera, mientras su propia pija chorreaba enormes cantidades de leche sin necesidad de tocarla. Luego de acabar, Roberto supo que era momento de pasar al siguiente plug.
Se arrojó sobre la cama, y se quitó rápidamente el plug azul. Tomó de la caja el fucsia, y nuevamente lo cubrió de gel. Lo apoyó en su ano, pero en lugar de meterlo lentamente su culo, totalmente dilatado, éste lo engulló casi instantáneamente, provocándole un nuevo orgasmo. Golosamente, sus dedos juntaron toda la leche y se metieron en su boca, que ansiosamente tragó la mezcla de leche y gel. Cuando ya sus manos estaban limpias, volvió a la computadora. Siguió buscando entre los thumbnails, que ahora ofrecían pijas de todos los tamaños y colores, y fue viendo un video tras otro de sexo entre hombres, sintiendo como su culo masajeaba al plug y tragandose toda la leche que su pija iba eyaculando casi incesantemente.
CAPITULO VI
Apenas cuatro horas habían pasado desde que su esposa se había ido de viaje, y ahora el culo de Roberto era insaciable. Ya el plug fucsia no lo terminaba de satisfacer, así que volvió a la cama, extrajo el juguete, y tomó el tercer dildo de la caja. Ni necesitó cubrirlo con gel, ya que su culo estaba totalmente dilatado, así que se lo introdujo hasta el fondo, pero en lugar de dejarlo allí, comenzó a moverlo hacia afuera hasta que casi saliera, para luego volver a empujarlo hasta el fondo. Cada vez que el dildo tocaba su próstata, un grueso chorro de leche caía sobre su pecho o su abdomen. En un par de minutos, el movimiento era rítmico y constante, con aquel hermoso juguete cogiendo su culo como si de una pija se tratase. Eso! Una pija! Necesitaba sentir una pija de verdad adentro suyo! Pero cómo hacer? Dónde? Él no tenía idea! De pronto, la imagen del empleado del sex-shop se apoderó de su cabeza. Pajeó su culo varias veces más, imaginando que era aquél atractivo muchacho el que se lo cogía. Cuando pudo recuperar el sentido, se metió bajo la ducha, pero sin quitarse el dildo. Después de secarse, buscó la forma de evitar que el juguete se le saliese al caminar, pero toda su ropa interior no le servía como freno. Buscó entonces entre la lencería de su esposa, y encontró la tanga cola-less de encaje negro. Se la puso, asegurandose que la tira de atrás se metiera bien entre sus nalgas, presionando el dildo adentro suyo. La sensación de placer era indescriptible. Además, se sentía super sexy usando esa tanga. Se paró frente al espejo, y la imagen de su propio culo le resultaba irresistible. Redondo, parado, firme, su culo era una invitación al sexo. ¿Siempre había sido así? No lo recordaba. Pero lo cierto es que ahora era así. Y seguramente eso lo ayudaría a conseguir muchas pijas. Terminó de vertirse, y salió rápidamente hacia el sex-shop.
Para cuando llegó al negocio, el movimiento del juguete adentro de su culo lo había hecho acabar varias veces. La tanga estaba completamente empapada de su propia leche. Apenas entró, fue hasta el mostrador donde el apetitoso chico leía una revista. Cuando levantó la vista, y vio a Roberto, se sonrió, y le dijo: “y? Cómo fue?”. Roberto lo miró con una sonrisa cómplice, y le respondió: “porqué no me sacás el pantalón y te fijás vos mismo?”. El chico entonces salió de detrás del mostrador, y tomó a Roberto de la mano, guiándolo hasta un cuarto cerrado. Cuando entraron, le dijo: “todavía te falta, lindo, pero no te preocupes. Hoy tu vida cambió para siempre. Y cuando te vayas de acá, vas a ser otra persona.” Encendió una tenue luz, y Roberto pudo ver una máquina en el piso, donde de una caja metálica salía un brazo que terminaba en un dildo más grande que el que él tenía ahora en su culo. Inmediatamente comprendió de qué se trataba, y se quitó el pantalón, dejando a la vista su tanga empapada y el juguete que asomaba de su culo. El empleado lo miró sonriendo complacido, y lo besó, metiendole la lengua con vehemencia, cosa que Roberto retribuyó, excitado. “Esta es la segunda etapa de tu iniciación. El set que usaste abrió el camino, y éste CuloHambriento
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AutoCogedor va a terminar la tarea. Ese dildo en la punta libera lentamente el gel que tanto te gusta, para mantenerte siempre lubricado y excitado, así que sólo tenés que relajarte y gozar. Despreocupate de todo, y concentrate en el placer”, dijo el empleado. El chico lo dejó a solas con el AutoCogedor, y cuando salió de la habitación, una pantalla se encendió frente a la máquina, mostrando a un tipo que se ponía en cuatro frente a un artefacto igual, entregando su culo para ser cogido. Roberto entendió que tenía que imitar a aquél hombre, e hizo lo mismo. Un par de minutos después, el tipo del video eyaculaba incesantemente con la máquina cogiendole el culo, mientras Roberto no paraba de gemir, con su propia pija eyaculando casi permanentemente, y el enorme dildo de la máquina entrando y saliendo de él sin parar.
CAPITULO VII
El empleado del mostrador seguía atentamente la evolución de Roberto a través de una cámara instalada en la habitación. Allí podía verse cómo iba cambiando de posición, permitiendo a la máquina cogerlo en diversas poses. Un par de horas después, Roberto era todo un experto en el sexo anal, y su cara de placer y satisfacción demostraba cuánto disfrutaba de ser esa perra que le habían prometido. El vendedor consideró que ya era hora de avanzar en el entrenamiento de Roberto, y presionó un botón bajo el mostrador. Segundos después, en la habitación del AutoCogedor, dos machos musculosos, totalmente depilados y con cuerpos aceitados, entraban y se dirigían hasta Roberto, que los miraba con ansia, sabiendo lo que vendría. Uno de ellos apagó la máquina, y el otro se paró frente a él, tomándolo de las muñecas. Roberto quedó arrodillado, de frente al musculoso morocho, mientras que el otro, de largo pelo rubio, se paraba detrás de él. El morocho se sacó el suspensor, única prenda que lo vestía, al igual que al rubio, y le ofreció a Roberto la primera pija verdadera de su vida. Fue instintivo. En segundos, su boca mamaba la fantástica pija del morocho, mientras el rubio lamía incesantemente su hambriento culo. Con delicadeza, el rubio ayudó a Roberto a pararse, pero sin dejar de mamar, con lo que lo hizo quedar con la cintura doblada, haciendo que su fantástico y redondeado culo sobresaliese aún más. El rubio no tuvo dificultad en hundir su enorme pija dentro de Roberto, que sólo pudo gemir para no soltar la que tenía en la boca. Desesperado por la leche, seguía mamando como nunca lo había imaginado. A su derecha, un espejo le devolvía la imagen de su propio cuerpo siendo poseído por dos chongos hermosos, que lo cogían por culo y boca, y que él disfrutaba enormemente. Un par de minutos después, ambos machos le acabaron adentro, haciendo que su propia pija expulsara enormes cantidades de leche, que se desparramaron por el piso. El morocho tomó a Roberto del mentón, y acercó sus labios a la golosa boca que lo acababa de mamar, como incitando a que lo besara. Roberto no dudó, y estampó sus propios labios contra los del chongo maravilloso, mientras que sintió que el rubio se pegaba a su espalda, haciendole sentir el calor del cuerpo de otro hombre. Así estuvieron largos minutos, hasta que entró a la habitación el empleado del mostrador. Sonriente, le dijo a Roberto: “ahora sí, lindo, ya sos toda una perra anal. “ Mirando a los dos chongos, les dijo que el bar ya estaba abierto y que podían bajar, para mostrarle a Roberto todo el lugar. Se dejó llevar de la mano por los dos machos, que bajando una escalera desde la habitación, lo llevaron a un amplio sótano, donde diversos grupos de hombres cogían entre ellos. El morocho le dijo: “este es nuestro bar. Acá venimos todos los días a coger entre nosotros, y la pasamos genial. Inventamos lo del CuloHambriento
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para captar más tipos lindos, como vos. Cuando viene alguno preguntando, el chico del mostrador lo evalúa. Si es un candidato “potable”, se lo vende. Si no, lo convence de llevar otra cosa. En un par de días, sabemos que ese candidato vendrá, buscando pijas desesperadamente, como hiciste hoy vos. Ahora relajate, y sumate al grupo que más te guste.” Roberto no necesitó que se lo dijeran dos veces, y se arrojó en un grupo donde varios musculosos se franeleaban y besaban. Unos segundos después, era la estrella de una orgía donde varios machos lo rodeaban, cogiendole el culo, la boca y ofreciendole pijas para que él pajeara. Así estuvo por varias horas, con incontables machos cogiendolo desenfrenadamente. Para donde mirara, Roberto podía ver muchos chicos como él, pero que claramente tenían mucha más experiencia, todos ellos luciendo cuerpos cuidados, perfectamente depilados, con cortes de pelo muy modernos, algunos hasta con mechones de colores, con rostros hermosos, de cejas finísimas, y manos delicadas con uñas que algunos tenían hasta pintadas. Se relajó, y disfrutó como nunca en su vida del sexo. Al amanecer, dos chongos ofrecieron llevarlo hasta su casa, y Roberto aceptó, gustoso.
CAPITULO VIII
Mirta abrió la puerta de la casa, notando que las luces del living estaban apagadas. El viaje había sido agotador, y recién había podido volver ahora, viernes a la noche. Esperaba que Roberto no se hubiese molestado por la demora y la recibiera afectuosamente, pero no había ni rastros de él. Dejando la valija y la cartera en el living, fue hacia el dormitorio. La puerta estaba cerrada, pero podía escuchar susurros y movimientos dentro. Abrió la puerta intempestivamente, pero lo que encontró le heló la sangre. Su marido, su ¿hombre?, estaba en cuatro sobre la cama, luciendo un raro peinado, con mechones fucsia y rubios, el cuerpo totalmente depilado, y con el culo redondo como una manzana, como jamás lo había tenido. Detrás de él un morocho musculoso lo cogía violentamente, y por delante un rubio pelilargo le bombeaba una enorme pija en la boca. “Qué es esto, Roberto? Qué estás haciendo?”. El morocho miró a Mirta con desdén, y soltó: “quién es esta concha, Roby? Qué quiere?”. Roby tuvo que hacer una pausa en la mamada, cosa que no le gustó en absoluto, para explicar: “es mi esposa. Todavía no sabe que muero por la pija, pero creo que ya se enteró”. “Sí, creo que ya tiene claro que ahora sos toda una perra anal”. La sola mención de ese término hizo que Roby eyaculara varios chorros de leche sobre la cama. Los tres se rieron sonoramente, mientras Mirta estallaba en llanto y salía corriendo de la habitación, tomando la valija por el camino y abandonando la casa, para siempre. En la cama, Roby retomaba la mamada, mientras el morocho dentro de su culo se acercaba al orgasmo. “Qué bien!” pensó, “pronto me van a llenar de leche, otra vez!”. Y se concentró en extraer con su boca la leche de la pija del rubio.
FIN